¡Holitas!

Aquí vuelvo con otro ff jejejeje. La verdad es que echaba de menos escribir algo fuerte XDDD, desde que escribí Open till dawn me lleva rondando esta idea por mi maquiavélica mente, y bueno, por ahora ahí va la introducción, no creo que me quede muy largo, en principio pensé en 2 capítulos, pero parece que van a ser 3.

Si alguien que lee Amores Perros y Tu nombre envenena mis sueños lee esto, tranquilidad, que quiero actualizar lo más pronto posible, es que estuve de exámenes y recién me pude poner ayer a escribir y me vino la inspiración para este ff.

Advierto que este ff va a ser fuerte jejeje, pervertido y depravado, pero aún así he intentado darle algo de argumento.

Advertencias: Incesto (Blackcest), Lemon, violencia, tortura, tríos, non/con (o tb dudoso consentimiento o dubious consent como ponen en inglés XDDD) y bueno podría extenderme más pero éstas son las principales.

Los personajes principales son Sirius y Bellatrix, pero el ff contiene Sirius/Bella, James/Bella, Sirius/Bella/James. (jojojojojo ¡me encanta!)

No os digo nada más, ya me contaréis (espero no traumatizaros)

Disclaimer: Los personajes pertenecen a JK y WB, yo no gano nada escribiendo esto salvo pervertir a la peña y divertirme escribiendo.

30 MINUTOS

Capítulo 1:

El viento helado le azotaba la cara, la fina lluvia mezclada con partículas saladas arrancadas del mar embravecido le traspasaba su oscura túnica. Pero aún así, todo aquello era soportable y no influía en absoluto en el paso firme y orgulloso de Bellatrix Lestrange. No importaba que frente a ella se irguieran los inexpugnables muros de Azkaban, aquel lugar horrible donde magos poderosos se habían consumido. El rugido del mar traía consigo los lamentos de quienes llevaban pudriéndose allí años, o quizás días, no podía saberlo.

La puerta se abrió a la orden del Ministro de magia. Una ráfaga de aire frío salió del interior del edificio, arremolinándose en la entrada, sacudiéndole la larga y lustrosa cabellera. Una decena de dementores salieron al encuentro de los recién llegados, y por primera vez sintió cómo su cuerpo luchaba por no ser invadido por ese vacío que trataba de instalarse en su interior. Rió sonoramente, gesto al cual siguió inmediatamente la mirada de incomprensión de los aurores y miembros del ministerio que los escoltaban.

No le importaba que la miraran de aquella forma, no le importaba que la tomaran por loca. Intentó buscar con la mirada a sus compañeros, tratando de encontrar ese mismo sentimiento de felicidad que había conseguido eliminar en ella el efecto de los dementores, pero apenas si pudo verles. Cada uno de ellos iba escoltado por unos cuantos aurores y ahora, también dementores. Tan sólo pudo entrever el porte elegante de su marido, con la cabeza bien alta atravesando el umbral. Un nervioso Rabastan que seguía a su hermano mayor con el rostro desencajado y lívido. Barty Crouch, extrañamente tranquilo, con la mirada clavada en su padre, miradas de odio que parecían hablar.

No pudo ver más, porque el auror que tenía detrás la hizo cruzar la puerta de un empujón que casi le hace caer al suelo. Se incorporó rápido, pero no dijo nada, salvo mirar al hombre con un destello febril en los ojos. Si hubiese tenido su varita a mano… Pero comprendió que era mejor no tentar a la suerte, debía dar gracias a que sólo le hubiera caído cadena perpetua y no haber sido condenada al beso del dementor.

Recorrieron pasillos lúgubres y húmedos, el silencio tan solo roto a veces por el lamento de algún preso o el correr de hebras de agua por las paredes de piedra, hasta ser conducidos a una sala con pequeños habitáculos. Antes de ser empujada de nuevo como un animal al interior de uno de esos habitáculos, tuvo tiempo de ver que Barty no les acompañaba. Pensó que tal vez, después de todo, ser hijo de un miembro del ministerio tendría sus privilegios, quizás una celda con mayores comodidades. Trató de mirar, curiosa, a través de la abertura que tenía la puerta en su mitad superior, pero un bulto de tela le golpeó la cara.

- Ponte eso, Lestrange, y danos tu ropa.- dijo la voz de un hombre.

Se desnudó y miró con asco la túnica de presidiario que le habían lanzado a la cara. Una tela áspera y desagradable, un número en la parte delantera. Vio como el hombre le reclamaba su ropa y uniéndola a la de su marido y su cuñado, les prendió fuego delante de sus propios ojos. No pudo evitar estremecerse al ver arder su apreciada túnica negra. Sin darse cuenta se encontró rozando con sus dedos la piel de su antebrazo izquierdo. La Marca que antes lucía brillante ahora era casi imperceptible. Hacía casi un año que empezó a borrarse.

Pero eso no iba a hundirla. Por eso estaba allí, enfrentándose a un largo futuro encerrada entre cuatro paredes, porque sabía que Él volvería algún día y los liberaría, les recompensaría por haberle servido y haberle buscado cuando muchos le creían muerto. Para Azkaban podía ser un simple número más, pero para el Señor Tenebroso, era y siempre sería, su servidora más leal. Justo a la entrada había comprobado que esa fe que poseía en Él sería lo que la libraría de la locura, no era un sentimiento que los dementores pudieran percibir como algo feliz, pero para ella era la misma vida.

Escuchó pasos, y vio pasar frente a ella a Bartemius Crouch y a Barty Jr, que era conducido al habitáculo contiguo al suyo. Le extrañó que ni siquiera la mirara, le extrañó que de repente pareciera casi sin vida. Oyó murmurar algo. Se trataba de Cornelius Fudge, al que se le había reunido Bartemius Crouch, después de encerrar a su hijo al lado de Bellatrix. La otra voz era la de Rabastan, pero no llegaba a entender lo que decían. Después de oír una puerta y pasos alejándose, comprendió que Rabastan habría sido conducido a su celda definitiva.

Ahora sí que podía oír lo que decían a Rodolphus. Sonrió levemente al oír la respuesta de su marido, había sido tan típica de él…

¿Qué respondería ella cuando le preguntaran dentro de unos minutos cual era su último deseo? Sabía que debía pedir algo que pudieran concederle, no había que ser muy listo para saber que no les darían cualquier cosa que pidieran. La respuesta de Rodolphus pidiendo una copa de su vino favorito, bastante caro por cierto, le había parecido de un humor muy sutil para que las simples mentes de los empleados del Ministerio entendieran la ironía de su petición. ¿Había algo en Azkaban que ella pudiera desear?

La respuesta apareció casi de inmediato.

Era jodidamente fácil y brillante: Sirius.

No podía evitar querer verle después de llevar allí encerrado un año siendo inocente. ¿Se habría vuelto loco? La idea de verle sufrir le resultaba excitante, y solo de pensarlo, se mordió el labio inferior con deseo.

- Bellatrix Lestrange, como condenada a cadena perpetua en Azkaban tiene usted derecho a un último deseo antes de quedar recluida en una celda del ala de máxima seguridad, de la cual no podrá salir bajo ningún concepto, ni siquiera en caso de enfermedad grave.- dijo Cornelius Fudge, leyendo un trozo de pergamino con tono simple y protocolario.- Debe saber que en el caso de querer enviar algún mensaje al exterior, será supervisado por el cuerpo de aurores en busca de cualquier tipo de lenguaje en clave.

- Deseo ver a Sirius Black.- dijo Bellatrix rápidamente, con una sonrisa maliciosa en los labios.

De pronto, la expresión de Cornelius Fudge cambió, dudando sobre si aquella petición era demasiado arriesgada como para satisfacerla. Miró de reojo a Bartemius Crouch, pero éste parecía más ocupado observando a su hijo en el habitáculo contiguo al de Bellatrix.

- Barty…- murmuró Fudge reclamando la atención del hombre.

- ¿Qué, Cornelius?- preguntó exaltado.

- Ha pedido ver a Sirius Black…- Fudge bajó el tono de voz, de forma que a Bellatrix le resultó muy difícil entender lo que decían.- Puede que sea una estrategia para intercambiar información…

- ¿Y qué?- Crouch respondió, pero sin duda más preocupado por su hijo que por el deseo de Bellatrix.- Ninguno de los dos van a salir de aquí, así que ¿qué más da lo que tengan que decirse? No les va a servir de nada.

- Oh cierto…- en seguida Fudge se dirigió a Bellatrix, esta vez más convencido.- Está bien, verá a Sirius Black pero sólo durante media hora y mientras tanto, los dementores que la conducirán luego a su celda esperarán en la puerta por si ocurre algún percance. No dude en que actuarán con severidad si lo consideran necesario.

- De acuerdo. No importa, no será más que una entrañable charla familiar para recordar viejos tiempos.- dijo Bellatrix, a quien con que sólo le hubieran concedido cinco minutos le habría bastado.

Dicho esto, la puerta se abrió y dos dementores agarraron del brazo a Bellatrix llevándola por un sin fin de pasillos laberínticos. Durante el trayecto fue incapaz de borrar la sonrisa de su cara. Sabía lo que iba a decirle. Sí, sí, lo sabía desde hacía mucho tiempo, lo que pasaba era que, desgraciadamente, nunca había imaginado que se encontraría algún día en disposición de hacerlo.

El corazón le latía acelerado. Quería verle. Lo deseaba. Quería decírselo y ver su cara mientras lo hacía. No le importaba que se pudiera reír de ella por haber acabado en Azkaban, oh no, merecía la pena ir a Azkaban sólo por contárselo. Y mientras se pasaba una lengua juguetona por los labios, saboreando el momento que se avecinaba, los dementores se detuvieron frente a una de tantas celdas iguales por las que había pasado.

Allí, tumbado y aparentemente dormido, estaba Sirius. El corazón le golpeaba con tal fuerza que parecía que le iba a atravesar el pecho, el poco calor que los muros de Azkaban permitían guardar en los cuerpos, se concentró en sus mejillas, sus uñas cuidadas clavándose en las palmas de sus manos.

Allí estaba Sirius. Sus dientes blancos mordiendo con fuerza su labio inferior, y su respiración contenida. Era un traidor que se merecía estar donde estaba, se merecía estar sufriendo. Su desmejora física era evidente. Desastrado, pálido, delgado, sucio, inevitablemente hermoso… Su lado Black resaltaba más que nunca cuando todo lo demás casi había desaparecido…

Un nudo de emoción amortiguó las palabras de Bellatrix, que quedaron apenas en un leve siseo.

- Sirius…

Pero fueron suficientes para que él la oyera. Sobresaltado, como si acabara de despertar de una pesadilla, cayó al suelo de forma estrepitosa al oír su nombre. Su nombre en la voz de Bellatrix. Parpadeó con fuerza varias veces, como si quisiera hacer desvanecer aquella visión de su pesadilla que se había transformado en realidad.

- ¿No te alegras de verme?- dijo Bellatrix con voz dulce.

Los dementores abrieron las rejas de la celda de Sirius para dejar entrar a la mujer. Sirius, desconcertado, retrocedió unos pasos hasta dar con la pared, sin despegar la vista de su prima. Pasaron miles de pensamientos por su mente, algunos de ellos tan inverosímiles como que Bellatrix había ido a sacarle de allí. Pero en seguida descubrió que no, que ella iba vestida igual que él, con la ropa de presidiario. Temió también por un instante que su castigo se viera incrementado al tener que compartir celda con ella.

- ¡Sacadla de aquí!- gritó.

Pero las rejas se habían cerrado ya, dejando a Bellatrix dentro durante media hora.

Inútilmente, Sirius trataba de retroceder, pero la pared se lo impedía y sus pies sólo hacían resbalar en el suelo de piedra. Bellatrix en cambio, se acercaba con lentitud, saboreando cada paso.

- ¡Quiere matarme!- gritó Sirius.

Ante ese anuncio, los dementores miraron al interior de la celda, pero Bellatrix respondió antes de que intentaran abrir la puerta, haciendo que volvieran a desaparecer de la entrada.

- No voy a matarte, no hoy al menos.- dijo Bellatrix.- Aunque no me extraña que pienses que podría hacerlo. Tengo motivos ¿verdad?

Sirius tragó saliva. Había estado temiendo encontrársela desde hacía años y sabía que estaba en todo su derecho de buscar venganza.

- ¿Qué haces tú aquí?- preguntó secamente, observando cómo Bellatrix se sentaba frente a él.

- Es una larga historia.- dijo Bellatrix con desdén, encogiendo las piernas y rodeándolas con sus brazos.- Pero deberías sentirte afortunado de que haya gastado mi último deseo en venir a verte.

Sirius se encogió, tratando de alejarse de ella. Que Bellatrix hubiera deseado verle no podía significar nada más que algún retorcido plan. Y si no quería matarle ¿qué demonios quería?

Bellatrix se acercó un poco más, y Sirius pudo percibir su aroma con intensidad. Lo recordaba, más bien lo recordaba demasiado y demasiado a menudo. Ese olor que tantas veces le había recordado los errores de la adolescencia, la vergüenza y el arrepentimiento, sus deseos más oscuros… ahora lo volvía a sentir casi como una bofetada, limpio y sensual, destacando en aquella horrible celda mugrienta, inundándole la mente con recuerdos para los que no tenía palabras.

- No me siento afortunado porque vengas a verme, pero sí porque por fin hayan encerrado a alguien que se lo merece.- dijo Sirius tratando de sobreponerse, no podía permitir que la presencia de Bellatrix le amilanase.

- Tengo que admitir que estás más lúcido de lo que pensaba.- la voz de Bellatrix se tornó un susurro envenenado.- Sobre todo teniendo en cuenta que eres inocente.

Las palabras de Bellatrix hicieron reaccionar a Sirius, que se giró a mirarla para ver en sus labios una sonrisita maliciosa.

- Sirius Black la mano derecha del Señor Oscuro… ¡JA!- rió Bellatrix.- ¿Acaso creías que iba a creérmelo? Te conozco demasiado bien como para saber que jamás habrías movido un dedo por nosotros.

- Ya veo que estás celosa de que ostente el título que tú deseas.- respondió Sirius, esta vez era él quien reía.

- Oh no, no es que lo desee, ¡es que es mío! Yo soy la más fiel al Señor Tenebroso.

- Me alegro por ti.- dijo Sirius poniendo los ojos en blanco.- De todas formas, no sé para qué te sirve, estas aquí en Azkaban y ese loco ha muerto. Para lo que te queda de esa vida que tanto amabas, mejor te hubieras suicidado.

- Tan idiota como siempre, Sirius.- dijo Bellatrix acercando su rostro al de él, clavando en sus ojos su mirada gris.- Él volverá, lo sé, sólo eso es suficiente para mantenerme con vida para volver a su lado el día que regrese.

- Pasa un par de semanas aquí y ya verás como entonces no serás tan optimista.

- Además, aún tengo muchos motivos para querer seguir viviendo.- dijo Bellatrix acercándose al oído de Sirius.

Éste trató de apartarse, pero Bellatrix estaba inclinada sobre él, con su mano agarrándole con fuerza por el pecho impidiendo que se alejara.

- No irás a decirme que yo soy uno de esos motivos…-dijo Sirius, su voz temblando.

- Sí.- dijo Bellatrix lamiendo lentamente la mejilla sucia de Sirius.

Se quedó frío, paralizado. No sabía a qué se debía aquello. Su corazón le latía como hacía más de un año que no lo hacía, su cuerpo temblando ligeramente, aquel olor y el tacto suave de la lengua de Bellatrix sobre su piel… Aquellos malditos recuerdos… No podía estar ocurriendo, su cuerpo no podía estar despertando, no…

- Venganza…- susurró.

Sirius la apartó de un empujón, mirando cómo ella se reía de él. Había sido muy estúpido por tan sólo pensar que Bellatrix estaba allí para declararle su amor, tal vez para olvidar el pasado. Tendría que haber recordado que estaba allí para algún oscuro motivo.

- Adelante ¡véngate!- dijo cogiéndola de los hombros, necesitaba que hiciera lo que fuera pero que dejara de mirarle riéndose.- Yo no tengo ni amo a quien servir ni nada por lo que vivir, si me matas me harías un gran favor.

- Te he dicho que no voy a matarte.- dijo Bellatrix apartando las manos de Sirius de sus hombros.- Y creo que sí tienes un motivo por el que vivir. ¿Vas a permitir que Pettigrew siga con vida?

- Si pudiera matarle con mis propias manos, lo haría.- dijo Sirius, como si estrangulara una rata imaginaria.- Pero no puedo salir de aquí…

De repente se quedó callado, observando aquella odiosa sonrisa de suficiencia en Bellatrix.

- Tú… ¿Tú sabías que Peter era el traidor?- preguntó Sirius con desesperación.

No se paró a pensar en otra cosa que en que alguien supiera de antemano que Peter era el traidor y no hubiera hecho nada por impedir la muerte de Lily y James. Le era totalmente inconcebible.

- No supimos que estaba de nuestro lado hasta el día que nos contó dónde se escondían los Potter.- respondió Bellatrix, divertida al ver la cara horrorizada de Sirius. Era obvio que recordar todo aquello no le era agradable.- Nos los entregó en bandeja, un plan perfecto.

- No tan perfecto para vosotros, sé realista, Bellatrix.

- Claro que no, quitando ese detalle, para mí fue perfecto.- dijo Bellatrix, entrecerrando los ojos y mordiéndose ligeramente el labio inferior.

- No te atribuyas méritos.

Bellatrix se aproximó otra vez hacia Sirius, cuya espalda descansaba sobre la pared, caminaba a gatas con una mirada lujuriosa, sentándose definitivamente a horcajadas sobre Sirius.

- Apártate de mí.- exclamó Sirius, intentando que la mujer se retirara antes de que advirtiera la excitación que le había producido la caricia de su lengua sobre la piel.

Los muslos de Bellatrix se apretaron contra las piernas de Sirius, inclinándose sobre su rostro con una mano en su mejilla, y la otra apretándole con fuerza contra la pared de piedra.

- Esa noche tuve más méritos de los que imaginas.- dijo acercándose a sus labios que casi se rozaban.

Sirius trató de romper la cercanía con los labios de Bellatrix, pero las uñas de la mujer se clavaron en su mejilla, impidiéndoselo.

- No sueñes. El mérito fue todo de tu querido amo.- dijo Sirius mirándola fijamente a los ojos.

Bellatrix sonrió, sus labios rozaron los de Sirius, sin llegar a besarlos, con su lengua recorrió su contorno, humedeciéndolos despacio, intentando provocar que le suplicara un beso.

- Es una parte secreta que vas a tener el privilegio de conocer.

Los ojos grises de Sirius se abrieron desmesurados, trató de hablar, pero los labios de Bellatrix le callaron. Su lengua le reclamó con violencia e insistencia, sus dientes se clavaron lujuriosos en sus labios casi haciéndole sangrar. Pero no podía evitar seguir aquel juego. Tenía lo que se merecía, era lo justo, y lo deseaba… Deseaba que todo aquello acabara como debía ser, con Bellatrix obligándole a besarla, siendo él el dominado. La imagen de una Bellatrix adolescente surcada en lágrimas por fin desaparecería de su mente.

Sin darse cuenta, sus manos ascendían por los muslos desnudos de la mujer, su piel suave, tan suave como la recordaba. Y ella continuaba besándole, apretando su cuerpo contra el suyo, notando sus pechos firmes a través de la áspera tela, sus caderas rozando a conciencia su más que evidente erección.

Sus manos se deslizaron por la cara interna de las piernas de Bellatrix. Ella descendió hasta su cuello para cubrirlo de besos y mordiscos. Su cabello negro y sedoso era una caricia sobre su mejilla. Bajó hasta sus pechos, acariciándolos, buscando besarlos con sus labios aunque tuviera que ser sobre aquella horrenda ropa.

Pero las manos de Bellatrix en su pelo le detuvieron. Sus dedos se enredaron con fuerza, igual fuerza con la que sus caderas empujaron contra su entrepierna. De un tirón brusco hizo que alzara la vista para mirarla, con los labios entreabiertos y húmedos por los besos apasionados.

- ¿Quieres saber cual fue la última palabra de Potter?- preguntó Bellatrix sonriendo y abriendo sus ojos en un gesto intrigante y malicioso.

Apartó de inmediato sus manos de los muslos de su prima. Su respiración se cortó y una mirada horrorizada esperó lo que realmente no quería oír.

- Mi nombre, Sirius. Yo estaba allí, y recuerdo cómo el Señor Tenebroso acabó con su vida cuando aún notaba su cuerpo caliente bajo mis piernas. Una venganza excitante ¿verdad?

Sirius hizo acopio de todas sus fuerzas para empujarla lejos de él. Bellatrix cayó a un lado mientras él corría a la puerta de la celda gritando con los ojos empañados.

- ¡SACADLA DE AQUÍ!

Bellatrix en cambio, sabía que aún le quedaban algunos minutos para acabar aquello que se había propuesto. Sin moverse del sitio y sin acusar el dolor de haber caído en un golpe seco contra la piedra, habló a Sirius con voz melosa.

- He venido a contarte los detalles, Sirius. Pensé que te gustaría saberlo, puede que te haga más amena tu estancia en Azkaban.- dijo Bellatrix mirándole con ojos inocentes mientras las lágrimas resbalaban por las mejillas de Sirius.

Bueno, ¿qué os ha parecido? Dios, espero que bien T.T Es raro, lo sé, pero es la idea que me rondaba la cabecita desde que escribí Open till dawn (quien lo haya leído sabrá por qué lo digo)

En el siguiente sabremos más cositas, como qué pasó el día en que los Potter murieron y también por qué Bellatrix quiere vengarse de Sirius (y de James, pero ya se vengó jejeej)

Así que nada, espero que alguien lea esto y me diga su opinión. Se agradecen muchísimo los reviews pero no las maldiciones imperdonables, howlers y avadas electrónicos XDDD.

Besitos y hasta la próxima.