Sengoku Shikon High: Mi primer amor (¡Los sueños sí se realizan!)
Capítulo II: El Profe
La perversa Kikyou y sus compañeras de equipo se hallaban ocupadas en lo que mejor sabían hacer: destrozar a medio mundo con sus comentarios malintencionados y presumir de sus respectivas conquistas, y en esto último, nadie podía ganarle a Kikyou.
- ¡Neta güey!... ya no sabía que hacer para quitármelo de encima…. El pobre está derrapando por mí…. –declaró, orgullosa.
- ¡Que suerte tienes Kikyou!... –exclamó Abi, entre suspiros – ¡Inuyasha está como quiere!
- ¡Es un cuerazo! –opinó Yura
- ¡Está como para comérselo! –concluyó Tzubaki.
Con un puñetazo en el escritorio, Kikyou las sacó de su ensoñación, las tres muchachas temblaron. Les lanzó una mirada fiera antes de advertirles:
- Nada más que no se les olvide que ese bizcocho, es mío…. –se relajó un poco, sonrió para sí - admírenlo cuanto quieran…. Pero la única que va a degustarlo, soy yo…. ¿está claro?
Ninguna de las tres chicas se atrevía a pronunciar palabra. Pero es que Kikyou era tan, pero tan mala…. No podemos culparlas por tener miedo. Lo bueno es que, después de marcar su territorio y de asegurarse de que absolutamente nadie se iba a atrever a desobedecerla, Kikyou bajó la guardia y cambió de tema.
- Entonces…. ¿ya se pusieron de acuerdo en cuál va a ser el color de la temporada?
- Ay…. –comenzó Yura –pues yo creo que va a ser el rosa pálido, pero Tzubaki….
- ¡No insistas con eso!... va a ser el "verde Versace", sin duda.
- Yo creo que Kikyou debe de decidir. –opinó Abi.
Y Kikyou estaba dispuesta, por supuesto, su decisión siempre era la definitiva, estaba a punto de dar su fallo, cuando alguien se acercó.
- Hola Kikyou….
La muchacha volteó a ver a quien la había saludado, y había pasado a su lado sin dejar de mirarla, hasta llegar a su lugar, en la última fila, desde donde siguió con su contemplación, esbozando una media sonrisa. Kikyou no había contestado, se había limitado a mirar de reojo a su atento compañero. Las que no habían perdido pista de toda la escena eran sus tres compinches. La primera que se decidió a hacer un comentario, fue Tzubaki, como era habitual.
- Ese Naraku…. Kikyou, se nota que le encantas….
- Sí es cierto…. –intervino Abi, creyendo que era el momento adecuado para adular a su líder -¡Qué bárbara eres!... Todos andan detrás de ti.
- Yo que tú…. –opinó Yura –le daría chance…. Está….dos tres.
- Y además es lineback del equipo de fútbol…. –añadió Tzubaki.
Kikyou escuchaba a sus "amigas" tratar de venderle al joven de cabello rizado oscuro y mirada siniestra. Las miró, presumida.
- Pues si tanto les gusta, se los regalo –cruzó una pierna -¿Para qué quiero a un simple lineback, si tengo al capitán del equipo¿eh?
Ante una lógica tan irrefutable, lo que a todas les quedó bien claro, era que, si Naraku quería algo con Kikyou, iba a tener que esforzarse bastante. Bueno, ya habían sido suficientes retrasos, y tenían que tener la propuesta de moda para ese semestre preparada a la brevedad posible, por que de lo contrario, el resto de los pobres perdedores carentes de estilo que poblaban la preparatoria, no iban a tener idea que qué debían ponerse, aumentando con eso la amargura de su miserable existencia. Era, por así decirlo, un servicio social. Kikyou estaba dispuesta a reanudar el debate, cuando una nueva interrupción llegó hasta el lugar.
- ¡Hola muñecas! -las saludaron
Las cuatro, pero sobre todo Tzubaki, Yura y Abi, sintieron como el corazón se les aceleraba con la presencia de Miroku, que acababa de hacer su entrada triunfal al salón de clases de quinto semestre, provocando tantas y tan variadas reacciones como era de esperarse. Con gran donaire, pasó por entre los mesabancos, en dirección al lugar que le correspondía como el segundo galán más guapo de toda la escuela. Abi entornó los ojos.
- Ay…. Pues si Inuyasha es de Kikyou…. Entonces yo pido quedarme con Miroku….
- ¡Ni en tus sueños güey! –exclamó Tzubaki -¡Yo ya lo aparté para mí!
- No se peleen…. –dijo Yura, conciliadora, apoyando el codo en su escritorio. -¡estoy segura de que él quiere con todas!
Las cuatro explotaron en risotadas, mientras el gallardo Miroku exhibía su belleza en todo su esplendor…. Esplendor capaz de cegar a cualquiera, incluso a alguien que de todas formas, no tenía una visión perfecta. Pero para Sango eso no era un obstáculo. En cuanto había entrado al salón, es más, desde antes, ya había percibido la presencia de aquel adonis celestial. Entró sonriendo, habiendo localizado de inmediato al objeto de sus desvelos. Se puso un poco tensa, tenía que dar la mejor impresión. Abrazó su carpeta con fuerza y caminó derecha, altiva. Él estaba allí, seguramente la vería, y ¿quién sabe?... ¡tal vez surgirían chispas! no en balde se había puesto su sweater favorito…. ¿estaría viéndola?... ¡no¡no! tenía que controlarse, no debía voltear…. Bueno, quizás solo lo saludaría, así, despreocupadamente, al pasar junto a él…. al pasar junto a él…. ¡oh, aspirar su aroma…. no sabía como había podido sobrevivir todas las vacaciones sin verlo…. Tenía que concentrarse, lucir atractiva, seductora, interesan…. Las risas volvieron a escucharse, con más fuerza todavía. Sango podía oírlas, pero no podía ver nada, porque sus anteojos habían salido volando bastante lejos. Se levantó apuradísima, a punto de tropezarse nuevamente con el pie que Kikyou había estirado oportunamente para echar a perder su entrada. La arpía dejó de reír para atestar otro de sus malignos golpes.
- ¡Cuidado estúpida!... ¡fíjate por donde vas!….eres un peligro para todos, o sea ¡no manches güey!
A Sango le costaba trabajo recuperarse, sobre todo teniendo que soportar las risas de todos, las crueles ironías, las terribles y malvadas palabras de Kikyou, ese era el peor día de su vida. Él la había visto, lo sabía... y se había reído, reconocería su risa en cualquier parte, lo malo era que se había reído de ella ¡de ella! sólo un poco claro, pues ni que fuera tan importante como para prestarle atención por más de cinco segundos…. a ella... ¡ella que lo daría todo por que él la mirara!... pero no de esa manera. La pobre muchacha se levantó, después de recorrer casi todo el lugar a gatas, buscando sus lentes. Antes de llegar a su sitio, en la primera fila, junto a la pared, se encargó de aumentar todavía más su humillación pública, tropezando un par de veces. Pero ya nadie la veía, habían perdido todo interés en su patética persona, por lo que nadie se dio cuenta de cuando se dejó caer estrellando la cara sobre su pupitre.
- Entonces Kikyou…. –continuó Abi –Ya dinos¿cuál va a ser el color de esta temporada?
Kikyou mordisqueó la tapa de su brillo labial, recorrió con la mirada el gris y aburrido salón de clases, hasta que sus malvados ojos fueron a posarse en otros, los del muchacho de cabello negro, sentado en el centro de la última fila, y que no había dejado de mirarla.
- Rojo. –dijo, sonriendo ligeramente. –Va a ser el rojo encendido. En accesorios, y ocasionalmente en prendas de vestir.
- ¿Rojo? –Repitió Yura, miró a sus compañeras, las tres sonrieron como obnubiladas. -¡Eres un genio Kikyou! –gritaron, en coro.
- ¡No! no ¡eres lo max¡Eres lo max¡Siempre tienes las mejores ideas! –la aduló Abi.
- Supongo que…. por eso eres nuestra líder. –infirió Tzubaki
Kikyou apretó el tubo de brillo que tenía en su mano y lanzó una certera estocada, terminando por ejercer cierta presión en la garganta de su incrédula cómplice.
- Lo soy. –dijo - Te guste…. O no, querida.
Tzubaki estaba temblando después de tal acción, por suerte, Kikyou la liberó rápidamente, riendo satisfecha de sí misma.
- ¿Saben algo chicas? –comenzó, con esa maligna y terrible sonrisa –yo creo que voy a dejar de hacer sufrir a Inuyasha…Y le voy a decir que sí.
- ¿Ah sí? –le contestó Tzubaki, que todavía estaba ronca del susto, pero, por lo visto, no acababa de entender cuando era mejor guardar silencio –pues, díselo de una vez, por que se ve que está "sufriendo" muchísimo.
Kikyou no entendió las implicaciones de lo que Tzubaki acababa de decir hasta que volteó y se encontró con Inuyasha entrando al salón…. Pero no venía solo, sus fuertísimos brazos venían cargando un par de carpetas, su encantadora sonrisa estaba dedicada a alguien, y sus hermosos ojos de peculiar color no se apartaban de cierta joven que nadie conocía. Kikyou pudo sentir su monstruosa sangre hervir de rabia.
- De veras, no es necesario…. Yo puedo llevarlas sola…. –dijo Kagome, ruborizada.
- No es molestia. –contestó Inuyasha –Yo puedo cargar lo que sea…. Tengo músculos de acero.
Eso Kagome ya lo había notado, pero su natural discreción le impedían hacer cualquier tipo de comentario. Se limitó a sonreír cándidamente, de pronto se detuvo, abrió bien grandes sus tiernos ojos y recorrió el aula.
- ¡Wow! –exclamó -¡qué lindo!
-Gracias. –contestó Inuyasha, con la mirada perdida en ella. –lo sé.
Kagome se sonrojó cuando se dio cuenta de que ese amable y guapísimo muchacho creía que lo estaba adulando a él. Pero aunque ganas no le faltaban, ya dijimos que ella no podía darse el lujo de lanzarle piropos a un chavo así como así…. ¡eso nunca¿qué dirían de ella? Pero no podía evitar sentirse feliz... si, ya sabemos que ella siempre está feliz, pero es que además en ese momento estaba tan contenta de haberse encontrado con un chico tan amable y tan dulce…. Y tan guapo…. ¡Ay¿no lo dijo en voz alta? Bueno…. era lo mejor que podía pasarle, después de haberse topado con un patán como aquél, que la había dejado tirada en el suelo, apenas podía creer su suerte. Inuyasha, por su parte, se sabía en la novena nube. Nunca se había sentido tan atraído por ninguna chava, pero es que ella era, ya saben, perfecta…. No como esa tarada que había chocado con él a la entrada de la escuela y casi lo había hecho perder el estilo…. Nah, pero ¿para qué pensar en eso ahora¿no había encontrado ya mismo la felicidad?... apenas podía creer lo suertuda que era esa muchacha ¡Tener a un galanazo como él a sus pies! De pronto, Kagome, siempre tan perceptiva, se dio cuenta de que ya llevaban demasiado tiempo mirándose a los ojos. Se despejó y con amabilidad le quitó sus cuadernos.
- Muchas gracias…. Inuyasha ¿te llamas Inuyasha, verdad?
- Sí –respondió él. -¿a que te gusta?
- Cl-claro…. Es genial. –le dedicó la mejor de sus sonrisas. –bueno, nos vemos.
Con todo el dolor de su puro corazón, Kagome se sobrepuso a la tentación de voltear para verlo una vez más. ¡tenía que ser fuerte!... pero es que era tan guapísimo…. ¡No¡no¿en qué quedamos Kagome¿no eres siempre voluntariosa, valerosa y decidida¡hay que ser fuerte! Decidió concentrarse. Buscó un lugar libre para sentarse. Lo encontró rápido, en la primera fila, el segundo mesabanco. Llegó alegremente hasta allí, de inmediato trató de hacer amigas, por que a ella le gustaba tanto hacer amigas.
- ¡Hola! me llamo Kagome... ¡me encanta hacer amigos ¿tú como te llamas?
La chica a su derecha, con el rostro estampado en el pupitre, no contestó.
Inuyasha sacudió su bellísimo y varonil rostro para salir del encantamiento que aquella hada plena de candor y ternura acababa de poner en su corazón. De inmediato buscó lo que sabía era su nuevo lugar en la vida, su compañía. Con un chasquido de dedos, el pobre infeliz que ocupaba el lugar junto a su amada comprendió que tenía que dejarle espacio libre. Entre reverencias, desocupó el lugar. Mismo que Inuyasha ocupó con su habitual gallardía, apoyó el codo en la mesa, y en su mano el rostro, Kagome hacía lo posible por disimular el contento que sentía por la atención que el galán le demostraba.
- Jefe. Ya vine
Por supuesto que Inuyasha ignoró a Houjo. El diligente secretario echó una mirada al motivo de la distracción de su ídolo. Elevó las cejas, sorprendido. No podía culparlo ¿cómo¿con una muchacha tan bella, tan digna, tan dulce, tan candorosa¿cómo? Suspiró resignado, deseando alguna vez en la vida conseguir para él una chava tan maravillosa como Kagome.
- Ándale Koharu –ordenó a la emocionada chica que apenas y podía controlar su agitada respiración por tener tan cerca de Inuyasha –Oríllate a la orilla.
A regañadientes, so pena de perder su ansiada cita de autógrafo con el capitán del equipo, la muchacha aceptó cederle su lugar al presumido Houjo. La que no estaba nada contenta con la romántica escena, era por supuesto, la malvada Kikyou, que no había sido ajena al exceso de atención que su Inuyasha le prestaba a esa…. a esa…. "chava". Estaba a punto de levantarse para reclamar su legítima propiedad cuando la entrada de alguien interrumpió sus planes. Casi toda la clase miró a quien acababa de llegar. Y es que casi toda la clase estaba compuesta por mujeres en ese momento, y es que el que acababa de llegar era nada más y nada menos que el profesor de historia. Sesshoumaru…. adivinen su apellido. ¡sí¡exacto: Sesshoumaru Taisho. Un hombre…. ¡qué hombre! alto, rubio, de facciones finas pero inconfundiblemente masculinas. Su atuendo formal, no era muy revelador, pero daba pie a imaginar la perfección de su cuerpo. Si, a través de la delgada tela de ese sweater de cuello alto, se podían imaginar sus perfectos pectorales y su no menos perfecto abdomen. Su ancha espalda y fuertes hombros se dibujaban en ese saco color beige. Llevaba su largo cabello atado en una coleta. Sus inconmensurables ojos, de color prácticamente dorado resaltaban a través de sus ligeros lentes, que llevaba, más que nada para verse intelectual. Debía de rondar los veintisiete años. ¡como me lo recetó el doctor¿apoco no? Bueno, para la mayoría de las chicas que pululaban por la escuela, ya estaba algo pasadito de edad ¡pero también se pasaba de bueno! entonces, cualquiera hubiera hecho gustosa una excepción. Sí. Era el espécimen soñado... o lo sería, si no fuera por que era también el hombre más frío y más insensible que cualquiera en ese lugar hubiera visto jamás. Nadie recordaba haberlo visto sonreír, ni siquiera cuando escribía esas notas reprobatorias, que se notaba que era lo que más le gustaba hacer. Muchas y muchos hubieran deseado derretir ese bellísimo iceberg, pero hasta la fecha, nada. Él mismo se encargaba de marcar su distancia. Pero eso no impedía que fuera el protagonista habitual de los sueños húmedos (¿o deberíamos decir congelados?) de su adolescente alumnado. En fin. Este monumento terminó de borrar el pizarrón que algún inconsciente profesor había dejado sucio, y giró.
- Buenos días.- dijo, en el mismo tono gélido. –Vamos a comenzar, así que siéntense de una vez.
La mayoría acató la orden de inmediato. Porque el profesor Sesshoumaru solía expulsar o castigar a todo el que se atrevía, o él creía que quería desobedecerlo.
- Muy bien. –dijo, gravemente –veo que se aproximan otros seis meses de mediocridad. –hizo una pausa –no importa. Disfrutaré reprobarlos como siempre. Ahora vamos a entrar de lleno a la clase pero antes…. tenemos una nueva adición a su clan de cabezas huecas, o sea, una nueva alumna.
Kagome sabía, no, estaba segura que se refería a ella. Estaba temblando de emoción. Estaba convencida de que de una presentación exitosa dependía en gran parte su futuro estudiantil. Con todo su entusiasmo y buen humor, se decidió a pasar al frente, haciendo a un lado su nerviosismo.
- "¡Tu puedes Kaggy¡tu puedes Kaggy¡vales mil!" –se repetía para sí mientras avanzaba al frente.
- Preséntese señorita –ordenó el profesor.
Y Kagome quería hacerlo, de veras quería…. Pero su dulce y cantarina voz no salía de su garganta, comenzó a tartamudear, y eso era precisamente lo que estaba esperando cierta desalmada entre la concurrencia.
- ¡Ay! –exclamó Kikyou -¡Pero qué hueva! -se levantó de su lugar –Sessh, nos vemos al rato ¿eh?
- Siéntate Kikyou –fue la helada respuesta.
- ¡Pero Sesshy! –replicó ella –mira, para cuando esta retardadita aprenda a hablar, ya nos hicimos viejos ¿me explico?
Algunas risas aisladas se escucharon entre la concurrencia.
- Siéntate Kikyou –ordenó de nuevo -….y no soy "Sesshy", soy tu profesor, que no se te olvide.
Kikyou sonrió maliciosamente (¿y de qué otra manera?) mientras ocupaba su asiento, sin apartar su mirada de la de su apetecible maestro.
- Está bien…. "profe" –respondió, aterciopeladamente.
En el rostro de Sesshoumaru no se reflejaba, por supuesto, emoción alguna.
- Continué. –le ordenó a Kagome. La intervención de la malsana Kikyou le había dado tiempo a la sana Kagome para pensar y tomar fuerzas, por que ella siempre decía que de las malas experiencias, tenía una que aprovecharse, y estaba segura de que esa chava no había dicho esas cosas con mala intención. Ella había ido a hacer amigos, no enemigos. Tomando aire de una vez, comenzó.
- ¡Hola a todos! mi nombre es Kagome Higurashi y yo….
Kikyou dejó escapar una sonora carcajada. Una vez más, Kagome sintió cortada su inspiración.
- ¿Qué es tan gracioso Kikyou? –preguntó Sesshoumaru
- Ay…. No, no, no es nada profe…. Que siga.
Kagome hizo de cuenta que nada había pasado y continuó.
- Bueno, les decía que mi nombre es Kagome Higurashi y….
Otra vez, la risa maliciosa, solo que ahora, la burlesca no esperó a que le preguntaran.
- ¡Ay¡mil disculpas profe! lo que pasa es que "Higurashi", es que, no ¡no me lo van a creer! pero es que así, igualito, se apellidaba la última criada que tuve en mi casa de la playa, a la que corrí por ratera…. Oye –se dirigió a Kagome –Ay ¿a poco son parientes?... si hasta tienen el mismo tipito…. Rústico.
Kagome, un poco contrariada, negó con la cabeza. El maestro, que no tenía paciencia para casi nada, se estaba cansando de tanta interrupción.
- Kikyou, guarda silencio de una vez o te sales. Señorita…. –hizo una pausa, miró a Kikyou, que hacía señas de reprimir la risa -….Higurashi. ¿Va a terminar de una vez?
Kagome asintió con la cabeza. Esta vez no se iba a dejar amedrentar. Tomó impulso y comenzó.
- Bueno, ya todos saben mi nombre, también quiero que sepan que estoy muy contenta de iniciar semestre en esta nueva escuela tan maravillosa, que siempre tendrán en mí a una buena amiga, por que siempre podrán confiar en mí. ¡Quiero que seamos amigos! –concluyó, emocionada.
Se escucharon fuertes aplausos espontáneos ¿el culpable? Inuyasha, por supuesto, que incluso de había puesto de pie para apoyar a su admirada Kagome, Houjo y Miroku lo siguieron, y detrás de ellos, otros tantos borregos. Así, en medio de la ovación, Kagome regresó a su lugar, sonriente. ¿Y Kikyou? rabiando, desde luego.
- Silencio –ordenó Sesshoumaru, y todos obedecieron, excepto Inuyasha, que no dejó de aplaudir hasta que la dulce Kagome se lo pidió.
– "Mundo Contemporáneo" –anunció el profesor –Esa va a ser nuestra asignatura, y vamos a comenzar ahora mismo. A nadie le gustó escuchar eso, pero tampoco nadie dijo nada. Al profesor Sesshoumaru no se le contrariaba. Mientras él buscaba en uno de sus libros, todos temblaban, encomendándose al santo de su devoción para que el cruel maestro no los eligiera como su primera víctima. El asunto era que él ya tenía un elegido. -Vamos a hacer el contexto de la segunda guerra mundial –comenzó - Inuyasha Taisho, apóyanos por favor.
Pero el aludido no se dio por enterado, ocupado como estaba en admirar a su querida Kagome. A Sesshoumaru no le gustaba repetir sus órdenes, pero hizo una excepción.
- Inuyasha. Te hice una pregunta.
Kagome decidió intervenir.
- Inuyasha….
- ¿Sí? –le respondió
- Es que…. te están haciendo una pregunta….
- ¿Quieres que responda? - La muchacha asintió. Inuyasha se decidió. -¿Eh? -contestó.
- No voy a volver a preguntar –refutó él –tu deber es poner atención….
- ¡Como eres exagerado! –gruñó él, con fastidio –¡Te estás volviendo viejo maestro!
Sesshoumaru no respondió, no podía rebajarse tanto. Pero se irritaba cada vez más. Inuyasha no se había cansado todavía.
- Mira Sesshoumaru…. ¿has pensado que tu clase es una pérdida de tiempo?... ¡esas cosas pasaron hace muchísimos años!
- ¡Tú no vas a decirme si mi clase es útil o no ¡tienes que cursarla y te aguantas!
- ¿Ves como te pasas? –insistió Inuyasha –A mí…. No me hace falta tu calificación y lo sabes.
Eso era el colmo. Sesshoumaru no iba a tolerar ni una más de sus insolencias. Lo tomó del brazo y le dijo, con esa voz que no necesitaba elevarse para imponer.
- Silencio. Estás castigado. Fuera.
- ¿Cómo que afuera? –reclamó Inuyasha –hermanote: eres un amargado.
De un tirón Sesshoumaru levantó a su hermano, por que sí, era su hermano y lo jaló hacia fuera, durante la violenta acción, la mano del guapo había rozado ligeramente la de la chica que estaba en el camino, Koharu, que estaba muda y al borde del desmayo por la impresión.
- Necesitas disciplina... hermanito –le dijo, para después dirigirse a la clase -¡Todos ustedes¡quiero un ensayo de quince cuartillas sobre la segunda guerra mundial para mañana!
Sin más, salió del salón con Inuyasha a rastras. Kagome estaba sorprendidísima.
- Pobrecito…. –se compadeció –tal vez no debí haberlo distraído tanto….¡oooops¿Qué acabo de decir….? bueno... tal vez, si lo distraje.
Rió encantada de pensar que Inuyasha se ocupaba de ella. De inmediato reaccionó y pensó que era mejor ocuparse en su labor de socialización. Volteó a ver a la chica queseguía inamovible, como inconsciente sobre su pupitre.
-¡Hola! –saludó, de nuevo -¿cómo te llamas?
- No soy nadie. –fue la seca respuesta.
- ¿Nadie? –repitió la dulce, dulce Kagome –¡Bueno! –extendió la mano -¡Mucho gusto, nadie!
Houjo por su parte, estaba sumamente ocupado en reajustar su agenda. Después de unos borrones, le informó a la desafortunada poseedora de la cita de la próxima hora.
- Koharu…. Ni modo, voy a reprogramar tu autógrafo para el próximo mes. ¿eh?
- ¿Qué? –exclamó descorazonada la muchacha, que hasta ese instante no había dejado de besar su afortunada mano -¡no puede ser!... ¡mi vida se acabó!
Por todo el pasillo se detenían para observar el curioso espectáculo de los dos hermanos Taisho, camino al cuarto de castigo. Inuyasha sin parar de quejarse, Sesshoumaru ignorando sus quejas. Una alumna en particular, de tercer semestre, observaba, también en particular, a uno de ellos.
- Yo nunca me imaginé que una granja de termitas fuera tan divertida, pero es que deberías de verlo, a últimas fechas, están cavando unos túneles convexos ¡que no los creerías!... me gustaría que fueras a mi casa a verlos... ¿tu crees que podrías esta noche darte una vuelta?... ¿Rin?... ¿me estás oyendo Rin?
- ¿Qué dices Kohaku? -repitió la chica, ausente
- Que…. yo nunca me imaginé que una granja de termitas….
- ¡Ah sí! si... ¡que interesante Kohaku!... –le interrumpió la muchacha -oye ¿tú crees que el profesor Taisho nos vaya a dar clases este semestre?
El joven puso entonces atención a lo que realmente ocupaba la mente de su compañera Rin, el apuesto profesor Taisho, el mismo que acababa de pasar junto con el capitán del equipo de futbol, el mismo que la había hecho suspirar de esa manera que a él tanto le gustaba. Kohaku frunció el ceño.
- Ah…. No, no creo. Este semestre no.
- ¡Qué lástima! –suspiró otra vez la joven e inocente chica, mientras pasaba la mano suavemente por su cuello.
- ¡Eres un inconsciente Sesshoumaru! –gritó Inuyasha, zafándose del control de su maestro. - ¡ya ni la amuelas!... ¿no ves que acabo de hacer un mega-oso enfrente de la chava de mis sueños?
Sesshoumaru no respondió, ocupado en abrir la puerta del salón de castigos, Inuyasha arreglaba su maltrecho cabello mientras tanto.
- ¡Profesor¡yo también estoy castigada! Sesshoumaru volteó a ver a la nerviosa estudiante, nerviosa por estar tan cerca de Inuyasha.
- Koharu, no es cierto.
- ¡Es cierto profesor¡es cierto! tiene que creerme ¡mi vida depende de eso!
- ¡Basta! Koharu, vete de una vez.
La muchacha se alejó sollozando, Inuyasha sonreía satisfecho y orgulloso de su galanura. Sesshoumaru lo hizo entrar al cuarto.
- Si mi historia de amor se va al caño, tú vas a tener la culpa. –le reprochó
- ¿Mi culpa? toda la culpa es tuya por desobedecerme. –gruñó Sesshoumaru.
- No sé ni para qué te esfuerzas en castigarme. –Inuyasha dejó caer su hermosa anatomía en una silla -En cuanto el entrenador se entere, va a mandar venir por mi.
- ¡Eso lo veremos!
- ¿Y cómo piensas evitarlo?
Tomó una silla.
- Me voy a quedar aquí, por que tienes que cumplir con tu castigo.
- ¿Ah sí?
- ¡Sí!
- ¡Bien!
- ¡Bien!
Los dos hermanos se cruzaron de brazos y se dedicaron frías miradas, sentados uno frente al otro. Inuyasha sabía que Sesshoumaru tenía algo en contra suya, pero no sabía qué. Sesshoumaru sabía que Inuyasha era el consentido de su padre, y le disgustaba su autosuficiencia. Sí, era su consentido, es decir ¿qué importa que el viejo le hubiera ofrecido a él, Sesshoumaru, tomar su lugar en la presidencia de la importante empresa que la familia manejaba, que le hubiera heredado en vida el sesenta por cierto de su fortuna, que por años estuviera tratando de hacerlo volver y de localizarlo mientras hacía su viaje de estudios y de encuentro espiritual, pagado por el señor, claro ¿qué importaba todo eso? Aunque básicamente lo ignoraba todo el tiempo, era evidente que prefería a Inuyasha, y él no iba a humillarse por nada. Tenía que quitarle a ese engreído su aire de superioridad, iba a obligarlo a cumplir el castigo que le había impuesto. Entonces, tocaron a la puerta.
- ¿Podemos pasar? estamos castigadas maestro.
Al abrir, Sesshoumaru se había encontrado con una multitud de chicas, deseosas de pasar tiempo en el salón de castigos con el bellísimo Inuyasha.
- No. váyanse de una vez. –ordenó, les cerró la puerta en las narices y pudo ver a través del cristal como se arremolinaban para alcanzar a verlo. Inuyasha las miraba también, con las manos cruzadas detrás de la cabeza, en un momento quiso ser generoso y pasó la mano por su sedoso cabello, varios rostros desaparecieron del cristal, seguramente víctimas de un desmayo. -¡Te estás volviendo viejo maestro!... y estás perdiendo tu tiempo. - Junto sus preciosos labios en un adorable puchero, las chicas que habían sobrevivido al impacto anterior, terminaron por desvanecerse. - Ojalá me saquen pronto para volver a ver a mi Kagome. -declaró.
- ¿Kagome? –se interesó de pronto Sesshoumaru -¿Esa es tu "chava ideal", la nueva?
-¡Esa preciosidad! –exclamó el primero.
Sesshoumaru se quedó pensando un momento.
- Pues la verdad –confesó –no puedo culparte. Si tuviera tu edad, no la dejaría escapar.
Solo la preciosa, dulce, tierna, cariñosa, hermosa, perfecta Kagome podía haber logrado una coincidencia entre los rijosos hermanos, la puerta sonó de nuevo, solo que esta vez se abrió de improviso.
- ¿Quién rayos es? –preguntó molesto Sesshoumaru -¡Nadie más está castigada!
- Hola Sesshoumaru….-lo saludaron.
- Ah…. Eres tú Kagura.
Era la maestra de física, Kagura, la que había entrado, con toda confianza. Su mirada no podía apartarse del apuesto profesor.
- Me dijeron que estabas aquí…. Tienes una reunión urgente en la sala de juntas.
- ¿Urgente?... pero es que tengo aquí a un alumno castigado que no puedo dejar….
- Sesshoumaru –le interrumpió ella –te digo que es…. necesario que vayas.
Él la miró confundido ¿a qué venía tanta prisa? estaba a punto de preguntarle cuando reaccionó. De pronto, recordó cual podía ser esa "urgencia" que a Kagura le atormentaba. Era el primer día de clases, hacía varias semanas que no se veían. Arqueó una ceja y le preguntó:
- De veras…. ¿es tan urgente?
Kagura se recargó lánguida en la puerta.
- Es muy –remarcó el "muy" –urgente.
Sesshoumaru se ajustó los anteojos, seductoramente (a todas les encantaba eso)
- Está bien…. ahora voy.
- No tardes…. Por favor.
El maestro no dejó de verla hasta que ella desapareció tras la puerta. Miró después a Inuyasha, que seguía ensimismado consigo mismo, reflejándose en una regla de metal olvidada en el pupitre.
- Voy a…. atender un asunto –le dijo –Aquí te quedas hasta que termine la hora.
Inuyasha no respondió. Tan seguro de que iban a venir a salvarlo rápidamente, que ni siquiera le prestaba atención. Sesshoumaru abrió con cierta precaución, pero no había nadie, las fanáticas de su hermano se habrían cansado de esperar. No le duró el gusto, pues apenas saliendo, una llegó corriendo.
- ¡Ahora sí estoy castigada¡de veras profesor!
- Koharu, no insistas.
- ¡Es cierto!... fui a la cafetería, tomé la olla de sopa y se la eché encima a la cocinera, estaba todavía caliente... ¡merezco el castigo ¡por favor!... y... además, también me robé un examen final de sexto semestre, mire, y…. pisé el pasto, y, y….
- ¡Toma tu castigo en otra parte!... luego vas a decir que activaste la alarma de incendios ¿no?
Koharu no dijo nada, estaba al borde del llanto, de improviso, salió corriendo en otra dirección. Sesshoumaru suspiró molesto. Dio la vuelta, Kagura ya estaría esperándolo, había notado lo mucho que le urgía su presencia…. Y él pues…. Era tan generoso. Se encaminó a la sala de juntas, pero una vocecita lo llamó.
- Profesor….
Ya no quería, pero tenía que hacerlo, atendió con fastidio.
- Mira niña, tú tampoco estás castigada y además….
- Ya lo sé profesor. –le interrumpieron
Sesshoumaru prestó atención a la que lo había llamado. No la conocía, se notaba que era una alumna de los primeros semestres, clavó su mirada en sus inocentes ojos, se sintió…. algo extraño.
- Profesor…. –siguió ella –tiró su pluma.
Sesshoumaru se dio cuenta de que lo que ella decía era cierto, estaba a punto de agacharse para recogerla pero ella se le adelantó. Sí, se inclinó para levantar la pluma, pero en su candor, no notó que su blusa estaba abierta un poco más de lo habitual, se habría soltado el botón sin darse cuenta, claro. Pero Sesshoumaru si lo había notado, bastante bien, al grado que seguía, ausente, observando tal peculiaridad aun cuando la muchacha ya le ofrecía el objeto perdido.
- Aquí está su pluma, profesor.
El que le hablara le ayudó a salir de esa especie de trance. Sacudió la cabeza y tomó la pluma.
- Ah…. Gracias….
- Rin. –le informó ella –me llamó Rin.
- Ah, entonces, gracias….señorita.
Sesshoumaru se alejó, sin poder borrar esa impresión visual de su cabeza. Detrás de él, la inocente y virginal Rin seguía su recorrido, sin apartar la vista de la parte baja de la espalda del profesor…. porque se había dado cuenta de que estaba manchada de algo de polvo de gis, solo por eso, claro.
- Y entonces yo me dije: necesitamos arreglar el salón, para que se vea mucho mejor, tu sabes, no sé, pintar las sillas con colores súper vivos, o sea, para que todos tengamos bien alto el ánimo ¡ay! toda la escuela se veía divina ¡la hubieras visto!... no sé si podríamos hacer algo así por aquí…. ¿tu que crees?
Sango caminaba lo más rápido que podía, con los marcos de sus anteojos y un corazón marcados en su rostro, producto de su prolongada estancia sobre la mesa. Pero de la amistad de Kagome, no era fácil huír.
- ¿No te cansas, verdad? –le preguntó, deteniéndose de repente. –Ya te dije que tengo que irme, tengo muchas cosas que hacer en mi aburrida vida decadente ¿estamos?
Kagome la miraba sorprendida, pero no tardó en esbozar su conocida y agradabilísima sonrisa.
- Ándale, yo sé reconocer a alguien que necesita una amiga a kilómetros de distancia…. ¡vamos¡podemos lograr mucho las dos juntas!
Sango giró los ojos y siguió su camino, Kagome tomó impulso y decidió seguir con su misión.
- ¡Amiga¡ven! –gritó.
Sango logró llegar hasta la entrada de la escuela, pero lo que no sabía era lo mucho que le convenía hacerle caso a Kagome, pues se encaminaba directo a la boca del lobo…. O deberíamos decir…. ¿de la zorra?
- Ay, Ay…. –la alcanzó Kagome -corres muy rápido ¡y con zapatos ortopédicos¡qué bárbara!... si me dijeras tu nombre, sería más fácil que te llamara de lejos….
- Mira…. –le interrumpió Sango, aburrida –Mejor me dejas en….
- ¡Qué lindo! –sonó una voz maliciosa –Los insectos…. se juntan.
Sango y Kagome voltearon solo para encontrarse con la mala, mala, mala, mala, malvadísima Kikyou y sus no tan malas secuaces, listas para una confrontación que se antojaba, de época...
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Continuará...
Gracias por leer. Se aceptan críticas de todo tipo. Por favor, digan qué parte del capítulo les gustó más.
- Elerock
