DISCLAIMER: Nada es mío, todo es de J.K. Rowling
Notas de la Autora: Este capítulo sigue después del Prólogo, pero se sitúa mucho antes en el tiempo, hacia comienzo del sétimo año de Harry.
Peruanismos: colegio = escuela.
Una vez más, esto es Harry/Draco slash (o relación de chico/chico). Estás avisad@...


Capítulo Uno
De Tanto Recordar

"Entre el Cielo y el Suelo hay algo
con tendencia a quedarse calvo
de tanto recordar"
-- Mecano


Me es difícil olvidar cómo todo comenzó...

* * *


Harry Potter amaba la pintura.

Mientras le daba los últimos toques a su pieza, recordó su primer trazo en un lienzo, que pintó una línea en su propia existencia. Sus memorias ya no pasaban antes o después "de venir a Hogwarts" sino antes o después "de que empecé a pintar."

Era su hora favorita. La medianoche traía silencio y penumbra, y se presentaba con cierta grandiosidad, como si Harry estuviera por descubrir el secreto de pincel mejor guardado. Y hoy realmente sentía que lo estaba descubriendo. Harry concluyó con una firma la que consideraba su mejor obra.

Guardó sus tintes y pinceles y subió al baño a lavarse. Pensó que sus amigos habían hecho todo más fácil desde que se anunció la subasta. A pesar de la curiosidad y expectativa que generó el que Harry esté preparando otra obra "genial", ninguno había tratado de descalificarlo intentando ver su pintura antes de tiempo. Era mejor así. Tanta más la impresión que causaría durante la subasta.

Frente al lavabo, Harry se miró al espejo. Una mancha pintaba de azul su mejilla. Sus ojos se veían despiertos e ilusionados. Eran noches como esta en las que Harry no se reconocía como el niño descuidado que dormía en una alacena. El chico frente a él tenía una mirada segura y llena de anticipación. De niño nunca deseó que la mañana llegue más temprano.

* * *

En aquel momento en el que uno no está ni dormido ni despierto, Harry sintió el calor que se forma en el pecho cuando algo emocionante está por suceder. Una vez que se acordó qué le esperaba ese día, no pudo cerrar los ojos otra vez.

Harry se vistió con su túnica de gala. Conjuró el Hechizo Celador sobre su nombre en la pintura y bajó a paso ligero las escaleras de la torre de Gryffindor. Entró al Gran Salón con pintura en mano. La profesora Sprout agitó su varita y en su solapa apareció una pequeña rosa blanca que lo identificaba como artista. Harry miró a su alrededor y sonrió satisfecho con el cambio de apariencia del Gran Salón.

Las cinco mesas se habían retirado, y en lugar de la mesa de los profesores había un podio. Algunas pinturas ya estaban flotando en distintos lugares del salón, según los artistas las estaban colocando. Cada una se movía con vida propia y cambiaba de colores, cada una contaba una historia distinta.

Al llegar a la esquina del salón, Harry susurró un Petrificus Leviosa y su cuadro se estacionó en el aire. Admiró su obra por última vez antes de que se convierta en propiedad ajena. En secreto, Harry se maravilló de su talento. A veces, en especial ahora, le era difícil aceptar que esa belleza era su propia creación.

Fleur les dijo en la primera clase que lo más difícil para un pintor era desprenderse de una pieza. Harry recién entendió. Pero nunca había estado más listo que ahora. Nada podía estropear su buen humor ese día. Se dirigió hacia los lugares que los artistas tenían designados. Sólo quedaba esperar a que comience el evento.

En unos minutos las puertas principales se abrieron completamente, y las personas que habían estado esperando entraron en un barullo. Los interesados observaban las pinturas en exposición. Media hora más tarde, una voz invadió el lugar, seguramente a través del Hechizo Amplificador. Era la bruja a cargo de las ventas, y anunció que se iba a dar comienzo a la subasta. De pronto, varias sillas comenzaron a aparecer entre los invitados, y todos se fueron sentando frente a la plataforma principal.

La subasta se realizó sin contratiempos. La pintura de Colin Creevey, un abstracto en diferentes tonos de verde, tuvo acogida, y la ganadora fue Camilla McGregor, una Hufflepuff en sexto año, quien pagó diez galeones. Ginny valió tres galeones a nada menos que Dean Thomas quien, a juzgar por la gran sonrisa que le envió a Ginny desde el podio, sabía perfectamente a quién le pertenecía.

Harry sonrió al notar por primera vez lo que había sido un rumor continuo en Gryffindor. A Dean le gustaba Ginny. Ginny le agradeció con una sonrisa tímida, y cuando los dos miraron hacia abajo al mismo tiempo, Harry se preguntó si no acababa de ser testigo de un "momento". No lo pudo averiguar porque su pintura era la siguiente.

- Esta pieza única, de 60 por 80 centímetros, fue hecha completamente con acetalinos...- , continuó la anunciante sobre la pintura de Harry. - ...especial es la falta de movimiento. Esta es una rara pieza en la que la disposición artística es tan expresiva en su inmovilidad que...

Harry escuchó con cierta satisfacción cómo se formaba un murmullo en la sala. En el mundo mágico, una pintura sin movimiento era poco menos difícil de lograr que una móvil en el mundo Muggle. Los materiales que se usaban simplemente no estaban hechos para pintar objetos inmóviles. Sin embargo, Harry había tomado el desafío y después de dos años había logrado dominar el estilo casi a la perfección.

-Se da comienzo a la subasta por el objeto #18 en 10 sickles -dijo la anunciante, dando con un mazo al podio-. Cincuenta. Tengo cincuenta sickles... Un galeón... ¿Quién da más? 5 galeones del señor de barba blanca -quien para sorpresa de Harry resultó ser Dumbledore-. ¿Quién da 10? ... Diez galeones a la señorita del lazo azul... ¡20 galeones da la profesora Delacour! -Harry se quedó estupefacto, no había esperado tanto dinero, y menos de su propia profesora-. 30 galeones da el señor de cabello blanco... 40 galeones Delacour...cuarenta a la una, cuarenta a las dos...¿Dice cien, señor? ¡100 galeones! Cien a la una, cien a las dos... ¡Vendida al señor de cabello blanco por cien galeones! Si se pudiera acercar al podio...

El salón explotó en aplausos a lo que había sido la mejor subasta del día. Harry sintió varios palmazos de felicitación en la espalda, y Ginny le hizo el favor de empujar su mandíbula hacia arriba para cerrar su boca, ya que él no parecía capaz de hacerlo por sí solo. Entonces comenzó a sonreír con todos los dientes.

Harry buscó al señor que había sido tan generoso, y sus ojos se posaron en una figura imponente de cabello casi blanco que vestía una túnica negra muy fina. Cuando esa persona subió al podio, Harry sintió como si el corazón se le hubiera caído al ombligo. El silencio abrupto que se hizo escuchar a su alrededor era más impresionante que el murmullo que hacía unos minutos le había causado tanto orgullo.

La anunciante vociferó exactamente lo que Harry no quería escuchar, amplificado diez veces.

-¡El ganador es Draco Malfoy!

* * *

Al llegar a su dormitorio, Harry había encontrado un morral con cien galeones de oro sobre su cama. Desde entonces no había dejado de dar zancadas por la habitación, gruñendo y tirándose de los pelos. Draco Malfoy, pensó furioso. De todos los pelmazos que hay en el colegio... Harry había estado seguro de que no le importaría quién fuera su comprador. ¿Es que aún no estoy listo? Aceleró el paso y después de varios vistazos al dinero, seguidos por un par de insultos a Malfoy, Harry decidió que estaba muy listo, y que su pintura podía pertenecer a quien sea. Menos a Malfoy. Arranchó el morral de su cama y salió del cuarto con gran indignación.

Harry regresó a la fiesta de clausura que se había organizado en el Gran Salón después de la subasta. Las sillas se habían suplantado por pequeñas mesas. Algunos alumnos permanecían de pie conversando, frente a una pintura o rodeando a un alumno con rosa blanca.

No fue difícil encontrarlo. Como era de esperarse estaba bajo la luz más radiante del lugar, rodeado de gente patética que lo admiraba y adulaba. Malfoy estaba en medio de un discurso.

-La verdad no pensé que aquí encontraría algo que sirva siquiera como pisapapeles -dijo Malfoy con sorna, y todos rieron-. Pero cualquier persona con algo de buen gusto se daría cuenta que ésta es especial. Es obvio que fue hecha por alguien en Slytherin, pero supongo que no lo sabremos hasta el mediodía.

Harry obligó a Malfoy a voltear jalando con fuerza de su hombro.

-Malfoy -, Harry dijo en voz baja- tenemos que hablar.

- Potter. Quítame la mano de encima -Malfoy dijo entre dientes-. Si no escuché mal, quieres una cita conmigo. La respuesta es no. Supéralo, Potter, no eres mi tipo-. Sonrió maliciosamente y le dio la espalda.

Harry perdió la paciencia y salió del salón. Desde la puerta, pronunció un ¡Assio Pintura! y en segundos apareció el cuadro y se posó suavemente en sus manos. Muy diferente fue cuando poco después apareció Draco furioso y gritando.

-Quién fue el gracioso que convocó mi...¿Potter? ¿Se puede saber que diablos haces con mi pertenencia?

Harry le arrojó el morral lleno de monedas y Malfoy lo atrapó en el aire.

-Ahí está tu dinero, Malfoy, olvídate de la pintura, igual no la querrías más después de enterarte de quién la hizo.

Malfoy lo miró con ojos divertidos. -¿Potter, estás insinuando que alguien como no es un completo inepto para las artes? No seas ridículo.

Se acercó a Harry y trató de tomar el lienzo, pero Harry no lo soltó.

-Yo no volvería con esta pintura a pavonearme frente a los demás si fuera tú, Malfoy -dijo Harry con amargura-. Me pregunto qué dirán tus amigos cuando se enteren de que pagaste cien galeones por un Potter.

Malfoy sostuvo la mirada de Harry. -Me sorprendes, Potter -sonrió con frialdad-. Está bien, ven conmigo entonces -añadió. Dio media vuelta y se dirigió a las escaleras.

-¿A dónde vamos? -preguntó Harry mientras seguía a Malfoy.

-A negociar, por supuesto -fue la única respuesta que consiguió Harry.

* * *

Malfoy subió hasta el cuarto piso, y luego guió a Harry hasta un pequeño cuarto. Al entrar Harry notó que el cuarto estaba en desuso porque había polvo en el suelo, telarañas en las esquinas, estaba oscuro y no había ningún lugar donde sentarse.

-Vaya, Malfoy. Realmente un lugar perfecto -dijo Harry con sarcasmo.

-Cierra la boca, Potter -contestó Malfoy. Cruzó hasta el fondo del salón y comenzó a palpar la pared, hasta que encontró lo que buscaba. Sonó un click y la pared se abrió como una puerta.

El cuarto se iluminó de pronto con el sol radiante que entró por la abertura. Malfoy salió por la nueva puerta y Harry lo siguió. Afuera era uno de esos extraños días en Noviembre en los que el sol brillaba a pesar de que el frío era entumecedor. La vista era realmente impresionante desde el balcón. Se podía ver desde el Bosque Prohibido hasta el campo de Quidditch.

Malfoy colocó la pintura en la sombra y se sentó en el balcón. -Voy a suponer que no estás haciéndome perder el tiempo, Potter, y que realmente tú la pintaste -dijo en un tono aburrido -No importa ya, es mía. ¿Crees que me interesa tener cien galeones? Es una fracción de lo que gasto en un fin de semana.

-Entonces te pagaré el doble -Harry dijo cortante.

Malfoy rió un risa falsa. -Potter, creo que no me has entendido. No quiero tu dinero. Pero tal vez puedas darme algo más -dijo Malfoy con tranquilidad-. Mi mansión está llena de retratos de mis ancestros, y cuadros míos de cuando era un bebé. Este año cumplo 18, y es una tradición...

-¿Quieres que te pinte?- interrumpió Harry al borde de la histeria -¿Estás completamente desquiciado? No te usaría de modelo ni aunque fueras el único que quedara en el mundo, Malfoy.

-¿Y si hubiera una única pintura como ésta? -dijo Malfoy con más desgano que antes- Sé que te mueres de miedo de que la única prueba de que tienes algo de talento esté en manos de tu peor enemigo -Malfoy añadió. Bajó del balcón y se acercó a Harry, su cabello casi blanco tan brillante por el sol que cegaba su vista-. Piénsalo, Potter. Pusiste demasiado de ti en esta pintura, pero si haces otra bajo mis requerimientos, no va a tener ninguna importancia para ti.

Harry odió a Malfoy por tener razón. Lo había engatusado en una decisión que no le dejaba más que una alternativa.

-De acuerdo, Malfoy -aceptó Harry con profundo rencor-. Pero no prometo nada. No me puedes obligar a estar inspirado por alguien como tú.

-Me parece justo -dijo Malfoy, para sorpresa de Harry-. Veamos si tenemos un trato, ya es mediodía.

Harry volteó a mirar su cuadro. Una brisa pasó suave y parecía ser la que iba descubriendo en la pintura, letra por letra, las palabras "Harry Potter". Malfoy no mostró ningún cambio de expresión.

-Nos vemos aquí mismo mañana al atardecer -dijo Malfoy. Tomó la pintura y se fue, dejando a Harry solo con cien monedas de oro y la sensación de que se había condenado a sí mismo a vivir su peor pesadilla.



En el próximo capítulo, Harry se ríe de Malfoy a carcajadas y Draco encuentra una manera muy Slytherinesca de quitarle las ganas de sonreir del todo.
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