Disclaimer: Nada es mío, todo es de J.K. Rowling
Notas de la Autora: Después de largos meses ocupadísimos con un cerro de tareas y trabajos que entregar, por fin he podido escribir el siguiente capítulo. Sospecho que esta historia la voy a terminar de escribir pronto, así que esperen updates seguido. Muchas gracias a todas las personas que dejaron reviews para el último capítulo, y por la paciencia que me han tenido estos largos meses. En especial gracias a Airama Meg porque me dio el último empujón que necesitaba.

Una vez más, esto es Harry/Draco slash (o relación chico/chico). Estás avisad@...

Capítulo Seis
Me Fui Detrás de Ti
Pasabas por allí, no sé bien
Que vibró dentro de mí
Y sin pensar me fui detrás de ti
La luna en tu melena me ayudó a
Seguir tus pasos por la acera
--Mecano

En sus sueños Harry había recibido un soldadito de juguete por Navidad y éste le había concedido tres deseos. Después de haber pedido una escoba voladora nueva y un gran helado de tres sabores con crema chantillí y miel de chocolate, Harry estaba preparado para desear tres deseos más cuando un pajarito comenzó a cantar villancicos en su oreja. Sus ojos se abrieron somnolientos para ver una nube de formas indistinguibles. Anteojos, pensó al segundo, y estiró su brazo para palpar sobre su mesa de noche. Qué raro, pensó cuando no sintió el metal con lunas frías sobre su palma, y trató de recordar qué había hecho la noche anterior por si le daba alguna pista de dónde los podría haber dejado. Sus pensamientos fueron interrumpidos una vez más por el pajarito cantor, que esta vez no podía ser parte de un sueño. Volteó hacia el lugar de donde provenía la melodía y vio la figura de una persona frente al lavabo en el baño. Era una persona que se parecía demasiado a…¿Malfoy? ¡Malfoy! Un torrente de recuerdos comenzaron a fluir por su mente, varios bastante acalorados, de seguro censurables para menores de edad, y todos tenían como protagonista a un galán de cabello rubio-casi-blanco y nariz respingada, respingadísima.

-Tus lentes están en el cajón de la mesa de noche –dijo Malfoy con voz divertida. Harry abrió el cajón con desconfianza (después de todo éste aún era Malfoy), pero efectivamente allí encontró sus anteojos. Mientras los limpiaba y se los colocaba, oyó nuevamente trino alegre, y cuando por fin pudo colocarse los lentes, volteó a ver a Malfoy y se le cayó la mandíbula. Vestido tan solo con unos jeans y sin polo, Malfoy se encontraba frente al espejo sosteniendo una navaja de afeitar, y mientras su mano libre acariciaba su cuello para sentir la cercanía del corte, la otra danzaba con gracia al ritmo de la melodía que estaba silbando. Ver a Malfoy en una situación tan simple y al mismo tiempo tan íntima le llenó a Harry el pecho de una sensación de bienestar, de haber regresado a casa. Malfoy, en el espacio de tiempo que toma pestañear, se había convertido en lo más personal que Harry había percibido nunca, cada nota que él silbaba parecía salir de su propia boca, cada movimiento de su muñeca se sentía como uno extendido de su propio cuerpo. Malfoy, no, Draco… Draco se había convertido en lo más hermoso que Harry había conocido.

Draco terminó su ritual secando los residuos de la crema de afeitar con una toalla. Consciente del público que lo admiraba, volteó a mirar a Harry y se apoyó sobre el marco de la puerta del baño. Indiscutiblemente dueño de la situación, le dedicó a Harry una sonrisa encantadora. Harry tragó saliva y se sonrojó, a lo que Draco soltó una risa limpia que no parecía poder evitar, y Harry muy presto se derritió hasta hacerse una bolita sobre el colchón y se tapó completamente con el cubrecama. Si fuera por él, se quedaba allí todo el día; preferible a tener que volverse un púber cada vez que Draco era tan...mmm.

Una abertura en el cubrecama llenó de luz su pequeño refugio, y poco después un ojo gris se asomó por ella. Harry se resignó y levantó el cubrecama para levantarse, pero Draco fue más rápido y se arrimó en la cama junto a él. Draco apoyó el codo sobre la almohada y reclinó su cabeza sobre su mano, obligando a Harry a sonrojarse aún más. Harry se quedó algo tonto al ver las curvas que formaban los bíceps y el hombro de Draco y por primera vez observó sus labios rosados a la luz del día y de cerca. Draco no parecía poder aguantarse la sonrisa burlona que jugaba en sus labios, y se acercó un poco más, a lo que Harry dio un salto y se comenzó a hundir de nuevo en la seguridad de sus cobijas. Pero Draco actuó y colocó su mano sobre el hombro de Harry. La deslizó por su espalda hasta llegar a la entrada que formaban el fin de su columna y el comienzo de su trasero. De pronto aproximó a Harry hacia él hasta que estuvieron a un centímetro del otro y, para sorpresa de Harry, se detuvo allí. Harry sintió arder el calor en sus mejillas, en la garganta, en su pecho y en el estómago. La espera lo estaba matando y pronto iba a matar también a Draco si éste no lo besaba en ese instante. Pero Draco no cedió, el pequeño tinte rosado en sus mejillas era el único indicio de que él también estaba afectado, que tal vez él lo quería besar con tanta desesperación como Harry. Con renovado valor, Harry intentó acercarse. Tocaron la puerta. Draco salió disparado de la cama y se puso una camisa celeste y su casaca de promoción con más eficiencia de lo que Harry hubiera deseado. Segundos después la señora Graham entró al cuarto.

- Señor Malfoy, señor Potter - la Graham los saludó con un movimiento de cabeza -. Espero que algún tiempo a solas les haya enseñado a conversar sus diferencias de otra manera que de a golpes - dijo con una expresión similar a la que usaba McGonagall en aquellas situaciones. Draco adoptó una expresión de total inocencia y arrepentimiento.

- De hecho, mi querida profesora, hemos descubierto que la comunicación oral es muy satisfactoria - contestó Draco, y luego dio media vuelta para mirar a Harry y darle una sonrisa irresistible. Le guiñó el ojo - ¿No es cierto, Potter?

Harry notó con gran pesar que en el espejo de enfrente su rostro se veía tan colorado que había tomado una tonalidad azulina -. Sí - trató y falló en decir Harry. Más bien le salió algo que sonaba a pársel mal hablado.

La Graham los miró a cada uno con suspicacia y continuó-. En una situación distinta les haría limpiar algún menjunje desagradable en el piso de un salón de clase, pero como estamos de vacaciones les he postergado el castigo hasta que volvamos a Hogwarts. Malfoy, ya que está listo me puede acompañar a desayunar. Potter, cámbiese de inmediato.

Draco tomó una postura algo cabizbaja pero de inmediato le dio una sonrisa ganadora a la Graham, y salió por la puerta seguido por ella. Harry suspiró y se metió al baño a lavarse.

* * *

El día pasó apresurado. Esa misma noche los alumnos de Hogwarts irían a la fiesta de Navidad y despedida del viaje. Una mezcla de emoción y pena se sentía en el aire, y nadie parecía poder callarse sobre lo que se pondrían, lo genial que serían las luces, la música y la comida de la fiesta. En la cabeza de Harry flotaban el mismo tipo de preguntas pero de una naturaleza algo más específica. Qué se pondría Draco, cómo alumbraría el salón con su sonrisa, cómo se escucharía su voz y a qué sabría Draco después de todo un día de estar sin él.

Hermione consiguió una vez más engatusarlo a usar el atuendo de su elección, pero esta vez Harry no se quejó para nada. Le iba a estar eternamente agradecido a Hermione por conseguir que Draco lo notara esa noche en el pub. Si Hermione podía hacer su magia una vez más, Harry no estaba por quejarse.

-Harry, en verdad admiro la manera calma con la que haces todo lo que te dice Hermione. Pero te entiendo, amigo, cuando no consigue lo que quiere esa mujer es temible –dijo Ron mientras Hermione le colocaba a Harry una corbata color plata sobre la camisa negra.

-Ron, deja de hablar como si yo no estuviera aquí -contestó Hermione ajustando el nudo de la corbata un poco muy estrecho.

-Voy a hablar todo el día como si tu no estuvieras aquí -dijo Ron con el tono desganado que más le molestaba a Hermione. Harry se hubiera reído si no fuera porque Hermione aún sostenía la corbata y tenía los ojos entrecerrados de cólera.

-Deberían estar agradecidos que me tienen a mí para no aparecerse en estos eventos hechos unos esperpentos -dijo Hermione con indignación.

-Estamos agradecidos de llegar a ellos con vida después de las torturas de belleza que nos aplicas- susurró Ron dando un sabio paso hacia atrás.

-Ron, –exclamó Hermione– no tienes vergüenza.

Harry pensó que Hermione le iba a dar a Ron con el cepillo de pelo, pero a último momento, Hermione notó la expresión de espanto que portaba Ron y en vez soltó una carcajada. Al pobre de Ron se le veía transparente del susto, pero logró sonreír un poco y en unos segundos los tres estaban riéndose juntos como toda la vida.

***

Harry, Ron y Hermione bajaron temprano al lobby del hotel y se acercaron a las grandes puertas de vidrio por donde se entraba al salón principal. Desde que llegaron ese salón había estado cerrado o servía de lugar de reunión para fiestas privadas, pero por Navidad se había organizado una fiesta para las personas hospedadas en el hotel. Los alumnos de último año en Hogwarts habían invadido casi la totalidad de los dormitorios, por lo que eran prácticamente dueños de la fiesta. Las puertas se abrieron pocos minutos después, y los tres amigos entraron seguidos de varios de sus compañeros. Tomaron una mesa junto al árbol de Navidad principal y cerca a la chimenea que ardía con un fuego azulino. Al inspeccionarla más de cerca, Harry notó que los leños eran en realidad trozos de hielo, y una sustancia azulina que emanaba de ellos daba la ilusión de llamas frías. Lo más sorprendente era que aún así, el hogar despedía un calor confortante que parecía llegar a todo rincón.

Ya sentados, Ernie Macmillan y Ron comenzaron con su ritual de dimes y diretes, una brava competencia de bromas y juegos de palabras en el cual sólo ellos podían contender. Ernie realmente era rápido, pero Ron no se quedó atrás, y en pocos días había desarrollado una velocísima creatividad humorística que ni Harry ni Hermione habían sospechado podía poseer. Harry observaba cómo Hermione casi no podía respirar de la risa, y en los ratos en los que podía detenerse, no podía evitar mostrarle a Ron su emoción, jalándole una oreja, rozando su hombro o revolviéndole la cabellera. Ron entonces le guiñaba un ojo o le dedicaba un poco de su repertorio sólo a ella, y en esos instantes parecía como si hubiera una burbuja de cristal que los envolvía, y que dentro de ella sólo había lugar para tenerse el uno al otro. Era increíble para Harry que estos dos aún no se hayan dado cuenta, pero tal vez era mejor así, se los veía felices de esta forma inocente, y Harry pensaba que aunque se dijeran lo mucho que se importaban el uno al otro, nada de su relación cambiaría, porque eran ya los mejores compañeros.

Poco tiempo después los músicos comenzaron a colocarse en sus lugares y calentar sus instrumentos. El salón casi estaba lleno, y Harry estuvo agradecido de haberle hecho caso a Hermione con su atuendo, ya que la mayoría de los presentes vestían muy elegantes. Algunos de ellos llevaban ternos como Harry, y otros vestían túnicas de gala como es la tradición de los magos. Las mujeres casi sin excepción llevaban vestidos largos de todos los colores, brillantes y que fluían suaves, como si estuviesen bajo agua. El ambiente lleno de luces y adornos de Navidad era espectacular, y cuando los músicos tocaron las primeras notas de jazz, Harry estuvo seguro que ésta sería una noche perfecta.

Una hora más tarde, sin embargo, esa idea se fue debilitando y fue poco a poco siendo reemplazada por un sentimiento de preocupación. Draco no se había aparecido aún. La mayoría de los Slytherin habían llegado más tarde que los demás, como era costumbre, pero ya todos habían estado allí hacía unos buenos veinte minutos, a excepción de él. Harry se disculpó de la mesa y se dirigió al baño. Al caminar cerca de una esquina oscura o asomarse detrás de un adorno, Harry esperaba encontrarse con el chico de la nariz respingada y los labios rosados, pero no lo vio. Llegó al lavabo y se mojó el rostro con agua. Algo no andaba bien, Draco no podría estarlo haciendo esperar a propósito, dejándolo cultivar una angustia sin objeto; algo debía haberle sucedido. Harry se puso en el papel de descubrir misterios que lo había caracterizado desde el primer año en Hogwarts. Se secó el rostro, vio su expresión determinada en el espejo, agudizó su mirada e irrumpió con pasos firmes hacía el salón.

A poca distancia de la puerta de salida, una explosión de una naturaleza extraña se apoderó del lugar, como si la música hubiese bajado de volumen, o como si las luces se hubiesen intensificado, o como si el animado murmullo de los chicos y chicas hubiese cambiado de tonalidad. Harry lo sintió como una honda que retumbó en su cuerpo, como un destello de luz que cegó su vista por una centésima de segundo. Su cuerpo giró por su propio acuerdo, y frente a suyo vio el origen de sus sensaciones. Una visión de grandiosidad y belleza, Draco se encontraba de pie alternando su solicitud entre los amigos que lo rodeaban, sonriendo sinceramente y sin reparo. Su túnica de gala era de un blanco hielo, y la fábrica ligera formaba las plácidas curvas de su cuerpo esbelto, y caía alrededor de sus piernas con movilidad, fluyendo y formando pliegues aquí y allá. Pero aquello no era lo que más le favorecía. Era en cambio el leve tinte rosa que agraciaba su rostro, la soltura de su expresión, el movimiento sutil de sus manos que hablaban de un tiempo que es mejor.

Harry sintió su corazón punzar con un dolor fascinante cuando vio los ojos de Draco deambular alrededor suyo buscando algo, o alguien. Por fin se posaron en la figura de Harry, y por un segundo pensó que Draco iba a sonreír. En vez, su rostro tomó una expresión de desagrado y muy pronto indiferencia, y luego tomó asiento junto con los demás. Harry se quedó paralizado de la sorpresa y la confusión, tanto que tuvo que prácticamente arranchar su mirada de la razón de su infortunio. Caminó hacia su propia mesa y se sentó a recuperar el sentido de la realidad.

Después de la cena las parejas comenzaron a salir a bailar, y Harry se dedicó a deshojar las flores del arreglo sobre su mesa. Varias chicas habían tratado de llamar su atención, Harry era consciente de ello, pero se había hecho el desentendido y no les había dado oportunidad de acercársele. La única persona que recibía su atención era Draco. Draco en su vestido de nieve, Draco con su sonrisa de sol, Draco, Draco… Draco que esta noche sostenía su corazón en las manos y lo estrujaba de a pocos, sangrándolo con cada palabra o gesto dirigidos a alguien más.

Al verse amenazado por el regreso de sus amigos, lleno de murmullos de preocupación que lo aturdían y preguntas que no estaba preparado a contestar, Harry se disculpó nuevamente y se encontró dirigiéndose al baño. Después de mojarse la cara con agua fría por un buen rato, y al darse cuenta que no estaba solo y algunos chicos lo miraban con extrañeza, no pudo aguantarlo más y salió del baño apresurado, dirigiéndose a las puertas que daban al jardín de atrás, desierto de personas que en vez habían preferido quedarse en el interior para resguardarse del frío. Harry pensó que de hecho hacía bastante frío, pero que era un precio justo que pagar por algo de tranquilidad. Minutos más tarde se sintió engañado en el trato al darse cuenta que no había ganado serenidad alguna, y el fantasma de Draco aún lo acompañaba, no lo dejaba olvidar. No quería saber las razones, no quería exigir disculpas, simplemente quería sentir frío, tanto frío que no lo dejara pensar, que no lo dejara siquiera considerar que todo lo que pasó había sido un sueño.

Unos copos de nieve comenzaron a caer, uniéndose con sus hermanos sobre la alfombra nevada del jardín. Harry había dejado de temblar del frío, y su mirada se mantenía fija en la luna. Trató de desprenderse de la imagen de Draco sentado junto a la ventana, la luz de luna reflejada en su cabello como plata, y en su piel azul de cielo. Pero cuanto más se esforzaba en olvidar, más viva era la imagen de Draco en su mente, más puro el deseo de tocar de nuevo su rostro, o simplemente sentarse a escuchar sus comentarios arrogantes, que Harry adoraba, porque hacían de Draco un Malfoy, y porque era tanto más especial cuando Malfoy era Draco, emocionado por una cueva de caídas, encantado de una pintura mediocre hecho por un amateur, tan sólo porque era suya, o tal vez porque Harry la hizo.

Lo primero que sintió fue un calor que lo rodeaba, y pronto se dio cuenta que eran brazos los que lo envolvían desde la espalda con fuerza, brazos inconfundibles, y el roce de un cabello suave sobre la mejilla. Harry estaba desvariando, había estado fuera demasiado tiempo y se le había congelado el cerebro, el sentido común. Draco no podía estar descansando el mentón en su hombro, ni inclinando su cuerpo entero sobre su espalda, ni abrazándolo hasta posar una mano sobre su pecho, y la otra alrededor de su cintura.

- Qué haces aquí, Potter –susurró el Draco de su imaginación-. Estás helado.

Pero Harry lo escuchó, Harry sintió su aliento en la oreja, Harry adoró lo cálido de sus labios cuando besaron su mejilla. Esto realmente estaba sucediendo, Draco estaba allí. ¿Por qué, con qué propósito? Harry viró el cuerpo hasta estar frente a frente con su mejor enemigo.

- Eres tú. Estás aquí – Harry no parecía poder articular sus pensamientos. Draco mostró un indicio de preocupación en su rostro, que pasó furtivo sin dejar rastro. Miró a Harry con atención y en silencio-. Te esperé, pero no llegaste. Nunca llegaste. ¿Dónde estabas? ¿Por qué tardaste tanto?

Draco parecía confundido, y quedó en silencio por un largo rato. Luego tomó a Harry de las manos, y habló. – Lo de hace un rato fue una mentira, un acto montado por mí para que nadie sospeche lo que está pasando -. Harry no esperaba esa respuesta y no tomó bien la sonrisa con la que Draco trató de quitarle importancia al asunto. – Pero ahora estamos solos, y podemos hacer lo que quieras.

Harry se tomó un tiempo para asimilar lo que Draco proponía. Entonces su intención se lleno de furia, y miró a Draco con recelo. – ¿Quién soy para ti, Draco? ¿Alguien que debes esconder de tus amigos porque te da vergüenza?

-¡No! –la mirada de Draco era de incredulidad, pero pronto recuperó la compostura y tomó aire. – Harry –esa palabra sonaba nueva en su boca, extrañamente agradable -, lo de anoche…estas últimas semanas tú has sido…tú eres… -una pausa-. No es vergüenza, no hay nada de malo en lo que tenemos. No esperé que te sintieras así hoy, no esperé que tú…también… -su mirada cayó. Harry no creía lo que el otro chico parecía estar dando a entender. Draco soltó sus manos y dio un paso atrás–. Esto no está funcionando.

Draco se alejó de Harry y entró al salón nuevamente. Harry estaba estupefacto. Draco había dicho algo, y Harry estaba seguro que tenía que ver con lo que pensaba de Harry. Algo bueno. Pero tal vez Draco había entendido mal el mensaje. Tal vez se había marchado pensando que Harry estaba tan furioso que no lo perdonaría. Harry no podía soportar no haber siquiera tratado de hablar, de pedirle que se quede. Sus piernas se movieron lentamente, una delante de la otra, aumentando su velocidad mientras se acercaba a las puertas. Era inminente que alcance a Draco, antes de que suceda algo irreversible.

Al poner pie en el salón Harry se dio cuenta que la música se había silenciado, la pista de baile estaba desierta, las parejas de vuelta en sus mesas. Draco terminó su conversación con el saxofonista de la banda, y pocos segundos después entonaron las primeras notas de la versión de jazz de una canción de Navidad. Harry no podía recordar cuál era aquella melodía que sonaba tan conocida y tan nueva al mismo tiempo. Draco se acercó con pasos largos y determinados hacia donde estaba Harry, cada par de ojos en el salón observando curiosos lo que acontecía. Draco se detuvo frente a él, y con una sonrisa nerviosa, hizo una venia y extendió su mano hacia Harry.

- ¿Quieres bailar conmigo? – dijo Draco con voz firme y tierna al mismo tiempo, sus ojos fijos en los de Harry.

Harry dudó un segundo, advirtiendo el murmullo que se iba esparciendo entre los presentes, una persona repitiendo la pregunta más elaborada que la anterior, agregando palabras que Draco no había pronunciado, pero el mensaje en el fondo era el mismo. ¿Quieres bailar conmigo?

Harry volvió a la realidad cuando sintió un dedo trazar el filo de su mandíbula, como sólo Draco lo hacía. Su mirada se centró en Draco y de pronto el mundo alrededor se volvió borroso, y la única imagen nítida era Draco, una mano suspendida en el aire, esperando respuesta. Draco había arriesgado mucho, había declarado sus intenciones para con Harry de la manera más pública, sin estar seguro de cómo reaccionaría. Aún así, Harry sabía lo que él quería, sin importar lo que los demás esperaran. Alzó una mano y la colocó sobre la extendida de Draco, provocando una sonrisa de alivio en su rostro y un grito sofocado unánime de todas los demás. Un Slytherin llevó a un Gryffindor de la mano hasta el centro de la pista, y bailaron.

Draco se acercó y tomó a Harry de la cintura con firmeza, colocó su mejilla junto a la de él. Sólo entonces Harry pudo escuchar un leve murmullo que provenía de Draco. Estaba tarareando la melodía, Harry la reconoció en un instante: era la que Draco silbó en la mañana, la que invadió sus sueños y lo volvió a la realidad, la que interrumpió los pensamientos de Harry cuando despierto. Harry estrechó sus brazos alrededor de los hombros de Draco, y enterró la nariz en su cuello. Sonrió y cerró los ojos. Quería empaparse de Draco, y grabar su olor en su mente, y dejarse adormitar por el sonido de su voz. Así lo hizo por lo que parecieron horas. Antes de que acabara la canción, Harry pudo sentir los dedos de Draco entrelazarse entre sus cabellos y acariciar su nuca. Draco lo abrazó fuerte una última vez y se separó de él. Para entonces, la pista se había llenado de parejas, y con algo de destreza de parte de Draco, y mucho sonrojo de parte de Harry, se escaparon, aún tomados de la mano.


En el próximo capítulo: De vuelta en Hogwarts, todo parece marchar de lo mejor, pero una sorpresa y un malentendido más tarde, Harry se ve obligado a tomar una de las decisiones más difícles de su vida.

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