Los personajes de Rurouni Kenshin no son míos, pertenecen al grande, genial, amado y un largo etcétera Nobuhiro Watsuki
Una luz entre las sombras
Capítulo 3
Almas inocentes
Kaoru sonrió mientras susurraba suavemente el nombre de Keiichi, su mirada azul profundo tenía un brillo soñador, de esperanza. Se dirigió caminando a la salida pensando en lo lindo y gracioso que se veía Keiichi con su gi fucsia y su hamaka blanco y rió por lo bajo. Los guardias obesos de la puerta la miraron indignados mientras Kaoru les pedía que abrieran la puerta... de nuevo. Entre resoplidos y bufidos los gorditos vigilantes lograron abrir la pesada puerta apenas el espacio suficienta para que la delgada figura de la kendoka lograra salir.
La pesada puerta de la correccional se cerró, dejando a Kaoru libre de la desesperanza que se respiraba en aquella prisión. Sonrió pensando que una falta en la suck bien valía la pena por todo lo que había descubierto de su pelirrojo vecino al seguirle.
Había sido gracias a su buena estrella que olvidara activar el despertador y por lo tanto salir tarde de su departamento y vislumbrar a Keiichi bajando las destartaladas escaleras. Kaoru no se lo pensó dos veces y llamó por su celular a su jefe y director de la suck para mentirle y decirle que esa mañana se había levantado sintiéndose muy enferma. Kaoru tuvo que meterse la mano en la boca para amortiguar la risa que le dió al escuchar a su jefe consolándola, recetándole estricto reposo y diciéndole que no se preocupara que ya repondría sus horas otro día. Kaoru siguió a Keiichi a una distacia de unos cuantos metros, aunque hubo precisos mometos en que su cuerpo transpiró de nerviosismo al mirar al joven voltear varias veces para intentar disipar el sentir que alguien lo seguía. Al llegar a donde las enormes puertas de la correccional se alzaban imponentes, observó cómo Keiichi pulsaba un pequeño botón verde de un intercomunicador instalado en una de las columnas principales, justo al lado de las puertas de acceso al edificio, Kaoru pudo escuchar claramente, a pesar de la distancia que los separaba, las preguntas que una mujer de voz tan chillona que Kaoru pensó bien podría ser el graznido de una grulla le hacía a Keiichi a través del pequeño aparatito grisáceo. Él era instructor de kendo del grupo C. Kaoru casi saltó de alegría al escuhar ésto último, pensar que además de ser vecinos compartían el exquisito gusto del kendo. Observó cómo las puertas de acero se abrían ante él y cómo Keiichi desaparecía al penetrarlas. Las puertas se cerraron con un agudo chillido y fue entonces cuando Kaoru se acercó y pulsó el botoncito verde. La misma voz que había cuestionado a Keiichi le hacía ahora las mismas preguntas, Kaoru contestó lo mismo que había oído decir a Keiichi, a excepción de la parte donde él afirmaba ser el instructor del grupo C: Kaoru dijo ser maestro ayudante del mismo grupo. Feliz y sonriente, entró mientras tarareaba una melodía al ver que las puertas que antes se alzaban imponentes se abrían ante ella cómo rindiéndose después de haber sufrido las fatales consecuencias de una nefasta guerra. Su alegría se le esfumó al siguiente momento, pues el edificio lucía solitario y a pesar de que el sol brillase en lo alto se podía percibir una extraña sensación de frío allí dentro; además había perdido de vista a Keiichi.
El buzón estaba en la esquina, junto a una bonita tienda de regalos. Kaoru llegó allí brincoteando, sacó una carta de su gi de entrenamiento y la depositó en el buzón... después de echarle una ojeada adentro para ver si no había nada extraño en su interior.
-Ahora tendré que escribirles también a Tae y Sae -supiró cabizbaja-, o se enojarán y me bombarearán con miles de cartas preguntando porqué no les he escrito... jajaja ¡Cómo las voy a extrañar!
Se llevó las manos al cuello, mientras sonreía recordando a sus amigas, y se lo masajeó un poco, dió media vuelta y se topó con la cosa más linda que hubiese visto jamás: un enorme gato negro de peluche con unos enormes ojos verdes que Kaoru sentía le suplicaban que lo comprara. Si el escaparate en el que se exhibía no hubiese tenido vidrio, Kaoru simplemente habría cojido al hermoso gato y salido corriendo cómo si hubiera visto a Keiichi doblar una esquina.
Keiichi... si no lo hubiese visto subiendo las escaleras para llegar al tercer piso de la dona lo más probable era que se hubiera regresado a su departamento sintiéndose horrible por haber desperdiciado su tiempo y la falta en la suck habría sido un golpe físico. Pero después de verlo en las escaleras, subirlas de tres en tres hasta llegar con los pulmones a punto de estallar por la faltade aire y después encontrar el dojo fue cosa de niños. Claro que no había pensado que tendría muchas oportunidades de ser descubierta... cómo cuando se puso cómodamente junto a la puerta entreabierta del dojo para poder espiar a gusto y que los alumnos de Keiichi se dirigían hacia allí... Kaoru suspiró al recordar que si no se hubiera metido al armario de limpieza junto a trapeadores sucios y escobas deshilachadas los niños más problemáticos de la correccional la hubiesen descubierto.
Pero no lo hicieron y ella pudo seguir espiando muy contenta a Keiichi, admiró su serenidad, la elegancia de sus movimientos, la paciencia y tolerancia con que enseñaba a esos chicos. Claro, pensó Kaoru, así es cómo trabaja un buen maestro, yo ya le hubiera gritado y golpeado en las nalgas hasta sangrar a ese muchacho irrespetuoso...¡Mira que hablarle así a un profesor!
-Señorita ¿Se le ofrece algo?
-¿Eh...? -una chica morena, de pelo café recogido en una coleta y vestida con unos jeans y una blusa blanca con gatitos negros estampados la sacó de su ensimismamiento
-Perdone, pero ha estado ahí parada mirando el aparador desde hace cómo unos diez minutos ¿Quiere que le muestre algo?
Kaoru no se lo pensó mucho para señalar con contenida emoción el gato negro de peluche.
-¿Cuánto cuesta ese enorme gatito negro?
-A ver... espere un momento
La joven hizo una serie de increíbles contorsiones para poderse colar entre el vidrio y el estante color azul donde se hallaba expuesta la mercancía para poder llegar hasta el enorme gato que tenía colocada la etiqueta con el precio en la pata trasera a la izquierda de Kaoru que estaba parada de frente observando divertida las maniobras de la chica.
-Uff... -resopló cuando por fin alcanzó la etiqueta, la volteó y leyendo el precio se lo dijo por medio de señas a Kaoru que la miraba a través del cristal con una sonrisa en los labios.
-¿Piensa comprarlo? -preguntó una vez que se retorció para intentar salir de allí con poco éxito y una leve raspadura en su antebrazo.
Kaoru miró pensativa al enorme gato ¡Era tan lindo! Imposible resistirse a esa enorme bola de pelo negro además el precio era accesible...
-¿Le gustan los gatos, señorita...?
-Kaoru, llámame Kaoru; y si, me encantan los gatos, simplemente los adoro -exclamó con regocijo-. Tan independientes, tan seguros de sí mismos, con esa gracia y elegancia natural... ¡Son hermosos!
-¿Porqué no pasas, Kaoru? Seguramente verás muchas cosas que serán de tu agrado
Kaoru asintió y entró en la tiendita detrás de la chica. Un paso adentró y se quedó con la boca abierta de emoción: pequeñas y grandes figuras de gatos hechas de obsidiana, resina, piedra y hasta una de madera fina con incrustaciones de zafiro en sus ojos, rubí delineando el contorno de la nariz y boca, con un collar formado por diamantes y amatista, sus garras estaban hechas de ámbar; muñecos de gatos de todas las formas imaginables y en colores que iban del azul hasta el morado o el rosa; relojes en forma de gatitos colgados en las paredes, relojes cucú que al dar las doce salía un gato y se comía al tradicional pajarito; libros para mejorar el cuidado del gato, para entender su comportamiento e incluso para hacerles un exámen psicológico; cuentos cuyos protagonistas eran exclusivamente gatos, como el de "El gato con botas" o aquél otro del gatito que se puso verde por mecerse sin parar durante días en un caballito de madera. Kaoru se sentía en el cielo.
-Bienvenida a la "Koneko's Corner Store" tienda especializada en artículos de gatos ¡El sueño de cualquier amante de éstas hermosas criaturas!
-Ya lo creo... -murmuró Kaoru sin respiración mientras tomaba un libro sobre el culto al gato en el antiguo Egipto
-Iré por un momento a la bodega, hay una chica nueva que no sabe nada acerca de cuidados gatunos -resopló molesta y luego volvió a sonreír-. Te dejaré para que mires a tus anchas
Un potente grito resonó en los cuartos traseros de la tienda, seguido del lastimero maullido de unos cuantos gatitos. Los ojos de la chica se abrieron con espanto y salió corriendo mientras gritaba "¡Ay no, Motita!". Kaoru observó como la chica medio se mataba por llegar a la bodega y sonrió. Se acercó al mostrador y leyó la pequeña placa (en forma de gato) que indicaba el nombre de la tienda y el nombre de la dueña.
-Koneko's Corner Store... H. Karura - leyó Kaoru, se encogió de hombros y siguió flotando en su sueño mientras recorría y miraba cada rincón de la tienda.
Kenshin se secó el sudor que cubría su frente, trabajar con esos pubertos (o mejor dicho: hacer que trabajen, pensó él) era realmente agotador, sacó su reloj de la bolsa deportiva que llevaba con él y miró la hora. Las diez y diez. Se suponía que la clase debió de haber acabado hacía diez minutos pero Yahiko había insistido en repetir una y otra vez el último movimiento del día hasta hacerlo a la perfección.
Dos horas y diez minutos de las infaltables amenazas entre dientes por parte de Nishiki ("Maldito metrosexual algún día usaré esto que tengo que aprender para darte una lección"), de los incómodos reproches de Kamatari por arruinar sus uñas impecables ("Keiichi-kun, Keiichi-kun acabo de limar mis uñas y no quiero que se me rompan ¿Tengo que usar a fuerza ese sucio y feo palo?"), del intento de mirada asesina del ciego de Usui, del desesperante y continuo rezo de Angi para fortalecerse y sacar el máximo de su fuerza y de los incesantes e ininteligibles murmullos burlescos hacia su persona por parte de los demás. Dos horas y diez minutos y lo único interesante que pudo obtener fue el notorio avance de Yahiko y un mensage en su celular por parte de Takasugi diciéndole que se reportara con Katsura una vez que estuviera de regreso en su departamento. Bien, bien, has desperdiciado una hora de tu vida para obtener el logro temporal de un niño y un evento fortuito que seguramente terminaría con un nuevo cadáver en algún atestado terreno baldío, bien, bien; genial Battousai, tienes una vida realmente interesante, nada monótona y sumamente envidiada... hazme el favor de golpearte y despertar de ese sueño: Eres.Un.Asesino. ¿Demasiado tarde para arrepentimientos, no crees?
Kenshin resopló visiblemente irritado, siempre terminaba con un humor de los mil demonios al salir de la maldita correccional y con la conciencia mitad asesina reprochándole el perder su tiempo con unos pubertos en los que sólo la edad era la diferencia entre ellos y sus víctimas. Y encima ese maldito uniforme rosa, por una vez estaba de acuerdo con Nishiki. Gruñó de nuevo mientras se cambiaba detrás de un biomo ubicado en una esquina del dojo y se ponía su pantalón y su camisa negra; se deshizo la coleta alta y recogió su pelo en una coleta baja y salió del dojo con su bolsa deportiva (negra también) sobre su hombro, cerró las puertas corredizas de madera y se dirigió a la salida. Estaba ya a unos cuantos pasos cuando una voz infantil lo llamó.
-¡Hanamura-sensei!
Kenshin detuvo su marcha y se giró, encontrándose con un alegre Yahiko.
-Esto es para usted, sensei -dijo tendiéndole un sobre manila y algo más abultado de lo que sería normal
-Ah... ¿Qué es?
-Al parecer un mensaje o un recado, no lo sé. El director dijo que un señor vino preguntando por usted y lo dejó en la oficina, me pidió que lo alcanzara y se lo entregara
Kenshin tomó el sobre y lo observó detenidamente, el sello no había sido violado, estaba dirigido a "Hanamura Keiichi" y firmado con la tradicional y evasiva firma de Katsura como dueño de un casino de mediana fama.
Kenshin sonrió y miró a Yahiko, le revolvió el pelo y musitando un leve "arigato" se alejó hacia las puertas de la correccional; los obesos guardias, al verlo, se apresuraron a abrir la pesada puerta para que él pudiera pasar, habían visto sus ojos llamear con ira y el miedo que sus ojos ambarinos inspiraban no era escaso.
-Que pase un buen día, Hanamura-san -Kenshin respondió con un asentimiento de cabeza, quería salir de ahí lo antes posible
-Si me permite decirlo, Hanamura-san -dijo el más joven de todos y por lo tanto el que tenía más hormonas en lugar de cerebro-, se ha conseguido una maestra auxiliar muy hermosa
Kenshin se detuvo en seco, se giró rápidamente y de un salto se colocó delante del regordete guardia que retrocedió un paso asustado.
-¿Qué has dicho?
-Yo.. yo lo siento... no quise... decirlo
-No, no, explícame eso de la maestra auxiliar
El guardia, visiblemente más calmado, comenzó a informarle sobre la visita de Kaoru
-Una joven muy bonita, vestida con ropas de entrenamiento, entró en la correccional. Yo no la había visto nunca y le pregunté a la chica Ayu por ella, me dijo que la joven había asegurado ser instructor ayudante del grupo C y el oficial Kei me dijo que la vió corriendo por el tercer piso, hacia el dojo donde usted se encontraba
Kenshin lo miró ceñudo, él no tenía ninguna maestra ayudante ¿Acaso un espía contratado para averiguar su verdadera identidad? ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de una presencia ajena? Debió haber sido por el agotamiento mental que para él representaba trabajar en ese lugar...
-Si ella vuelve otra vez, notifíquenmelo
-Si, si, por supuesto -asintieron en coro
Kenshin los miró resoplando para cerrar las puertas y se encaminó a su departamento. Debía contactar a Katsura y conseguir alguna información.
-¡¡Kawaii!!
-Ésta es Motita, que tiene un mes de nacida -explicó Karura a Kaoru mostrándole la pequeña bola de pelo negro con patitas blancas que llevaba en brazos-, y éste oculto en la caja es Artemis, aquella completamente blanca de ojos azules es Nami, aquél café oscuro con patitas negras se llama Chocolate y toda ésta prole que ves aquí, además de Motita, son la camada de Nami y Chocolate: Aristóteles es aquél que mordisquea el periódico, Kamu el que se la pasa mordiendo mis uñas, Cleopatra es aquella idéntica a su madre y Mala suerte es aquel todo mojado... seguramente se cayó en el excusado otra vez...
Karura se apresuró a dejar a Motita en los brazos de Kaoru y fue a arropar con una toalla a Mala suerte que chorreaba agua por todas partes. Kaoru se quedó mirando los gatitos que Karura estaba casi regalando pues la cantidad que pedía por ellos era mísera, los más bonitos eran Motita y Cleopatra. Kaoru se preguntó si la dejarían tener un gato en el departamento, tendría que hablar con la señora Hibiya, la esposa del casero, ella era más comprensible y siempre cedía a los favores de sus clientes.
-¿Quieres quedarte con Motita?
Kaoru dejó de acariciar a Motita y levantó la cabeza, los pequeños ojos oscuros de Karura la miraban con atención.
-Si, me la quedo -Kaoru se lo pensó un rato y añadió sonriendo-. Y también me llevo al gatote negro del escaparate
-¡Muy bien! -exclamó Karura feliz de hacer una venta-. Préstame a Motita, ahora te la arreglo y Misao-chan te ayudará con el gato de peluche
La chica se dió la vuelta y Kaoru salió de la bodega, Karura había insistido en presentarle a sus gatos y Kaoru había terminado llevándose uno. Estaba mirando los peluches por milésima vez cuando algo azotó violentamente contra la puerta que separaba la tienda en sí de la bodega, Kaoru se giró sobresaltada para encontrarse con que el gato de peluche intentaba pasar por la puerta sin éxito, su piel se pintó de blanco por el miedo... hasta que logró vislumbrar el par de pies bajo el gato. Respiró aliviada. Kaoru se asomó por encima del peluche y vió una minúscula cabecita negra que luchaba por sacar el gato por la puerta.
-Deja que te ayude con eso -Kaoru agarró al gato por la cabeza y jaló mientras sentía como cedía poco a poco
-Con más fuerza ¡Jala! -se escuchó del otro lado-. ¡Ahoraaaaahhhhhhh.....
Kaoru jaló, Misao empujó y ambas quedaron tendidas en el piso mientras reían. El gato esbozando su sonrisa de hilo rosa tumbado sobre el estómago de Kaoru, también a él le hacía gracia.
Kenshin entró como una ráfaga de viento a su departamento, cerró la puerta a sus espaldas y colocó la llave en la cerradura, no fuera a ser que se le perdiera de nuevo. Dejó el sobre manila sobre su escritorio en la biblioteca, tomó el teléfono y marcó aprisa el número del teléfono celular de Katsura. Timbró tres veces antes de ser contestado.
-Moshi, moshi. Habla Himura ¿Deseaba hablar conmigo, señor?.. Si, si... ¿Hoy por la noche?.. Sí, señor... ¿El sobre?... Sí, señor lo tengo junto a mí... En ese caso toda la información que requiero está contenida en el sobre... ¿Algo anormal? Si, me enteré de que hay alguien siguiéndome... Sí, señor, según la información del guardia una joven entró en la correccional momentos después de que yo lo hiciera afirmando ser mi ayudante... Sí, señor, así es... Otro aficial de guardia aseguró haberla visto dirigiéndose hacia el dojo donde me fue encargado dar apoyo disciplinario... ¿No sabe nada acerca de eso? Mmmm... Sí, señor, estaré alerta... Como usted diga... No fallaré, nunca he fallado y no habrá una primera vez... Gracias por sus palabras, Katsura-sama.
Colgó y caminó desganado hacia su habitación secreta, corrió la cortina y abrió la puerta; una fresca oscuridad lo recibió, encendió las luces y entró, cerrando la puerta tras de sí. Se recargó en la pared y rasgó el sobre, un par de cosas interesantes cayeron sobre su palma: un delgado sobre negro, un mapa plegado y una hoja escrita a máquina y fotocopiada: un citatorio de Katsura. El día siguiente se celebraría una reunión en la sala de conferencias y su presencia allí era obligatoria, Kenshin frunció el entrecejo ¿Que sería lo suficientemente gordo cómo para llamarlo a una reunión? Usualmente Katsura le hablaba o le dejaba información para que cumpliera perfectamente con su trabajo.
Se dirigió a la mesa de dibujo y desplegó allí el mapa que resultó ser el plano a detalle de una lujosa mansión de grandes proporciones, abrió el sobre negro dejando caer sobre la mesa una foto y una hoja plegada: el nombre de su víctima y la hora en que estaría "disponible" para él. Kenshin memorizó el nombre y la foto, los estrujó y los echó al bote de basura; prendió un cerillo y lo dejó caer mientras observaba hipnotizado como la llama devoraba ávidamente la fotografía del hombre.
-Auuuu... mi estómago me pide a gritos que le meta algo de alimento ¿Falta mucho para llegar a tu depa, Kaoru?
Kaoru rió quedito al escuchar la lastimera voz de Misao, aunque a decir verdad ella también tenía hambre.
-No, sólo faltan algunas cuadras -Misao cerró los ojos cabizbaja, todavía faltaban cuadras- No pongas esa cara, Misao ¡Cuando lleguemos te invito a comer!
La infantil cara de Misao se iluminó por unos momentos pensando en todas las deliciosas cosas que seguro Kaoru prepararía, se le hizo agua la boca con tan sólo imaginárselo.
-Muchas gracias, Kaoru
-No me las des, es una forma de agradecerte que me hayas ayudado a cargar mi gato
Era verdad, Misao encorvada bajo el peso del enorme gato que resultaba un exceso para ella mientras que Kaoru sólo llevaba una cestita en la que Motita dormía, cuando Karura dijo que la iba a arreglar se refería a ponerle un lazo color verde alrededor del cuello y colocarla en una práctica cestita que podría utilizar cómo cama. Kaoru caminaba fresca y sonriente mientras que Misao sudaba y contaba ceñuda las cuadras que llevaban caminando, a pesar de todo le agradaba ir con Kaoru. Karura le había ordenado llevar el enorme y pesado gato hasta el departamento de Kaoru y al ver que Misao había empezado a replicar le ofreció el resto de la tarde libre, así que iba un poco más contenta, ésa Karura era una negrera, trataba mejor a sus animales que a ella y le gritaba si tiraba por accidente la comida de uno...
-¿Entonces porqué trabajas con ella? -preguntó Kaoru, Misao había estado pensando en voz alta sin darse cuenta
-Mírame, soy una muchachita de diecisiete años, con un problema de coordinación motora -Kaoru no pudo evitar reírse-, trabajo que obtenía, trabajo que me despedían por causar alboroto y más problemas que todo el resto del personal junto
-No puedes evitarlo, eres demasiado alborotadora jejeje
-Si, demasiado y si a eso le sumamos mi hiperactividad, ya tenemos otro problema -Misao dudó unos segundos, siempre que compartía su sueño con alguien lo único que recibía eran buerlas, pero Kaoru parecía ser diferente-. Siempre, toda mi vida, he querido ser acróbata, volar en el aire haciendo las más complicadas y hermosas acrobacias, recrear al público y verlos aplaudiéndome y ovacionándome. Volar cómo un ángel -volteó a ver la asombrada cara de Kaoru y añadió rápidamente-. No te rías, es un sueño estúpido y nunca será realidad
-No es un sueño estúpido y no encontré nada gracioso en tus palabras, si lo que realmente quieres es ser acróbata ¡Adelante! Tú eres la única que posee la llave que te abrirá las puertas de tu sueño y si cierras tu corazón y tu mente a ese deseo, entonces nunca podrás realizarlo
-Muchas gracias, Kaoru, me has levantado mis ánimos... pero ni siquiera mis padres me han apoyado y siento cómo si les hubiera fallado, ellos creen que no pueda realizar mi vida siendo una acróbata, creen que es peligroso y tienen miedo de que salga herida... pero deben dejar de atar mis alas y dejarme volar libre -Misao suspiró-. Por eso quiero ahorrarme algún dinero e inventir en un buen entrenamiento, soy muy buena en gimnasia ¡Incluso aunque me veas tropezar a cada rato!
Kaoru se rió con Misao, comprendía sus sentimientos a la perfección.
-Yo tuve los mismos problemas con mis padres cuando se enteraron que quería venir a Kyoto, mi padre es maestro de kendo y fue él quién me enseñó el estilo de la espada que proteje la vida, participé en tres campeonatos en un lapso de dos años y gané dos de ellos, un pariente lejano (por parte de mi madre) quedó impresionado cuando me vió pelear y le habló de mí a la esposa del hermano del dueño de una de las más prestigiosas escuelas privadas de kendo y me ofreció un puesto como kendoka que yo acepté, el kendo es mi estilo de vida.
-Vaya, eso es impresionante -exclamó Misao, sorprendida-. ¿Que pasó después?
-Vino el temido enfrentamiento con mis padres, mi padre apoyaba mi idea de mantener viva la práctica del kendo... pero no tan lejos, soy originaria de Nara
-¿Nani? ¿De Nara?
-Sip, fueron dos arduos meses de desplegar al máximo mis poderes de convencimiento para que aceptaran, al final (y ya cuando tenía una semana de haber comprado los boletos de avión, jeje) mis padres se dieron cuanta que yo necesitaba independizarme y madurar por mi propia cuenta y que el estar lejos de la sobreprotección paterna me ayudaría a descubrirme como mujer y como ser humano. Y aquí estoy, a sólo tres días de haberme mudado y con algunas cajas que todavía necesitan desembalarse
-¡Yo te ayudo! -exclamó Misao-. Así podré burlarme de todas las cosas ridículas que seguramente tienes
-Ah... muchas gracias
Misao rió al aire y dió un codazo cariñoso a Kaoru... lo que provocó que estuviera a punto de perder el equilibrio y que Kaoru gritara como histérica porque su gato estuvo a punto de caer sobre un enorme, oscuro y pestilente charco de agua. Llegaron sin contratiempos al departamento y Misao casi se echa a llorar al ver que tenía que subir cinco pisos con el gato a cuestas.
Llegaron sanas y salvas, aunque sudorosas y con la ropa arrugada por estar subiendo el dichoso gato por las estrechas escaleras, contorsionándose para que el gato (que las dos cargaban) pudiera subir con facilidad. Ahora Misao estaba sentada en la cocina con un vaso de limonada preparada de ésas que sólo necesitas agregar agua y listo, mientras observaba a Kaoru sacar los ingredientes necesarios para preparar bolitas de arroz y albóndigas. Misao estaba babeando con tan sólo pensar que iba a disfrutar de un festín y gratis. Que amarga sorpresa se iba a llevar.
Kenshin seguía en su cuartito secreto, analizando y memorizando hasta el último detalle del plano de la mansión. Comía unos deliciosos aros de calamar frito que él mismo había cocinado, además de su biblioteca el saber cocinar deliciosamente era otro de sus orgullos. Dejo el plato ya vacío a un lado y siguió observando el plano. La entrada a la mansión no sería tan difícil, podría entrar por una de las ventanas de la planta alta, cuidar de no activar el sistema de seguridad, derrotar al hombre que hacía guardia frente a la recámara del tipo y matarlo silenciosamente.
El hombre ése era pederasta y organizaba un comercio ilegal de tráfico de niños (niñas de seis y siete años de edad en su mayoría) que eran secuestrados y luego vendidos; al parecer, la gota que derramó el vaso fue el secuestro por parte de sus "cazadores de niños" de la primogénita del matrimonio Akizuki, la sobrina menor del poderoso Katsura por parte de su medio hermano. La niña había sido secuestrada, violada, torturada y luego abandonada en el lecho de un río después de un intento de asesinato fallido; la pequeña contaba con sólo ocho años y aún así pudo identificar la foto del hombre que había abusado de ella (la foto que fue enviada a Battousai). La niña estaba internada en el hospital con fractura de pelvis, el fémur de la pierna izquierda y la 10a, 11a y 12a costillas del lado izquierdo, no podía moverse sin sentir un agudo dolor en sus genitales y estaba cubierta de golpes y moretones. A pesar del poco contacto que guardaba con su sobrina, Katsura estaba furioso e indignado.
Y Kenshin también pensaba que era un acto cobarde e indignante, Kenshin. A Battousai le daba lo mismo, no importaba a cuantas niñas hubiera violado ese hombre lo único que sabía era que tenía que matarlo y punto. Esa clase de sentimientos confunden la mente y meten la ira en donde no debe existir. Un corazón frío y sin sentimientos jamás podrá ser vencido, los sentimientos representan fracaso, dolor, debilidad. Kenshin sacudió su cabeza intentando despejar su mente, por más aborrecible que pensara era ese acto, no debía mezclar sentimientos con su katana. Un sólo error sería imperdonable.
Kenshin suspiró y arrojó el plano al cubo de basura donde ardió junto con las cenizas de la foto y el nombre de su víctima.
Misao se atragantó y aprovechó que Kaoru se distrajo para regresar la comida. Sabía horrible, lo que se suponía debían ser bolitas de arroz era sólo una masa uniforme negra e irreconocible y las albóndigas... ni se diga, la carne del centro todavía estaba medio ensangrentada por la falta de cocción, además de que Kaoru se había pasado con las medidas del comino.
-¿Qué tal, cómo me quedaron? -preguntó Kaoru feliz mientras se servía en un plato masa negra y bolitas de carne crudas. Misao miró la cara sonriente de Kaoru y se sintió horrible por decir lo que iba a decir
-No están siquiera comibles, Kao -los gritos histéricos de Kaoru no se hicieron esperar
-¡¡Te invito a comer y me dices que está horrible!! -el plato que Kaoru sostenía comenzó a oscilar peligrosamente-. ¡¡Malagradecida, eso es lo que eres!!
-Compruébalo por tí misma -Misao cerró la boca, la mala comida le había provocado naúseas, temía que si seguía hablando fuese a vomitar
Kaoru la fulminó con la mirada, colocó el plato delante suyo, tomó una albóndiga con los palillos, los levanto triunfalmente y se los metió en la boca con una sonrisa ufana. Tres. Dos. Uno. Cero. Kaoru se puso morada, se llevó las manos a la garganta y arrojó violentamente la bolita masticada sobre el fregadero. Misao tenía razón, sabían horribles.
-Lo siento, Misao-chan, nunca pensé que supieran tan mal -Kaoru estaba arrepentida y más por hacer comer a Misao esa horrorosidad
-¿Y que era lo que comías? -preguntó Misao, reacia a creer que Kaoru jamás hubiera comido su propia comida
-¿Pizza congelada? -Kaoru se encogió de hombros, indiferente al ateque de risa de su nueva amiga- Lo siento, he sobrevivido gracias a los restaurantes de comida rápida y a las comidas congeladas. Ésta es la primera vez que cocino algo sin la supervisión de mi madre
-Está bien, después de tan buena explicación no me queda de otra más que perdonarla ¿Cierto, Motita?
-Miau
-¿Y crees que deba fingir que estoy llena para no hacer sentir mal a Kaoru?
-Miau, miau
-¿Entonces debo gritarle a la cara todas sus verdades?
-Miau
-Ok. Kaoru -dijo dirigiéndose a Kaoru después de la grata conversación con la gatita-. Con el permiso de Motita, te digo que eres una pésima cocinera
Kaoru estaba demasiado ocupada en reír como para molestarse por eso. Las entrañas le rugían así que optó por invitar a Misao a comer fuera, la cuál aceptó murmurando algo parecido a "comida gratis, allá voy". Las dos salieron del edificio riéndose mientras se preparaban para pasar una tarde estupenda. Después de comer Misao propondría que fueran al parque de diversiones, donde el tiempo se les iría volando. Realmente pasaron una tarde estupenda y Kaoru estaba feliz de tener una amiga en esa región desconocida. Una amiga loca y atrevida, que la haría pasar muchas penas ajenas, pero una buena amiga al fin.
Estaba ya muy entrada la noche cuando Kaoru llegó a su cuarto y se tumbó en la cama, un merecido descanso después de un día agotador. Se sentía todavía un poco mareada, Misao se había vuelto loca con la montaña rusa y la había obligado a subirse con ella al menos siete veces, Kaoru se asombraba de tener todavía la cabeza pegada al tronco. No se molestó en quitarse la ropa, simplemente se acostó con la ropa puesta y después de aventar uno de sus tenis para apagar las luces, se quedó profundamente dormida. Esa noche tampoco pudo ver el fulgor dorado de los ojos asesinos de Battousai.
La mansión era con mucho más impresionante que en los finos trazos del plano, tres pisos de alto y tan larga como tres autobuses juntos. Los cuadrados amarillos de las ventanas alumbradas se perfilaban sobre el suave césped de los jardínes que rodeaban la mansión; pequeñas y esmirriadas siluetas de hombres desfilaban desfilaban por las ventanas, desfigurando los cuadrados perfectos sobre el pasto.
Grandes árboles de frondoso follage habían sido plantados en las ocho esquinas de la propiedad, caprichosamente construida en forma de octágono, sitios perfectos para quién deseaba observar sin ser observado, un sitio perfecto para que Battousai se ocultara. La fresca brisa nocturna agitaba las hojas de los árboles y llegaba hasta el estático rostro del asesino quién vigilaba atento cada movimiento que hacían los hombres de Hotaru, el pederasta.
El jardín estaba vacío, Battousai miró a ambos lados antes de dar un gran salto y saltar en medio del solitario jardín; su ropa negra lo camuflajeaba entre la densa oscuridad. Battosai corrió hasta rozar su espalda con el frío cemento a un costado de la mansión, alzó la vista, un pequeño balcón situado justo arriba de él. Volvió a mirar a ambos lados y saltó de nuevo. El balconcito daba a una habitación oscura, llena de hermosos juguetes que a falta de luz lucían un tanto tenebrosos. Por un relampagueante instante, Battosai sintió asco: unos niños dormían desnudos sobre una enorme cama, eran un niño y una niña un poco mayor de los diez años, sacudió la cabeza y miró a su izquierda. Pared lisa, no podría escalar por allí. Miró a su derecha, había una ventana y bajo ésta, un pretil que cruzaba toda la fachada principal de la mansión, la habitación de Hotaru quedaba justo en el centro de la mansión, una gran ventana circular daba acceso al cuarto por arriba de donde pasaba el pretil. Un brillo de reconocimiento cruzó sus ojos, el pretil era lo suficientemente ancho cómo para deslizarse por allí. Cerciorándose de que no podía ser visto, Battousai se deslizó con rapidez hasta colocarse justo abajo del ventanal, saltó y cayó en el alfeizar; un ligero click y Battousai estuvo dentro del cuarto.
La luz platina de la luna se filtraba por la ventana y perfilaba la tenebrosa figura de Battousai sobre la fina alfombra importada. Lástima, pensó Battousai, se echará a perder con la sangre. Para ser la habitación de un adulto mayor, estaba decorada con motivos infantiles y juguetes regados por el piso. El asesino se deslizo lenta y sigilosamente por entre las sombras, donde la luna no alcanzaba a iluminar. Un fuerte ronquido le indicó que Hotaru dormía plácidamente. Una sonrisa maquiavélica surcó sus labios, no le daría el regalo de morir dormido. Se acercó a la cama y una sensación de asco invadió su ser: Hotaru dormía en el centro de la cama, una niña acostada al lado derecho, las constantes lagrimas habían marcado sus tersas mejillas y un niño al lado izquierdo, con una enorme mancha oscura rodeando su ojo; ambos estaban desnudos. Battousai se recuperó y frunció en ceño ¿Cómo demonios iba a matar al tipo sin involucrar a los niños?
"Si hay testigos hay que eliminarlos" le había advertido Katsura, Battousai desenfundó la katana y se preparó para el golpe mortal. Y se quedó petrificado, dos pares de ojos infantiles le miraban suplicantes. Los rayos de la luna se reflejaban sobre la katana e iluminaban el rostro del niño, la gran mancha negra era en realidad la huella de un poderoso golpe. La niña se acercó gateando y se puso al lado del niño, volteó a mirar la gran y enorme cara rosa de Hotaru y luego fijó su vista en la afilada katana.
-Eres el asesino -susurró con una voz ronca, como ajena a ella-. Y vienes a matarlo ¿Verdad?
Parecía más una desesperada afirmación que una pregunta, Battousai miró a la niña, parecía su imaginación, pero creyó percibir un brillo de esperanza en sus ojos. El niño había estado mirando la katana.
-Mátalo -murmuró el niño, con un hilo de voz-. Mátalo
Battousai no sabía que hacer, con ésos niños pidiéndole, no, suplicándole que matara al hombre. Claro, pensó Kenshin, su petición era comprensible. La niña bajó de la cama y cayó a los pies de Battousai, silenciosas lagrimas corrían por su mejilla.
-Onegai -la voz comenzó a quebrársele-, onegai, mátalo.
El niño corrió a ponerse al lado de la niña, frente a Battousai. También le miraba suplicante. Pero son testigos, siseó una vocecilla en un recóndito rincón de la mente enferma de Battousai, no puedes dejarlos con vida Battousai. Cerró los ojos violentamente, no podía dejar que vulgares sentimientos lo hicieran débil de corazón. Bien, mataría primero a Hotaru y luego mataría a los dos niños, ya estaba decidido. Battousai pasó con paso firme al lado de los niños y se situó al lado de la cama; era increíble que el hombre siguiera dormido. Levantó su katana y su vista se fijó en los niños. Y su cuerpo se heló. Ambos estaban abrazados, la luz de la luna los bañaba (ahora que el cuerpo de Battousai no estorbaba la entrada de luz) y Battousai pudo verlos perfectamente. El niño era un poco más alto que la niña y tenía el pelo rojo, la niña tenía el pelo largo y oscuro, al igual que sus ojos y se abrazaba a sí misma llorando. La escena golpeó con fuerza a Battousai, obligándolo a recordar momentos que con tanto esfuerzo había logrado enterrar en el fondo de su alma y su mente. Recuerdos dolorosos que golpearon su corazón, golpes que producieron un eco sordo en su vacío ser mientras observaba aquellas mancilladas almas inocentes: el rostro de una inocencia perdida.
-To... moe -susurró Kenshin, mientras sentía como las lagrimas afloraban a sus ojos ahora color violeta- Tomoe...
-¡Hotaru, Hotaru! -murmuró asustada la niña al tiempo que cubría su boca con sus manecitas
Battousai recuperó de golpe su sangre fría y se apresuró a mirar al hombre que a su vez pasaba sus ojos de la afilada hoja de la katana al hombre vestido de negro. Abrió los ojos con espanto al comprender su situación, pero antes de que pudiera abrir la boca para gritar, la katana había atravesado su corazón y acabado con su vida. Battousai desprendió la katana, la limpió sobre las finas sábanas que cubrían la cama y la envainó.
Los niños se incorporaron, visiblemente aliviados y un poco más felices. También eso era comprensible, estaban libres. Unos pasos resonaron por el corredor y Battousai se alertó; los niños también porque comenzaron a emitir grititos histéricos. Battousai no se lo pensó mucho, o más bien no tuvo tiempo de pensar, corrió tan rápido como podía, cargó con ambos niños y saltó por la ventana hacia el pasto de los jardines. Los restos de la ventana los acompañaron en su caída, Battousai se incorporó trabajosamente debido al peso extra y corrió hacia la verja que mantenía la privacidad de la propiedad, la saltó y se perdió en el oscuro velo de la noche justo cuando un grito agudo resonaba a todo lo largo de la lujosa e imponente mansión ahora teñida de sangre.
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Continuará....
Actualizado:
Próximo capítulo: Nacimiento de un asesino
Woa... dieciocho páginas para este capítulo... todo un récord para mí. Espero que no lo hayan sentido muy largo y tedioso, pensaba cortar la parte del asesinato del battousai e incluirlo en el próximo capi (sinceramente, esa parte fue una de las que mas disfruté escribiendo), pero mientras me bañaba para la fiesta de año nuevo (oh! bendito baño, no hay mejor lugar para una visita de las musas) se me ocurrió una mejor idea y decidí incluirlo en este capi para poder una pequeña introducción en el capítulo siguiente sobre Tomoe y algo del pasado de Kenshin. Una historia algo compleja que se me ocurrió mientras me bañaba. Bueh.. esperen al siguiente capítulo y sabrán de que hablo. Como ven, ¡Apareció Misao! ahora sólo me falta meter al lindo de Aoshi... jejeje ya tengo imaginada y planeada la escena en la que se conocen jejeje no se preocupen sólo faltan uno o dos capítulos.
De nuevo ¡Arigato! por sus reviews, me hacen pensar que de verdad escribo en un nivel aceptable, ahí van:
Hitokiri Himura20: Gracias! Que bueno es saber que te gustó y con los "mal paridos" jejeje mi querida hermana me ha dado una muy buena idea para ellos... tal vez si mueran... Pues ¿No te pondrías a espiar al hombre que te gusta? Digo, porque yo sí lo he hecho jeje. Espero que éste capítulo también sea de tu agrado. Matta ne!
Gaby(Hyatt: Arigato a tí también y sep, el corazoncito de Kaoru quedó flechado por el lindo pelirrojo. Jeje ya verás que alegría le tengo preparada a Kaoru... Hasta luego!
Kaoru-Hino: OO Basta, basta que me la creo. Se siente realmente bien saber que alguien pueda meterse de esa forma en mi fic, me siento halagada, muchas gracias. A mí parecer, siento que la historia se está poniendo mejor, falta un capi para que Kenshin se "mude" al departamento de Kaoru y... no adelanto más jeje tendrás que verlo por tí misma. Matta ne!
Kaoru Himura Kiddo: No te disculpes, a mí tambien me pasa... y muy seguido. Y es que esta cabezota está tan llena de no-sé-que-cosas que siempre se me olvidan hasta dónde deje mi cartera... Espero que éste capítulo te guste y no te amodorre. Adiooos!!
Y eso fue todo. Las dejo por que no quiero que mi chocolatito se enfríe.
Matta ne!!
Karura
