Capítulo ocho, Huida.
Sólo habían pasado dos semanas desde su salida de Hogwarts… dos semanas insoportables rodeado de su familia.
Parecían empeorar a cada año. Sirius se había decidido a solamente verlos en las vacaciones de verano, así fuera por un tiempo corto, por el bien del amor en familia y todas esas porquerías. Pero se estaba dando cuenta de algo que se había negado a creer por años… ellos, su familia, no tenían amor real por nadie. Sólo Andrómeda (tachada del árbol genealógico Black hacía dos años por casarse con un nacido de muggles) y él mismo parecían tenerle aprecio a algo que no fueran las convicciones idiotas de pureza de sangre en las que se basaba su familia.
Ahora, para terminarla, estaba obligado a atender a la boda de su prima Narcissa con aquel imbécil de Malfoy… y ni siquiera hablaba con Narcissa desde que ella se había graduado de Hogwarts hacía un par de años.
Y ahora estaba obligado a ir, aguantándose no solo a sus padres y al inútil de su hermano, sino que a toda la familia, más los Malfoy, que prometían ser igual, sino peores, que los Black.
Y ni siquiera estaría Andrómeda, por tanto cualquier posibilidad de conversación interesante y libre del estrés común en los Black, estaba fuera de su alcance.
Estaba en un salón de fiestas de Hogsmeade, con una decoración inspirada en el Gran Comedor de Hogwarts… el mismo techo en apariencia inexistente, con velas flotando alrededor. En las paredes, en vez de estandartes de las casas, habían dos postres gigantes con los escudos de las dos poderosas familias: Black y Malfoy.
Sirius miraba con asco cómo toda la población de Slytherin de los últimos veinte años parecía haberse congregado en aquel lugar. Había jugueteado con la varita, pensando en posibles conjuros, buena parte de la noche, mientras miraba alrededor del salón… estuvo a punto de tirarse encima de Severus Snape a darle golpes cuando lo vio ahí sentado, hablando tranquilamente con su prima Bellatrix.
Ya no era tan fácil controlarse en presencia de su familia… antes de entrar a Hogwarts, acostumbrado a lidiar con ellos diariamente, tenía más autocontrol… pero ahora que pasaba nueve meses al año haciendo lo que le daba la gana en Hogwarts, era más difícil regresar a "casa" y no intentar mandarlos a todos a Plutón por ser unos racistas insoportables.
Pero había conseguido una forma perfecta de calmarse en los momentos críticos y entrar en un estado zen maravilloso: cada vez que consideraba mandarle un hechizo a algún miembro de su familia, pensaba en Victrix y en la última vez que la había visto… y se calmaba totalmente, como si acariciaran a un perro intranquilo.
Sirius sonrió distraídamente, mientras recordaba a la chica sonriéndole en la estación de Londres, mientras le dirigía una mirada cómplice en honor al pequeño encuentro que habían tenido minutos antes… uno que habría durado horas sino hubiesen llegado a Londres en tan mal momento.
No importa, pensó Sirius, sería el primero, pero definitivamente no el último.
- ¿Y esa sonrisita estúpida que cargas en la cara, hermanito? - preguntó Regulus, mirándolo fríamente. Sirius alzó una ceja.
- La que me da la gana poner, incompetente - dijo Sirius -. ¿Por qué no vas con tu banda de aduladores de Voldemort? Puedes estar seguro que yo no te quiero aquí.
Regulus le dirigió una media sonrisa y se alejó de él, disgustado por la actitud de su hermano. Sirius lo miró, fastidiado de tener que lidiar con aquel ser tan vacío.
Luego se levantó, se sentó en el bar y pidió una cerveza de mantequilla.
- Te ves aburrido - dijo una voz femenina. Sirius volteó: una chica de pelo castaño lo miraba desde dos asientos de distancia. Sirius intentó recordar dónde había visto antes a la chica…
- No me gustan mucho las bodas - dijo él. Claro que sí le gustaban, cuando eran dos seres humanos quienes se casaban, en vez de un par de marionetas de dos familias.
- Entiendo a lo que te refieres. Me obligaron a ir a la de mi prima Molly con un traidor de sangre hace tres años - dijo ella, con cara de asco. Sirius hizo una mueca… quienquiera que fuera esa tipa, realmente no estaba demasiado interesado en oír sus teorías de limpieza de sangre.
- Mira, creo que me… - empezó a inventar Sirius, pero ella había hablado antes.
- ¿En dónde trabajas?
- ¿Uhm? Por ahora en ninguna parte… - dijo Sirius, agarrado fuera de base -. Sigo en Hogwarts… ¿me veo mayor? - preguntó con una sonrisa.
- Bueno… sí, algo - dijo ella, asintiendo -. ¿En qué año estás¿Séptimo?
- No, no… acabo de pasar a sexto - dijo Sirius. La chica alzó una ceja y se pasó la mano izquierda por detrás de su oreja, su manga bajando un poco y revelando parte de un tatuaje de una calavera con una serpiente saliéndole de la boca.
Sirius miró el signo que identificaba a la mujer con lord Voldemort con repulsión. No le sorprendía ver mortífagos en la boda de su prima… especialmente cuando estaba casi seguro de que el mismo novio era uno de ellos… y podría jurar que su prima Bellatrix iba por el mismo camino.
La castaña siguió la mirada de Sirius y le dirigió una sonrisa fría.
- ¿Te gusta? - preguntó. Sirius la miró a los ojos.
- Me asquea - dijo, haciendo mucho énfasis en la última palabra -. No sólo la figura en sí sino todo lo que representa. Voldemort y ustedes los mortífagos son lo más despreciable del mundo mágico, lo peor que ha visto en siglos.
- ¿Cómo te atreves a pronunciar su nombre? - preguntó ella, mientras sus ojos parecían dar un pequeño salto de ira.
La chica se lo pareció pensar mejor, y se calmó un poco antes de seguir hablando.
- Tú debes ser Sirius Black… he oído de ti. Pareces ser la oveja negra de tu familia - dijo. Sirius sonrió, orgulloso del título -. ¿Primer Gryffindor en tu rama de la familia en tres siglos, no? Capaz y que conozcas a mi hermanita, otra pequeña inútil la casa… ¿Victrix Sekhmet?
Sirius se quedó helado… de ahí era que le parecía familiar el rostro. Era Deletrix, la hermana de Victrix…
La miró, sorprendido. ¿Cómo podían salir dos seres tan absolutamente opuestos de una misma casa, de los mismos padres?
Pensó en su hermano Regulus y entendió… sin importar la crianza, cada quien crecía creyendo en lo que le parecía correcto. Él, absolutamente diferente a su familia, era el vivo ejemplo de aquello.
- Por tu expresión asumo que sí la conoces - dijo Deletrix, con expresión de fastidio -. ¿Sigue igual que siempre? Según lo que oigo está incluso más revoltosa que antes… - Sirius sintió la sangre hirviendo en sus venas, mientras metía la mano en el bolsillo de su túnica y sujetaba su varita.
- No te atrevas a hablar así de Vixie… - dijo lentamente. Deletrix le dirigió una sonrisa cruel.
- ¿Vixie? - repitió, divertida -. Quién lo diría… el niñito Black está enamorado de Victrix. ¿Es cierto que mi hermanita se ha convertido en una completa puta? Por lo que dice Bella se ha acostado con la mitad de la población masculina de Hogwarts…
- ¡WINGARDIUM LEVIOSA! - rugió Sirius, parándose de un salto y apuntándole a Deletrix con la varita. Una cosa era insultarlo a él, pero lo que acababa de decir la mortífaga estaba totalmente fuera de lugar.
- ¡Protego! - exclamó Deletrix, también levantándose de un brinco. Buena parte de los presentes los miraban; no era exactamente común ver duelos en bodas, especialmente si se suponía que todos en el lugar estaban en el mismo bando -. Ah, así que no te agrada que hable mal de… ¿cómo era¿Vixie?
- Casualidades de la vida que no, no me agrada… de hecho, es una de las cosas que más me chocan en el mundo - dijo Sirius, cada vez con más rabia.
- Qué dulce. Defendiendo a tu noviecita… veamos qué tanto estás dispuesto a soportar por Victrix. ¡CRUCIO!
- ¡Impedimenta! - dijo Sirius, parando el hechizo sin ninguna dificultad. Alzó una ceja, divertido -. Me parece recordar la facilidad con la que tu hermana solía atacarte cuando estabas en Hogwarts… ya entiendo: eres absolutamente ineficaz. Voldemort debe estar realmente desesperado si tiene que recurrir a magos y brujas como tú.
Deletrix se sonrojó ante el recuerdo de los múltiples encuentros perdidos ante su hermana.
- ¡HIJO DE PUTA, VAS A PAGAR POR HABERTE ENFRENTADO A DELETRIX SEKHMET!
- ¡Qué vocabulario! - dijo Sirius en tono de burla -. ¡Scourgify!
La había agarrado en pleno ataque de rabia, totalmente desprovista de fuerzas… vio con una sonrisa cómo la boca de Deletrix se llenaba de jabón.
- Nadie… y quiero decir nadie insulta a mis amigos - murmuró Sirius -. Y en especial, a Vixie. Te acabas de ganar un enemigo, Deletrix Sekhmet.
- ¡SIRIUS BLACK! - rugió la voz de la señora Black desde detrás de él. Sirius volteó y la miró fríamente.
- ¿Sí, madre?
- ¡ERES LA VERGÜENZA DE ESTA FAMILIA! - gritaba su madre, mientras el resto del salón lo miraba, aprobándola.
- No… ¡ustedes son una vergüenza¡A la humanidad entera! - exclamó Sirius. De repente sintió explotar todos los sentimientos hacia su familia que había reprimido en los últimos dieciséis años -. ¡Se enorgullecen en ser lo más puro del mundo mágico, pero no se dan cuenta que en la mezcla está la perfección! Y se creen mejor que todos los demás sólo porque llevan siglos con las mismas costumbres… ¡EL MUNDO PERTENECE A LOS INNOVADORES!
- Tú… tú no eres mi hijo - dijo su madre, impresionada ante la actitud repentina de Sirius. Él la miró desafiante, sus ojos chispeando de ira.
- Ni tú mi madre - dijo lentamente. Se fijó en el lado donde estaban todos los Black, que lo miraban con indignación -. Púdranse.
Aún con la varita levantada, caminó en dirección a la salida, bajo la mirada incrédula de todo el salón.
Cuando estaba en la puerta, miró hacia el escudo de la familia Black, fijándose en su lema… Toujurs Pur… cómo detestaba aquel lema. Y todo lo que conllevaba.
Dio una última mirada al salón y salió de él, para no devolverse jamás en sus pasos.
- ¡Accio baúl de Hogwarts! - exclamó. Unos veinte segundos después, su única pertenencia en la casa Black llegaba a sus manos.
Caminó un rato por Hogsmeade, sintiéndose liberado como no se había sentido en mucho tiempo…
No se inmutó ni siquiera cuando recibió una lechuza de advertencia de Hogwarts, diciéndole que la magia fuera del colegio sólo estaba permitida para magos mayores de diecisiete años… aquello no le preocupaba. Era la primera advertencia, y sería la última ya que el único motivo real de sus ataques de cólera era su familia, con la cual no pensaba volver a hablar.
Se sentó un momento en una butaca del pueblo, y sacó su varita del bolsillo para invocar al Autobús Noctámbulo… pero tres lechuzas prácticamente se estrellaron contra él, impidiéndole moverse. Frunció el ceño, extrañado… pero luego miró el reloj y entendió: era medianoche del dieciséis de junio, por tanto su cumpleaños.
Sonrió, mientras abría los tres paquetes: un libro de Moony, montones de caramelos de Wormtail, y un espejo de dos caras de Vixie al que le veía muchísima utilidad en un futuro.
Agarró pergamino y tinta de su baúl y se inclinó sobre la butaca.
Vixie:
Estoy en Hogsmeade. Acabo de tener la última pelea con mi familia. Me harté de todos ellos, acabo de huir de la boda de mi prima…
Te extraño… no he dejado de pensar en ti ni en lo que pasó en el tren, ni por un momento.
Discúlpame por no haber escrito antes, pero entre mi madre y mi hermano me tenían al borde.
PDTA: Gracias por acordarte de mi cumpleaños…esos espejos se ven increíblemente útiles.
Sirius.
Le dio el pergamino a la lechuza que le había llevado la carta de Victrix, la cual se alejó volando.
Sirius guardó los regalos en su baúl y alzó su varita, llamando al Autobús Noctámbulo, que apareció sólo segundos después.
- ¿A dónde, guapo? - preguntó una bruja anciana.
- Al valle de Godric, por favor.
Cuestión de diez minutos después, llegaba al pueblo… pagó rápidamente a la bruja y se bajó del autobús.
Se acercó a la primera casa de una larga línea, una casa grandísima de dos pisos, que aunque se viera ligeramente desordenada gracias al jardín de la casa (lleno de gnomos, como cualquier jardín de magos) se seguía viendo elegante. Sirius sonrió: había sido más feliz en esa casa en las cuatro o cinco veces que había ido que en toda su vida acompañado de su familia. Y no se imaginaba un lugar mejor para vivir… si lo aceptaban.
Sirius agarró una piedra del suelo y la tiró contra la ventana del segundo piso que daba al árbol de la esquina de la casa…
Escuchó, divertido, cómo su mejor amigo empezaba a maldecir y luego asomaba la cabeza por la ventana, con cara de molesto.
- ¡PRONGS¡AQUÍ ABAJO! - llamó Sirius. James lo miró, sorprendido… entró a su casa un momento y luego tiró su escoba hacia donde estaba Sirius.
Él puso el baúl encima de la escoba con dificultad, luego se montó él mismo y voló hasta la habitación de James, donde dejó las cosas en el suelo.
- ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! - gritó James, abrazándolo
- Gracias, amigo - dijo Sirius, riendo.
- Estaba por enviar tu regalo… pero bueno, si la montaña viene hacia ti… - le pasó un paquete inmenso, que Sirius miró con sorpresa.
- … no lo hiciste… - Sirius abrió el paquete y miró al interior, maravillado -. ¡UNA ESCOBA¡NIMBUS 1001!
- Última en el mercado - dijo James, riendo. Se puso serio de repente -. Ahora, muy importante. ¿Qué carajo haces aquí?
Sirius suspiró.
- Huí - dijo simplemente. James se lo quedó mirando -. Estaba en la boda de Narcissa y tuve un duelo con una mortífaga amiga de la familia… Deletrix Sekhmet.
- ¿La hermana de…?
- La misma. En todo caso, después que gané el duelo mi madre se acercó a mí hablándome de cómo soy una vergüenza para el apellido Black… y no pude más. La mandé al demonio, a ella y a toda la familia, diciéndoles que ellos eran una vergüenza. Luego salí de allí, convoqué mi baúl y vine para acá…
Hubo un pequeño silencio entre ellos, en el que James parecía meditar algo.
- No puedo volver ahí, Prongs. Y tampoco quiero hacerlo - dijo Sirius, lentamente -. Quería pedirte si podría…
- No hagas preguntas idiotas, Padfoot… claro que te puedes quedar aquí - dijo James, haciendo un gesto con la mano como quitándole importancia -. La pregunta es cómo vamos a hacer… hmm, supongo que por ahora puedes quedarte en mi habitación, déjame buscar un colchón.
- James… gracias - dijo Sirius después de un momento. James le dio una palmada en la espalda.
- Eres prácticamente mi hermano, Padfoot. No hay de qué - dijo James, sonriendo. Luego bajó a buscar el colchón.
Sirius se sentó en una silla, sonriendo y mirando alrededor de la habitación de James…
En su nueva casa.
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