Capítulo diez, Navidad I: Caballero andante.

Llevaban dos días de vacaciones, y James y Sirius se habían ido a casa de Potter para pasar Navidad… Remus y Peter habían llegado también al valle de Godric a pasar un par de días con ellos… al mejor estilo Hogwarts, los cuatro merodeadores sueltos.

Claro, no era la mitad de divertido que en el colegio… ¿a qué peligro se podrían enfrentar, sin luna llena, sin toque de queda, sin Slytherins a los cuales hechizar, sin posibilidades de huir de los profesores?

Pero bueno… aquello era lo que había. Y por el lado amable, estar absolutamente solos y sin ligues a ningún tipo de reglas (considerando la de malacrianzas que le dejaban pasar los padres de James al chico y a su ahora prácticamente hermano adoptado, Sirius) no tenía nada de malo… aunque estaba el detalle de que casi todos eran menores de edad, y por tanto no podían hacer magia fuera de los terrenos de Hogwarts.

- Tecnicidades - estaba diciéndole James a sus amigos, dirigiéndoles una sonrisa -. Tenemos suficiente mercancía de Zonko almacenada para no necesitar nada de magia. Aparte de la capa de invisibilidad.

- Y, bueno, cualquier emergencia Moony tiene diecisiete - dijo Peter, mirando a Remus con una sonrisa.

- Correcto… - dijo Remus, no muy convencido -. Por tanto tengo la obligación de comportarme como un mago responsable. No cuenten conmigo.

- Oh, vamos Moony… sabes que quieres hacerlo - dijo James -. Juro solemnemente…

- Creo que no confío mucho en tus propósitos cuando empiezas una frase con "juro solemnemente" - dijo Remus, alzando una ceja. James rió.

- Bueno, bueno. Sólo usaremos tu estatus de mayor de edad en casos absolutamente necesarios. Y prometo no hacerle nada a nadie… a menos que Snivellus se interponga - dijo James, serio -. ¿Cierto, Padfoot?

- ¿Hmmm? - preguntó Sirius, que no había estado prestando atención.

- ¿Qué demonios te pasa? - preguntó James, molesto -. ¡Llevas días ido¡No le haces caso a nada!

- Ay, Prongs, no seas exagerado. ¿Qué eres, mi novia? - dijo Sirius, rodando los ojos.

- ¡Eso es! - dijo Peter, alzando las cejas -. Estás pensando en la chica misteriosa.

- ¿Qué chica misteriosa? - preguntó Sirius, sorprendido… ¿acaso no se estaban escondiendo bien?

- ¿Con la que sales más o menos todos los días y después no nos dices nada? - preguntó Remus, divertido. Sirius se sonrojó -. Creo que ya te acordaste - terminó su amigo, riendo.

- Sí… ya me acordé - dijo Sirius, tratando de sonar sarcástico sin demasiado éxito.

- ¿Piensas decirnos quién es, o nos mandas las invitaciones a la boda? - preguntó James. Sirius se puso incluso más rojo, y sus tres amigos casi rodaban por el piso de la risa.

- Cállate - musitó -. Y no, no les pienso decir. Ya pueden seguir hablando.

Los otros tres se miraron por un momento, para luego seguir las instrucciones que se les había dado: habían aprendido hacía muchos años que, cuando Sirius Black se decidía con algo, no tenía punto tratar de convencerlo de lo contrario… no había manera, y era definitivo.

Sirius oyó a James diciendo algo acerca de fuegos artificiales de Filibuster y su mente empezó a divagar de nuevo.

Por supuesto, sus amigos tenían razón: estaba pensando en Victrix. No que no lo hiciera a menudo (tenía la impresión de pasar el ochenta por ciento de su tiempo pensando en su novia) pero esa vez era distinto…

El último mes había sido uno de los mejores de su vida, si es que no se llevaba el primer premio, y todo era gracias a Victrix. Aparte de que le encantaba estar tanto tiempo con ella, habían recuperado una parte de su relación que se había perdido cuando él había empezado a hechizar a quienquiera que saliera con ella: eran amigos otra vez.

En mes y medio, había sido todo absolutamente perfecto: no habían peleado ni una vez…

Hasta hacía tres días.

El último día de clases del trimestre, Sirius y Victrix se habían citado para verse en un salón abandonado del segundo piso, a las seis. A las seis y cuarto, Victrix todavía no había llegado… Sirius salió a buscarla, preocupado: ella nunca llegaba tarde.

La había conseguido en un pasillo de la planta baja, en pleno duelo con un Slytherin de séptimo curso. Aunque la chica iba ganando (lo tenía acorralado) un sentido protector estúpido hizo que Sirius diera un brinco y gritara un hechizo petrificador hacia el Slytherin… aunque surtió efecto, había hecho caer a Victrix en el camino, y lo había dicho demasiado fuerte: la profesora McGonagall lo escuchó y, al ver al Slytherin "victimizado" por ambos Gryffindors le había quitado cien puntos a la casa (cincuenta cada uno)

Victrix se había quedado callada por un buen rato, sin siquiera mirarlo, hasta que finalmente lo llevó aparte a un salón de clases vacío y le gritó por unos diez minutos, sin dejarlo replicar. Le dijo todo lo que había ido acumulando por años en ese aspecto: que no tenía que meterse en sus asuntos personales, que estaba lo suficientemente grandecita para cuidarse ella sola, y finalmente que el que estuvieran saliendo no significaba que se convertía automáticamente en su salvador particular.

La chica había terminado su discurso con un comentario lapidario:

- Estoy harta, harta, de que me intentes proteger de cualquier amenaza existente o inventada. Métetelo en la cabeza, Sirius Black: no eres un caballero andante, y yo no soy una princesa atrapada una torre custodiada por un dragón - Victrix, roja de furia, lo había mirado a los ojos intensamente y luego había hecho un énfasis doloroso en la siguiente palabra -. Terminamos.

Sirius, sentado en la plaza mayor del valle de Godric, rodeado de sus amigos, se maldijo por milésima vez por haberse comportado como un imbécil. No podía evitarlo: realmente se le nublaba el cerebro cuando veía el más mínimo indicio de peligro que podría estar rodeando a Victrix… y aquello le había pasado siempre.

Y ahora no se le ocurría absolutamente nada para que ella lo perdonara. Había estado pensando en ello por los últimos tres días, y su mente estaba completamente en blanco.

- Padfoot… Padfoot… - oyó desde lejos, pero no le prestó mucha atención -. ¡SIRIUS!

Volteó a ver a James, alzando las cejas: solamente lo llamaba por su nombre cuando estaba de muy mal humor.

- ¡Te estoy oyendo, Prongs! - dijo Sirius, aunque no lo estaba haciendo en lo absoluto.

- Sí, claro, estoy seguro - dijo James, malhumorado -. Entonces¿qué dices¿Esta noche vamos a…?

Algo detuvo a James en media pregunta: un mago gordo y con toda la cara del mundo de ser un engatusador había aparecido en medio de la plaza y estaba hablando en voz baja a otro mago de aspecto sombrío. Los cuatro chicos se los quedaron mirando.

- Je… Dung - comentó James, soltando un bufido. Sus amigos lo miraron -. Llevaba tiempo que no lo veía por aquí.

- ¿Lo conoces? - preguntó Peter.

- Sí, es Mundungus Fletcher - dijo James, asintiendo -. Es una especie de contrabandista de objetos mágicos… y un tipo muy divertido, de paso.

Sirius asintió, pero se concentró en la bolsa negra llena de objetos que tenía Fletcher colgando de un hombro… dentro de él, vio lo que parecía ser una trompeta antigua de un material que probablemente era bronce.

- ¡ESO ES! - exclamó, quizá más alto de lo que pretendía.

- ¿Ah? - preguntó Remus, sin entender, mientras los otros dos también lo miraban confundidos.

- Olvídenlo… chicos, tengo que hacer algo. Hmm, probablemente no regrese hasta mañana… si tengo suerte - dijo Sirius, alzando las cejas. Sonrió rápidamente a sus amigos y se le acercó a Fletcher cautelosamente… le dijo algunas palabras y el último asintió, sacudiendo la mano del chico.

- ¿Qué le pasa a ése? - preguntó Peter. James y Regulus se encogieron de hombros.

- Nunca ha sido muy cuerdo… parece que ahora es que está abriéndose totalmente a la locura - dijo James. Peter y Remus sonrieron, luego asintiendo: sí, extrañamente, aquello era lo que tenía más sentido pensar.

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En un balcón del segundo piso de una casa londinense, una chica morena de diecisiete años estaba sentada con las piernas extendidas sobre una mesita, mirando fijamente un pergamino que tenía sobre las rodillas y moviendo la pluma entre sus dedos, sin saber qué escribir.

Quería escribirle a Sirius, decirle que lo sentía y que había exagerado… decirle que no había querido terminar con él, que simplemente se había dejado llevar por la rabia del momento…

Pero no hallaba las palabras. Siempre le pasaba eso: cada vez que trataba de expresar sus sentimientos, sufría un bloqueo total.

Aunque tenía tantas cosas que decirle…

Miró al cielo y notó que el sol se estaba poniendo… debía llevar ahí sentada unas tres horas, tratando de escribir la carta… una carta que se limitaba a decir "Snuffles" al principio. A falta de inspiración, se había pasado buena parte del tiempo haciéndole corazoncitos alrededor y escribiendo "Vixie y Snuffles" alrededor de la hoja.

Miró el pergamino y soltó un suspiro… qué montón de idioteces. No podía evitarlas, cierto, pero seguían siendo un montón de idioteces.

Echó un vistazo hacia atrás, hacia dentro de la casa, y frunció el ceño: le molestaba el silencio absoluto que se cernía sobre el lugar. Estaba sola, y estaría sola por otros cinco días: sus padres se habían ido de emergencia a Egipto al haber sido llamados como representantes de Inglaterra del cuerpo diplomático mágico. Y su hermana se había mudado de casa hacía un par de años… se hallaba sola por una semana. Sus padres habían tratado de convencerla de ir con ellos, pero ella había preferido quedarse en Londres: después de todo, ya era mayor de edad y tenía suficiente experticia mágica como para saber cuidarse a sí misma.

Victrix miró el pergamino de nuevo, y se sintió impotente y estúpida. ¿Era tan difícil encontrar palabras para disculparse con la persona que más le importaba en el mundo?

Aparentemente sí. Frunció el ceño y apuntó su varita al pergamino… pero fue detenida a medio hechizo.

Una trompeta había empezado a sonar desde muy cerca, sobresaltándola y haciendo que su varita se cayera en el piso del balcón.

La trompeta volvió a sonar mientras ella alcanzaba su varita. Frunció el entrecejo.

- ¿Qué demonios…? - se preguntó.

- ¡LORD SIRIUS BLACK DEL VALLE DE GODRIC SE ANUNCIA! - gritó una voz. La chica abrió mucho los ojos y se paró de golpe, asomándose en el balcón.

Vio a dos hombres en la acera de su casa… uno, de unos treinta años, gordo y sosteniendo una trompeta, usando un disfraz de poeta medieval (en el que se veía honestamente incómodo); y otro hombre, de dieciséis años de armadura de hierro, sosteniendo una lanza en la mano derecha.

Victrix rió, inclinándose sobre el pasamanos del balcón.

- Sirius¿qué estás…?

- ¡No temáis, bella dama! - gritó él -. Sir Black os rescatará del temible dragón que cuida vuestros aposentos… ¡esperad, princesa!

Victrix rió aún más fuerte, mientras veía cómo el acompañante de Sirius disimulaba cómo aparecía mágicamente una escalera y la ponía frente al chico. Varios muggles que pasaban miraban la escena con diversión, mientras Sirius subía la escalera lentamente, como si estuviera cumpliendo la última fase de una muy importante misión.

Llegó frente a Victrix en un minuto. Había aparecido un bouquet de rosas rojas que le dio a ella, que lo miraba impresionada.

Se ve espectacular… pensaba Victrix, mientras agarraba las flores.

- Pequeña… se me es difícil evitarlo - le susurró Sirius, con una media sonrisa -. Sé que eres totalmente autosuficiente, y una de las brujas más poderosas que conozco… pero tengo un tic que me obliga a tratar de salvarte siempre, preciosa, porque no sé qué haría si te pasara algo - dijo. Victrix sonrió, casi derritiéndose ante aquello -. Voy a tratar de dejar el tic, porque sé que te molesta, y con toda la razón.

- Gracias - dijo Victrix -. Pero… fui muy dura contigo. No quise decir todas esas cosas… especialmente no quería…

- Lo sé - dijo Sirius, asintiendo -. No te culpo, estabas molesta - se quitó el casco e hizo una reverencia, regresando a su papel teatral de caballero en armadura. Cuando volvió a hablar, lo hizo en un tono más alto, como para que toda la audiencia lo escuchara -. En todo caso, bella princesa, el punto de todo esto es deciros que aunque sé que no soy un caballero andante, he de intentarlo… por preocuparme demasiado por vuestra merced, y quereros cuidar siempre. Y dudo que tal preocupación cambie algún día, mi vida.

La sonrisa de la chica creció.

- Espero que no lo haga, sir Black - dijo -. Y te equivocas, Sirius. Sí que eres un caballero andante. Mi príncipe azul.

Sirius le devolvió la sonrisa y luego la besó.

Se oyeron aplausos y gritos cerca… todos los muggles alrededor los estaban aplaudiendo, aparte de Mundungus Fletcher, el anunciador de Sirius.

Los dos chicos se separaron y miraron hacia abajo, agarrándose de las manos.

- Vixie… - susurró Sirius. Ella lo miró.

- ¿Sí, Snuffles?

- Te amo -era la primera vez que se lo decía.

Ella sonrió y apretó más la mano de su novio entre la suya propia.

- Y yo te amo a ti - dijo ella, besándolo de nuevo.

Una vez se separaron, vieron cómo Mundungus lanzaba fuegos artificiales que reventaron con fuerza a lo largo del cielo londinense. Sirius y Victrix se miraron riendo.

- Ahora… vamos a sacarte de esa armadura - dijo Victrix con una sonrisita.

- Creo que me agrada esa propuesta - dijo Sirius, alzando una ceja. Ella sonrió aún más ampliamente, mientras abría la puerta del balcón y entraba, jalando a Sirius hacia dentro con ella.

Él la siguió, no sin antes tirar un pequeño saco con la cantidad de dinero que había acordado con Mundungus Fletcher por ayudarlo, más una pequeña propina: la idea de los fuegos artificiales había sido completamente de Fletcher.

- Me cae bien ese tipo - dijo Sirius al entrar a la casa -. Sino fuera por él, seguiría en casa de James pensando en cómo recuperarte.

- Se ve agradable - dijo Victrix.

Antes de que Sirius pudiera contestarle, ella lo estaba besando apasionadamente.

Realmente hay momentos para pensar en tipos que te hacen favores, pensó Sirius, mientras besaba a Victrix y pasaba una mano por su espalda.

Un momento después, prácticamente se había olvidado de la existencia de Fletcher.

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¿Qué tal? Me pareció buena idea poner cómo había conocido Sirius a Mundungus Fletcher, y por qué asumo yo que le caía tan bien… supongo que si te ayudan a volverte a ganar el corazón del amor de tu vida no es tan difícil que te agrade alguien.

En todo caso… ¡review!