TRES CUENTOS DE DOS VIDAS

...CueNTo PRiMeRo...

El día se había levantado soleado. Era sábado, y como ya estaban clasificados para la final ese fin de semana no tenían partido. Como premio por haberse esforzado tanto el entrenador y el capitán les habían dado fiesta, y el entrenamiento se había suspendido.

Por eso Rukawa se encontraba en el parque, con su balón, practicando, solo. Había pasado toda la mañana haciendo ejercicio, así que a medio día decidió sentarse bajo un árbol y comerse el bocadillo que llevaba para comer. Era de queso, le encantaba el queso.

Una vez el estómago lleno, le entró morriña. Decidió que se había ganado una siesta, así que conectó su walkman y cerró los ojos. No tardó en quedarse profundamente dormido.

Y mientras él dormía, el día fue oscureciéndose. Negras nubes taparon el sol radiante, y un fuerte viento empezó a soplar. El aire frío le despertó. Pero las nubes no le quitaron las ganas de jugar un rato mas.

El parque que por la mañana había estado lleno de gente, familias enteras había salido para aprovechar esa hermosa mañana, ahora estaba desierto. El sonido del balón resonaba con eco. No se oía a niños riendo, ni padres gritando, ni siquiera los patos del lago. Solo el viento, y su balón sobre el asfalto. Le embargó la sensación de ser el único ser viviente. Pero extrañamente no se sentía solo.

Para él era mucho peor cuando se encontraba rodeado de gente que no le comprendía y a quienes él no importaba un comino. Entonces sí se sentía solo.

Cuando empezó a oscurecer, decidió que iba siendo hora de volver a casa. Su madre estaría por llamar. Siempre llamaba los sábados para controlarle. Ella decía que era por que se preocupaba por él, pero si eso era cierto, pensaba él¿porque le había dejado irse a vivir solo¿Porque no había encontrado la manera de seguir juntos?

Antes de irse sacó el móvil de la bolsa. Si su madre le había llamado ya, le habría dejado un mensaje. En ese caso no habría prisa por llegar a casa, y podría pasar por la playa a ver la puesta de sol. Pero su madre no había llamado todavía, así que era mejor irse directo a casa.

Las luces de la calle empezaron a encenderse. La tarde estaba muy oscura y empezaba a tronar. Iba a caer un buen chaparrón, el aire golpeaba las copas de los arboles con fiereza, y era cortante sobre su piel humeda de sudor. Se abrochó la chaqueta y echó a andar.

Pero cuando ya salía del parque se topó con Hanamichi. No era la primera vez, y como las anteriores solo pasaría apor su lado sin decir nada, como si no estubiera, quizá así evitaría pelear con él.

E pelirrojo este estaba de espaldas a él, apoyado en la baranda del parque, empezó a resbalarse hasta quedarse sentado en el suelo. Al pasar por su lado, Rukawa vio que su rostro estaba mortalmente pálido. Un relámpago les iluminó, entonces Rukawa se dio cuenta que el pelirrojo hacía muy mala cara.

-¿Do'aho?- pero no obtuvo respuesta- ¿Sakuragi?- tampoco nada. Se agacho para quedar a la misma altura. Tenia el rostro sumamente pálido, Rukawa pensó que parecía más su propia piel que la siempre bronceada de Hanamichi. Los ojos cerrados, y la cara empapada de sudor frío. Lo zarandeó para intentar despertarle, pero solo obtuvo un leve gemido.

-¿Oye, me oyes?. ¡Sakuragi, responde joder!- Pero nada. Se asustó. Sacó el móvil y llamó a emergencias.

-¿Sí?., oiga, necesito una ambulancia, sí, en el parque central, sí, en la entrada sur. Varón,17 años, no se, está muy pálido, no contesta, creo que está inconsciente. No, no parece que tenga heridas. Sí, le conozco, se llama Hanamichi Sakuragui. Sí de acuerdo. No, no hay problema, entendido. Gracias.- El hospital no quedaba lejos, la ambulancia no tardaría mucho. Mientras llegaba, Rukawa rebuscó por los bolsillos de Hanamichi para ver si llevaba encima su documentación, y su móvil para poder avisar a su familia.

En su cartera encontró su documentación. Le entró curiosidad, y sacó las fotos que había dentro. Una de él de pequeño...

-Que mono eras Do'aho.- Dijo sin darse cuenta.

-¿Kitsune?

-Sí.- Suspiró aliviado, que el chico volviera en si era un buen síntoma.

-¿Oye que haces con mis cosas?

-Buscar tu documentación.

-¡Serás ladrón!.¿Para que quieres tu mi documentación?

-No es para mí imbécil, es para el papeleo del hospital.

-¿Hospital?. ¿Que hospital?. ¿Que papeleo?

-Llamé una ambulancia, no tardarán en llegar.

-¿Y se puede saber para que coño has llamado al hospital?

-¿Porque estabas desmayado en medio de la calle?- respondió él sarcásticamente, enfadado por la falta de agradecimiento que le demostraba su compañero de equipo.

-Mira nadie ha pedido tu ayuuu...- El pelirrojo que había intentado incorporarse cayó otra vez al suelo.

-¡Serás idiota!- Se acercó a él para ayudarlo a sentarse otra vez.

-...- Hanamichi inspiró fuerte. Se llevó las manos a la barriga, y cerró los ojos.

-¿Oye te encuentras bien?- Para que Hanamichi pusiera esa cara, debía dolerle mucho la barriga, porque de otro modo habría disimulado.

-Perfectamente, vete y déjame en paz.- Las palabras del pelirrojo le dolían. Pero en parte no esperaba menos. Llevaban un año así, desde el mismo instante que se conocieron.

-Me iré en cuanto llegue la ambulancia, estando despierto no será necesario que te acompañe.

-Vete al cuerno, zorro metomentodo, nadie ha pedido tu ayuda así qua haz un favor al mundo y no vuelvas a meterte donde no te llaman. Ahora vete al infierno y déjame solo de una vez.

-Mira ya están aquí.

-¡Perfecto, solo me faltaba eso!- respondió sarcástico Hanamichi, quien seguía en el suelo con las manos en la barriga y una mueca de dolor en su usualmente alegre cara.

La ambulancia aparcó enfrente de ellos, y bajaron dos chicos jóvenes.

-¿Usted llamó?- Le preguntó uno de ellos al moreno. Mientras el otro levantaba al pelirrojo.

-Sí.

-¡Oye quítame las manos de encima, yo puedo solo!- Gritó Hanamichi

-Oiga, si no se está quieto no puedo ayudarle.

-¿Quien le ha pedido su ayuda? Váyanse, no pienso subirme a la ambulancia. Me marcho a casa.

-Oye muchacho, tienes fiebre, y no parece que vayas a llegar muy lejos en tu estado¿porque no te vienes con nosotros? En el hospital te harán bajar la temperatura y podrás volver a casa, te lo prometo.

-Váyase al cuerno usted y sus promesas. ¡Como si los médicos cumplieran sus promesas!. ¡JA! Suéltame.- Y le dio un empujón.

-Oye Do'sho, debes ir con ellos, no estás bien.

-Mira zorro vete y metete tu compasión por dónde te quepa¿me has oído¡No te he pedido nada!. ¡No necesito la ayuda de nadie y menos tuya!. ¿Me entiendes?- Sakuragui había logrado mantenerse en pié agarrado a la baranda del parque. Pero era obio que le costaba manetnerse en pie. Los dos paramédicos observaban la escena un poco asombrados. Les habían dicho que iban a recoger a alguien que había perdido el conocimiento, no a un loco que no quería ni siquiera que le tocasen.

-Sakuragui súbete a la ambulancia.- Dijo ya cabreado Rukawa.

-¿Y encima quieres darme ordenes?. ¿Pero tu quien te crees que eres? Vas por la vida amargando la existencia de los demás, fanfarroneando de tu supuesto talento, sin socializar con nadie porque te crees superior, mirándonos a todos por encima del hombro cuando en realidad estas mas solo que la una. Nadie se acerca a ti porque tú les has apartado con tus frías miradas y tus palabras cortantes¿y ahora quieres hacer como si te preocupara lo que me pasa¡Anda ve, y cómprate un perro!

-¿Has acabado de parlotear?- Y no le dio tiempo ni a contestar. Tan pronto acabó de decirlo le lanzó un puñetazo directo la mejilla que lo tiró al suelo, y volvió a dejarlo inconsciente. -Ahora pueden llevárselo.

Los chicos, tras el asombro inicial, sacaron la camilla y lo subieron a la ambulancia.

-Oiga, debería acompañarnos. Por lo de los papeles y todo eso.

-¿Para que cuando se despierte me mate? No gracias.

-Oiga, usted le ha dejado KO', si le ocurre algo será responsabilidad suya, debería venir. Además puede que cuando despierte le apetezca ver un rostro conocido.

Al final Rukawa subió a la ambulancia. Por mucho que intentara negarlo estaba preocupado por él, y aunque el pelirrojo no quisiera la ayuda de nadie, ahora la necesitaba. ¿Pero porque ese rechazo a subirse a la ambulancia?. ¿Que tenía en contra de los hospitales y los médicos? Podía entender que se enfadara con él, pues al fin y al cabo por mucho que le pesara, el chico le odiaba. ¿Pero que tenía en contra de esos pobres paramédicos? Normalmente Hanamichi no era tan rudo con la gente, solo con él. Pensó tristemente.

Al llegar al hospital, se llevaron rápidamente a Hanamichi inconsciente en la camilla hacia la zona de urgencias para examinarlo. Kaede se quedó en recepción rellenando los impresos del alta. Cuando acabó con eso, se sentó a esperar. Estaba preocupado, el pelirrojo estaba enfermo y aunque él había hecho todo lo que había podido se sentía inútil e impotente. Además las hirientes palabras del pelirrojo le machacaron el alma. ¿Porque todo el mundo daba por sentado que su corazón era de piedra?. ¿Porque ése estúpido seguía creyendo que nada podía afectar-le?. ¿No era a caso él también un ser humano, un adolescente igual que todos los demás?

Vale, es verdad, él no había hecho mucho para cambiar esa imagen que la gente tenía de él. ¡Pero la mayoría de la gente pasaba el día enfrascada en conversaciones tan superficiales! Pensando sólo en banalidades, y estupideces. A él le incomodaban esas charlas; para él todas esa cosas no tenían sentido, sólo quería poder estar en silencio y hablar sólo cuando lo que se tuviera que decir fuera importante. Pero parecía que era el único que pensaba así en muchos kilómetros a la redonda, porque siempre se había sentido fuera de lugar cuando estaba rodeado de gente. Excepto en las canchas. Allí parecía que por una vez los chicos olvidaban todas esas estupideces y se concentraban. Era en ese lugar en el único que se sentía a gusto con los demás. Aunque quizás jamás lo demostró. Se había habituado al silencio, y ni siquiera en la cancha le salía hablar por hablar. ¿Total para que si tampoco nadie le habría escuchado?

Cuando conoció al pelirrojo, pensó que él era el sumum de la estupidez. Con todo ese griterío, y palabrería inútil. ¡Y encima le llamaba fanfarrón a él! Aunque el chico hablaba mucho, demasiado, se le tenía que reconocer que era sincero. Eso ya era mucho en comparación con los demás. Además de muy inocentón. ¡A veces era peor que un niño de 10 años! Eso le sacaba de quicio, pero era divertido hacerle enfadar.

Al principio pensó que era solo otro saco de músculo sin cerebro. Bueno, la verdad tras un año de conocerlo seguía pensando que tenía el cerebro un poco pequeño, o a lo mínimo lo mantenía sin uso. Pero no era tan idiota como le creía al principio. Rukawa era de los que más se habían sorprendido con los rápidos avances de ese jugador. Realmente era Talentoso el muy idiota.

Una vibración en su bolsa le hizo despertar de su ensoñación. ¡Su madre! Se había olvidado de ella por completo. ¿Pero que mas daba? Total en realidad sabía que esa mujer sólo le llamaba por obligación. Si hubiera querido hablar con él para saber cómo había pasado la semana no le hubiera enviado un mensaje la móvil, le hubiera llamado directamente. ¿No? Además el mensaje era idéntico al de otras veces. Estaba casi seguro que lo tenía grabado y ni siquiera se tomaba la molestia de escribirlo de nuevo cada semana.

¿Pero que más daba? Era el chico de hielo¿no? su corazón de piedra no se podía sentir herido por que su madre no le quisiera¿no es cierto? El dolor agudo y punzante en el pecho, la sensación de ahogo, y la escozor en los ojos eran solo imaginaciones suyas. Nada podía afectarle, y mucho menos el sentirse solo y sin ningún tipo de afecto¿no era eso lo que todos esperaban¿Que mas daba si encima era distinto a los demás y por eso era excluido de todo¿Que mas daba si la persona a quien amaba le odiaba¡Pero que digo! si un chico como él no podía amar¿verdad?

Unos minutos mas tarde, una enfermera le dijo que Hanamichi acababa de ser entrado a quirófano. Tenía un agudo ataque de apendicitis, y le estaban operando. Le pidieron que localizara a su familia. Así que volvió a sacar la cartera de Hanamichi de su bolsillo y el celular. Las fotografías le volvieron a caer de la cartera:

Hanamichi de pequeño (realmente era muy mono), él con un hombre que supuso era su padre (su parecido era asombroso), él y su gundam (con lo mal que le caían esos muchachos!), una del equipo (ésa la recordaba, era del primer partido que ganaron, la había tomado la niñata esa hermana del gorila).

Cuando fue a guardarlas vio que había mas cosas en ese billetero de piel marrón desgastado y hecho trizas del pelirrojo; la esquela de su padre -hacía tan solo un año que había muerto-, y un par de pegatinas que le dejaron boquiabierto: Un pequeño mono con un balón en las manos y un pequeño zorro abrazado a un balón. Un par de yenes y poca cosa más.

Abrió el móvil, pero en la agenda había muy pocos números. Los de los jugadores del equipo, Ayako y el entrenador, y cuatro más que supuso eran los de sus amigos del gundam. ¿Ahora que debía hacer? No parecía tener parientes cercanos, su padre había muerto y de su madre ni rastro.

Al final decidió no llamar a nadie. Total cuando el pelirrojo saliera del quirófano sería ya muy tarde, mejor sería llamar al entrenador por la mañana. De momento intentaría que le dieran a Hanamichi una habitación con un sofá cama. Para poder quedarse. No quería dejarlo solo. La enfermera, muy impresionada por la belleza de ése joven no tardó mucho en ofrecerle a Rukawa una habitación de dos camas. Le dijo que si lo prefería podría esperar a que Hanamichi saliera del quirófano allí. Que seguro estaría más cómodo que en la sala de espera.

Así que Rukawa tras una ducha rápida, se acomodó en una de las dos camas. Un par de horas más tarde subían a Hanamichi a la habitación. La operación había ido bien, pero el doctor le dijo que de haber esperado una hora más el apéndice le habría estallado. Ahora ya estaba bien, aún sedado, pero por la mañana iría despertando con normalidad.

Debían ser las cinco cuando Kaede despertó por los gemidos de Hanamichi.

-¿Porqué? ... ¿porque siempre te entrometes? ... vete ... por favor ...- gemía entre sueños Hanamichi- ¿porque me haces esto? ... ¿porque? ... nunca podré ser como tu ... jamás te alcanzaré ... ¿porque no te vas? ... ¿porque no puedo irme? ...

Rukawa se levantó y le puso la mano en la frente. Ya casi no tenía fiebre. Intentó calmarlo acariciándole el rostro.

-¿Quien te tiene así de angustiado?. ¿Quien logró ejercer semejante poder sobre ti que hasta en sueños te domina?- Poco a poco el pelirrojo se calmó. Dejó de murmurar, y volvió a dormirse plácidamente. Pero Rukawa se quedó allí a su lado toda la noche. Con todos esos tubos entrando en su cuerpo, su tez pálida, y perlada de sudor frío, Hanamichi se veía hermoso pero frágil. Rukawa se encontró llorando en silencio observando como la persona que más amaba aún estando allí a su lado era cada vez más lejos, más inalcanzable. Hasta que el cansancio le venció.


Grissina:

Porque cuando te encuentras a alguien enfermo en medio de la calle, y solo eres un estudiante de instituto lo único que puedes hacer es pedir ayuda.