Advertencia: Lemon. Si no les gusta pueden saltárselo, yo les aviso de qundo empieza y cuando acaba. ;P


HISTORIAS CRUZADAS

+KAEDE+

El año 1998 ingresé en Shohoku.

Los estudios no eran mi fuerte, pero tenía la firme convicción que podía hacer llegar el equipo de baloncesto a la cima tan pronto como ingresara en él, y con eso conseguir una beca para la universidad. La verdad es que al empezar la temporada me di cuenta que quizá hacer llegar el equipo a la cima nacional no sería tan fácil.

El equipo estaba formado por bastantes novatos de primero como yo, pero no que decir que sin casi ninguna habilidad aparente, aunque el tiempo demostró que la paciencia era su mejor arma. Los de segundo eran un poco más espectaculares, el base Riota Miyagi era rápido, pero era un pendenciero, como el de tercero Hissashi Mitsui, que había sido mejor jugador en la secundaria pero llevaba fuera de las pistas un par de años. Ambos eran luchadores, pero no se incorporaron al equipo hasta un mes más tarde de mi incorporación. El sub capitán, Kiminobu Kogure, era un chico muy cerebral, muy pacifista, y la verdad perecía falto de eso necesario para ganar, luego se demostró que solo lo aparentaba. El capitán era ambicioso, e iba a por todas, pero no nos caíamos muy bien. Pero el que yo consideraba una lacra de verdad era el idiota número uno, Hanamichi Sakuragi.

Ese sí era el rey de los pendencieros, era el rey de los suspensos, era el rey de los idiotas, era el rey de los rechazos, era el rey de los insoportables, pero lo peor de todo es que no había tocado un balón en su vida. La primera vez que nos vimos ya nos pelamos, y desde entonces nuestra relación se ha basado en los golpes y los insultos, así como en una rivalidad mortal.

Mi ambición era llegar a ser el mejor jugador del mundo. Para ello antes de terminar el primer curso pedí permiso a mi entrenador para viajar a estados unidos, la meca del baloncesto. Él me dijo algo muy importante, que antes de ser el mejor jugador del mundo hay que ser el mejor jugador de Japón. Así que mes quedé, e hice todo lo que pude para conseguirlo.

En el 2000 cuando empezamos tercero fui nombrado sub-capitan del equipo, y si dos años antes alguien me hubiera dicho que el capitán sería Hanamichi Sakuragi habría logrado hacerme reír de verdad. La verdad es que dos años atrás si alguien hubiera tan siquiera insinuado todo lo que ese pelirrojo había conseguido le habría tomado por loco. Nuestra relación había evolucionado poco. A principios de segundo las peleas cesaron un poco, sobretodo dentro de la pista, eso nos permitió convertirnos en el dúo Dorado de Shohoku. Yo mismo me sorprendía a veces de la facilidad que teníamos para realizar jugadas imposibles. Pero es que practicábamos mucho juntos supongo.

Desde que dejamos de pegarnos tanto, habíamos hecho una especie de pacto silencioso, y cada sábado por la tarde nos reuníamos en la cancha del parque. Practicábamos juntos hasta el anochecer. Nadie lo sabía. Por ese parque no pasea mucha gente, y menos que vayan a nuestro instituto. Además todos seguían pensando que nos odiábamos mutuamente así que quien iba a imaginar que pudiéramos pasar todos los sábados juntos? Habíamos empezado jugando en una cancha más cercana al instituto, pero nos descubrieron esas escandalosas animadoras con sus pompones rosas y sus minifaldas horteras. Tuvimos que huir por patas de ellas. Ahora pasado un año, yo esperaba con deleite toda la semana por pasar esas pocas horas con él a solas. Aunque fuera tan solo por jugar.

Cundo el otoño empezó a refrescar, una tarde mientras jugaba esperando al pelirrojo, vi llegar a una chica. No sabía si iba a nuestro instituto, pero es que hacía bastante tiempo que no me fijaba en ninguna chica. Iba con una cámara fotográfica, estaba sacando fotografías del parque. Luego se sentó, y sacó una libreta. Cuando llegó Hanamichi se lo comenté, pero él me dijo:

-¿Te ha dicho nada?. ¿Se ha acercado a molestar?

-No- dije yo

-¡Pues deja de ser tan paranoico y juega!- y me lanzó el balón.

Cuando nosotros paramos ella ya no estaba.

El sábado siguiente ella volvía a estar sentada allí. No la vi llegar, tampoco la vi marcharse. Tenía algo más importante que observarle a ella, observarle a él.

Dos días más tarde, cuando fui a comprar fruta a la verdulería del señor Masato, me sorprendió no encontrarle. En la caja había una chica. Le di mi bolsa para que me cobrara y le pregunté:

-¿Y el señor Masato?

-El abuelo está enfermo.-contestó ella. Parecía sorprendida de que conociera a su abuelo, pero más sorprendido estaba yo de saber que el señor Masato tenía una nieta. Luego ella añadió- ¿Quieres algo más? Hay uvas frescas si te apetecen, están de oferta.- me señaló la caja de uvas a su derecha. Y pensé que realmente ese era la clase de comentarios que el señor Masato solía hacer.

-Sí que eres su nieta.- le dije mientras le daba el importe justo que me había dicho momentos antes. Ella no contestó pero justo antes que saliera me gritó:

-¡Suerte el sábado!

Me giré no sabía a qué se refería.

-¿No jugáis contra el Shoyo éste sábado?- preguntó.

-Sí- contesté pasado un rato. ¿Como lo sabía?. ¿Me conocía entonces esa chiquilla?

-También voy a Shohoku, empecé primero este otoño- me aclaró, delante la cara de no entender que supongo que puse.

-Ah, pues gracias- dije. Y salí de la tienda pensando que me acababa de ocurrir una escena algo surrealista. Esa chiquilla parecía muy agradable, como mínimo sabía hablar sin tartamudear.

Ese sábado, no podía ir al parque, había partido de la fase de selección para el nacional. No tenía muchas ganas de jugar, hubiera preferido ir al parque. No jugamos al cien por cien, no hizo falta para ganar. Ni en ese ni en los siguientes partidos contra el Takesato y el Miuradai.

Los sábados que no teníamos partido nos seguíamos encontrando en el parque. Siempre con esa chiquilla allí sentada con su libreta. Llegaba, nos observaba y se marchaba.

A finales de diciembre el señor Masato volvió a coger la gripe, y entonces reconocí a la chica del parque. ¡Era su nieta! Otra vez atendía ella la tienda.

-Os vi en los últimos partidos- me dijo mientras pesaba la fruta.

-¿Sí?- pregunté por cortesía pero no sabía muy bien si me agradaba esa familiaridad.

-Si pero no merecían ganarlos.

-¿Qué?- exclamé completamente sorprendo por el desparpajo de esa cría. ¡Pero como se atrevía a decirme eso a mi, si le sacaba dos años!

-Tanto los del Takesato, el Miuradai como los del Shoyo pusieron muchas más ganas en ganar, que vosotros. Ellos se esforzaron mucho, y vosotros no os lo tomasteis muy en serio, sobretodo tú y el capitán- siguió diciendo ella.

-¿Como te atreves?- le dije, entre sorprendido y enfadado. Ella se sonrojó y se apartó. Creó que se dio cuanta que había ido muy lejos y quizá temiera que le golpeara.

-Lo siento- susurró. Pero luego añadió- solo pensé que te gustaría saber la verdad. – Me fui pensando en que a esa chiquilla deberían ponerla en su sitio alguna vez, o eso le llevaría problemas.

El sábado por la tarde Skuragi llegaba tarde. La chiquilla no había acudido tampoco, suponía que espantada de mi posible reacción. Mejor así podría estar realmente a solas con el Do'aho. Pero luego les vi. Estaban hablando, él se despidió, y antes que él llegara hasta mi, ella le susurró algo al oído y él se sonrojo. Luego él caminó hasta mi, y ella se marchó corriendo.

-Te retrasaste.- le dije fríamente.

-No fue mi culpa, me entretuvieron por el camino- dijo el tranquilamente mientras se ajustaba los cordones de las bambas.

-¿Con quien hablabas?. ¿Una nueva fan?- le dije medio dolido, medio celoso.

-No sé si es una fan, pero no es mía- y añadió- como siempre.

-¿Qué?- dije yo sorprendido por el comentario.

-Venía a pedirte disculpas y yo le dije que ya lo haría por ella. Esa pobre muchacha seguramente no merecía el desplante que le habrías hecho.

-¿Disculpas dices?- no entendía.

-Sí dice que te ofendiste por algo que te dijo. Me gustaría saber como lo hizo para cabrearte. Me simpatiza esa muchacha. ¿Sabes qué? Creo que es la misma que viene cada sábado a vernos, así haga frío o llueva.- añadió él.

-Se llama Abigail- dije en un susurro.

-¿Así que es cierto que la conoces?

-No, en realidad no.- Dije mirando por donde ella se había ido. –¿Por que te sonrojaste Do'aho?- pregunté un poco dolido por eso- ¿Es que todavía no has aprendido a hablar con chicas sin hacerlo?- ¡Lo sé! Pero es que estaba enfadado, y celoso.

-Eres un Baka Kitsune. Iba a decirte lo que me dijo, pero ahora si te interesa tendrás que suplicar por ello.

Yo ni harto de vino le suplicaría nada a ese pelirrojo. Así que me quedé con las ganas de saber que puñetas le había dicho esa chica a mi pelirrojo. Llevaba ya dos años poniendo ese posesivo delante de su nombre cada vez que pensaba en él. Sobretodo si había alguna chica de por medio.

La semana siguiente, en la verdulería Abigail seguía en el mostrador. Estaba enfrascada leyendo no sé que y ni siquiera me oyó entrar.

-¿Me cobras?- le dije para llamar su atención.

-Yo, sí, lo siento.- dijo un poco avergonzada por no haberme visto.- Lo siento siempre me pasa lo mismo cuando leo el libro de historia.- empezó a hablar mientras pesaba mi compra. -Oye, siento lo que dije el otro día- me dijo sin levantar la vista de las verduras- fui un poco...

-Sincera- le puntualicé. Entonces levantó la cabeza, sorprendida.- Lo siento no debí gritarte.- Añadí haciendo un poco de reverencia con la cabeza en señal de disculpa.

-No, no debiste.- ¡Ya lo había vuelto a hacer!

-¿Qué?- dije otra vez sorprendido por sus salidas repentinas.

-Nada, lo siento. Se me escapó.

-Tienes un problema de incontinencia verbal, sabes- le dije un poco molesto por eso.

-Lo sé Por eso intento no hablar mucho. Pero no siempre lo consigo.- dijo bajando la cabeza otra vez.

-Anda cóbrame que tengo prisa- le apuré. Quería irme de allí. Esa chica me ponía nervioso. Antes de irme añadí.

-Dile a tu abuelo que se mejore.

No volví a verla hasta unas semanas más tarde al finalizar el último examen del primer trimestre. Me dirigía al gimnasio cuando vi un grupo de tres chicos de su edad que la acorralaban. Empezaron a increparle y gritarle que era una empollona inaguantable. La tenían acorralada contra el muro de la calle. Cuando quise llegar para ayudarla, ella ya había usado la mochila para apartarlos, la había lanzado al otro lado del muro, y con mucha agilidad había empujado uno de los muchachos aprovechando el impulso para llegar a la cima del muro. Saltó al otro lado, y desapareció de mi vista. Nos dejó a todos muy sorprendidos. Esa chica era realmente fascinante.

-¡Ven aquí mal nacida!- gritó él. Entonces me acerqué.

-¿Se puede saber qué hacíais?

Ellos se asustaron, supongo que es normal, les sacaba dos palmos a todos ellos.

Aun así el que parecía el cabecilla se hizo el valiente.

-Mirad, si es Rukawa. ¿Qué ocurre superestrella, no puedes dejar ni una chica en el instituto para los demás?- me dijo en tono burlón.

Ese comentario me encendió los ánimos. ¿Desde cuando los chavales de primero eran tan desvergonzados? Les propiné un par de golpes a cada uno y antes de irme, les dije:

-Como vuelva a veros metiendoos con ella, corred antes que os coja.

Pero el fin de semana estaba llegando al parque cuando oí un grito.

-¡Dejadme en paz!- gritaba una chica.

Unos metros delante de mi esos tres chicos y una chica tenían a Abigail acorralada otra vez. Ella estaba en el centro del corro murmurando no sé qué con los ojos cerrados.

Solo con acercarme, ellos me reconocieron y echaron a correr, lo que evitó una segunda pelea. Ella seguía temblando.

Le puse una mano en el hombro para que abriera los ojos, ella instintivamente la cacheteó evitando el contacto gritando:

-¡No me toques!- y demasiado rápido para poder evitarlo, se giró y me propinó una patada en el estómago. Se paró y sus manos volaron directo a su boca tapando un grito de sorpresa.

-¡Ay mi madre!. ¡Lo siento mucho Rukawa! – dijo acercándose a mi que seguía con una mano en el estómago.

-Pegas fuerte- dije en cuando pude volver a hablar.

-Lo siento de verdad, creí que eras uno de ellos, no te oí llegar.- Estaba muy nerviosa.

-¿Se puede saber qué tienen contra ti esos críos? Ya es la segunda vez que los pesco acorralándote.- le dije mirándole directo a los ojos. Había algo en ella, que me hacía bailar la cabeza.

-Yo, no lo sé- dijo mientras unas lágrimas traicioneras empezaban a resbalar por sus mejillas. Entonces un fuerte impulso de protegerla salió de mi, y la rodeé con mis brazos. Ella se recostó en mi pecho llorando desconsoladamente, y yo intenté calmarla acariciándole la cabeza.

-Tienes un hermoso cabello, deberías dejártelo suelto.- Le dije sin siquiera pensarlo, y le quité el pasador que lo mantenía recogido en un moño. Le acaricié la larga melena, era suave, y agradablemente familiar. –Ves así mejor.- le dije suavemente intentando que dejara de llorar.

Entonces se apartó un poco avergonzada por la escena. Y le tendí un pañuelo para que se secara las lágrimas. Ella se sacó las gafas para secarse los ojos con mi pañuelo. Luego me dijo mientras levantaba la cabeza para mirarme directo a los ojos:

-Te he ensuciado la camiseta- y sonrió.

Me quedé estático. ¡No podía creer lo que estaba viendo! Un poco asustado me separé de ella y le pregunté:

-¿Quien eres?- estoy seguro que estaba muy pálido. Pero tenía la sensación de estar viendo un fantasma.

-¿Qué?- preguntó un poco confusa poniéndose las gafas de nuevo.

-¿Quien eres?- repetí fríamente. No podía creer lo que acababa de ver. Mi corazón palpitaba rápidamente, y un nudo en el estómago me dificultaba la respiración

-Abigail, Abigail Masato, la nieta del señor Masato, el de la verdulería- contestó ella muy confusa. Ella quizá no sabía nada, pero su abuelo sí.

-Ven- La tomé del brazo y la arrastré literalmente a fuera del parque. Me olvidé por completo que era sábado y que Hanamichi me esperaba. Ella en esos momentos era mucho más importante que nada en este mundo.

-¿Rukawa, qué pasa?- me preguntó asustada al cabo de un rato.

-Tu abuelo tiene mucho que contarnos.- Dije sin tan siquiera mirármela, no podía. Tenía miedo de que la visión se repitiera, o quizá que no se repitiera.

Cuando llegamos su casa, la obligué dejarme entrar. Tenía que hablar con ese hombre ya tuviera que pegarla a ella para ello.

-Pero está enfermo. No podemos entrar. Necesita descansar.- se quejó ella.

-Pues yo necesito saber qué ocurre.

-Eso quisiera saber yo- me dijo. Volvió a salirle ese brote de genio que ya me había demostrado antes. Se cuadró en la puerta impidiéndome avanzar hacía el pasadizo.- Siéntate y cuéntame qué ha ocurrido, o vete. -Me amenazó.

Decidí sentarme en el sofá. Después de todo quizá ella sí supiera algo.

-¿Por qué me preguntaste quien era, si ya lo sabías?

-Porque te pareces demasiado a alguien que conocí. – tanteé.

-¿Y qué tiene de extraño eso?. ¡Mucha gente se parece! Además no lo has notado hasta...- ella seguía sin entender.

-Hasta que te quitaste las gafas y te soltaste el pelo.- recordé esa imagen. ¡Oh dios era ella! Sólo en pensarlo mi estómago daba un vuelco.

-Bueno, pues yo no soy la chica que conociste. Así que no es necesario molestar al abuelo.

Entonces vi aparecer el señor Masato por la puerta y me levanté:

-Señor Masato.- Él nos había oído hablar y se había levantado de la cama.

-¿Abuelo qué haces levantado?- Le riñó la chica.

-Siéntate Abigail, tenemos que hablar.- Ella intentó replicar pero él no la dejó.- Tú también muchacho.

-¿Qué ocurre?- preguntó Abigail.

Los nervios me estaban comiendo por dentro.

-Bien, llevo tres meses esperando que esto ocurra– dijo sentándose a nuestro lado -Abigail déjame terminar antes de hablar, que nos conocemos jovencita.- Le advirtió antes de continuar- Hace ya más de cincuenta años me casé con tu abuela Naoko. Pero ése fue un casamiento arreglado, como era costumbre en ésa época. Ninguno de los dos nos casamos enamorados. En realidad yo estaba enamorado de otra mujer. Pero ella debía casarse a su vez con otro hombre. Lo que ése otro hombre no supo nunca es que su querida hija, no era suya, sino mía. No me enorgullezco de ello, pero tampoco me arrepiento. Ésa hija ilegítima era Minako, tu madre Kaede.

-¿Así que somos primos?- preguntó ella muy sorprendida. Yo ni siquiera podía gesticular palabra, pero intuía que la respuesta a mi pregunta no era esa.

-¡Abigail!- la riñó por la intromisión.

-Lo siento- dijo, y se mordió los labios.

-Veinticinco años más tarde esa mujer tuvo a su primogénito. Tú Kaede. Pero tras eso, su esposo tuvo un trágica enfermedad que le dejó estéril– continuó el hombre, mirándome.

-Pero mamá tuvo...- entonces callé, mis ojos se agrandaron. ¡No podía ser verdad! Sentí mi corazón empezar a correr de una manera muy alocada en mi pecho, mi respiración también se aceleró mientras mi mirada bailaba de Abigail a su abuelo, que suavemente hacía que sí con la cabeza confirmando lo que acababa de entender. Abigail por su parte parecía no que entendía lo que ocurría. Y también miró al abuelo, que estaba visiblemente emocionado. Yo no podía dejar de mirarla. Unas lágrimas cálidas salieron de mis ojos sin poder evitarlo, y ella agrandó mucho los ojos al verlo.

-¿Pero por qué no me lo dijo?- logré preguntar sin ahogarme apretando los puños para contener el llanto.

-Porque no podía. Prometí no rebelarlo nunca. Pero ahora ya no queda nadie, ni mi esposa ni ninguno de mis hijos. Ni siquiera tu abuela Sakura muchacho. Sólo vosotros, mis nietos. No había motivos para mantener a dos hermanos alejados, pero no sabía como decíroslo.

-¡Ei ei ei! -Intervino de repente Abigail.- Rebobina y congela. ¿Abuelo has dicho hermanos?. ¿No dijiste que éramos primos?- parecía que no alcanzaba a comprender.

-Mi madre tuvo un bebé cuando yo tenía tres años Abigail.- Le dije sin apartar mis ojos de ella, luego una idea me golpeó y giré mi cabeza hacia el abuelo -Pero yo creía que había muerto.

-¿Qué?- gritó ella- ¿Estáis insinuando que yo era ése bebé? Eso no es posible, pero abuelo, si todo el mundo decía que era una copia de mi padre!- parecía como asustada que eso fuera verdad.

-¿Pero es que tu padre era hermano de mi, nuestra, madre, recuerdas?- le dije sin saber muy bien como referirme a mamá ahora.

-¡Oh vamos! Si esto es una broma abuelo no tiene gracia.- Ese comentario me encendió la sangre y le grite:

-¿Y crees que tiene ninguna gracia haber pasado media vida pensando que estaba sólo en éste mundo, cuando en realidad a tres calles de mi casa vivía mi hermana pequeña!- Otro par de lágrimas salieron de mis ojos.

-¿Abuelo, me estás diciendo que toda mi vida es un burda farsa?- dijo empezando a llorar también.

-No mi pequeña. Nada de farsas. Cuando Minako te tuvo, siendo su marido estéril la familia de él querían echarla. Pero él estaba muy enamorado de mi hija. Así que les convenció para que ella pudiera quedarse, si te daban en adopción. Por otro lado la esposa de mi hijo no podía tener hijos, así que ellos se quedaron contigo. Claro que sólo yo, Minako y Sakura sabíamos la verdad. Nadie supo nunca que tu Abigail eras ése bebé. Incluso se te hizo un entierro, para taparlo todo. Te crió mi hijo Abigail, tu tío, pero te juro que tus padres te amaban como si fueras suya.

-¿Por qué esperó tanto en decírnoslo. ¿Porqué no lo hizo después del accidente?- pregunté. ¿Por qué ese hombre que me veía cada semana no me había dicho nunca nada. ¿Por qué?

-Porque entonces Sakura, vuestra abuela, y Naoko, mi esposa todavía estaban vivas. Naoko no sabía nada de todo eso, y estaba enferma, no podía decírselo entonces. Y creí que tú estarías bien, pues vivirías con Sakura.

-Pero la abuela murió, unos años más tarde. Y me quedé solo.- dije tristemente recordando el día en que ella me dejó completamente solo en este mundo.

-Pero Sakura se encargó que nada te faltara, y me prohibió contarte nada. El competente bufete de abogados de la Familia Rukawa, se hizo con tu tutela, y a mi me prohibieron acercarme a ti. Creo que esos hombres debían decirte todo esto al cumplir la mayoría de edad, pero en cuanto supe que Abigail iba a ir al mismo instituto, estaba seguro que tarde o temprano te darías cuenta.

-¿Cuenta de qué?- preguntó ella otra vez sin entender nada. Me hizo pensar en cierto muchacho cabezota que siempre tarda en comprender lo que le digo.

-De que eres la viva imagen de Minako, Abigail. –dijo el abuelo acariciando su pelo todavía suelto.

-Pero ella no usaba gafas y jamás se recogía el pelo- recordé yo. Por eso no la había reconocido hasta ahora. ¡Ella había muerto hacía ya tanto tiempo!

Esa noche cené por primera vez en esa casa, como la familia que éramos. Pasamos toda la velada hablando. El abuelo relató la historia de mis padres que murieron en un accidente de avión, el mismo que el señor y la señora Misato. Mis padres eran los dueños de un importante bufete y los Misato trabajaban en él. Iban a una reunión los cuatro cuando el avión estalló. Dejando dos hermanos huérfanos, que no se conocían, aunque vivían a tres calles de distancia. Después de la cena, obligamos al abuelo a volver a la cama, pero Abigail y yo no podíamos dormir. Y pasamos la noche en vela hablando de cómo habían sido nuestras vidas hasta entonces. Por la mañana la invité a pasar el día conmigo. ¡Había tantas cosas que quería saber de ella! Fuimos a mi casa para que pudiera cambiarme de ropa. Yo estaba en mi habitación, la había dejado en la sala cuando oí un grito que me asustó:

-¡Kaede!- gritó. Salí corriendo para ver que ocurría, pero no presté atención en que estaba a medio cambiarme y salí en calzoncillos, con los tejanos que iba a ponerme en la mano y sin camiseta.

-¿Qué ocurre, Abigail, estás bien?- dije bajando las escaleras a toda prisa.

Ella se giró con la foto en la mano, pero al verme casi desnudo, se sonrojó.

-Yo, solo, que...- empezó a tartamudear, y se giró de espaldas. Entonces me di cuenta de mi desnudez y me puse los pantalones. Ella preguntó –¿son Minako y Sakura, verdad?

-Sí son mamá y la abuela. ¿Por qué?- ¿Como lo sabía ella?

-Porque yo les conocía.- dijo con los ojos otra vez empañados en lágrimas.

-¿Cómo?- pregunté muy sorprendido.

-Cada año por mi cumpleaños, en algún momento del día siempre me las encontraba por alguna parte. Me preguntaban como estaba, me decían lo hermosa que era, y siempre acababan llorando, y antes de irse precipitadamente, me daban algún regalo. Mi primer plumier me lo regalaron ellas. Una vez le pregunté al abuelo quienes eran, y él me dijo que eran mi hada madrina, y su madre. Como era pequeña, yo les creí. ¿Oh dios mío, Kaede, te das cuenta?. ¡Ella me quería!

-Claro que te quería boba- le dije abrazándola por enésima vez des de la tarde anterior. Se sentía tan bien tenerla así.

La llevé al cementerio a ver sus tumbas. Al lado de la de mamá, había la pequeña tumba de mi hermana:…"Rika Rukawa pequeña alma, amada allá dónde estés".

-¿Ésta soy yo? Que epitafio más extraño.- dijo ella.

-Lo eligió mamá. Nunca lo entendí muy bien. Eso de estés dónde estés... Pero ahora...

-Ella sabía que yo seguía viva.- Pasé el brazo por sus hombros y la acerqué a mi cuerpo. -Estás echando a perder tu fama de hombre de hielo, con tantos arrumacos. ¿Lo sabes verdad?- me dijo mientras salíamos del cementerio.

-Si te incomoda..., -dije soltándola, quizá le incomodaba que fuera cariñosos con ella, después de todo hacía dos días no nos conocíamos. Pero por alguna extraña razón tenía la necesidad de demostrarle que me importaba, necesitaba expresar mi amor, y tenerla entre mis brazos me hacía sentir bien.

-¡NO, -dijo lanzándose a mi cuello.- Hacía mucho que no me mimaban tanto. Me encanta.- Volví a rodearla con mis brazos y la levanté del suelo. Ella se echó a reír. Tenía una hermosa risa.

Hacía mucho tiempo que no hablaba tanto con nadie. En el instituto no había hecho amigos. Con Abigail teníamos mucho en común, y aunque ella era mucho más habladora que yo, me era muy fácil hablar con ella.

-No entiendo porque siempre estás sólo en el instituto– me dijo mientras nos sentábamos en la arena de la playa.

-La gente tiene problemas con mi carácter- respondí mirando el horizonte. No me agradaba recordar que estaba muy solo. Demasiado solo.

-¿Kaede puedo preguntarte una cosa?

-Acabas de hacerlo

-Pues otra– dijo sin perder su sonrisa risueña. Eso me encantaba -¿Te gusta alguien?

-¿Qué?- exclamé. No estaba para una pregunta como esa.

-Como siempre vas rodeado de tatas chicas, pensé que quizá alguna de ellas te hubiera robado el corazón.

"¡Sí ya!" pensé yo "¡como lo piensan todos!".

-Esas chicas ni siquiera me conocen,- dije con fastidio.- Solo ven mi físico, y me halaga, pero no busco eso. Y sí, estoy enamorado. Pero de alguien de quien no debería.- dije pensando en Hanamichi. Una punzada en el pecho me dejó sin respiración.

-¿Se lo has dicho?- ¿Qué?. ¿Estaba loca o qué?. ¿Cómo iba a decirle al chico que más me odiaba que a mi él me gustaba?

-No. Y no pienso hacerlo.- dije muy convencido de ello, pensando en lo mucho que me gustaría poder hacerlo. Pasado un rato le pregunté- ¿Y tú, estás enamorada de alguien, Abigail?

-Creo que si. Pero tengo miedo de decírselo.

-¿Por qué?- Porqué debería tener miedo, si ella era encantadora.

-Por que tengo miedo que me diga que me ama.- dijo sonrojándose.

-¿Pero no seas boba, si crees que también le gustas, por qué no decírselo?

¿Cómo no le dices a alguien que te gusta porque sabes que puede decir que si?.¡Ojalá yo tuviera ése dilema!

-Porque la sociedad no acepta ése tipo de amor. También estoy enamorada de alguien de quien no debería.- dijo tristemente mirando al mar. Entonces la volví a abrazar, y le susurré.

-Si te ama, olvida lo que la sociedad pueda decir. Yo te apoyo, y seguro que el abuelo también lo hará. Se feliz, tú que puedes. ¿Como se llama?

-Madeleine, Madeleine de la Creux.- dijo en un susurro. No me sorprendió que fuera el nombre de una chica. Quizá eso explicaba algunas cosas.

-Cuéntame como la conociste.- le pregunté en un susurro.

-Mamá era francesa, la lo sabes, y todavía ahora, cada verano viajo a Francia con mis abuelos. Ellos viven en un pueblo de las afueras de parís. En él, vive Madeleine. Nos conocemos desde siempre. Siempre ha sido mi mejor amiga. Ella es alegre, divertida, y muy inteligente. Siempre anda cantando, y cuando sonríe se le marcan los hoyuelos. Pero no está nada gorda, no puede, porque hace gimnasia. Se mueve de una manera tan grácil, y tiene mucho equilibrio. Es la mejor en la barra. Tendrías que verla, cuando entrena pone tanta dedicación, y sus movimientos son tan perfectos. A veces me recuerdas a ella.- sus ojos brillaban cuando hablaba de ella.

-¿Por eso nos espías al Do'aho y a mi cada sábado?

-No os espiaba, sólo os dibujaba. –se defendió- Necesito practicar los dibujos en movimiento, pero cada vez que intenté pintarla a ella, me quedaba mirándola, y cuando acababa el ejercicio el papel todavía estaba en blanco.- dijo sonrojándose otra vez. Si yo tuviera que dibujar al Do'aho me pasaría igual.

-Sí que te gusta.- comenté.- ¿Como sabes que tu también le gustas?- Eso me tenía intrigado. ¿Como sabes que les gustas a alguien si no te lo dice?

-Porque el día antes de marcharme el verano pasado, me besó.

-¿En los labios?- pregunté sonriendo por debajo la nariz ante su turbación.

-Sí, pero luego echó a correr.

-Le daría miedo que la rechazaras. –Le dije intentando animarla.- Debes decirle que te gusta, no puedes dejarla sufriendo de ese modo. Sabes, te envidio.

-¿Por qué?

-Por que a ti te ha besado la persona que te gusta. A mi a lo mucho me da una paliza.

-¿No os lleváis bien?

¿Llevarnos bien!

-Ni por asomo. Desde el primer día que me vio que no puede verme. Está enamorado de una de esas chicas escandalosas de los pompones, como si a mi me interesara esa histérica.

Seguí contándole mi historia. Como nos convertimos en los novatos del año cuando hacíamos primero, como en segundo ganamos el campeonato nacional, y luego en tercero fuimos nombrados capitán y sub-capitán. Como con el tiempo, no mucho la verdad, al irle conociendo me empezó a gustar, y como ahora estaba completamente enamorado de él. Pero des del principio que Sakuragi babeaba por esa chica y eso me rompía por dentro. Hablamos y hablamos hasta que empezó a oscurecer. Entonces la acompañé de vuelta a casa, la dejé en la entrada y después de besarla en la frente me marché para mi casa.

La mañana decidí ir a buscarla, como siempre iba medio muerto de sueño en mi bicicleta. Ella cogió la suya, y marchamos juntos hacia el instituto.

-Abigail, todavía no me has dicho porque te perseguían esos energúmenos el viernes y el sábado.

-No lo sé. Pero ahora que lo mencionas. El sábado me comentaron que iban a escampar el rumor que tu y yo éramos pareja, para que las de los pompones me lincharan.

-Si ese rumor sirve para que dejen de acosarme les daré las gracias a esos de primero. Pero si te molesta...

-¿Cómo va a molestarme? La única persona que no quisiera que se lo creyera vive demasiado lejos de aquí.

-¿En ese caso, te molesta si no lo desmiento?

-Sabes, quizá te ayude a mejorar tu relación con Sakuragi. Si cree que te interesas por mi, dejará de acosarte por esa estúpida de Akagi.

-Quizá. Pero me gustaría que él supiera la verdad.

Tuvimos que dejar la conversación porque llegamos al instituto. Todo el mundo nos miraba con cara de curiosidad. Nosotros entramos, y dejamos las bicicletas. Luego empezamos a caminar hacía el edificio. Pero cuando pasábamos al lado de la gente estos callaban, y nos miraban. Cuando habíamos pasado volvían a murmurar. Yo estaba bastante acostumbrado a ese tipo de actitud, pero Abigail no.

-Me siento observada- me susurró.

-Lo siento, si te incomoda...

-No, sólo que antes nadie me prestaba atención, y ahora todo el colegio me mira. ¿Siempre que llegas ocurre esto?

-Más o menos.

-¡Que horror!- exclamó ella. ¡No lo sabía bien!

-Y después se quejan de que soy arisco con ellos.

La gente estaba alucinando. ¡Kaede Rukawa, el sexsimbol solitario y arisco de tercero, llegaba a clase acompañado de una chica, y hablando!. ¡Y además la chica era una chiquilla de primero! Corría el rumor que me había echado novia, y todos pensaron que sería una supermodelo o algo por el estilo, pero una chiquilla de primero no daba el perfil. ¡Eran idiotas!

-A la hora de comer, espérame en la puerta de los lavabos del último piso. Y ven sola.- le dije antes de irme al tercer piso, dejándola en el primero.

Cuando entré en clase, todas las chicas se me acercaron. Ninguna decía nada, hasta que una se atrevió a preguntar

-¿Es cierto?

-¿Qué?- no podía creer que me lo estuvieran preguntando tan directamente.

-Que sales con esa chica de primero.

-...- decidí callar.

-Quien calla otorga- sentenció la muchacha que hablaba. Yo ni siquiera levanté la cabeza de entre mis brazos dónde intentaba recuperar horas de sueño. Pero juraría que oí llantos. ¡Esas chicas eran increíbles! Completamente majaretas.

Cuando llegó la hora de comer me dirigí dónde le había dicho a Abigail. Cinco minutos después llegó ella. Entonces le enseñé cómo abrir la puerta de acceso a las terrazas. Mi rincón privado. Teóricamente el acceso estaba prohibido, pero los pocos profesores que sabían que me colaba allí cada día hacían como si no me hubieran visto. La primera vez que me pillaron subiendo allí arriba me obligaron a bajar. En el patio se formó tal escándalo por culpa de las histéricas de los pompones que desde entonces no me han vuelto a decir nada. En esa terraza se estaba muy bien. Pasaba un poco de aire, pero daba el sol. Mientras almorzábamos le pregunté si iría al entrenamiento.

-Tal y cómo están los ánimos, no quiero que vuelvas sola a casa. El entrenamiento tampoco dura demasiado, y si ésas histéricas te molestan siempre podemos cerrar la puerta y no dejar entrar a nadie.- Pero si la dejaba sola quizá esas locas la lincharan. Yo sabía de lo que podían ser capaces esas locas, incluso habían llegado a pegar a Sakuragi tras alguna de nuestras recurrentes peleas un poco más subida de tono.

-Te lo agradezco, pero el abuelo se va a preocupar. Además...- parecía indecisa.

-Además nada,- me cuadré yo. Ahora su seguridad era cosa mía, no podía permitir que tal y como estaban las cosas volviera sola a casa. -No puedes irte sola, y yo no puedo saltarme el entrenamiento.

-Oye, deja de comportarte como un hermano mayor.- se quejó.

-Es que soy tu hermano mayor, recuerdas?- En ese momento me di cuenta de lo fácil que resulta preocuparse por alguien.

Era agradable no comer solo. Tener a alguien de que preocuparse hacía las cosas menos monótonas, aunque hablaba por los codos, encontraba la manera de hacerme hablar, y era agradable volver a conversar.

-¿Siempre te escondes aquí solo?- me preguntó cuando lo del entrenamiento estuvo decidido.

-No siempre solo.- dije recordando esos momentos tan especiales que había pasado en esta misma terraza.

-¿Ah no?. ¿Y con quien subes aquí arriba?- preguntó con tono pícaro.

-A veces mientras hago la siesta sube Sakuragi.- dije un poco turbado.- Supongo que cree que no lo sé, pero no tengo el sueño tan profundo como parece. Desde que empezamos segundo que a él también lo acosan bastante.- ¿Cómo lo hacía?. ¿Cómo conseguía que le contara todo lo que sentía por ése idiota con tanta facilidad?

-¿Cómo supo como subir?- inquirió.

-Una vez ahora hará un par de años, estábamos en el parque jugando, cuando un grupo de chicas nos descubrió. Tuvimos que irnos a la carrera huyendo de sus gritos incontrolados. Cuando llegamos a la playa, me preguntó: "¿Cómo diablos aguantas esto cada día?" Entonces yo le conté mi secreto. Des de entonces que a veces sube a descansar aquí. Pero nunca cuando estoy despierto. Supongo que no quiere tener que hablar conmigo.- dije tristemente, pensando en ello. Que triste saber que esa persona especial en realidad preferiría no volver a verte.

-Kaede, -dijo abrazándome de forma muy cálida.- Quizá no quiere pelear, y por eso evita encontrarte despierto. – ojalá pensé yo.

-Pero que esté despierto no significa que tengamos que pelear.- Por mi podría estar horas a su lado sin decirle nada, solo observándole. Claro que quizá eso nos llevaría a una discusión de todos modos, verdad.

-¡Por favor Kaede!. ¿Olvidas que os he estado observando cada sábado desde que empezó el curso? – es verdad. No se si nunca pasamos más de media hora sin discutir.

-¿Creí que solo nos dibujabas?- Le increpé yo.

-Sí bueno, para ello es necesario observar bien a los modelos.- se defendió ruborizándose levemente. Eso me hizo sonreír- Y cada vez que la pelota no estaba en juego, discutíais. No sé que decíais porque estaba demasiado lejos para oírlo, pero se veía en vuestras caras.

-Ya te dije que no nos llevamos muy bien.- dije volviendo a bajar la cabeza.

Finalmente, esa tarde, como todas las que siguieron, ella me acompañó al gimnasio para ver el entrenamiento. Las primeras semanas todas las chicas del instituto le perseguían, pero con el tiempo se cansaron que no les hiciera caso, y nos dejaron en paz. Los muchachos del equipo le recibieron muy bien. Enseguida les simpatizó. Excepto a Sakuragi. Si las mirada matasen, ella habría caído fulminada con solo entrar en el gimnasio, y os juro que no entendí porqué la odiaba de ese modo. ¿Tanto me odiaba a mi que también la odiaba a ella por solo pensar que teníamos algo en común? Las peleas entre nosotros no cesaron. La pequeña luz que se había encendido en mí al pensar que él pudiera dejar de odiarme de una vez por todas se apagó tan rápido como una vela en una tormenta. ¿Nunca podríamos ser ni siquiera amigos?

El primer sábado, Sakuragi no se presentó en el porque. El lunes cuando le pregunté por su ausencia él solo dijo:

-Lo siento se me olvidó.- Nadie sabe lo hondo que esa daga se clavó en mi. Yo seguí entrenando cada sábado en el parque, pero el pelirrojo solo venía a veces, y sobretodo los sábados que Abigail no me acompañaba. Yo estaba triste, y supongo que ella lo notó y vio que necesitaba pasar un tiempo solo. Así que dejó de acompañarme al parque, y Hanamichi volvió a venir, pero ya no era lo mismo. Jugábamos sin esa complicidad, y con mucha más rudeza de lo habitual. Estaba claro que no le simpatizábamos, ni Abigail ni yo.

Por otro lado Abigail enseguida se hizo amiga de Haruko, la chica que le tenía el corazón robado al Do'hao. Ella se había convertido en la preparadora física del equipo, y Abigail empezó a ayudarla.

Muchas tardes al salir de las duchas nos las encontrábamos hablando. Hanamichi se iba con Haruko para un lado, y yo con Abigail por el otro. Ni un triste adiós o hasta mañana salió nunca de sus labios. Una tarde mientras la acompañaba a casa le dejé caer:

-¿Os habéis hecho muy amigas tu y esa niña, no?- pero creo que no pude disimular lo mucho que eso me disgustaba.

-Es muy agradable. No entiendo porque te cae tan mal.- ¿Que no lo entendía?. ¡Esa sí era buena!- vale vale, no he dicho nada.- se defendió ante mi mirada- Creo que sigue enamorada de ti.- añadió.

-¡Pues mira que ilusión!- dije sarcásticamente.

-Pero tranquilo sabe muy bien que tu corazón ya te lo robaron.- ¡Sí me lo robaron pero no quien esa cría pensaba! Y Abigail lo sabía muy bien.

-¿Por qué te gusta torturarme de este modo? Eres una retorcida.- Luego le di un beso y la dejé en su portal.

El tiempo pasaba deprisa, y pronto se acercaron los siguientes exámenes trimestrales.

La semana de exámenes no me fue muy bien, pero siempre era lo mismo. ¡Abigail en cambio sacó tres matrículas!. ¡Era una jodida empollona! Y para celebrarlo, hicimos una cena con el abuelo la noche del último día de exámenes.

-Kaede, Haruko me dijo si querríamos ir al cine mañana por la tarde. Como ya han acabado los exámenes...- me comentó después de los postres.

-La verdad con esa chica no me apetece mucho, ve tu si quieres.- dije. Con solo imaginar la cara de boba casi me veía me venían nauseas.

-Pero es que Sakuragi también irá. Y yo ya sabes que no le caigo muy bien. Me sentiría mejor si me acompañaras.- dijo con tono de niña que no ha roto uno plato.

-Ya deja de poner excusas idiotas Abigail. Sabes que si Sakuragi va yo iré. ¿Pero para qué queréis que vayamos nosotros dos si solo haremos que pelear? Luego no os quejéis si no podéis ver la peli tranquilamente.

-Haruko pensó que sería una buena idea salir los cuatro juntos. ¡Una cita doble!- dijo sonriendo.

-¡Oh vamos! Una cita doble idiota.- ¡Por favor!- Sabes perfectamente que nosotros tres hacemos un triangulo amoroso patético, y tu tendrás la cabeza en Francia.

-Bueno si lo prefieres les digo que no. Yo sola no iré. Pensé que querrías pasar una tarde diferente con él, pero quizá no fue buena idea.- dijo un poco enfadada.

-No te enfades Abigail, es solo que...- yo no quería pelear con ella también por culpa de Haruko. Ya tenía suficiente torturando mi corazón con el Do'aho.

-Que las peleas no han cesado y estás desesperado.- dijo ella acabando la frase por mi.

-Yo no diría desesperado pero..- ¿desesperado yo?... Pues sí. ¿A quien quería engañar?

-Oh vamos Kaede, no te hagas el valiente, que hasta Haruko se ha dado cuenta de lo triste que estás últimamente.

-¿Qué?- dije abriendo los ojos- ¡Pero si ella ni siquiera puede ver más allá de su nariz!

-Eso no es del todo cierto. Te sorprenderías de la de cosas de las que se da cuenta.

-¿Me estás diciendo que dentro la cabeza de esa chica hay algo más a parte de serrín?

-¡Kaede!. ¡No seas tan grosero, Haruko no ha hecho nada malo para merecer tu desprecio!

-¿Ah no?- dije ya fuera de mis casillas. ¿Como que no? si era ella la que había enamorado al pelirrojo. Ella me lo robó. Bueno eso no era del todo cierto, pero a mi me dolía como si lo fuera.

-¡Si crees que puedes tratarla así solo por quien se ha enamorado de ella, o por haberse enamorado de ti, como puedes quejarte de que Sakuragi no te trague!- me recriminó gritando.

-Hasta aquí hemos llegado- dije poniéndome de pié y saliendo de casa corriendo.

No podía pensar, si lo hacía tendría que aceptar que lo que Abigail decía era cierto. Y entonces no habría culpable para mi dolor, y eso iba a dolerme. ¿Por qué cojones tuve que fijarme en él precisamente?. ¿Por qué tuve que ver en él todo lo que siempre deseé encontrar en mi persona especial?. ¿Por qué tuvo que ser él quien se adueñara de todos mis sueños, ya estuviera yo dormido o despierto?

Corrí, corrí cuanto pude, hasta que me faltó el aire. Entonces me di cuenta que una vez más mis pasos me habían llevado ante el mar. La playa de noche era tan bonita. Me senté en la arena y lloré. Lloré por él, por ése estúpido pelirrojo que me odiaba, y a quien yo quería odiar tanto como le amaba. ¿Qué había hecho yo en mi vida anterior para merecer ese castigo? Cualquier otro nunca se me habría metido tan adentro, y así no hubiera sufrido tanto. ¿Y encima aún había quien me decía hombre de hielo?. ¡La vida no era nada justa! Que idiota me sentía allí llorando por él. Pero no podía evitar que las lágrimas salieran. Entonces oí una voz, su voz.

-Hola Kitsune- dijo con suavidad. Aun así me sobresalté.

-Lo que me faltaba- le contesté rudamente. ¿No era bastante humillante estar llorando por su culpa que encima tenía que encontrármelo precisamente ahora?

-¿Puedo sentarme?- Me preguntó

-Haz lo que quieras, de todas formas lo harás igual- media parte de mi me gritaba que me marchara de allí corriendo, la otra me decía que me quedara.

-¿Qué te ocurre zorro?. ¿Te peleaste con la novia?- me dijo con un tono de voz que no supe identificar, aunque no era burla.

-¿Has venido a reírte de mi?- Dioses mi voz se me estaba quebrando y ya no tenía fuerzas para pelear con él una vez más. Esa noche no.

-No.- dijo Sakuragi en un susurro -¿Tanto la amas?- me preguntó.

¿Que iba a contestar a eso? No quería mentirle más, pero no atrevería a decir la verdad.

-La quiero mucho. Abigail es muy importante para mi Do'aho.- Sabía que eso era verdad, pero decirlo de este modo no iba a ayudar a solucionar nada.

-¿Como lo izo?. ¿Como consiguió robarte el corazón?- esa pregunta si me sorprendió. ¡Pero ese tono de voz!. ¿Era tristeza lo que se intuía en esa voz?

-Ella no...- vacilé un momento -Abigail no me ha robado el corazón Do'aho, ella...- volví a detenerme. ¡Venga Kaede díselo, dile que sólo es tu hermana, que sepa la verdad de una vez! Pensé yo.

-¿Pero no la amas?- preguntó confundido. ¡Dioses!. ¡Era tan mono cuando no entendía ni jota de lo que le contaba!

-No, no la amo. Le quiero mucho, pero no la amo.- le aclaré

-¡Eso es...!. ¿Qué clase de cerdo eres?. ¿Cómo sigues con ella si no la amas?. ¡Eres un cabrón!- dijo enfadado. Pero habría jurado que también oí decepción en esa voz.

-Yo no estoy con ella Do'aho..- intenté explicar.

-¿Cortasteis?. ¿Por eso lloras?- me cortó Hanamichi. ¿Su voz sonaba ansiosa? No podía creer que estuviéramos hablando sin gritos. Bueno más o menos.

-No Torpe, yo NUNCA he estado con ella- le dije aún más claramente. A ver si lo entendía de una vez.

-¿Como que no?. ¡Si yo mismo os he visto!- exclamó.

-¿Que has visto eh? –dije enfadado que él también se hubiera tragado esa bola- Dime, has visto que la abrazaba, has visto que la protegía– ¡Cómo no hacerlo pensé yo, si es mi hermana pequeña!- ¿Pero quizá viste alguna vez que la besara¿O que la tocara?- dije exaltadísimo pensando en como me hubiera gustado besarlo a él en ese mismo momento. Pero no podía hacerlo.

-No, pero siempre llegas con ella y te vas con ella. Te espera al acabar el entrenamiento. Coméis juntos en la terraza. Le llevas la bolsa cuando pesa mucho, hasta le sonríes, y ella sí te abraza a ti- esa voz sonaba increíblemente triste. Pero no me atrevía a imaginar nada. ¿Pero y si en el fondo no me odiaba? Estaba confundiéndome. Y eso me enfadaba.

-En ese caso, tu sales con la hermana de Akagi desde hace muuuucho tiempo, no?- le retraje casi gritando, y otra vez con la voz a punto de cortárseme por la emoción.

-No- dijo en un susurro Hanamichi.

Volvimos a quedar callados. Se oía el susurro del mar de fondo, pero estaba demasiado oscuro para distinguir nada en la oscuridad de la noche.

-¿Entonces por qué lloras?- preguntó él pasado un rato.

-Es complicado- contesté intentando eludir el tema.

-Seguro que no lo es tanto- intentó Sakuragi para que le contara que me ocurría. ¿Pero por qué quería saberlo?

-¿A que viene éste repentino interés?- interrogué. Por fin levanté la cabeza para mirarle a los ojos. Necesitaba saber la verdad de porque se preocupaba por lo que me estaba pasando.

Sus ojos eran tan trasparentes, si los ojos son la ventana del alma eso eran dos puertas al cielo. ¿Podía ser que lo que veía en ellos no fuera recelo, ni odio, ni envidia, ni rabia?. ¿Podía ser que por fin emitieran esa sinceridad transparente y pura que solo él podía dar, que tanto yo había anhelado? Mi mirada se suavizó. Instintivamente me acerqué a él. Su rostro estaba a un palmo del mío. Sus ojos me escrutaban el alma, y yo ya me había ahogado en su mirada cálida.

Unos segundos más tarde él empezó a acercarse a mí, solo diez centímetros nos separaban. ¿Iba a besarme? No podía creerlo, mi corazón palpitaba y mi respiración hacía rato que no era acompasada. Mi sueño se hacía realidad, cerré los ojos al notar su mano en mi mejilla. Se me cortó la respiración, noté su aliento en mi cara, y cuando sus labios rozaban los míos oímos un grito no muy lejano.

-KAAAEEEEDEEEEEE! AYUUUD- Era Abigail. Instintivamente nos separamos el uno del otro. Me levanté y salí corriendo hacía el paseo marítimo de dónde venía el grito. Pronto oí pasos detrás de mí.

Cuando llegamos a la luz, y Hanamichi vio esa escena pasó por mi lado como alma que lleva el diablo y se lanzó contra el chico que sujetaba a Haruko. Yo me acerqué a ella, pero antes de poder decirle nada me dijo.

-¡En el callejón, han cogido a Abigail, corre!

Cuando llegué al callejón la vi caer junto a otro chico al suelo. Ella se apartó y se quedó allí encorvada en el fango, llorando. Mi sangre hirvió y me lancé encima de esos dos cabrones. Los apalicé hasta que quedaron tumbados en el suelo. Entonces corrí hasta ella. Me arrodillé y le abracé.

-Ya está Abigail, ya ha pasado.

Ella se abalanzó sobre mí llorando desconsoladamente.

-Tenía tanto miedo, Kaede.- Gemía sollozando con la cara escondida en mi pecho.- Ellos, ellos...

-Ya Abigail, ya pasó.- le susurré. No quería ni que pensara en lo que esos cerdos habían estado a punto de hacerle. De golpe preguntó.

-¿Y Haruko?. ¿Dónde está ella?. ¿Está bien?

-Tranquila, ella esta a fuera con Hanamichi.

-¡Oh no!. ¿Os estropeamos el beso verdad?- me dijo mientras me ponía de pié con ella en brazos. Os juro que casi me caigo de la impresión.

-Hablaremos de eso más tarde. Ahora debo llevarte al médico.- le dije para salir del paso, pero no pude ni mirarle a la cara.

-Oh Kaede, lo siento tanto, yo no quería hacerte llorar, y luego... yo...soy una idiota.- su voz sonaba tan arrepentida. Me tocó el corazón y luego intenté animarla.

-No se lo digas a nadie, pero tengo debilidad por los idiotas- le susurré en el oído antes de salir a la luz de la calle. Ella se abrazó a mí más fuerte, y entonces gritó:

-¡KAEDEE!. ¡Cuidado!- Yo la solté y me giré para enfrentar a mi atacante, pero el chico iba armado con una navaja, y yo no. La hoja afilada rasgo mi brazo derecho.

-¡NOOO!- Gritaron Sakuragi y Abigail a la vez.

-¡Hijo de ...!- empecé a gritar al ver la sangre. Iba a pelear, cuando el pelirrojo pasó por mi lado saltando directo sobre el cabecilla. La navaja voló lejos, y Hanamichi empezó a golpear al muchacho. Estaba completamente fuera de si. Y yo estaba estupefacto. El muchacho desfalleció ante tal avalancha de golpes. Entonces reaccioné y le grité.

-¡Ya!. ¡Hanamichi detente que le matarás!- Pero él no parecía oírme. Teníamos que pararle o acabaría matándolo de verdad. Así que le rodeé por detrás cogiéndole fuertemente los brazos.

-Ya es suficiente,… por favor- le susurré al oído. Eso tuvo un efecto inmediato. Hanamichi dejó de Golpear al muchacho semi inconsciente en el suelo. Todos quedamos parados. No habíamos tenido tiempo de reaccionar, cuando las luces y el sonido de una sirena nos hicieron despertar. Haruko había llamado a la policía.

Todo pasó muy deprisa, los de la ambulancia nos curaron las heridas, Haruko se acercó a los agentes y les contó lo que había pasado, luego se llevaron a esos energúmenos, y a nosotros nos llevaron a casa.

-¿Dónde quieren que les deje muchachos?- había preguntado el agente

-A la calle de las cerezas numero veintitrés.- dije muy seguro de mi mismo.

-¿Y al resto?- preguntó el agente. Pero no les di tiempo de contestar.

-Vamos todos juntos.- dije con un tono frío que no admitía replicas. Necesitaba que habláramos. Había muchas cosas que no encajaban. Y tampoco podía dejar que las dos chicas volvieran a casa en el estado en que estaban.

Nadie me contradijo. Subimos lo cuatro en la mono-volumen de la policía, yo iba abrazando a Abigail, aún con rastros de lágrimas en sus mejillas, y Haruko iba sentada al lado de Hanamichi estrechándole la mano fuertemente. Hanamichi le pasó el brazo por los hombros en un abrazo protector, y finalmente Haruko empezó a llorar. Lágrimas silenciosas corrían por las mejillas de ambas chicas. Al llegar delante de casa el policía nos dijo a los chicos:

-Han pasado una experiencia horrible. Un poco de te y dormir les irá muy bien. No sean muy duros con ellas.

-Gracias por traernos agente- dije fríamente. ¿Pero qué me importaba lo que un poli como él dijera? Luego abrí la puerta y les acompañé a la sala. –Sentaos, voy a poner agua al fuego.

Entré en la cocina, respiré hondo un par de veces, intentando calmarme. Medio minuto después volví y les dije:

-Venid, os daré algo limpio para que podáis cambiaros.- Se levantaron cogidas de la mano y las llevé a mi habitación y saqué del armario cuatro camisetas de manga larga, y cuatro pantalones de chándal y les di uno a cada una.- No tengo nada de vuestra talla, pero esto servirá. Si queréis el baño es esa puerta. Hay toallas limpias en el armario. Cuando estéis listas bajad. Tenemos que hablar. –Luego salí con las otras dos camisetas y pantalones de chándal y cerré la puerta.

Al llegar a bajo, Hanamichi se levantó:

-Toma- le lancé una camiseta y un pantalón.- En esa puerta hay un baño. Cámbiate. Quiero hablar con las chicas primero, pero luego...,- bajé la vista para no sonrojarme con sus ojos fijos en mi- luego quiero hablar contigo.- Ni siquiera le di tempo a que me contestara. Me metí en la cocina y cerré la puerta. Con los dedos en mis labios un par de lágrimas salieron de mis ojos, y luego una sonrisa afloró a mi cara. Demasiadas emociones para mi en una sola noche. Me dediqué a preparar un poco de té. Mientras se calentaba la leche, salí a la sala y le dije al Do'aho sin abrir la puerta del baño.

-Cuando salgas, llama a casa de Haruko, por favor. Yo no tengo el número- eso era mentira, y él lo sabía porque sí tenía el numero de los Akagi, pero no me atrevía a decirle al Gori que su hermana estaba en mi casa. Yo llamé al abuelo, y luego volví a la cocina.

Saqué galletas del armario, y al final decidí poner también el colacao en la bandeja. Después de todo el chocolate le gustaba mucho al Do'aho. ¿Mi Do'aho? No pude evitar recordar lo que casi había pasado en la arena, y luego inevitablemente reviví también todo lo demás. Cuando vi a Haruko atada, y luego a Abigail en el suelo el callejón, pensé que la perdía de nuevo. No pude evitar que unas lágrimas traicioneras escaparan de mi. Mis manos temblaban, los vasos tintinearon, y dejé la bandeja de nuevo en el mármol. Y traté de serenarme. Respiré hondo, caminé un poco por la cocina, hasta que me vi capaz de cargar con todo sin que nada tintineara lo más mínimo. Un suspiro salió de mi antes de volver a entrar en la sala cargado con todo eso.

Los tres estaban sentados en el sofá, ya cambiados, y por el pelo mojado deduje que se habían duchado. ¿Cuanto tiempo me pasé en la cocina llorando?

-¿Kaede no vas a cambiarte?- me preguntó Abigail, un poco temerosa. Pero ya habría tiempo para eso después.

-Cuando acabemos.- dije sentándome en una butaca.- Haruko, Hanamichi ha llamado a tu casa para decirle a Akagi que no se preocupara.

-Yo he hablado con él. Mañana por la mañana vendrá a por ti.- añadió el pelirrojo.

-Gracias- dijo muy cohibida.

-¿El abuelo..?- empezó a preguntar Abigail.

-Él sabe que estás aquí.- contesté.- Aunque yo no sé muy bien CÓMO hemos llegado aquí.- añadí mirándola fijamente.

-Kaede, yo...- no sabía que decirme supongo- nunca creí que pudiera pasar nada malo. Lo siento.- añadió bajando la cabeza.

-¿Chicas sois conscientes de lo que pudo haber pasado?- me ayudó Hanamichi- ¿Porqué me seguiste Haruko?- eso no lo entendí.

-Yoo- Haruko vacilaba- ¿no podemos hablar después?- le dijo a Hanamichi implorando con la mirada que no le hiciera contestar a esa pregunta. No delante de mi supongo.

-No- contesté yo por él. Quería saber de qué iba todo aquello.- No hablar claro desde el principio fue lo que nos trajo aquí. Así que nadie saldrá hasta que aclaremos todo.

-¿Todo Kaede?- preguntó Abigail con segundas.

-¿Abigail, conoces algún otro significado de la palabra todo?- contesté muy enfadado. Aunque no muy seguro de creérmelo yo mismo.

-Muy bien, si se trata de decirlo TODO quizá que empiece por aclarar quien es quien.

-Creo que ya nos conocemos, diría yo- le interrumpió sarcásticamente Hanamichi. ¿Que coño le ocurría al Do'aho con mi hermana?

-Eso es lo que TÚ crees, que no lo que es en realidad- contestó ella también con burla.

-¡Ya basta!- grité. Esa noche no podría aguantar que ellos dos pelearan.- Es verdad él no lo sabe, pero no es culpa suya, así que ya basta los dos. No quiero volver a oír una palabra hostil entre vosotros. Ya no más.- les pedí. Viéndome incapaz de soportarlo un minuto más.

-¿Que ocurre Kitsune?- siguió en tono hiriente Hanamichi- ¿Tus oídos son demasiado sensibles para oír verdades?

-Hanamichi, ya basta.- dijo Haruko en tono firme.

Hanamichi calló, por lo que le dirigí una mirada de agradecimiento a la muchacha que tras sonrojarse volvió a sumirse en el silencio. Hanamichi quedó mirándonos con cara de perro enjaulado, y yo intenté mantener mi postura fría.

-¿Abigail sabrás continuar sin lanzar dagas afiladas por esa boca que tienes?

-¡Mira quien habla!- dijo entre dientes.

-¿Decías?- contesté como si no le hubiera oído.

-Nada –respiró hondo y prosiguió- Como le dije a Haruko hace un rato- se detuvo. Al recordar lo que había sucedido se puso blanca. Yo quería saber que había ocurrido, pero no hacerlas sufrir más. Así que le puse una mano en el hombro para intentar hacerle sentir segura. - Kaede no es mi novio.- dijo al fin.

-Eso dice él también.- dijo Sakuragi

-Do'aho calla.- ya era bastante difícil de explicar como para que se burlara.

-¿Cómo dos personas que tras dos meses de ser vistos juntos a diario, pueden decir ahora que nunca han sido pareja? Pero se quieren mucho, eso sí.- dijo Hanamichi mirándome al decir lo último.

-¿Me has oído decir nunca que Abigail era mi novia a caso?- salté enfadado por el retrecho.

-Cuando nos la presentaste.- dijo muy seguro de ello.

-Perdona pero cuando Kaede me presentó a todo el equipo, solo dijo: "Ella es Abigail. Abigail estos son…" os presentó a cada uno de vosotros hasta llegar a ti "y por último éste es Hanamichi Sakuragi el capitán." Luego me mandó a las gradas.

-Oí que los del equipo te preguntaban si ella era de verdad tu novia, y tú...- intentó justificar él.

-No les respondí.- dije exasperado yo.

-¡Nunca respondes!. ¿Cómo vamos a saber si quieres decir que si o que no?- me gritó. Pero otra vez la muchacha intervino.

-¡Oh vamos Hanamichi!. ¿Después de tres años me dirás que no te conoces todos sus gestos?- interrumpió Haruko.- ¡Cuando quieres sabes perfectamente bien lo que le pasa por la mente. Sino como explicas vuestro juego, cuando ni siquiera en la cancha os habláis!

Hanamichi volvió a callar. Joder con la chiquilla. Quizá sí era más observadora e inteligente de lo que creía.

-Respecto a tu pegunta...- continuó Abigail- no fuimos nosotros quienes empezamos todo esto. Esos…- calló. Entonces yo le tomé la palabra.

-Esos tipos llevan acosando a Abigail desde finales del primer trimestre.- expliqué. -Por ese entonces nosotros casi ni nos conocíamos.- ante esa afirmación tanto Haruko como Hanamichi pusieron cara de no entender, pero yo continué como si nada. -Una tarde los encontré acorralándola a la salida de clases. Cuatro contra uno. Pero ella no se encogió, les izo frente y escapó; ella sola. Luego me acerqué y les "advertí" que no quería verlos acosando a esa chica. Una semana más tarde iba hacia la cancha del parque cuando oí el grito de un chica. Volvían a ser ellos. Pero esta vez huyeron ellos al verme.

-Ellos decidieron decir a todos que yo era su novia.- intervino ella.- Supongo que pensaron, si es que son capaces de tal cosa, que nos molestaría que algo así fuera de dominio público.

-¿Me estáis diciendo que hasta hace tres meses no os conocíais?- Dijo Hanamichi con incredulidad. Nos miró a ambos y luego más calmado añadió- Supongamos que os creo. ¿Como dos desconocidos aceptan seguir el juego de una mentira lanzada al vuelo por unos animales como esos?

-Cuando esa tarde la ayudé por segunda vez, me di cuenta que ella era especial, y..

-Y te enamoraste. – dijo Hanamichi.

-¡Yo no he dicho eso!- exclamé. ¡Como la gente podía pensar que estaba enamorado de ella!.¡Si soy gay, por el amor de dios! Eso demuestra en lo mucho que todos ellos se preocuparon por saber cómo era yo en realidad.

-Pero eso es lo que dicen todos cuando se enamoran "en ese momento me di cuenta que era una persona muy especial".

-Eres idiota.- Cuando se ponía así no podía con él.

-Y tú un cretino, y nadie se ha quejado todavía.- replicó él.

-Hanamichi- volvió a intervenir Haruko- ella era especial porque es su hermana.- Creo sinceramente que esa noche no habría acabado bien de no haber sido por las eficientes intervenciones de esa chica.

-¡Si venga!- dijo Hanamichi -¿Esto ya es cachondeo, no?- Pero luego nos miró. Ambos con el pelo negro, extremadamente liso, los ojos azules, aunque los de ella escondidos detrás de unas gafas que se quitó para que pudiera observarla mejor. Y esa mirada. Solo una persona podía mirarle de ese modo, pero ahora éramos dos.

-¡No puede ser!- exclamó.

-Eso mismo dije yo cuando mi abuelo nos lo contó.- le dijo Abigail volviéndose a poner las gafas.

Entonces, entre preguntas de Haruko y Hanamichi, Abigail y yo relatamos lo que nuestro abuelo nos había contado.

-Nadie más lo sabe.- dijo ella cuando acabamos la explicación- Y preferiría que siguiera sin saberse. Nosotros no deberíamos saberlo, y ese rumor le hace la vida mucho más fácil a todos los chicos del instituto. Empezando por mi hermano.

-¿Ahora que ya sabemos quien es quien, podrías explicarme qué hacíais los tres en la playa?

-Buscarte- dijo Hanamichi.

-Saliste de casa corriendo y...- intentó explicar Abigail.

-¿Cómo lo sabían ellos?- le pregunté mirándole directo a los ojos.

-Abigail me llamó.– Intervino Haruko, otra vez. -Quería decirme que no vendríais mañana al cine. Al preguntar por qué, ella me dijo que os habíais peleado y que no creía que mañana estuvieras de humor. Me contó que te habías ido corriendo.- explicó Haruko sin levantar la cabeza.

-Yo estaba en casa de Haruko, oí la conversación. Haruko estaba preocupada por ti. Decidí salir a buscarte. No iba a permitir que ellas vagaran por las calles a estas horas.- Dijo Hanamichi mirando a Haruko.- ¿Por qué me seguiste? Te dije que te quedaras en casa.- le preguntó suavemente.

-No lo sé. Llamé a Abigail para decirle que no se preocupara, pero no pude. Decidimos salir a buscaros. Recordé que en tu chaqueta había el walkie talkie, cogí el otro y nos encontramos en el muelle.

-¿Llevaba un walkie en el bolsillo?- Preguntó Hanamichi con cara de asombro.

-Sí- dijo Haruko sin levantar la cabeza.

-¿Por qué no lo usasteis?- dije yo.

-Lo intentamos, pero no funciona. Podíamos oír lo que decíais, pero vosotros no podíais oírnos.- Añadió ella.

-¿Por qué no vinisteis hacia la arena con nosotros?- les pregunté a Abigail

-No quisimos interrumpir- me contestó.

-¿Interrumpir?- dijo el pelirrojo muy nervioso

-Hablabais sin pegaros por una vez en vuestras vidas.- dijo Haruko con la voz rota.

-Pensamos que quizá estabais arreglando vuestras diferencias- Añadió Abigail al ver que Haruko con los ojos llenos de lágrimas ya no podía decir nada más. ¿Podía ser que ellas hubieran interpretado todo como yo mismo lo hice? Pobre muchacha, de ser así, debía ser duro hacerle ver a ese alcornoque que tiene por mejor amigo que yo estoy enamorado de él, siendo ella mi fan numero uno.

Hanamichi volvió a abrazar a Haruko. Le susurró algo en el oído que no llegué a escuchar, y luego le beso la cabeza y dijo:

-Lo siento- muy bajito. ¿Quizá él sí se había dado cuenta del gran esfuerzo que la chica hacía por nosotros? Y volvió a abrazarla. Ella lloraba silenciosamente acurrucada en su pecho.

Abigail empezó a sollozar, y yo la abracé por detrás.

Luego con mucha suavidad, y ternura las subimos arriba. Las arropamos en mi cama, y las dejamos allí solas.

-Intentad dormir. Si queréis nada seremos abajo.- le dije a Abigail antes de irme.- Te quiero pequeña.

-Y yo a ti Kaede.- susurró antes que saliera de la habitación. Quise decirle algo a Haruko, pero no supe qué, y no quería hacerle más daño. Así que simplemente salí detrás del pelirrojo, y volvimos en silencio a la sala.

El silencio era incomodo. Pero no sabía como reempezar lo que horas antes habíamos dejado a medias. Los dos a la vez dijimos

-Kaede

-Hanamichi

Volvimos a callar por unos instantes, pero el pelirrojo añadió.

-¿Por qué no te das una ducha y te cambias? Luego hablamos.

Yo ni recordaba que todavía era el único que iba vestido con las ropas sucias y ensangrentadas de la pelea de la noche. Hice que sí con la cabeza y me levanté. Me metí en el baño que antes había usado Hanamichi. Me desvestí y dejé que el agua tibia rodara por mi espalda. Aún así cuando cerré el grifo no estaba más relajado. Salí de la ducha, y cuando me vestía vi algo que me dejó sin aliento. El vapor de la ducha caliente había empañado el espejo, pero todo él estaba lleno de palabras.

"Rivalidad""Atracción""Envidia""Deseo""Amistad"

"Compenetración""Inferioridad""Tranquilidad"

"Angustia" "Ira"¿Amor?

¿Que querían decir?

Estaba claro que el Do'aho las había escrito. ¿Pero lo había hecho para que las encontrara?. ¿O las había dejado allí olvidadas? Fuera como fuera, ¿qué significaban?. ¿Eran quizá lo que el pelirrojo sentía por mí? De ser así la compenetración, la envidia, la ira y la rivalidad eran ciertas, seguro. ¿Pero me consideraba un amigo? Bueno quizá después de tanto tiempo lo hiciera. ¿Y lo de la angustia y la inferioridad?. ¿Se sentía mal el Do'aho estando conmigo?. ¿Pero entonces lo de la tranquilidad?. ¡Atracción y deseo! Esas dos palabras me habían calado hondo. ¿Yo también me sentía así con él pero sin el amor de que servían?. ¿Por qué los interrogantes?. ¿Es que no sabía el Do'aho si me amaba, o quizá las palabras no significaran lo que el Do'aho sentía por mí, sino lo que él creía que yo sentía por él?. Pero yo no sentía angustia. No, no es verdad, sí sentía angustia, al pensar que él nunca me amaría. ¿Pero inferioridad? Quizá al ver su rápida evolución, pero en ese caso era más adecuado hablar de envidia. ¿Pero él no podía saber que yo le deseaba, verdad?

No, tenía más sentido que eso fuera lo que él sentía por mi. ¿Pero por qué, por qué dejarlo allí?. ¿Y si esperaba que yo lo leyera, por qué los interrogantes?

-¿Que intentas decirme con esto Hanamichi?- murmuré repasando por enésima vez esas palabras.

-Que estoy confuso.- respondió su voz detrás de mi.

Había estado tan absorto, que no lo había oído entrar. Estaba justo detrás e mi. Yo me tumbé para enfrentarlo de cara, pero el se sonrojó. Entonces me di cuenta que todavía iba medio desnudo. Me sonrojé. Intenté taparme con la toalla, pero mis manos estaban torpes. El estaba tan cerca que casi podía sentir su respiración encima de mi, su olor, su calor. ¿Cómo esperaba que pensara en esa situación?

Pero quizá esperaba que precisamente no lo hiciera.

Se acercó a mi un poco más y finalmente posó sus labios en los míos. Mi corazón tuvo una parada momentánea antes de desbocarse por completo. Mis manos soltaron la toalla que me cubría dejándome en calzoncillos. Fue tan grande la sorpresa, y tan rápido el beso que no tuve tiempo de reaccionar. Simplemente me quedé allí parado, como una estatua. Entonces él se separó, y me dijo.

-Me equivoqué. Lo siento. – se giró y caminó hacia la puerta. Entonces mi cerebro volvió a funcionar, y pude volver a mover mi cuerpo. Le detuve por el brazo antes que saliera.

-Si quieres pegarme hazlo rápido, quisiera irme.- me dijo con la voz rota, y sin levantar la cabeza.

¿Pero qué decía ese loco? Le tomé la cara con ambas manos y entonces fui yo quien le besé. Acercando mi cuerpo al suyo, empujándolo hasta quedar recostados en la pared. Él me respondió al beso. Cuando nos separamos nos quedamos mirando a los ojos.

-Yo no. – le murmuré.

-¿Tú no qué?- peguntó con miedo en la voz.

-Que no estoy confuso. Sé muy bien lo que quiero, y de quien lo quiero.

-¿Me amas?- preguntó.

-Sí- dije alto y claro.

-Gracias- murmuró él antes de volver a besarme. ¡Mi sueño se estaba haciendo realidad! No podía creer que por fin esos labios carnosos, me estuvieran besando. A mi. Solo a mi. Luego murmuró.

-Yo no,..., no se,..., - estaba tan nervioso que tartamudeaba. Calló. Respiró hondo y entonces me dijo todo seguido.- Yo no sé si te amo Kaede, pero me gustas. Me gustas mucho. Si pudiéramos simplemente tomárnoslo con calma. Necesito tiempo. Me da miedo equivocarme, y hacerte daño, y hacerme daño. Llevo mucho tiempo queriendo decírtelo, pero no sabía cómo, y luego estaba Haruko, yo no quería hacerle daño tampoco. Y cuando creí que por fin te lo podría decir apareció Abigail, y pensé que me había equivocado. Pensé que otra vez me había fijado en a persona equivocada. Y Me daba celos que te preocuparas tanto por ella, y por eso la traté tan mal, y yo lo siento mucho Kaede.- El pelirrojo acabó con los ojos empañados.

-No llores Hanamichi.

-Yo no estoy llorando (snif)- dijo él en su tono de niño pequeño.

-¡Ya!- le respondí yo antes de volver a besarle. –Deja que me vista y vamos al salón- le dije antes de darle un último beso fugaz y separarme de él.

Él salió del baño, y cuando estuve vestido con el chándal y la camiseta, también salí.

Esa fue una noche corta. Hanamichi y yo nos dormimos abrazados en el sofá.

Despertamos con el timbre de la puerta. Era Akagi que venía a por Haruko. Pero ella y Abigail todavía dormían, y no queríamos despertarlas. Akagi estaba preocupado, y lo estuvo más una vez le contamos lo ocurrido la noche anterior.

-Akagi, ella y Abigail hicieron mal en salir solas de noche, pero no la riñas por ello. Ahora más que nunca va a necesitar de tu apoyo.- le dije yo al final.

-¿Qué más ha ocurrido que deba saber?- dijo el ex capitán.

-Ayer, ella demostró un gran valor. Hizo algo que le llevó a perder algo muy importante para ella, y todo por nosotros.- le dije

-Pero ella es fuerte y lo superará. Lo sé, estoy convencido de ello. Pero no va a querer que esté a su lado para ayudarla, así que hazme un favor Akagi, cuídamela mucho, ¿de acuerdo?- añadió el Do'aho otra vez con los ojos anegados. Yo le di la mano, y él entrelazó sus dedos con los míos. Luego nos dimos cuenta que Akagi lo había visto y nos soltamos inmediatamente.

-Desde el día que te lesionaste la espalda en ése último partido Hanamichi, he temido que esto ocurriera-dijo mirando nuestras manos. Pero no había recriminación en su voz. Solo tristeza. Supongo que él también sabía lo que eso significaba para su hermana. -Os aconsejo que llaméis a Kogure y a Mitsui y habléis con ellos. Os pueden ayudar a sobrellevar los momentos tensos cómo éste en un futuro. No habéis elegido un camino fácil chicos.

En ese momento aparecieron la chicas por la escalera. En cuanto Haruko vio a Akagi empezó a correr y se lanzó a sus brazos llorando. Abigail se acercó a nosotros y yo la abracé. Despedimos a los Akagi y luego me llevé a Abigail a la cocina para prepararle algo de desayunar.

-¿Como te encuentras Abigail?- le pregunté mientras le preparaba un zumo de naranja.

-No lo sé. Quisiera borrar toda la noche de ayer.- dijo ella con la voz apagada.

-No toda espero.- le dije girándome hacia ella, sonriendo al ver a Hanamichi parado en la puerta observándonos. Supongo que ella notó en mi algo diferente.

-¿Oh Kaede qué ocurrió anoche?- preguntó. Supongo que no sabía que Hanamichi nos espiaba des de la puerta de la cocina.

-Que tenías razón, y después de todo quizá Haruko no es tan boba como aparenta.- dije.

-Me alegro mucho por ti Kaede.- me contestó. Ella ya me había entendido. No hicieron falta explicaciones. Ella se levantó y me abrazó. Entonces Hanamichi entró en la cocina.

-Abigail.- dijo para captar su atención. Ella me soltó y se giró.- Yo... quería pedirte disculpas por lo mal que te he tratado estos días. Mi comportamiento fue...

-¿Imperdonable?. ¿Poco caballeroso?. ¿Desagradable?- le interrumpió ella con bastante mala leche. La verdad no cero que él supiera qué contestar a eso.

-Vamos Abigail, no seas tan dura con él. Al fin y al cabo te acaba de pedir disculpas. Y créeme, eso no ocurre a menudo.- Le dije yo para que no le machacara tanto.

-¡Oye!. ¡Claro que no¡porqué no suelo equivocarme!. ¿Olvidas que soy el genio Sakuragi?- dijo él en su tono de "yo soy el más mejor". Pero luego le dijo más serio- Pero me equivoqué contigo Abigail, y te pido perdón por ello.

Ella le miró como sospesando el veredicto. Luego le izo una seña para que se agachara un poco. Y en la oreja, para que yo no lo oyera, le susurró algo que hizo que Hanamichi pusiera primero una mueca de sorpresa, pero luego sonrió.

Luego ella se separó y le preguntó en voz alta:

-¿Trato echo?

-No he querido nada más en muuucho tiempo.- dijo sonriendo todavía. ¿Qué clase de trato acababan de hacer esos dos?. ¡Me daba más miedo que una piedra! Hanamichi le tendió la mano a Abigail, pero ella se la quedó mirando y luego se la estiró para acercarlo a ella, y así abrazarle riendo.

Les miré y sonreí ante la aceptación de Abigail. Por fin parecía que se llevarían bien. Me acerqué a ellos y les abracé haciendo un sándwich de Abigail. Entre los dos la estrujamos un poco y ella empezó a chillar.

-¡Ehh que me aplastáis!

Entonces Hanamichi rió y me besó. Adoro esa boca. Y ese beso estaba lleno de dulzura y felicidad.

-¡Ehh!. ¡Que sigo aquí chicos!- dijo ella. Un poco sonrojado Hanamichi se apartó. Y ella se echó a reír.

-¿De que te ríes?- le dijo un poco enfadado por el descaro de ella de reírse de él en su cara. La verdad es que siempre, desde que la conocí, que pensé que era un poco descarada. Parecía no recordar que le sacábamos un par de años, y una cabeza de altura.

-De ti- dijo ella todavía aguantándose la risa por debajo la nariz.

-¡Pero tú eres una descarada!- le dijo enfadándose, pero creo que sin saber muy bien como reaccionar.

Ella estalló en carcajadas ante su enfado.

-Ay es que eres monísimo Hanamichi- consiguió gesticular ella mientras se destornillaba ante nosotros dos. En eso tenía razón, cuando Hanamichi se enfada y pone cara de niño pequeño está monísimo. Esa idea casi hace que me ponga a reír con ella, pero por otro lado no era correcto que se riera de ése modo de alguien mayor que ella.- Ahora entiendo porque a Kaede le gusta hacerte enfadar.

-¡Abigail!- dije ¿Cómo se le ocurre decir eso delante de Hanamichi?. ¿Pero es que no sabía mantener la boca cerrada? Pero mi enfado pareció hacerla reír todavía más. Hanamichi nos miró y se echó a reír con ella. ¡Eso si me cabreó!. ¿Pero que cachondeo era ese?

-¿Y se puede saber de que te ríes tu Idiota?- dije con voz fría.

El insulto surtió efecto porque le hizo parar. Me miró a los ojos y dijo:

-No soy ningún Idiota.

-Pues te reías como uno.- contesté.

-De ti.- contestó serio.- Acababa de recordar algo que Abigail me dijo la tarde que la conocí.

-¡Pero si desde el momento que te la presenté que no le has dirigido la palabra apenas!- dije. ¿Que puñetas decía ese tarado?

-¿Qué?. ¡Esa tarde no, la que hablamos en el parque!. ¿Te acuerdas?- le dijo a la chica.

-Sí, iba a pedirle disculpas a Kaede, pero tú me detuviste. ¿Pero qué te ha hecho reír de lo que te dije?- preguntó ella curiosa. Entonces recordé esa tarde, y me di cuenta que él nunca me dijo de que hablaron con Abaigail. ¿Así que ella iba a pedirme disculpas?

-Querías disculparte con él por haberle ofendido, y yo no te creí. No pensé que fueras realmente capaz de poder ofenderle. Pero acabas de hacerlo casi tan bien como yo. – dicho eso ambos se echaron a reír otra vez al verme.

Cuando los oí, di media vuelta y salí de la cocina dando un portazo. ¡Con lo contento que me había levantado! La verdad es que ellos dos eran los únicos que conseguían ponerme de mala leche de ese modo. En eso se parecían mucho. ¿Quizá por eso les quería a ambos tanto?

Pensaba en lo idiota que era Sakuragi. ¿Si no podíamos pasar ni media hora sin pelear, cómo íbamos a llevar adelante nada juntos? Mejor no empezar nada más serio, antes de hacernos daño. Ese pensamiento me golpeó el corazón de tal modo que creí que me ahogaría. Iba a encerrarme en la habitación para llorar otra vez por su culpa cuando noté su mano en mi hombro. Estaba tan enfadado con él por ser lo bastante idiota como para echarlo todo a perder que me giré con la firme intención de pegarle un puñetazo en medio de la cara, pero él fue más rápido, y me besó. Primero intenté apartarle, pero no pude resistirme demasiado, sus labios son demasiado convincentes con ese argumento, y pronto le rodeé la cabeza con una mano para ahondar el beso mientras la otra mano iba directo a su espalda para acercarme a él. ¿Ahora que le tenía por fin en mis brazos, como había podido imaginar dejarle ir por una estúpida discusión?. ¿Cómo había podido pensar siquiera que podría "romper" con él ahora que sabía que yo le gustaba?. ¿"Romper"?. ¿Romper qué?. ! Si ni siquiera sabía que clase de relación se suponía que teníamos en ese momento!.

Me costaba razonar todo eso con las manos de Hanamichi en mi espalda. Y realmente noté que mi mente se quedaba en blanco y se olvidaba de todo en el momento en que Hanamichi se acomodó en mis brazos rozando mis partes nobles con las suyas. Un gemido escapó de mí, mi cuerpo estaba despertando y mis sentidos estaban al ciento cincuenta por ciento. Por eso oí la puerta de la cocina cerrarse. Pero me costó reaccionar.

¡Abigail! Teníamos que parar, no podía seguir con eso con Abigail en la cocina. Oh dios, pero tenia tantas ganas de... Me costó mucho ir suavizando el beso para separarme de él.

Hanamichi estaba sonrojado. No dijo nada pero parecía turbado.

-Vamos arriba- le dije tomándole de la mano. Pero el no se movió. Me giré y estaba rojo como un perdigote mirando al suelo.

-Quiero hablar contigo, y Abigail sigue en la cocina, recuerdas?- Le dije no muy alto para que ella no oyera. Luego le cogí de la mano y me lo llevé escaleras arriba hasta mi habitación, y cerré la puerta. Él se sentó en mi cama esperando a que yo hiciera algo supongo. Pero yo no tenía nada claro. Estaba nervioso y quería hablar con él pero no sabía muy bien ni cómo hacerlo, ni qué decirle. Me quedé en la puerta mirándole durante un buen rato hasta que él se cansó de mi silencio.

-Kaede sé que anoche te dije que quería ir despacio. ¿Pero... no habrás parado por eso, verdad?

-¿Qué?- le dije yo. ¡De donde acaba semejante estupidez! –¡Claro que no! Pero eso puede esperar. Primero quiero hablar contigo.

-¿De qué?- me preguntó al tiempo que me hacía un gesto para que me acercara a mi cama y me sentara a su lado. Pero yo me quedé de pie recostado en la puerta de la habitación.

-De nosotros. Yo ya te dije anoche que te amo.

-Kaede yoo...

-Hanamichi por favor escúchame un momento. Ya sé que tu no estás seguro, yo te gusto y para mi es suficiente por ahora. No quiero que me digas que me amas hasta estar seguro, no hasta que me lo digas e corazón.

-De acuerdo.

-Pero que pueda esperar para eso, no quiere decir que pueda hacerlo por otras cosas.- al decir eso la cara de Hanamichi se tiñó de carmesí. –Si estás pensando en lo que acaba de pasar en la escalera...- su sonrojo aumentó- No solo me refería a eso. Me refería a establecer un compromiso.

-¿Un compromiso?

-Llámalo ser novios, pareja o como quieras, pero necesito saber que entre nosotros hay algo firme pese a todo.

-Claro que lo hay- me contestó él. –Kaede, es cierto que estoy confuso, y tampoco yo quiero decirte que te amo hasta estar seguro de ello, porque no quiero hacerte daño. Pero claro que hay algo serio. Me gustas y quiero tener una relación seria contigo. ¿Kaede quieres ser mi pareja de ahora en adelante?- me preguntó levantándose para quedar a mi misma altura.

-Sí- le susurré yo. Y estaba a punto de besarle cuando él me lo impidió poniendo suavemente su mano en mis labios.

-En cuanto a lo que ha pasado en las escaleras quiero que quede claro una cosa- me dijo suavemente, mientras yo me separaba un poco de él para poder escucharle. –Anoche te dije que no quería correr, y es cierto, pero te deseo, y no tengo miedo de lo que pueda pasar entre nosotros. Llevo años queriendo probarlo, y ahora sé que quiero que sea contigo, porque te deseo- acabó susurrándome, mientras me atraía y me besaba.

..··..··..aquí empieza..··..··..


Su boca, húmeda y tibia, masajeó mis labios hasta abrir la mía. Entonces, su lengua se introdució en mi boca buscando el contacto con la mía. Al tiempo noté sus manos posarse en mi cintura, y luego resbalar lentamente en una suave caricia hasta mi espalda y mi culo. Tan pronto como pude reaccionar ante la avalancha de gratas sensaciones que su proximidad me producía, coloqué una de mis manos en su espalda mientras que lentamente la otra se enredaba en su sedoso cabello.

La proximidad de nuestros cuerpos permitía que fácilmente notásemos lo excitado que estaba el otro.

Hanamichi dejó por un momento mi boca al tiempo que sus manos se introducían en mi camiseta. Un escalofrió recorrió mi espalda al contacto de sus frías manos con mi piel que ardía, y aumentó el estremecimiento cuando deliberadamente, y aprovechado el acto reflejo de echar la cabeza un poco atrás por el placer de sus caricias en mi espalda, empezó a besar mi cuello. En ese momento no pude evitar que un pequeño gemido saliera de mis labios mientras me entregaba por completo a las gratas caricias de sus manos y sus labios.

Pronto mi camiseta le estorbó, y con más prisas que otra cosa, me la sacó arrojándola al suelo. Aprovechando que nos habíamos separado, me empujó hasta la cama y allí me dejó tumbado cara arriba. Me miró con los ojos brillantes y antes de tumbarse sobre mí para besarme de nuevo con pasión, se quitó él su camiseta, bien mi camiseta para ser exactos.

Con uno de los movimientos más sensuales que he visto nunca, se tumbó delicadamente encima de mí. Sus manos aprisionando las mías, su boca tomando la mía, de dónde no paraban de salir pequeños gemidos. Gemidos de placer provocados por el constante vaivén de su cuerpo encima del mío, pero también de frustración pues me tenía completamente inmovilizado, impidiendo así que yo participara para nada activamente en ese juego de poder y seducción.

Sin soltar mis manos, volvió a atacar mi cuello cual vampiro, supongo que atraído por el éxito de esa caricia hacía unos instantes cuado estábamos de pie en la puerta de la habitación. Y de nuevo yo no pude hacer nada. Mi cuerpo se estremeció por completo. Él aprovechó esos momentos de dulce desfallecimiento de mi cuerpo para soltarme, con la seguridad que no iba a moverme, y bajar sus manos hasta mi pantalón, el cual fue lanzado al suelo al lado de las camisetas.

Me encontraba casi desnudo debajo el cálido peso de su cuerpo sin poder moverme ni ganas de hacerlo, torturado hábilmente por su boca, y sus manos en mi pecho, mis pezones, mi ombligo mi vientre. A medida que sus caricias iban bajando por mi torso mi respiración fue volviéndose cada vez más irregular. Debajo de mis calzoncillos, mi pene se encontraba ya erecto y mis caderas hacían espasmódicos movimientos buscando el roce de mis genitales con cualquier parte del cuerpo de Hanamichi, a la vez que mi espalda se arqueaba involuntariamente para ayudar en el proceso.

Pero Hanamichi no hizo caso alguno de mi excitación y en vez de sacarme la ropa interior, empezó a besarme el vientre, aproximándose a la goma del calzoncillo pero sin tocarla, luego, con suavidad me abrió de piernas y se colocó entre ellas, pero tampoco me tocó. Se dedicó a besarme el interior de mis piernas, dulcemente, pero de forma muy húmeda y por tanto muy frustrante para mi. Hacía rato que había cerrado los ojos, y no recordaba haberme sentido así de caliente en la vida.

-Hanamichi- no pude evitar que pequeños gemidos salieran de mí mezclados con su nombre.

Por fin, cuando pensaba que iba a conseguir que me viniera sin siquiera haberme tocado los genitales, Hanamichi se decidió a sacarme la ropa interior. Por unos instantes se quedó observándome. Luego se tumbó de nuevo en mi para poder besarme. Pero yo ya no podía más. Frenéticamente mi cadera se movía restregándome contra él, mientas su boca me ahogaba de placer. Sin tocarme, y casi sin soltar mi boca, se quitó los pantalones y la ropa interior.

Cuando por fin pude notar la totalidad de su piel en contacto con la mía, mi piel se erizó de nuevo.

-¿Tienes frío?- me susurró.

Yo no pude susurrar, solo un gemido salió de mí.

-¿Te pone que te miren?- me preguntó. En ese momento no entendí a qué venía la pregunta. –A mi no- dijo, y con mucha agilidad se levantó y corrió las cortinas de la ventana.

Sin decir nada más se acercó de nuevo a la cama, pero esta vez no se tumbó encima de mí como antes, subió a la cama y se puso a cuatro gatas detrás de mi cabeza.

-¿Hanamichi qué haces?- logré preguntarle.

-Te beso la frente- dijo mientras y me besó la frente –los labios- e hizo otro tanto con ellos, pero esta vez se entretuvo un poco. Era extraño besarnos de ese modo, pues estábamos del revés. A cuatro gatas empezó a deslizarse más encima de mi, hasta que su cabeza estaba en mi pecho

-Beso tus pezones- y se dedicó a succionarlos, primero uno y después el otro. Pero yo no me quedé estático como la primera vez, alcé la cabeza del colchón y apresé sus tetillas entre mis labios. Ese contacto lo hizo estremecerse de tal modo que casi perdió las fuerzas y cayó encima de mí. Era mucho más excitante de lo que creía, el poder de hacerle temblar. A medida que él iba bajando sus caricias hasta mi abdomen, yo hice otro tanto. Esta vez pero fue directo a mis genitales.

En el momento en que noté algo húmedo que rozaba mi glande, no pude evitar gemir más fuerte que las veces anteriores

-¡aahhh!

Para cuando me di cuenta su propia erección estaba enfrente de mi cara, y sin pensármelo dos veces me la metí de golpe en la boca. Noté todo su cuerpo estremecerse, le fallaron las fuerzas, y cayó recostado en sus codos, haciendo que su cuerpo quedara más cercano al mío, y así introduciendo todavía más su pene en mi boca. Tanto que por un momento pensé que iba a ahogarme, así que delicadamente alejé mi cabeza sacándolo de mí. Pero lo hice lentamente y ejerciendo una suave presión con mis labios alrededor de esa barra de carne que palpitaba bruscamente.

-¡aaaahhhhh!- dijo él.

Sus gemidos me excitaban tanto como sus caricias, así que involuntariamente mis caderas se alzando buscando alibio.

Así poco a poco, sin prisa pero sin pausa, el uno al otro fuimos incrementando el ritmo de las caricias, los besos, y lamidos en nuestros respectivos genitales.

Su boca alrededor de mi se sentía increíble, y aunque me hubiera gustado alargar ese placentero estado de irrealidad eternamente, mi cuerpo llegó rápidamente al máximo punto de excitación. Pronto unas pequeñas gotas salieron de mi pene con un primer gemido

-Ohhh, Hanamichi

En ese momento agarró mi miembro con su mano, y empezó a masturbarme a una velocidad creciente.

-¡Ahh Ahhh ahhhhha ahaaahahaha!-

El placer era tanto que casi me detuve en las caricias que yo le estaba dando a él. Creo que en el momento en que me vine paré por completo. Pero no estoy seguro, no lo recuerdo, solo recuerdo la sensación de ingravidez, que me provocó ese orgasmo justo después que yo alcanzara una velocidad en el vaivén de mis caderas que nunca supuse que podría alcanzar.

-Aaaaaahhhhhhhh- casi grité.

Me quedé por un momento tendido en la cama fuera de mi, con la mente en blanco y sin poder moverme. Luego, noté cono las caderas de Hana también de balanceaban enfrente de mi cara.

Volví a lamerle el pene de arriba a bajo como si de un helado se tratara. Abandonándose por completo a las sensaciones Hanamichi se tumbó a mi lado, le era imposible de mantenerse encima de mí por más tiempo sin desplomarse. Así que ahora yo me puse encima de él y me esmeré para hacerle sentir tan bien como yo me había sentido momentos antes.

Completamente fuera de si –Hanamichi jadeaba, intensamente. Y cuando noté que el líquido pre seminal salía de él, hice lo que él. Mi mano le envolvió y le masturbé, con presión y velocidad disfrutando de los graves gemidos que escapaban de él, a medida que aumentaba la velocidad.

-Ah aah aaahhh aaahhhh aaaahahhh aahhhhh AAAAAhhhhhh!- acabó gritando mientras delante mío expulsaba una masa blanca y viscosa que se esparció por su vientre, mi mano, y las sábanas.

Como yo antes que él, se quedó por completo desarmado y exhausto en una sensación de ingravidez por unos instantes. Me tumbé a su lado sonriendo de felicidad, cansado, y sudado. Recuperando mi ritmo cardíaco habitual, me miré la mano. Toda embadurnada por el semen de Hanamichi. Una pregunta cruzó mi mente "a que debe saber esto?". Así que me lamí el dedo. Es difícil describirlo, era como salado, como el sudor o las lágrimas, pero distinto. Me gustó. Una idea cruzó mi mente, y sonriendo pícaramente me dispuse cómodamente encima las piernas de mi pelirrojo amante para poder lamer toda su simiente vertida en su vientre y luego la que quedaba en su miembro. Mis suaves lamidas, lograron su cometido, pues logré que su pene empezara a endurecerse de nuevo.

Puesto a investigar y hacer cosas que en otro momento me habrían parecido completas cochinadas, no me conformé con lamerle el pene, así que bajé más, le hice doblar las piernas y abrirlas, para tener más fácil acceso a sus testículos primero, y luego un poco dudoso me dirigí hacia su ano. Pero por el camino descubrí que su espalda se arqueaba profusamente si hacía presión en cierto punto entre su ano y sus genitales. Le torturé un poco hasta que decidí seguir mi exploración. Para ese entonces su pene estaba otra vez en pie como un soldado obediente a mis ordenes. Aprovechando que yo todavía estaba untado de mi propio semen, unté mis dedos con él y introducí uno en el ano de Hanamichi.

-¡HHHH!. ¿Kaede qué haces?- me dijo.

-¿Te molesta?- le pregunté, luego moví mi dedo dentro de él.

-Es extrañoooooooo- exclamó cundo hice esos movimientos, pero el arqueo de su espalda me decía que no le era desagradable del todo así que seguí "explorado".

Pronto quise averiguar si otro dedo le haría sentir mejor todavía, así que no tardé en meter un segundo dedo. Un leve quejido salió de sus labios.

-¿Duele?- dije.

-Un poco- confesó él.

Me estuve quieto temiendo que si me movía le dolería más. Pensé que tendría que ir con cuidado para sacarlos. Pero entonces noté que su ano hacía involuntarios movimientos de presión alrededor de mis dedos., eso me excitó sobremanera, solo en pensar en como se sentiría tener allí mi miembro en vez de dos dedos. Así que mientras mi cuerpo reaccionaba con ese pensamiento mi mente pensaba una manera que hacer que Hanamichi no quisiera que le sacara los dedos de dentro.

Así me incliné de nuevo sobre su pene y me lo metí de lento en la boca. Al mismo tiempo que con los dedos efectuaba lentos y suaves movimientos dentro de él. Y pareció gustarle de nuevo. Porqué pronto no eran dos sino tres. Cuando creí que ya no le dolían mis movimientos en su culo, me separé de su pene y le pregunté.

-¿Hanmaichi puedo?

Vi en sus ojos una sombra de duda. Así que empecé a retirar mis dedos de él, pero él se movió volviendo a introducirlos de nuevo en él, más profundo que las otras veces, y ahogó un gemido.

-Sí Kaede, no salgas de mí...

Así que saqué mis dedos, en contra de lo que me había pedido, pero pronto los reemplacé por mi miembro erecto de excitación por sus gemidos y espasmos bajo mis manos.

Era estrecho y caliente, y se sentía tan bien que tuve que hacer un gran esfuerzo para no entrar en él de golpe. Pero duró poco mi auto control. Pronto mis caderas empezaron a moverse primero lentamente adentro y a fuera de él. Así como sus caderas también participaba en esa danza.

Cada embate era un poco más profundo que el anterior, y más fuerte, y más rápido. Mi mano voló de nuevo a su miembro alcanzando un ritmo similar al que yo llevaba dentro de él.

De repente sus manos se agarraron en mi culo, y empezaron a forzarme más adentro, más profundo. Con cada embate él gritaba, y yo también.

Estuvimos así unos momentos, hasta que noté que me iba a venir e intenté avisarle.

-¡HA ahha ahah Hanaaaaaa!

Pero ya era tarde, de nuevo mis caderas se volvieron espasmódicas, y mis movimientos dejaron de ser controlados. Con un último embate más violento que los demás, me derramé dentro de él, y acto seguido él lo hizo en mi mano.

Sin poder evitarlo me derrumbé encima de él. Allí me quedé por muchos minutos, sin siquiera salir de él.

Ambos respirábamos agitadamente, y nuestros corazones se fueron calmando. Luego me salí de él, intentando que no le doliera, y me tumbé a su lado.


..··..··..Aprensivos/as podeis seguir a partir de aquí..··..··

-Gracias- le susurré. -Te quiero.

-Lo sé- me dijo. Yo no esperaba que me dijera yo también, prefería que la primera vez que me lo dijera fuera de una forma más serena.

Quedamos allí abrazados en las sábanas todas removidas y con manchas húmedas.

-Me apetece una ducha Kaede.

Yo levanté mi cabeza de su pecho para decirle que no hacía falta que me pidiera permiso, pero él fue más rápido.

-¿Te bañas conmigo?

Salimos hacia el baño, y nos metimos bajo el chorro de agua tibia.

-Mmmm- susurré cuando el agua me tocó.

Hanamichi también ronroneó con el agua. Estaba con los ojos cerrados y la cabeza directamente debajo del chorro de agua cuando le besé.

-Kaede, a la próxima quiero saber qué se siente estando arriba.- me dijo sonrojándose un poco.

-Muy bien- dije yo. Al fin y al cabo era lo justo -¿Pero te ha gustado estar a bajo?

-Duele un poco, pero vale la pena- dijo sonriendo. Luego simplemente me besó.

Salimos del baño, y de nuevo nos vestimos con mi ropa.

-Kitsune, tengo hambre- dijo Hanamichi mientras se ponía un par de calcetines.

-Vamos a la cocina a preparar algo de comer. ¿Porqué no avisas a tu casa y te quedas a comer?

Mientras decía esto, iba sacando las sábanas, y haciendo un revoltijo que luego me llevaría a bajo para lavar, junto con las ropas sucias de Hana, Abigail y mías de la noche anterior.

Mientras yo hacía la tarea de poner la lavadora oí a Hanamichi hablando por teléfono. No tardó mucho en colgar.

En la cocina encontramos a Abigail durmiendo sobre sus brazos, así que intentamos preparar la comida sin hacer ruido.

Cuando ya estábamos acabando ella despertó.

Por suerte no parecía saber qué había ocurrido, ni preguntó por ello, supongo que ya se lo imaginó.

Luego comimos, y ella nos pidió dormir otro poco más. Así nos tumbamos en la cama recién hecha, y como mínimo yo no tardé en quedar dormido abrazado a Hanamichi y con Abigail recostada a mi lado.

Esa misma tarde cuando los tres despertamos de la siesta, salimos al parque. Era sábado, nosotros dos teníamos muchas ganas de jugar, y Abigail no quiso perdérselo. Antes de salir de casa le dijo.

-Me fijé que a veces traías una cámara. ¿Quieres que te preste la mía?- la verdad es que el aparato que solía carretear arriba y abajo era una cámara muy vieja. La mía en cambio era una cámara digital Pensé que le gustaría.

Esa tarde mientras nosotros jugábamos nos vimos sometidos a una intensa sesión de fotos. Se acercó a nosotros tanto como pudo. Y nos fotografió desde detrás del aro, desde la banda, de atrás... Pero le quedaron muy bien. Y estoy convencido que esas no fueron las mejores por la cámara nueva sino por lo que acababa de ocurrir entre nosotros.

¬ ¬ ------- ¿fin?

Sant Vicenç
Desmbre 2005


Grissina: Bueno espero que os haya gustado. Como habeis visto aunque la historia es la misma, no es lo mismo. A la proxima sabrés como lo vivó Hanamichi.