A Salvo.
-¡Divisaron la camioneta, ¡hace sólo unos minutos, ahora la están siguiendo por la carretera –gritó Brass por el teléfono, y antes que les diera la dirección, Catherine, Grissom y Warrick ya iban a toda marcha por la carretera.
La patrulla de Brass junto con otras cinco más perseguían la camioneta del secuestro, la que esquivaba peligrosamente curvas, autos, peatones y semáforos en rojo, hasta que finalmente, una mala maniobra del conductor, hizo que se estrellara contra un poste de luz, y luego, contra el muro de protección de una casa.
Los policías se acercaron apuntando con sus armas y ordenando la salida del vehículo. Hubo un momento de tensión.
Finalmente salió el primer sospechoso con las manos en alto, quien se acercó a las patrullas donde fue desarmado y esposado. No tenía más de 18 años.
Brass ordenó la salida del resto de los sospechosos.
-Hay algunos que están heridos –gritó el muchacho que acababa de salir.
En eso salieron dos jóvenes más, los que también fueron desarmados y esposados.
-¿Cuántos quedan? –les preguntó Brass, pero no obtuvo respuesta. Repitió la orden de abandono del vehículo.
-¡No disparen! –dijo una voz desde dentro del vehículo- ¡No puedo salir!
-¡Salga del auto!
-¡No puedo moverme!
En eso llegaron Cath, Grissom y Warrick.
-¡Arroje las armas para afuera del vehículo! –y al cabo de unos segundos dos armas saltaron por una de las puertas.
-¡Son las que alcanzo!
Los policías que estaban frente a la camioneta confirmaron la muerte del piloto: Tim Blanck, y el copiloto.
Con una rápida maniobra, policías y paramédicos sacaron de la camioneta al sospechoso que seguía vivo, quien no podía moverse de la cintura para abajo.
-¡¿Dónde está el rehén! –le gritó Warrick.
El muchacho lo miró aturdido. Warrick volvió a gritarle la pregunta, y como si hubiera recordado de pronto que llevaban un rehén respondió.
-Bajo el asiento de atrás.
Catherine se adelantó a los paramédicos y pudo ver un costado del torso de Greg junto con una de sus manos, que sobresalía del escondite donde tontamente lo habían puesto.
-¡Greg! –gritó dijo al momento que tomaba su mano, y al segundo después sintió como ésta apretaba fuertemente la suya.
En el hospital, Nick observaba como Sara se quejaba dormida, y se movía mucho. Se acercó a la cama, con una mano tomó la de ella y con la otra le acarició la mejilla. Ella despertó. Miró a Nick, pero no dijo nada, sólo le sonrió melancólica. Se acomodó nuevamente y Nick siguió acompañándola, hasta que el sonido de su teléfono lo interrumpió.
Él contestó.
-Warrick, ¿qué pasa?
-¡Encontramos a Greg!
-¡Lo encon…! –la voz de Nick se cortó con la emoción al momento en que se levantaba de su silla. Sara al verlo se incorporó también en su cama.
-Sí, detuvieron la camioneta y lo encontraron, va camino al hospital con Catherine, está herido pero está bien.
-Gracias a Dios, aquí lo vamos a esperar. Gracias Warrick, nos vemos aquí, adiós –cortó el teléfono. Miró a Sara y suspiró- Está bien, viene camino hacia acá –dijo mientras se acercaba y se sentaba en la cama frente a ella.
Sara se llevó una mano a la boca y las lágrimas atoradas en su garganta produjeron un sollozo. Estiró una mano hacia el hombro de Nick y él la abrazó. Ella lloraba de felicidad.
Catherine no prestaba atención a la sirena de ambulancia que sonaba sobre su cabeza. Sólo acariciaba el pelo de Greg que iba tendido en una camilla frente a ella. No había dicho ni una palabra.
-Ahora vas a ser un héroe, ¿sabías? –le dijo cariñosamente.
Él negó con su cabeza y cerró fuertemente los ojos como conteniendo el llanto.
-Sara… yo tuve la culpa de que la mataran –le dijo con voz entrecortada.
-Qué estás diciendo, Greg, ella está viva –le dijo sin cambiar su tono de voz.
Greg abrió los ojos, muy asombrado, y una sonrisa iluminó su rostro malherido. Cath asintió, reafirmando lo dicho.
-Le dispararon… como no nos devolvimos pensé que la habían matado.
-¿Sabes, ella creyó que te habían disparado a ti, y creyó que tú eras el que estaba muerto –hizo una pausa- estaba igual de asustada y dolida que tú.
-Sí –contestó él con voz suave- ella no podría vivir sin mí.
Catherine rió. Aún en ese estado, Greg seguía siendo Greg.
Un par de horas más tarde, Cath, Grissom y Warrick conversaban en uno de los pasillos del hospital.
-Acabo de hablar con el fiscal, dice que habrá juicio y que será fácil condenarlos por las evidencias existentes. Más fácil aún con la declaración de Greg –dijo Grissom.
-¿Quién mató a Dawson? –preguntó Warrick.
-Andrew Brham, la segunda víctima, y él fue linchado por sus compañeros por matar a Dawson.
-Eran unos niños… –dijo Cath- y estúpidos.
Unas habitaciones más allá, Greg despertaba.
-Estoy muerto, estoy viendo ángeles –dijo al ver a Sara sentada junto a él.
-Eso es muy fome y repetido –le contestó ella sonriendo suavemente.
-Lo siento, es lo primero que se me viene a la mente. Usualmente cuando ceo mujeres tan lindas como ángeles es lo primero que se me viene a la mente.
-Greg… -Sara quizo decirle algo, quiso agradecerle por lo que acababa de decir, por estar siempre a su lado, por ser fiel en su amistad con ella, por subirle el ánimo siempre… por salvarle la vida. Pero la emoción se lo impidió.
-Sara, me diste un susto terrible
-Perdón –ambos bromeaban tranquilamente.
-Dame un beso y te perdono.
-Qué bueno que tu humor no te cambió.
-Mejor no me lo des, vas a poner celoso a Nick.
Ella lo miró extrañada y él le señaló la puerta, donde estaba Nick, quien había escuchado todo.
-Creí que estabas dormido –le dijo Sara.
-Estaba, hasta que la enfermera me dijo que te habías fugado.
-No me fugué –ella rió.
-Sara, estás en observación por tu golpe en la cabeza, deberías estar acostada.
-¿Te fugaste por mí? –dijo Greg con un tono melodramático.
-Quería agradecerte –le dijo adoptando un tono más serio-
Quería agradecerte, Greg, por todo lo que hiciste por mí, por ser como eres conmigo… -su voz se quebró de nuevo, y suspiró para no llorar- perdonen.
-Hey, no te preocupes –le dijo Nick- si quieres llorar, llora.
-No, tú ya me has visto llorar lo suficiente –le contestó, pero sus esfuerzos no estaban dando resultados.
-Sara, vuelve a tu habitación –le dijo Greg- no quiero que te pase nada malo por estar aquí levantada.
Ella asintió. Aún estaba muy sensible.
-Gracias por todo Greg.
-Soy el hombre más feliz del mundo sabiendo que estás bien -le dijo, y le tiró un beso con la mano.
-Mejórate Greg –le dijo Nick, y chocaron sus puños en señal de amistad.
Al día siguiente, el médico llegó a ver a Sara.
-Según lo que dice tu evaluación sicológica estás en condiciones de irte, así que te voy a dar de alta –le dijo- pero no sería bueno que estuvieras sola, ¿tienes a alguien que te acompañe?
Ella no se había puesto a pensar en ese detalle, en llegar a su casa, sola, donde podrían hacerle daño. Sabía que los que la habían atacado estaban muertos o bajo custodia, pero podían haber otros cómplices, otros miembros de la pandilla…
-Sí, yo me quedo con ella –respondió Nick. Sara quedó maravillada ante este gesto espontáneo y lo agradeció para sus adentros.
-Tú la debes querer mucho –le dijo el doctor- no te has movido
de aquí desde que llegaron.
-Sí –respondió él- a veces no la soporto, pero es una de las mujeres que más quiero en la vida.
Sara quedó tan anonadada con esta revelación que se quedó sin palabras, y no supo cómo responder a la típica mirada de Nick, de esas mitad en burla y mitad en serio.
-Bien, te puedes ir entonces –le dijo el doctor, y después de pasar a despedirse de Greg, ambos subieron al auto de Nick, donde Sara aún tenía sus dudas.
-¿Nick?
-¿Si?
-No quiero ir a mi casa, tengo miedo- Se sintió como una niña caprichosa, pero no podía pasar por encima de sus sentimientos.
-¿A dónde quieres ir? –dijo él muy calmado, lo que hizo que
Sara tomara confianza para responderle.
-A tu casa.
-Bien, vamos para allá entonces.
Se miraron sonriendo. Sí, era cierto, a veces se molestaban mucho el uno al otro, pero ambos se tenían un profundo afecto, y Sara recién comenzaba a descubrir el cariño que Nick sentía hacia ella.
Ya en la casa de Nick, él se duchó, se cambió ropa y se sentó en el sillón exhausto, se apoyó en el respaldo y cerró los ojos un momento.
Sara lo miraba desde la cocina. Tal como lo hizo con Greg, quería agradecerle también a Nick, a su amigo, a quien había estado a su lado las últimas 48 horas, a la única persona en quien ella se había refugiado, y había encontrado consuelo, apoyo, seguridad. Recordó todo lo que la había pasado, el miedo que había sentido, las heridas que tenía en su cuerpo, el temor que ahora le daba quedarse sola, las pesadillas que había tenido en el hospital… se estremeció.
Nick abrió los ojos y la notó afectada.
-Ven –le dijo y le estiró sus brazos. Su voz era muy cálida, muy cariñosa, muy calma, al igual que su sonrisa.
Sara se acercó. Se recostó en el sillón y apoyó sus hombros y su cabeza en el regazo de Nick. Él pasó sus brazos alrededor de ella y le tomó sus manos.
-Me diste un susto terrible –le dijo bromeando tranquilamente, usando las palabras de Greg.
-Perdona –le dijo ella, también jugando.
-Dame un beso y te perdono –respondió Nick.
-¿Dame un beso tú? –Sus deseos se transformaron tan rápidamente en palabras que no pudo hacer nada para contenerlos.
Nick se acercó y la besó en la mejilla. La estrechó en sus brazos.
-Te quiero mucho Nicky.
-Yo también a ti, Sara.
Ninguno de los dos se movió de ahí, y ambos se refugiaron en sus sueños, mientras el más brillante sol de Las Vegas iluminaba la ciudad.
