Capítulo 3
.: Meditaciones :.
Ya era casi medianoche. Harry no había bajado a cenar con Ron y Hermione.
Tampoco hizo mucho caso cuando ellos regresaron. Y cuando Hermione, harta de las explosiones de los nuevos productos de "Sortilegios Weasley´s" mandó a todos a sus habitaciones, incluyéndolo, él bajó nuevamente al rato después.
Estaba sentado en la Sala Común, acomodado en uno de los sillones cerca de la chimenea, contemplando el crepitar de las llamas. No había ni una sola alma en el lugar, y eso era precisamente lo que él quería. Estar solo.
Hacía tan poco tiempo, Sirius se había ido de su lado.
Aún le pesaba en su memoria ese fatídico día en el Departamento de Misterios.
Todos los que le rodeaban hacían el intento de animarlo de alguna manera. Pero no podía sentirse bien. Era consciente de que todos le tenían un ojo encima a cada momento, y eso de cierta forma, le hacía sentir bastante molesto.
Pero ya no quería hacer nada. No quería reclamarles, ni decirles algo... porque por culpa de sus propias faltas de criterio, y de sus actos impulsivos, había ocurrido una tragedia irreparable.
Y ahora, estaba tan hundido en la culpa, los remordimientos, el dolor, la ira, el odio, que sólo quería dejar de sentir... si hubiese podido, se habría sacado el corazón del pecho.
Se sentía débil, muy débil.
Se preguntaba, cuál era el punto de todo esto... Él era "el elegido". Ahora, todos los periódicos le llamaban así. (Bastante odioso y causante de las burlas de varios Slytherins que se habían tomado la molestia de arrinconarlo en el tren)
Pues gran salvador tenían, que estaba al borde del colapso.
Él debía ser fuerte para todos.
Él debía ser el responsable de todo lo que Voldemort hiciese.
A él no debía de importarle si alguien caía en la guerra, puesto que eso era... una guerra.
Una guerra por poder, que él debía ganar a toda costa para salvar al mundo.
¿Por qué no simplemente le delegaban la responsabilidad de cuidar un escreguto de cola explosiva, o cualquier otra cosa? Oh, no, debía salvar al mundo. Estaba escrito... estaba predicho... así debía ser.
Y qué bien lo había hecho hasta ahora. Todos los que se le acercaban, terminaban heridos o muertos.
Recordaba a la perfección que desde primer año, sus amigos le habían seguido, siempre en pos de él para que evitar el peligro y para conocerlo también...
Luego en segundo los ataques del basilisco en la escuela, que para mejor, le habían culpado a él...
Más tarde saber que un supuesto asesino, (que al final no lo era) estuviera detrás de él, y que fuera la única familia que le quedaba...
El encuentro con Voldemort en su cuarto año... el segundo que tenía, desde que la maldición le había rebotado cuando era sólo un bebé... recordaba cómo Colagusano le había lanzado un Avada Kedavra a Cedric, y él no había podido hacer nada para salvarlo...
Recordaba cómo sus amigos se habían arriesgado por su culpa de nuevo... habían quedado muy heridos, siendo sometidos a los cruciatus lanzados por los mortífagos. De no haber sido por él, y por su estúpido sueño de una puertecita desgraciada, él no hubiera ido... él no hubiese expuesto a nadie al peligro... nadie hubiese tenido que ir a rescatarlo... nadie hubiese muerto...
Sí, claro... que sin contar con la bendita profecía...
"El único con poder para vencer al Señor Tenebroso se acerca... Nacido de los que lo han desafiado tres veces, vendrá al mundo al concluir el séptimo mes... y el Señor Tenebroso lo señalará como su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Tenebroso desconoce... y uno de los dos deberá morir en manos del otro, pues ninguno de los dos podrá vivir mientras siga el otro con vida... El único con poder para derrotar al Señor Tenebroso nacerá al concluir el séptimo mes..."
En esos momentos cerró sus ojos, y deseó con todas sus fuerzas que todo esto no fuera más que una horrible pesadilla. Que cuando despertara, su madre estaría regañándolo por alguna travesura que hubiese hecho, y que su padre se estaría riendo desvergonzadamente, mientras que Lily le miraba enfadada.
En esos momentos, deseó que Sirius estuviera ahí, defendiendo a su ahijado del inminente castigo... culpando a James, claro, de ser el autor intelectual de todo aquello.
Pero no.
Aquello no era una pesadilla.
Era su realidad.
Un poco fría, un poco cruel. Pero era esa, y ni mucho que lo deseara, ni mucho que lo quisiera, podría remediarlo.
Su verdad, era que sus padres estaban muertos, Sirius estaba muerto. Y él, estaba con vida.
No quiso abrir los ojos. No quería admitir que tenía razón. Pero no podía quedarse ahí por siempre. Tendría que levantarse al otro día, ir a clases como siempre, sonreír como siempre, pretender que todo en su vida era como debía ser.
Además, no quería dormir. Sus pesadillas ya eran insoportables. Cada noche era una tortura. Siempre era lo mismo. Veía cómo su padrino era golpeado por las chispas rojas, y caía atravesando el velo. Y él intentaba coger su mano. Y la oscuridad lo cubría. Luego despertaba sudando y agitado.
Y había sido así durante todo el verano. Sin que su corta estadía en Privet Drive hubiese mejorado la situación.
"¿Su padrino murió?" Habían preguntado los Dursleys cuando se habían enterado... y le habían causado un enorme hueco en el estómago.
El mismo Dumbledore le había ido a buscar. Además de informarle acerca del testamento de su padrino. Él tendría la casa de la familia Black, la cual dejó en disposición de la Orden. Kreacher... pues Kreacher sería miembro permanente de las cocinas de Hogwarts (aún sentía repudio por aquella criatura). Buckbeak estaría mejor con Hagrid... y una buena cantidad de Galleons fue depositada en su cuenta en Gringotts...
Como si hubiese necesitado recordarlo...
"Vamos Harry... sabes que si sigues pensando en esto, no los traerás de vuelta..." Ése era el pensamiento de cada mañana y cada noche.
Ése era el pensamiento que lo mantenía cuerdo... que lo mantenía con vida...
Estaba cansado. No había dormido por más de tres días, y ya comenzaba a notarse demasiado.
Lo mejor sería ir a la enfermería, y rogarle a la enfermera que le diera un poco de poción para dormir sin soñar. Al otro día sería la primera clase del año, y no le convenía ausentarse.
Sin mucho ánimo, se levantó del sillón. Subió lo más silenciosamente que pudo a su habitación a buscar su capa de invisibilidad. No podía darse le lujo de pasear por el colegio a esa hora, a vista y paciencia de los profesores o Filch.
Se la colocó encima, y salió por el orificio del retrato.
