Capítulo 6
.: Juicio :.
El Ministerio de la Magia estaba hecho un hervidero de gente que iba y venía de un lado a otro. Las chimeneas estaban prácticamente colapsadas por el flujo de magos y brujas.
Las salas de las audiencias estaban repletas hasta el tope.
Albus Dumbledore, acompañado de Snape y Remus, observa el desarrollo de las interrogaciones.
- Marcus Flint, usted ha sido encontrado, en la madrugada de hoy, con vestimentas mortífagas, y en medio de actos criminales. Usted se ha visto implicado con las muertes de los Muggles encontrados en el lugar de los hechos, ha atacado a oficiales de la ley mágica, y el examen de su varita, indica que usted ha hecho uso de las tres maldiciones imperdonables. Dadas las circunstancias, y las pruebas, se le ha traído el día de hoy para imponer la sentencia, y además...
Él, y muchos después de él, fueron dando sus declaraciones.
Estaban consternados.
Aquella masacre, era el rito de iniciación de los nuevos miembros de las filas del Señor Oscuro.
La mayoría de los que habían atrapado, eran estudiantes, y jóvenes recién egresados.
Cuando ellos superaran la prueba, serían marcados.
Ellos debían capturar a los Muggles, torturarlos, y observar cómo los dementores hacían lo suyo.
Y debían permanecer ahí, observando, disfrutando del sufrimiento, del dolor, la agonía.
No podían tener piedad, y simplemente matarlos...
Y así lo habían hecho, obedientemente, tal como se les había ordenado.
Severus estaba más que nervioso. No había visto a Draco en todo el día. Temía que el chico estuviera entre los capturados.
Había luchado mucho tiempo, para que su ahijado no tuviera el mismo patético destino que su padre. Había luchado, para que le dieran la oportunidad de ser libre, de ser lo que él quisiera.
Pero el buen Lucius, había trabajado tanto en el muchacho... quería asegurarse, por sobre todas las cosas, que su único heredero, continuara con la "Noble misión" de la purificación mágica, de la destrucción de los impuros, y toda esa charlatanería. Pero más que nada, por el poder.
Aún recordaba, que en sus tiempos de juventud, e idiotez, se había sentido atraído al Señor Oscuro, por el poder, por el sabor que éste poseía.
Pero el poder, liberado sin control, era una trampa letal, disfrazado con un sabor dulce. El más dulce de los venenos, que mataba y corroía todo dentro del alma.
Y a buena hora de su vida, lo había notado. Cuando estaba tocando fondo, cuando su vida no tenía ni sentido, ni significado. Y había optado, por lo que él pensó, sería lo mejor.
Claro, que como buen Slytherin, nunca se acostumbraría del todo, a hacer lo correcto.
Siempre tendría que alejarse un poco de lo excesivamente bueno... pues vamos, eso a veces le hartaba... aunque luego, su conciencia no lo dejara tranquilo.
Miró a su lado, a un pálido Remus.
Él había sido uno de los pocos que le había tendido la mano, cuando nadie más lo había hecho, además de Dumbledore... (bueno, Dumbledore nunca dejaría de ver el lado bueno de las personas... él era un caso aparte)
Había decidido dejar de lado las viejas enemistades, olvidar antiguas riñas, y comenzar de nuevo. Y en el fondo, bueno, quizá no tan en el fondo, le agradecía a sobremanera.
A veces se recriminaba así mismo, el hecho de ser tan insoportable. Pero por alguna razón, no quería que lo vieran tal como era. Bastante extraño¿no?
Bueno... que se podía esperar de alguien que ha pasado casi toda su vida solo, en un mar de gente...
Quizá comenzar ahora, no sería tan malo... dicen, que nunca es tarde para intentar reparar un error. De todas maneras, sabía que el sujeto a su lado, siempre tendría una sonrisa para él.
Ahora que lo observaba con más detenimiento... había algo extraño... en él... algo poco usual. Sus ojos...
- Los acusados de esta sala, han sido condenados por el asesinato en masa de 120 Muggles, que incluyen 30 hombres, 29 mujeres, 15 ancianos, 34 adolescentes, y 12 niños.
Serán llevados inmediatamente a Azkaban, donde deberán cumplir la sentencia máxima.
Ahora la sesión de este día ha finalizado.
Guardias, retiren a los prisioneros. Miembros del Wizengamot, y testigos, son libres de retirarse.
El ruido de sillas moviéndose y el traqueteo de pasos y las voces fusionadas, trajeron a Severus de regreso a la realidad.
Apenas notó lo que había pasado. Pero fue lo suficiente como para dar un suspiro de alivio. Su ahijado no estaba ahí.
Los tres magos regresaron al colegio, con un vacío en el pecho. Habían enjuiciado ahí a cinco estudiantes de 7°. La moral estaba muy baja.
Al entrar en la oficina, Fawkes fue directamente a posarse en el hombro del anciano director.
- Oh Fawkes, qué día... qué día...
Dumbledore se sentó detrás de su escritorio. Lucía cansado. La edad ya comenzaba a causarle sus molestias.
- Me alegra que al menos ahora se comporten de manera civilizada. – dijo como todo comentario.
Ambos se quedaron sorprendidos por un momento...
- Bien chicos... hay cosas que debemos hacer... Remus, tú tienes una pequeña que atender. Y tú, Severus, tienes clases que impartir.
Era cierto.
Ése era el primer día de clases. Para su desgracia, ya que se había perdido las de la mañana. Bien, por los que se salvaron. Pobres de aquellos que tuvieran pociones después del almuerzo... pobres... de aquellos que osaran a sacarlo de sus casillas, en un día donde su humor no era el mejor, en especial por la parte de no haber dormido en toda la noche.
- Bien, creo que debo ir a dar la bienvenida apropiada, para el nuevo año académico... permiso. – dijo saliendo del despacho.
El director y Remus se dieron una mirada algo risueña. Sabían a la perfección cómo eran las bienvenidas de Sevy, y en el fondo... compadecían a los pobres niños inocentes... .'
