Capítulo 9

.: Fantasma y Mazmorra :.

Kat caminaba lo más rápido de lo que sus piernas eran capaces. Sabía que si una persona corría, llamaba mucho más la atención que una persona que iba caminando, aunque fuera una completa extraña.

Estaba completamente convencida. El lugar era un palacete, y estaba encerrada ahí, con un maníaco... y probablemente más de uno.

Tenía un poco de frío... pero no el horrible que había sentido hace un rato... era algo más común... cuando cayó en cuenta que lo único que tenía encima era un camisón blanco.

"Espero que quien me haya puesto esto haya sido la enfermera..."

No supo cuanto tiempo caminó y caminó, deambulando por todas partes, subiendo y bajando infinidad de escaleras... que curiosamente les agradaban cambiar de lugar.

Los minutos transcurrían lentamente. El sol se ponía por detrás de los cristales de las ventanas.

Los pasillos oscuros, y polvorientos ya la estaban hartando... el lugar parecía un laberinto... y habría jurado que ya había pasado por una fila de armaduras exactamente iguales a las que había visto hacía mucho rato.

"Ah, demonios... quizá cuánto tiempo más tendré que estar aquí perdida... bueno... quizá si le hubiera hecho caso al tipo de la enfermería de no haber salido... no me habría sucedido."

Sin darse cuenta, y sin poder evitarlo, unas enormes bombas de agua estallaron en su espalda, haciendo que un escalofrío le recorriera el cuerpo empapado.

Una risa perversa comenzó a salir de la nada. Escuchaba esa voz en todas partes. Detrás de ella, arriba, en su oído. Hasta que, ( gracias al cabreo que tenía encima) diciendo con una voz bastante alta y audible para cualquiera que se le ocurriera pasar por el otro extremo del pasillo...

- ¡Por la misma mierda¡Quien demonios jode de esta manera?

La risa se detuvo al instante.

Y pudo ver con algo de asombro, cómo una especie de hombrecito con ropa ruidosa, extraña... un sombrero cubierto por una campana y una pajarita naranja y con ojos que eran oscuros... siniestros... se aparecía del aire.

Parecía sólido, aunque flotaba como si fuera un... ¿fantasma?

Kat quedó mirándole hipnotizada. Mientras el hombrecillo le sonreía con descaro.

- Oh, oh, no, no, no, las niñas buenas no dicen palabrotas, ni deambulan por los pasadizos secretos, oh no, has sido una mala, mala alumna... - le dijo con voz santurrona.

- Oye, oye, no soy de aquí.

- Pero estás aquí. ¿No? – dijo, sonriendo de manera infantil, mientras comenzaba a dar saltitos a su alrededor, al nivel de su cabeza.

- Oye... ¿Qué se supone que eres...? un fantasma... espectro... lo que sea...

- Más respeto, que estás hablando con el único poltergeist por estos lados jajaja!

- '¬¬ Pues bien, gasparín de cuarta... ¿Sabes dónde está la salida de este manicomio?

- ¿Gasparín de cuarta?. Mira mocosa, si yo quisiera, estarías colgando de los pulgares en unas hermosas cadenas oxidadas... oh... extraño los castigos a la vieja usanza... pero es que era por su propio bien... – dijo dando una mirada maliciosa.

- Sí, venga, venga, fantasmito... ¿Serías tan amable de decirme en dónde está la salida?

Peeves pareció meditarlo por un momento, y le dijo.

- No te diré nada si no me dices por favor.

- Pues, por favor...

- ¡Nada! Ajajaja te dije que no te diría nada si me decías por favor... dijo huyendo de ahí, dando saltos por todas partes, lanzando maldiciones, y desarmando las armaduras, causando tal escándalo, que una gata de ojos amarillentos se apareció de súbito por el extremo opuesto del pasillo.

- Jo... maldito gasparín... de comediante se muere de hambre... ya me lo voy a encontrar... algún día... me tendrá que pagar lo de la mojada, que si me agarro un catarro me lo cargo.

- ¿Señora Norris... quién se ha atrevido a hacer todo este desastre¿Acaso está ahí el responsable...?. – dijo una voz ansiosa.

Vio a la gata que la seguía, apenas escuchó el llamado... estaba cada vez más cerca, mirándola de manera acusadora, y maullando al hombre que se acercaba.

"Joder... será mejor que corra... "

Y sin perder tiempo, corrió como una condenada, bajando por el pasillo, doblando a la derecha, luego a la izquierda... "mierda... escaleras..." las bajó rápidamente, mientras sentía que ya había perdido al loco de la gata.

No supo cuánto corrió, cuando llegó a un pasillo donde ya no había ventanas. Todo estaba iluminado con antorchas. Al final, había tres puertas de madera.

"¡Pues... veamos que hay detrás de la puerta n° 1!"

Sin estar del todo convencida, se acercó a la puerta más cercana. No sabía por qué, pero le daba mala espina... en especial por el aroma que había en el ambiente...

Puso la mano en el pomo metálico. Estaba frío. Y girándolo, comenzó a empujar la pesada puerta lentamente, como temiendo a lo que pudiera haber adentro.

La movió lo suficiente como para que su pequeño cuerpo pudiera entrar.

El lugar era bastante tétrico. Tenía toda la pinta de esas mazmorras de cuentos de hadas, claro que los frasquitos de vidrio con ojos, patas de ranas, y otras cosas... la hacían sentir... digamos, mareada.

En medio, había un enorme mesón, donde un caldero negro y grande tenía una sustancia burbujeante. De ahí provenía el tan especial olor.

A los costados, pequeñas mesas, tenían calderos más pequeños, de distintos colores, entre negros, rojizos y blancos.

"Creo que esto de la brujería es bastante serio... ay mi madre... me está dando miedo todo esto... quiero ir a casa (o.o? eso lo dije yo... ? ) ..."

Sintió un fuerte golpe proveniente de la entrada. La puerta se había cerrado dando un portazo.

Asustada, corrió a abrirla. Pero no pudo. Tiró con todas sus fuerzas, y la puerta no se movió ni un centímetro.

Lo intentó miles de veces, obteniendo el mismo resultado.

Comenzó a escuchar una risa familiar que resonaba del otro lado de la puertecita.

Ahora sí que estaba encolerizada.

- ¡Abre la puerta ahora mismo fantasma de pacotilla! – le gritó desde dentro.

- JAJAJAJA, te lo dije, te lo dije, el buen Peeves no deja que los niños se escabullan por el colegio... no, no, no...

- ¡Argh¡Estúpido fantasma! – Gritó, sin resultado, pues Peeves ya se había alejado echando aspavientos, dejándola completamente sola.

Sola... estaba encerrada en una mazmorra maloliente, sola, (Y empapada) en un colegio de magia... ella era una supuesta bruja...

Caminó hasta la pared, y apoyándose, fue deslizándose hasta caer sentada en el frío piso de piedra.

Rodeada de calderos y sustancias ininteligibles, comenzó a digerir y procesar la información en su cabeza.

"Ah, Remus Lupin... desearía que vinieras a sacarme de aquí... los humos del caldero comienzan a afectarme..."