Capítulo Dos:
Nuevo comienzo—No logro comprender qué significa esto —a altas horas de la madrugada, Robin aún continuaba frente a la computadora, intentando descifrar el misterioso mensaje.
Sabía que quizás no tenía sentido, que podía ser una simple broma, pero había algo que lo inquietaba profundamente. Lo irritaba todavía más ni siquiera saber qué era lo que lo inquietaba. Era una simple corazonada, algo de lo que no estaba seguro, pero que estaba dentro de sí y no dejaba de insistir.
—Robin… —la suave voz de Starfire lo sacó de sus pensamientos.
—Star, ¿qué haces despierta? Es muy tarde —le dijo Robin con dulzura. Es que con ella no podía enojarse.
—Deseo saber porqué no duermes, como el resto tus amigos —le planteó la extraterrestre.
—No te preocupes por mí, Starfire —le pidió Robin, volviendo la vista a la pantalla.
—Pero no puedo evitarlo. No quiero que te ocurra lo mismo que con Slade.
Robin cerró los ojos un segundo, para acentuar la amargura del recuerdo. ¿Es que nunca lo olvidarían? De una u otra manera, continuaban recalcándoselo.
—No ocurrirá lo mismo que con él, Star. Confía en mí.
—Yo confío, Robin. Todos confiamos —aseguró ella, y empezó a caminar hacia su habitación, dejándolo solo una vez más.
Salir de su casa había sido sencillo. Bastó con esperar a que todos se durmiesen, y escapar luego silenciosamente.
Pero huir de su ciudad ya no lo era tanto. Ella era menor de edad, despertaría sospechas fácilmente al no ser acompañada por sus padres. Tenía pasaporte, dinero, contactos, y cualquier cosa necesaria para huir. Pero también, no le faltaba inteligencia. Tomar un vuelo directo a Jump City, un colectivo o pedir autostop era riesgoso: cualquiera podría seguirla a través de los datos que inevitablemente tendría que dar. Por lo que había decidido caminar. Difícil, cansador, y obviamente más largo, pero también más seguro.
Cloe echó a caminar por una vía de tren. Descansaría cuando lo deseara, en alguna estación o casa abandonada. Esas cosas nunca faltaban. Nadie tenía por qué preguntarle quién era o adónde se dirigía, pero de todas maneras trataría de no establecer contacto con gente. No se fiaba de nadie. No era la primera vez que sentía que todo a su alrededor estaba complotado para encerrarla en una espectacular vida… que ella no deseaba. No era feliz. Pero eso… nunca nadie lo entendería.
Cloe miró el gran cartel que anunciaba la entrada a la ciudad.
"Bueno, ya llegué. Es un paso menos", pensó, sonriente. Sabía que la esperaba una gran aventura, y eso la alegraba.
Se sentía libre, sin presiones, como si iniciara un nuevo libro. Una nueva vida.
Empezó a caminar por las calles de la ciudad, observándolo todo. Los negocios, las aceras, las esquinas, todo estaba lleno de gente animada, que charlaba entre sí.
Una nueva ciudad. Una nueva identidad. Un nuevo comienzo. Y, hasta tal vez, nuevas amistades.
Su sede era una habitación abandonada, en un edificio abandonado. No porque no contara con dinero, pero era una cuestión más de gusto. Además, en un hotel o un apartamento alquilado, los gastos podían rastrearse con facilidad. La encontrarían con rapidez. Y necesitaba tiempo para cumplir sus planes.
Y, si todo salía bien, ya nadie la encontraría.
—Robin, déjalo ya —Chico Bestia había estado jugando videojuegos durante un largo rato, pero Cy había tenido que irse a encerar el Auto-T, y solo no era divertido.
—Estoy seguro que esto significa algo —el líder no apartaba la vista de la pantalla de la computadora.
—Pero, viejo, ¿hace cuánto que no sales de ahí? ¡¡Esa tensión te va a matar! —Chico Bestia caminó hasta él. Lo sostuvo del brazo—. Ven, vamos al parque —Robin no se movió—. O a comer pizza, o a donde tú quieras… ¡¡pero muévete! Me deprime el sólo verte ahí.
—Esto es importante, Chico Bestia —rechazó Robin—. ¿¿Y si es una nueva amenaza? ¿Y si una gran lucha se acerca? ¿Qué haremos…?
—Estaremos preparados —una fría e inexpresiva voz terció la discusión. Chico Bestia se volvió hacia su amiga, rogándole con la mirada que lo ayudara con Robin.
Raven entendió aquella mirada, y continuó hablando mientras se acercaba.
—Robin, de verdad te hace falta descansar —comentó—. Desde que llegó ese mensaje hace unos días, no te has despegado de esa computadora. El observarlo no te dará respuestas.
—Pero si lo analizo…
—Te estás obsesionando. Todos sabemos, y tú mejor que nadie, que eso no es nada bueno.
—Raven, yo…
De pronto, Raven pareció perder la paciencia.
—Azarath Metrion Zinthos… —murmuró, cerrando los ojos. Al abrirlos, Robin estaba rodeado por su energía negra—. Me temo que si no nos haces caso, no me quedará más remedio que dejarte encerrado en tu habitación —amenazó—. Por favor, Robin… —pidió luego— ve a descansar. Confía en nosotros. Haremos lo que podamos con ese mensaje. Sea lo que sea, estaremos preparados —aseguró, con confianza en la voz.
Lentamente, y después de algunos segundos, Robin asintió. Raven lo liberó de su hechizo, y lo observó marcharse camino a su habitación.
Chico Bestia, que no había dicho absolutamente nada, la miró estupefacto.
—Parece que Robin sólo le hace caso a Stafire y a ti —dijo, algo molesto—. Sólo ustedes lo pueden convencer. Dime, ¿cómo haces?
Raven no lo miró.
—Robin no siempre entiende.
Extrañaba cantar. Lo extrañaba demasiado; después de todo, eso era su vida.
Algunos sueños, cuando se muestran en todo su esplendor… se convierten en pesadillas.
Cloe suspiró. Bueno, eso mismo le había ocurrido. ¿Quién no soñaba con tener fama mundial, con oír su nombre coreado por millones de personas, con escuchar sus temas en la radio, con tener renombre y fortuna? Sin embargo, nada era tan bello como parecía.
Enfadada por haber vuelto a pensar en eso, Cloe se puso de pie y caminó hasta la ventana. Afuera llovía copiosamente. Ella trató en vano de darse calor restregándose los brazos.
—Necesito hacerlo esta misma noche…
Lo admitía: la soledad estaba matándola.
Los Titanes jugaban a las cartas en el living de la Torre. El juego se desarrollaba con normalidad; normal significaba que las chicas se lo tomaban con mucha calma, mientras que los muchachos discutían a los gritos y su competitividad se mostraba en todo su esplendor.
Starfire se había distraído mirando por la ventana cómo la lluvia resbalaba en el vidrio. Raven estaba a punto de comentarle algo sobre los muchachos cuando…
La alarma empezó a sonar.
Todos se pusieron de pie, al tiempo que todos también dirigían la mirada a Robin, aguardando su respuesta. Pero no se trataba de ningún mensaje; sólo era el Doctor Luz, robando en el banco.
—¡Titanes, vamos! —ordenó Robin, y corrieron a la salida.
Cloe también se había enterado del crimen. El Internet todo lo podía, se dijo. Averiguar un crimen que había ocurrido hacía segundos… vaya, qué increíble.
Envuelta en un impermeable negro, aguardaba en un callejón que los chicos pasaran por allí. Les dejaría algo de ventaja, y entonces comenzaría a seguirlos con calma y lentitud. Cómo terminaba la persecución sigilosa, no lo sabía… pero de eso dependía su futuro.
—No va ser muy difícil derrotar al Doctor Luz —dijo Cyborg.
—¡Viejo, claro que no! Basta con enseñarle a Raven —Chico Bestia la señaló—, y se entregará por sí solo.
Raven le dirigió una mirada de reprobación, aunque sabía que era cierto. Mientras volaba rápidamente, le pareció ver algo entre los edificios. Se detuvo un momento, y miró con más atención. Pero no logró encontrar nada.
—¿Ocurre algo, Raven? —inquirió Star, deteniéndose junto a ella.
—No… —claudicó la muchacha. Entonces, ¿por qué tenía el presentimiento de que sí ocurría algo?
—¡¡Demonios! —Cloe suspiró. Habían estado demasiado cerca de descubrirla. Y nadie menos que Raven. Debería tener más cuidado. Ahora estaría vigilada, perseguida. Pero todavía llevaba una ventaja: no sabían quién era ni qué quería.
En efecto, la batalla no fue demasiado difícil. Raven simuló enfadarse con el Doctor Luz, y de inmediato el cobarde se rindió.
—Bueno, parece que terminamos por hoy, chicos —anunció Robin, mientras la policía se llevaba al malhechor.
De pronto, se oyó un estrépito detrás de ellos. Los chicos se volvieron con curiosidad, y vieron que un bote de basura se había volcado.
—Vaya… Hay demasiados gatos callejeros por aquí —Chico Bestia se acercó, y levantó el bote. Detrás de él, estaba agazapada una figura envuelta en lo que parecía una capa negra. Los verdes ojos de muchacho y una inquisitiva mirada de ojos celestes se encontraron, y entonces, la figura echó a correr.
—¡Sabía que había algo siguiéndonos! —exclamó Raven, al tiempo que se lanzaba en veloz carrera detrás de la figura.
—¡¡Raven, espera! ¡¡¡No sabemos qué es! —Robin intentó detenerla, pero ya era demasiado tarde.
—¿Seguimos a nuestra amiga? —consultó Starfire. Cyborg esperó la respuesta con seriedad.
—No lo sé —dijo por fin el líder, después de un momento de pensar.
—¿Qué era esa cosa? —preguntó Cyborg.
Chico Bestia se había quedado mirando el callejón por donde la figura y Raven se habían alejado.
—No era una cosa. Era una chica…
Cloe corría tan rápido como sus piernas le obedecían. Aunque la gran pregunta era por qué; ¿no era eso lo que quería? ¿Por qué huía?
No importaba en ese momento; sino evitar que la atraparan.
Y de pronto, entendió. Era miedo, una simple cobardía… a ser rechazada. Sin embargo, no se detuvo. En todo ese tiempo, jamás había meditado acerca de si realmente la aceptarían. Lo había planeado todo… sin bases.
Pero aun así, no se detuvo. Continuó corriendo, con más rapidez, hasta que de pronto sintió que alguien le arranca el impermeable.
Se paralizó, abriendo mucho los ojos celestes y quedándose boquiabierta. La lluvia la mojó en instantes, y ella recordó el frío que sentía…y que había sentido desde la llegada a Jump City.
—No te muevas —ordenó una voz fría y monótona. Y esa vez, Cloe obedeció, y con lentitud, se volvió.
Separadas por la lluvia y por el silencio, ambas muchachas se miraban con idéntica expresión: confusión.
Raven no sabía quién era; Cloe la conocía demasiado; Raven nunca la había visto; Cloe conocía sus vidas día a día.
Ninguna reaccionó.
Cloe, que llevaba un vestido sencillo celeste como único abrigo, ya estaba totalmente empapada. Con una indescriptible dulzura, sonrió.
Cientas de cosas se arremolinaron en la mente de Raven, impidiéndole pensar con claridad. Hubiese necesitado dos horas mínimo de meditación para calmar a todas sus personalidades. No obstante, preguntó:
—¿Quién eres, y qué haces aquí?
—Soy Cloe. Simplemente estaba buscándolos…
La hechicera arqueó una ceja.
—¿Buscando a…?
—A los Titanes, desde luego.
Algo en la mirada le perforó la mente, haciéndola sentirse extraña, como si de pronto aquella muchacha pudiese leer todos sus pensamientos. Ese sentimiento la incomodó, pero ella no apartó la vista.
En ese preciso momento, rompiendo la reinante incomodidad, llegó el resto del equipo.
Cloe sonrió más notoriamente.
—Vaya, vaya, los Jóvenes Titanes… —los miró con un gesto simpático—. Es un placer conocerlos por fin, chicos.
—Entonces, ¿tú mandaste el mensaje? —Chico Bestia observaba a la muchacha de la misma manera en que todos la miraban: con interés.
—Sí —respondió ella con simplicidad.
—¿Por qué? —inquirió Robin con suspicacia. Desde la llegada de Terra, había aprendido a no confiar en los extraños. Un error podía ser cometido, pero en su caso, sólo una vez. No dejaría que nadie más perturbara a su equipo como lo había hecho Terra. Ya desconfiaba de la chica, y ni siquiera la conocía.
—Fue una especie de aviso —admitió Cloe—. Creo que lo envié en un momento de total desesperación… —pensó bien su situación, y decidió que escondería su verdadera identidad. No diría quién era en realidad; eso haría peligrar su seguridad, la encontrarían con demasiada rapidez—. Necesitaba irme de donde estaba, y no se me ocurrió nada mejor.
—Por favor, nueva amiga —empezó Starfire, alegre pero preocupada por Cloe—, cuéntanos qué te hizo huir…
Cloe titubeó, pasmada.
"Calma", se dijo. "Sólo necesitas una buena mentira, nada más… Ni siquiera pienses, Raven podría descubrirte".
—Mis padres murieron, y eran mi única familia —empezó Cloe, fingiendo lágrimas en sus ojos; lágrimas que pudo "reprimir"—. Estaba totalmente sola, y odiaba estarlo. Tenía miedo, sabía que no sobreviviría si continuaba así… De modo que me despedí de mis amigos, y vine a Jump City.
—¿Eres consciente de lo que hiciste? —Robin la miró severamente, como si la interrogara—. Creaste falsas sospechas, casi hiciste que me vuelva loco —dio un puñetazo en la mesa, y ella se sobresaltó—. Hemos tenido muchos problemas, ¿y simplemente porque te sentías sola envías un mensaje alertándonos de nuevos problemas? ¿¿¡¡Acaso no piensas?
Cloe bajó la vista en silencio. Todo aquello era verdad; pero, ¿qué más podía hacer? Ella no llegaría como Terra, de un día para el otro, haciendo un espectacular despliegue de sus poderes… no servía para eso… y además, no tenía poderes.
—Vamos, viejo, estás siendo demasiado duro con ella —le dijo Chico Bestia, restándole importancia, y pasando un brazo por los hombros de Cloe.
—La chica está asustada, nadie piensa claro cuando tiene miedo —la justificó Cyborg.
Cloe le sonrió a ambos muchachos, agradeciendo la ayuda. ¿Sola? ¿Contra Robin? Ni siquiera tenía que imaginarlo para saber que perdería, y que debería volver a su "hogar". El solo hecho de pensar en eso, la hizo estremecerse.
—Robin, es una nueva amiga, alégrate por eso —Starfire le sonrió, tratando de ablandarlo.
Raven permanecía oyendo, aislada en una esquina, pero prestando la máxima atención a cada sonido. No intervendría por ahora.
—Robin, lo siento —una disculpa era lo mejor que podía ofrecer en ese momento. Cloe se puso de pie, y se enfrentó a él—. De verdad lo siento. No quise causar más problemas. Es sólo que yo…
—¿Quieres entrar al equipo? —interrumpió Raven—. ¿No es así? Todo esto es una fachada para pedir eso. No tienes hogar, y quieres que la Torre sea uno nuevo. No tienes familia, y quieres que los Jóvenes Titanes la sean. ¿Me equivoco?
Todos, incluso Robin, la miraron boquiabiertos. ¿Cómo podía ser tan fría y dura?
Sin embargo, Cloe no se inmutó.
—Sí, Raven, es verdad —repuso—. Todo lo que deseo… es ser una joven titán.
—Se quedará aquí por esta noche. No podemos desampararla —Cyborg hablaba con Robin.
—Hay algo en ella… que no cierra. No lo sé… —meditaba el líder.
—Pero es amigable. A mí me parece muy simpática —intervino Chico Bestia.
Un trueno rasgó el silencio que se acababa de instalar entre los amigos.
Entonces, entró Starfire.
—Yo no creo que represente una amenaza, amigos —opinó la tamaraniana.
—Ya he examinado su mente —empezó Raven—. No hay ninguna amenaza en sus pensamientos. De eso pueden estar seguros. No ocurrirá lo mismo que con Terra, Robin. Esta muchacha es totalmente normal, y sólo quiere ser una titán —explicó, con su monótona voz. Sin embargo, al terminar, su mirada se dirigió a Chico Bestia.
Él la miró con curiosidad. Algo extraño asomaba a los ojos de la joven titán… ¿arrepentimiento? ¿Le estaba pidiendo disculpas? Quizá por lo de Terra… pero, ¿Raven? ¿¿Pidiéndole perdón? Chico Bestia sacudió la cabeza, como quitándose la idea de encima. Cuando volvió a mirarla, ella continuaba hablando con Robin, y sonaba igual que siempre.
"De seguro es mi imaginación", se dijo, y volvió a interesarse en el debate sobre Cloe.
