Heme aqui de nuevo, chicos... Tengo que admitir que estoy un poco ofendida porque solo recibi 1 review de "el santo pegaso" (por cierto, muchas gracias), por si segundo capitulo... Aunque sea escribanme para decirme que no les gusta, che... T.T Bueno, aqui les doy mi tercer capitulo, espero que les guste y que dejen reviews... si he andado desaparecida, es porque tuve unas vacaciones... y ya volvi, por desgracia. ¡Suerte a todos!

Capítulo Tres:

Buscando a Cloe

Daian iba de un lado a otro, con rapidez, buscando lo que fuera que hiciera falta. Las tres horas anteriores las había pasado hablando por teléfonos con radios populares, noticieros, reporteros, y todo aquel que se encargara de cubrir el recital de su hija esa noche.

Hija. Era curioso cómo sonaba. Ella no tenía hijos; un buen día, había encontrado a un buen hombre, solo… o más bien viudo, con una hija pequeña. Y los fue conociendo mejor… hasta que se enamoraron… o por lo menos, él de Daian. Y se casaron. Porque ella no estaba tan segura. Y entonces¿qué la retenía al lado de él? Bueno, la misma niña.

Una tarde la había escuchado cantar por casualidad, y de inmediato supo el talento que tenía Cloe. Habló con ella; simuló ser amiga; y logró sacarle que cantar era una de las cosas que más le agradaban. Entonces, comenzó a hacer que asistiera a clases en un conservatorio.

Mientras tanto, buscó contactos, conoció a gente importante, hasta que consiguió que le otorgaran una audición.

La mocosa cantaba muy bien, debía admitirlo. Lo del conservatorio, fue mera forma de ganar tiempo para preparar todo. Aunque algo también le había dejado. Si antes cantaba bien, ahora ya era una profesional.

Y la presentó en la audición.

Curiosamente, mientras miraba por la ventana, Cloe pensaba en ese hecho también.

Esa audición, para Daian, había significado su victoria.

A Cloe, le había robado su vida y su único sueño.

—Pequeña —con falsa dulzura, Daian tocó la puerta de la habitación de su hijastra—, falta dos horas para el recital, debes prepararte.

Aguzó el oído para saber qué estaba haciendo. Nada. El más completo silencio.

—¿Cloe? —tocó con más fuerza—. Sal de una vez; ya casi no tenemos tiempo —la impaciencia comenzaba a ganarle—. ¿Cloe? —repitió.

Dio un suspiro, molesta. Siempre debía complicar todo, siempre la desobedecía¿qué no podía ser una buena muchacha?

Tocó con mucha más fuerza.

—Cloe, sal de allí de inmediato. No tenemos tiempo para nada. Sales, y te diriges al anfiteatro donde tocarás. Ya mismo.

Nadie respondía.

Ya histérica, Daian sacó una llave del bolsillo de su sobretodo, la introdujo en la cerradura, giró y abrió la puerta.

—¡Te dije que…! —la frase enmudeció en su garganta al ver que la habitación estaba desierta.

Le llevó milésimas de segundo analizar la situación.

—¡Oh, por Dios! —corrió al balcón—. ¡Guardias, guardias! —llamó a los custodios que vigilaban las puertas—. ¡Paris no está¡La niña no está!

De inmediato, los guardias intercambiaron órdenes por radio, y corrieron en diferentes direcciones.

Daian volvió a la habitación de Cloe. Después de abatirse por un momento, se puso de pie, y frenéticamente comenzó a revisar las pertenencias de la muchacha. Algo debía indicar dónde estaba.

"No escaparás, Paris", pensó con furia.

Acostada en el sofá, la chica contempló la luna llena a través del enorme ventanal de la sala. Después, miró su reloj.

Medianoche. Su recital ya estaría empezando. No pudo evitar sentir un nudo en el estómago. Ahora estaría mucho menos tranquila: ya sabían que no "estaba en casa". Y, perspicaz como era, Daian revisaría todo, pero no hallaría nada. Sólo se daría cuenta de que la huida había sido voluntaria.

—Hola —escuchó a alguien acercándose desde el pasillo.

Cloe se incorporó de inmediato.

—Hola, Chico Bestia —saludó, sonriendo.

—¿No puedes dormir¿Extrañas tu hogar? —preguntó él con amabilidad, mostrándole una sonrisa.

A su pesar, ella no pudo evitar sonreírle también. Realmente era como el hermano menor de la familia.

—Sí, supongo. Pero extraño más a mis padres —"a mi padre", se corrigió en su mente, pero no dejó de sonreír.

—Es difícil estar tan lejos. Pero pronto te acostumbrarás. Ya verás; además, aquí todos somos como una familia. Robin… bueno, él es algo rígido, pero no por eso deja de ser divertido. A veces piensa demasiado —Cloe se rió—. Y yo a veces pienso demasiado poco. Pero ya lo comprobarás —la chica volvió a reír—. Cy es un maestro en combates, videojuegos y tecnología; pero es un gran amigo también. Star… es la más dulce e inocente. Siempre pregunta por todo lo de la Tierra (viene de Tamaran), y confunde mucho las cosas… pero no deja de ser divertida.

Cloe sonrió una vez más, escuchándolo fascinada. Chico Bestia comenzaba a agradarle mucho; quizás congeniara con él mucho más rápido que con los demás.

—¿Y Raven?

Por un segundo, la mirada de Chico Bestia se ensombreció.

—No puedo decirte tantas cosas bonitas de ella… —admitió, con tristeza en la mirada—. Casi siempre está aislada, leyendo o meditando… se la ve ausente, como siempre fuera de este mundo; como si no perteneciera a aquí. Es fría… no participa en las bromas…

Raven, que en ese momento se dirigía a la sala, había escuchado todo eso. No debía sentir, lo sabía… pero ni siquiera eso pudo hacer que no le doliera. No necesitaba escuchar nada más; ya se sabía de memoria el resto: amargada, solitaria, aburrida, la extraña del grupo… rara.

Dio media vuelta, y regresó a su habitación, debatiéndose entre si se sentía triste o enfadada. La primera opción llevaba las de ganar.

—No seas tan duro con ella, Bestita —dijo Cloe. De pronto, cayó en cuenta de lo que había dicho—. Oh, lo siento¿puedo llamarte así? Apenas nos conocemos…

—No hay problema —sonrió él—. Pero yo sólo dije que no había muchas cosas bonitas para decirte de ella. Todos la apreciamos tal y como es. La queremos así. Nada sería igual sin ella; puede no ser la persona más divertida del mundo, pero es una titán, es una buena amiga…

Cloe sonrió, conforme con esa respuesta.

—Sólo espero que no te ataque como a Terra —suspiró Chico Bestia.

"No lo hará", meditó Cloe.

La tediosa rutina de contarle todo primero a su esposo y luego a la policía irritó a Daian todavía más de lo que estaba.

—Paris escapó, estoy seguro de ello —dijo con furia contenida.

Nick, el padre de Cloe, estaba tan preocupado por ella como Daian no lo estaba.

—No le llames así. No es Paris; es Cloe.

—Da lo mismo —repuso Daian, restándole importancia—. El tema es que escapó. ¿Qué le diremos a la prensa? Y¿qué hay del recital de esta noche? Quedan treinta minutos para que comience; no la encontraremos antes de eso.

—¿Dónde habrá ido? —se lamentaba Nick, sumido en la tristeza y la preocupación—. ¿Por qué huiría¿Estará bien?

—Debemos empezar a indagar de inmediato. Alguien debe saber algo —Daian fue hasta la ventana una vez más—. Pero eso será mañana. Ahora debo ir a arreglarme.

—¿Para qué? —inquirió Nick—. ¡Cloe está perdida¿Y tú piensas en arreglarte?

—Alguien debe darle una explicación al público que espera. Y junto con ellos, a la prensa. Y yo deberé hacerlo.

Al día siguiente, después de desayunar, los Titanes se dedicaron a entrenar.

Mientras cada uno se dirigía a hacer lo que Robin les había sugerido, Cloe se acercó a él.

—Robin… —llamó.

—¿Sí? —Robin le prestó atención con la máxima frialdad posible. A lo lejos, Raven se detuvo y escuchó la conversación con disimulo.

Había algo que le llamaba la atención de esa chica. Algo extraño…

—No me has sugerido que haga nada. ¿Qué puedo hacer? —se cruzó de brazos, con una actitud inquisitiva.

—No sé que habilidades tienes —repuso él—. No puedo decirte nada… si no te conozco.

El hiriente comentario dio en el blanco.

—Podrías tratar —repuso ella, algo molesta—. Pero no importa eso ahora. ¿Quieres conocerme? Adelante. No tengo superpotencias, no soy tan singular como cualquiera de tu equipo. Soy un adolescente común… como tú.

Robin se quedó boquiabierto ante la respuesta.

—Pues entonces, veamos qué puedes hacer —se situó en el centro de una arena de combate. Con la mano, le hizo señas de que se acercara—. Vamos. Demuéstrame.

Cloe se quedó perpleja.

¿Luchar con Robin? No era eso lo que quería.

"Yo y mi bocota", pensó mientras se acercaba. Debía concentrarse. Sabía algo de combate, pero nunca tanto como Robin. No estaban parejos.

Sin embargo, se colocó frente a él.

Los Titanes dejaron sus actividades y se concentraron en lo que estaba a punto de suceder.

Por décima vez, Cloe cayó al suelo.

Se levantó con agilidad, de un salto, pero todo su adolorido cuerpo le pedía a gritos que se rindiera.

Se apartó el cabello de la cara con un gesto de molestia. Pero continuaba sin atreverse a lastimarlo. Ni siquiera podría prodigarle un golpe.

Robin abandonó su actitud de lucha.

—Creo que es suficiente. Comprobé lo que yo pensaba…

—¿Qué pensabas? —inquirió Cloe, ya muy molesta.

—Que eres sólo una cara bonita.

No era la primera vez que le decían eso, y no le gustaba para nada. No midió lo que hizo.

Cuando se dio cuenta, esta vez era Robin quien se encontraba en el piso, arrojado por una fuerte patada que la muchacha le había dado.

Se había repetido tanto la escena "Cloe en el suelo", que cambiar repentinamente por "Robin en el suelo" dejó a los Titanes perplejos.

Starfire corrió a ayudarlo.

—¡Robin¿Te encuentras bien? —preguntó, afligida.

Chico Bestia ayudó Cloe.

—Estoy bien —dijo la muchacha, sonriéndole. Pero, al ver al líder ayudado por la tamaraniana, le dio un repentino ataque de culpa. Si antes las cosas iban mal, ahora quedarían peor.

Sin embargo, Robin se puso de pie con facilidad, y la miró con firmeza.

—Bien hecho —reconoció—. Fue un golpe fuerte. La próxima vez, no tengas miedo de golpearme antes.

Chico Bestia le sonrió a su amiga, pasándole un brazo por los hombros.

—¿Lo ves? —le susurró.

—Sí, pero no lo creo.

Raven continuaba entrenando. Una y otra vez, golpeaba con agilidad una bolsa frente a ella. No era frecuente que ejercitara ese lado, pero había sentido una necesidad urgente de hacerlo.

Cloe entró al gimnasio, a sabiendas que la muchacha gótica estaría ahí.

Raven la vio entrar, pero ni la saludó ni miró hacia ella, ni le preguntó nada.

Cloe se quedó en silencio, ejercitándose también con una serie de flexiones con pesas.

De cuando en cuando, miraba hacia Raven, siempre sonriéndole.

Raven continuaba como si quisiera destrozar la bolsa. Ésta se movía de un lado a otro, como si quisiera evadir los golpes de la chica.

Pero uno de esos golpes fue demasiado fuerte y rápido, y con el envión, la bolsa se movió con violencia y rapidez, arrojándola al suelo unos metros detrás de su postura inicial.

Cloe se puso de pie con rapidez, corriendo a ayudarla.

—Oye¿te lastimaste? —preguntó, ayudándole a ponerse de pie.

Raven se sacudió con un gesto de enfado. Estaba casi furiosa por haber hecho el ridículo delante de la muchacha "nueva".

—No. Ya puedes soltarme.

La chica retiró la mano con rapidez.

Por un momento, la miró con unos ojos celestes tranquilos como el agua y exentos de cualquier sentimiento. Estuvo a punto de pedirle unos minutos de su tiempo, una breve charla. Después de todo, era Raven quien la había llevado hasta allí.

No obstante, a los pocos segundos, para ambas resultó incómoda la sostenida mirada, y Cloe parpadeó, alejándose una vez más.

Daian había acabado su conversación con la prensa, sus pedidos de disculpa al público y demás banalidades, y se encontraba con los guardias detrás del telón.

—No, no hemos encontrado nada, señora. Paris ha desaparecido sin dejar rastro. Pero sabemos que no fue secuestrada. Fue voluntario.

Daian maldijo, molesta.

Nick permanecía aislado.

—Encuentren a mi niña —pidió, desolado—. No puede estar sola…

—La hallarán, Nick, no se preocupe —Lyla, la mejor amiga de Cloe, se encargaba de consolar al padre.

De pronto, a Daian se le ocurrió una idea.

¿A quién le confiaba todo Paris, además de a su padre? A Lyla. La respuesta pareció flotarle ante los ojos.

—Lyla, querida —llamó Daian, con repentina amabilidad—¿podemos hablar unos segundos?

Lyla pareció extrañada.

—Sí, supongo —claudicó—. ¿De qué?

—Pues de Cloe, quiero decir, de Paris… ¿de quién más? —le sonrió—. Acompáñame, por favor.