Capítulo Siete:
Enigma
Poco a poco, paso a paso, Cloe aprendió a controlar sus poderes. Resultó que podía transmitir pensamientos (telepatía), y dar una especie de descargas eléctricas que paralizaban a los oponentes.
Ofreciéndose a ayudarlas, Chico Bestia pasaba mucho tiempo junto a las dos chicas, siendo varias veces víctima de los poderes incipientes de Cloe.
Pronto, la cantante dejó de pensar en que era cantante, dejó de pensar en Daian y sus imposiciones, y dejó de preocuparse.
Reía y sonreía cada día junto a sus amigos. Incluso Robin ahora la trataba con amabilidad, y no tardó en dejar de lado la desconfianza para abrirle los brazos tal y como todos ya lo habían hecho.
Era feliz.
Pero, como todos sabemos, la felicidad no dura para siempre.
Cloe y Chico Bestia miraban a Raven meditar a una distancia prudencial.
Ya no le hacía falta, pero a ella le gustaba. Ya era un hábito.
—Dime, Bestita —Cloe codeó a Chico Bestia—. ¿La invitarás a salir?
Chico Bestia se quedó congelado/paralizado, y comenzó a sudar como en un baño sauna.
—¿Cóm…? ¿Quién te…? ¿Ella…? —intentó preguntar, pero las inquisitivas salían sólo en parte, y él tartamudeaba.
Cloe rió con suavidad.
—No te preocupes, nadie sabe. Ella tampoco —repuso Cloe, respondiendo a preguntas jamás formuladas—. Yo me di cuenta. No te ofreciste a ayudarnos porque me aprecias…
—¡Oye! —protestó él.
—… Sino para estar con ella… usándome de escudo…
—¡¡Yo no te usé! ¡Y sí te aprecio!
—Ya lo sé —ella volvió a reír—. Y si lo hubieses hecho, no me molestaba. Yo sólo quiero ayudarlos…
—¿Tú crees que… que ella acepte? —inquirió Chico Bestia desconfiado y con miedo.
Ella se encogió de hombros.
—Nunca lo sabrás si no le preguntas. Anda, díselo… —lo alentó—. Y si te pide un tiempo para pensarlo, dáselo… yo te ayudaré e intentaré convencerla.
—Gracias —Chico Bestia la abrazó.
—No te pongas meloso —Cloe le guiñó un ojo—. Quizá Raven se ponga celosa…
—Dime, Raven… —Cloe daba vueltas y más vueltas.
—¿Sí?
—Si alguien te invitara a salir… ¿qué dirías?
Raven se quedó estupefacta.
—Pues… todo depende de quién me invitara… —dijo—. ¿Alguno de los chicos te invitó a salir?
Cloe se echó a reír.
—¡¡Por favor! —dijo—. A Robin sólo le interesa Starfire… el amor de Cyborg son las máquinas y el Auto-T… y Chico Bestia es sólo mi amigo. Yo creo que le interesa alguien más…
Raven se sonrojó notablemente.
—¿Y… quién crees que pueda ser? —preguntó, desviando la mirada y fingiendo que leía su libro.
—Pues… —Cloe clavó sus celestes orbes en su amiga—… tú.
Raven volvió a sonrojarse.
—Claro que no —desechó la idea. ¿Para qué hacerse ilusiones?—. Nadie nunca jamás se fijaría en mí…
—¡Vamos, Ray! —reprochó Cloe—. Eres muy linda. ¿Por qué no?
—Porque no y ya —se obstinó.
Cloe se puso de pie.
—¿Sabes qué creo?
Su amiga negó con la cabeza.
—Creo que tú le gustas a Chico Bestia… y que a ti te gusta él —soltó Cloe, sonriente—. Y yo voy a ayudarlos…
—¡Tienes que animarte! —exclamó Cloe a Chico Bestia.
—Claro que no. ¿Y si me rechazara? Sería más fácil si fuera una chica cualquiera, pero… ¡¡es Raven! ¡¡Raven! ¡Vivimos todos juntos! —dijo él, histérico, agitando los brazos.
—Si no la invitas a salir, entonces se lo diré yo… —advirtió Cloe.
Chico Bestia emitió un sonido, un leve grito, como si le faltara el aire.
—Lo haré —aseguró su amiga.
—¡No… no! —la detuvo él—. De acuerdo… juntaré valor, y le pediré a Raven que…
—¿Qué me pedirás? —se oyó una voz monótona tras él.
Chico Bestia volvió a hacer ese sonido. Cloe rió y anunció:
—Yo debo ir a hablar con Star. ¡Nos vemos!
Chico Bestia se volvió hacia ella.
—¡No…! ¡Cloe, no…! ¡No puedes…! —intentó detenerla.
Pero Cloe ya doblada por el pasillo, y sólo levantó una mano y los saludó sin volverse:
—¡Ciao!
Al volverse, Chico Bestia se enfrentó a la chica.
—¿Y…? —Raven arqueó una ceja, cruzándose de brazos.
—Yo… yo… —tartamudeó él—. Yo…
—¿Tú qué?
—Yo…
Raven suspiró.
—Olvídalo, Chico Bestia —y se volvió para marcharse.
—¡No! —la detuvo él, tomándola de los hombros—. Raven… yo… yo quería preguntarte si… si quisieras salir conmigo…
Raven se quedó estupefacta una vez más… y sonrojada.
—Yo… —ahora era ella quien tartamudeaba—. Creo que… —sonrió, sonrojada—. Me encantaría, Chico Bestia.
Él sonrió.
—¿De veras? ¡¡Genia! —exclamó, muy alegre—. Bueno, ¿dónde podríamos ir? ¿Al cine, al parque de diversiones, a comer pizza…?
Ella rió.
—Tenemos tiempo para decidirlo…
—¿Te molestaría que lo hiciéramos ahora mismo? —preguntó él, muy contento. No lo podía creer.
Ella sonrió nuevamente, negando con la cabeza.
—No, claro que no —se sentaron juntos en el sofá, empezando a charlar apaciblemente.
Cloe los miró desde cierta distancia, con Starfire junto a ella, y ambas rieron.
—Necesito de tu ayuda —Raven caminaba por el pasillo, y al ver a Cloe la arrastró a su habitación.
—¡Oye! —una vez dentro, Cloe se zafó—. ¿Por qué la prisa?
Raven se volvió hacia ella, sonrojada y nerviosa.
Al verla así, a Cloe se le olvidó todo.
—¿Qué ocurre? —inquirió, genuinamente preocupada—. ¿Estás bien?
—Chico Bestia… —empezó Raven. Y luego sonrió suavemente—. Chico Bestia me invitó a salir.
Primero, Cloe sonrió, y luego dio un grito de alegría.
—¡¡Te lo dije! —comentó—. Y, ¿cuándo es la cita?
—Hoy… —de súbito, Raven recordó todo—. ¡¡Lo olvidaba! Fue por eso que te traje aquí. Cloe, necesito ayuda… no sé qué vestir, qué decirle, cómo hablarle…
La muchacha volvió a reír con buen humor.
—No te preocupes, te ayudaremos…
—¿Ayudaremos? ¿Tú y quién más?
—Así que saldrás con Raven —Robin sonrió al tiempo que miraba a Chico Bestia. Ambos estaban sentados en el sofá del living, viendo televisión.
—Ah, ya te enteraste…
—¡Vamos! Cualquier cosa que ocurra aquí se difunde con la velocidad de la luz… Somos seis adolescentes, viviendo juntos…
—Bien, bien… Si, saldré con ella…
—Raven ha cambiado mucho desde que…
—Derrotó a su padre… —completó Chico Bestia.
—En realidad, iba a decir desde que llegó Cloe, pero es casi lo mismo…
—Creo que en un tiempo anterior, ella jamás habría aceptado —Chico Bestia bajó sus orejas en señal de entristecimiento.
—Puede que tengas razón —concedió Robin—. Pero toma en cuenta todo lo que ocurrió antes… ella no podía demostrar nada… era un riesgo. Todo lo hacía para cuidarnos… Ella siempre fue nuestra amiga, nadie nunca dudó de eso.
—¡Hola, chicos! —Cyborg llegó adonde ellos—. ¿De qué hablan?
—De Raven —respondieron los dos al mismo tiempo.
Cyborg los miró, y después sonrió. Le dio un puñetazo a Bestita en el brazo.
—¡Bien hecho, viejo! Y, ¿adónde la llevarás?
Más animado, Chico Bestia sonrió.
—Iremos a dar un paseo, y luego… dejaré que ella decida. Quizá terminemos en un Bistrò… (N/A: a los que no sabes qué es un Bistrò, es uno de los cafés a donde supuestamente Raven iba muy seguido Hermanas, a compartir deprimentes poemas y todo eso…)
Los chicos rieron.
—Oye, Robin, ¿por qué tú y Star no se nos unen? —se le ocurrió de pronto al chico verde—. Es nuestra primera cita y tal vez si estemos entre amigos nos dé más confianza…
Robin lo pensó.
—Le preguntaré a Star, pero, ¿y tú, Cyborg? —inquirió el joven maravilla—. No quiero dejarte solo…
—Tal vez vaya a darles una visita a los Titanes del Este. Quiero ver cómo van las cosas por allí. Regresaré al terminar el día.
—¿Y Cloe? —preguntó Chico Bestia.
—Le preguntaré si quiere ir conmigo —repuso Cy de inmediato—. No dejaré a la pequeña sola. Es una oportunidad perfecta para que conozca al resto de sus compañeros, ¿no crees?
—¡Oh, Raven! ¡¡Luces divina!
Raven miró a Starfire sin mucho convencimiento.
—Chicas, les agradezco mucho todo esto, pero… nunca he dejado mi capa… No sé si…
—Es justamente por eso que decidimos cambiarte el atuendo —dijo Cloe, examinándola—. A mí me parece que te ves muy bien…
Y era cierto. Raven lucía una falda, unas sandalias y una musculosa. La falda y las sandalias eran negras, mientras que la musculosa era azul. El cabello estaba normal, y el rostro también, sin ningún maquillaje. Lucía bonita y sencilla. Aunque Star y Cloe habían tratado por todo medio de colocarle al menos algo de maquillaje y lograr que se vistiera con colores más alegres, no habían podido lograrlo. Quizá Raven sólo necesitara tiempo.
—Creo que estás lista —anunció Cloe, mirándola.
Starfire daba saltos y reía con alegría.
—Yo también debo irme… —anunció—. Robin quiere que lo acompañe. Dice que iremos a dar un paseo junto con ustedes dos, Raven…
Raven se sorprendió, pero no le desagradó.
—No lo sabía… ¡Qué bien! —se volvió hacia Cloe—. Creo que tú quedarás con Cyborg, aquí…
—No me molesta —aseguró ella.
—Oh, pero Cyborg irá a Ciudad Acero a visitar a nuestros otros amigos Titanes… —recordó Starfire.
Cloe se quedó perpleja.
—Oh, bueno… no importa —recuperó la sonrisa—. Pasaré la tarde entrenando. Creo que me hace falta.
La muchacha miraba a sus amigos marcharse cuando apareció Cy.
—¿De verdad no quieres venir a ver a nuestros amigos? —preguntó él, amable—. Te aburrirás aquí sola…
Cloe rió.
—Descuida. Le prometí a Robin que entrenaría duro —sonrió y lo abrazó—. Buena suerte, Cy.
Sola. Bueno, no era tan malo.
Llevaría adelante su plan. De modo que se dirigió a la sala de entrenamientos (N/A: es lo mismo de todas maneras… ¬.¬) y pasó las horas practicando estrategias, intentando enfocar sus poderes en los objetos más pequeños, y luego en los más grandes.
Quizá no era lo mejor, pero ella no quería interferir en las diversiones de los demás.
La noche ya estaba avanzada, era casi medianoche.
—No puedo creer que Robin y Star aún estén allí —decía Chico Bestia mientras entraba a la Torre en compañía de Raven—. ¿Cuánto tiempo más van a pasar en el Parque de Diversiones?
Raven rió.
—Tal vez sólo quieren un poco de tiempo a solas… —repuso—. Ya déjalo.
Chico Bestia se detuvo, sorprendido.
—¿Tú… acabas de reír? —inquirió—. ¡Guau!
Raven volvió a reír.
—Quizá es porque lo pasé muy bien contigo —dijo, intentando desviar la mirada—. Chico Bestia… aún no es fácil para mí ser una persona normal. Pero tengo sentimientos. Sólo necesito tiempo para acostumbrarme a ellos…
—Sé que tienes sentimientos —sonrió él—. Todos lo sabemos. Y te esperaremos lo necesario, no te preocupes…
Se sonrieron mutuamente.
—Gracias por haberme invitado, en serio. Fue muy divertido —admitió ella, mirándolo de manera tierna.
—Gracias a ti por haberme acompañado… —repuso él—. ¿Volveremos… volveremosasaliralgunavez? —preguntó con increíble rapidez, temeroso y de manera incomprensible.
Raven frunció el ceño, demostrando con ese gesto que no había entendido.
—¿Cómo dices?
Chico Bestia tomó aire.
—¿Volveremos a salir alguna vez? —dijo, y se convirtió en una tortuga que rápidamente se escondió en su caparazón.
Raven lo pensó un poco, y luego sonrió para tranquilizarlo. Él volvió a su forma normal ante ese gesto.
—Si tú quieres…
Él rió.
—¡Claro que quiero! También yo me la pasé muy bien contigo —dijo, sonrojándose. Permanecieron un momento en silencio, hasta que Chico Bestia decidió romperlo—: Oye, ¿no tienes hambre? Porque yo sí, ¿me acompañas?
Ella negó suavemente con la cabeza.
—Te acompaño, pero no tengo hambre.
Chico Bestia se dirigió a la cocina en busca de un buen plato de tofu, y al pasar frente a sofá, encendió el televisor. Mientras tanto, Raven se sentó en el sofá y miró sin atención el televisor, sólo para oír un poco de ruido.
Ya estaba sintonizado en MTV. (N/A: a que no soy la única a la que le gusta… o)
Ella se acomodó, relajada, cuando de pronto empezó a sonar una música muy armoniosa y la pantalla del televisor se llenó con las imágenes de un videoclip.
Here I am again
Talking to myself
Sitting at a red light
Both hands on the wheel
How am I supposed to feel?
So much running through my mind
El video mostraba una carretera en un desértico paisaje, con el descapotable rojo andando por ella. Aún no se veía a quien cantaba; la imagen estaba enfocada desde arriba, de modo que sólo se distinguía una cabeza.
First you wanna be free
Now you say you need me
Giving mixed signals in size
It's so hard to let you in
Thinking you might slam the brakes again
Raven miraba sin mucho interés, aunque debió admitir que la música era pegadiza, y la voz de la cantante, muy armoniosa.
Sin embargo, la canción ya llegaba al estribillo; el ritmo se hizo más intenso, y la voz también, mientras que el enfoque de la imagen cambió para mostrar a una muchacha de perfil, conduciendo el auto al tiempo que aceleraba.
Push the pedal down
Heading out of town
Gotta make a getaway
The traffic in my brain's
Driving me insane
This is more than I can take
You tell me that you love me first
Then throw your heart into reverse
I gotta get away
La cantante gesticulaba y hacía gesto acordes a lo que transmitía, sin dejar de conducir.
Una cantante que de pronto llamó la atención de Raven…
Cabello negro azabache, mirada intensa de ojos celestes, tez blanca…
Era Cloe.
Raven miró totalmente shockeada las imágenes del videoclip, sin perder detalle.
"Estoy equivocada", se repetía. "Ella no es Cloe… estoy equivocada. No es posible".
Sin embargo, sí, todo era posible, y la muchacha que cantaba sentimentalmente desde el televisor era Cloe, su mejor amiga.
Raven miró todo el video con la misma atención, debatiéndose en su interior por si se sentía traicionada, sorprendida, o confundida. En realidad, parecía que esas tres personalidades se habían fusionado, impidiéndole sentir con claridad. Recordó a Terra, aquella noche en que los traicionó.
Here I am again
Talking to myself
Sitting at a red light
Both hands on the wheel
How am I supposed to feel?
So much runing through my mind
Push the pedal down
Heading out a town
Gotta make a getaway (a getaway)
The traffic is in my brein's
Driving me insane
This is more than I can take (I can take)
You tell that you love me first
Then throw your heart into reverse
I gotta get away
Getaway, getaway…
La canción terminó, mientras una Cloe permanecía de pie en medio del mismo desértico paisaje, con su figura esbelta recortada contra el cielo de fondo brillante, y ella bajaba los brazos que había mantenido abiertos y en alto y calmaba su voz.
Al final, la última imagen que pudo verse antes de que todo fuera cubierto por un fondo negro, fue la mirada de Cloe, observando una fotografía, que luego se volvía hacia el espejo retrovisor, reflejándose en él también, y que posteriormente arrojaba la fotografía a la letanía del viento mientras sonreía.
Paris
"The Getaway"
Álbum: Enigma
Director: Paulo Szifron
Decían los créditos situados a un costado de la imagen.
—Paris… Enigma —musitó para sí ella.
Raven apagó el televisor con rapidez cuando Chico Bestia regresaba. No podía dejar de continuar viendo las imágenes en su cabeza. No obstante, le sonrió al muchacho.
—¿Había algo bueno en ese canal? —preguntó él, sonriente también, mientras tomaba un sorbo de leche de tofu.
—No —repuso ella alegremente, obviamente fingiendo—. Sólo basura.
Era extraño que Raven fuera al centro comercial, pero por una vez en la vida, necesitaba con urgencia comprar algo. De modo que le pidió a Starfire que la acompañase, y ella, tan alegre y entusiasta como siempre, aceptó.
Allí se encontraban las dos, mirando vidrieras que Raven fingía que le interesaban, mientras Star se maravillaba con las prendas.
El hecho de la noche anterior no dejaba que los pensamientos de Raven fluyeran con tranquilidad. No podía dejar de pensar en ello.
—¡Raven! —gritó Starfire, de pronto, sacándola de sus pensamientos.
—¿Qué sucede, Star? —preguntó ella.
—Hace un smildock de tiempo que he estado llamándote, y no me respondías —contestó la tamaraniana.
Raven sacudió la cabeza.
—Lo lamento, estaba pensando en algo —se justificó, algo aturdida—. ¿Me preguntaste algo? Por favor, repítemelo.
—Te había preguntado por qué no invitamos a nuestra amiga Cloe —repitió Starfire—. Ella es una persona muy simpática, y se lleva bien contigo, y han pasado mucho tiempo juntas… creí que la invitarías a ella.
—Ehh… —¿cómo justificarse ahora?—. Bueno, Star, es que… es que vine a comprarle un regalo, algo así como un regalo de bienvenida —Raven sonrió falsamente una vez más—. No podía dejar que ella lo viera… Además, tú también eres mi amiga.
Star rió.
—Oh, ya veo, Raven —sonrió—. Bien, vamos a buscarlo.
Raven situó su mirada en una tienda de música.
—Star, creo que encontré el regalo ideal…
Starfire se entretenía escuchando uno y otro disco en los audífonos del local.
Raven se fijó que ella no estuviese prestando atención, y buscó a un empleado.
—Disculpe, ¿podría decirme dónde encontrar el disco Enigma, de Paris? —inquirió Raven.
El muchacho tecleó en una computadora, y luego le señaló una sección.
—Por allí lo encontrarás. Está en la sección de más vendidos —le indicó—. Espero que encuentres alguno; los han agotado. Ya no sé cuántas veces hemos tenido que hacer más pedidos del mismo disco.
Raven caminó hasta la sección, y lo buscó. No quedaban muchos; el despachante tenía razón. Apenas los minutos que ella tardó en estar allí, leyendo los temas, varias personas se acercaron y se marcharon con un disco en la mano.
La muchacha lo volvió, observando la portada.
Representaba a la misma Cloe, de pie en el borde de la cornisa de un edificio antiguo, ataviada con un largo vestido negro que en sus puntas estaba como deshilachado y le cubría los pies. La blancura del pecho se podía observar perfectamente, ya que ella lleva un escote, y de los brazos sólo podían verse las manos. Su mano izquierda sostenía algo así como un bastón, mientras que la derecha estaba extendida hacia ese mismo lado, como arrojando un polvo mágico al viento. Ella llevaba alas negras, que simulaban las de una mariposa, y el cabello y una larguísima capa jugaban en el viento. Por último, la capa, también deshilachada como el vestido, tenía en su interior cientos de estrellas, que parecían ser… la noche misma. El fondo era de un día lluvioso, con el cielo encapotado y plomizo.
"Buena producción", pensó Raven.
De inmediato, tomó el disco, y se dirigió a pagarlo.
Después, le avisó a Starfire que ya tenía el regalo, y volvió con ella a la Torre T.
Pasó por lo menos una hora y media escuchando el CD.
Al terminar, ella miró la portada una vez más, y se dirigió a la ventana, pensativa.
¿Por qué había tenido que mentirle? ¿Qué, no había podido confiar en ella? Era su mejor amiga. Su única mejor amiga.
Raven dio un puñetazo al alféizar, mientras se esforzaba por contener las lágrimas. ¿Cómo era posible que no pudiese querer a nadie?
En ese momento, alguien tocó a la puerta.
—¿Raven? —preguntó Chico Bestia—. ¿Estás aquí?
Raven se volvió hacia la voz, hacia la puerta y caminó sigilosamente hasta ella.
La abrió, y se encontró con él.
—Ah, hola —saludó él—. Yo quería preguntarte si…
Raven estaba tan emocionalmente inestable que ya no pudo contenerse. Avanzó hasta él, y le dio un abrazo.
—¿Por qué todos deben mentirme?
—Oye, cálmate —le pidió Chico Bestia.
Raven se alejó, arrepentida de haberse dejado llevar de esa manera.
—Lo siento, Chico Bestia —se disculpó, mirándolo apenada—. Ahora mismo debo ir a hablar con alguien. Te prometo que después… después te lo contaré todo. Gracias.
Ella tocó a la puerta de la cantante.
—Adelante —respondieron desde adentro.
Raven entró a la habitación de Cloe.
—¡Raven! —la saludó su amiga, con una enorme sonrisa—. He estado…
—¿Por qué? —disparó Raven, sin dejarla continuar.
La sonrisa de ella no cambió.
—No comprendo. ¿A qué te refieres?
—¿Por qué me mentiste? ¿Por qué nos mentiste? —volvió a preguntar Raven, dolida. En sus manos estrechaba con fuerza el disco.
Cloe permaneció desconcertada.
—De veras, no te entiendo…
—¿¿Por qué no me dijiste quién eras en realidad… Paris? —se enfureció Raven, mostrándole el CD.
El mundo de Cloe se desmoronó.
—Raven, yo…
—¿Ahora sabes de qué hablo? —volvió a preguntar la joven hechicera—. ¿¡Cómo pudiste hacernos esto? ¿De qué se trata todo? ¡¡Eres una mentira!
Con sus poderes, Cloe cerró la puerta.
—Escucha, tú no conoces mi historia —trató de explicar.
—¡Conozco una falsa, la que tú nos aseguraste que era verdadera! —exclamó Raven—. Nos traicionaste… Eres… eres igual a Terra.
Cloe cerró los ojos, dolida por el golpe. ¿Terra? No, claro que no.
—Raven, por favor —rogó Cloe—. Dame una oportunidad… Eres mi mejor amiga, no te mentí en eso. No planeé nada de lo que ocurrió aquí… Yo sólo quería escapar… Déjame explicarte. Sólo déjame intentarlo.
Raven intentó calmarse un poco.
—De acuerdo —murmuró—. Te daré esa oportunidad. Pero te lo advierto: si mientes…
No necesitaba terminar.
Pero sí necesitaba oír una justificación de Cloe. No podía creerlo, aún cuando sabía que era la realidad. Raven la apreciaba, y mucho… como le había dicho, era su mejor amiga.
Cloe también lo entendía. Había sido ingenua al creer que siempre iba a poder vivir en esa falsa vida inventada. Quizás cualquiera sí pudiese, pero ella, con su fama, no. De modo que Cloe comenzó a hablar.
