Capítulo Nueve:
La Batalla (Perdón)
No había absolutamente ningún tipo de ánimos en la Torre T.
Nadie hablaba, nadie era capaz de decir nada. Sólo Cloe lloraba en silencio.
"Es imposible", se repetía. "Imposible. Papá no está muerto, no, no… no lo está".
Raven caminó hacia ella, apoyándole una mano en el hombro.
—No te tortures más, Cloe —le susurró. Podía leer su mente.
Cloe levantó la mirada nublada en lágrimas, y abrazó a su amiga torpemente.
Robin miraba a las chicas. Raven lo vio por encima del hombro de Cloe. Y con una severa mirada, le indicó que no podría hablar con ella por el momento.
No hasta que ella se repusiera.
Raven no lo permitiría.
Un par de días después, los cinco esperaban en el living, sin decir palabra, sentados en el sofá.
Cloe apareció en la punta de la escalera, aún pálida. Sólo había hablado con Raven en esos días, y las largas charlas acababan en silenciosos llantos por parte de la chica.
Pero ahora ya estaba lista. Y se enfrentaba a los Titanes, como debía.
—Antes de que empiecen a hacerme preguntas, les contaré toda la verdad —les anunció—. Cuando acabe, podrán hacer lo que deseen: estoy a su merced, y cualquiera de las peores reacciones… me las merezco —sonrió con aplomo.
Se sentó en una de las mesas de la cocina, a la vista de ellos, pero apartada, tal y como se sentía.
—Mi verdadera madre murió cuando yo tenía seis años, de modo que mi padre me crió solo —se obligó a no pensar en Nick, en aquel horrible hecho con Slade—. Hace tres años, en una reunión de negocios, papá conoció a Daian, una amable y simpática mujer… en lo que a apariencia respecta. Fueron conociéndose mejor, y papá acabó enamorándose. Creo que pasó un año hasta que se casaron —hizo una pausa, tragando saliva—. Al principio, pensé que Daian podría ser una madre para mí… reemplazar a aquella que no conocía. Y por un tiempo, lo fue. Era simpática, amable, jugaba conmigo y se esforzaba por ayudarme… pero pronto me di cuenta de que sólo lo hacía frente a papá —apartó la vista, mirando a la bahía—. Una tarde —sonrió—, me oyó cantar. Una vez más intentó ser mi amiga, una madre comprensiva, y pasó un rato charlando acerca de cuán bien cantaba y de que si me agradaba hacerlo —suspiró—. Le contesté con la verdad: yo amaba cantar, y me entusiasmaba mucho la idea de ir a clases donde me enseñaran a cultivar mi voz. Daian se encargó del resto: antes de darme cuenta, estaba en un conservatorio, estudiando formas de respirar, de entonar, los falsetes, de levantar la voz y modular el volumen sin desafinar. No tardé mucho en salir de allí. Y entonces —sus ojos sólo mostraron tristeza—, comenzaron las audiciones. Daian me llevaba de aquí para allá, a reuniones importantes con dueños de disqueras, a audiciones donde participaban miles de niños, a pruebas de canto en teatros… no recuerdo adónde no fuimos. Hasta que un buen día, dio en el clavo —se levantó y empezó a caminar, inquieta—. Conoció a alguien del ámbito muy importante, y ese alguien comenzó a promover conciertos y entrevistas con revistas, como si ya fuera una estrella. Pero Cloe no era un buen nombre, dijo. Mi primer concierto fue en París —ella sonrió, negando con la cabeza—, y como me gustó tanto la ciudad, me convertí en Paris. Mi nombre artístico —dijo—. Paris comenzó a hacer muy famosa —prosiguió—. Cantaba temas de artistas que me gustaban mucho, que ya conocía, que había podido practicar. Poco a poco, fui conociendo más artistas, y más canciones, y pude interpretar más temas. Así, estudiando letras, empecé a componer. Y entonces, vino mi "gran oportunidad": grabar mi primer disco. Ése salió ya hace casi un año. Luego, salió a la venta "Enigma" —Raven, en silencio, les pasó el disco al resto de los chicos—. Pero no todo era "color de rosa". Odiaba mi vida —admitió—. Daian dejó de mostrar su lado amable, se quitó la piel de cordero, y se transformó en lo que era: una ambiciosa y aprovechadora mujer sin piedad. Ella es mi representante. No dejaba de darme órdenes, de decirme qué hacer, y no de buen modo. Comencé a odiarla a ella. Pero no dije nada a mi papá porque él aún no la conocía bien, y además, continuaba queriéndola. De modo que, frente a él, Daian y yo éramos las mejores amigas. Pero se las ingenió para continuar arruinándome la vida: me sacó del colegio, ya no me dejaba salir sin custodia, me prohibió ir a fiestas, conocer personas que no fueran "de mi clase", y mantener cualquier tipo de comunicación que no implicara mi absoluta conveniencia. O mejor dicho, la suya.
Cloe recordaba todo, cada momento, cada discusión, cada grito, cada orden de Daian. Su odio crecía día a día. Volvió a sentarse.
—Sólo Lyla sobrevivió a todo esto. Ella continuó visitando mi casa, a pesar de las veces que Daian y los guardias la echaron. Papá la defendía —sonrió—. Me ayudó a conservar a mi única amiga. En los recitales, era ella quien me aconsejaba, me calmaba, me vestía, me maquillaba y me peinaba. Siempre estaba cuidándome. Ella era una muchacha normal. A mí me habían arrebatado mi sueño, convirtiéndolo en pesadilla… pero ella nunca me abandonó. Aún ahora, Lyla era la única persona que sabía dónde estaba. Daian la interrogó varias veces; nunca logró nada. Fue fiel hasta que… ella encontró una manera de chantajearla. No sé cómo, pero sé que lo hizo. Antes de mi último recital, ya no soporté. Llevaba meses planeando todo, cómo hacerlo, cómo escapar, el momento perfecto para irme, las excusas… y me marché. Huí, y llegué aquí. No fue fácil que me aceptaran —los miró—, pero cuando lo hicieron, decidí no decirles mi verdadera identidad; podían descubrirme, y entonces sólo era cuestión de tiempo para que Daian me encontrase y me llevara de nuevo a una prisión. Y… bueno, eso es todo. Aquí me ven. A partir de allí, la historia la vivimos juntos.
—Pudiste confiar —dijo Chico Bestia, dolido.
—No los conocía, Bestita…
—Y venías a vivir con nosotros —continuó Cyborg—. Tampoco nosotros te conocíamos.
—Nos engañaste —apuntó Robin.
—Lo sé —Cloe lo miró directo a los ojos—, y de veras lo siento.
—¿Nos hubieras dicho la verdad si esto no pasaba? —preguntó Starfire.
Ella titubeó.
—No lo creo —musitó.
—¡¡Pero ya eras nuestra amiga, ya confiabas y sabías todo! —exclamó Robin.
Cloe agachó la cabeza; sabía que tenían razón. Todo era cierto.
—Lo sé, Robin… créeme, lo sé —tragó saliva, angustiada—. Pero a veces es tan difícil salir de una mentira…
Por un momento, los Titanes permanecieron en silencio. Se miraban entre sí de vez en vez, como intercambiando pensamientos. Después de unos interminables minutos, Robin se puso en pie:
—De todas manera, Cloe, ya demostraste ser una verdadera amiga.
—Eres una Joven Titán —Chico Bestia le sonrió.
—Has luchado lado a lado con nosotros —continuó Cyborg.
—Y no nos has traicionado, aún habiendo tantas oportunidades para hacerlo —Starfire sonrió.
—Daian no tenía derecho a matar a nadie —Raven endureció la mirada—. Y menos a tu padre. Es una malhechora.
—Y pagará por ello —aseguró Robin.
Sorprendida, Cloe abrió los ojos, como creyendo no oír bien.
—¿De verdad? —inquirió, temerosa.
—Sí —asintieron todos.
Cloe les abrió los brazos, entornando los ojos.
—Son mi familia. Los quiero —dijo, abrazándolos—. Gracias por perdonarme… Gracias…
Daian permanecía sentada en su oficina, en el décimo piso de un bello, elegante y enorme edificio céntrico.
No se preocupaba por Nick; ella misma lo había entregado a Slade. Se había encargado de dormirlo… sin darse cuenta de que lo había dormido por siempre.
—Señora Steford, tiene una llamada en la línea uno —informó una secretaria.
Daian atendió de inmediato.
—Señor Wilson —sonrió.
—Tengo algo que informarle, Daian —Slade fue al grano—. Amenacé a la muchacha tal y como me lo pidió, la delaté frente a sus amigos… y maté a Nick.
Por un momento, ella sólo se sorprendió.
—¿En serio? —inquirió, abriendo mucho los ojos.
—¿Me cree capaz de hace bromas como esa, señora? —replicó Slade.
—Ah, bueno… no importa de todas formas —Daian suspiró—. Eso obligará a la niña a tomar decisiones trascendentales. Fue una buena decisión, señor Wilson.
—Daian, ese hombre era su esposo —comentó Slade con cautela.
—Que haya sido mi esposo, no significa que lo quisiera —cortó ella, sin piedad—. Nick era un elemento, por decirlo así. Ni ayudaba, ni estorbaba. Estaba ciego conmigo, tanto que podría haber secuestrado a su hija haciendo que todos me viesen, y él continuaría creyendo en mí y en mi inocencia —dijo—. No se aparte del tema. ¿Qué haremos ahora? ¿Cuál es el siguiente paso?
—No hay siguiente paso, Daian —sorpresivamente, Cloe entró a la oficina de su madrastra. Vestía su uniforme de Joven Titán: una musculosa negra con la típica "T", y un pantalón blanco. Llevaba el cabello suelto, y la mirada tenía un tinte de ferocidad—. Todo termina hoy.
Daian, en lugar de intimidarse, sonrió y se retrepó en el asiento.
—Vaya, vaya —le dijo, enfadando más a la chica—. Volviste a mí, al fin y al cabo…
—Mataste a mi padre —Cloe ignoró el comentario anterior.
—No sé de qué me hablas, Paris —fingió Daian.
Cloe cerró los ojos, intentando contener toda su furia y no matarla. No quería convertirse en una asesina, mucho menos en ese momento. Si no había matado a Slade, mucho menos a Daian.
—Ya no finjas —ella entornó los ojos con desprecio, meneando la cabeza—. Lo mataste. Mataste a mi única familia… y lo pagarás —antes de que Daian pudiese decir nada más, Cloe alargó una mano hacia ella y la estampó contra la pared con la ayuda de sus poderes.
Aunque intentó moverse, gritar, Daian no pudo, dolorida.
Tratando de contener las lágrimas por el recuerdo de su padre, Cloe se concentró, y, en segundos, ella y Daian desaparecieron.
Era algo que había adquirido hacía poco tiempo: el poder de transportarse de un lugar a otro con sólo pensarlo.
Daian volvió a abrir los ojos, y observó un lugar completamente desconocido. Era la azotea de la Torre T.
Se puso de pie de un salto.
—Hola —Cloe también se puso de pie. Estaba frente a ella, a cierta distancia, y acababa de levantarse del suelo—. Tardaste mucho tiempo en despertar. Pero aquí estamos. Las dos.
Raven apareció en medio de su energía negra, trasladando consigo a todos los Titanes, que rodearon a Cloe y a su madrastra.
Daian rió con sorna.
—¡¡Por favor! ¿Qué puedes hacerme? —su mirada se volvió perversa—. Eres sólo una niña malcriada. Sí, maté a tu padre, aunque no con mis propias manos… ¿y eso qué? Siempre fue un estorbo. Como tú.
—Un estorbo que te hizo rica, ¿verdad? —Cloe empezó a caminar en círculos, y Daian retrocedía—. Nunca pensaste en mi padre, en mí, en lo que nos hiciste… sólo te importaba el dinero.
Daian se encogió de hombros.
—¡Qué novedad! —exclamó—. Oh, pobre de ti, ¿no es así? Robé tu vida, tu sueño dorado, a tu papito… te quité la inocencia.
—Al contrario —Cloe apretó los dientes con furia—, me abriste los ojos. Hubo en tiempo en que yo también creí en ti… un tiempo que se acabó hace mucho.
Cloe le lanzó una bola de su poder a Daian, y ésta salió despedida, aterrizando metros atrás, de espalda.
Intentó ponerse de pie con rapidez.
—¿Qué fue eso? —la miró horrorizada.
Cloe se le acercó con parsimonia.
—¡Ah, eso! —formó en sus manos una llama azul claro—. Pues, estando aquí, descubrí que tengo poderes…
—¡¡Imposible! —gritó Daian, con el miedo pintado en el rostro—. Eso… ¡¡eso no es posible!
Cloe sonrió.
—Todo es posible —Daian se puso en pie y corrió hacia la puerta de las escaleras… pero allí estaba Starfire, con los ojos brillando intensamente en color verde.
—Te quedarás, y pelearás —le recomendó, apuntándole con un Starbolt.
Daian negó con la cabeza, y retrocedió espantada.
Quedó en el centro de la arena, mirando aturdida a su alrededor.
—¡¡Todos… todos son unos monstruos! —gritó, alterada y asustada—. ¡Aléjense!
—No somos monstruos —con la mirada calma, Cloe empezó a avanzar de nuevo hacia Daian. Los Titanes la siguieron en silencio.
—Sólo somos diferentes —dijo Raven, con su expresión neutra.
—Sólo somos Jóvenes Titanes —acabó Robin.
Daian dio un grito espantado, y ya no pudo recordar nada más.
Cloe estaba de pie en la puerta del living, vestida con unos jeans y una remera oriental rosa. Llevaba una mochila ligera al hombro.
Frente a ella, estaba el resto de los Titanes.
—Gracias por todo lo que han hecho por mí —suspiró, paseando la mirada por cada uno de ellos—. Todos son geniales.
—Oh, amiga, dinos que no te irás —pidió Starfire, afligida, con las manos en su pecho. Robin se acercó a ella, pasándole un brazo por los hombros.
Cloe sonrió.
—Creo que no me queda otra opción…
—Pero Daian se encuentra encarcelada —se adelantó Chico Bestia, con las orejas bajas, triste—. Ya no tienes que huir de nadie.
—Sí, pequeña, y no tienes que volver a ser cantante si no quieres —le recordó Cyborg.
—Pero es que yo sí quiero, Cy, chicos —aclaró Cloe—. Chicos, mi corazón siempre estará con ustedes, pero desgraciadamente mi sueño está lejos de aquí, en Sudamérica.
Todos guardaron silencio.
—Quédate, Cloe. Tienes un lugar aquí, en esta Torre, en este equipo —habló Robin.
Cloe suspiró.
—¿Raven?
Raven estaba en un rincón, con la capucha subida y su rostro oculto en las sombras.
—Raven, ven… quiero despedirme de ti —rogó Cloe, entornando sus ojos.
Ella negó con la cabeza.
—No lo haré.
—No me hagas esto…
—No quiero que te vayas —Raven alzó la vista, y había un asomo de lágrimas en sus azules ojos—. Por favor, Cloe… No te vayas… Elige ser Titán, elige ser cantante… Sé Paris, o sé Cloe… pero no te vayas…
Todos permanecieron en silencio.
Robin sonrió, y se adelantó hacia ella.
—Dime, Paris —empezó, con cierta picardía—, ¿has oído acerca de "combinar profesiones"?
Ella lo miró, totalmente desconcertada. A los lejos, Chico Bestia intentaba consolar a Raven, y había logrado que se quedara junto a los demás.
—Veo que no —prosiguió el líder—. Entonces, te haré una pregunta más clara: ¿no puedes ser cantante y algo más al mismo tiempo? —inquirió.
Los ojos de Cloe brillaron cuando ella sonrió, entendiendo.
Raven levantó la vista de inmediato, quitándose la capucha.
—Contéstame, Cloe —volvió a pedir Robin, mientras todos los chicos prestaban la máxima atención—. ¿Puedes ser cantante y Joven Titán al mismo tiempo?
Cloe suspiró, negando con la cabeza. Realmente deseaban que se quedara.
—Es complicado —admitió.
—Pero todo es posible, tú misma lo dijiste —Starfire le sonrió.
Cloe elevó la mirada al cielo, con una sonrisa en su rostro.
—Pues entonces, será complicado —dijo, suspirando nuevamente—. Porque lo intentaré.
Mientras entendía la noticia, Raven fue sonriendo poco a poco, hasta que por fin mostró una sonrisa de oreja a oreja.
Los Titanes comenzaron a festejar todos juntos, mientras Raven se acercó con cierta timidez a su amiga.
—¿De verdad nos hubieras dejado? —preguntó.
—Sólo si no hubiese otra opción —ella le guiñó un ojo.
—Pero siempre tienes opciones, ¿no es así? —Raven sonrió con perspicacia.
—Sí. Siempre —aseguró Cloe, y ambas se unieron al festejo conjunto.
