Disclaimer: Hey! El universo de HP, así como sus personajes no son míos... sólo los tomé prestados por un momento para jugar un rato.
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El Palacio de la Luna
por bibliotecaria
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Capítulo 3: One Good Man
Nuestras vidas están determinadas por múltiples contingencias -dije, tratando de ser lo más sucinto posible- y luchamos todos los días contra estas sorpresas y accidentes para mantener nuestro equilibrio.
El Palacio de la Luna. Paul Auster
León Kiov era un hombre duro, implacable e incluso algunas veces llegaba a ser un tanto desagradable. Exigía de sus alumnos el máximo compromiso y dedicación, y no aceptaba ninguna clase de excusas para sus fallos. No era muy alto aunque tenía una complexión fuerte, maciza y sus ojos negros, enmarcados en un rostro lleno de arrugas, brillaban con ferocidad como si la vejez aún no lo hubiera alcanzado. Era de esa clase de personas que te llega a intimidar sólo con la mirada, como si a través de tus ojos pudiera desnudar tu alma. Sin embargo, luego de la impresión inicial y bajo ese porte duro y casi aterrador, El Viejo Ruso era un conversador nato y una persona entrañable.
Yo debo haber despertado en él algo que aún hoy no puedo llegar a comprender, porque a las pocas semanas de entrenamiento ya me había convertido en su discípulo, en su aprendiz personal. Tuvimos una relación extraña, que distaba bastante de ser la típica alumno - maestro. Creo que me adoptó, de alguna forma, y llegó a convertirse en una especie de padre y maestro para mí. Desarrollamos la costumbre de tomar un vaso de vodka por las noches, luego de que culminaran las clases y que los demás se retiraran, en las cuales hablábamos de Defensa, de las Artes Oscuras y de casi todo, en realidad, aunque ni él ni yo nos acercábamos demasiado a temas personales. Sin embargo, El Viejo se convirtió en un pilar importante en mi vida en aquel entonces.
Mi vida en esos primeros meses fue aplastada por una rutina casi asfixiante, pero que me ayudó a recuperarme, a endurecerme y gracias a ella pude, de algún modo, superar los sucesos pasados. A pesar de que nunca había sido un buen madrugador, adquirí la costumbre de despertarme a las seis y media de la mañana para estudiar. Es gracioso, pues lo chicos jamás me creyeron. Ellos habían sido los encargados de empujarme de la cama para que bajara a desayunar durante siete años y conocían esa faceta oculta de mi carácter: odiaba madrugar. En cierta ocasión James y Sirius me levitaron desde el dormitorio hasta la sala común y yo ni me enteré... pueden imaginar sus risas cuando al fin abrí los ojos y me encontré, vistiendo sólo unos calzoncillos, bajo la mirada entre divertida y horrorizada de algunas chicas de mi casa... En fin, basta decir que incluso más de veinte años más tarde Sirius se atragantaba de la risa al recordarlo.
Pero en aquel tiempo no lograba dormir mucho más de cuatro o cinco horas, por lo que el levantarme temprano no supuso un gran problema. Seguía trabajando las ocho horas diarias en El Profeta, corrigiendo los errores ortográficos y de sintaxis de los periodistas (¡Merlín! creo que a muchos de ellos deberían haberle tomado una prueba antes de contratarlos) y evitando los gruñidos de mi jefe, quien a medida de que pasaba el tiempo, se volvía cada vez más hosco, si es que eso era posible. Luego, por las tardes, concurría a la Academia en dónde El Viejo trataba de exprimirnos al máximo, y luego de nuestra copa ya entrada la noche, me aparecía directamente en mi apartamento.
Las misiones de la orden quebraban un poco mi rutina, pues me obligaban a pasar algún tiempo en el Callejón Knockturn, siguiendo a algún mortífago de poca monta por las apestosas callejuelas. Pero la mayor parte del tiempo nos dedicábamos simplemente ayudar en cosas de mínima importancia. Creo que Dumbledore no quería que nos involucráramos demasiado hasta que estuviéramos listos. James asistía a la Academia de Aurores y yo compartía mis tardes con El Viejo Ruso, por lo que nos estábamos preparando bien. Peter era el informante del grupo, como siempre, pues a pesar de ser sólo un cadete en el Ministerio, a esas alturas ya se conocía de memoria el edificio y traía información valiosa, no oficial, por decirlo de algún modo. Y Sirius, bueno, el siempre fue un mago brillante y capaz, pero se había negado a hacer una carrera, por lo que entre James y yo, quienes lo tomamos bajo nuestra tutela, tratábamos que estuviera preparado. Debo agregar que nos divertimos mucho en el proceso.
Lily ingresó a la orden unos meses más tardes, bajo la mirada atenta de James, quien no había logrado persuadirla de lo contrario. Sin embargo, ella pronto se convirtió en un pilar importante para el grupo. Meticulosa como siempre, organizaba las reuniones y nos ayudaba a mantener el equilibrio, diciendo la palabra justa en el momento adecuado. Nunca se derrumbó, a pesar de la muerte de sus padres sólo dos meses después de la de los míos, durante un ataque mortífago al centro de la ciudad. Creo que a partir de allí se endureció y perdió, en cierta forma, parte de esa inocencia que la caracterizaba. Pero siguió siendo la de siempre, firme, un poco mandona y dulce al mismo tiempo, e increíblemente alocada y testaruda cuando se lo proponía.
Sin embargo, a pesar de la locura y la depredación que atacaba sin piedad al mundo mágico nosotros lográbamos evadirnos por momentos para disfrutar de nuestros veinte años, para compartir sueños y locos proyectos, sellando de aquel modo nuestra amistad bajo el augurio de la muerte.
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En cierta ocasión James nos convocó para nos encontráramos en el Maurderer's Bar (creo que no tengo que aclarar que así se llamaba el "establecimiento" de Sirius) un viernes en la noche. A ninguno de nosotros nos llamó la atención, pues era una cita obligada todas las semanas. Sin embargo, ese día nuestro querido Prongs estaba un tanto extraño, nervioso y envuelto en una atmósfera de misterio. Se desordenaba el pelo con más frecuencia de la habitual, y no golpeó a Peter en la cabeza como solía hacer cada vez que éste decía algún comentario poco acertado.
El Mauderer's Bar era el típico lugar que escandalizaba a la alta sociedad, preocupaba a los padres y enloquecía a los jóvenes. El ambiente estaba cargado de humo, de alcohol y de conversaciones y canciones estridentes. En el pequeño escenario tocaba un grupo de rock mágico, desconocido y que asesinaba a sus guitarras en el proceso, pero parecía que al público eso no le importaba demasiado. Una par de brujas que apenas debían haber cumplido los dieciocho años bailaban en forma un tanto provocadora en el medio del salón mientras que los jóvenes las miraban hechizados. Nos habíamos sentado en nuestra mesa habitual, en un rincón cerca de la barra, en la que Sirius había dejado a cargo a su nueva moza y amante (la cual esperábamos le durase al menos unos meses) que lo miraba de reojo cada cierto tiempo. James nos observaba expectante, esperando que Los Enemigos de Merlín terminaran su último tema.
Luego de unos minutos, cuando los cinco magos abandonaron el escenario entre gritos y aplausos, nuestro amigo se puso serio, y con voz grave anunció su próximo matrimonio. Aún hoy, luego de casi veinte años, no puedo evitar sonreír al recordar la expresión de terror en el rostro de Sirius, quien no hubiera puesto una expresión de sorpresa tan grande si le hubieran dicho que su madre iba formar un grupo de caridad para lo niños muggles en situación de calle. Primero palideció visiblemente para luego escupir el contenido de su vaso sobre mí, vale agregar. Peter por su parte sonrió en forma divertida mientras le daba unas palmadas a Sirius, quien parecía haber olvidado como se debía respirar.
Luego de la sorpresa inicial, todos los felicitamos (incluido el viejo chucho) y empezamos a planear la despedida de soltero, que de ser por nosotros hubiera durado todos los meses previos a la boda. Estábamos todos muy emocionados, y entendíamos la prisa de esos dos por casarse, pues los tiempos eran duros y sentíamos que debíamos aprovechar cada instante de alegría que la vida nos ofreciera. No podían permitirse esperar, pues no sabían lo que les depararía el futuro.
En el fondo, creo que los tres le teníamos algo de envidia a James. Ninguno de nosotros había logrado tener una relación como la de ellos, basada en el amor y la confianza. Sirius era demasiado inestable e inmaduro como para establecerse, aunque en el fondo subyacía un fuerte miedo al rechazo y al abandono. Peter por el contrario, a pesar de ser agradable y simpático cuando se lo proponía, era demasiado tímido e inseguro como para profundizar una relación más allá de una noche de alcohol. Y yo, bueno, luego de Milena no podía pensar en nadie seriamente, a pesar de que esa misma mañana no había despertado solo. El problema era que aún la quería, o al menos estaba profundamente enamorado de la ilusión que habíamos vivido...
La noche transcurrió tranquilamente, entre risas, mientras uno a uno abandonaba el recinto. El primero en dejarnos fue un completamente borracho Peter, quien se había tropezado con una de las chicas que estaban bailando y habían abandonado junto el local a ella. Luego se fue James, quien al otro día tenía que madrugar pues pensaba soltarle la noticia a sus padres en medio del desayuno y quería estar medianamente lúcido para la ocasión. Sin embargo, aunque el Maurderer's cerró media hora más tarde, y la linda rubia que atendía la barra se fue luego de guiñarnos un ojo y besar suavemente a su jefe en los labios, Sirius y yo nos quedamos charlando frente a una botella vacía hasta que las primeras luces de la mañana inundaron en ambiente. Fue uno de esos momentos en los que el tiempo se detuvo y desnudamos nuestro espíritu, compartiendo miedo y esperanzas...
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Apenas un par de meses después de esa mágica noche tuve una experiencia que casi desgarra en dos mi vida, mis convicciones y mi espíritu. Voldemort estaba tratando de conseguir aliados entre todas las criaturas oscuras y marginadas del mundo mágico. Los gigantes ya se habían unido a él, como un grupo poderoso y bestial, apartado a la fuerza y por su propia naturaleza de la sociedad, tratando de saciar su sed de sangre y de venganza a través de la violencia. Sin embargo, la historia era diferente al hablar de los vampiros, seres vacíos, moviéndose entre el limbo de la vida y la muerte, buscando aplacar su adicción a la sangre humana a través de cualquier medio. Constituían un grupo unido, con metas comunes lo que los hacía más peligrosos, pero transformándose en fuertes aliados de la oscuridad.
- Licántropos -dijo Dumbledore pausadamente en una reunión que mantuvimos en privado- Está buscando reunir un grupo fuerte para atacar... y tiene una gran ayuda desde dentro...
Mi antiguo director no tuvo que continuar hablando, pues yo sabía perfectamente a quien se refería: Greyback, el que me había mordido cuando sólo tenía cinco años, mi padre, por llamarlo de algún modo. Curiosamente él se había transformado en el ser por el cual había experimentado más lástima que miedo durantes muchos años, para luego odiarlo desde lo más profundo de mí ser. Cuando tenía catorce años mi padre me había narrado mi verdadera historia, la verdadera razón por la cual yo me había convertido en quien era.
Al parecer en esa época, Greyback vivía como un criminal muggle en las afueras de Londres, durmiendo en las calles y robando para comer. Expulsado de la sociedad mágica, no sólo por su condición (que claramente no ayudó) sino por la locura que se había apoderado de su ser. Era (y aún hoy lo es) un hombre desequilibrado, sediento de sangre y violencia, cegado por el odio y la venganza, pero que llegó a olvidar a quien odiaba y porque actuaba cómo lo hacía. La rabia lo consumió desde adentro y era una sombra rumiando venganza contra un enemigo invisible. Tuvo un enfrentamiento con mi padre, quien le negó la posibilidad de vivir en la fábrica dónde trabajaba y por ese simple motivo trató de matarme... y aunque no logró, condicionó mi vida para siempre.
Luego de unos años, con el ascenso de Voldemort, Greyback había resurgido de su escondite y se había alzado, básicamente a través de la violencia, como el líder de los restos de la única manada de licántropos que existía en las afueras de Londres. No había necesitado mucho para imponerse, pues el hambre, el rechazo y la falta de educación ya los había destruido antes de empezar. Los argumentos que empleó para convencerlos no se alejaban de la realidad, por lo que no necesitó mucho tiempo para imponerse. Era un hombre terrible, fuerte y despiadado, que a través del miedo y de la marginación que la sociedad mágica le había impuesto a mi pueblo durante siglos, logró aparecer como un líder y como una única esperanza ante un grupo de seres abadanados e ignorantes que sólo trataban de sobrevivir.
Mordían a niños para criarlos entre ellos, asegurando de este modo la continuidad de sus ideales. Para Voldemort, sin embargo, no eran más que un arma de la cual podía echar mano cada vez que la necesitara. Yo no sé si a Greyback le quedaban restos de cordura, dignidad o inteligencia para darse cuenta que sólo era un peón en el medio de una guerra. Pero si lo hacía, seguramente no le importaba demasiado sin con ello mantenía su cuota de poder y sangre.
Nunca viví, hasta hace pocos meses, directamente con ellos, pues Dumbledore me dijo que en ese momento era un suicidio acercarme, pero que debía estar preparado por si alguna vez debía enfrentarme a ellos cara a cara. Sin embargo, desoyendo sus consejos, una noche me aparecí cerca de su guarida, en aquel pestilente lugar que habitaban... Aún hoy me estremece la pobreza y la marginalidad de esos seres, viviendo peor que ratas en una cloaca, hacinados en una pequeña habitación. Por un momento me olvidé de quien era, de Voldemort y sentí por primera vez en mi vida una furia incontrolable hacia mi mundo, hacia mi vida, pues gracias a esta sociedad enferma ellos perdieron cualquier oportunidad el día en que fueron mordidos...
Nunca más regresé allí, pero el rostro de una niña pequeña, que probablemente tuviera más edad de la que aparentaba, desnutrida y sucia, me acompañó durante años, como el mudo testigo de la injusticia y la locura irracional del mundo. Ese día se quebró mi espíritu, cuando comprendí cabalmente, con todos sus matices, el abismo que me separaba de ellos, e irónicamente, también de la sociedad mágica. Pero aún era muy joven para poder actuar en consecuencia.
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Los siguientes meses transcurrieron sin ningún hecho relevancia. James y Lily estaban radiantes, felices a pesar de todo. Sirius continuó como siempre, viviendo su vida como si se fuera a morir mañana y Peter estaba con mucho miedo, pero lo manejaba lo mejor que podía. Los preparativos de la boda fueron rápidos, ya que ninguno de los dos deseaba muchos lujos. La ceremonia se realizaría al mediodía, en la casa de campo de los padres de James. Sería una ceremonia mixta, pues aunque Lily no era creyente quería mantener algunas tradiciones (sin contar con el hecho que se negaba rotundamente casarse de túnica).
La despedida de solteros fue un desastre desde todos los puntos de vista, aunque creo que fue uno de los días en que más nos reímos en todas nuestras vidas. Sirius se había empeñado en llevarnos a un club nudista muggle (no querrán saber como se enteró de su existencia) del cual nos terminaron echando a patadas, literalmente. Quizás fue porque Peter rompió en mil pedazos, de forma casi inexplicable para todos, una gran mampara de vidrio. O gracias a Sirius que sin que no diéramos cuenta logró colarse a los vestidores de las bailarinas. Tal vez ayudó el hecho de que James empezara a hacer un streap tease arriba de su mesa para una encantadora señorita que lo provocó desde la tarima... O a lo mejor fui yo, quien le di un fuerte puñetazo a un guardia de seguridad cuando trataba inútilmente pero con cierta violencia de bajar a James de la mesa y arrastrar a Sirius fuera de los camerinos mientras Peter le echaba la culpa del desastre (gritando a todas voces, debo aclarar) al hecho de que los muggles hacían cosas de baja calidad.
Como sea, terminamos en un bar a las tantas de la madrugada, completamente borrachos, compartiendo esos momentos entrañables, como cuando estábamos en Hogwarts. Rememoramos castigos, chicas y situaciones límites. Nos reímos de la vez que probamos (fue una sola vez y casi por error) un poco de marihuana, en los baños de las chicas y tuvimos la desgracia de que nos pescara McGonnogal. Aunque bajo los efectos de la hierba fue bastante divertido. Nos acordamos incluso hasta de Snape, con su mirada enjuta y temible, lanzándonos maldiciones por los pasillos, y de como gracias a ello, siempre solía terminar en situaciones ridículas. Esa noche no hablamos de la guerra, ni del futuro, sólo nos dedicamos a tratar de aferrarnos el mayor tiempo posible a ese momento, para poder grabarlo en nuestra memoria para siempre.
Dos días más tarde, bajo el sol otoñal, asistimos a la boda de James y Lily. Todos se hallaban allí. La Orden en pleno encabezada por Dumbledore, viejos compañeros del colegio y algunos amigos nuevos. El ambiente era casi perfecto, no hacía calor pero tampoco frío y la decoración aunque sencilla era sumamente agradable. James estaba radiante y enamorado, con una elegante túnica negra y su cabello despeinado como siempre. A Lily, por su parte, se la veía hermosa y feliz, llevaba un lindo vestido color crema que resaltaba al lado de la túnica oscura de su flamante marido. Sirius estaba emocionado, cumpliendo con una elegancia inigualable su papel de padrino. Peter y yo, en determinado momento, nos miramos por unos instantes antes de sonreír. En ese momento parecía que al final todo saldría bien.
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La relativa tranquilidad duró pocos meses más antes de que la guerra se desatara con todas sus fuerzas, atacando al mundo mágico por todos los flancos. Parecía como si, poco a poco, el mundo se fuera a desintegrando por dentro. Vivimos duras batallas a campo abierto, a plena luz del día. Nuestros reflejos se incrementaron, pues parecía que por momentos sólo nos dedicábamos a esquivar maldiciones. Uno a uno los nuestros fueron muriendo, nos perseguían, nos encontraban y nos mataban. Las torturas y las muertes entre nosotros eran comunes, hasta llegar al punto en que nos endurecimos de tal forma que casi no nos quedaban lágrimas para llorar a nuestros muertos. Lo peor de todo eran, sin lugar a dudas, las desapariciones. Familias enteras quedaron destrozadas, con la certeza de la pérdida de un hermano o un padre, pero sin el consuelo de una tumba en donde descansaran sus restos.
Algunos de nosotros nos enfrentamos cara a cara con Voldemort, sólo para volver a nuestros hogares agradeciendo estar vivos pero descorazonados por el poder que irradiaba ese hombre. La desesperanza nos invadió de a poco, pero aún así no bajamos los brazos. Creo que fue en esa época cuando Peter nos abandonó, aunque nunca notamos nada fuera de lo normal. Estaba más asustado de lo habitual pero todos lo atribuimos al miedo que nos oprimía el pecho. Yo creo que no soportó la presión y cedió a sus miedos y a sus ansias de reconocimiento. Creo que buscaba algo más, algo que es difícil de definir y que ninguno de nosotros le hubiéramos podido ofrecer. Peter quería superarse a sí mismo, buscaba seguridad y poder, pero equivocó el camino...
Luego de casi un año viviendo en el caos, con días felices y tranquilos pero con la presión de una guerra bajo nuestros hombros, la esperanza se entremezcló con el miedo. En el centro de la tormenta, en el ojo mismo del huracán, de la destrucción y la muerte, la vida se hizo paso entre las tinieblas. Una fría mañana de diciembre, cerca de las Navidades del año 1979, en la casa de los Potter, un orgulloso James nos comunicó la gran noticia, mientras Lily se reía del tartamudeo de su marido: iban a ser padres...
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Lo que sucedió a partir de aquí creo que ya lo conocen, pero hay muchos matices que escapan a la historia oficial. Muchas cosas sucedieron antes de que se desencadenara el final. Por fin la desconfianza y el miedo llegó a ese lugar sagrado que nunca pensé que llegaría a alcanzar... Pero una vez más éramos solamente humanos, jóvenes e imperfectos viviendo una guerra que no dejó ileso a ninguno de nosotros.
Pero esa ya es otra historia, que les relataré en otra ocasión. Hay partes de la misma que ni yo mismo recuerdo con claridad y de la que sólo podré hacer suposiciones. La traición nos golpeó desde adentro, en un terreno ya minado por el miedo y la desconfianza, y destruyó todas nuestras vidas. Unos murieron y otros vivieron largos años encadenados a sus propios fantasmas... yo simplemente huí, me alejé de todo y de todos, y no volví hasta hace sólo cuatro años, para reencontrarme con mi pasado y enfrentarme a mi futuro...
5 de agosto de 1997
