Uola! Perdón por no presentarme antes U Metí directamente el capítulo sin decir nada...que despistada soy o.oU
En fin, nada que contar, excepto que es el primer fic que publico aquí, pero ya llevo tres o cuatro de yu yu hakusho. Me encanta esta serie, no puedo evitarlo o
Como habéis podido ver si habéis leído el primer capítulo (para leer el 2ndo, primero se lee el 1ero, clarou u.u) este fanfic trata sobre el libro de H.G.Wells o, la más conocida versión de la historia llevada a la gran pantalla por Steven Spielberg: la Guerra de los Mundos. Se me ocurrió escribirlo porque me encantaron tanto el libro como la peli. Y en fin, que basta de hablar tanto que os voy a marear ¬ ¬
Disclaimer: Yu yu no me pertenece, es de Togashi. Sip, eso lo tengo presente u.u
Reviews:
Youko Hikari: muchas gracias Hikari Creo que ya nos conocemos en miarroba. Allí soy Ryuusei. He leído algún fic tuyo, pero ahora no se cual U En todo caso, sé k me gustó. ¡Ah! Y no te preocupes que este fic no lo dejaré abandonado mucho tiempo. Tengo algunas ideas sobre como seguir torturándolos o ¡Gracias por leer!
Hitomi chizu: ¡Gracias! Espero que te guste la continuación. Actualizaré lo más rápido posible
2. El principio del fin
Un ligero temblor empezó a sacudir la tierra, atravesando al demonio de fuego de pies a cabeza. El youko había retrocedido hasta su altura. Y su expresión en esos instantes no era nada tranquilizadora: ahora ya no podía aparentar tranquilidad.
Hiei escudriñó el terreno que se extendía frente a ellos, pero el humo seguía escondiendo impenetrable la zona, sin dejar ninguna rendija al descubierto. Entendió que allí, frente a ellos, se encontraba el centro del temblor.
Las sacudidas iban en aumento, y los ningens corrían a ponerse a salvo tras las esquinas, aterrorizados. Los cimientos de los edificios empezaron a resquebrajarse, abriendo brechas cada vez más profundas en las paredes, haciendo estallar los cristales de los bloques de oficinas. El suelo empezó a abrirse por varios puntos, obligándolos a saltar para evitar la caída al abismo. Y justo entonces, un relámpago iluminó todo con luz cegadora.
El pelirrojo, estupefacto, levantó la vista al cielo: la tormenta había llegado a ese punto de la ciudad. Pero aquello no era una tormenta normal. En pleno centro de las nubes oscuras, un cúmulo de masa eléctrica parpadeaba intensamente a cada pocos segundos. Y luego, repentinamente, uno...dos... tres...¡cuatro relámpagos seguidos, cayeron con estruendo en el punto de inicio del temblor, dispersando la densa capa de humo.
Kurama abrió enormemente los ojos, todos sus sentidos en alerta. ¿Cuatro rayos sucesivos en un mismo punto? ¡Eso era imposible!
Escuchó atentamente, intentando guardar la calma, por encima del griterío de la multitud. Nada. No escuchaba nada. ¡Cuatro rayos seguidos y ningún trueno! ¡Una tormenta eléctrica sin truenos!
Y en medio de todo este caos, un penetrante chirrido metálico se alzó por encima de cualquier otro ruido de destrucción. Ambos youkais se llevaron las manos a los oídos. Ese endemoniado silbido provenía de bajo tierra. El youko se encogió sobre sí mismo y cerró fuertemente los ojos, esperando a que cesara. Hiei agudizó la vista para poder ver que rayos estaba sucediendo allí delante: los escombros se movían, caían a los costados dejando entrever un resplandor de hierro, una enorme máquina que cobraba cada vez más altura, hasta quedar completamente erecta.
Kurama abrió los ojos al notar un codazo involuntario de Hiei. Pudo notar lo tenso que estaba su compañero, y se aventuró a mirar lo que atraía su atención.
Las exclamaciones, los golpes, y los empujones para escapar cesaron de golpe. Un escalofriante silencio se apoderó de todo el mundo al observar ese titán que se sostenía sobre tres patas. Un trípode gigante con una cápsula esférica en la cima, cargado de un complejo instrumental y aparatos incomprensibles. El chillido ensordecedor se transformó en un ruido similar al de los aviones al despegar. La máquina se encendía, acumulaba energía. Los ningens observaban embobados, esperando la próxima sorpresa de esa noche tan extraña.
Contrariamente, Kurama y Hiei adoptaron posición defensiva: esa cosa se estaba preparando para atacar. Su intuición frente al peligro se lo decía. El demonio de fuego dejó a un lado su nerviosismo y desenfundó la katana. Kurama no se movió, atento a los movimientos del trípode. La máquina seguía cargando.
Al fin, el jaganshi no pudo aguantar más, e hizo ademán de lanzarse al ataque, en un impulso instintivo. Su estrategia siempre había sido la de atacar primero: matar o morir, la ley de supervivencia en el Makai. No había tiempo para pensar en esas circunstancias. Sin embargo, Kurama lo detuvo con un brazo extendido. La estrategia del kitsune era observar al enemigo, descubrir sus trucos y luego actuar, matar a sangre fría. Lanzarse a ciegas era demasiado peligroso. Aún más en ese caso.
-Espera...-susurró, intentando calmar al medio koorime, que se debatía entre lanzarse o escucharle. El pelirrojo respiró fuertemente, sintiendo los latidos del corazón palpitar en su cabeza.
-No se trata de seres de ninguno de los tres mundos...Son seres de otro planeta, Hiei.-Ni el mismo lograba asimilar sus propias palabras, mientras seguía escrutando fijamente el extraño artefacto.
El demonio le miró sin entender, sintiendo la necesidad apremiante de ir hacia el enemigo y acabar de una vez con él. Pero justo en ese momento, la carga de energías enmudeció. El silencio se hizo más presente aún.
Los humanos allí congregados observaron, primero atentos y confusos, luego horrorizados, como el trípode enfocaba lentamente una especie de cañón luminoso hacia ellos. Sin siquiera darse cuenta, en una milésima de segundo los de las primeras filas explotaron bajo los efectos de ese poderoso láser, convirtiéndose en polvo arenoso. El caos ahora fue general. El cañón seguía disparando mientras los ningens corrían, gritaban, lloraban, caían al suelo de la impresión...
Kurama y Hiei no reaccionaban, los ojos bien abiertos, la boca abierta también en sorpresa y exclamación. El rayo se acercaba por momentos hacia donde se encontraban. Al fin saltaron, escapando a sus devastadores efectos. Ninguno de los dos acababa de creer lo que estaba sucediendo.
Pero debían hacer alguna cosa.
Se miraron largamente, sin verse realmente, unos segundos. Luego Hiei pareció despertar de golpe, y apretando fuertemente los puños y los dientes corrió a toda velocidad contra la máquina, espada en mano. No se dejaría vencer por ese monstruo.
Kurama no pudo detenerlo, aún recuperándose de la impresión. No pudo hacer más que esperar y ver el resultado. Siguió con la vista a su compañero. Hiei repartía mandobles a derecha e izquierda, pero la máquina seguía intacta. Dio un salto hacia atrás, azorado. Una especie de barrera azul repelía cualquier intromisión entre la máquina y el exterior. Sin embargo, el rayo seguía avanzando. Kurama estuvo a punto de gritar al ver que el extraterrestre viraba su rumbo y se dirigía contra Hiei, y contra él mismo. El demonio, derrotado, hecho a correr a toda velocidad, y el pelirrojo lo siguió, mirando a cada instante hacia atrás.
En pocos minutos se encontraban fuera del alcance del fuego, respirando entrecortadamente por el esfuerzo, escondidos en un callejón sin salida entre dos enormes edificios que seguían en pie, aunque no por mucho tiempo.
