"Ten cuidado Emperador, porque has despertado al mal". Las palabras fatídicas pronunciadas ese día se cumplieron de un modo escalofriante, aún peor de lo que el emperador y sus hombres creyeron esa vez. Afortunadamente, el Emperador no vivió para ver su cumplimiento.

Todo inició cuando Eder, el Primer Emperador, encontró un gran poder que usó a su favor para iniciar una revolución en su país natal y crear así su imperio. Ayudado con sus grandes poderes, Eder logró crear un ejército lo suficientemente grande y con la tecnología suficiente como para poder enfrentarse a cualquier nación sin temor de ser derrotado. Su Ejército Invencible pronto fue conocido en todo el mundo, temido y respetado a la vez; fue lo que le garantizó un gran poder político y económico. Pero había algo más, un grupo élite de guerreros entrenados para ser los mejores, para ser invencibles, imparables, su arma secreta. Así nacieron los Cuatro Clanes, grupos de guerreros con poderes especiales que siguieron el camino Eder en el descubrimiento de ese gran poder que le dio la gloria.

Templarios, Templarios Oscuros, Jezith y Jezith Oscuros fueron los nombres de estos clanes, cada uno con habilidades, características y poderes únicos que los convertían en guerreros invencibles. Tan sólo diez de ellos eran capaces de derrotar un ejército de más de diez mil hombres en poco tiempo. Pero un gran poder como el suyo conllevaba una gran responsabilidad, razón por la cual sólo unos cuantos eran elegidos para pertenecer a la élite. Cinco nuevos miembros por clan en cada generación, un crecimiento lento pero que aseguraba control y orden dentro de los clanes. Eder era su Máximo Maestro, aquél al que todos respetaban y temían ya que sus poderes superaban en mucho al de cualquiera de los guerreros, incluyendo al de los Grandes Maestres, los cuatro guerreros más poderosos, uno de cada clan.

Gracias a su Ejército Invencible y a Los Cuatro Clanes, Eder conquistó en poco tiempo la nación que una vez fue su patria y al convirtió en un imperio, donde él se proclamó como Emperador y máxima autoridad. Así nació el Imperio de Qattarh, el más fuerte de toda la Tierra. Eder actuó rápido. No deseaba tierras más allá de las que tenía ya y comenzó a establecer relaciones diplomáticas y comerciales con el resto de los países, algo de suma importancia si quería que Qattarh creciera y se volviera una potencia, o al menos que se mantuviera estable. Bajo el mando de Eder, el Imperio prosperó, la economía estuvo en excelentes condiciones, la paz reinaba al interior, la seguridad social estuvo mejor que nunca, las artes se desarrollaron a una velocidad increíble, la educación se expandió hasta los lugares más lejanos, y los guerreros élite del Imperio iban poco a poco consolidándose como una organización poderosa dentro de Qattarh.

Eder sabía que no podría hacerlo todo él solo por más que quisiera, así que formó al Consejo de Sabios para apoyarse. El Consejo discutiría los asuntos más importantes del Imperio buscando entre todos una solución que beneficiara a la población y las decisiones serían tomadas por medio del voto de los presentes. Sin embrago, se había acordado que en situaciones extremas (como guerras) el poder del Consejo desaparecería y el Emperador tendría la capacidad de tomar las decisiones por su cuenta. El Consejo estaba formado por veinticuatro miembros: los cinco Maestros más poderosos y sabios de cada clan (llamados Iluminados en el caso de los Templarios y Lords en el caso de los Jezith) y los cuatro Grandes Maestres. Eder decidió también que su sucesor debería ser un miembro del Consejo, alguien lo suficientemente sabio y poderoso como para poder guiar a su pueblo hacia su bienestar. Estaba seguro de que así garantizaba, en cierto modo, la paz, bienestar y prosperidad para el Imperio.

Pero entonces llegó el fatídico día, el día en que una anciana apareció a las puertas del Palacio Imperial solicitando ver al Emperador Eder I. Los guardias la miraban extrañados, pero creyeron que no pasaría nada si la dejaban pasar. Anunciaron su llegada y Eder decidió recibirla en la Sala del Consejo, donde estaba reunido en esos momentos con su Consejo. La viejecita entró y caminó directo al Emperador sin reparar en los miembros del Consejo, se paró frente a él y lo miró a los ojos.

- Ten cuidado Emperador, porque has despertado al mal. Has despertado un gran poder que no sabes aún cómo controlar y que puede salirse de tu control y del de los tuyos. Ahora vives en paz y prosperidad, pero esto es sólo una ilusión efímera. No tardarán en llegar los años en los que Qattarh sufrirá más que nunca, años fatídicos en los que se levantarán padre contra hijo, hermano contra hermano, amigo contra amigo, el esposo contra su mujer, una ciudad contra otra -. El Consejo la miraba estupefacto y sin poderlo creer. Aquella simple vieja se había atrevido a hablarle de esa manera al Emperador y a decirle tan malos augurios sin el menor respeto. Los Jezith Oscuros, el clan más apegado al Lado Oscuro, comenzaban a enojarse por la imprudencia de la vieja.

- ¿Cómo se atreve a venir a hablar de esa manera vieja¿Acaso no se da cuenta del lugar donde está y a quién se está dirigiendo? –dijo Lord Areth, el Gran Maestre de los Jezith Oscuros.

- Yo sólo cumplo mi deber Lord. El destino de este Imperio y sus habitantes debe ser anunciado a ustedes para que estén alerta. Es posible que ustedes no lo vivan, que sus huesos sean ya polvo cuando todo esto ocurra, pero deben estar enterados y pasar este conocimiento a las futuras generaciones para que ellos estén alerta –contestó la vieja sin inmutarse lo más mínimo antes Lord Areth.

- Pero díganos entonces señora¿se podrá hacer algo al respecto¿Servirá el estar informados y alerta para poder evitar esos años fatídicos o combatirlos de alguna manera? –preguntó Sir Wireth, Gran Maestre de los Templarios, la casta más benévola de todas.

- Deben mantenerse unidos para contrarrestar los efectos que traerán esos años. El mal no podrá ser detenido, no hay manera de que eviten su aparición ya que ésta está destinada. Pero hay una esperanza, un hombre que podrá restaurar el equilibrio roto por el Emperador y traer nuevamente la paz a su Imperio. El Elegido, un guerrero tan poderoso que ni el Emperador podría competir con él. Ni el poder de todos ustedes juntos se compara en lo más mínimo al de él –respondió la vieja pasando la mirada por la Sala.

- ¿Y qué sabemos de él¿Quién será, cuándo aparecerá, cómo sabremos identificarlo? –preguntó un Iluminado de los Templarios.

- Su identidad es desconocida aún y llegará cuando sea su momento, ni antes ni después. Pero tengan cuidado todos ustedes¡no se dejen engañar! Aparecerán hombres que dirán ser El Elegido y querrán engañarlos, habrá otros hombres de gran poder que serán confundidos con El Elegido, pero su poder es una miseria comparada con el que poseerá El Elegido. Él será un hombre reservado, que no se exhibirá ni se anunciará a nadie, un hombre frío y misterioso a los ojos de los demás, que pasará desapercibido para muchos. Pero cuando el tiempo llegue, él demostrará su poder como debe ser y entonces todos sabrán que él es El Elegido. ¡Estén alerta todos! Pasen estos conocimientos a las futuras generaciones si quieren que el Imperio tenga larga vida, o de lo contrario no sólo él desaparecerá, sino todo el mundo -. Al terminar la frase, la vieja se esfumó en la nada, dejando sólo sus ropas vacías en la mitad de la Sala del Consejo.

Eder dio la orden al momento: todo aquél guerrero que hubiera alcanzado el grado de Caballero (en el caso de los Templarios) o de Gaarth (en el caso de los Jezith) debería ser informado acerca de la profecía que la vieja acababa de decir. No iba a permitir que su sueño se derrumbara tan fácilmente. Pero los años pasaron, Eder murió y Sir Wireth subió al trono con el título de Eder II en honor al Padre del Imperio. Tras Eder II varios Emperadores se sucedieron, quince generaciones de Emperadores que gobernaron el Imperio de la mejor forma posible, pero durante los últimos dos gobiernos habían comenzado algunos problemas para el Imperio. Cinco naciones se habían aliado en su contra e iniciaron una guerra que no tardó en dejar devastación en las fronteras del Imperio, ya que afortunadamente el Ejército Invencible y los Cuatro Clanes lograron mantener los ejércitos enemigos al margen de los territorios imperiales.

La muerte del Emperador Abel II fue la que marcó el inicio del fin, muerto en una batalla después de sólo siete meses de reinado. Una disputa surgió al momento dentro del Consejo en cuanto a quién debería ser el siguiente Emperador. La mayoría votaba por Lord Lahuen, al Gran Maestre Jezith. Sin embargo, Sir Lamar, un Iluminado Templario, no estaba de acuerdo con ello: había decidido que él era el indicado para tomar el puesto. Tras convencer a algunos miembros del Consejo de que debían apoyarlo, se rebeló abiertamente en contra de la decisión de los demás y dijo que debía ser él escogido Emperador ya que era mucho más sabio y fuerte que Lord Lahuen. El conflicto se inició al instante: gritos, discusiones, insultos y un asesinato. Sir Lamar asesinó a Lord Lahuen sin miramientos y sin que nadie fuera capaz de hacer algo al respecto. Este hecho hizo que varios de sus aliados decidieran retirarle su apoyo, pero animó unos pocos a hacer lo mismo, y al poco tiempo dos Iluminados Templarios y un Lord de los Jezith Oscuros habían muerto ya durante el conflicto. Sir Lamar se retiró del recinto acompañado de sus seguidores (un Iluminado Templario y dos Iluminados de los Templarios Oscuros) y con la amenaza de que fundaría su propio Imperio y tomaría a éste en poco tiempo. Antes de retirarse de Qattarh, Sir Lamar reclutó a diez jóvenes guerreros que lo acompañarían en su meta de crear un nuevo Imperio y acabar con el que había creado Eder hace ya mucho tiempo.

Con sus conocimientos y los de sus acompañantes fundó una escuela para entrenar jóvenes guerreros, en imitación de la ya existente en el Imperio. Así nació el Imperio de Tazir, con su Emperador Lamar, y así nacieron problemas aún mayores para Qattarh. Los guerreros de Tazir se infiltraban a menudo en Qattarh con el propósito de llevar caos a él, pero principalmente en busco del nuevo Emperador. Lamar sabía que si el Emperador moría el Imperio de desestabilizaría y sería presa fácil para él. Aunque ninguno había logrado aún ese objetivo, las continuas infiltraciones terminaron en lo que se conoce como La Guerra de los Clanes. El Ejército Invencible había sido prácticamente derrotado por los guerreros de Tazir, lo que obligó al Emperador a basar su poder militar únicamente en sus guerreros élite. El número de guerreros en ambos imperios había tenido un incremento dramático, cada vez más jóvenes eran reclutados para unirse a alguno de los clanes y participar en la guerra. Durante los largos años de guerra el Emperador murió, pero antes de que los guerreros de Tazir pudieran tomar ventaja del hecho un sucesor fue encontrado. Por su seguridad, se mantuvo su identidad en secreto aún para los guerreros de los Cuatro Clanes, excepto para los Grandes Maestres. Bajo su reinado, el Imperio sufrió profundos cambios que marcarían su historia para siempre.