- ¿Cómo? -. La noticia le cayó a Janvier igual que un balde de agua fría. Se quedó inmovilizado sin poder reaccionar. Sólo podía observar a Lord Valgôr con ojos de sorpresa.
- Luego te explicaré todo, pero a su debido tiempo. Come algo y descansa –dijo Lord Valgôr señalando la mesa donde había aparecido comida (¿o siempre estuvo ahí?) y luego la cama.- Luego te asignaré un cuarto. Mañana antes de que empieces el entrenamiento tendremos una charla donde podré resolver… la mayoría de tus dudas -.
- ¿Y por qué no puede ser hoy? –pregunto Janvier tímidamente observando el único ojo visible de Lord Valgôr. Había algo familiar en ese ojo, algo que le hacía sentirse intimidado.
- Porque no es el momento. Así que descansa y nos vemos mañana -. Antes de que Janvier pudiera decir algo más, Lord Valgôr desapareció de la habitación.
Janvier se sentó en la cama sin poder creer aún lo que acababa de pasar. ¿Él? ¿Un guerrero? ¿Él haciendo lo mismo que vio a Káiser hacer esa tarde, con las mismas habilidades que él? ¿Él, siendo alguien poderoso? No… no podía ser. Todo eso era un sueño, una locura. Dentro de algunos minutos su madre entraría para despertarlo y decirle que se fuera a la escuela Dentro de poco sería de día y todo esto sería sólo un sueño, producto de su imaginación, algo sin sentido. Despertaría e iría a su escuela, donde estarían sus amigos y… Káiser, esperándolo a la hora de la salida.
Janvier abrió sus ojos. ¿Por qué Káiser había aparecido así en su mente? ¿Por qué pensó en Káiser esperándolo y no en Mikael quien se suponía era su novio? Otra vez se econtraba turbado por sus sentimientos, y la situación actual no ayudaba de mucho para calmar sus ánimos. Si tan sólo sus padres no lo hubieran rechazado… ¡Sus padres! ¿Qué pasaría cuando despertaran y no lo vieran en casa? ¿Se preocuparían, lo buscarían, irían tras de Káiser pensando que él había sido responsable de su desaparición? Su rostro se ruborizó y bajó la mirada. No sería la primera vez que sus padres y el odio que le tenían a Káiser hacían que el pobre estuviera en problemas. Siempre le rompía el corazón ver lo que Káiser tenía que hacer por protegerlo, ver lo que tenía que pasar y sufrir sólo por amor.
Definitivamente ése no era su mejor día. Sumido en miles de pensamientos que rondaban su mente sin control, poco a poco Janvier fue sucumbiendo al cansancio. Tirado sobre la cama, el sueño no tardó en apoderarse de él. Y mientras dormía, una figura lo observaba desde una de las sillas.
El sol caía sobre su cara y no le permitió seguir dormido. Janvier se levantó y abrió los ojos lentamente. Echó una mirada a su alrededor y se dio cuenta (con cierta congoja pero a la vez con cierta emoción) de que seguía en el cuarto de la noche anterior. No sabía con exactitud qué hora era, pero a juzgar por la posición del sol fuera de la ventana serían cerca de las diez de la mañana. ¡Las diez! Hacía ya tres horas que debía estar en la escuela y seguramente sus padres ya se habían dado cuenta de su ausencia y estarían buscándolo. Estaba sumido en estos pensamientos cuando oyó que golpeaban a la puerta.
- Adelante –dijo algo titubeante. No era su habitación, ¿estaría bien que dejara entrar a cualquiera? La puerta se abrió y Janvier se quedó helado ante la vista que se presentaba ante él. Káiser estaba en el marco, con el pomo de la puerta en la mano izquierda y una bandeja en la derecha.
- No suelo hacer servicio a la habitación así que no te acostumbres a esto. Será sólo por hoy –dijo en su tono frío, cerrando la puerta tras de él y colocando la bandeja en la mesa. Janvier notó entonces que la comida de la noche anterior ya no estaba. ¿Alguien habría entrado a la habitación mientras dormía o la comida nunca había estado ahí?- Valgôr debe haberse vuelto loco -.
- ¿Perdón? –dijo Janvier extrañado. ¿Acaso Káiser se había atrevido a decir algo semejante del hombre que tanto lo había intimidado la noche anterior?
- ¿Qué? ¿Sorprendido por mi comentario? Siempre fuiste así, demasiado "santo" y tratando de quedar bien con quienes eran mejor que tú –le dijo Káiser sentándose en una de las sillas, cruzando una pierna y poniendo sus manos entrelazadas sobre el pecho.
- ¿De qué demonios estás hablando? ¡Claro que yo no soy así! –dijo Janvier ofendido.
- Sí, claro… ahora resulta, ¿no? Se te ve en la cara, te preguntas cómo soy capaz de hablar así de Valgôr cuando parece ser alguien tan grande y poderoso. Seguro te intimidó y lo has puesto en un altar o algo parecido -.
- Se llama respeto por si no lo sabías Káiser. Él es un Lord, es alguien muy por encima de mí y de ti y se merece algo de respeto mínimo por eso -.
- El típico lamebotas que se inclina ante aquellos que sabe superiores. ¿Crees que será así como logres algo aquí? -.
- Pues para que lo sepas, sí, conseguiré algo aquí pero no como tú crees que lo haré. Lo conseguiré con esfuerzo y dedicación, lucharé y entrenaré hasta el cansancio y te superaré incluso a ti. Puedo asegurarte que así será -.
- ¿Superarme a mí? ¿En serio crees que lo harás? Para empezar, ¿sabes la verdadera razón de que estés aquí? -. Estas palabras dejaron helado a Janvier. Para ser honesto no sabía la razón a ciencia cierta.
- No exactamente –dijo Janvier bajando la vista.- Pero Lord Valgôr dijo que entrenaría para ser guerrero -.
- Sólo un incentivo, pero no es tan fácil nene -. Janvier se quedó helado ante esa palabra. "Nene". ¿Hacía cuánto que no le llamaba así?- Para ser guerrero se necesita más que haber dormido en la habitación de un Lord Zair. Muchos son llamados a ser guerreros, pero sólo pocos poseen las habilidades necesarias para situarse dentro de alguno de los Clanes. Y aún así, una vez dentro no todos logran ascender hasta los más grandes niveles y convertirse en Iluminados o Lords, mucho menos en un Gran Maestre. Te lo digo Janvi, no será cosa fácil -.
- No me importa. Si estoy aquí por algo ha de ser. No creo que me hayan traído sólo porque sí. Deben de considerarme candidato para ser guerrero -.
- Puede ser… -dijo Káiser rascándose la barbilla y mirando al techo, como reflexivo.- Pero lo curioso contigo es que no te llamaron con el resto. El Día de Reclutamiento no es aún -.
- ¿A qué te refieres? -.
- El Día de Reclutamiento es un día del año en que el Imperio recibe nuevos posibles candidatos a guerreros. Semanas antes son informados al respecto de manera que tengan tiempo de prepararse y así puedan presentarse puntualmente el día indicado. Llegan todos juntos y durante un mes son puestos a diferentes pruebas, tras las cuales son seleccionados cuarenta de ellos, diez para cada clan -.
- ¿Tan pocos? -.
- ¿Pocos? ¡Ja! Es el doble de lo que se escogía en los viejos tiempos. Antes sólo entraban cinco miembros a cada clan, pero entraban directo. No tenían que pasar por el método de selección que se hace ahora -.
- ¿No lo hacían? -.
- No, en aquellos tiempos no era necesario. Los guerreros podían tomarse la libertad de seleccionar con paciencia a sus nuevos integrantes, pero cuando la guerra con Tazir inició y el Ejército Invencible demostró no ser "tan" invencible se tuvieron que tomar medidas extremas -.
- El tener que aumentar el número de reclutas para guerrero -.
- ¡Vaya, eres muy listo! Ahora veo por qué te escogieron –dijo Káiser con sorna. Janvier sólo lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada.- Sí, se tuvo que aumentar el número de guerreros para poder igualar la cantidad de guerreros que Tazir producía. Pero al menos hay una ventaja de nuestro lado. Mientras nosotros nos dedicamos a buscar gente apta para el puesto que se va a otorgar, Lamar y sus hombres reclutan a cualquier joven que respire y lo convierten en un soldado. Obviamente, la calidad en nuestros guerreros es mucho mayor a la de ellos y eso se demuestra en las batallas. Pero nos siguen ganando en número -.
- ¿Y qué pasa con aquellos que no son seleccionados para convertirse en guerreros? -.
- No los desperdiciamos, por supuesto. Como sabrás, hace tiempo ya que el Ejército Invencible se compone únicamente de clones, lo que nos permite tener una reserva estable de soldados y no preocuparnos de pérdidas de vidas. Sin embargo, dada su ineficacia contra los guerreros, se ha decidido emplear a los reclutas rechazados como miembros especiales del ejército. Ellos poseen ciertas habilidades de los guerreros, pero sus poderes se limitan a lo más básico. No son muy fuertes, pero son soldados valiosos dentro del ejército. Inclinan un poco la balanza a nuestro favor -.
- ¿Y por qué yo no fui llamado junto con los demás? -.
- ¿Yo qué puedo saber? Esa fue una idea de Valgôr. Por algo dije había enloquecido. Va en contra de todo lo establecido -.
- También el reclutar diez integrantes por Clan, ¿o no? -.
- Eso es una situación diferente Janvier. El Consejo dio su aprobación para que fuera así. Aquí no pasó nada de eso -.
- Bueno, si Lord Valgôr se ha fijado en mí por algo debe de ser -.
- Dudo que sea por tu apariencia física –dijo Káiser burlonamente.
- ¿Perdón? –dijo Janvier bastante molesto.- ¿Acaso debo recordarte quien elogiaba mi cuerpo y mi cara sin cesar, elevándolo casi hasta la perfección? -.
- Un momento de locura -.
- ¿Qué duró casi medio año? -.
- Cinco meses no es nada Janvier. Es un lapso de tiempo demasiado corto como para que puedas decir algo -.
- Quizá fue corto, pero fue bastante intenso por si no lo recuerdas. Fueron los me… -Janvier se cortó a la mitad.
- Eres demasiado joven para decir que fueron los mejores cinco meses de tu vida. Y demasiado iluso también -.
- ¿Cómo puedes comportarte así? –gritó Janvier casi al borde de las lágrimas, mirando a Káiser con profunda tristeza.- ¿No recuerdas las veces que dijiste que me amabas? ¿La manera en que me besabas? ¿La forma en que te entregabas a mí? ¿Qué les pasó a tus miradas dulces, tiernas, cariñosas? ¿En qué momento fueron sustituidas por esa mirada gélida que me traspasa el alma como un cuchillo? ¿En qué momento dejaste de ser el Káiser que conocí y tanto amé y te convertiste en uno totalmente diferente? -. Las últimas palabras de Janvier se mezclaron con el llanto que ya no pudo contenerse más.
- Más vale que estés listo pronto –respondió Káiser levantándose de la silla sin mirar a Janvier y dirigiéndose a la puerta.- Valgôr desea verte pronto y no conviene que lo hagas esperar. Recuerda que es un Zair, y ellos no tienen mucha paciencia -. Y con estas palabras, salió de la habitación, dejando a Janvier en un mar de lágrimas que no cesaron durante varios minutos.
Cuando se sintió un poco más calmado, Janvier se arregló un poco de manera que estuviera presentable para ver a Lord Valgôr. A pesar de todo, aún se veía en su mirada la profunda tristeza que le embargaba el corazón. Oyó entonces que tocaban nuevamente la puerta. Fue a abrirla y un joven con pantalón negro, camisa blanca con el Escudo Imperial bordado en oro, capa blanca y un cinturón con una espada, estaba parado frente a la puerta. Le hizo una seña a Janvier de que lo siguiera y Janvier fue tras de él, nervioso por lo que pudiera pasar a continuación.
- ¿No has sabido nada de él? -.
- ¡Ya te dije que no Mikael! Nadie de nosotros ha sabido nada -.
Mikael estaba muy preocupado por Janvier. No supo nada de él después de que lo dejó en su casa y a esta hora de la mañana la preocupación había aumentado bastante. Pasaban mil ideas por su mente, pero ninguna le tranquilizaba, al contrario, cada una era peor que la anterior. ¿Le habría pasado algo serio? ¿Estaría bien, solo en su casa, o estaría en peligro en algún lugar lejano? La duda lo atormentaba más que cualquier otra cosa, sentía que enloquecería si no tenía datos sobre él.
- Yo puedo dártelos joven Mikael –dijo una voz detrás de él. Mikael volteó y se encontró con un hombre que vestía una túnica negra. Se había bajado la capucha, revelando un rostro algo tosco, de piel tostada, ojos grises y cabello negro enmarañado.
- ¿Perdón? –dijo Mikael sin haber entendido del todo. ¿Qué hacía ese hombre ahí?
- Yo puedo darte los datos que quieres. Yo sé qué fue de tu querido Janvier –le dijo el hombre sin separar su mirada de él. Mikael sentía algo raro en esos ojos, no le daban confianza, pero a la vez sentía que debía confiar en ellos.
- ¿Cómo lo sabes? ¿Qué le pasó? ¿Está bien? -.
- Tengo mis medios joven Mikael, pero será necesario que me acompañes. SI quieres salvarlo deberás venir conmigo -.
- De acuerdo –dijo Mikael sin dudarlo un instante. Y en tan sólo un instante, ambos habían desaparecido de los pasillos de la escuela.
