Tocaron a la puerta. Janvier oyó el sonido como si fuera algo lejano, pero poco a poco lo comenzó a sentir más cerca. Entonces, dando un salto, despertó de repente y recordó que estaba en la habitación de Káiser. Rápidamente bajó de la cama y corrió a abrir la puerta. Tras ella, estaba un hombre alto y de mirada suave, vestido de blanco con lo que parecía el hábito de un monje.
- Buenos días Janvier, yo soy Devarè, un Maestro Templario. Sólo vengo a avisarte que estés listo porque en dos horas tienes una cita con Lord Valgôr. Según parece, hoy irás a ver a tus padres -.
- ¿Qué? ¿Tan pronto? -.
- Supongo que es lo mejor, ¿no lo crees? Si ya se atrevieron a separarte de ellos sin ningún aviso creo que al menos pueden compensarlo un poco llevándote con ellos lo más pronto posible -.
- Bueno. Gracias -.
- Que pases un buen día Janvier –dijo el Templario con una sonrisa y se fue. Janvier se quedó en la puerta observando como desaparecía por el pasillo y se acordó de Aladar. Tanto Devarè como Aladar despedían la misma aura de paz y tranquilidad, una bondad extrema, aunque la de Devarè era mucho mayor. Entonces, Aladar debía ser un Templario también.
Janvier cerró la puerta y regresó a sentarse a la cama, pensando en que finalmente podría ver a sus padres y amigos una última vez antes de quedar encerrado en ese castillo por un tiempo indefinido. Quería aprovechar este día al máximo, ya que extrañaría mucho a todos una vez que estuviera de regreso. Pensó entonces en Mikael… su sonrisa le vino a la mente por unos segundos. A pesar de todo aún lo quería y estaba seguro de que sería lo que más extrañara mientras estuviera encerrado. Levantó entonces la mirada y reparó en la mesa que estaba cerca de la cama. Tenía un desayuno servido y una nota. Janvier se levantó de la cama y se acercó a tomar la nota. Janvier la abrió; era de Káiser.
"Buenos días Janvier, espero no te hayas levantado tarde el día de hoy porque tienes una cita con Lord Valgôr al mediodía. Ambos irán a dar el aviso a tus padres de que te quedarás con nosotros para ser entrenado.Te recomiendo que te des prisa y no llegues tarde, Valgôr no tolera la impuntualidad y no querrás que se enoje, ¿o sí? También busca en mis armarios algo que te quede y póntelo, deberás ir presentable el día de hoy ya que irás a dar a tus padres el aviso oficial de que te quedas con nosotros. Por otro lado, lamento informarte que no podré ir contigo hoy a dar el aviso ya que ha surgido algo importante y tuve que salir en una misión urgente. De cualquier forma, Valgôr te acompañará así que estarás en buenas manos, no te preocupes. Mientras estés con él no debes temer de nada. Nos vemos ponto, Atte: Káiser."
Janvier leyó y releyó la nota varias veces. ¿Qué podría haber sido tan importante como para que Káiser lo tuviera que haber dejado? No quería reconocerlo del todo pero estaba empezando a disfrutar de su compañía una vez más. Le dolía el hecho de que no lo fuera a ver ese día, pero tenía la esperanza de que al día siguiente estuviera al lado de su cama para darle los buenos días. ¿Al lado de su cama? ¿Por qué había pensado en eso? Janvier miró la nota con nostalgia. Hacía mucho que no recibía una carta de Káiser, y en esos momentos eso era lo más cercano que tenía a una. La dobló y la volvió a dejar sobre la mesa, mientras tomaba un vaso de jugo y se sentaba en la cama.
A pesar de que ese día vería a sus padres y amigos no podía evitar sentir una cierta tristeza. En el fondo, había albergado la esperanza de que Káiser lo acompañara en ese día tan especial. Quería tenerlo a su lado cuando diera el aviso de que se retiraría para ser entrenado como un guerrero. Pero a la vez sentía cierto alivio, ya que sabía que sus padres odiaban a Káiser y que no sería bien recibido en la casa a pesar de ser un guerrero tan poderoso. Pensó que incluso así sus padres se negarían a dejarlo ir. Pero como fuera, Káiser no iría ese día con él. Janvier dejó el vaso en la mesa y terminó el resto del desayuno en silencio, pensando aún en la nota de Káiser. Tras haber comido y haberse arreglado con las mejores ropas de Káiser (de algún modo curioso Janvier no pudo abrir uno de los roperos, y el único que pudo abrir contenía ropas de primer calidad que estaba temeroso de usar), Janvier salió de la habitación y se dirigió a los jardines, en espera de que fuera la hora de su cita con Lord Valgôr.
El sol era más leve que el día anterior, pero aún así llegaba a calar un poco si se mantenía el tiempo suficiente bajo él. El viento también soplaba, pero era más ligero y tibio que antes. Aún así, el clima era lo suficientemente agradable como para permanecer en los jardines todo el día, o al menos hasta que el sol se ocultara. Janvier se dedicó a caminar una vez más por los jardines observando con detalle todo lo que había en ellos. Incluso trató de distinguir los alrededores del castillo para ver el lago y la costa, pero no distinguía nada más que el bosque que rodeaba las murallas del castillo.
- No creo que puedas ver más allá de ese bosque. Es imposible distinguir el lago desde aquí –dijo una voz familiar. Janvier volteó y se encontró con Aladar.
- ¡Aladar! ¿Qué haces aquí? -.
- Tengo un momento libre y quise venir a pasear. Ya sabes, es mi afición -.
- Sí, lo recuerdo, jejeje –dijo Janvier sonriendo.
- Y por lo visto también se convertirá en una afición tuya -.
- Bueno, es posible. O al menos mientras comienza mi entrenamiento -.
- ¿Y Káiser? ¿No te acompaña esta vez tampoco? -.
- No, tuvo que salir en una misión. Me dejó al cuidado de Lord Valgôr para ir a dar el aviso a mis padres de que me quedaré aquí -.
- ¿Al cuidado de Lord Valgôr? ¡Dios mío, Janvier! Tú sólo te relacionas con gente poderosa e importante -.
-Bueno… eso parece, ¿no? -.
- ¿Entonces hoy saldrás para avisarle a tus padres que te quedarás a ser entrenado? -.
- Sí, a mis padres y espero a mis amigos también -.
- Supongo que los extrañarás mucho, ¿no es así? –dijo Aladar reparando en la cara que Janvier había puesto.
- Bueno, sí. Bastante a decir verdad. Los quiero mucho y me da tristeza pensar que no los veré por mucho tiempo -.
- Sí, entiendo lo que quieres decir –dijo Aladar acercándose a Janvier y sentándose en el pasto a su lado. Janvier lo imitó.- A mí todavía me pasa eso. De hecho, en cuanto pueda, antes incluso de ir a conocer el Palacio iré a ver a mi familia. Estoy seguro de que estarán felices de verme y saber que estoy bien -.
- Ya me está dando nostalgia. Aún no empiezo mi entrenamiento y empiezo a pensar como tú. Iré a ver a mi familia y amigos en cuanto me sea permitido salir de aquí. Ya puedo imaginar sus caras al verme -.
- No te preocupes aún por eso, los vas a ver hoy y eso es más de lo que cualquiera de nosotros puede hacer. Aprovéchalo al máximo -.
- Puedes estar seguro de que lo hará joven Aladar –dijo una voz tras de ellos. Ambos muchachos voltearon y se encontraron con Lord Valgôr en persona.
- ¡Lord Valgôr! –dijeron los dos al unísono y se levantaron. Aladar hizo una reverencia ante él y Janvier lo imitó.
- Veo que ya has estado conociendo gente –dijo Lord Valgôr mirando a Janvier. A pesar de sólo ver su ojo izquierdo, Janvier creyó deducir por su mirada que bajo la máscara negra había una ligera sonrisa.
- Sólo a él, aún no he socializado mucho -.
- No te preocupes, ya tendrás tiempo para eso. Pero es bueno que conozcas a guerreros mayores que tú. Los conocimientos, experiencia y sabiduría que pueden darte son muy valiosos -.
- Sí Señor –respondió Janvier inclinando la cabeza.
- Aladar, ¿qué tienes que hacer de aquí hasta las dos de la tarde? –preguntó Lord Valgôr dirigiendo su mirada ahora al joven Templario.
- Tengo clase de Retórica y Diplomacia con el Maestro Aitor de una a tres –dijo el joven un tanto extrañado por la pregunta.
- Bueno, supongo que Aitor podrá disculparte al menos por esta vez para que nos puedas acompañar –dijo Lord Valgôr.
- ¿Aompañarlos? ¿Salir del castillo, es en serio? –preguntó Aladar sin poderlo creer.
- Totalmente en serio. Bueno, si tú quieres –dijo Lord Valgôr.
- Sería un honor para mí, Señor –contestó Aladar haciendo un reverencia, apaciguando un poco su emoción.
- De acuerdo, en ese caso iré a hablar con él. Ustedes esperen aquí, no tardaré. Nos iremos en cuanto regrese –dijo Lord Valgôr.
- Sí Señor –dijeron Janvier y Aladar a la vez, haciendo una reverencia. Y frente a sus ojos, Lord Valgôr se desvaneció en la nada.
- ¡Saldré del castillo Janvier! ¡Por fin podré ir al mundo exterior una vez más! -.
- ¡Qué bueno! –respondió Janvier, contagiado por algo de la alegría que sentía Aladar en esos momentos. Si Káiser no podría ir, al menos su nuevo amigo lo acompañaría ese día.- Me alegra que pueda ser así, y más si es para acompañarme -.
- ¡Sí! Eso me hace sentir muy especial en verdad. Me siento realmente honrado en estos momentos -.
- Y con justa razón joven Aladar –dijo Lord Valgôr apareciendo a un lado de ellos.- No cualquiera puede salir del castillo como lo harás tú hoy. Es más, no creo que nadie antes lo haya hecho -.
- ¿Nadie antes? -.
- No, nadie. Pero debo advertirte antes de salir que esto puede ser algo peligroso, ¿de acuerdo? Lamar anda tras Janvier y es posible que nos sigan. Debes estar preparado para cualquier situación -.
- ¿Lamar anda tras él? ¿Pero por qué? -.
- La razón no es algo que debas saber por ahora, sólo mantente atento, ¿de acuerdo? -.
- Sí Señor, así será –respondió Aladar con una reverencia.
- Bien, entonces ahora tomen mis manos, lo sacaré de aquí. Por nada del mundo vayan a soltarse hasta que yo les diga, ¿entendido? -.
- Sí Lord Valgôr –dijeron ambos muchachos, tomando cada uno una mano del Lord Zair. Janvier volvió a sentir esa sensación de ser succionado, comprimido y expandido en menos de un segundo. Al instante aparecieron frente a un edificio de departamentos, entre los cuales estaba el departamento de Janvier. No había nadie cerca, excepto por un gato que rondaba por el lugar.
- Bien, hemos llegado. Ya están tus padres avisados de tu llegada, y creo que tus amigos también. Ahora subamos antes de que pase algo –dijo Lord Valgôr mirando a todos lados.
Lord Valgôr y los dos muchachos subieron las escaleras hasta el departamento de Janvier y se quedaron parados frente a la puerta, esperando. Tras unos segundos, cuando se oyó el reloj del departamento marcando las doce del mediodía, Lord Valgôr tocó a la puerta. Se oyó algo de ruido dentro y la puerta se abrió. La madre de Janvier estaba ahí, observando a los visitantes con cierta aprehensión. Miró a Lord Valgôr con cierto temor, pero cuando reparó en Aladar su mirada se suavizó y se vio más confiada. En cambio, cuando vio a su hijo no pudo evitar sonreír y se lanzó directo a sus brazos.
- ¡Janvier! ¡Qué bueno que estás bien, te he extrañado mucho! –dijo mientras lo abrazaba. El papá de Janvier salió en eses momentos a recibir a su hijo y los invitados.
- Mucho gusto, mi nombre es William –dijo el padre de Janvier extendiendo la mano hacia Lord Valgôr.
- Mucho gusto William. Yo soy Lord Valgôr, Lord de los Jezith Oscuros –dijo Lord Valgôr extendiendo su mano para estrechar la del padre de Janvier.- Y este muchachito que me acompaña es Aladar, un Cruzado Templario, y uno de los mejores que tenemos -.
- ¡Un Templario! –dijo la madre de Janvier algo asombrada.- ¡Y un Lord de los Jezith Oscuros! –agregó para no hacer sentir mal a Lord Valgôr al no ser mencionado. A decir verdad, la intimidaba un poco.- Es un gusto y un honor tener visitas tan distinguidas en nuestra casa -.
- Pasen por favor y tomen asiento –dijo el padre de Janvier haciéndose a un lado para dejarlos pasar.
- Muchas gracias –respondió Lord Valgôr y entró en la casa, seguido de Aladar y Janvier. Los padres de Janvier entraron tras éste y cerraron la puerta. Todos tomaron asiento, Lord Valgôr y aladar en un sillón, Janvier y su madre en otro y el padre en uno solo.- Supongo que ya saben cuál es el motivo de mi visita -.
- Sí, nos llegó la carta que usted envió –respondió el padre.- Les hablamos a los amigos de Janvier, pero no sé cuántos puedan venir -.
- Ojalá puedan venir todos. Pero si no, en todo caso, lo importante es que el anuncio se haga oficialmente antes ustedes –dijo Lord Valgôr.
- Bueno, en lo que esperamos a que lleguen sus amigos, quizá Aladar nos pueda platicar un poco de su experiencia –dijo la mamá de Janvier mirando al muchacho con una sonrisa en el rostro. Era definitivo, la señora adoraba al joven por el simple de hecho de ser un Templario.- ¿Es muy duro ahí dentro? -.
- Pues… un poco. A decir verdad sólo es difícil si uno no hace las cosas con pasión, entrega y gusto. Si uno disfruta su estancia en la Academia, no será tan pesado como uno piensa al inicio –respondió el joven, un poco sonrojado por convertirse repentinamente en el centro de atención.
- Supongo que tú lo disfrutas mucho, ¿no es así? -.preguntó la madre.
- Sí, bastante. Me siento muy a gusto estudiando en la Academia -.
- Y puede estar totalmente segura de que su hijo se sentirá igual de bien en ella, señora –dijo Lord Valgôr.
- Eso espero en verdad. Será difícil que esté fuera de casa, pero el saber que estará bien es un consuelo –respondió la madre.- Y dime Aladar, ¿cuánto llevas en la Academia? -.
- Cuatro años. Estoy a punto de graduarme de Cruzado para convertirme en un Caballero Templario -.
- ¡Oh Dios mío! ¡Todo un Caballero Templario! Eso ha de ser un gran honor -.
- Sí, lo es, gracias. Pero yo espero poder llegar al Consejo Imperial y convertirme en un Iluminado. Claro, sería muy bueno poder ser el Gran Maestre de mi Clan, pero no… estoy seguro de poder llegar hasta ese puesto -. En el momento en el que Aladar hizo una pausa, volteó a ver a Janvier con una mirada rara, mezcla de extrañeza y miedo. Janvier entendió la mirada y le respondió afirmativamente con los ojos: él también había tenido esa sensación.
Janvier podía recordar la sensación perfectamente, era la misma que el día en que Káiser había ido a su escuela, justo antes de que lo atacaran. Janvier y aladar se miraron sabiendo lo que pasaba en esos momentos: alguien los había seguido y no estaban seguros. Pero al parecer, Lord Valgôr no lo había notado, o quizá sólo lo disimulara, pero estaba tan impasible como siempre.
- ¿Y se dedican únicamente a entrenarlos como guerreros? –preguntó el padre de Janvier.- ¿O hay algo más en su escuela? -.
- En la Academia nos preocupamos por la formación integral de nuestros guerreros. No sólo los entrenamos para la lucha y para que aprendan a manejar sus habilidades, sino que también los educamos en aquello que necesitarán para su futuro. Por ejemplo, en el caso de los Zair, aprenden Retórica, Dialéctica, Teología, Metafísica, Demonología, entre otras cosas, porque deberán saber hablar y convencer a la gente, o acerca de Dios, de la esencia del hombre, o sobre los demonios que aprenderán a invocar. Pero no dejamos atrás materias como la Física, Química, Aritmética, Literatura, Música, etc. –respondió Lord Valgôr, hablando con orgullo del lugar donde habitaba.
- ¿Aprenden a invocar demonios? –preguntó la madre de Janvier un tanto asustada.
- Sí, pero es un proceso complicado. Se recomiendo a los jóvenes que no invoquen demonios hasta haber tenido su primer curso de Demonología. Tras él podrán invocar demonios de bajo nivel, y conforme vayan cubriendo sus cuatro cursos podrán invocar demonios cada vez más poderosos. Pero sólo unos cuantos han sido capaces de invocar demonios de gran jerarquía y controlarlos. Sin embargo, no es una técnica que se utilice mucho –dijo Lord Valgôr.
- ¿Y es seguro que los invoquen? –preguntó la madre.
- Si están capacitados y son responsables, sí, lo es. Pero cuidamos de educarlos para que sepan que no deben hacerlo más que en casos necesarios. Como le digo, es una técnica poderosa y peligrosa a la vez -.
- ¿Y Janvier aprendería a invocarlos? –preguntó nuevamente su madre.
- Eso depende. La única casta que no puede invocar demonios son los Templarios, pero sólo ellos y los Jezith son capaces de exorcizarlos –respondió Lord Valgôr como si no le diera importancia.
- Espero que Janvier se convierta en un Templario igual que Aladar –dijo la madre mirando a ambos muchachos.
A lo largo de la conversación, la sensación había aumentado cada vez en ambos jóvenes. Estaban demasiado inquietos y preocupados por ello, y más porque Lord Valgôr parecía no importarle en lo más mínimo, o quizá no se diera cuenta de ello. Janvier miró fijamente el rostro de Lord Valgôr, pero no logró captar en su único ojo visible una señal de que supiera lo que pasaba: seguía tan impasible y frío como siempre. No cabía duda, Lord Valgôr era un Zair por excelencia, él representaba todo lo que un Zair debía de ser. Janvier movió su mirada hacia la de Aladar y ambos muchachos se vieron un momento, con la preocupación claramente en sus rostros. La sensación era ahora mayor que antes, y sentían un gran peligro. Janvier volvió a ver a Lord Valgôr en espera de algo, pero parecía no reaccionar.
- Se convertirá en lo que esté capacitado para ser. Dependiendo de sus habilidades, aptitudes, intereses, emociones, forma de pensar, moral, ética, filosofía personal, entre otras cosas, será la casta que le sea asignada –respondió Lord Valgôr, levantándose al terminar su frase. Y si me permite señora, hay un asunto que debo atender aquí afuera. Le dejo a los muchachos y no se preocupe de nada, pase lo que pase todo estará bien -. Dicho esto, desapareció, dejando a todos en la casa asombrados y con un tanto de miedo por sus últimas palabras.
