Eternamente Vinculados
Capítulo 1: El Juicio
Todo comenzó aquel día. Aquel fatídico e interminable día.
Era la segunda vez que Harry pisaba la sala de juicios del ministerio. La primera vez, había sido él el juzgado, y había escapado por los pelos. Ésta vez, era otro el juzgado. Y Harry sopesaba, que no le iba a resultar nada fácil salir de allí.
El moreno iba al lado de Remus J. Lupin, quien tenía su mano apoyada en su hombro. Estaban siendo dirigidos por el Sr. Weasley, por entre los pasillos del Ministerio de Magia. El resto de los Weasley's junto a Hermione, se habían quedado en la sala de espera, con los nervios de punta. Sólo a Harry, a Remus y a Arthur les habían permitido intervenir. Y todo por que Harry le había dicho a Remus que él había presenciado el asesinato de Albus Dumbledore.
El ojiverde aún no había podido asimilar la muerte del que había sido su maestro desde que se enteró de que era un mago. Pero debía seguir adelante, buscar los hocruxes y matar de una vez por todas al Señor Oscuro. Pero hasta entonces, haría lo que seguro que hubiese querido su maestro.
El Sr. Weasley les hizo pasar dentro de una sala. No estaba iluminada, pero era como si de las propias paredes surgiera la luz. Era una sala grande, pero en ella sólo había unas cuantas personas. A la mayoría Harry no les conocía, pero suponía que serían aurores y partidarios del ministerio. Uno de los hombres que estaban por allí, les indicó que se sentaran en unas bancas, cerca del estrado. Entre tanto, varios de los que estaban ya sentados miraron con recelo a Remus, otros tantos saludaron al Sr. Weasley y el resto miraron sorprendidos a Harry.
Éste decidió ignorar los comentarios sobre que era demasiado joven como para estar allí, y se sentó entre Remus y Arthur, a quienes relajó con una sonrisa.
De repente, se abrieron de nuevo las puertas de la sala, y entró el Ministro de Magia. Nadie habló en lo que le costó a Rufus Scrimgeour llegar al estrado. Detrás de él llegaron un pequeño grupo de tres o cuatro personas, llevando carpetas y otros papeles. El Ministro se subió al estrado, y pidió la atención de los presentes. Luego, comenzó a hablar:
-Estamos aquí reunidos con la intención de juzgar a aquellos que tuvieron la osadía de entrar en Hogwarts y asesinar a Albus Dumbledore a sangre fría.
Varios de los congregados allí aplaudieron. Remus siguió indiferente y Arthur frunció el entrecejo. Harry miró al Ministro. Aquel hombre siempre le había caído mal. Rufus continuó hablando por unos instantes más, hasta que uno de los hombres con los que había llegado, se le acercó y le dijo algo al oído. El Ministro asintió y ordenó:
-Que pasen los acusados.
De nuevo, el silencio reinó en la sala, mientras se abrían las puertas y unas ocho o diez personas entraban. Exceptuando los cinco acusados, el reto eran aurores. Harry observó con atención a los que iban atravesando la puerta. Sí, todos esos estaban allí. Todos habían entrado en Hogwarts. Pero sólo había uno que interesaba,... y era justamente aquel que acababa de entrar el último. El moreno aguantó la respiración. No era así como le recordaba. Estaba mucho más pálido y delgado. Casi esquelético. Tenía la cabeza gacha, y no se atrevía a levantar la mirada para topar con las decenas de ojos que les observaban, sobretodo a él.
Y entonces, el moreno sintió lástima. No era que no hubiera deseado verle en esa situación, ¡y en otras peores! Pero de desearlo a verlo con sus propios ojos había un gran trecho. Harry sonrió con ironía, ni a su "peor enemigo" se lo deseaba.
El juicio comenzó. Los mortífagos se negaban a hablar, y por eso a veces era necesario administrarles unas gotas de poción de la verdad. La mayoría se resistían, y se les subía la dosis. Según le explicó Arthur, aquel método estaba prohibido. Y no se realizaba desde los tiempos oscuros, en los que el-que-no-debe-ser-nombrado estaba en el auge del poder. Harry comprendió el por qué. Era un método inhumano, a pesar de que se lo administraran a mortífagos asesinos. Se estaban rebajando a actuar como lo haría el propio Lord Voldemort. Se rebajaban a su altura. El moreno negó con la cabeza, con razón el Señor Oscuro había estado a punto de vencer la otra vez. Con mandatarios como aquellos... ¡cualquiera vencía!
Harry vigiló en todo momento al pequeño proyecto de mortífago que esperaba estoicamente su momento. En ningún minuto dio muestras de debilidad ni rastros de culpabilidad, pero tampoco mostró señales de ser inocente. El moreno estaba sorprendido, él había estado furioso cuando lo habían llevado allí la primera vez, y había sido incapaz de no demostrar sus sentimientos. El ojiverde estaba impresionado, como se notaba que era un verdadero Malfoy. Un sangre pura hasta el final.
Pero cerca de siete años viéndole casi a diario, clase tras clase, comida tras comida, era mucho tiempo. Y en todo ese tiempo, Harry había aprendido a leer en lo más hondo del rubio. Y estaba completamente seguro de que el Slytherin había aprendido también ha hacerlo con él. Así que Harry podía ver que estaba nervioso y preocupado. El moreno sonrió y de este modo, el joven Potter, custodiado por el patriarca de los Weasley's y el último amigo de su padre que aún quedaba vivo, se dedicó a observar el juicio. De vez en cuando, le hubiera gustado saltar para replicar una mentira, pero ninguno de los dos adultos le dejaban levantarse de su asiento.
-Harry, compórtate. O tendremos que irnos-le había dicho Remus una de esas veces.
El Gryffindor comprendió que su oportunidad llegaría en el momento en el que fuese el rubio al que se le estuviese juzgando, y con su impaciencia característica, se recostó a esperar cruzado de brazos, con la sangre hirviéndole, y con la mente puesta en un álgido plan que llevaría a cabo en poco tiempo.
Ese momento llegó poco después, cuando llamaron al más joven de los Malfoy's al estrado. Éste con su pose imponente y despectiva, se levantó y con la elegancia característica de los Malfoy's se dirigió hacia el lugar. Por los costados, los que estaban allí le miraban con odio, otros con asco. Pero a pesar de que ni estaba en las mejores condiciones ni su aspecto y sus ropas eran las mejores, Draco Malfoy hizo parecer a todo el mundo que no estaba en su juicio sino en su coronación como rey.
-Un digno hijo de Lucius Malfoy. ¿No es cierto, Potter?
Harry se sobresaltó al escuchar las palabras tan cerca de su oído. Había estado tan ensimismado observando al rubio que no se había percatado de nada más. Miró a su alrededor, buscando señas del que le había dicho eso. Pero observó que él parecía ser el único en haberlo oído.
-¿Para qué has venido aquí, Potter? ¿Al fin se han dado cuenta de que no eres un niño, eh, Potter?
Harry frunció el entrecejo. Aquella voz se le hacía conocida. Y lo más sorprendente era que no parecía que surgiera de ningún lugar. Parecía que viniera de su propia mente.
-Sigues siendo tan malo en oclumancia como siempre, Potter.
Y entonces Harry reconoció la voz.
-Snape...-murmuró.
-Muy agudo, Potter-dijo "alguien" esta vez sí, en el oído.
Harry se volteó con disimulo, al asiento de atrás. Cual fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con su antiguo profesor de pociones, quien ocultaba su rostro bajo una túnica con capucha negra. Sus ojos estaban fijos en el rubio que estaba siendo juzgado y ni una muestra de sentimiento de descubría en el rostro impasible del hombre. Pero por un instante, sus ojos se juntaron con los de Harry, al tiempo que su mente decía:
-Deja de observarme, Potter.
Harry se volteó rápidamente, logrando que Remus que estaba a su lado le mirase confundido.
-Estate atento Harry, en cualquier momento vas a tener que intervenir-le dijo Remus. Y luego añadió-. ¿Tienes ya algo pensado?
Harry miró un instante hacia atrás consciente de que la mirada del jefe de Slytherin estaba puesta sobre él, y sus ojos se cruzaron. Los negros interrogativos y los verdes un poco nerviosos.
-¿Qué pretendes, Potter?-oyó Harry en su cabeza.
-Yo estaba allí, Snape. Lo vi todo-respondió el joven Potter no muy seguro de que le llegara la respuesta al hombre mayor.
-¿Qué viste?-aún en la mente, la voz de Snape tuvo un deje de preocupación.
-Todo.
-Tuve una razón. Draco no deber...-comenzó el mayor.
-También sé por qué lo hiciste. Después de que huyerais, entré en tu despacho y me mentí en tu pensadero. Dumbledore me enseñó a utilizarlo-le cortó el ojiverde, con la voz un poco más segura.
-Entonces, imagino que también sabrás que...
-¿Qué Malfoy es inocente? Sí, lo sé. Seré un Potter y seré muy malo en oclumancia Sr. Pero lo que no soy es tan estúpido como para no saber cuando alguien es inocente. Aunque ese inocente sea Malfoy-dijo Harry con voz segura-. Lo que le pediría Sr. es que no se inmiscuya, y que en cuanto yo le dé la señal, se marche de aquí con Malfoy.
-¿Por qué hace todo esto, Potter?
-¿La verdad? Por que Dumbledore lo habría querido así. Y bien sabe que soy un fiel seguidor de Dumbledore...
A su lado, Remus le miraba molesto.
-Harry, ¿me estás escuchando?
-Sí, sí, lo siento. Estaba pensando-explicó rápidamente el moreno.
Remus asintió y se volteó hacia delante.
-¿Tienes algo pensado?-preguntó esta vez el Sr. Weasley.
Harry fue esta vez el que asintió.
-Draco Malfoy está acusado por el asesinato de Albus Dumbledore. Ocurrido en la torre de astronomía del castillo Hogwarts de magia y hechicería. ¿Tiene algo que decir en su defensa?-dijo el ayudante del Ministro, leyendo un pergamino extendido.
Harry observó como el joven Malfoy no hizo ningún movimiento.
-¿Tiene algo que decir?-repitió de nuevo el ayudante.
La gente comenzó a murmurar. Y el Ministro, Rufus Scrimgeour, se levantó de golpe y mandó callar. Luego se dirigió a donde se encontraba el rubio. Le cogió de la barbilla y le hizo que le mirase a los ojos.
-Responde, maldito niño malcriado ¿tienes algo que decir?-escupió.
Y Draco Malfoy para asombro de todo el mundo, le sacó la lengua. Pero Rufus no dejó que se burlara en su cara, y le dio un golpe en la cabeza, ocasionando que el joven Malfoy se mordiera la lengua. Y a pesar de eso, sólo una lágrima se deslizó por la blanca mejilla. Su expresión, sin embargo, no cambió.
De pronto, Harry percibió el orgullo de la persona que tenía detrás, y supo que había llegado el momento. Se levantó de golpe, provocando que todos los de la sala le mirasen, y ante el asombro de todos se dirigió hacia el estrado.
-Puede que él no tenga nada que decir en su defensa, pero yo sí que tengo-replicó Harry, mirando fijamente al rubio y sonriendo ante su perplejidad.
-¿Puede explicarse Sr. Potter?-inquirió escéptico el Ministro de Magia.
-¿Para qué explicar pudiéndolo mostrar?-replicó el moreno.
-Ahora sí que no entiendo nada...-se le oyó decir al ayudante del Ministro, pero éste con una mirada lo mandó callar.
-¿Sr. Potter? ¿A qué se refiere exactamente?-preguntó Rufus.
Harry sonrió.
-Me explicaré; en vez de contar con palabras lo que vi, les mostraré mis recuerdos. Pero antes, debo de anunciarles que yo también estuve allí, y que no fue Malfoy quien mató a Dumbledore-entre tanto que decía esto, se sentó en uno de los asientos.
-¿Quién fue entonces?-preguntó uno de los presentes.
-Vean mis recuerdos, Sres. adelante, les invito.
Harry cerró los ojos y tranquilamente se recostó en la silla. Sintió como comenzaban a entrar dentro de su mente. Y una vez que dejaron de entrar, Harry comenzó a abrir y a cerrar puertas de su mente. De manera que todos los que estaban allí se iban dirigiendo al justo recuerdo que el joven Potter quería mostrarles.
Y cuando, bastante sorprendidos, los que habían entrado salieron de la mente del joven Gryffindor, se volvieron hacia uno de los acusados. El Ministro se levantó de su asiento y mandó silencio.
-Draco Malfoy queda absuelto del crimen del que se le acusa-el rubio observó asombrado al moreno, pero este miraba al Ministro, que prosiguió-. Greyback Gibbon queda acusado por el asesinato de Albus Dumbledore. ¡Arrestadle!
D&H D&H D&H D&H D&H D&H D&H D&H D&H D&H
Bueno, ya sé lo que me irán a decir, que en vez de empezar nuevas historias, me dedique a las antiguas, pero lo siento, no he podido evitarlo.
De modo que, esperando que les guste (a pesar de todo), se despide cordialmente:
AureaAspen.
