Eternamente Vinculados
Capítulo 2: El Corazón Tiene Razones, Que La Mente No Entiende
En cuanto el Ministro de Magia pronunció esas palabras, cinco o seis, de los aurores que custodiaban a los acusados, se echaron encima de Greyback y le redujeron.
-¡Yo no he sido! ¡Es mentira! ¡Ese chico miente! ¡Yo no he matado a ese mugroso viejo!-exclamaba, mientras con bastante trabajo, los aurores se lo llevaban.
-¡Llévense también a esos dos!-ordenó Scrimgeour señalando a los otros dos hermanos, quienes no opusieron resistencia cuando los aurores les apuntaron con las varitas y se los llevaron.
Una vez los acusados se hubieron ido, todos volvieron sus rostros hacia el moreno. Descansaba en la silla, mientras era atendido por Remus y Arthur. El Ministro se acercó a donde se encontraba Harry y le miró.
-Has sido muy valiente Potter. Sobretodo para salvar al hijo de unos mortífagos, que por lo que tengo entendido, te las ha hecho pasar canutas todos estos años en Hogwarts-dijo-. También debo decir que te has vuelto un joven muy poderoso, sabes mucha Oclumancia, ¿quién te enseñó?
-Mi primer maestro fue el profesor Snape, pero terminé de aprender con Ojoloco-respondió, dejando a todos con la boca abierta.
El Ministro hizo una mueca y se giró hacia uno de sus ayudantes.
-La Orden del Fénix-explicó.
Harry asintió corroborándolo. Después de eso, Scrimgeour se dirigió al estrado y comenzó a charlar con sus ayudantes. Éstos asentían y apuntaban rápidamente todo lo que les decía, en los pergaminos. Los periodistas que se encontraban allí escribían a la velocidad de un rayo con las famosas plumas vuelapluma. ¡A saber la de mentiras que iban contar! Harry negó con la cabeza, no había remedio. Ya se encargaría de eso después.
El moreno giró su rostro en busca de su profesor, pero no le encontró por ningún lado. Sin embargo, con lo que sí que se encontró fue con unos ojos grises que lo miraban y le formulaban una muda pregunta. Una pregunta que él no estaba dispuesto a contestar. En realidad, que no estaba preparado para contestar. En ese justo instante, el Ministro se sentó a su lado, haciendo que la conexión con Malfoy se rompiera.
-¿Sabes? Nos vendría bien alguien de tu talento en el ministerio-"ya empieza otra vez" pensó Harry-. Y se te pagaría bien.
El ojiverde sonrió, pero no contestó. ¡Como si él necesitara el dinero! ¡Tenía más del que necesitaba y quería! Pero en ese instante, una luz se iluminó en su cerebro. Podía estar en el Ministerio, en el departamento que él quisiera (de eso estaba seguro) y podría ayudar a la Orden. De ese modo, el Sr. Weasley no estaría sólo en la tarea del espionaje. El moreno salió de su ensimismamiento y ampliando su sonrisa asintió. Al Ministro se le iluminó el rostro y no pudo esconder su satisfacción.
-Al fin veo que ha entrado en razón, Sr. Potter. La madurez le ha sentado bien-dijo Scrimgeour con orgullo.
En ese mismo momento, uno de los ayudantes del Ministro se acercó a éste y se puso a hablar en voz baja con él.
-¿Y ahora qué, Potter?-le preguntó de nuevo la voz en su cabeza. Harry dio un respingo al escuchar a su antiguo profesor-. ¿Le he asustado, Sr Potter?-añadió con burla.
Harry puso los ojos en blanco, no sabía de qué se sorprendía.
-Sólo no me lo esperaba, me ha pillado por sorpresa Sr.-respondió Harry.
-Ya-replicó-. ¿Y bien? ¿Qué va a pasar ahora con mi ahijado? Por que resulta que no puedo llevármelo.
-¿¡Qué?-exclamó Harry.
Instantáneamente unos cuantos se giraron a verle.
-Baje la voz, Potter.
-¿Pero, por qué? ¿Por qué no puede llevárselo?-preguntó horrorizado Harry. Todo su plan desmoronándose por los suelos.
-Escuche la conversación de Scrimgeour-le mandó el ex profesor.
-Pero…
-¡Hágalo!
Harry puso una mueca pero hizo lo que el antiguo profesor de pociones le ordenaba. Realizó un pequeño hechizo en voz baja, y se concentró en oír lo que decían el Ministro y su ayudante.
-Bueno, ¿y con quién se va a quedar el Sr. Malfoy? Aún tiene que venir a unos últimos trámites del Ministerio, puesto que no se esperaba su liberación. Y además es menor, Sr. Ministro-estaba explicando el ayudante.
Rufus lo pensó unos instantes, y miró de nuevo a su ayudante, cogiéndose la barbilla.
-¿No tiene familia? ¿Algún pariente lejano…?
-La única familia que tiene está muerta o desaparecida-negó con la cabeza el ayudante-. Sus padres son mortífagos; su padre escapó de la prisión y no se le ha vuelto a ver; y en cuanto a su madre,…-el ayudante dudó.
-Prosiga-le dijo el Ministro.
-Se la encontró muerta en la puerta de Malfoy Manor, Sr.-respondió el ayudante-. Se cree que la mató el mismísimo Señor Oscuro.
-Comprendo.
-Su tía también es mortífaga, y su Padrino está en paradero desconocido por ahora Sr.-concluyo el ayudante.
El Ministro asintió. Ambos hombres se quedaron pensativos. Y luego Scrimgeour llamó a uno de sus consejeros. Harry por su parte se dejó caer el asiento. ¿Y ahora qué?
-Potter, debes llevártelo tú-volvió a decir Snape en su cabeza, y antes de que pudiera replicar continuó-. Yo no puedo llevármelo todavía. Pero iré a recogerlo en cuanto encuentre un lugar lo suficiente seguro para que él pueda vivir… Potter…
-Sí, sí, de acuerdo, me inventaré algo-terció Harry resignado.
-Bien.
-De nada, Snape. Y por cierto.
-¿Sí?
-Es la segunda que me debe, profesor-y Harry cortó la conexión.
El moreno se levantó y se acercó a donde se encontraban el Ministro, el ayudante y el consejero.
-Disculpen Señores-dijo con su voz más snob.
Tanto el ayudante como el consejero le miraron extrañados, pero Scrimgeour le miró intrigado. Harry carraspeó.
-¿Sr. Potter?-preguntó el Ministro.
-Verán Sres. es que no he podido evitar escuchar parte de la conversación. Y me parece que tengo la solución para sus problemas-expuso el ojiverde.
Los tres hombres se quedaron helados por la seguridad de las palabras el joven Gryffindor.
-Mi Padrino, Sirius Black, era el primo de Narcisa Black, la madre de Malfoy…-comenzó a explicar el moreno, pero se vio interrumpido por el Ministro.
-Pero Black está muerto, además, era un fugitivo.
Harry intentó que las palabras del Ministro no le afectaran, y haciendo acopio de un sobreesfuerzo humano, prosiguió sin ningún tipo de emoción en el rostro.
-Exacto, y eso me coloca en la única familia que le queda a Malfoy. Mi Padrino era su tío segundo por parte de madre, por lo tanto, y aunque yo no le toque en sangre, se podría decir que es mi primo segundo político-rebatió Harry, haciendo un movimiento con las cejas.
El Ministro abrió los ojos sorprendido, y miró a su ayudante y a su consejero.
-¿Sería posible que…?
-Técnicamente, podría el Sr. Malfoy irse con él-dijo el ayudante, rebuscando entre sus papales-. No hay ninguna ley que lo impida.
Harry ya estaba recobrando las esperanzas, pero el ayudante aún no había terminado de hablar.
-Con una salvedad-continuó-…-todos le miraban expectantes.
-¿Cuál?-preguntó Rufus Scrimgeour.
-¡Oh!-saltó el ayudante y con una sonrisa añadió-: el Sr. Potter debe de ser mayor de edad.
Y Harry lanzó un suspiro de alibio. Los tres hombres le miraron.
-No hay problema-respondió con una sonrisa-. Lo soy.
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Sentado en uno de los bancos, justo en la puerta que daba a la prisión del Ministerio, nuestro protagonista esperaba impaciente. Estaba un poco nervioso. ¿Cómo habría reaccionado Malfoy al saber que se tenía que ir a vivir con él? Bueno, en realidad, con él… y unos cuantos más. Sabiendo lo pretencioso y vanidoso que era, seguro que se las ponía rudas para irse con él.
Harry acarició entre sus manos, la tela de la capa de invisibilidad de su padre. Sonrió. Y justo en ese momento, se abrió la puerta.
Draco Malfoy surgió por ella. Su pose imponente le delató. Harry saltó del banco, como si se hubiera sentado sobre una chincheta. Y se le quedó mirando. Se había lavado un poco, y su aspecto parecía un poco más presentable. Y aunque había un poco más de color en las mejillas del rubio. El moreno seguía sin reconocer al joven que estaba frente a él. Y a pesar de todo eso, continuaba siendo hermoso. De la impresión, la capa se le escurrió de las manos y fue a parar a los pies del Slytherin.
Éste, siguió con su mirada el viaje de la capa, y fue a arrodillarse, pero Harry se lo impidió.
-No es necesario, Malfoy. Ya lo hago yo.
Harry se agachó y recogió la capa. Se incorporó quedando frente al rubio. Aún podía oler su característico perfume de menta y limón.
-No pienso agradecértelo, Potter-fue lo primero que salió de los labios del rubio.
Harry sonrió, para luego dejar escapar una carcajada.
-No esperaba que lo hicieras-respondió el moreno sin dejar de sonreír, y ladeando la cabeza-. Vamos sígueme.
Draco fue quien se le quedó mirando ésta vez. No hacía ni un mes que se habían visto, y el joven que tenía delante, era uno completamente diferente al del mes anterior. El rubio estaba sorprendido, no esperaba que fuera él quien lo sacara de allí. Y menos de una forma… legal. Su nombre estaba limpio, aunque no su apellido. Pero esa no era la cuestión, la cuestión era: ¿qué había impulsado a Harry Potter, su Némesis, a salvarle?
Harry se paró y se volteó, Draco aún no se había movido.
-¿A qué esperas?-preguntó el moreno.
Draco reaccionó y comenzó a andar, pasándole a él y entrando a la sala de espera. Todos se callaron al verle entrar. Le miraron sorprendidos, extrañados, intrigados. ¿Qué hacía él ahí? Harry entró después. Les miró a todos con una sonrisa y un asentimiento de cabeza, y luego se dirigió a los Sres. Weasley.
-Siento la tardanza. Malfoy se demoró un poco-explicó señalando con la cabeza al joven rubio.
Draco fue a protestar, pero una voz en su cabeza le advirtió que no lo hiziera, que le dejara a él. El Slytherin frunció el entrecejo, ¿por qué esa voz se parecía extrañamente a la de Potter? Mientras tanto, Harry se había situado al lado de los Weasley y Remus. Y les explicaba la situación.
-Y por eso Malfoy debe venirse a vivir con nosotros-concluyó.
-¿Harry, estás seguro de que es inocente?-preguntó Ginny.
-Ha sido por él por lo que estoy aquí, Ginny-habló el moreno-. Sé que no es… lo que se dice creíble, pero es inocente, creedme. Sé también que tanto Snape como él tuvieron unas poderosas razones para hacer lo que hicieron. Sé que es todo muy abstracto, pero… confiad en mí. Yo jamás os pondría en un aprieto. Y ahora, La Madriguera es el lugar más seguro que conozco.
-Espero que algún día nos expliques esas poderosas razones, Harry-dijo Arthur poniéndole una mano en el hombro y sonriendo-. Mientras tanto, yo no tengo ningún inconveniente en que se quede.
Harry suspiró.
-Gracias.
-Y recuerda que lo hacemos por ti. Por que te queremos y por que eres parte de nuestra familia-añadió la Sra. Weasley.
La pelirroja y los demás asintieron. Todos le sonrieron y se voltearon hacia el rubio que les había estado oyendo pacientemente. Harry le hizo señas para que se acercase. El rubio lo hizo, y saludó con un asentimiento, al que los demás le correspondieron.
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El viaje en coche desde el Ministerio hasta la casa de los Weasley sucedió en silencio. Sólo roto por algunos comentarios que hacían los Sres. Weasley y Remus, para intentar aplacar la tensión. Sólo Harry parecía ajeno a todo eso. Mirando por la ventana de uno de los coches voladores que les había prestado el Ministerio, se encontraba el ojiverde, pensativo. Veía las nubes pasar e intentaba darles forma. Siempre le había gustado hacerlo, era una buena forma de despejar la mente.
Ajeno estaba también, a que una mirada gris-plateada le observaba con interés y fascinación. Deleitándose con su rostro, admirando sus múltiples expresiones y divirtiéndose con sus gestos. ¿Qué le había pasado? ¿Cuándo había cambiado? El rubio no lo sabía. Pero le gustaba el cambio. Después de todo, no podía ser tan malo, ¿no? El Slytherin sonrió. ¡a la mierda con todo!
Nadie se percató cuando, el rubio se movió discretamente desde su asiento, para quedar justo al lado del moreno. Nadie se dio cuenta, cuando le dio las gracias en un susurro, sólo audible para el ojiverde. Nadie prestó atención cuando el último de los Potter se volteó y le sonrió ni cuando el Slytherin le devolvió la sonrisa. Ni mucho menos percibieron cuando ambos jóvenes se dieron la mano y entrelazaron sus dedos. Como tampoco, cuando Harry se volteó de nuevo hacia la ventana, y Draco apoyó su cabeza en el hombro del moreno y le preguntó al oído:
-¿Por qué lo hiciste?
-El corazón tiene razones que la mente no entiende-respondió en un murmullo Harry, y entonces se volteó y besó durante unos instantes al sorprendido rubio.
Nadie se fijó cuando ambos se miraron a los ojos y uno de ellos se sonrojó a la vez que el otro sonreía, en el justo momento en el que aterrizaron. Nadie se quedó a ver como aquellos dos jóvenes cerraban los ojos y volvían a juntar sus bocas, y el moreno decía contra los labios del rubio:
-Bienvenido a La Madriguera,… Draco.
Nadie observó como un escalofrío recorría la espalda del joven Malfoy, cuando Harry salió del coche. Nadie notó como Draco sonreía aún con los ojos cerrados ni como suspiraba de emoción. Nadie advirtió como salía elegantemente del coche y la sonrisa se comenzaba a ensanchar en sus labios.
Nadie, nadie, salvo un par de ojos miel.
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Pueden comenzar a especular.
Gracias a: Aranel-Riddle, Vampisandi, Angel-de-Luz, luzy Snape, Alega no hyuga, .-Lovely-Sheikah-., Paddly, marcia canija.
Gracias por estar ahí.
