Segunda rosa
Capirotada de leche
Ya habían acabado las clases de baile en el conservatorio, Anzu se disponía a irse cuando Marieta le anunció muy emocionada:
— ¡Va a venir Wroclawek a nuestra ciudad!
— ¿En serio? El grupo de música de cámara de Yugi vendrá. — respondió Anzu algo sorprendida.
— Si, el mismo.
— Eso quiere decir que vendrá...
— Dimitri, el chelista. Mira, ahí tienes un buen pretendiente; es guapo, inteligente, toca bien el violonchelo, es muy romántico... todo lo que puede una mujer desear.
— Tienes razón Marieta, pero a él no lo amo. Sabes bien que mi amor es de...
— Otra vez: Yami Kuncewiczowa, es que acaso no vas a olvidar a ese tipo. De veras, la gente nunca olvida a los polacos, está bien que todavía sientas algo por él, pero no es para tanto. Y a propósito: no me has dicho de qué se murió, ya que sólo dices que eso le pasó después de que tuvo un duelo con Yugi en el cual perdió, hasta pensé que se había suicidado por eso.
— No fue así Marieta, simplemente fue un accidente al tratar de salir del metro — dijo esto Anzu con un tono de tristeza.
Apenas Anzu salía junto con Marieta cuando se encontraron con la famosa agrupación, Yugi saludó alegremente a sus amigas, pero fue Dimitri el que no apartaba su vista de Anzu. La chica mexicana que tocaba la viola propuso a todos los integrantes que acompañaran a Anzu a su casa, después a Yugi para luego irse al hotel donde estaban todos hospedados. Esta propuesta fue muy aceptada, mientras todos caminaban, Dimitri se acercó a Anzu para poder hacerle plática ya que la mayoría de las veces que trataba de hacerlo siempre era cortante.
— Hola Anzu. ¿Cómo te ha tratado la vida? — comenzó el ruso.
— Bien, ¿y a ti? — contestó la japonesa como si nada.
— Bueno, un montón de trabajo por aquí y por allá, pero afortunadamente igual de bien. Oye, te parece si salimos, es que nos quedaremos aquí unas semanas, depende de lo que nos diga el departamento cultural que organiza el festival de música de cámara.
Mientras los podemos aprovechar para conocernos mejor, es que desde el día en que tu amigo te presentó por primera vez he tenido la inquietud de saber quién eres, qué es lo que te gusta, cómo ha sido tu vida, bueno con todo eso de los torneos de duelos y todo eso... de hecho, yo fui un duelista, pero no seguí en eso ya no tenía buena madera en eso, siempre se me secaba el cerebro al tratar de pensar en una estrategia.
— Ja, ja, ja, ja, ja, ja, vaya que tienes buen humor para ser un músico serio.
— Gracias, ¿y qué me dices de nuestra cita?
— Veré luego, ya que soy una mujer bastante ocupada. Es que me dedico a cultivar rosas, como pasatiempo.
— De seguro esas rosas han de ser igual de hermosas que usted.
— O/O Gracias, pero creo que ya me tengo que ir a mi casa.
— Está bien, pero piensa bien eso. Me gustaría alguna vez salir contigo. Adiós.
Anzu llegó a las puertas del edificio donde se encontraba la escuela abierta, esperando a que los alumnos salieran, el tiempo se fue como agua: el timbre sonó y los estudiantes salieron como sardinas apretadas. Buscó con la mirada al castaño hasta que lo encontró, estaba junto con su amigo hablando de algo, así que se acercó un poco para poder escuchar.
— Chaz, por favor, acompáñame a conseguir algunas cartas para el próximo curso. Mira: Rei va ir casi todos los días en la tarde a lo del festival de música, Asuka irá con sus amigas de shopping y a la disco, no me gustaría tenerle que pedirle este favor a Nolee ya que de lo contrario me va golpear como siempre. — rogaba el castaño casi de rodillas.
— Jaden, simplemente no puedo. Sabes que por nada del mundo me perdería un partido de fut con los amigos, mira mejor conseguimos las cartas cuando sean nuestros últimos días de vacaciones, mientras porqué no te relajas en tu casa. — respondía tranquilamente el amigo.
— Esta bien, Chaz. Nos vemos mañana.
— Adiós.
Simplemente el castaño estaba resignado a ir solo a comprar las cartas, si nadie lo acompañaba no sería el fin del mundo, en estos pensamientos estaba cuando Anzu le salió al camino.
— Hola Jaden, ¿necesitas compañía?
— O/O Srita. Mazaki, no es muy necesario. Puedo ir a la tienda de cartas y volver a mi casa por mí mismo.
— Bueno, pero al menos podría conocer algo más de ti. Y además que recuerdes algo de tu pasado.
— Mira, ya lo he dicho varias veces... está bien. (Pensando) Esto es lo que me pasa por querer compañía para una cosa simple, una loca está atrás de mí.
Ambos fueron a la misma tienda de cartas a la que años atrás ella fuera con Yami, al llegar le entró un gran sentimiento de nostalgia, pero no por esto su lucha porque Jaden recordara algo de su vida anterior sería frustrada.
— ¿No se te hace que ya habías conocido antes este lugar?
— Bueno, lo conozco desde que tenía tres años. Siempre he pasado por ahí toda mi vida.
— ññU Pero me refería a que sino lo conocías antes de que hubieras nacido.
— Ni idea...
Entraron a la tienda, Jaden se tardó una hora analizando cartas: ver si le servirían de algo. Tal y como lo haría Yami, después de la compra se despidió amablemente del encargado como si fuese un amigo de toda la vida. Una vez que salieron, Anzu le propuso algo al castaño:
— ¿Te gustaría tomar algún postre?
— ¿Porqué no? ¿A dónde? ¿Al negocio de Katsuro? Siempre hace una nieve bien rica.
— No, iremos a un lugar donde tal vez te sientas como en casa.
Caminaron muchas calles hasta llegar a un negocio con el nombre de "Doña Tencha" y tomaron una mesa. Era de lo más humilde, tenía el toque característico de un restaurante mexicano que para Jaden se le hacía muy peculiar. En eso llegó una muchacha que preguntó:
— ¿Qué es lo que van a querer?
— Si me puede dar un plato de capirotada de leche para mí y mi acompañante. — respondió Anzu.
— Si señorita, en un momento le daré su orden. — después de decir esto, la chica se retiró.
— Capi... ¿qué? — preguntó extrañado Jaden.
— Capirotada de leche, — contestó Anzu — era tu postre favorito. Una vez te comiste cinco platos en una sentada, y aun así querías más.
— Vaya que si tenía un buen estómago para comerme postres cuando era ese Yami.
— Y quién te viera comiendo los tacos, tenías grandes problemas con la salsa de guacamole.
— Eso me pasa a mí siempre, no puedo con la salsa en la academia. Amo los tacos nn.
— Espero te guste la capirotada, Jaden.
— Hasta que por fin, dices mi nombre. Porque me saqué de onda cuando me llamaste Yami.
La mesera llegó con los platos de capirotada, ambos comenzaron a devorarse el postre, Jaden acabó primero, Anzu le preguntó:
— ¿Te gustó el postre?
— Claro, quiero otro plato. Yami era un buen conocedor. — respondió gustoso Jaden.
La mesera sirvió más platos de capirotada conforme Jaden se los terminaba, llegando así a diez platos, superando a su predecesor. Cuando él se sintió satisfecho, Anzu pagó la cuenta que resultó más de lo que ella calculaba, quedándose sin nada en el bolsillo. Una vez que salieron Jaden le preguntó un poco apenado:
— ¿No te hice pasar un rato vergonzoso?
— No, al contrario, — contestó Anzu — creo que tienes algo de Yami en tu interior. Si intento algo por sacar esas memorias que te conformaron una vez, tal vez obtenga algunas respuestas que tal vez nunca me aclaraste.
— Como Yami, ¿verdad?
— Si, nunca llegué a saber si en realidad... Mejor mañana te invito a pasar todo el día conmigo, recordando lo que una vez fuiste, no sé si funcione, pero haremos el intento: tú y yo.
— Eto... Mañana no tengo nada que hacer, puedo salirles con un mentira blanca a mis padres e ir contigo. En pocas palabras acepto tu cita, con una condición.
— ¿Con qué condición?
— Que nadie sepa que tú y yo salimos, bueno de mis amigos. Es que me apenaría mucho...
— No te preocupes, eso no pasará.
— Gracias. ¡Dios, qué horas son éstas de andar en la calle! Adiós nos vemos mañana.
— Jaden, ¿puedo acompañarte a tu casa?
— No, así Srita. Mazaki. Nos vemos mañana.
Anzu sólo miró cómo Jaden se alejaba corriendo por las calles bastas para luego desaparecer en la nada, lo único que deseaba en su corazón era volver a tener a su faraón al lado.
