No soy dueño de ninguna de las cosas, personajes o terminos en este fiction, exepto por supuesto lo que yo invente
Gracias a Tere por los reviews. :D
Miguel corrió tras Sumire al salir del salón, pero al no conocer el teatro apenas podía seguir su rastro. Se guió por el corredor más cercano, que vacío, se iluminaba con la luz de la luna en el jardín. Siguió por entre corredores hasta darse cuenta que había dado la vuelta al primer piso sin encontrarla, entonces subió las escaleras, dando a un segundo piso muy oscuro sin su usual iluminación. Dio otro recorrido a oscuras por el segundo piso, revisando los cuartos que tenían la puerta abierta y los que parecían iluminados; tampoco estaba en ninguno de ellos. Finalmente volvió a bajar por las escaleras del teatro, y se percato de un vacío en la mansión, provocado por el silencio. Miro dentro del comedor de nuevo, no había nadie; talvez se habían ido a buscar a Sumire también, talvez lo buscaban a él, eso no importaba ahora. Camino a través del comedor recordando las palabras de un amigo: "lo que no se revisa dos veces, suele tener algo escondido", y mientras buscaba a Sumire entre las sombras de las columnas, las mesas y las largas ventanas reparo en el jardín interior del teatro. No en el jardín, pero a través de él, en el primer pasillo por el que había pasado, estaba Sumire; caminaba mientras miraba la luna por los ventanales del pasillo, viéndose mas tranquila que antes. Miguel se apresuro a alcanzarla. Cruzo las sombras en el comedor, y los rayos de luz y el silencio en el salón de entrada, para alcanzar a Sumire justo antes de que doblara en la esquina. Ella volteo a verlo con desdén, desde el otro extremo del pasillo, con la mitad de su cuerpo sumergido en la fina sombra proyectada por la pared.
"¿Que quieres?" Le dijo de forma cortante.
"Disculparme por lo que dije." Admitió él, sin despegar sus ojos de los de ella. Tenía miedo de que lo fueran a atacar si se descuidaba. "No contaba con que…"
"¿Hablase español?" Le dijo con sarcasmo.
"Si, eso, y que hubiese…" se detuvo un momento mientras recordaba la palabra que necesitaba. "Nobles, trabajando aquí. No estoy acostumbrado a tratar con gente así."
"Primero que todo, no soy una noble," le aclaro. "y aunque lo fuera, eso no te da el derecho a gritarme encima de la mesa."
"Lo sé, perdón." Miguel tomo la oportunidad para despegar sus ojos de Sumire y mirar el jardín para varear.
"Ya no importa…" dijo Sumire haciendo lo mismo. "Por cierto¿Recuerdas por que empezamos esa pelea?"
"Dijiste que mi acento era "incomodo"" Dijo Miguel con sarcasmo. No podía evitar sonreír un poco, al fin y al cabo había sido algo estúpido.
"Bueno, supongo que también debería disculparme entonces." Aunque Sumire estuviese admitiendo un error, no dejaba de usar su tono desdeñoso; no podía dejar que Miguel retara su orgullo tan pronto. "No debí ofenderte."
Miguel sonrió un poco más. Había descubierto que Sumire competía por se el centro de atención, y eso le agradaba, al menos ya estaba empezando a conocer a las personas de su escuadrón. Ambos se quedaron mirando el jardín un rato, sin decir nada. En todo el teatro, no se escuchaba más que un par de grillos haciendo un dueto a lo lejos, en algún lugar inalcanzable, demasiado lejos para ir a buscarlos, pero no para oír su música.
"Empezamos con el pie izquierdo, y ni siquiera hemos podido comer." Dijo Miguel después de un rato. "¿Sabes donde pueden estar los demás?"
"No lo se. Talvez en la cocina, no los vi en ningún otro lugar del teatro."
"Yo tampoco, y eso que di varias vueltas cuando me perdí" Se volvieron a quedar mudos un momento. De nuevo se escuchó la música de los grillos a lo lejos. "En la cocina… ¿todos¿No se escucharían sus voces?" Sumire alzo los hombros. De pronto se escucho un estallido, como un disparo que llamo la atención de ambos a la parte posterior del teatro. Una rápida mirada del uno al otro les dijo que ambos lo habían oído. Sin decir nada, corrieron de vuelta al salón de entrada, Sumire subió las escaleras a su cuarto, y Miguel de vuelta al comedor, donde aun estaba su equipaje.
Dos minutos después, ambos habían llegado a la parte trasera del teatro. Ahí estaban desde Sakura, el capitán Ohgami, y Maria, hasta el mismo comandante Yoneda encarando, armados, a un trío de hombres cubiertos por completo con trajes negros, adornados con cilindros dorados como una especie de cañería que se desplegaba desde la espalda hacia las extremidades y gafas negras para terminar de ocultar su identidad. Los tres enemigos no llevaban más que sus trajes para defenderse, pero tampoco parecían necesitar arma alguna. En el suelo estaban Kanna y Kohran, la primera cubierta de moretones, inconsciente y con un brazo dislocado, mientras que el arma de la segunda, un cañón muy potente, al parecer había explotado, dejando inconsciente a su dueña. Iris estaba junto a ellas, aparentemente cuidándolas, muerta del miedo por los tres atacantes. Sumire tomo su arma con más fuerza al ver la escena, y se unió a la formación con los demás. Miguel se tomo un momento para analizar la situación, luego saco de entre su equipaje, una funda de espada hecha de cuero, de alrededor de un metro de largo, con una agarradera en proporción; se acerco al grupo poniéndose justo entre el general Yoneda y Maria. Los tres hombres también mantenían su formación, aparentemente querían escapar. El del centro dio un paso atrás, dándose la vuelta a la vez; los otros dos voltearon a mirarlo.
"No quieren escapar." Le susurro Ohgami al comandante. "¿Que querrán aquí de todas maneras?"
"El teatro aun guarda planos y estadísticas hechas por Kohran." Respondió Yoneda. "Posiblemente eso buscan." Detras de ellos, se escucho un gemido. Kanna había despertado, y empezaba a sentir el dolor de sus heridas y el brazo dislocado, Iris intento calmarla para evitar que intentase ponerse de pie.
"¿A quien le importa lo que quieran?" grito Sumire indignada. "¡Si se van a meter con el escuadrón de la flor deben estar preparados para luchar!" Se lanzo entonces a correr hacia los intrusos, lanza al frente, dando un poderoso grito de batalla. El hombre a la izquierda salio a recibirla, solamente defendiéndose con sus manos, apenas la punta de la lanza de Sumire estuvo a su alcance, tomo la cuchilla con facilidad, deteniendo el golpe que iba a recibir en el abdomen. Luego, como si se tratase de una rama, quebró la navaja por la mitad, e inmediatamente tomo el resto de la lanza con su mano izquierda, levantándola junto con Sumire por enzima de su cabeza. Sumire grito, pero no se atrevía a soltarse de su arma ahora que estaba tan arriba sobre el suelo. Ohgami sintió como le hervía la sangre al pensar que esta noche podía parecerse a la que habían sufrido hacia un mes.
"¡Maria!" la llamo.
"Si señor."
"Cúbrenos. Sakura, vienes conmigo. Miguel¿que tal manejas tu arma?"
"Lo suficiente." Dijo Miguel desenfundando su espada de mandoble.
"Ustedes dos se encargaran del resto de ellos, yo voy por Sumire." Les ordeno.
"¡Entendido!" gritaron los tres al unísono. Ichiro, Sakura y Miguel salieron a la carga contra los tres hombres. Tal como esperaba el capitán, los otros dos intrusos salieron a interceptarlos, Sakura y Miguel los embistieron con sus espadas, dándole espacio al capitán para seguir hacia donde el último atacante agitaba el bastón que alguna vez fue la lanza de Sumire, tratando de hacer que ella cayese. Cuando estuvo a distancia de golpe, el hombre lo acato con el extremo del arma de donde colgaba Sumire, haciendo que ella, y el capitán se golpearan antes de caer al suelo junto con el palo y el fragmento de cuchilla. Se levantaron lo más rápido que pudieron, el golpe los había dejado algo aturdidos. Mientras ellos encaraban a su enemigo, en el otro lado del jardín Sakura y Miguel tenían sus propias complicaciones. Por mas rápidos, o certeros que fuesen los golpes de Sakura, los hombres siempre encontraban la manera de esquivarlos, esto ni hablar de la manera en que esquivaban los fulminantes golpes que Miguel repartía con su espada, esquivaban los verticales, y saltaban los horizontales, apenas dándole tiempo para cubrirse de los potentes golpes con que contraatacaban.
Después de un último intento de ataque por parte de ambos, las dos parejas de guerreros se encontraron espalda contra espalda, atrapados entre sus tres enemigos.
"¿Alguna idea?" Pregunto Miguel.
"Llevan maquinaria consigo." Advirtió Ohgami, sin descuidar su defensa al frente. "talvez eso los hace tan fuertes."
"Eso parece obvio. Pero…"
"¿Como los vencemos?" Que Sakura terminase la frase de Sumire parecía natural ahora que los cuatro enfrentaban un mismo problema.
"Una Embestida." Dijo Miguel sabiendo que solo Sumire le había entendido.
"¿Que quieres decir con eso?" Le pregunto ella.
"¡Sakura!" dijo Miguel. Ella volteo a verlo algo nerviosa. "Ponte detrás mío, y estate lista para saltar. ¿De acuerdo?"
"¡Si!" Tenían a dos enemigos al frente, Miguel salio corriendo con sus enorme espada a un lado, y Sakura corría detrás de él lo mas cerca que podía. Estando a poco mas de un metro de su oponente, el atacante de la derecha, Miguel lanzo un vasto golpe horizontal con su espada, que hizo al hombre retroceder un poco, en ese mismo momento, Sakura salto por encima de Miguel, cayendo justo en frente de él y dándole al hombre un golpe tras otro sobre los tubos en su armadura espiritual. Al mismo tiempo que ella atacaba, Miguel se volteo al hombre a la izquierda, que estaba sumamente asustado, siendo el que se había echado para atrás hacia un momento, y viendo lo cerca que estaba, no tuvo que hacer mas que propiciarle un golpe diagonal, de arriba hacia abajo, por lo ancho de su pecho, cortando el metal, la tela, e incluso la carne del hombre, que cayo frente a él, gritando de dolor. Si bien el ataque no acabo del todo con la maquinaria, había dañado lo suficiente a los intrusos, el que Sakura había atacado ahora tenía varias fugas en los tubos de su traje, por donde salía un vapor azuloso. Viendo las heridas de su compañero, trato de huir, pero Sakura corrió a interceptarlo, y se coloco frente a él, con su espada enfundada, pero con una expresión que le aconsejaba no moverse de donde estaba.
"Solo falta uno." Dijo Ohgami, levantando sus espadas para adquirir una posición de ataque, mientras Sumire se colocaba tras de él con los restos de su arma. El hombre se notaba mas tenso, de seguro temía que lo que le había pasado a sus compañeros le pasase a él. Con lentitud, adquirió una pose de combate, del carate a puño cerrado, retando a Ohgami. El capitán se dispuso a atacar, cambio la posición de sus espadas, poniéndolas al frente, y se lanzo contra su oponente lo más rápido que pudo. El hombre golpeo el suelo con todas sus fuerzas, levantando una nube de polvo, seguida por una lluvia de golpes hacia el mismo lugar. La nube de polvo no tardo mucho en disiparse, pero fue suficiente para que el hombre escapara. Ohgami se aferro a sus espadas con fuerza, tragándose la rabia. Luego miro lo que quedaba luego de la batalla: cuatro heridos, dos rehenes, un hoyo bastante grande en el patio y varias armas dañadas. No estaba seguro si había valido la pena.
"Comandante¿Qué hacemos con los rehenes?" Maria estaba igual de molesta, talvez mas al sentir que no se había podido hacer útil en una batalla tan física.
"Espósenlos y tráiganlos dentro, interrogaremos al que sigue consiente antes de entregarlos a la policía." Yoneda camino hacia donde estaban Iris, Kohran y Kanna al decir esto, para ayudar a cargar a las chicas dentro del teatro. De inmediato Maria fue hacia donde Sakura aun custodiaba a su rehén, el gas azuloso salía de los orificios que Sakura había hecho en los tubos y se disipaba rápidamente en el aire. Mientras tanto Sumire miraba los restos de su lanza con nostalgia y rabia.
'Ya fue suficiente' pensaba. 'es hora de que yo tenga mi venganza.'
Poco antes de medianoche, ya estaban en el salón comunal reunidos casi todo el escuadrón, a excepción de las dos heridas que estaban siendo atendidas en sus cuartos. Amarrados a una silla, estaban los dos rehenes, sin sus trajes o mascaras, apenas en ropa interior, uno mas bajo de cabello negro, y otro más delgado de cabello castaño. La herida que miguel le había propiciado al mas pequeño ya estaba vendada, pero era obvio, por los gemidos de el hombre, que aun le dolía. Kayama estaba frente a ellos, mirada fija y penetrante, hacia media hora que había llegado, y se había dedicado a interrogarlos sin éxito, la única señal de que ambos no eran mudos eran los gemidos del segundo hombre al retorcerse de dolor.
"Pueden acabar con esto ahora." Les insistía, cambiando su tono y su mirada para parecer mas misericordioso, aunque aun así, se le notaba el sarcasmo al hablar. Era una estrategia psicológica que intentaba convencerlos de que darse por vencidos era la mejor alternativa. "Si nos dicen quien los envió, y donde esta los podemos llevar al hospital para que les curen esas heridas, luego por supuesto irán a prisión, pero créanme, seria mejor a quedarse aquí el resto de la noche."
El hombre herido abrió la boca para confesar, pero el primero se tambaleo sobre su silla, cayendo sobre él a propósito, y haciéndolo caer también. El hombre grito y se retorció de dolor entre las cuerdas que lo ataban a la silla, pero decidió quedarse callado y aguantar a como pudiese. Sakura y Kasumi levantaron a los dos hombres junto con sus sillas pero Kayama se levanto de donde estaba y se dirigió a Yoneda.
"No puedo hacer nada con ellos aquí." Le dijo. "Pero si los llevo al cuartel del escuadrón de la Luna podría intentar con mejor persuasión."
"Esta bien." Dijo Yoneda, mirando a los dos rehenes y luego de vuelta a Kayama. "Al menos ahora tenemos su tecnología, y sabemos con que estamos tratando. Intenta conseguir toda la información que puedas."
"Correcto." Kayama se retiro del cuarto, dos de sus hombres esposaron a los rehenes y los desataron de las sillas para llevárselos del teatro. "Que pasen buena noche." Les dijo antes de salir de la habitación. Yoneda suspiro profundamente.
"Es tarde, y estamos cansados, mañana pensaremos en esto mejor. Todos vayan a sus cuartos a dormir, después del desayuno nos reuniremos en la cede de la flor." Los demás en el salón se dejaron relajar, y fueron saliendo del cuarto ya casi dormidos. El encargado se quedo solo en el salón, mirando por la ventana como la luna caía sobre el jardín. Sobre su escritorio estaba un pedazo de tela que le habían quitado al hombre mas alto, sobre él, había una frase: "Justicia."
Yoneda vio por la ventana el jardín. La luna lo cubría con un velo azul plata, cambiando los tonos y los colores. Mirando de frente el teatro, oculto entre los arbustos, estaba el último hombre, mirándolo como si fuese una estatua. No atacarían esa noche, pero Yoneda no podía estar seguro de la próxima.
En fin, el proximo chap viene con bastante cosa fantastica, incluida la practica con poderes espirituales.
Ciao
