Hace millones de años, antes de que siquiera hubiera existido vida sobre La Tierra, acontecieron sucesos que cambiaron la faz del planeta de manera cataclísmica. Los océanos hervían y la atmósfera era irrespirable, hostil.
La Tierra tenía entonces un enorme océano único y una enorme masa continental que comenzó a perder coherencia conforme se fue enfriando y la preparación para la vida comenzó a darse.
Pangea se fragmentó en grandes pedazos que procedieron a recorrer su propio camino, poco a poco, adquiriendo las formas que hoy nos resultan familiares como continentes: África, Europa, Asia... los enormes cuerpos comenzaron un recorrido que iniciara eones atrás con la promesa de que algún día todos ellos, volverían a concentrarse una vez más en un mismo punto.
El resquebrajamiento de estas estructuras y su posterior encuentro hicieron que, literalmente, toda La Tierra temblara, y aquellos sitios donde grandes masas se encontraran produjeran los enormes levantamientos que hoy conocemos como cordilleras y montañas. El más grande de todos los choques se dio en lo que hoy llamamos el subcontinente de La India que arrastró su poder hasta bien adentro del continente, hasta China. Testimonio de aquel encontronazo incontenible de fuerzas es evidente en la gran cantidad de pasos montañosos en esa región del planeta.
Llamado por muchos "el techo del Mundo", un halo de misterio en esas regiones envuelve sus cumbres, su inaccesibilidad quizá, o tal vez, una consciencia o inconsciencia colectiva del enorme poder que ese sitio proyecta. Tal vez sea por ello que éste sitio también es tenido por la gente que habita en sus cercanías como un lugar en donde los dioses viven, algo de ellos se puede sentir y percibir aquí... Y tienen razón.
En el pasado se libraron muchas batallas entre seres extraordinarios, y así como todo este sitio nos recuerda el enorme choque de fuerzas que fue el encuentro de aquellos fragmentos desprendidos de Pangea, también en sus regiones misteriosas guardan varios lugares donde encontramos vestigios de aquellas guerras cruentas que libraran seres de extraordinario poder. 1
El Monte Kamet, con sus más de 7,750 metros de altura es una impresionante montaña que, sin embargo, es ordinaria entre otros montes extraordinarios, entre sus pasos traicioneros y prohibidos, se encuentra el camino que nos lleva a una región bautizada como Jamir y que es habitada por seres tan extraordinarios como el entorno que le rodea.
Jamir es un risco que, guardado por infranqueables barreras naturales, puede ser más peligroso para quien llegue hasta ahí que todas las pruebas interminables que supone su locación. En ese risco que guarda y mira, existe una atalaya de extraño diseño. Guardada con gran recelo por su Señor absoluto.
Mu de Aries, Santo Dorado de Athena, medita tranquilamente dentro de la Torre en su habitación más alta. Rodeado de una fuerza cósmica impredecible, Mu de Aries guarda el conocimiento de la técnica heredada Lemuriana de la reparación de armaduras. En muchas ocasiones habían intentado llegar hasta él, seres instruidos en el manejo del uso del Cosmo, pero que habían fracasado, aumentando el número total de cuerpos caídos en un sitio que se había bautizado apropiadamente como "La Tumba de la Armadura".
En medio de su meditación, el Cosmo del Carnero Dorado lograba alcanzar la conciencia de poder sentir aquel territorio casi como si fuera una extensión de su propio cuerpo, y como todo ser vivo, sensible a cualquier cambio o suceso fuera de lo normal que en éste ocurriera.
Abriendo sus ojos de manera súbita, el gesto de tranquilidad de Mu de Aries, muestra una sorpresa que le llena de alarma.
"¡La Tumba de la Armadura!" exclama en su mente intentando concentrar sus sentidos en el alejado sitio.
Poniéndose de pie tan rápido como abriera sus ojos, el Santo Dorado de Aries utiliza su portentosa mente para trasladar su cuerpo de un sitio al otro de manera casi instantánea hasta el lugar donde sintiera aquel movimiento en el Cosmos.
Apareciendo ante dos bordes de tierra unidos por un camino recto de piedra, el Santo Dorado de Aries adopta una postura cautelosa, cubriéndose con su Cosmo hasta ser invisible ante el ojo de casi cualquiera. Observando el milenario lugar, Mu realiza una inspección con sus sentidos super-desarrollados, rodeado de humedad en forma de nubes, el sitio pareciera tan inalterado como casi siempre. Sin embargo...
"Restos de un enorme Cosmo..." encuentra Mu con su mirada experta. "Un Cosmo tan enorme en su calidad que sería capaz de cubrir el mío... no soy capaz de determinar su punto exacto de localización." Dice mientras que camina poco a poco al risco hasta llegar a la orilla de donde se desprenden pequeños pedazos de tierra que caen al vacío cubierto por nubes y en donde reposan miles de cuerpos. "Nadie se ha aproximado, eso lo sé. Pero, ¿qué puede explicar esta explosión de energía cósmica que sé que pude sentir? Y..." dice volviendo su mirada de un lado al otro de forma nerviosa. "¿Porqué no puedo ignorar la sensación de que estoy siendo observado a pesar de encontrarme invisible?"
A lo lejos, entre dos grietas de tierra que se encuentran en un pasaje que domina el área donde Mu se halla de pie buscando sin resultados el origen de aquella energía, un par de sombras se mueven a voluntad. Dos sombras que observan y que están cubiertas por algo parecido a unas armaduras. Una de ellas se mueve más agresivamente hacia el frente apretando su puño y pareciendo dispuesto a revelar su presencia que, increíblemente, ha pasado inadvertida para el Santo Dorado que, más extrañamente aún, resulta totalmente visible para ellos. Rápidamente y antes de que la sombra haga evidente su intento, la otra lo detiene con fuerza. Entre las sombras, el frustrado agresor se vuelve a aquel que le detuviera como preguntando por qué.
"Escucha..." dice el cuestionado hablando directamente al Cosmo del quien lo observa.
"En verdad que los dos tendrán su momento y pelearán, pero hoy no, no es todavía el tiempo. Abandonen ese sitio, mi Palabra Divina les doy de que los combates que tanto anhelan están por llegar."
El brazo del que detuviera al otro poco a poco cae, adivinando que el propósito del agresor se ha desvanecido, y mirándose uno al otro como con pena, se vuelven, abandonando ese puesto de vigilancia para emprender su camino y cumplir la orden de aquella voz lejana que les hablara, dejando atrás al Carnero Dorado...
CRÓNICAS ZODIACALES: VIRGO: EL ADVENIMIENTO
Capítulo 2: Dioses y Niños
El Camino Zodiacal en el Santuario, es, sin lugar a dudas, el sitio de donde se origina todo, construido a lo largo de su camino se encuentran diseminadas las Doce Casas de los Signos en el mismo orden que el Sol transita dicho camino en los Cielos. Una a una, conforme se van avanzando, van ascendiendo hasta llegar al Palacio Papal que guarda la entrada en la cumbre de la Montaña al sitio más sagrado de todo el Santuario: El Templo de Athena.
Poca gente tiene realmente un acceso a dichos lugares, particularmente porque, de no contar con la autorización del Patriarca, los caminos se cierran ante la guardia permanente que montan los Santos Dorados de Athena, los máximos y más fuertes guerreros de la Diosa que son honrados con las Armaduras más poderosas de toda la Orden. Como la arquitectura del sitio lo atestigua, el lugar en donde el Templo de Athena se encuentra no es gratuito, puesto que defender un sitio alto es siempre una ventaja ante los ataques, más si se encuentra resguardada por los doce gladiadores dispuestos a entregar hasta su último hálito de vida en la defensa de su Diosa. No es por tanto fácil hallar a alguien que, en un intento agresivo logre traspasar la defensa en orden ascendente, pero más difícil aún es encontrar a un Santo Dorado que abandone su Casa para visitar otra.
Con respeto absoluto, los dos centinelas que guardan la entrada en la Casa de Virgo, se inclinan ante la llegada de uno de los hombres poderosos del Santuario. Su paso por aquí no es desconocido, aunque es uno de los seres más temidos dentro de toda el área que constituye el refugio de los benditos de Athena. De largo cabello azulado que es coronado por el casco de su armadura, un casco de diseño extraordinario que se extiende formando lo que parecería un largo aguijón y que revela indudable, el por qué su portador es tan temido. Sus ojos observan el diseño de la Casa de Virgo, notando que el Cosmo que la rodea y la guarda que se abre a su paso, habiendo reconocido al visitante y que parece conducirle al ala central, donde encuentra, en el gran salón, meditando al habitante de esta Casa, sentado en posición de Flor de Loto. El visitante detiene su paso respetuoso desde la gran puerta, esperando la autorización del Santo de la Vírgen.
"Bienvenido seas, Milo de Escorpión, que Niké te corone." Ofrece a manera de saludo Shaka de Virgo interrumpiendo su meditación. "Pasad, por favor."
El Escorpión Dorado comienza entonces su paso tranquilo, haciendo resonar el sonido de sus botas en el amplio Salón, aproximándose hasta donde Shaka se encuentra descendiendo del sitio donde mantuviera su postura de meditación.
"Que Niké te corone a ti también, Shaka." Responde Milo al llegar ante el Santo de Virgo, haciendo una leve inclinación de su cabeza a manera de saludo.
"¿A qué debo el honor de tu visita, Santo de Athena?" pregunta Shaka más por cortesía, pues no ignora los motivos que puedan haber llevado al Verdugo Dorado hasta aquel sitio.
"Como es usual..." comienza Milo su respuesta. "... Vengo hasta a ti para hacerte algunas preguntas, supongo que lo habrás ya sabido, y tu cercanía al Gran Maestro me hace confiar en tus respuestas."
Shaka sonríe.
"¿Qué deseáis saber, Escorpión?" pregunta el Santo Dorado de Virgo conservando ésa sonrisa que, por momentos, desconcertaba a Milo, no pudiendo definir si era una sonrisa de gusto o de condescendencia de Shaka.
"Se ha comenzado a decir en El Santuario acerca de tres armaduras de Plata que el Santo Señor te ha ofrecido para tus discípulos y que esto se está dando en el marco del inicio de una Guerra Sagrada."
Shaka da dos pasos hacia delante conservando su sonrisa y responde:
"Milo, ¿porqué insistís en prestar oídos a los rumores del Santuario?" pregunta con voz tranquila. El Escorpión Dorado baja la vista ante este cuestionamiento. "Siempre tan atento a lo que se dice, Escorpión, a pesar tuyo, ¿no es cierto?" Milo permanece con la cabeza gacha ante esta respuesta. "¿Acaso es posible que no hayáis detectado la presencia enorme de aquel Cosmo que cubrió La Tierra hace un par de días, Milo?" pregunta Shaka.
"Pude sentirlo, en efecto... y supuse que eso sería suficiente para poner a todo el Santuario en estado de alerta, por un momento pensé que..."
"Que seríais tú el llamado, ¿no es cierto?" preguntó Shaka. Un tenso silencio cae entre los dos ante este nuevo cuestionamiento del Santo Dorado de Virgo.
"¿Por qué sigo viniendo con Shaka a pesar de sus preguntas incómodas?" se preguntó por un momento el Escorpión Dorado. "¿Será acaso porque siento que es el único que acepta mi naturaleza?"
"Disculpad mis preguntas, Milo." Parece responder a sus preguntas mentales Shaka. "Supongo que es difícil para mí hacer a un lado mi propia naturaleza." Agrega.
"Shaka, sabes que admiro tu sinceridad conmigo y tu sabiduría la respeto, no hay nada que tenga que disculpar." Agrega el joven de cabellos azules.
Shaka sonríe con sinceridad y posa una mano sobre el hombro de Milo que lo observa asombrado.
"¡Sois un hombre noble, Milo de Escorpión, hay tanto que aprender de ti!" exclama Shaka de Virgo. Milo permanece callado sin acertar a responder a esas palabras deferentes. "Tú mismo habéis comentado sobre mi cercanía con el Santo Padre, Escorpión, y es por eso que me llamó, para hablar al respecto de aquel Cosmo que todos pudimos sentir, Su Santidad parece preocupado y requirió mi ayuda."
Abriendo los ojos con sorpresa, Milo de Escorpión comenta.
"¿Tan preocupado está como para pedir la intervención de un Santo Dorado?"
"Así de preocupado." Afirma Shaka al comentario de su compañero de Orden. "Sin embargo tranquilicé a Su Santidad al ofrecerle comandar esta misión pero que sea realizada por mis discípulos."
"Entiendo." Responde el joven de cabellos azules. "Pero, dime, Shaka... ¿haber mandado a los discípulos de Shura no habría sido lo más conveniente? Supongo que dos o tres Santos de Plata podrían haber realizado la tarea eficientemente."
"Shura no tiene discípulos, amigo mío." Responde Shaka con tranquilidad. "Sí, en efecto, sus alumnos son poderosos, los Santos de Plata de la Orden de Athena, sin embargo, existe una diferencia vital entre ellos y mis discípulos."
Milo observa a Shaka esperando a que éste concluya su discurso.
"Mi Cosmo." Concluye el Santo Dorado de Virgo al fin. "Los alumnos de Shura son jóvenes poderosos, pero la fuerza a la que nos enfrentaremos no parece ser a la que ellos estén preparados, los jóvenes que vestiré con las armaduras que el Santo Padre ha mandado a hacer para mis discípulos explícitamente, son personas que cuentan con mis enseñanzas y que por ende, contarán con mi protección directa."
El Escorpión Dorado aprieta sus puños ante estas palabras del Santo de Virgo.
"Shaka, con el debido respeto, pero los Santos contamos con la protección de Nuestra Señora de los Ojos Grises, ¿no consideras que sus acciones pueden ser tomadas por ella como un acto de soberbia?" Pregunta Milo mostrándose ofendido por las aseveraciones dichas por el Santo de Virgo.
Shaka escucha la pregunta y en su interior un leve rastro de molestia lo carcome. ¿Será acaso un acto de soberbia? ¿Por qué le cuestionaba aquel hombre de esta forma cuando ni siquiera lo lograba comprender a él del todo?
"¿Pensáis tú que los actos de Su Santidad no llevan ya en sí la aprobación de Nuestra Señora, Milo?" pregunta Shaka finalmente atacando para defenderse. "¿No sería éste cuestionamiento vuestro un acto de verdadera soberbia, Escorpión?"
Shaka vuelve su rostro con eternos ojos cerrados a Milo, quien lo observa fijamente. Indudablemente un momento tenso de confrontación incómodo para ambos.
"Tienes razón, Shaka, soy yo quien debe de ofrecer ahora disculpas." Responde finalmente el Escorpión Dorado cediendo a su postura, pero en su interior, convencido de que el acto en sí encierra un dejo de soberbia por parte de los involucrados.
Sonriendo, más satisfecho por su victoria en el argumento, Shaka responde con tranquilidad:
"Y ahora soy yo el que os dice: 'No hay nada que disculpar', comprendo tu punto y os aseguro que no será algo que tenga mayores consecuencias, después de todo tú y yo, somos amigos." Concluye Shaka aún molesto y recurriendo a la amenaza.
Interrumpiendo el momento, las puertas del Gran Salón Central de la Casa de Virgo se abren revelando del otro lado a tres jóvenes con la marca del tercer ojo sobre su frente.
"¡Maestro, hemos venido hasta aquí...!" dice el joven moreno de cabellos largos rojos que al encontrar a Shaka con compañía guarda silencio rápidamente. "¡Disculpa, Maestro, no sabía que estabas ocupado!"
"No os preocupéis, Ágora, no interrumpís nada, pasad tú y los demás." Responde Shaka con su tono impersonal y volviéndose a Milo pregunta. "Les armaré en estos momentos, Milo, ¿te quedáis para la ceremonia?"
Milo observa a Shaka sintiendo que su molestia se incrementa conforme pasa el tiempo. Finalmente, y tras un momento responde.
"No, me parece que esto es algo que deben de hacer ustedes en privado, me retiro y te agradezco, Shaka, por tu tiempo." Dice inclinándose respetuosamente ante el Santo Dorado de Virgo.
Respondiendo al gesto de igual manera, Shaka despide a Milo de Escorpión, quien dando media vuelta comienza su salida de la Casa de la Vírgen con paso más apresurado del que tuviera cuando llegara. Finalmente, al salir, cuando las puertas del Templo se cierran detrás de él, Milo inicia su camino de ascenso para detenerse a observar el edificio.
"¿Y serás tú el que ha elegido a quienes porten esas armaduras y les cubras con tu presencia?" pregunta en su mente molesto. "¿Por qué el Patriarca hace esto? ¿No se da cuenta que por ello tú eres como eres? Es una burla no sólo a Athena, sino a todos los Santos que habitamos este lugar y logramos nuestro nombramiento a base de sudor y sangre. Aunque ciertamente, ¿cómo podrías tú entender todo eso, cuando no tuviste que pasar por todo lo que los demás hicimos?" Se pregunta cada vez más enojado e iniciando su camino hacia su Casa más arriba en la Colina con paso firme y apresurado.
Dentro de la Casa de la Vírgen, ingresando al Salón de pisos brillantes, los tres discípulos de Shaka se postran ante el Santo Dorado.
"Ágora, Shiva, Gurka..." dice Shaka con voz solemne. "Vosotros tres sois mis discípulos más prominentes, es por ello que he decidido honrarles con el nombramiento de Santos y regalarles estas armaduras como prueba indiscutible de su valía entre todos aquellos quienes me siguen."
"Maestro..." dice Ágora tomando la iniciativa. "¡No le defraudaremos, nos sentimos honrados con sus palabras!" Sus manos, sudorosas y llenas de ansiedad son el reflejo físico del estado anímico que muestran sus palabras.
Shaka asiente satisfecho.
"¡Para ti, Ágora, la armadura de la Flor del Loto, recibidla y portadla!" responde abriendo los brazos de manera dramática. Usando sus poderes mentales, Shaka de Virgo mueve la armadura que se posa delante del joven moreno de cabellos rojos, quien al ponerse de pie, estalla su energía cósmica para cubrirse con la insignia otorgada por su Maestro.
Shiva y Gurka lo observan todo desde sus sitios, maravillados ante el prodigio y el poder emanado en ése simple gesto.
"Para ti, Shiva..." dice Shaka moviendo ahora sus brazos tranportando una armadura de color azulado. "Es la Armadura del Pavo Real. Recibidla y recorred el Mundo propagando mi mensaje."
Poniéndose de pie, Shiva abre sus brazos y cierra sus ojos para ser bañado del Cosmo de su Maestro, quien magnifica el suyo propio; y nuevamente, un estallido de luz se propaga por el Salón mientras es cubierto por aquella armadura que lo hace sentir lleno de poder.
"Maestro, mi vida es tuya, cuenta conmigo." Responde Shiva finalmente. Quien camina hacia Ágora con una sonrisa de satisfacción que es respondida por el otro de vuelta.
"Gurka, tomad la armadura de la Campana. ¡Cubridte con ella y luchad contra mis enemigos y los de Athena!" Agrega Shaka una vez más, moviendo la armadura restante de color amarillento y quien cubre al joven de cabello ébano y ojos del color de la obsidiana.
El joven puede sentir el poder que le rodea y observa sus manos, asombrado. Sintiendo aquella explosión que le recubre, Gurka piensa que sería el momento más feliz de su vida, y sin embargo, algo en su interior lo hace sentir incompleto.
"Maestro, agradezco esta distinción, y usaré este poder para proteger el Mundo en donde gobierna Nuestra Diosa siguiendo sus divinas órdenes." Responde con una reverencia y aproximándose respetuosamente hasta donde los otros dos nombrados se encuentran, quiénes lo miran con gesto de desaprobación ante las palabras referidas.
"Shiva, Ágora, Gurka, vosotros tres han recibido todos éstos regalos, recibirán de mí además la promesa de que al lugar al que ustedes fueren, mi cosmo os acompañará siempre hasta el fin de sus días."
"¡Maestro!" exclaman Shiva y Ágora bajando sus cabezas. "¡Es un honor el poder realizar su misión!"
"Maestro..." se escucha la voz de Gurka, quien llama la atención de los tres hombres. "Soy muy feliz por éste acontecimiento, dime, ¿será posible que sea tu voluntad el que podamos ayudar a los infortunados que sufren a causa de los desastres naturales que se han presentado en el mundo en estos días, Señor?" Pregunta con voz esperanzada. "¡Quiero ayudarles!"
Shaka le observa, y aún sensible por su encuentro ante Milo, responde.
"Gurka, al haber sido elegido para portar esa armadura vuestra misión ha cambiado." Dice con voz firme. "¿No os he dicho en incontables ocasiones que la nuestra es una que trasciende todos estos acontecimientos? Os he enseñado que la pregunta que siempre debemos de hacer es acerca del propósito, y si seguís la vereda que os he mostrado podréis comprender cuál es la pregunta que ahora deberíais de estarte haciendo: '¿Qué puedo hacer para detener ese sufrimiento para que no vuelva a ocurrir?'" Gurka calla ante las palabras de su Maestro. "Tranquiliza tu corazón, Gurka, puesto que ayudarás que prevenir que las causas detrás de esos desastres de los que hablas vuelva a causar más daño."
"¡Sí, Maestro!" responde Gurka humildemente bajando una vez más la cabeza, mientras que Shiva y Ágora se miran uno al otro reprobando la conducta de su compañero.
Shaka asciende a su trono de Flor de Loto y comenzando a levitar en meditación guarda silencio. Gurka observa a Shaka y vuelve su mirada hacia sus compañeros quienes lo observan con gesto de reproche.
"Maestro..." dice el Cosmo de Shaka proyectándose más allá del Templo de Virgo. "Maestro... he aquí que ya tengo a mis elegidos, decidme el sitio al que tengo que mandarles para poder realizar vuestra Voluntad."
En un Salón lejano, rodeado por grandes columnas y terminado con un gran trono, un hombre recibe las palabras de Shaka de Virgo directamente a su Cosmo. En postura rígida, sentado, el Patriarca del Santuario, debajo de su máscara, cierra los ojos.
"¡Llévalos a 5 kilómetros al oeste de este Santuario, Shaka!" responde imperativa esa voz fuerte y penetrante. "Ahí hallarán el sitio donde nuestros enemigos se encuentran."
"¿Cinco kilómetros de aquí?" pregunta Shaka asombrado. "¿Es posible que se encuentren tan cerca del Santuario?"
"Mandálos ahí, Shaka. Como te he dicho, ese es el lugar en el que se encuentran. Un lugar que cómo este, puede ser considerado un Santuario." Agrega El Patriarca sin más explicaciones.
"Sí, Señor." Responde el Santo Dorado de Virgo. "Así se hará."
Los tres hombres caminaron sobre la riscosa zona que rodeaba al Santuario. El sol reflejando sus rayos cálidos sobre la piedra caliza que parecía que no se había removido durante siglos. A Shiva y a Ágora, provenientes de la India, el paisaje de Atenas y sus alrededores siempre les pareció inhóspito y hasta algo indeseable, acostumbrados a la voluptuosidad y la humedad de las junglas hindúes, el estar rodeados de montañas con aspecto reseco y sin vegetación, con excepción de los zarcillos, les pareció siempre una de las pruebas de carácter impuestas al seguir a Shaka. Gurka, sin embargo, era diferente a ellos en muchísimos sentidos, no solamente por el hecho de ser un hombre que rara vez se quejaba, sino porque siempre pareció no ser alguien convencido de la misión que a ellos, sin embargo, les daba un rumbo de vida.
"Dinos, Gurka..." dijo Shiva interrumpiendo el silencio en el que se había desarrollado la caminata. "¿Qué sientes al portar la armadura que te concedió Nuestro Señor? ¿Te sientes merecedor de ser un elegido de Él?" La punzante pregunta concluyó con una mirada maliciosa que terminó encontrando una de calidad similar en el hombre alto y pelirrojo que caminaba al lado de Shiva: Ágora.
Respirando con un poco de agitación por la exigencia del camino empinado, el hombre de tez morena, acostumbrado a las inclemencias del Sol detuvo su camino para volver hacia Shiva y Ágora al escuchar esa pregunta.
"¿No les simpatizo, cierto?" preguntó Gurka a manera de respuesta y sin tapujos. "Ustedes no quisieran que yo estuviera aquí."
Shiva y Ágora sonrieron ante la ingenuidad de la pregunta y el segundo respondió de manera rápida.
"Lo que nosotros pensemos de ti es irrelevante, finalmente, el Maestro te consideró digno de portar una de sus Armaduras, Gurka." Dijo con voz firme Ágora de Loto. "Aunque no puedo dejar de admitir que la razón por la que él decidió eso es una que escapa a mis habilidades."
"Siéndoles honesto..." respondió Gurka observándoles. "Me pasa lo mismo."
Shiva caminando un par de pasos hacia el frente, puso una mano hipócritamente sobre el hombro de Gurka para agregar.
"Es natural, yo tampoco me explico qué haces tú portando una de estas armaduras."
Gurka mirando de reojo la mano de Shiva la quita con un gesto rápido concluyendo.
"No me malinterpreten, yo quería decir que no me explico por qué los eligió a ustedes... o más bien, no quiero comprenderlo." Volviéndose de espaldas, Gurka observa que el punto precisado por Shaka se encuentra próximo.
Shiva y Ágora se observan llenos de enojo ante la insolencia de su condiscípulo. Ágora, controlando más sus emociones, decide respirar poco a poco, mientras que Shiva, más impulsivo toma a Gurka del hombro para volverlo a sí violentamente.
"¿Qué palabras has dicho, bastardo?" pregunta gritando. "¿Te atreves a dudar de nuestra entrega a Nuestro Señor? ¿Crees acaso que estas armaduras son un regalo y que no son un premio con el que nos distinguen de entre los demás?"
En la Casa de Virgo, Shaka medita siguiendo cada uno de los pasos de sus estudiantes, y es testigo del encuentro que protagonizan en estos momentos. Frunciendo el ceño, Shaka decide intervenir, pero para su sorpresa, descubre un acontecimiento peligroso.
"¿Qué es esto?" pregunta asombrado. "¿Porqué no puedo alcanzarles con mi Cosmo? Es como si algún otro poder impidiera mi llegada hacia ellos..." piensa alarmado. "De hecho, es un Cosmo perturbador, que me hace sentir lleno de recelo, temor y desconfianza... ¡y rencor!"
Atacado directamente a su Cosmo, Shaka incrementa el brillo de su aura, defendiendo su mente y su cuerpo de un ataque que le resulta tan vicioso, que contamina su alma.
El puño de Shiva se estrella contra la cara de Gurka de manera directa y seca, descargando rabia y resentimiento contra el hombre que porta la armadura de la Campana, mientras que Ágora, finge un estado de paz cerrando sus ojos pero logrando entrever el hecho que goza con malsana alegría.
Resistiendo el golpe del Pavo Real, Gurka observa de frente con mirada penetrante a Shiva quien lo mira con una sonrisa de satisfacción.
"¿Te sientes mejor?" pregunta Gurka rastreando cada paso, cada gesto del hombre que le agrediera. "¿Es esto lo que has aprendido del Maestro?"
"¡Cállate!" responde Shiva cada vez más molesto. "¿Ahora quieres venirme a enseñar tú lo que debo yo aprender o no del Maestro? ¡Estúpido!"
Gurka mira los ojos de Shiva y por un momento, siente preocupación. No es el resentimiento ni el odio que ve reflejados en ellos, es la manera en la que, poco a poco, como si se fuera vaciando un recipiente de líquido, el brillo de los ojos del Pavo Real fuera escapando.
"¿Qué ocurre con sus ojos?" se pregunta asombrado, mientras que Shiva le encara intentando golpearle una vez más. Un golpe torpe que no encuentra recepción más que el fuerte brazo de Gurka quien lo detiene con su mano derecha y lo sostiene con fuerza, mientras que los dos hombres encuentran sus miradas una vez más. En Shiva, con dientes apretados y una mirada que destila rencor, mientras que en Gurka, una mirada que está más llena de preguntas y de incertidumbre. "Shiva ¿qué pasa contigo?"
Ágora, cerrando sus ojos intentando mantener la postura de estar ajeno a todo ello, logra notar que a su alrededor algo extraño ocurre; y abriendo sus ojos, vuelve su mirada rápida hasta dos lugares, alejados entre sí, entre los riscos que dominan el paisaje de donde se ha desprendido arena que cae poco a poco.
El brillo del Cosmo de Shaka de Virgo se intensifica, mientras que en su rostro, las líneas del esfuerzo que le exige esta maniobra que le defiende del ataque.
"¡No logro... no lo puedo hacer!" dice en su mente, apretando su boca hasta que sus mandíbulas le duelen. "¿Qué está ocurriendo?"
Entonces, de manera sorpresiva, el Cosmo que le agrede comienza a crecer hasta cubrirle en una burbuja que Shaka mantiene a raya con todas las fuerzas de su propio Cosmo.
"¿Estás preocupado, Shaka?" pregunta una voz que habla directamente a su mente, y que lo llena de asombro y casi podría decirse, que el Santo de Virgo siente un poco de temor ante lo insólito de ésta fuerza que le domina. "Hazlo, tienes todos los motivos..." dice la voz con tono meloso, una voz de calidad femenina. "Tu soberbia te ha cegado, Santo de Athena..." dice la voz una vez más, como escupiendo el nombre de la Diosa. "Has cometido un gravísimo error."
"¿Quién sois?" pregunta Shaka gritando en su Cosmo hacia sus alrededores.
"¡Cállate!" ordena la voz al Santo Dorado. "¡Y sigue observando la catástrofe que has provocado!"
El grito de Shiva que cae al suelo al ser arrojado por Gurka resuena con eco por todos los cañones rocosos, mientras que Ágora de Loto observa a sus alrededores, adivinando las presencias inesperadas de agresores desconocidos.
"¡Shiva! ¡Shiva!" exclama Ágora. "Guarda silencio, Shiva, algo está pasando aquí." Dice con voz autoritaria.
Gurka se vuelve hacia el hombre de cabellos rojos y observa que de sus ojos no ha escapado el brillo de la voluntad, mientras que, Shiva, obedece con dificultad las palabras de su compañero, pero no deja de insistir en volver su vista enojada a su compañero.
"¿Por qué dices eso, Ágora? ¿No es cierto que tú también querías confrontar a este perro? ¿A aquel que siempre cuestiona a Nuestro Maestro?" pregunta lleno de cólera.
Ante esta pregunta, Ágora vuelve su mirada hacia Shiva y luego hacia Gurka. Un incontenible deseo de confrontación se apodera de él, pero haciendo un esfuerzo, logra contenerse producto de su preocupación por lo que siente, acontece a sus alrededores.
"No es momento para hablar de eso ahora, Shiva, creo que estamos siendo observados." Dice Ágora de Loto. "Siento que todo este tiempo ha habido alguien siguiendo nuestros pasos."
"¿Qué?" pregunta Shiva levantando sus manos en actitud de defensa y mirando a sus alrededores. "¿Cómo es posible? ¡Yo no me he dado cuenta!"
Gurka observa los ojos de Shiva que van recuperando poco a poco, el brillo perdido minutos antes y entonces, comprende.
"¡Athena!" exclama. "Tú sabes mejor que nadie que es mi deseo el servirte, quizá me encuentre inmerecidamente en estos momentos portando una armadura, pero Señora, por favor... Diosa de la Guerra, acompáñanos y ayúdanos." Suplica en su mente, sin lograr a acertar que en esos momentos, algo en su interior parece despertarse.
Finalmente un ruido que termina por desprender un fragmento grande de piedra revela ante los ojos de los jóvenes la presencia que había percibido Ágora.
"¿Y estos son los nuevos Santos de Athena?" pregunta con desprecio en su boca. "¿Me pregunto qué pasó con ellos desde mi ausencia?"
"¿Quién eres tú?" pregunta Ágora mirando de frente al extraño, al tiempo que Shiva y Gurka se vuelven también con rapidez al sitio donde el hombre se revelara.
Una carcajada pequeña se sonríe al detectar la intranquilidad en el Cosmo de Shaka al observar el arribo del extraño. Con dificultades logra mantener el ataque a su aura apenas y sin embargo, por su mente pasa la idea de esforzarse más para poder ayudar a sus discípulos.
"La diferencia entre los alumnos de Shura y mis discípulos es mi Cosmo..." recuerda Shaka en su mente la frase que dijera horas antes al Santo Dorado del Escorpión, ahora, parte de su ser se encuentra angustiado al darse cuenta de que ha cometido un error al lanzar a esos jóvenes a una muerte segura, pues jamás pudo prever en todo este tiempo la posibilidad de que fuera incapaz de cumplir su promesa de protección. Y Shaka comienza a moverse inquieto de un lado al otro, intentando ampliar la prisión que su Cosmo se ha convertido, para salir y llegar hasta donde ellos se encuentran.
Un grito de guerra sale de la garganta de Shiva quien se lanza, ante la atónita mirada de sus compañeros contra el hombre que se les ha revelado enfrente. Gurka observa a Shiva pasar a su lado de manera rápida, con su mirada poco a poco volviendo a perder su brillo.
"¡Shiva, espera!" grita Gurka inútilmente, mientras que Ágora da un paso hacia delante pero sin poder evitar llevar su mirada hacia el hombre que está frente de ellos.
En la rapidez de los acontecimientos, Shiva se aproxima a su rival cuando un grito interrumpe el golpe de Shiva quien es detenido por un ataque que llega desde otro sitio con una insospechada furia.
"¡La Fuerza del Tornado!" dice el grito que acompaña una ráfaga de Cosmo que impacta en la espalda de Shiva, quien grita con dolor al recibir el golpe y cae violentamente, mientras que fragmentos de su armadura caen de un lado al otro... ¡destruyendo la espalda de su armadura! Cayendo pesadamente, Shiva pierde el conocimiento.
Gurka y Ágora se echan hacia atrás sorprendidos ante la furia del embate y levantan sus manos preparándose para el contraataque.
"¿Por qué hiciste eso, Ian?" pregunta aquel que llegara primero. "¿Por qué me quitaste el placer de destrozar a este gusano insignificante?"
"No tuve la paciencia, Cristos..." responde Ian a la pregunta del otro, revelándose como un hombre alto, de facciones finas y cabello largo, cubierto por una armadura de color rojo escarlata que cubre su cuerpo. No escapa a los ojos de Gurka ni de Ágora, que la misma ostenta en el brazo izquierdo de su portador, un enorme escudo que cubre por completo la extremidad de éste guerrero. "Pero no te quejes... aún nos quedan dos para ti y para mí."
"Hmm..." responde con molestia el interpelado. "Querrás decir que quedan dos guerreros para mí..." Dice el hombre cubierto por otra armadura de color rojo sangre, que cubre su cuerpo de manera sólida y mostrando en el casco, el símbolo de la Cruz del Sur. "Porque ninguno de ellos será capaz de poder resistir mi ataque... ¡Puño Relámpago de la Cruz del Sur!" grita, mientras que Gurka y Ágora sienten el aire alrededor suyo enfriarse dramáticamente y observar como la poca humedad del aire se condensa alrededor del hombre de cabellos rubios que emana dicho poder.
"¡No, Cristos, no es justo!" exclama su compañero. "¡No lo hagas!"
Extendiendo sus manos, Cristos lanza una ráfaga de aire helado contra sus oponentes que, tomados totalmente por sorpresa, reciben la furia del ataque apenas acertando a poner defensa, aunque contra una ofensiva tan rápida como una realizada por un Santo de Plata, estos jóvenes no aciertan a hacer nada.
Mientras que la conciencia escapa de sus mentes, Ágora, cae observando a Gurka junto a Shiva y piensa si acaso estén vivos o quizás muertos. El ataque ha concluido y sus enemigos lo observan con una sonrisa de sorpresa.
"¡Mira eso!" exclama Ian del Escudo saliendo de detrás de Cristos quien ha concluido su ataque. "¡Uno de los gusanos ha resistido tu poder! Creo que no eres tan poderoso después de todo... ¿o sí?"
Caminando poco a poco hacia Ágora quien ha caído arrodillado ante el poder de Cristos, observa sintiendo que sus fuerzas se escapan mientras que Ian se aproxima inexorable ante él.
"Creo que te subestimamos después de todo, niño..." dice mientras que toma de la barbilla a Ágora quien mira a Ian con ojos entrecerrados. Ian levanta su puño, al tiempo que Cristos se posa junto al Santo del Escudo con sonrisa burlona.
"Con un solo golpe bastará..." dice el Santo de la Cruz del Sur. "Y después los llevaremos ante Ella."
Ágora recibe el golpe final del Santo del Escudo y toda su vista se oscurece mientras que sus sentidos se pierden. Antes de que su mente sucumba ante el beso de las tinieblas, el discípulo de Shaka piensa amargamente.
"Señor, señor... ¿por qué nos has abandonado?"
"¡Ágora!" exclama Shaka angustiado mientras que el Cosmo que lo envuelve se va alejando poco a poco riendo con sorna ante la reacción del Santo Dorado de Virgo. "¡Shiva, Gurka!"
"¡Tonto!" responde finalmente la voz femenina. "¿Creías que tu débil Cosmo sería suficiente para poder mandar a esos niños en contra mía? No cabe duda que eres un ser decadente y vanidoso." Agrega la voz. "Ahora, Shaka, es sólo ahora que comprendes tu error..." Dice la voz que angustia a Shaka de Virgo quien se logra poner de pie volviendo su rostro de eternos ojos cerrados hacia el cielorraso de la Casa de la Virgen. "Sólo ahora comprendes que no tienes que mandar nunca a niños a hacer el trabajo de un Dios..."
Continúa...
1 Para más información al respecto de esto, léase la historia de la Guerra de Athena contra Poseidón en la Crónica Zodiacal de Leo.- Nota del Autor
