Hace miles de años ya la Tierra había sido ordenada después del Caos, y después de los dioses, mucho tiempo pasó antes de que creara otra raza, pero finalmente ocurrió. Como si fueran su mejor fruto, el planeta hizo surgir sobre la faz de ella a los primeros hombres. Entonces reinaba sobre el universo el dios Crono y las guerras divinas no se habían sucedido. Ellos adoraban a su dios, y él de vuelta, les otorgó el don divino de la vida larga, jamás envejecían y eran regalados con frutos para comer, bebían sólo leche de ovejas y cabras y habitaban en un paraíso... ¡tal era su alegría, que cuándo les llegaba el momento de abandonar éste mundo, ellos no lo temían! Sin embargo, y como todos los hombres, sus destinos se regían por los designios divinos y estallaron las guerras entre los dioses. Crono y los titanes cayeron, y así, la primera era de la humanidad se extinguió poco a poco. Sin embargo, los espíritus y enseñanzas de algunos de estos hombres, permanecen en éste mundo... sí, lo puedo notar. ¡Incluso descendientes de ellos aún, ocultos entre las sombras de éste planeta!1
La desaparición de los primeros hombres no pasó desapercibida por nosotros los dioses, y una vez más todos asistimos al nacimiento de una nueva era. Pero fueron diferentes. Zeus y la Madre Tierra convinieron en ponerles bajo un régimen gobernado por mujeres y así evitar que los hombres, ávidos de luchar entre sí, lograran sus propósitos. ¿El resultado? Una sociedad de humanos pacífica, pero perezosa. Naturalmente esto no era nada que nos agradara a mi hermano y a mí2, por lo que pensamos que había necesidad de "estremecer" un poco los cimientos. Al no haber posibilidad alguna de que estallara una guerra entre los hombres ¿qué alternativa nos quedaba? Me moví lo suficientemente sutil en el mundo de entonces para sembrar las semillas de una guerra entre dioses y humanos, que culminó con el abandono absoluto de los segundos a los primeros. El planeta comenzó a sufrir las consecuencias de estos actos y Zeus, harto de los hombres, decidió destruirlos a todos y cada uno de ellos.
Entonces ocurrió después lo que tenía que suceder: que los dioses intentaron nuevamente llenar el vacío que los hombres dejaron tras de su paso.
Llámame cínica, pero la mayoría de mis hermanos divinos son demasiado miopes para admitir algo que yo siempre he declarado sin mayores problemas: los humanos necesitan a los dioses, pero nosotros los necesitamos más a ellos... a ustedes.
Fracasado el experimento de una sociedad gobernada por mujeres, el Olimpo dejó que las cosas ahora corrieran a partir de la ley, que para algunos es cruel, para mí es muy divertida, de "el más fuerte", y el hombre se hizo del poder de casi toda La Tierra y sus naciones. Sin que nadie pusiera un freno a su sed de sangre, comenzaron por matar primero a animales para alimentarse, el sabor les satisfizo y poco a poco, se fueron moviendo hacia aquellos resquicios del alma del ser humano que les caracteriza tanto: ambición, poder, envidia, lujuria... Todo ello combinado los encaminó a la ruta de la guerra entre ellos, con un poco de ayuda del Cielo, si me está permitido decirlo. Fue inútil que la pusilánime de Athena y Zeus quisieran impedir pronto que en todos los lugares el espíritu de la Guerra sin control y sin límites se propagaran. La muerte fue inevitable: quienes no murieron a causa de un arma perecieron por culpa de las infecciones que tanta matanza dejó tras de sí. La peste les exterminó a todos.
Hubo entonces un concejo de dioses en el Olimpo, donde nos reunimos a discutir si era pertinente permitir que los dioses volvieran a poblar La Tierra. Hubo aquellos que se opusieron, pero fueron los menos... se dice que La Guerra, o sea yo, crea extraños matrimonios. No puedo evitar reírme al pensar que entonces, tanto Hades, Ares y yo nos aliamos en la argumentación a favor de una nueva creación del hombre junto con Athena y Zeus. No fueron los únicos, claro que no. El Maestro de Athena, el primer Patriarca de su Santuario y el titán Prometeo estuvieron entre los entusiastas. Finalmente, se decidió a favor de una nueva oportunidad para la humanidad. Y comenzaron a surgir problemas en el Paraíso, ya que tanto Zeus como Athena tenían puntos totalmente encontrados de cómo manejar a ésta humanidad.
En esta ocasión, Zeus impuso su forma de pensar: no serían hombres gobernados por mujeres, pero tampoco se les daría acceso a la civilización. Les daría una vida tan difícil para poder subsistir que la guerra sería la última de sus preocupaciones. Mi hermano y yo no protestamos, podíamos explotar en menor medida la codicia por lo que otro lograra, la avaricia, la envidia, la violencia entre familias, pero por supuesto, no era suficiente. Athena, la eterna idealista era todavía muy joven pero ya sus miradas estaban puestas en La Tierra, creo que sabiamente, pensó que en algún momento el equilibrio de las cosas cambiarían y que tarde o temprano la humanidad demostraría su potencial. Pero para que los hombres fueran capaces de alcanzarlo, de manera forzosa tendrían que comenzar a acceder a la civilización que el Señor de los Cielos les negara.
Mandó a Prometeo a que creara un par de humanos y ella bajó para insuflarles vida con un soplido que les dio alma... Yo en lo personal me inclino por pensar que agregó lo mismo que a sus armaduras para hacerles vivir, ése misterioso y sólo accesible para ella polvo de estrellas. Poco a poco, estos humanos comenzaron a florecer pero seguían a merced de su subsistencia diaria, y entonces, Prometeo se atrevió a robar la sabiduría a los dioses llegando al grado de demostrar que podía ser más sabio que el propio Zeus; burlándose de él con un sacrificio hueco. El fuego llegó a manos de la humanidad. Zeus en revancha entonces decidió una vez más explotar los puntos débiles de toda raza humana: la lujuria, la curiosidad. Y mandó a Pandora3 a la Tierra para que fuera ella quien rompiera el pacto que los dioses habíamos firmado para no plagar a éste planeta con guerras, hambre, enfermedades. Zeus demostró su sabiduría cuando poco tiempo después ocurrió lo que esperaba y nuevamente la humanidad quedó a merced de todos nosotros.
Sin embargo, y le reconozco esto a Prometeo y a Athena, ésta raza humana parecía mucho más equilibrada que en casos anteriores, y no sólo fuimos capaces de crear guerras, sino de gozar también de periodos de paz. Estos humanos parecían ahora tener una disposición más grande hacia nosotros, eran más nobles y generosos que sus antepasados inmediatos. Por supuesto, todo se dio en los tiempos en que los dioses nuevamente comenzamos a hacer evidentes nuestras diferencias: Poseidón y Athena lucharon por algunas regiones y fue ella quien le ganó igualmente por cuestión de astucia... por eso dicen que "dime con quien andas y te diré quién eres", supongo que las artimañas las aprendió de Prometeo y su Maestro.
Pero el tiempo, inexorable, pasó y la humanidad aunque conservó mucho de aquello, poco a poco se fue degradando hasta llegar al estado lamentable en que se encuentra hoy en día. El legado que sobrevive de aquellos antepasados ha sido suficiente para que algunos dioses les defiendan. Por eso es que Athena les sigue teniendo la fe inquebrantable que parece siempre tenerles: finalmente todos son hijos de ella. Pero otros dioses piensan que la humanidad ha excedido el tiempo natural de su bienvenida y que poco queda de aquellos que incluso, fueron capaces de luchar a su lado hombro con hombro. Una nueva división entre los dioses se dio y comenzaron un ciclo de guerras entre ellos en donde la humanidad es el trofeo: arrasarlos y comenzar una nueva era dorada de la humanidad o dejar que ésta siga su camino y siga poblando La Tierra a pesar de todo.4
Otros permanecemos neutrales: de cualquier manera parece que siempre se puede lograr lo que se desea con los salvajes humanos confiando en las conclusiones que estos miles de años de historia arrojan: si los dioses no intervenimos en la caída de los hombres de manera directa, ustedes mismos siempre llevan dentro de sí el potencial para exterminarse unos a otros.
Es así de sencillo, como saber que al día le sigue la noche y luego otra vez el día. Y es por eso que mientras ustedes, los humanos vivan sobre éste planeta, que dioses como mi hermano o yo, tendremos un motivo para existir y de ser.
CRÓNICAS ZODIACALES: VIRGO: ADVENIMIENTO
CAPÍTULO 3: CAPRICHOS Y PROPÓSITOS
"Así que, cómo puedes ver..." continuó la voz de la diosa hablando directamente al cosmo de Shaka. "Tenerte aquí, dispuesto a enfrentarme, aunque sabes que es una estupidez, no deja de ser un comportamiento totalmente predecible de alguien como tú." Concluyó.
Shaka de Virgo detuvo su camino sintiendo que el cosmo que hablaba le hizo detenerse. El paraje que el guerrero de Athena logró captar más allá de su siete sentidos fue el de unas ruinas de varios edificios construidos sobre la ladera de un monte cercano al Santuario.
El sol ya había pasado en el cielo la marca del medio día.
"Eris..." dijo Shaka hablando hacia la diosa y extendiendo sus sentidos por toda el área en búsqueda de sus discípulos. "¿Dónde están?"
"Aquí, Guerrero Humano de Athena." Respondió la diosa prestamente. "Bienvenido seas a mi Santuario, al Santuario de la verdadera diosa de la Guerra."
"¿Quién eres?" preguntó en medio de la oscuridad de sus pensamientos al destello de luz que se había ido incrementando cada vez que más se acercaba a ella. O al menos, eso era lo que Gurka percibía como una realidad. Parecía caminar de manera insegura en medio de un sitio parecido a una cueva totalmente llena de oscuridad, pero curiosamente, y a pesar de su entrenamiento, no lograba percibir que existiera verdaderamente suelo, ni paredes, ni siquiera un techo... "¿Este sitio...?" preguntó una vez más escuchando el eco de su voz, mientras que la luz parecía agrandarse conforme avanzaba a su encuentro. "¿No existe, verdad? ¿Estoy en un lugar que no es?"
"Existe y es real porque tú lo percibes, Gurka." Respondió aquella voz que emanaba de la luz. "Tú has decidido que sea así y la realidad que percibes es la que tú mismo has elegido creer."
Gurka detuvo sus pasos meditando la respuesta.
"¿Quiere decir que ésta es mi mente y mi alma?" preguntó una vez más escuchando su voz repetirse dos o tres veces a causa del eco, mientras que miraba hacia sus manos que lograba percibir por la penumbra de la luz a la que había estado caminando.
"No." Respondió la voz a esa pregunta. "Esta no es ni tu mente, ni tu alma."
"¿Entonces qué es?" pregunto mirando a los lados y de pronto flotando, sintiéndose mareado y totalmente perdido. "¿Quién eres?"
La luz brillante siguió emitiendo destellos pero permaneció en silencio.
"¿Porqué no me respondes? ¿Qué hago aquí, es esto una alucinación?" preguntó comenzando a desesperarse.
"Yo Soy el que Soy, Gurka." Respondió la voz tranquilamente. "Y estoy aquí porque necesito de tu ayuda..."
"¿Mi ayuda?" Tranquilizándose y enfocándose en el diálogo que sostenía con aquella luz, Gurka logró nuevamente recuperar el equilibrio para prestar atención a lo que le diría aquella voz que le parecía extrañamente conocida.
"Gurka, ¿has aprendido que la Creación del Mundo y todos sus hijos no tienen ningún significado importante mientras que carezcan de propósito, no es verdad?" preguntó aquella Luz que bañó ahora el rostro de el discípulo de Shaka, el cuál, sólo acertó a asentir a modo de respuesta. "Esto es verdad parcialmente, Gurka. Es verdad que hallar el propósito final que cada objeto y ser de éste universo tienen es una de las metas máximas en la vida, sin embargo, encontrarlo y reconocerlo no es el final del camino ni el cumplimiento de nada."
"¿El Maestro?" Pronunció Gurka intentando darle un sentido a la conversación.
"De hecho, encontrar el propósito es sólo el comienzo de un nuevo camino, Gurka." Agregó nuevamente la Voz. "Un camino que es más exigente, largo y mucho más difícil de andar que el anterior. Muchas veces, en la búsqueda del propósito último hay quien puede renunciar o extraviarse tomando rumbos diferentes al original, pero eso también suele ocurrir una vez que se ha comenzado a recorrer el camino que pensamos es nuestro rumbo." Brillando cada vez más la luz comenzó a brillar aproximándose a Gurka hasta que pudo sentir el calor de ella sobre su cara. Instintivamente cerró sus ojos. "¡El propósito, Gurka! ¡Se tiene que encontrar nuevamente!"
El joven comenzó a gritar en su mente al impactarse contra la Luz.
"¡Despierta!" fue lo último que escuchó antes de que abriera los ojos en otro sitio desconocido.
Notó que sus manos no podían moverse, y que todo su cuerpo le dolía, pero en lo particular las muñecas y el cuello que tampoco podía mover. La conciencia regresó a su mente y un estado de alerta lo hizo darse cuenta que estaba atrapado en una construcción con forma de cruz que le tenía sujeto de manos y cuello.
"¿Al fin despertaste, Ágora?" escuchó una voz que venía de su lado izquierdo. Volviendo su cabeza con fuerza y aguantando el dolor que esta maniobra le ocasionara, el Discípulo del Loto miró que ahí se encontraba Shiva de Pavo Real en la misma situación que él.
"¡Shiva!" exclamó Ágora. "¿Dónde estamos?"
"Atrapados." Respondió Shiva amargamente. "A merced de los traidores que nos atacaron." Concluyó.
Ágora movió sus manos intentando liberarse con toda la fuerza que tenía, pero ni siquiera logró mover un poco la estructura.
"Es inútil, ya lo he intentado." Dijo Shiva tranquilamente.
Ágora tras escuchar esto renunció a su intento y permaneció callado analizando la situación, recordando la rapidez con que se había desarrollado todo.
"¿Porqué nos abandonó El Maestro, Ágora?" preguntó Shiva con tintes melancólicos y de rabia en su voz. "¿Porqué no nos acompañó con su Cosmos como Él dijo que haría?" Su voz hizo eco en el edificio y en los pensamientos de su compañero. "¿Me pregunto porqué no nos mataron?"
El pelirrojo escuchó esa pregunta e intentó acallar las dudas que se agolpaban en su propia mente. Él tampoco lograba explicarse porqué había ocurrido, también se sentía traicionado por el ser que más admiraba sobre La Tierra, al que tenía por Maestro y ejemplo viviente. No podía creer que alguien tan poderoso y tan sabio, que les había enseñado con tanta paciencia pudiera ser capaz de algo así. ¡Tenía que haber alguna explicación!
Una carcajada llena el recinto interrumpiendo el monólogo de Shiva y las reflexiones de Ágora, se escuchan pasos. Ambos observan como ingresan a la Cámara donde se encuentran el par de guerreros que les vencieran unas horas antes.
"La derrota es difícil de aceptar siempre, Guerreros de Athena." Dice Ian del Escudo con una sonrisa.
"¡Ah! Pero el horror de la muerte y el olvido son peores." Agrega Cristos de la Cruz del Sur deteniéndose al lado de su compañero. "Nosotros lo sabemos mejor que nadie."
"¿Quiénes son ustedes?" pregunta Ágora gritando desesperado.
Los dos guerreros cubiertos por armaduras rojas se miran entre sí como hablándose sin palabras. Finalmente, Ian toma la palabra.
"Está bien, creo que merecen saberlo." Dice mientras comienza a caminar nuevamente el guerrero. "Nosotros, como ustedes, alguna vez servimos la causa injusta de la falsa diosa de la Guerra."
Shiva y Ágora abren los ojos ante esta revelación asombrados.
"¡Imposible!" dice Ágora. "¡Esas armaduras!"
Ian ríe genuinamente divertido al ver la sorpresa de los prisioneros reflejada en su voz y en sus rostros.
"Nada es imposible, Ágora." Dice Cristos tranquilamente uniéndose a la charla. "¿Acaso ustedes no son capaces de sentir la amargura y el desencanto de ser traicionados por aquellos en quiénes confiaban a la cara de la derrota y de la muerte?" Cuestiona. "¿Qué piensas que ocurre cuando se atraviesan ambas líneas?"
Una luz dorada se extiende por el camino que recorre Shaka de Virgo en búsqueda de sus discípulos. Tranquilizándose a sí mismo. En estos momentos su confianza no podía flaquear y menos conociendo la fuerza detrás de los acontecimientos.
"Ágora, Shiva, Gurka." Piensa acudiendo a la memoria de las huellas impresas de sus cosmos, tan exclusivas unas entre otras como diferentes son las huellas dactilares de todos. "¡Tienen que estar vivos! Jamás debí de haberlos dejado solos... ¡debí de haber estado con ellos todo el tiempo!"
"¿Perdiendo la fe, Shaka?" pregunta la voz de Eris al Santo Dorado de Virgo. "¿Te das cuenta de lo inútil que es tu cosmo en un sitio gobernado por una diosa?" Una pausa siguió para dejar que sus palabras surtieran el efecto deseado. "¿Quizá tan inútil cómo me sería hacer que mis propios guerreros invadieran el Santuario de Athena?"
"Conocéis la respuesta a esas palabras. ¿Cómo puede preguntar eso una diosa que tiene como guerreros a almas descarriadas y traidores entre sus filas?" Pregunta Shaka con tranquilidad.
"¡Já! Recibe como respuesta de La Discordia. "¡Esa es una buena pregunta! ¿qué pasaría si te dijera que esa condición no es exclusiva de mi Santuario sino de la propia Athena igualmente?"
"¿Qué palabras habéis dicho, diosa pérfida?" pregunta Shaka indignado. "¿Cómo osáis a insultar al Santuario?"
"¡Ay por favor, Shaka!" responde Eris con fastidio a la pregunta. "No tienes una pequeña idea de cuánto detesto las preguntas estúpidas. Me parece que cerrar los ojos es una insinuación de tu actitud para cosas tan evidentes y fingir que todo está bien mientras a ti nadie te incomode."
Shaka permanece callado.
"Como dirían los humanos: touché, ¿no es cierto?" pregunta carcajeándose. "Me parece que he tocado una fibra sensible ahí."
Esperando una respuesta, Eris realiza que de él no obtendrá un nuevo insulto.
"¡Qué aburrido!" Responde ella sin abandonar su actitud descarada. "He de decirte, Santo de Pacotilla que no hay entre mis guerreros nadie que carezca de las motivaciones necesarias para pelear a mi lado." Shaka magnifica su cosmo buscando a sus discípulos mientras escucha. "Además de que nuestra alianza es más justa que la de ustedes con esa usurpadora: ellos obtienen algo de mí y sólo les pido que unamos nuestras fuerzas para desterrarla a ella de éste planeta. Créeme, saben más de lo que quieres admitir."
"Sin embargo..." responde el Santo Dorado de Virgo. "Tú misma reconocéis que el poder que ellos en conjunto representan no podrían considerarse como una amenaza seria al Santuario de Athena, así que... ¿porqué emprender una campaña condenada al fracaso?"
Eris escucha la pregunta con interés. Después de un tiempo responde.
"¿Porqué no? ¿Acaso todo tiene que ser regido por las leyes de causa y efecto que tanto les gustan a ustedes los humanos de catalogar y enunciar como universales?" Pregunta con tono lúdico. "Creo que es una cuestión de enfoques, Shaka... y en eso, Athena y yo somos dos diosas de la guerra que tenemos diferentes maneras de pensar. Ella por su parte cree que la guerra debe de ser motivada por cosas como 'la justicia'; mientras que yo sencillamente creo que la guerra puede llevarse a cabo por el sólo hecho de poder aplastar a un enemigo, al más débil... un enfoque mucho más divertido si me lo permites. ¡Tener una vida eterna para tomarse tan en serio todo significaría una vida aburrida!"
"Tus motivos son retorcidos e infundados, Eris, y por partir de una premisa errónea están condenados al fracaso." Condena el rubio Santo de Athena señalando con el dedo hacia el cielo. "¡Acusáis a Athena de ser una diosa que se toma todo muy en serio porque Vos sois una diosa vana y superficial!"
"¿Otra vez queriendo encasillarme en el cúmulo de reglas que su mente ha creado sólo para interpretar de una manera su realidad? ¿Porqué piensas que una diosa debería de regirse por esas leyes humanas hechas para humanos?" Pregunta denotando molestia la diosa de la guerra.
"Porque lo que es universal es válido para todos los seres y objetos de éste universo, Eris." Dice Shaka tranquilamente. "¿Y porqué habría de evitar hacerlo cuando Vos en vuestra conversación conmigo hicisteis lo mismo con los dioses y los humanos? ¿O ya olvidasteis las conclusiones que 'miles de años de historia' te han llevado a creer como ciertas?" Concluye Virgo Dorado con una sonrisa que refleja cinismo y un toque de humor negro.
"¡Insolente!" responde Eris molesta.
"Cristos y yo combatimos en la última guerra contra Hades al lado de las fuerzas de Athena." Escucharon Shiva y Ágora la voz de Ian referir. "La batalla fue cruel y muy intensa, las huestes del dios de la Muerte intentaron sin éxito traspasar la muralla del cosmos de la diosa Athena una y otra vez. Muchos murieron, pero las fuerzas de el hermano de Zeus también comenzaron a sufrir bajas. Es justo decir que ambos bandos contaron con héroes de uno y el otro lado, indómitos, totalmente entregados a la lucha de su causa. En un momento de la batalla, los enemigos comenzaron a redoblar sus esfuerzos en el ataque, incluso los Santos de Plata luchaban hombro con hombro con nosotros, los Santos de Bronce. En esa nueva oleada de furor que acompañó el nuevo embate de nuestros enemigos comenzamos a ceder terreno. Uno de los capitanes en la lucha nos animó diciendo que Athena vendría en nuestro auxilio, y eso, renovó nuestras esperanzas. Pero los minutos pasaron y no había noticias de Athena con nosotros, mientras que el avance de las tropas de Hades se volvía cada vez más furioso."
"Ian y yo nos encontrábamos en la misma zona de combate, cuando comenzamos a observar que poco a poco nos íbamos quedando solos. Nuestro maestro, un valiente y honorable guerrero de plata que era tan poderoso como un Santo Dorado, y nosotros, éramos los únicos guerreros de Athena que seguíamos en pie resistiendo el embate en uno de los frentes de combate. Nos animó en varias ocasiones mientras que Cristos y yo clamamos al cielo por la ayuda de la diosa Athena. Nuestro maestro nos dijo que debíamos de confiar en Athena y en nuestros cosmos para poder resistir, que con toda seguridad Athena mandaría a sus Santos Dorados a la batalla para poder resistir esos momentos en que todo parecía estar perdido. Escuchando sus palabras, Ian y yo intensificamos la defensa y comenzamos a ganar terreno contra números que parecían imposibles, pero entonces..."
"Entonces..." continuó Ian el relato. "Un golpe lanzado con un poder increíble surcó el campo de batalla exterminando incluso a los propios guerreros de Hades y atravesó la armadura de Plata de nuestro Maestro. La sorpresa y la inesperada fiereza del ataque ocasionó que todos nos detuviéramos a ver qué estaba ocurriendo a nuestros alrededores. A mi lado, pude observar como el brazo de mi maestro, desprendido por la fuerza de aquel ataque, había sido arrancado de su cuerpo y yacía inerte tirado en el suelo, mientras que mi maestro se tambaleaba por causa del dolor. Las tropas de Hades que seguían ahí poco a poco comenzaron a hacerse a un lado al paso de un guerrero envuelto en una armadura de aspecto terrible que asemejaba a una Garuda. Con paso rápido llegó ante nuestro Maestro quien lo observó con fiereza haciendo arder su cosmo. Lanzó su mejor técnica, que logró golpear al temible guerrero de Hades. Una nube de humo se levantó entre nuestro maestro y los enemigos que al disiparse reveló que el tremendo poder de él había sido efectivo exterminando a un buen número de nuestros enemigos. El guerrero parecido a una garuda, sin embargo, permaneció en pie, habiendo logrado defenderse del ataque. Con una sonrisa reconoció el cosmo de nuestro Maestro y le dijo que era asombroso el poder que había podido alcanzar un simple guerrero de plata como él."
"Pero nuestro Maestro era todo menos un 'simple guerrero de plata' como lo había descrito el guerrero de Hades." Prosiguió Cristos. "Nuestro Maestro había intentado ingresar a la Orden Dorada en su juventud. El Patriarca de entonces le respondió que el don de su poderoso cosmo era un regalo que Athena le había otorgado, pero que en su camino no se encontraba una armadura dorada." Cristos bajó la cabeza demostrando molestia al contar esta parte. "El destino trazado para él era otro y no se encontraba en la Colina Zodiacal a pesar de contar con un cosmo tan formidable como el de un Santo Dorado. Sin mayor esfuerzo, el guerrero general de Hades lanzó una nueva ráfaga de golpes que traspasaron la armadura de plata de nuestro maestro... y concluyó diciendo que aunque su cosmo era fuerte, su protección no. Ian y yo furiosos observamos cómo nuestro maestro caía, con su mirada puesta a lo lejos al palacio de Athena y del Patriarca... no necesitábamos leer la mente para saber que sus últimos pensamientos fueron una pregunta de porqué había Athena permitido que esto ocurriera."
"Con lágrimas en los ojos y temblando de ira, Cristos y yo nos adelantamos y nos pusimos frente del guerrero de Hades. Nuestro maestro era lo más cercano a un padre que jamás tuvimos. Nuestro enemigo se volvió a vernos y carcajeó sonoramente de manera macabra. Los dos lo maldijimos y juramos acabar con él. Mirándonos con desprecio nos preguntó si la muerte del guerrero de plata no había sido suficiente para que nos diéramos cuenta de que nuestro poder sería insuficiente. Yo le dije que sabíamos que podíamos perecer, pero que sabíamos que Athena y sus guerreros dorados llegarían en cualquier momento para vencerle y que si pagábamos con nuestras vidas el ganar tiempo nos daríamos por bien servidos. Ambos nos lanzamos con furia alzando nuestros cosmos para luchar contra el guerrero, sentí que su mano atrapaba mi rostro moviéndose de manera rápida y luego un calor de cosmos que desfiguró mi rostro y quemó mis cabellos rompiendo el casco de mi armadura. Lanzando sangre de la boca, de los ojos y los oídos caí para observar como mi compañero seguía combatiendo contra él."
"Yo le grité a Ian pidiéndole que no muriera, sin valor y sin voluntad, todo lo que me movía eran dos cosas: el instinto de supervivencia y la esperanza de ver aparecer en cualquier momento a Athena o a los Santos Dorados como nos habían informado. Logré hacerlo retroceder, o eso pensé, cuando pude darme cuenta que en realidad él estaba recibiendo un mensaje directo a su cosmos. Observándome luego de un lapso, siguió defendiéndose mientras riéndo me decía que le quedaba claro que Athena y Hades no eran diferentes en su crueldad. Yo le escuchaba pero notó la duda en mi rostro y sin mayores pausas me dijo que los Santos Dorados ni Athena se encontraban más en El Santuario, que ellos habían llegado a la entrada del reino de Hades a combatir y que nosotros habíamos sido utilizados como peones en una pelea de distracción, alabando la temeridad de Athena en su estrategia. La noticia nos desoló tanto a Ian como a mí y detuve mi ataque. ¿Qué más podía hacer? Athena nos había utilizado y nos había abandonado cuando más la necesitábamos. El guerrero garuda entonces me tomó también de los brazos y me mandó a los cielos con su técnica mortal para caer con mi armadura y mis huesos destrozados. Lo último que recuerdo antes de morir fueron las palabras de Ian: '¿porqué?' y entonces todo acabó."
"En el reino del dios de la Muerte nos fue negada la entrada a los Campos Elíseos, ni siquiera nuestra muerte de esa manera pareció suficiente a los dioses. Nos congelaron y nos atraparon vivos durante lo que parecieron miles de años, pero claro... un solo día en el infierno vale una eternidad, pasó el tiempo mientras que observamos cómo el campo congelado a nuestro alrededor estaba cada vez más lleno de guerreros, y pronto supimos, por nuestros atormentadores, que Hades había perdido la guerra pero que nuestras almas serían prisioneras por toda la eternidad por habernos atrevido a levantar nuestros puños en contra de los dioses." Prosiguió Ian.
"Exigimos justicia en vano..." Agregó Cristos. "¡Cuántas veces el olvido y la muerte nos siguió aterrorizando y nos arrepentimos de nuestras vidas! Maldijimos al Santuario y a Athena hasta que un día..."
"Apareció ante nosotros una presencia diferente, se presentó como la diosa Eris, la verdadera diosa de la guerra y nos ofreció una oportunidad de ganar los Campos Elíseos, ya que ella era alguien que no era enemiga de Hades pero sí de Athena. Si regresábamos con ella a combatir a la de los Ojos Grises ella nos gratificaría con una nueva vida, con nuestras viejas armaduras, ahora perdidas en otra parte del mundo, cuando sus nuevos portadores intentaron repararlas y con la oportunidad de ingresar en los Campos Elíseos luego de cumplir nuestra misión." Concluyó Ian.
"Sin nada qué perder, aceptamos algunos sin dudarlo y por ello estamos aquí ahora." Explicó Cristos a Shiva y Ágora quienes permanecieron en silencio escuchando el relato. "Cuando los observamos cerca del templo de nuestra diosa les atacamos porque al fin tuvimos la oportunidad de hacerlo, pero también nos resultó evidente que ustedes fueron abandonados de igual manera como nosotros y por ello, no los matamos."
"Lo que Cristos quiere decir, es que tanto él como yo les queremos ofrecer la oportunidad de unirse a la lucha de la diosa real que promete y cumple los Campos Elíseos si se combate a su lado." Preguntó Ian mirando directamente a los dos discípulos de Shaka. "Si se nos unen, serán libres, pero si se niegan, nos veremos en la necesidad de matarles. ¿Qué dicen?"
Ágora y Shiva sienten las miradas fijas de Cristos e Ian.
"Yo..." comienza a murmurar Shiva apretando los puños y los ojos.
"¡Shiva!" exclama Ágora incrédulo.
Caminando por una amplia nave dentro del Santuario, Gurka se mueve poco a poco buscando una salida o el paradero de sus compañeros de Orden con las palabras de aquella voz resonando en su cabeza.
El pasillo se estrecha hasta llegar a un camino que concluye al final con una amplia puerta. Caminando con curiosidad, Gurka llega hasta la maltrecha entrada y empuja el portón soltando moronas de tierra y yeso.
"Siento una presencia del otro lado..." piensa Gurka, quien al abrir la puerta se encuentra con un Salón que concluye en un trono donde una mujer rubia y piel blanca que sostiene un tridente le espera. Con ojos dorados ella le recibe con una sonrisa.
"Bienvenido Gurka, te estaba esperando." Dice ella. "Tengo una propuesta qué hacerte y a la que espero que no te rehúses."
El eco de las botas de la armadura dorada de Shaka es el único sonido que el Santo Dorado de Virgo ha sido capaz de escuchar en los últimos minutos desde su diálogo con la diosa de la discordia. Afinando sus sentidos, Shaka extiende una vez más su cosmos sintiendo y de pronto... se detiene y observa hacia el este.
"¡Ágora, El Maestro y Athena nos han abandonado!" dice Shiva gritando. "¿Cómo no creerles a ellos? ¿No observas que sus armaduras son iguales que las de los Santos de Athena? ¡Ellos dicen la verdad!" Concluye derramando unas lágrimas presa de la desesperación.
"¡Maestro!" exclama en su mente Ágora de Loto al percibir un cosmo dorado aproximándose que reconoce como el de Shaka de Virgo.
"¿Qué?" preguntan Ian y Cristos volviéndose hacia atrás al observar que el muro de la habitación donde se encuentran en medio del laberíntico Santuario se destroza ante el paso de una emanación cósmica arremolinada de color dorado que traspasa el espacio y los arrastra en un ciclón que rompe también las prisiones de Ágora y Shiva hacia su punto de origen.
Sin oponer resistencia, los cuatro guerreros caen en una habitación siendo separados entre sí, detrás de una figura parada, Shiva y Ágora descienden lentamente, mientras que Ian y Cristos caen pesadamente al suelo luego de estrellarse contra un par de columnas que se estremecen ante el impacto. Los guerreros de Eris observan al responsable.
De pie, sereno, cubierto por armadura dorada, un joven de 19 años de cabello rubio y rostro pacífico les enfrenta. Una capa blanca se mueve al compás del cosmo que emite, y sus manos, en postura de oración sobre su pecho.
"¿Un Santo Dorado?" pregunta Cristos incrédulo al observar por primera vez a un Santo de Athena portando la más fuerte de las armaduras. "¿Qué hace aquí?"
"¡Santos traidores!" exclama el hombre en dorado con una voz extrañamente aguda pero firme que les hace estremecerse. "Sus pecados están por ser expiados, soy la mano que ejecuta la justicia de Athena, por su traición y su cobardía, merecen la muerte."
"¿Qué?" preguntan los guerreros de Eris.
"¡Espera, Maestro!" escucha Shaka una voz detrás suyo hablar. "¡Por favor!"
Reconociéndola, Shaka se vuelve para preguntar.
"¿Porqué Ágora?"
"¡Maestro, permítanos mostrarle nuestro agradecimiento siendo nosotros quienes podamos luchar contra estas escorias del Santuario!" exclama el joven pelirrojo. "Con su presencia aquí, estoy seguro que la victoria está asegurada."
"¿Han visto que Nuestro Maestro no es parecido a los de antaño?" pregunta Shiva poniéndose de pie y hablando con orgullo, dejando atrás las dudas que atormentaran a su alma unos minutos antes. "¡Shaka, Santo Dorado de Virgo, el Hombre Más Cercano a ser un Dios está aquí con nosotros!"
"¿'Hombre más cercano a ser un dios'?" pregunta Cristos, poniéndose de pie sin dejar de observar a Shaka y midiendo su Cosmo.
"¿Acaso la Orden de Athena es tan decadente cómo para designarse a sí mismos dioses?" pregunta Ian ya también de pie y con una sonrisa burlona. "Está bien, admito que ha sido una sorpresa, pero a nosotros nos protege una diosa real, nadie que esté cerca de serlo." Concluye el Santo de Bronce del Escudo poniéndose en guardia.
"¡Una diosa que jamás nos traicionará!" concluye Cristos de la Cruz del Sur comenzando a elevar su cosmos
"El momento ha llegado de verme cara a cara con el Guerrero de Athena." Dice Eris observando la escena a lo lejos con su cosmo. "Venía por más, pero creo que tendré que conformarme con uno, y de cualquier forma..." dice mientras avanza apoyándose en el cetro con forma de tridente dorado. "Jamás rehuyo a observar una pelea divertida, sobre todo cuando asisto a una fiesta como éstas con una última sorpresa para los asistentes."
Concluye carcajeando mientras que detrás de ella, Gurka camina observando que la luz en su interior poco a poco se va apagando...
Concluirá...
1 La historia de estos descendientes ocultos de la raza de Oro de la humanidad es la de Lemuria. Mu, Kiki y Shion son unos de ellos, algunos más sobreviven y se puede leer acerca de ellos en la Crónica Zodiacal de Leo: Legado. Y en la forma en como se gobierna el Santuario de Athena en Grecia. – Nota del Autor.
2 Ares y Eris, dos de las representaciones de la guerra en el panteón Olímpico. – Nota del Autor.
3 Por supuesto, la Pandora de la mitología clásica y no la chica que aparece en la Saga de Hades de Saint Seiya. – Nota del Autor.
4 Más sobre éste trato puede leerse en las Crónicas Zodiacales de Géminis: Revolución y en el magnífico fanfiction de IaN HaGeN: Cosmo de una Nueva Era. – Nota del Autor.
