Ocurre un fenómeno curioso cuando uno ha vivido mucho tiempo: uno suele recordar y tomar un gusto por narrar aquello que sabemos y hemos aprendido gracias a todo ese tiempo que uno ha tenido. Es bien cierto que muchas veces he ayudado a que la humanidad se vaya encontrando con su destino porque son juguetes bastante confiables. Sin embargo, no siempre es necesaria la intervención divina para que las cosas tomen su camino, ustedes son bastante capaces de crear y destruir, es una maravilla heredada de los dioses, creo. ¿O será acaso que no somos tan diferentes como nos empeñamos los dioses en creer? Probablemente. He notado esta misma propensión a contar historias en humanos viejos, y pues bajo sus normas nosotros los dioses seríamos muy ancianos. Sea cual sea la respuesta, puedo asegurarte que todo acto siempre tiene dos etapas adicionales que el momento mismo de su ejecución: el causal y el consecuente.

Sí, todo acto tiene un origen y una razón de cometerse, e invariablemente, todo acto tiene una consecuencia.

Hace unos miles de años, el titán Prometeo en liga con Athena, cometieron un acto de audacia increíble: robaron el fuego a los dioses además saliéndose con la suya, iniciando en ese mismo momento la cadena de eventos que nos llevaría a una etapa de guerras sucesivas que se han sucedido sobre La Tierra.

¿Será también que Athena siente un poco de remordimientos por esto? Zeus Tonante casi siempre ha sido un aliado suyo en todo momento. Sin embargo, en ese preciso acto, su hija predilecta incurrió en la osadía de ponerse en contra de quien más la había apoyado. Ello quizá le dejó claro porque no podía ponerse a exigir tanto de Zeus aquello que había viniendo obteniendo en forma regular desde el pasado.

Los hombres no eran muy diferentes de lo que son ahora: bárbaros, eternamente preocupados por vivir y tener más y más. Pesaba además sobre ellos la condena de un Olimpo que había determinado que sería suficiente con la adoración de un grupo de animales que no fueran capaces sino de adorarles cuando no estuvieran preocupados por llevarse algo a la comida, cubrirse del frío y las lluvias, un sitio para dormir y reproducirse. ¿Qué básico suena, no?

Pero para Athena y Prometeo esto no era suficiente ni justo. Consideraban que dar las herramientas a la humanidad para levantarse de su estado lamentable era necesario para contar más con su apoyo y con su fe, que una humanidad libre de esas ataduras les permitiría madurar en algo mucho mejor.

Una noche, como ladrón en la oscuridad, Prometeo decidió escalar el Monte Olimpo para llevar de regreso a La Tierra aquello que se les había negado por decreto: El Fuego Divino que conllevaría el conocimiento. Ambos sabían muy bien que este acto distaba mucho de ser simple, y que tendría consecuencias enormes; abogar por poner fin a una etapa de inocencia no es un asunto menos cósmico que el nacimiento de un sistema solar. Subiendo por las faldas del hogar de los dioses, Prometeo logró introducirse en su morada, y ahí, dormido en su trono, encontró a Zeus Todopoderoso.

Hay quienes aseguran que el mundo es de los audaces, y Prometeo, ciertamente, lo era. Dirigido por sus convicciones y por sus principios de justicia, se aproximó lentamente hasta donde estaba Zeus, y con la mayor sangre fría tomó el fuego eterno, guardándolo en una égida indestructible, prueba irrefutable del involucramiento de mi hermana Athena. Tan rápido como pudo, Prometeo volvió a La Tierra, y sin perder más tiempo, entregó a la humanidad el fuego, enseñándoles además cómo aprovecharlo para hacer de sus vidas algo más sencillo.

No pasó mucho tiempo antes de que Zeus descubriera el engaño del que había sido objeto y grande fue su ira. Los humanos habían ya demostrado capacidades que le comenzaban a molestar y que iban contra sus propios planes, y pronto, en su sabiduría, descubrió que tanto Athena como Prometeo habían sido cómplices en este acto. Ambos conocían perfectamente aquello de lo que Zeus enojado podía ser capaz, ya que el hermano de Prometeo, Atlante1, había sufrido en carne propia las consecuencias de su alianza con Crono. Intentando sofocar su enojo, Zeus pensó que este cambio podría no ser tan dañino y pidió que Prometeo demostrara que la humanidad no se olvidaría de los dioses al ver sus vidas facilitadas.

Tomando un animal como sacrificio, Prometeo realizó el máximo de sus engaños: escondiendo debajo de las vísceras la carne del animal, metió dentro de la piel los huesos y la grasa para ofrecerla como sacrificio, preparando su artimaña presentando más atractivo el segundo paquete que el primero. Llamó a Zeus y le preguntó cuál de los dos preferiría. Ante el aspecto y el olor agradable de la piel, grasa y huesos, Zeus eligió aquello que era más atractivo pero menos valioso y desde entonces los hombres decidieron dar lo peor de los restos de un animal como sacrificio.

Zeus montó en cólera. No sólo había sido objeto de un robo, sino además había sido defraudado de la manera más flagrante. Herido en su orgullo propio, decidió jugar el mismo juego, demostrando que los dioses tienen la sartén por el mango. Fue a donde Hefesto, y le ordenó que iniciara la construcción de una mujer, la más hermosa de todas. Nos llamó a todas las diosas del Olimpo: Hera, Afrodita y a mi misma, para que la adornáramos e insuflarle vida, mandando al astuto Hermes a robar un poco de ese polvo de estrellas. Y entonces nació Pandora, "la que lo da todo".

Mandó a traer el Pacto Divino que los dioses habíamos firmado para no intervenir contra la humanidad y lo puso a manera de sello en una caja de hermoso diseño que se ofreció como regalo al hombre que la daría como esposa: Prometeo. Hermes, El de los Pies Alados, entonces fue mandado a La Tierra para ofrecer el precioso regalo. El aliado de Athena escuchó las palabras del Heraldo: Zeus le ofrecía a la mujer como regalo, básicamente ordenándole que debía casarse con ella. Pero una vez más, Prometeo demostró su sabiduría al agradecer el presente, pero negándose a tomar a Pandora como esposa: sabía perfectamente que El Poderoso podía ser muy vengativo, y este súbito acto de amabilidad le alarmó.

Pero por toda la sabiduría de la que era poseedor Prometeo, tenía un hermano menor, Epimeteo, que al observar la belleza del regalo quedó prendado. Zeus decidió llevar a cabo su venganza exasperado de no poder hacer caer a Prometeo cuando escuchó que éste le aconsejaba a su hermano menor jamás tomar por esposa a Pandora, ya que sospechaba que era una trampa de Zeus contra de ellos. Acusándolo de blasfemia contra los dioses, Zeus mandó a por Prometeo y lo encadenó en una montaña donde águilas gigantes devoraban sus intestinos durante todo el día, para que en la noche volvieran a crecer iniciando la tortura al día siguiente en un ciclo sin fin.

Horrorizado por el destino de su hermano, Epimeteo decidió tomar por esposa a la bella Pandora, satisfaciendo de paso así sus propios deseos, y por supuesto, junto con ella, se entregó su caja. Athena aconsejó que no se abriera dicha caja bajo ninguna circunstancia temiendo una trampa por parte del Rey de Dioses. Epimeteo, sin tener realmente interés en la caja, hizo caso... No así la superficial y vanidosa Pandora, quien suplicó durante años a su esposo que le permitiera abrirla. La voluntad de Epimeteo fue minándose al ir siendo dominado por las artes femeninas y al fin llegó el día en que accedió. Al abrir la caja, rompió el sello de los dioses, y tuvimos entonces la libertad de vagar por La Tierra.

En ese mismo momento estallaron conflictos en otras partes, las enfermedades se esparcieron y los desastres naturales. Muerte, Vejez, Pasión, Mentiras, Enfermedad. ¡Qué día tan divertido! Horrorizado por lo que habían presenciado, Epimeteo mató a su mujer para suicidarse inmediatamente después.

¿Espantoso, verdad?

Y sin embargo, ustedes tuvieron la oportunidad de vivir en un mundo paradisíaco donde no tuvieran porqué preocuparse de lo que supuestamente no tendrían que haber hecho... Ustedes mismos siempre quieren más y más, no se conforman, así hundan la barca donde se transportan con tal de llevarse lo más posible junto con ustedes. El acto de Prometeo, el sencillo acto de haber escalado el Monte Olimpo con el pretexto de hacer un bien desencadenó en la ruina de toda su raza, y es el mismo acto que augura el fin de esta Era, un asunto que es sólo cuestión de tiempo.

Y el tiempo, el tiempo es sólo aquello que los dioses tenemos más que poder.

CRÓNICAS ZODIACALES: VIRGO

CAPÍTULO 4: ADVENIMIENTO

Un temblor de tierra acompaña el elevar de cosmos en una batalla que inicia en el Santuario de Eris.

"No estaba consciente de que Shiva y Ágora hayan hecho crecer sus cosmos tanto..." piensa sorprendido Shaka quien lo observa todo. "Realmente han hecho avances sorprendentes..." midiendo la fuerza de sus oponentes, el Santo Dorado de Virgo reflexiona. "Será una pelea difícil, sus poderes están muy igualados, pero al menos, no encuentro interferencia directa que esté elevando los cosmos de estos guerreros muertos de manera superficial."

Lanzándose con rapidez, Shiva ataca primero a Ian del Escudo, con una ráfaga de golpes que aún se antojan lentos para un santo de bronce.

"¡Nada importante!" se burla el guerrero en la armadura roja. "¿Esto es lo mejor que puedes hacer, estúpido?" pregunta Ian deteniendo todos los ataques de su enemigo interponiendo su poderoso escudo. "¡Mientras tengas esa calidad tan patética de golpes y cosmo, jamás serás capaz de siquiera ponerme en pequeños aprietos!"

"¿Qué?" pregunta Shiva sorprendido al ver que su enemigo no se ha movido ni un milímetro del sitio donde recibiera los golpes cósmicos que lanzara. "¡Imposible!" piensa, observando hacia sus espaldas como Ágora y Cristos inician su combate, al tiempo que Shaka permanece de pie, tan sólo observando como le pidieran. "¡Maldición!" piensa volviéndose apretando sus dientes contra su rival, alto de cabello largo y piel pálida, quien lo observa con una sonrisa torcida que le da un aspecto siniestro.

"¿Esperando a que tu Maestro te ayude?" pregunta Ian adivinando los deseos de el Santo del Pavo Real. "¡Eres tan inútil que no eres capaz ni siquiera de honrar tu propia promesa! ¡Jamás te imaginaste esta clase de batallas! ¡Ni en tus sueños más calenturientos!" Dice Ian carcajeando burlándose abiertamente de su oponente. "¡Eres como el sapo que sólo conoce el estanque, que cuando lo dejó para ir al mar, se petrificó de terror ante lo que encontró y que jamás imaginó terminando ahogado!" Cerrando sus ojos y haciendo de lado su escudo, Ian sonríe más abiertamente. "No te preocupes ¡yo te ayudaré a alcanzar tu destino! ¡Muere!"

Elevando su cosmo y haciendo arder el aire alrededor de él, Ian del Escudo lanza un ataque cósmico que envuelve a Shiva paralizándolo aún más.

"BONE CRASH SWIRL!"

Lanzándose por los aires, Ian del Escudo llega hasta un punto en lo alto del techo que incluso rompe, y entonces, en velocidades superiores a las del sonido comienza a girar, llevando sus brazos arriba de su cabeza como un bailarín y flexionando su pierna derecha para dejar extendida la izquierda, una elegante pero mortal técnica. La punta del pie de Ian comienza a brillar acumulando cosmo y golpea a Shiva en el pecho como si se tratara de un taladro. Cuando esto ocurre, Shiva lanza un grito desgarrador que rompe sus ropas y hace volar su casco lejos de él, cayendo exactamente frente a los pies de Shaka.

"¡Shiva!" grita preocupado Ágora al escuchar a su compañero gritar y ser alcanzado por el ataque del Santo del Escudo, da un paso intentando ir a ayudarle, cuando percibe que el cosmo de su oponente arde con una calidad que le hace estremecerse... ¡siente frío!

"¿Piensas darle la espalda a tu oponente, Santo de Athena?" pregunta Cristos sin abandonar su postura de ofensa y defensa a la vez. "¿Crees que serías de ayuda para él? Me parece que no sabes cuáles son tus prioridades: tú estás en graves problemas."

"Estoy comenzando a pensar que lo único que ustedes saben hacer es hablar y hablar, Santo renegado." Responde Ágora sonriendo. "Lo único que he sido capaz de observar de ustedes hasta ahora son sólo sus labios moverse para aburrirnos hasta la muerte con sus tontos relatos y un ataque a traición que les valió una efímera victoria."

"¿Qué has dicho?" pregunta Cristos ofendido por las palabras del Santo de la Flor de Loto. "¡Vas a tragarte eso que has dicho!"

Cerrando sus ojos e inflamando su cosmo, Ágora responde.

"Entonces tengo poco que temer, si esa amenaza la hubiera hecho yo, tendrías que estar temblando."

"¡Idiota!" grita Cristos abandonando su posición y lanzándose con furia contra su enemigo. Ágora sonríe satisfecho de haber roto la postura de su enemigo y explota con fuerza su cosmo de color púrpura deteniendo a Cristos en el camino, quien sorprendido se pregunta lo que ocurre. Alrededor de él, Ágora comienza a correr en círculos, lanzando una ráfaga de golpes que comienzan a golpear a su enemigo.

Shaka expande su cosmo por el lugar, pero se da cuenta que una vez más, su cosmo parece ser encerrado dentro de una cápsula.

"¡Una vez más ocurre esto!" exclama. "No soy capaz de expandir mi visión para buscar a Gurka... ¡y este cosmos que me envuelve!" Dice mirando hacia arriba de él, extendiendo sus manos asemejando un acto de mimo que tiene en frente de sí una barrera invisible pero tangible. "¡Es Eris!" Piensa poniéndose en guardia al reconocer el cosmo que lo origina aproximándose.

"Paciencia querido..." escucha la voz de la diosa hablando directamente a su mente. "Pronto estaremos frente a frente..." Concluye carcajeando con sorna.

Como si se tratara de un torrente de lava expulsado con violencia de un volcán, el cosmo de Eris se esparce por todo el recinto reavivando a sus guerreros con fuerza.

Shaka apretando sus puños indignado exclama: "¡Sois una diosa sin honor! ¿Es posible que tengáis tan poca confianza en vuestros guerreros que intervenís descaradamente en sus luchas?"

Eris carcajea divertida ante la pregunta del Santo Dorado de Virgo.

"¿Honor?" pregunta escupiendo la palabra. "Ése es un concepto muy vago, humano estúpido, uno que no se ajusta a mis estándares. Además ¿porqué habría yo de perderme de la diversión ahora que tengo nuevamente la oportunidad?"

Shaka intenta romper la cápsula de cosmo que le envuelve para ayudar a sus discípulos, pero encuentra una resistencia imposible de franquear.

"Ya te he demostrado antes que no puedes contra una pequeña muestra de mi fuerza en casa de Athena, ¿ahora pretendes hacerlo en la mía?" Pregunta Eris con tono fatídico. "Y te voy a ser honesta, Santo de Virgo... eres demasiado aburrido como para dejarte la fiesta en tus manos, mejor déjame a mí, que se lo que hago."

"¡Sois una diosa malsana e impúdica!" exclama Shaka impotente.

"¡No tienes una idea de cómo me excita el lenguaje sucio, Amado Mío! ¡Sigue así y me encontrarás entregada del todo a ti!" Responde una vez más la diosa de la Discordia.

Shaka detiene su lucha y permanece en silencio aparentemente rindiéndose quizá ante la imposibilidad que le parece tratar con la personalidad de la diosa.

"¡Ay no te desanimes, querido...!" agrega Eris. "¡Verás que todavía tengo una sorpresa más para reavivar tu pasión! Sólo espera a que llegue donde se encuentran ustedes."

Riendo fuertemente, Cristos brinca escapando de la ráfaga de golpes que Ágora le propina, impulsando su cosmo con la ayuda que la diosa de la discordia le dispensa.

"¡Una diosa me protege!" exclama Cristos en el aire carcajeando. "¡No eras y serás rival para mí jamás!" Juntando sus puños, el aire alrededor de Ágora se comienza a condensar.

"¿Qué es esto?" pregunta Ágora de Loto deteniendo su carrera y mirando hacia el cielo donde el Santo de la Cruz del Sur brincara. Sin perder la calma, el discípulo de Shaka junta sus manos y eleva su cosmo como una oración, haciendo que detrás de él se aparezca la figura de una flor de loto en botón. Poco a poco, la flor se abre y se convierte en energía que Ágora despide con rapidez contra Cristos, quien sorprendido por esta eventualidad recibe de lleno toda la furia del ataque de Ágora y es lanzado al suelo abriendo un boquete y perdiendo el sentido. "¡Shiva!" exclama en voz baja preocupado Ágora corriendo hacia donde viera caer a su compañero.

Ian se interpone en el camino de Ágora de manera sorpresiva.

"¿Vas a alguna parte, Santo de Athena?" pregunta con la misma sonrisa perversa que siempre demuestra, poniendo su mano en el vientre de Ágora, quien asombrado se detiene y observa lo que Ian hace. De la palma de su mano, una fuerte luz azulada emana y el Santo de la Flor de Loto es lanzado lejos hacia el otro extremo de la habitación. "¡Mi poder es más fuerte con la diosa apoyándome! ¿Y dónde está el poder de su Maestro ahora que lo necesitan? ¿Se dan cuenta de la gravedad de su error ahora?" Dice carcajeando mientras que polvo de las columnas y del techo caen en fragmentos como consecuencia de la violencia de la batalla.

Shiva recobra poco a poco el conocimiento, siente sus manos débiles y le resulta difícil enfocar su vista. Observa como poco a poco, Ian del Escudo camina hacia donde se encuentra Ágora.

"¿Respiras aún?" dice Ian volviéndose a él con sorpresa interrumpiendo su camino contra el Santo de la Flor de Loto. "¡No esperaba que fueras capaz de resistir el impacto de mi técnica! Esas armaduras que ustedes tienen no son tan débiles como las de bronce..." Reconoce el Santo renegado.

Shiva escucha estas palabras sorprendido.

"¡Eso es!" piensa observando fijamente al hombre de armadura roja. "¡La fuerza de su armadura es menor que la de la nuestra!" Con nuevo impulso, Shiva logra ponerse de pie, dando un traspiés a causa del esfuerzo.

Ian carcajea sonoramente al observarlo parado ahí, delante de él con tantos problemas.

"¡Ja!" Dice haciendo repetir esa burla con el eco del edificio. "¡Eres una vergüenza para verte! Deberías saber cuándo aceptar la derrota con dignidad, estúpido!" Concluye cambiando su cara burlona por una llena de ira y desprecio.

"¡No existe dignidad en ser derrotado por alguien como tú, Ian!" responde al fin Shiva del Pavo Real comenzando a elevar su cosmo. "¡Deberías de seguir siendo comida de gusanos!" Las plumas de adorno de su armadura lapislázuli se elevan detrás de él asemejándose a la cola de un pavo real mostrando todo el esplendor de su abanico. Los ojos cerrados, el cosmo elevándose, su mente concentrándose. Estudiándolo, Ian detiene sus pasos y se planta firmemente.

"¿Volverás a intentar derrotarme con tu inútil velocidad, Shiva?" pregunta sonriendo. "¿No has comprendido que mientras tenga esto..." dice levantando su brazo mostrando su escudo. "... no serás capaz de derrotarme?"

"Soy un mal estudiante." Dice finalmente abriendo sus ojos, completando la explosión de cosmos que toma por sorpresa a Ian del Escudo que observa múltiples brazos y golpes provenir del guerrero de Athena, en una velocidad que comienza a superar la que hasta ahora exhibiera. "¡ATAQUE DE LOS CIEN BRAZOS!" Exclama finalmente Shiva del Pavo Real.

Refugiándose detrás de su escudo, Ian permanece inmóvil producto de la sorpresa de la furia del ataque de el guerrero de Athena que hasta hacía unos instantes antes, parecía del todo derrotado.

"¡Jamás lograrás vencerme, Shiva!" exclama el Santo del Escudo amenazante. "¡Y no podrás mantener la fuerza de tu ataque cómo hasta ahora, y cuando eso ocurra, será tu fin!" Dice amenazadoramente.

"¡No lograrás cumplir tu amenaza, infeliz!" Dice Shiva quien aumenta su cosmo y la rudeza de su ataque. Como si el escudo fuera una sombrilla protegiéndole de una lluvia de golpes, Ian comienza a sentir un dolor fuerte en su brazo observando con angustia que su escudo, comienza a cuartearse ante el embate de Shiva del Pavo Real.

"¡Imposible!" exclama al observar esto. "¡Esto no puede estar ocurriendo!"

"¡Tu armadura es débil, Santo del Escudo! ¡Y una que no te pertenece ya más!" Los múltiples golpes de Shiva finalmente logran destrozar la armadura, la cual, resquebrajándose comienza a caer en pedazos mientras que los golpes de Shiva lastiman puntos vitales en Ian. Sin mayor protección, el antiguo Santo del Escudo recibe la tormenta cósmica sin oponer resistencia. Cuando al fin termina, Shiva le observa tranquilamente, mientras que en su garganta se agolpa algo parecido a fuego líquido que expulsa por la boca para observar que es sangre de sus vísceras explotadas. "¡No!" piensa con angustia. "¡No otra vez la angustia de la muerte!" Todo se oscurece en su visión para caer sin vida pesadamente.

Se escuchan unos aplausos al silencio que le sigue la caída del guerrero. Shiva se pone en guardia mirando hacia el otro lado, cuando observa que en una puerta alta, el cosmo que ayudara a su enemigo se hace más presente. Poco a poco, ingresa a la estancia, una joven mujer de alrededor de doce años y aspecto frágil, de cabellera rubia y piel muy pálida que sostiene un tridente en su mano derecha.

"¡Muy bien hecho, me han sorprendido!" dice la mujer con voz aguda. "Veo que he llegado en el mejor momento, eso me complace."

"¡Eris!" exclama Shaka midiendo el poderoso cosmo de la diosa quien rompe la burbuja cósmica donde lo encerrara.

"¡Esa soy yo!" exclama la diosa llevándose su mano izquierda al pecho y poniendo cara inocente. Calla cuando observa que Shaka parece concentrarse en su apariencia. "¿Sabes que es más molesto para una mujer hermosa de ser observada tan majaderamente?" Pregunta sin esperar realmente una respuesta. "¡Qué cuando lo hacen lo hagan con los ojos cerrados!" Concluye. Caminando con seguridad, la mujer baja por el aire como si hubieran unos escalones. "¡Sin ver debajo del vestido, pícaro!" Dice sonriendo y guiñando un ojo agitando su dedo índice negando hasta llegar casi hasta al frente del Santo Dorado de Virgo, quien no renuncia a observarla detenidamente. "Que mi apariencia no te engañe fácilmente, mortal." Dice Eris solemnemente. "El cuerpo podrá parecer débil, pero ¡sabes en carne propia que soy capaz de muchísimo más de lo que te imaginas!"

Ágora se pone de pie con trabajos para observar que Ian ha caído y que ahora la atención de su compañero Shiva se concentra en la figura frágil que emana un poder cósmico increíble y que está frente de su Maestro. Intenta moverse hacia donde Shaka se encuentra pero la voz de éste le detiene.

"¡No lo hagan!" dice con tono enérgico. "Ustedes han peleado su batalla, ahora es tiempo de que me dejen hacer la mía." Explica.

Eris carcajea ante las palabras del Santo Dorado de Virgo.

"Aguafiestas hasta el final, ¿no es cierto?" pregunta burlonamente. "No deberías de quitarle a tus estudiantes las ganas por pelear ¿no es a eso por lo que los mandaste aquí por principio de cuentas?"

"SOUTHERN CROSS THUNDER PUNCH!" interrumpe de pronto la voz del olvidado Cristos, quien haciendo a un lado un fragmento de pared que le había caído encima eleva su cosmo destrozándolo y emitiendo un brillo de tono verdoso.

"¿Qué?" pregunta Eris sorprendida.

Cruzando sus brazos, el alto joven de piel blanca y cabello rubio enfría la humedad alrededor suyo. bajando la temperatura de todo objeto cerca de él. Un brillo emana del cruce exacto de sus manos y una ráfaga de cosmos helado se lanza contra Ágora y Shiva, quienes tomados por sorpresa totalmente son alcanzados por su enemigo cayendo violentamente contra la pared opuesta sintiendo como fragmentos de cristal los golpea rasgando la piel de sus rostros, heridas que comienzan a sangrar de forma inmediata. Caminando poco a poco, Cristos se aproxima a los discípulos de Shaka mostrándose satisfecho.

"¡Acabaron por suerte con Ian pero yo no soy tan débil!" dice aproximándose. "¡Reciban de mí la muerte blanca!" Su cosmo comienza a concentrarse un poco más preparando un último ataque devastador cuando de pronto, un golpe en su espalda lo llena de un dolor inmenso. Volviéndose hacia su pecho sintiendo que lo que le golpeara le ha atravesado, confirma incrédulo que su piel, sus huesos y su armadura han sido destrozados por el cetro de la diosa Eris, la cual ha lanzando su tridente desde lejos alcanzándole. Bajando sus manos con angustia toca las puntas del tridente que le ha atravesado comenzando a comprender que está viviendo sus últimos segundos y se vuelve hacia la diosa con una mirada de decepción e incomprensión que dura sólo unos momentos antes de desplomarse. Sorprendidos, Ágora y Shiva miran como Eris se aproxima poco a poco para recoger su tridente, sacándolo en medio de una obscena escena de muerte, para ponerlo de pie, mientras que la sangre de Cristos se derrama en sus manos, para caer como gotas bajo de su puño.

"¡Odio que me interrumpan cuando estoy hablando!" dice Eris mirando su mano con repugnancia y quemando su cosmo hasta evaporar la sangre del que fuera su sirviente. Sin prestar la menor atención a los Santos de Athena se vuelve hacia Shaka, quien volviéndose poco a poco reprueba.

"¡Qué pronto mostráis tu verdadero y abyecto ser, diosa traidora!" La voz de Shaka suena firme e indignada. "¡Habéis matado a uno de vuestros sirvientes! Aquel que hace unos momentos dijera que jamás le traicionaríais como culpaba a Athena de haberlo hecho..."

"¡Ése fue su gran error!" responde Eris carcajeando al observar una vez más al Santo de Athena mostrando emociones. "Pero muy oportuno, al menos me permitió observarte una vez más desesperado y enojado, algo mucho mejor que tu aburrida cara inexpresiva."

"¡Sois una víbora!" Exclama Shaka de Virgo asqueado.

"Sí, sí lo soy." Dice Eris llevándose una mano al pecho sobreactuando pena. "¡Soy una diosa mala, mala!" Y luego, interrumpiendo el melodrama, pone gesto maligno para decir. "Pero, para que nos reconciliemos, quiero mostrarte que no me he quedado sin juguetes para jugar en esta pequeña fiestecita tuya y mía." Volviendo su mirada hacia la puerta por donde entrara, unos pasos se escuchan, para decir: "¡Quiero presumirles mi más reciente adquisición! ¡Y no lo tomé del Hades! ¿No es emocionante?" Su tono de voz adquiriendo un tono aniñado.

Shaka de Virgo vuelve sus sentidos hacia la puerta para ver entrar, de manera tranquila y con mirada perdida a un joven alto de cabello negro y piel morena, cubierto por la armadura de La Campana.

"¡Gurka!" exclama Shaka asombrado. "¿Qué le habéis hecho, diosa impía?" pregunta enojado volviéndose de inmediato hacia la diosa.

El joven salta desde ese lugar y cae frente de Shiva y Ágora quienes lo observan atónitos. Su mirada perdida y sin brillo se torna más nublada cuando su cosmo se eleva de manera agresiva.

"TOLLING BELL!" grita levantando una pequeña campana de estilo tibetano y golpeándola, magnificando las ondas con su cosmo y lanzando un destructivo ataque sónico. Velozmente, Shiva y Ágora se separan, esquivando por apenas el ataque de su antiguo compañero, que destruye la pared donde hubieran estado recargados.

"¡Déjalo en libertad, Eris o yo...!" comienza a amenazar Shaka molesto cuando, Eris, sin volverse hacia él y sin dejar de prestar atención a Gurka exclama.

"¡Shh!" Dice agitando la mano de manera altiva ordenándole que se calle. "¡No me dejas prestar atención a esto!" Eris posa su mirada y su cosmo determinando la seriedad del ataque de Gurka contra los discípulos del Santo Dorado de Virgo, desconfiada aún de la facilidad con que lo ganara para su lado.

"¡Estoy fastidiado de ti, quiero acabar con esto y lo haré ahora!" grita Shaka molesto explotando su cosmo y llevándolo hasta el Séptimo Sentido.

"¿Qué?" pregunta asombrada Eris al comenzar a vislumbrar el poder del que el Santo de Virgo comienza a hacer gala. "¡Este no es un cosmo común y corriente! ¿Qué es eso?" pregunta observando que detrás del Santo Dorado de Virgo, se materializa la figura de una joven sobre un caballo blanco que cabalga sobre el aire con cientos de almas alrededor suyo.

"¡SUMISIÓN AL INFIERNO!" grita Shaka explotando su cosmo de manera destructiva. El rostro de Eris se ilumina al observar la increíble energía al ir a su encuentro.

Desde fuera, el sol comienza su viaje hacia el final del día. El Santuario de Eris emite un sonido sordo, aparentaría el ronquido de una bestia durmiendo, aunque en realidad sería un golpe mortal dado desde el interior de esa bestia. Un enorme haz de luz se despide de su techo, rompiéndose y escapando hacia el cielo, explotando ahí y asemejando un segundo sol que de pronto hubiera escapado del complejo de ruinas. El trueno consecuente de la explosión es escuchado a kilómetros a la redonda.

La cámara del Patriarca en la cima de la Colina Zodiacal, donde Saga de Géminis, posando como el líder del Santuario tras haber asesinado al antiguo regente y Maestro de Mu de Aries sigue los acontecimientos por medio de su cosmo.

"Ya la pelea ha comenzado." Piensa a la espera de un resultado. "El poder de Shaka es asombroso, tal y como siempre me imaginé. Es peligroso un hombre con tanto poder, aún y cuando hasta ahora me haya demostrado lealtad. Un enfrentamiento con él de manera directa es algo que no desearía que ocurriese."

Los pasos de un Santo suenan detrás de él, y reprimiendo un suspiro de molestia, Saga se vuelve pensando.

"¡A veces interpretar este papel puede ser tan aburrido!" Hablando a través de la máscara que cubre su rostro, el Santo de Géminis recibe al responsable de esos sonidos, quien se ha arrodillado a los pies del trono. Sentándose con majestuosidad, Saga es ahora el Máximo de los 88 Santos de la Orden de Athena. "Afrodita ¿porqué has salido de la Casa de Piscis? ¿Crees que tengo obligación de recibirte cada vez que a ti te plazca?"

Mirándolo con pena y demostrando algo de dolor, los dulces ojos azules de Afrodita se posan sobre el soberano del Santuario.

"¿Porqué me habla así, Su Excelencia?" pregunta como reproche con una voz que suena alteradamente gruesa. "¿Le desagrada mi cercanía?"

"Afrodita..." responde El Patriarca poco a poco, recordándose que tiene que ser paciente. "Sabes que tu presencia aquí es casi siempre bienvenida, sin embargo, el tenerte entrando de manera furtiva es algo que por momentos me pone nervioso."

"¿Porqué?" pregunta poniéndose de pie el joven peliazul, revelando la gloria de la armadura dorada de Piscis, que brilla con magnificencia, envolviendo un Santo alto de aspecto tan bello que rayaría en lo femenino. "Jamás hubo esa clase de molestias en la era del mito..."

"¡Calla!" exclama El Patriarca levantando violentamente su mano. "¡Tú sabes que estos son tiempos diferentes!" Afrodita le escucha bajando el rostro que se ensombrece ante esta declaración. "Por lo mismo debemos de ser más cuidadosos. No hay guerra que hasta el momento se haya librado entre los dioses que se asemeje a la actual: el secreto y la discreción son obligatorios para el cumplimiento de nuestros objetivos y así algún día..." dice dulcificando su tono. "... Volver a gozar de aquello que se podía en la época del mito."

La promesa proferida por El Patriarca provoca una sonrisa en el rostro del Santo de Piscis, y en sus ojos aparece algo parecido a la esperanza.

"Yo me preguntaba..." dijo al fin el Pez Dorado. "... ¿Porqué matar a la diosa de la guerra cuando nos podría ser de mayor utilidad viviendo aquí, en el Santuario de Athena? Los demás son ignorantes, ella bien podría pasar por la de los Ojos Grises, sin que tengamos que perder a un aliado poderoso y a Eris."

"Afrodita, yo tengo mis razones. Una diosa de la guerra no es necesariamente un sustituto confiable para otra. Piensa que lo mejor que podría pasar es que esos dos se exterminaran mutuamente, pero el sólo hecho de que uno venza sobre el otro facilitará nuestros planes a futuro. Mis decisiones no obedecen a caprichos, Santo Dorado de Piscis. Todo está ejecutándose de acuerdo a una estrategia: diluir y debilitar las fuerzas de los enemigos..." levantándose, el Patriarca camina levantando su puño y mirando hacia la pared detrás de su trono. "¡Cuando todo esto acabe no habrá espacio más que para un solo gobernante del universo!"

"¡ATAQUE DE LAS CIEN MANOS!" grita Shiva lanzando su máxima técnica contra Gurka quien la esquiva fácilmente, el Santo de la Campana patea con fuerzas al del Pavo Real en un costado lanzándole contra otro de los ya frágiles muros que parecen ya no poder soportar la batalla que sostienen los antiguos compañeros.

"¡FLOR DE LOTO!" grita ahora Ágora lanzando una miríada de golpes contra Gurka quien volviéndose tranquilamente muestra la bóveda de su campana contra la energía de su compañero para absorber la fuerza cósmica del ataque y regresarla a manera de ondas sonoras que alcanzan a herir a ambos Santos al apuntar contra el suelo que los sostiene. Con dolor, ambos guerreros caen.

La risa de Eris hace eco por todo el sitio, quien se adelanta un poco de donde Gurka está observando a sus antiguos compañeros caídos.

"Me lograste sorprender, Shaka de Virgo, creo que después de todo no eres tan insignificante como me pareciste al comienzo." Dice ella avanzando y sin abandonar su tono socarrón. "Sin embargo, aunque pueda reconocer esto, tu poder aún dista mucho de ser capaz de vencer el cosmo de una diosa." Señalando con su mano libre a sus discípulos detrás de ella agrega. "Tú y tus discípulos correrán con la misma suerte, creo que de eso no te debe de quedar la menor duda para estos momentos. Tú no eres un dios, aunque digas que estás cerca de serlo. Como puedes ver..." dice mientras observa a unos metros de ella a un Santo Dorado de Virgo sentado en el suelo tras haber recibido su propio ataque de vuelta. "Todos ustedes están a merced de un solo golpe final, mismo que asestaremos ya, puesto que esta fiesta tiene que terminar, ya que ha dejado de serme entretenida."

"¡No, Maestro!" grita negando con la cabeza Shiva ignorando a Gurka delante de él quien permanece amenazante con su campana apuntada a ellos.

"¡Esto es lo que has logrado, Gurka!" reprocha Ágora observándole enojado y con rencor. "¡Jamás me pareciste digno de ser considerado como uno de los mejores discípulos del Maestro y ahora estás ayudando a su caída! ¡Eres un traidor!"

"Bien, pues me parece que esto ha terminado ya..." dice Eris haciendo arder su cosmos y levantando su tridente apuntándolo contra Shaka. "No te preocupes, Shaka de Virgo..." dice Eris. "Esto es sólo el comienzo, más allá de esta vida nos encontraremos, de eso puedes estar seguro." Bajando su mano, lanza con fuerza el tridente que sostiene con su mano directamente contra el Santo Dorado de Virgo.

Aún entre segundos existe una cantidad enorme de tiempo en la que muchas cosas pueden decidirse. Viendo el inminente final cerca, Shiva y Ágora exclaman sintiendo que la angustia les invade por su Maestro que enfrenta una muerte segura, pero Gurka no observa, siente que el aire le golpea el rostro, y con esfuerzo, logra recuperar el brillo de su mirada perdida comprendiéndolo todo en un instante. Moviéndose a una velocidad parecida a la de la luz, el Santo de la Campana se lanza por el espacio que lo separa de Shaka de Virgo soltando su campana que cae poco a poco; el tridente de Eris que parece recién ha abandonado su mano queda detrás de él, ante la mirada defraudada y sorprendida de Eris quien observa como su tridente es interrumpido en su camino final por el cuerpo de Gurka, el cual recibe el castigo de la diosa ofreciendo su vida por la de su Maestro. El cuerpo de Gurka es traspasado al mismo tiempo que su campana choca contra el suelo y rueda inútilmente.

Shaka recibe a su estudiante entre sus brazos, quien ha sido atravesado por el tridente de la diosa de la discordia.

"¡Gurka!" exclama Shaka observando a su discípulo, casi sin fuerzas. "¿Qué habéis hecho?"

"Maestro..." responde Gurka abriendo sus labios, por los que comienza a escapar un hilillo de sangre, sonriendo. "No se preocupe, no pierda la calma... yo sólo estoy siguiendo el camino que mi propósito me ha re...velado..." dice hablando con dificultad. "Usted es... necesario aún para el mundo, debe de volver a su pro... propósito. ¡Regrese a él!" Shaka le escucha con gesto angustiado cuando nota que el cuerpo de Gurka comienza a experimentar los espasmos de la muerte. "¡Ágora! ¡Shiva!" exclama intentando gritar sin lograrlo. "¡No lo dejen sólo... el aislamiento no es bueno para... él...!" Y así, Gurka, discípulo de Shaka, deja este mundo, creyendo que sus antiguos condiscípulos le han escuchado porque gritaba, cuando era sólo el deseo de ello lo que lo hizo creerlo.

"¡Maldito!" dice finalmente Eris rompiendo el grave silencio. "¡Me engañó! ¡Él me traicionó a mí!" Grita incrédula. "¡Una eternidad en el infierno no será castigo suficiente!"

"Yo por el otro lado..." dice Shaka depositando con suavidad el cuerpo de su discípulo en el suelo y poniéndose de pie desafiante ante Eris. "...No estoy dispuesto a daros el lujo de una eternidad de castigo como recompensa."

"¿Qué?" pregunta Eris observando como el cosmo de Shaka comienza a manifestarse a su alrededor en forma de relámpagos que iluminan la oscuridad y de rayos de energía que rodean la figura del Santo Dorado de Virgo.

"¡El universo no puede ni debe soportar la tiranía de seres bestiales cómo habéis demostrado ser, Eris!" Con un movimiento elegante y varonil, Shaka se desprende de su capa blanca para cubrir con ella el cuerpo de Gurka. "¡Tu efímera presencia ha ocasionado más muertes de las que estoy dispuesto a tolerar!"

"¡Maestro!" exclaman al mismo tiempo Shiva y Ágora al notar a su Maestro lleno de furia.

"¡No me hagas reír!" dice Eris observándolo todo con una sonrisa, pero sin acertar a saber la razón exacta de porqué en estos momentos, se siente presa de un miedo que comienza a invadirla. "¡Tú que no has sido capaz de soportar la presión de mi cosmo! ¿Qué puedes hacer ahora que no pudiste impedir que uno de sus alumnos muriera?"

"¡Eris!" dice Shaka alzando la voz haciéndola callar. "He podido observarte y he determinado que el cuerpo que habitas no es uno en el que hayas estado desde hace mucho tiempo. Dijisteis que no me dejara llevar por tu apariencia, y he observado una pequeña muestra de la basura que pensáis traer a este mundo, yo te digo ahora, que tampoco me toméis por un ignorante."

"¿Qué dices?" pregunta Eris sin comprender las palabras del Santo Dorado de Virgo quien se adelanta dos pasos para dejar el cuerpo cubierto de Gurka detrás de él.

"Un dios se encuentra en su momento más expuesto cuando ha comenzado el momento de una posesión2, ahora me resulta claro que el cuerpo que habéis tomado como recipiente aún no es capaz de ser usado para vuestros malvados propósitos en toda la extensión de tu poder, el devolverme mi técnica lo agotó. Ahora yo te digo: tampoco sobreestimes las capacidades de tu poder." Concluye Shaka señalando a la diosa condenatoriamente. "¡Despídete de este mundo, Eris, habéis traído a este tu última desgracia!"

Concentrándose intensamente en su cuerpo el cosmo de Shaka explota.

"¿Qué hace?" pregunta Eris retrocediendo con temor y alzando su brazo para protegerse.

"¡El Maestro...!" exclama Shiva asombrado observando al Santo Dorado de Virgo.

"¡Está abriendo sus ojos!" concluye Ágora la frase iniciada por su compañero.

Un fulgor dorado escapa debajo de los párpados de Shaka al liberar la explosión de su cosmo contra la diosa de la discordia al tiempo que grita:

"TENBU HORIN!"

Instantáneamente el entorno que les rodea se torna en una dimensión sin suelo en donde Shaka y Eris parecen flotar en el aire. Sus cabellos moviéndose por la tempestad de viento que el despertar de la fuerza del cosmo de Shaka provoca.

"¿Qué es esto?" pregunta Eris sobreponiéndose a la sorpresa de los acontecimientos. "¿Malgastas tu cosmo en espectáculos visuales? ¿Me sigues subestimando, Shaka?"

"¡No tienes escapatoria ya, Eris!" grita Shaka observándola con furia, mostrando sus ojos verdes y un lunar a la mitad de su frente. "El Tesoro de la Danza Celestial es mi técnica máxima que encierra en sí misma el poder destructivo del ataque y la resistencia de la defensa, en otras palabras: atacar y defenderse son imposibles para ti."

"¡No tiene sentido lo que dices!" exclama la diosa de la discordia molesta. "¡Tus palabras sólo buscan impresionarme pero no lo lograrás!" Dice mientras que se mueve y notando que su movimiento está limitado por el poder de Shaka que sigue creciendo.

"El Tesoro del Cielo irá privando a tu cuerpo humano de cada uno de sus sentidos hasta que habitarlo resulte más una carga para ti que una ventaja." Dice Shaka juntando sus manos con aparente tranquilidad. "¡Ahora te privaré del Sentido del Gusto!" Dice mientras que alza su mano derecha.

Eris siente como la energía de Shaka explota en su interior, grita pero pronto su alarido es ahogado al sentir como el gusto es suprimido de su cuerpo.

"Ya no tengo que escuchar tu incesante parlotear, Eris. Ahora te das cuenta que quien me ha subestimado desde el comienzo eres tú. Acabemos con tu sentido de la vista ahora." Dice mientras que alza nuevamente su mano seguida de una explosión que emana de su palma. La vista de Eris parece nublarse de inmediato. "Ya ahora tú no tendrás que soportar mi espectáculo de luces y mi derroche cósmico... ¡tu olfato, lo quiero!"

Eris intenta gritar, en su mente, existen maldiciones y blasfemias que se acallan cuando un acceso más al mundo físico se cancela al despedirse de su sentido del olfato.

"¡Renuncia a ese cuerpo, Eris! ¡No me hagas destruirlo cuando el resultado es el mismo! Una vez más apelo a tu sentido de la honorabilidad." Dice Shaka. La diosa de la discordia niega con dificultades y con vehemencia. "¡Que así sea, estas fueron las últimas palabras que habéis escuchado, ahora te privaré de tu sentido del oído!"

Como si cayera en un precipicio sin fondo, permanece quieta, insegura de qué hacer. Escucha el aproximarse de una energía que sisea y logra percibir el calor de la misma al tocarla. Sin manera de saber lo que tiene enfrente, es más ahora un cadáver viviente.

"¿Es esto lo que los humanos experimentan cuando mueren?" piensa Eris angustiada pensando en Cristos a quien despachara y cayera mirándola con esa mirada llena de terror. "¿Cómo lo logran resistir? ¡No quiero!" grita en su mente. "¡No quiero dejar de existir!"

Entonces lo siente, un ataque más que la priva de su sentido del tacto, ocasionando que el cuerpo que la habita comience a caer. Llena de pánico, reconoce que las fuerzas de este cuerpo comienzan a flaquear y decide salir. Ante el cuerpo caído de la joven, Shaka observa como la esencia de Eris abandona el cuerpo.

"¡Has cometido un grave error al creer que privándome de este cuerpo humano estarás a salvo, Santo de Athena! ¡Ahora mi rabia será incontenible...!"

Shaka la observa tranquilamente haciendo brillar su cosmos.

"¡Y tú has cometido un error al no huir de inmediato, Diosa Descarriada, ya que me encuentro listo para castigaros una vez más!" dice haciendo explotar su cosmo. "RIKU DORIN NE!" grita lanzando su poder contra la energía divina quien inicia un recorrido por las diferentes dimensiones que Shaka llama "Cielos".

Resistiendo apenas, la esencia del ser que se hace llamar Eris, vaga erráticamente por el aire tras sufrir el castigo de la técnica del Santo Dorado de Virgo, Vertiéndose en una manzana dorada que se deposita en el suelo, esperando que el humano sirviente de Athena sea capaz de mostrar misericordia y no exterminarla.

"No puedo confiar en que así será..." Piensa angustiada concentrando su cosmo en otro que no se encuentra en aquella estancia pero que permanece en espera de su llamado. "¡Escúchame guerrero mío! ¡Ven en mi auxilio y sácame de aquí rápidamente!" Dice mientras que su alma se encierra completamente en la manzana dorada que queda a unos metros delante de Shaka que reconoce que el final de esta batalla ha sido ganado con mucho esfuerzo. Moviéndose poco a poco con la manzana está a punto de tomarla cuando de pronto un cosmo muy fuerte lo interrumpe y lo intenta golpear haciéndole tropezar.

"¡No!" dice Shaka, conocedor de que si no acaba con Eris en esta oportunidad, en una siguiente será más difícil hacerlo.

"¡Maestro!" exclaman Shiva y Ágora quienes acuden a ayudarle a levantarse. "¡Maestro!"

"¡La Manzana Dorada!" exclama Shaka extendiendo su mano, para encontrarla desaparecida de donde estuviera. Mirando hacia arriba, sienten la presencia de alguien que los observa. Y ahí, en una especie de ventana que da hacia los riscos de las montañas, un hombre en armadura de color púrpura que sostiene la manzana en su mano los observa desde las sombras que ya invaden el recinto llegado el atardecer y no permitiendo observar su rostro con claridad. Un par de orificios brillantes donde debieran estar sus ojos, unos ojos que se posan en Shaka con un odio absoluto. "¿Quién sois?" pregunta el Santo Dorado de Virgo al sentir el cosmo agresivo de aquella figura misteriosa. El hombre no hace sino observarlo con más odio y dando la media vuelta brinca por la ventana para desaparecer en el vacío de las montañas.

Shiva y Ágora se levantan para ir tras el desconocido pero Shaka, con voz tranquila les impide moverse.

"¡No vayan tras de él!" Ordena. Poniéndose de pie, siente como sus alumnos lo observan sin comprender porqué ordenó eso. "Hay victorias que pueden parecer insuficientes, pero que seguirán siéndolo mientras no se fuerce a que sea más grande, déjenlos ir." Caminando hacia el pasillo, Shaka respira preocupado preguntándose si verá de nuevo a Eris y en qué circunstancias podrán vencerla ya sin la ventaja de la estrategia nacida en el fragor y las condiciones de este último combate. Recordando el cuerpo que Eris utilizara para su posesión, Shaka ordena. "¡Shiva, traed a la joven contigo!"

"¡Sí, Maestro!" dice el Santo del Pavo Real poniéndose su casco de nueva cuenta y obedeciendo al Santo Dorado.

"¿Y qué hacemos con Gurka, Maestro?" pregunta Ágora en voz baja acercándose al cuerpo cubierto por la capa del Guardián de Virgo.

Bajando su cabeza, Shaka suspira diciendo:

"Traedlo también, Ágora, murió como un Santo de Athena y su lugar de descanso se encuentra en El Santuario." Concluye saliendo de la habitación y dirigiéndose afuera del Santuario de Eris.

Recargado en un risco, escondiendo su cosmos y observando hacia el oeste, el hombre que sostiene la Manzana Dorada que encierra la esencia de la diosa de la Discordia permanece callado, él y sus pensamientos, como si lograra observar desde ahí el Santuario de Athena.

"No te desesperes..." dice la voz de Eris con tranquilidad. "Podrás ejecutar tu venganza contra los odiados Santos dorados pronto. Si has esperado tantos años, creo que podrás esperar un poco más, por ahora, llévame de aquí y déjame descansar..." dice mientras que el hombre de la armadura púrpura y negro comienza a moverse en dirección opuesta a la que estuviera viendo con tanta fijación obedeciendo a la voz que se emite desde aquel fruto de aspecto exótico. "Sólo necesito un poco de tiempo... de muy poco..."

"Maestro..." dice Shiva quien parado junto con Ágora y Shaka, observando como el Carro de Apolo da paso a la noche al concluir su camino. "¿Qué hará con esta mujer si está casi muerta?"

"No morirá, Shiva..." dice Shaka tranquilamente. "Ella por ahora duerme, su cuerpo ha sufrido mucho, pero pienso que es una posibilidad que viva, y tenerla cerca es lo mejor que podemos hacer, considerando que es el cuerpo que la diosa de la discordia eligió para reencarnar."

"¿La llevará al Santuario?" pregunta Shiva una vez más.

"Sí." Responde el Santo Dorado de Virgo sin más explicaciones.

Observando los últimos rayos del sol desaparecer tras las montañas, Shaka de Virgo reflexiona sobre las últimas palabras de Gurka y sobre el poder de esta enemiga, y se pregunta lo que el destino les depara.

"Gurka me dijo que debía regresar al camino de mi propósito..." dice pensando seriamente. "¿Acaso es que me desvié de él? He pensado que soy un hombre poderoso, pero hoy nuevamente sentí miedo e ira, dejé que la desesperación guiara mis pasos y demostré mi condición humana cuando estoy llamado a ser un dios..." dice mientras que comienza su camino hacia el Santuario. "Para asegurar una victoria y el cumplimiento de mi meta debo de convertirme en un dios, para que así nadie nunca jamás me logre vencer. ¡Estaré preparado a enfrentar en el futuro a dioses, si soy capaz de vencerlos, entonces no deberé de temer ni a ellos, ni a los hombres!"

El manto estrellado de Grecia cayó sobre de ellos, y en la lejanía, la constelación del Fénix brilló ominosamente, como en respuesta a los pensamientos y esperanzas de Shaka, el Hombre más Cercano a ser un Dios...

"Lo que es humano, es inmortal..." Bulwer-Lytton

FIN DEL VOLUMEN 2 DE LAS CRÓNICAS ZODIACALES

1 Atlante también conocido por la mayoría de las personas como Atlas, el mismo gigante titán condenado a cargar sobre sus espaldas el peso de La Tierra.- Nota del Autor.

2 Este concepto lo introduje en su momento en la Crónica Zodiacal de Géminis, las palabras que el mismo Saga de Géminis pronuncia a Ares para realizar su movimiento de aprisionamiento. También en la serie de Saint Seiya se logra determinar esto al observar la batalla de Athena contra Poseidón quien no ha logrado despertar del todo en el cuerpo de Julián Solo.- Nota del Autor.