¡Feliz Navidad, queridos/as mías/os! Qué tal están yendo las vacaciones? Venga, podéis presumir, que yo de eso no tengo... Así que los que no dejáis RR ya os podéis ir buscando una excusa mejor que la falta de tiempo porque poco que tengáis, seguro que es más que el mío.

Bueno, mejor vamos con el capítulo cuanto antes. La respuesta a los RR la encontraréis en otro RR mío ya que ahora los de no nos dejan contestarlos en el capítulo... Y sí, ya sé que hay un sistema maravilloso para contestar a los RR de los registrados, pero como a los anónimos los tendré que contestar de alguna manera y sólo se me ocurre esta, pues nada. Pero si alguno/a tiene interés en que la respuesta le llegue al correo, me lo dice y yo se lo contesto por la otra vía.

Ahora sí que os dejo con el capítulo...

Por amor al arte 27.

El pequeño factor incontrolable.

Cripta de los Mahutam.

(Puede que en Egipto)

Lizbell caminaba por los laberínticos pasillos de la cripta de Los Mahutam, llamada así porque los miembros del Clan la usaban como lugar de "segunda sepultura". Es decir, que todos y cada uno de los fallecidos marcados tenían una lápida con su nombre allí, pero dentro no había nada, aunque en la piedra se podía ver un retrato del finado.

El lugar tenía la majestuosidad de una pirámide del antiguo Egipto, cosa que, teniendo en cuenta que la mayoría de los miembros del Clan no dejaban cadáver al fallecer, resultaba bastante sorprendente.

Lizbell se lo comentó a Karen la primera vez que estuvieron allí. Su casi hermana sonrió y le explicó que aquel lugar era obra de Merneit. La avispada ladrona, cuya osadía a la hora de robar el Cetro de Sekhmet le otorgó el liderazgo de los Mahutam, seleccionó personalmente cada uno de los hechizos protectores del lugar; el más ingenioso de ellos era el que le hacía variar su situación por el mundo con cada luna llena, hechizo que nadie había logrado neutralizar ni reproducir y que dificultaba su localización hasta para los mismos Mahutam.

Otro de los hechizos, muy conocido popularmente, consistía en que cada vez que uno de los miembros del Clan fallecía de forma definitiva, un retrato del mismo y una placa con su nombre se alzaba en uno de los pasillos del templo, generalmente en orden cronológico.

Lizbell sonrió, recordando aquel paseo por la historia del arte en el que Karen había ejercido de anfitriona, ya que a través de los retratos de los Mahutam se podía establecer una línea temporal.

Empezaba con la pintura egipcia: todos los retratos de perfil, con el ojo bizqueando (ya que era lo único que poseía movimiento) y una sonrisa. Los Mahutam siempre sonreían en aquellos retratos... Lizbell sabía que a los niños pequeños les encantaba ir a esa zona a hacer rabiar a los ojos, obligándoles a seguirles en sus carreras de un lado a otro.

Seguían los frescos romanos o mosaicos, según los gustos del personal, que se prolongaban durante varios siglos, ya que a ningún Mahutam le entusiasmó demasiado el arte románico ni el gótico. Hacia el año mil desaparecía el movimiento de las pinturas, coincidiendo con su ruptura definitiva de las buenas relaciones con los magos de Sangre Limpia.

Poco después llegaban los cuadros de la Escuela Flamenca, reemplazados por desnudos a lo "Venus de Urbino" o "David de Miguel Ángel" unidos al ascenso al poder de Elora Esktar, otra de las grandes. Era una suerte que no tuvieran movimiento ni voz, ya que no necesitaban de ellos para andar provocando al personal.

La siguiente generación, encabezada por Van Helsing (que después de pasar años cazando seres de las tinieblas, terminó casándose con una de ellos), resultó algo menos liberal y lanzó un hechizo que impedía colgar nuevos desnudos en el pabellón. Por mucho que las generaciones posteriores trataron de quitar dicho hechizo Inquisidor, les resultó imposible. Aunque tal vez fuera una ventaja, porque las generaciones Mahutam del siglo XX no tenían el menor desperdicio.

Empezando por Héctor Hund, líder del Clan hasta el año de su asesinato en 1914, y que se hizo famoso por haber terminado con Jack el Destripador. Pero no por algún noble motivo moral, sino porque le estaba dejando sin... Amistades a las que acudir. En su foto funeraria se le veía con aspecto de vividor ojeroso, y aún así, irresistiblemente guapo.

Le seguía su sucesora en el trono, su esposa Eva Badsaint. En torno a la pareja siempre hubo todo tipo de rumores; el más extendido: que ni uno solo de los siete hijos de la polémica onza era hijo de Héctor, sino de los distintos amantes de Eva. Y tenía cientos de ellos... No en vano, antes de la guerra, era mecenas de todo tipo de artistas y científicos. De ellos, sus favoritos eran los pintores; se decía que en uno de sus castillos del Loira, Eva tenía toda una colección de retratos de ella misma. El que estaba colgado en la Cripta tenía bastante historia: sólo se veía su cara, pero se sabía que el cuadro completo era un desnudo integral. Para pintarlo, ella y el pintor se encerraron durante dieciséis días seguidos en el estudio. De hecho, el cuadro no fue lo único que le hizo, sino que se rumoreaba que aquel pintor era el padre biológico de la hija menor de Eva, Elisa.

Pero por muchas infidelidades mutuas entre Héctor y Eva, ellos se querían a su peculiar manera. Después de todo, fue por vengar la muerte de su esposo por lo que Eva se lanzó a una guerra despiadada contra sus asesinos.

Lizbell tenía por costumbre pararse frente a su retrato para rendir tributo a la líder de los Mahutam más llorada de aquel siglo.

Junto a ella estaba el retrato de su primo, amante y sucesor, Eric Struch. Las normas de sucesión de los Mahutam establecían que el poder debía pasar de un hombre a una mujer y de una mujer a un hombre. Por eso, Zoe tuvo que dejar que Eric ascendiera al liderazgo de los Mahutam, para así asesinarle y sucederle ella misma.

Al doblar una esquina, Lizbell encontró a la persona que estaba buscando: Ethan estaba parado frente al retrato de Elisa. Un poco más allá, en ese mismo pasillo, estaba el de Karen... Y más allá acababa de alzarse el retrato del último miembro fallecido del Clan: Paul Grindelwald.

Lizbell encontraba cruel que el retrato de Grindelwald estuviera tan alejado del de su amada Zoe. Después de las barbaridades que hizo por ella, no era nada justo. O tal vez lo fuera demasiado...

- Llegamos tarde –anunció al fin la vampiro pelirroja tras dejar pasar un lapso de tiempo respetuoso y prudencial.

- Sí, ya deben de estar reunidos –Ethan depositó un beso sobre el retrato de su amante, se puso en pie y se sacudió el polvo de los vaqueros con un gesto de manos-. Vamos.

El onza precedió a Lizbell por los laberínticos pasillos hasta llegar a unas escaleras que ascendían hasta la cúspide de la pirámide. Allí, donde debería estar el pico, había una terraza abierta al cielo nocturno que mostraba la pasión de los onzas por el lujo más exagerado: unas columnas de oro adornadas con diamantes de Opar formaban un círculo entorno a un suelo de cristal de Bohemia. En los laterales había divanes de cuero en los que se habían acomodado los miembros del Clan que decidieron acudir a la reunión de emergencia para debatir cómo les afectaba el fallecimiento de Grindelwald, que eran 8 personas ya que el resto no se había presentado, bien porque no se habían enterado, porque no pudieron acudir, porque no fueron capaces de localizar la cripta o porque simplemente no les dio la gana...

En ese último grupo se encontraban los llamados Ancianos, onzas que habían superado con creces el centenar de años, que se consideraban más divinos que humanos y no se relacionaban con el resto a no ser que fueran familiares y los consideraran lo suficientemente interesantes como para dedicarles un minuto de su tiempo.

Nada más entrar, Lizbell se acercó a saludar a Nadine, que estaba charlando junto a Ariel (las dos personas con las que mejor se llevaba) y observó al resto de los presentes de reojo.

A un lado se encontraban Eirene Catwell y Eneas Grindelwald. El joven rubio de extraños ojos violetas no parecía muy afectado por la muerte de su progenitor, ni su novia parecía cohibida por la presencia de los suyos. Los dos jóvenes se pegaban el lote en plan descarado en uno de los divanes.

También se había presentado Celeste, madre de Eirene y esposa nominal de Ethan. Era una criatura majestuosa, eso se lo reconocían hasta sus más acérrimas rivales (entre las que se contaba Lizbell), y pese a que tuviera ochenta años, parecía la hermana pequeña de su hija, y no su madre.

Junto a ella estaba su discípula Inoé Katsué, una onza japonesa bastante llamativa, tanto por sus curvas peligrosas como por su pelo rubio y sus ojos azules, ambos tan naturales como improbables en alguien de su raza.

Al ver a Inoé, Ethan le dedicó a Celeste una mirada agresiva a la que ella replicó con una media sonrisa de desafío. No era un secreto que Celeste pretendía que Inoé fuera la sucesora de su esposo y no desperdiciaba las ocasiones de lucirla ante el resto del Clan, como si de una valiosa joya se tratase.

Hacía siglos que el asunto de la sucesión no traía tanta cola entre los Mahutam, lo único claro era que sus leyes, no escritas pero no por ello menos inviolables, establecían que el sucesor de Ethan tendría que ser sucesora.

En teoría, el líder saliente podía elegir a su sucesor/a con total libertad; en la práctica, el Clan, en especial los Ancianos, podían oponerse a la elección del líder e imponer un candidato que ellos creyeran mejor preparado. Fue de esa manera como Grindelwald fue obligado a abdicar en favor de Elisa.

Lo normal era que el sucesor se eligiera entre los miembros de la familia del líder. Su cónyuge, amante más oficial o descendientes directos estaban en las primeras líneas. Pero en aquel caso, Celeste había transferido ese honor a su protegida, Inoé, pasando por encima de su hija, Eirene. Inoé no le gustaba a casi nadie del Clan, ya que era violenta y estaba un poco... desequilibradilla (en el peor sentido), aunque eso no quería decir que la hija de Celeste estuviera fuera de la liza: era la candidata de Eneas, su novio, y que por ser hijo de un líder precedente tenía derecho a presentar a quien él considerara más adecuada para el cargo. No era un secreto que en caso de ser Eirene la escogida, Eneas terminaría gobernando por su mediación, por lo que nadie los tomaba demasiado en serio.

La candidata de Ethan no era de su sangre, ni siquiera estaba marcada. Treinta años antes, cuando era humana, la elegida hubiera sido Lizbell, pero su actual condición de vampiro había cerrado esa puerta debido a las inmutables leyes no escritas de la sucesión, que impedían a los no–muertos acceder al liderazgo.

Sin embargo, la gran ambición compartida por la Vieja Guardia (el nombre con el que se denominaba a los Mahutam que combatieron en la Guerra de Grindelwald) era colocar a una O'Shiannon en el "trono" de los Mahutam. Por ello, la candidata de Ethan era Lily Evans, aunque ella ignorara aún ese detalle.

Sobra decir que los Ancianos no compartían esa opinión y que tenían su propia candidata: una joven de pelo castaños y ojos gris–dorado embarazada de ocho meses, acompañada por su marido, tan joven como ella, con el pelo rubio, largo, cortado de forma crestada y con un par de trenzas en la nuca.

Él se llamaba Fergus McLafferty y era medio druida y medio onza. Ella era Estella Easter, una onza completa, y no quería ni oír hablar del tema de suceder a Ethan. La última vez que un Anciano lo hizo en su presencia, la joven desapareció durante un mes entero.

Lo más curioso es que, cuanto más se negaba Estella a oír hablar del tema o a presentarse como candidata, más se convencían los demás miembros del Clan de que era la más adecuada para dirigirles en el futuro.

- ¿Está realmente muerto? –Fue precisamente Fergus, sentado junto a su esposa en las escaleras, quien rompió el silencio-. ¿Seguro que no volverá a entrar por la puerta a dar el coñazo como ya hizo en el pasado?

- No es que lleve la cuenta de sus vidas, pero creo que ya gastó las siete. Además, su retrato ha subido al panteón, y a este lugar nunca se le ha podido engañar... Tranquilo, Fergus, está definitivamente muerto –la confirmación de Ethan hizo que un suspiro colectivo se elevara por la sala.

- Luego lo celebraremos con Champagne –susurró Eneas a su chica en el oído. Eirene apenas logró dominar la carcajada lo suficiente para que Lizbell se volviera y la mirara con dureza.

"¿Pretendía controlar al Clan cuando no podía controlarse ni a ella misma?" Pensó Lizbell. Sólo que se equivocaba, ya que a Eirene no la movía la ambición, sino el deseo de lograr el reconocimiento de uno sólo de sus progenitores.

- ¿Cómo nos afecta? –Celeste, persona práctica donde las hubiera, no era de las que se molestaba en mirar al pasado para llorar a un ex amante perdido. El futuro era lo único que le importaba.

- Por un lado, está bien. Es decir, fríamente, Voldemort nos ha quitado un problema muy gordo de encima. Por otro, es obvio que la alianza de Odales y Mortígafos es un hecho. Pronto le dejarán entrar en la Cámara Blanca de Anath, y si bebe el agua de la fuente, estaremos bien jodidos.

Tras esas palabras de su líder, hasta Eneas y Eirene se pusieron serios... Todos sabían que la Cámara Blanca era el lugar más sagrado de Anath, no sólo para los Mahutam, sino para druidas y Odales... Según la leyenda, fue en ese lugar donde las tres razas, sellaron el hechizo que permitió fundar la isla de Anath y sacarla del mundo. Por ello, les hervía la sangre de pensar que un mago hereje y asesino fuera a pisar aquel lugar con el beneplácito de quien fuera.

- Pero habrá alguna forma de evitarlo... –Intervino Estella, con la arrojada decisión que la había puesto en el punto de mira de los Ancianos.

- Claro que la hay: atacarles cuanto antes y recuperar la isla –Se adelantó Celeste antes de que nadie abriera la boca–. Inoé ha tenido una idea brillante para solucionarlo: les tenderemos una trampa y exterminaremos a los Odales. Ya está bien de ser las presas en esta cacería cuando la nuestra es una raza de depredadores.

- Si es el plan de Inoé, que nos lo cuente ella –Sugirió Lizbell con una voz, engañosamente dulce.

- He pensado conducir a la batalla a aquellos de los nuestros que lo deseen...

- Más bien al desastre –musitó Nadine de tal forma que sólo Ethan, Ariel y Lizbell lo oyeron.

- En la fortaleza de Albac. Nuestra familia... – En un sólo gesto, la onza japonesa abarcó a ella y a Celeste y dedicó a Eirene una de sus miradas irónicas antes de proseguir–. Nuestra familia tiene una fortaleza situada en lo alto de unos desfiladeros. Dichos desfiladeros resultan letales para el ejército que quede atrapado allí...

- ¿A que es buena idea? –la apoyó Celeste con un tono cargado de entusiasmo.

- Genial –concordó Ethan con ironía–. Salvo por el detalle de tener que llevar a trescientos odales y mortífagos (que sepamos) hasta Transilvania y encerrarlos en el famoso desfiladero tan traicionero, es pan comido.

- Vendrán como corderos al matadero cuando sepan que en ese castillo esta oculta "la lágrima de Drácula" –harta de que sus geniales ideas fueran cuestionadas, Inoé las defendió con brusquedad.

- ¿La "la lágrima de Drácula"? –Eneas y Eirene, mostraron caso por primera vez algo de interés en la discusión.

- Según la leyenda, es la sangre cristalizada del famoso vampiro, y además, se dice que los vampiros deben obedecer ciegamente las órdenes de aquel que lo lleve colgado de su cuello –explicó Celeste con el tono que usaba para hablarle a su hija y a su novio, como si ambos fueran retrasados o algo peor.

- Cosa que es totalmente absurda –intervino Lizbell con tono desdeñoso–. Para empezar, Drácula ni siquiera era un vampiro...

- Sí, lo era. Bram Stoker... –trató de rebatirle Inoé, pero la vampiresa elevó una mano haciéndola callar.

Todos sabían que Lizbell era un autoridad en aquel tema, no por ser la única vampiro presente, sino por haberse pasado años estudiándolos antes de convertirse en uno. Así que más de uno sonrió con maldad y se dispuso a disfrutar del espectáculo de ver cómo humillaban a la onza japonesa.

- La famosa novela de Stoker no era más que los delirios de un irlandés medio loco. Drácula era humano, un humano que disfrutaba empalando a sus enemigos a la hora de la cena, pero un humano. Y en cuanto al famoso rubí... Ni siquiera es un rubí, sino un diamante rojo extraído de las minas de Opar, eso sí. Tiene más valor como joya que como objeto mágico –los diamantes extraídos de las minas de Opar tenían bien ganada la fama de ser los más puros y valiosos del mundo.

- Bueno, es una suerte que no todo el mundo esté tan bien informado sobre el tema como Lizbell. De lo contrario, no vendrían como moscas a la miel –bromeó Celeste buscando suavizar la situación–. Propongo que votemos... Los que crean que es momento de atacar que levanten la mano...

- No estamos diciendo que no es el momento de atacar, lo que estamos diciendo es que Albac no es el lugar más adecuado para iniciar la ofensiva. Y menos guiados por alguien con tan poca experiencia como Inoé –intervino Ethan con tono conciliador. Por desgracia para él, el poder de líder de los Mahutam era lo más relativo del cosmos ya que "contra el vicio de mandar, esta la virtud de desobedecer", y éste era el lema de la mayoría de los onzas.

- El plan es de ella –Celeste silenció a su discípula con la mirada antes de seguir con su defensa–. Se hará como ella lo planeó o no se hará nada. Además, empezar la ofensiva en Inglaterra, como sin duda pretendéis vosotros, es aún peor idea. Allí no podemos ganar, lo único que lograremos es remover el avispero.

- ¿Y por qué no dejarnos de rodeos y atacar Anath directamente? -intervino Eirene con la misma cara de inspiración que Newton cuando le cayó encima la manzana.

- Espero que eso sea una pregunta retórica –replicó Celeste con brusquedad y sin dedicarle una mirada a su hija.

- ¿Por qué? A mí no me parece tan mala idea... –dijo Estella, apoyada por Ariel.

- Primero hay que minar sus fuerzas y cuando sean menos, entonces atacaremos en Anath –explicó Ethan con un tono diez veces más amable que el de su esposa.

- Y Albac es el lugar ideal para ello.

- ¡Qué pesada con Albac! –gruñó Nadine por lo bajo.

- No estoy nada de acuerdo con esa afirmación, Celeste, pero si insistes en ello, está claro que no puedo impedírtelo, como tampoco puedo impedírselo a aquellos que quieran seguirte. Aunque… tened bien en cuenta que vais a luchar en un escenario que sólo unos pocos conocen y guiados por alguien inexperto.

- No soy inexperta –Inoé se ofendió por la manía de tratarla como una niña cuando era una adulta de 32 años.

- Claro que no, cielo –la calmó Celeste, como si fuera un bebé con un berrinche sin importancia–. En fin, los que quieran seguirnos a Albac, deberán estar en Sibiú dentro de tres días. Hasta pronto, espero.

Tras decir estas palabras, la elegante Onza y su protegida se dirigieron a la salida, para lo cual tendrían que pasar por delante de la hija de la primera. Eirene se irguió, esperando recibir alguna muestra de deferencia por parte de su madre, algo que le indicara que al menos era la mitad de importante para ella que aquella Onza japonesa cruel y retorcida.

Pero Celeste pasó por su lado sin siquiera mirarla, al contrario que Inoé, que le dedicó una sonrisa altanera y burlona. Para consolarla, Eneas tomó la mano de su novia, y la apretó con fuerza al tiempo que se volvía hacia la Vieja Guardia.

- Eirene y yo nos vamos a Tokio, al hotel Park Park Hyatt Tokio –el hotel favorito de Eneas y su chica era uno de los más lujosos de la capital nipona. (NC: para más señas, es el hotel de "Lost in Traslation")–, por si a alguien le interesa –por el tono del joven onza, estaba claro que no creía que a nadie le importara.

No se molestó en despedirse, sino que fue directo hacia la salida con paso apresurado, ya que quería alcanzar a Estella y Fergus, que habían salido antes. Eirene, en cambio, le dijo adiós con la mano a su padre.

- Lo de Albac es una pésima idea –fue lo primero que dijo Ariel una vez que sólo quedaron los de la Vieja Guardia en la sala–. Será una masacre, y no de Odales, precisamente.

- Lo sé, pero si tratamos de detenerlos, Celeste lo hará pasar por una conspiración para impedir que su aspirante demuestre su valía. Eso hará que el Clan se vuelva contra mí exigiendo mi renuncia en favor de Inoé –Ethan hizo una pausa–. Sabes que nunca he querido esta posición, pero estoy dispuesto a defenderla con uñas y dientes antes de que alguien como Inoé llegue hasta ella.

- ¿Y qué te hace pensar que la joven O'Shiannon está más preparada que ella¿O que Estella¿O que tu hija? –Ariel no estaba muy de acuerdo con eso de que Lily fuera la sucesora de Ethan. Para empezar porque, como el elfo repetía a menudo, los Ancianos no aceptarían a una extranjera como líder, al menos, no en ese momento.

- Porque lo está –no es que Lizbell tuviera algo contra Ariel para contestarle tan bruscamente, pero le repateaba mucho la manera en que continuamente cuestionaba a Ethan, sobre todo en lo referente a las hijas del Onza.

Ariel observó con sus grandísimos ojos ovalados a la vampiro, pero no le contestó.

- ¿Has sabido algo de Michael? –Ethan se volvió hacia Nadine, que asintió con la cabeza antes de lanzarse a una explicación más detallada.

- Todo va según lo previsto. Pronto, esa chica estará lista para que le hagamos la propuesta...

- Bien –dijeron Lizbell y Ethan a la vez.

- Ten cuidado... Siempre hay algo, un pequeño factor que no se pude controlar. Y ese pequeño factor es el que arruina los mejores planes –le advirtió Ariel con tono cáustico.

&·&·&

- Estella, Fergus –Eneas y Eirene alcanzaron al matrimonio en la puerta de la cripta. Los cuatro eran amigos desde niños, por lo que se tenían mucha confianza–¿iréis a Albac?

- Claro/Ella no –contestó el matrimonio a la vez.

- ¡No pienso quedarme en casa muerta de aburrimiento mientras tú te diviertes! –protestó Estella.

- No voy a divertirme, y tú tienes que cuidarte. Estella, que estás embarazada de ocho meses. ¡Cuídate un poco!

- ¿Y qué quieres¿Qué me quede en casa haciendo punto? –Estella siguió al pie de la letra el guión de una discusión que ya tenía casi ocho meses de antigüedad (desde que la onza le comunicó a su marido que estaba embarazada).

- Tampoco es eso... ¿Por qué no te vas con tus hermanos una temporada? No digas que con ellos te aburres, porque con Edmund y Edna es imposible aburrirse... –como aquello era cierto, Estella decidió cambiar de técnica.

- Ya sabes que no sé estar lejos de ti mucho tiempo... –ronroneó con su tono más meloso, pegándose a su marido tanto como le permitía su abultado vientre.

- Chantajista. –replicó Fergus con una sonrisa.

- Si vais a Rumania, tened cuidado con Inoé –Intervino Eneas tras dejar que el precioso momento pasara–. Es una golfa rastrera y peligrosa...

- Siempre tenemos cuidado –replicó Estella con una sonrisa tranquilizadora.

- Si cambiáis de idea, estaremos en Tokio, en el Park Park Hyatt. En cuanto preguntéis por nosotros, os conseguirán una suite.

- ¿Es que no podéis ir a un motel con baño comunitario como los veinteañeros pobres normales?

- ¡Estella! Sabes que yo necesito una bañera propia para que me la llenen de leche merengada –replicó Eirene con un guiño juguetón.

&·&·&

Entre tanto, a muchos kilómetros de allí, Joy y Will recorrían el camino de vuelta a la escuela. Iban en silencio pero abrazados por la cintura e intercambiando besos. En realidad, puede que Will dijera algo, pero la morena estaba tan metida en su mundo que se limitó a contestar con monosílabos o cambiar de tema con un beso.

La hemorragia se había detenido, afortunadamente, sólo duró unos minutos. Pero aún ardía y era claramente visible, por eso se dejo su melena negra suelta, tapando la nuca, y una vez más maldijo a su abuelo querido.

Él y su maldito lema de "pon una vela a Dios y otra al diablo" tenían la culpa de todo.

Fue en la época de Grindelwald, concretamente, poco después de que muriera su esposa Zoé, cuando a fuerza de agresividad e ira descontrolada parecía claro quien iba a ganar de corrido. Pero Tobías Turner era de los que jugaba sobre seguro y la única forma de ganar fijo era apostando por todos los caballos que corrían en la carrera.

Con esta filosofía, se casó en segundas nupcias con una Onza miembro del Clan Mahutam, al tiempo que ponía su dinero y empresas al servicio del Ministerio y casaba a su hijo con una Sangre Limpia.

¿Qué fue lo que salió mal? Para empezar, Tobías ignoraba que acababa de entrar en una familia, los Mahutam, en la que se podían contar con los dedos de una mano los matrimonios en los que los hijos, tenían a los dos cónyuges como progenitores... Para seguir, la esposa de su hijo era estéril, mientras la suya era joven y apasionada... Cuando se enteró que ella y su hijo, tenían una aventura lo llevó muy bien: esperó que naciera la niña para traicionar a su esposa y hacer que la llevaran a Azkaban, donde supuestamente murió.

Un mes después, Tobías murió de un infarto. Un infarto bastante sospechoso. Una semana después, se le unió su hija política, dejando a Charles Turner con una fortuna colosal, una hija y el deseo de no traicionar el lema familiar...

Una vela a Dios y otra al diablo. ¿Tendría ya el tatuaje ese feo que supuestamente llevaban los mortifagos?

Pese a que su madre era Onza, Joy no poseía el principal talento de esa raza, es decir, el transformarse en jaguar desde la cuna, pero sí algunas de sus características secundarias como agilidad, buenos reflejos, facilidad para convocar Patronus y una extraña afición por las armas que siempre había logrado ocultar.

- ¿En qué piensas? – Al fin, Will hizo que Joy bajara a la tierra.

- Padres, familia... Ya sabes –la morena hizo una mueca de disgusto mientras su compañero bufaba.

Will también podría contar verdaderas historias de terror de su familia, salvo que en su caso no había ningún tatuaje que pudiesen heredar sus hijos.

El negocio familiar era ser una familia de Sangre Limpia. O cuasi limpia, porque su abuelo no tuvo el menor problema en casarse con una rica heredera Squib para rehacer un poco la fortuna familiar. Claro que su padre carecía de tanto sentido común y se casó con una Sangre Limpia, la madre de Will y Jack, que no sólo no tenía medio Knut, sino que encima se pulió lo poco que quedaba en la cámara familiar.

Lo que se esperaba de Will, básicamente, era que siguiera los pasos de su padre casándose con una buena chica de Sangre Limpia y reputación intachable. Le dio un vistazo de reojo a su morena compañera y sonrió: algo le decía que Joy no sería del agrado de sus padres. Claro que ninguno de sus amigos lo era...

Aún resonaban en sus oídos las innumerables críticas que sus progenitores solían dedicarles a Jesse (ese perdido de mala vida), Evy (la querida del Black renegado), de Isis (china... una raza cruel) y Joy (una mala hija que abandonó a su pobre padre)...

Will solía replicar ácidamente a todas esas críticas de sus padres, aunque en general, le encantaba escandalizarles. Era una muestra más de rebeldía a la que ambos hermanos Sparrow eran muy aficionados. La diferencia era que, mientras Will lo hacía por la pura diversión de desquiciar a sus progenitores, Jack trataba de llamar su atención... Lo irónico era que la joven no lo había conseguido ni contrayendo una enfermedad mortal e incurable.

Cuando los síntomas de la enfermedad de Lamia se manifestaron por primera vez en su hermana, sus padres lo tomaron por un simple resfriado, le dieron una poción para curárselo y no se preocuparon porque el "resfriado" la tuviera vomitando sangre durante varios meses seguidos...

Al final, después de que Jack vomitara como tres litros de sangre en la túnica de la esposa de un importante miembro del Ministerio que estaba de visita, sus padres decidieron que a lo mejor era buena idea llevarla a San Mungo. Una vez allí, el sanador tardó tres segundos en diagnosticar a la pequeña de ocho años la enfermedad de Lamia, una peligrosa afección congénita, que, nadie sabía exactamente cómo, provocaba el lento deterioro de los órganos vitales, que finalmente, eran reducidos a sangre y vomitados al exterior.

El resfriado le costó a Jack un riñón, el derecho, para más señas, que llevaba sustituido por un hechizo que realizaba las funciones equivalentes. Y lo que era peor, el sanador dejó caer el comentario de que si hubieran acudido antes, probablemente habrían podido curarla definitivamente.

Durante varios años, la joven Sparrow estuvo perfectamente hasta el punto de que los sanadores recomendaron que dejara la medicación porque no la necesitaba y tampoco era conveniente que se generara resistencia.

Tan misteriosamente como se fueron los síntomas, reaparecieron el pasado mes de julio, cuando Jack fue ingresada en el Hospital Mágico de San Francisco de urgencias, al fallarle el hechizo que sustituía el riñón. De paso, el sanador comentó que si descuidaba la medicación, era probable que la fallara el apéndice... Cosa que confirmaron las pruebas que su hermana se hizo en Navidad.

Lo sorprendente era la forma que tenía Jack de llevar la situación: cualquier persona normal, ante la probabilidad de que se le licuara el corazón o un pulmón, cumpliría religiosamente las órdenes del médico, pero ella... Ella pasaba de medicación porque era incompatible con ingerir alcohol...

-. ¿Estás bien? Ahora eres tú el que parece estar en las nubes –volvió su atención hacia Joy, que lo miraba sonriente.

- Sí, por ahí arriba andaba... Pero ya he vuelto –Will lo demostró dándole un suave beso en los labios–. ¿Qué te apetece hacer?

- Mm. ¿Baño de los prefectos como dijimos? –La morena alzó una de sus cejas de forma sugerente.

- Adoro tu forma de pensar –aprobó el prefecto tomando el camino hacia dicho baño.

&·&·&

Por su parte, Remus había confiado el cuidado de Bell a Loveday el tiempo suficiente como para ir a buscar algo de comer y alguna información sobre el nuevo ataque al Callejón Diagon.

- ¿Qué haces aquí¡Deberías estar descansando! –le riñó Remus a la rubia de pelo rizado al volver a Gryffindor y encontrarla en la Sala Común, observando la lluvia caer por las ventanas. Lo cierto es que le tranquilizó saber que estaba lo bastante serena como para estar quieta.

En los dos segundos que tardó en apoyar una mano en el hombro de la que creía su novia para voltearla y verla la cara, Remus recordó que hacía seis meses, más o menos, que su chica no llevaba el pelo rizado, y que Jack se había propuesto emular a la loca de Atracción fatal.

- Pero si estoy bien. Ahora me tomo todos los días la medicación... –replicó la joven Sparrow, convencida de que se refería a su enfermedad y olvidándose de que llevaba una peluca rubia en la cabeza, regalo de su peluquera–. ¿Te pasa algo?. ¡Ah¡Es que no te gusta mi nueva imagen! Yo la verdad es que no termino de acostumbrarme, pero...

- ¿Tú estás loca?. ¿Cómo te has hecho eso? –gritó al fin el licántropo.

- Pero si sólo me lo he rizado y me lo he cortado un poco... –Jack se encogió ligeramente, ya que, pese a no ser la primera vez que provocaba la furia del joven, sí que era la primera vez, que ella no veía motivos de enfado...–. Ops, me olvidé –al recordar que llevaba puesto el regalo de su peluquera, Jack se arrancó la peluca–. ¿Mejor?

El suspiro de alivio de su amor platónico le indicó que al menos no era peor. La joven se había cortado el pelo y se lo había rizado, salvo el flequillo, que seguía liso y hacia un lado.

- Jack... –Remus cogió a la aludida por ambos hombros y, con tono serio, le suplico–: No vuelvas, en la vida, a darme un susto así... Empezaba a sentirme como el chico de "Atracción fatal".

- ¿No me digas que te he recordado a Glenn Close? .¡Qué cutre! Ya podías haber elegido al menos una mujer más sexy como... Sharon Stone, por ejemplo –Jack sonrió: al fin tenía a su lobito favorito sólo para ella, cosa que no había ocurrido desde la clase que terminaron en la enfermería–. ¿Y dónde esta la... Bell? Últimamente sois inseparables.

- Está en su habitación, con Loveday. Estábamos en mi casa cuando nos enteramos del ataque al Callejón Diagon. Hay varios aurores heridos y muertos. –cualquier vestigio de humor fue borrado de los rostros de los jóvenes

- Lo sé, me encontré con Gideon al volver a la escuela. Su prima, Lucy Diamond, es una de las fallecidas. Ha ido con su familia al velatorio. ¿El padre de Bell está bien?

- Por lo que he oído, está bien.

- Me alegro, de verdad. –tras el sincero comentario de Jack hubo unos momentos de incómodo silencio–. Ve con Bell, si está tan nerviosa como dices, debe de pensar que te ha pasado algo...

- Si quieres puedes venir...

- ¿De aguanta velas? Paso, ya tengo bastante con hacerlo durante las clases –a partir de esa semana, Bell se había unido a las clases de Jack como refuerzo, por orden de Dumbledore. Al viejo se le iba la olla, al menos, para la joven Sparrow estaba claro–. Es más, dile a Loveday que venga, que no es plan de que la pobre termine con complejo de candelabro...

- Jack, exactamente qué es lo que te traes entre manos? –se mosqueó Remus, ante tanta amabilidad por parte de la joven Sparrow hacia Bell.

- Nada –que la chica se convirtiera en la viva imagen de la inocencia ofendida no contribuyó a mermar las suspicacia del licántropo, más bien al contrario, como demostraba su ceño arrugado–. Vamos, cielo, confía un poco más en mí... No tramo nada, y aunque estuviera tramando algo, que no es el caso, te prometo que no tiene nada que ver ni contigo ni con Bell.

- Ahora te traigo a Loveday... –Remus subió las escaleras muy poco convencido de que su alumna fuera inocente del crimen que le atribuía.

Joder, justo cuando su novia dejaba de comportarse como una paranoica, empezaba él. Jack sólo estaba siendo amable y comprensiva con Bell por lo de su padre... ¿Jack amable y comprensiva? Con Bell? Tramaba algo. Eso estaba claro...

- ¡Remus! Oíste algo? –Bell se abalanzó sobre su novio apenas éste atravesó la puerta. Hasta ahí, todo normal. Lo raro es que no lo hizo para besarle ni nada por el estilo, sino para sacarle información.

- Pues sí... Escuché el último single de los Rolling Stones –bromeó el castaño, tratando de quitarle presión al asunto.

- Claro que no era el mejor momento para eso, o al menos eso pensaba Loveday, aunque se guardó de comentarlo en voz alta. La rubia decidió dejarles intimidad para discutir o, dicho con otras palabras, dejar que se mataran en privado.

- Mejor habláis a solas. Yo estaré en la Sala Común.

- Ah, sí, Jack te está esperando ahí. Tengo la impresión de que trama algo. ¿Tienes idea de qué puede ser?

- No –mintió la heredera de Salem antes de bajar a ver a su amiga.

- ¿Y bien? Qué ha pasado? Quién ha muerto? –preguntó Bell, sollozando histéricamente.

- Tranquila, cariño. –Remus tomó su cara entre las manos, tratando de calmarla–. Tu padre está bien –durante unos segundos, la rubia respiró con alivio antes de volver a preocuparse.

- Pero hay alguien que no lo está –la voz de Bell sonaba calmada mientras el licántropo la besaba en la sien y asentía.–. ¿Quién?

- Lucy Diamonds, la prima de los Prewett –añadió Remus, de forma innecesaria ya que su novia sabía perfectamente de quién estaba hablando. Se apartó de él y se fue directa a su baúl a coger su capa.–. ¿Vas a alguna parte?

- Sí, con Gideon –Bell se puso la capa–. Conozco a la familia desde hace años, me imagino lo mal que lo deben de estar pasando...

- Iré contigo –se ofreció Remus.

- ¡No! –exclamó la rubia rápidamente. Demasiado rápidamente, como dedujo de la forma en que su novio, arrugó la frente–. Es mejor que te quedes aquí, descansando. Hoy apenas has parado en todo el día...

- Bell, no voy a montar una escena de celos en el hospital. Y tampoco quiero ir para vigilarte –la rubia bajó la cabeza, indicando al licántropo que había dado en el clavo–. Deberías confiar más en mí.

- Confío en ti, pero sé que faltan ocho días para la luna llena y que estarás nervioso. En serio, quédate y descansa. Además, te aburrirás en el hospital –Bell acarició el pelo castaño de su chico–. En serio, quédate y descansa. Yo estaré bien.

- Vale. Bien. Vete. –con gran esfuerzo, Remus logró dominar su irritación y soltarlo con un tono indiferente.

- ¿Estás enfadado?

- No.

- ¿De verdad? –insistió Bell.

- Sí –el licántropo sonrió, tratando de aumentar la credibilidad de la frase–. Vete ya.

- Nos vemos mañana –Bell se despidió con un beso breve en los labios.

Cuando su novia se fue, Remus se dejó caer en su cama con los brazos detrás de la nuca. ¿Que si le molestaba que su novia saliera corriendo detrás de Gideon Prewett?. ¡Qué va, para nada!

&·&·&

- Deberías tener cuidado, Jack –le recomendó Loveday según se acercaba a ella, que seguía mirando por la ventana de la Sala Común. La heredera de Salem se sentó en el reborde de la ventana–. No sé qué has dicho o hecho, pero Remus está totalmente convencido de que tramas algo.

- Es lo que pasa cuando una es amable... –la joven sonrió, pero no apartó los ojos de la ventana.

- ¿Ocurre algo? Te noto distraída...

- No, nada –Jack regresó a la realidad centrando su atención en la rubia, a la que unos meses antes hubiera matado pero que ahora le caía tan bien y que parecía preocupada por ella–. ¿Te has quedado con el laxante? –Loveday asintió–. Bien, he pensado que podíamos empezar a planear cómo hacer que se lo beba...

- Por mí vale, pero ¿no deberíamos esperar a estar todos juntos?

- Ellos tendrán cosas más interesantes que hacer... Tienen vida sexual¿recuerdas?

- Trato de no sentir envidia por ello –un mohín de amargura deformó por un instante los refinados rasgos de Loveday–. ¿Nos sentamos? –dijo, señalando con la cabeza un sofá. Jack asintió, alejándose de la ventana por primera vez en horas.

Cuando estaban acomodándose en el sillón, vieron pasar a Bell apresuradamente. Tan apresuradamente que ni se paró a saludarlas.

- ¿Y esta ahora adónde va? –preguntó Loveday a nadie en particular.

- La prima de Prewett ha muerto. Bell debía ir corriendo a consolarle... Lo que, sin duda alguna, tendrá a Remus de muy buen humor –ironizó Jack sin lograr ocultar cierto brillo triunfal en sus ojos. Brillo que no pasó inadvertido a la heredera de Salem.

- Lo que haces no está bien, Jack.

- Dado que yo no te critiqué cuando acosaste a Lily, cosa que tampoco estuvo muy bien que digamos, lo menos que puedes haces de devolverme el favor¿no crees?

- Pues tengo algunas ideas para ir a por Anya de una vez... –en vista de que la joven Sparrow tenía razón, Loveday decidió cambiar de tema.

&·&·&

Por su parte, en el cuarto de las chicas, Lily, Sirius, Evy, James y Jesse, proseguían con su interesante conversación.

Después de varias horas compartiendo información, las cosas se iban aclarando y el humor de Sirius iba empeorando. Evy no necesitaba de su famosa intuición para saberlo, y además, hasta ella admitía que con razón, pero también sabía que el animago pronto estaría tan furioso que haría cualquier estupidez.

Por el momento, la onza se obligó a centrarse en la conversación, ya que James estaba haciendo una pregunta bastante interesante en ese momento:

- Lo que no entiendo es por qué Voldemort usó una espada en vez de matarle con una maldición.

- Por el lugar en que se encontraba. Por lo que Lily dijo fue en Anath. Allí las varitas no funcionan correctamente: lanzas una maldición y se vuelve contra ti o te sale un ramo de flores... No se puede controlar –explicó Jesse.

- Y tampoco podía estar seguro de que funcionara. Era un Balam de más de medio siglo de vida: podía haber sido inmune a todas las maldiciones incluso en forma humana. O haberse transformado... –Agregó Evy–. Con la espada iba sobre seguro...

- Pero aunque fuera inmune a las maldiciones, la asesina se comporta como una bala –rebatió Jesse–. Sólo tenía que apuntar con más tino del habitual...

- ¿Como una bala? .¿A eso lo llamas ser inmune? –se burló Sirius dedicándole a su novia una mirada agresiva.

- Que una maldición que te mata independientemente de donde te toque se limite a atravesarte, a mí me parece un gran avance. Aunque a ti no... –Evy ladeó la cabeza con una sonrisa desafiante. Si él quería que las cosas fueran así...

- ¿Pero por qué matarle ahora? Por qué justamente ahora? El mismo día que sus mortífagos atacaron el Callejón Diagon... –James seguía cavilando en voz alta, mientras paseaba por la habitación.

Lily permanecía sentada en su cama, inusualmente quieta y silenciosa, pero las palabras de su novio, la hicieron abandonar dicha actitud.

- ¿Otra vez? –lo cierto era que Voldemort había ordenado atacar tantas veces el Callejón Diagon en lo que iba de año, que lo raro era que la gente aún paseara por allí–. Es como un prestidigitador: con una mano te distrae y con la otra no para de sacar conejos de su chistera.

- ¿Crees que atacaba el Callejón Diagon para encubrir otra cosa? –preguntó James sin mirarla.

- Hay que admitir que sabe cómo mantener entretenidos a los aurores –agregó Lily, con una sombra de humor que no venía al caso.

- Podrían ser mortífagos que actúan por diversión y cuenta propia –rebatió James.

- Para eso, se van de excursión por barrios Muggles –señaló Sirius con tono mordaz.

- Cierto –James esbozó una sonrisa torcida y siguió dando vueltas por la habitación, observado por los demás–. Entonces, nos está distrayendo... ¿Por qué? A qué se dedica entre tanto?

- Obviamente, a cargarse a alguien –Lily aún no sabía qué la estaba cansando más, si la insistencia de su novio en dar vueltas o que aún siguiera hablando de Voldemort. Ella quería hablar de su Cetro, bueno, del de Sekhmet.

- Sí, pero a quién... No puede ser que ordene lanzar esos ataques para matar a alguien por capricho. Si fuera por eso, dirigiría el ataque en persona...

- James, ya vale, por favor...

- Sí, cielo, sí... –asintió el joven por inercia, ya que realmente no había escuchado a la pelirroja (cosa que no pasó inadvertida a ninguno de los presentes).

Lily bufó, furiosa, Jesse meneó la cabeza de un lado a otro y Evy cruzó una mirada con Sirius. O al menos, eso intentó, pero al animago le ardían los ojos de pura furia y, por primera vez en su vida, la onza fue incapaz de sostenérsela.

- ¡Los Guardianes! –exclamó de pronto James, tan feliz como si fuera Newton y le acabara de caer una manzana sobre la cabeza.

- ¿Qué pasa con ellos? –quiso saber Jesse una vez que se recuperó un poco del susto.

- Has dicho que llevan consigo las llaves de esa cosa, de... –James chascó los dedos, a la vez que cerraba los ojos para recordar– ¡La Cámara Blanca! En fin, Voldemort debe de querer acceder a ella, así que se dedica a robarles las llaves a los Guardianes. Tal vez haya alguno bajo la protección del Ministerio...

- Tres –dijo Evy.

- Desde 1945. Las otras cuatro, están en manos de los Ancianos –ante la mirada de extrañeza de sus compañeros, Jesse recordó que ni la onza ni él les habían comentado eso–. Lo siento, los Ancianos son onzas con más de cien años de vida, algunos porque son Guardianes o porque saben dónde están las llaves.

- ¿Y quiénes son? –los dos Mahutam se encogieron de hombros.

- Nadie lo sabe –agregó Evy–. Podría ser cualquiera...

- Cualquiera que esté marcado –cuando la castaña se volvió hacia Sirius, él tenía una sonrisa torcida.

- Claro –en esta ocasión, Evy se negó a apartar la mirada.

- Podría incluso estar en esta habitación...

- Sirius, ni Jesse ni yo tenemos más de cien años... –le atajó, la chica con un mohín irónico. La verdad es que el orgullo de la onza empezaba a ganarle la batalla a los remordimientos.

- Pues tampoco me extrañaría ya tanto... –musito el animago, tanto para sí mismo como para su chica.

- Aunque había alguien que conocía todos sus nombres... No en vano, él y Zoe los eligieron –Jesse le habló a James, que era el único que aún seguía la conversación. Lily parecía estar en clase de HM por la cara de aburrimiento que gastaba y el par restante se fusilaba con la mirada.

- Y ese alguien es Grindelwald –ante el asentimiento del metamorfomago, James soltó una carcajada seca. –Por eso lo mató...

- Pero no lo interrogó antes... –objetó Lily, recuperando repentinamente el interés en la conversación.

- Que no lo vieras no significa que no pasara: usaría Legeremancia. En los últimos segundos de vida de una persona es más fácil leer su mente.

- Pareces muy seguro...

- Es lo que dicen –James se encogió de hombros–. Personalmente, nunca lo he probado. Pero volviendo al tema de antes… Se lo carga y, de un solo golpe, descubre lo que Grindelwald sabe y evita que otras personas sepan... Muy hábil.

- Mucho –corroboró Lily, con tono de estar aburriéndose mucho–. ¿Podemos volver al Cetro? Sekhmet me dijo que estaba en Hogwarts...

- Y ya te hemos dicho que no es posible: estuvo en Anath hasta que la Cámara Blanca se abrió. Ni siquiera el Cetro puede estar en dos sitios a la vez –rebatió Evy.

- A no ser que... –empezó Jesse–. Por ahí circuló el rumor de que Gloria, para celebrar su boda, hizo una copia exacta del Cetro y la lanzó durante su cabalgata nupcial...

- Pues yo nunca lo había oído...

- Jode que te oculten las cosas, eh, nena? –Evy le dedicó una mirada desdeñosa a Sirius.

- Pues si a Gloria se le metió en la cabeza, que quería hacer una copia del Cetro y lanzarla en su cabalgata nupcial, es que hizo una copia del Cetro y la lanzó en su cabalgata nupcial... Era de ideas fijas –un bufido general de "mira quién habla", sirvió de replica a las palabras de Lily–. Muy graciosos. ¿Pero dónde de Hogwarts?

- ¿Sekhmet no te dio ninguna pista? –en la pregunta de James había un matiz burlón y celoso que Lily no captó. Lo cierto es que al heredero de Gryffindor no le gustaba nada la obsesión de su chica por ese Cetro. No sabía por qué, pero le daba mala espina.

- Dijo algo de la vidriera de Gloria... –recordó la pelirroja.

- Pregúntale a Joy –aconsejaron a una los dos Mahutam.

- Si hay alguien en este colegio que sabe de vidrieras, esa es Joy –añadió Jesse.

- Bien, pues voy a hablar con ella –Lily se levantó decidida a ir en busca de su amiga, pero James la agarró del brazo para detenerla.

- Está ocupada –el buscador le enseñó a su compañera el mapa del Merodeador, que situaba a Joy en el baño de los prefectos, muy cerquita de Will.

- Pues vaya... Se lo preguntaré mañana.

- Buena idea –aprobó James guardando el mapa–. Vamos a cenar –con un gesto de cabeza les recordó a Jesse y Lily que había que dejar solos a Evy y Sirius para que aclararan las cosas.

- Sí, vamos –el animago, sin embargo, se levantó dispuesto a acompañarles mientras la onza permanecía sentada en su cama.

- ¡Tú no! –prácticamente le ordenaron James y Lily antes de cerrarle la puerta en las narices.

- Vete si quieres, me da igual –Evy se encogió de hombros, sin mirarle, molesta por la actitud del chico.

- Genial, todavía tienes la caradura de hacerte la ofendida. ¡Soy yo el que tiene que estar molesto! –rugió volviéndose hacia ella, que ni se inmutó.

- Sirius, cielo, estás molesto. Así que los dos podemos estarlo perfectamente. ¿No?

- Reserva tu humor para otro momento, nena –la forma que tuvo Sirius de pronunciar la última palabra, sin el menor rastro de cariño, fue lo que aviso a Evy de lo grave que era el problema–. ¿Cómo has podido no contarme nada de eso?

- ¿Y cómo se supone que iba a contártelo?

- ¡Porque me lo merecía, joder! Yo siempre he sido sincero contigo, tampoco te costaba tanto corresponderme. ¿No crees?

- Supongo que no –admitió la onza con evidente desgana.

- ¿Y por qué no lo hiciste?

- No lo sé... Nunca parecía un buen momento para ello –la onza soltó una especie de risa nerviosa, carente de humor–. No es una gran excusa.

- No, no lo es... ¿Y hasta cuándo pensabas ocultármelo todo? No, mejor no contestes a eso, me la sé: el mayor tiempo posible. Me imagino el momento: nuestro primer hijo nace con ese extraño tatuaje en plena cara y tú me saldrías con que era un antojo o algo así...

- ¿Nuestro primer hijo?

- No cambies de tema... –Sirius se aproximó a la chica y clavó sus ojos grises en los felinos de ella. Evy trató de apartar la vista, ya que volvía a ser incapaz de sostenerle la mirada, pero él la obligó a hacerlo, sosteniendo su barbilla–. Bien, nena, la hora de la verdad¿hay algo más que me ocultes? Y más te vale no mentir.

La onza estuvo tentada de decir "no", pero esa pequeña alarma que tenía en su cabeza le advirtió de que si mentía, perdería algo muy importante. Por una vez que dijera la verdad...

- Sí –las cejas del animago se alzaron, animándola a seguir–. Pero no puedo decírtelo –ni de coña iba a decirle que ella era (o creía ser) nieta de Grindelwald.

- Bien –Sirius liberó su barbilla.

- ¿Bien? –repitió, incrédula.

- Sí, bien –el moreno sonrió de una forma extraña que hizo que a la chica se le pusieran los pelos de punta–. ¿Recuerdas cuando dijiste que te preocupaba tener que elegir algún día entre Ethan y yo? Pues tenías razón: el día ha llegado y tú has elegido.

- ¿Y eso qué significa? Me estás dejando? –comprendió de repente la onza, sintiéndose como si el tatuaje volviera a sangrar.


Mm. Otro final interesante de esos que os gustan tanto... Ah, no que a la que le gustan es a mi, a vosotras/os creo que os desquician totalmente.

Pues nada el próximo capítulo será relajadito y tranquilo. Vamos, todo lo tranquilo y relajado que nos dejen Evy y Sirius, así que mejor que preparemos el bunker a prueba de bombas atómicas por si acaso...

Pasar unas buenas fiestas, si bebéis en Nochevieja no conduzcáis, mejor esperar a las 12 de la mañana y coger un autobús o un tren o lo que sea...

Besos de turrón de trufa blanca.

Carla Grey.

Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Gabriela. Musa de Mika Granger.