Hola, hola. ¿Qué tal estáis? Yo alucinando. Bueno, la verdad es que llevo así desde el día 21 de febrero, cuando pasé en HA de los mil RR por primera vez en mi vida. Sí, vale, lo menos 200 son los RR de la impaciencia, los que se dejan para leer el fict antes de que se revise, pero aún así... ¡Gracias a todos/as, cielos! Que sepáis que es por vosotros que está historia sigue adelante...

Con ese panorama tendréis que perdonarme si las respuestas a los RR (en otro RR, como siempre) quedan algo sentimentales, es que entre unas cosas y otras... aunque procuraré controlarme.

Ahora, a disfrutar con el capítulo. Al menos eso espero que hagáis. ;-)

Por amor al arte 30.

La búsqueda del dichosito Cetro.

Dado lo acertado de su predicción acerca del comportamiento de Evy y Sirius durante la noche, Remus estaba a punto de ir a exigirle a la Trelawney que le quitara ese borrón en su impecable expediente que representaba su suspenso en los TIMOS de adivinación.

Apenas salieron de la casa de los gritos y se internaron en el bosque prohibido, Evy saltó a un árbol tratando de abrirle la cabeza al perro con una piña. Sirius entornó los ojos y en unos segundos demostró sus conocimientos de magia sin varita, adquiridos en las clases de Dumbledore, rompiendo la rama en la que se apoyaba la Onza.

Evy casi no había tocado el suelo cuando ya estaba saltando directa a la yugular de su ex, enzarzándose en una verdadera pelea de perros y gatos.

El lobo alzó una ceja mirando al ciervo, como diciendo: "¿No decías que podías controlarlos? Pues hala, todo tuyos."

Pero, por muy valiente que fuera James, Remus no esperaba que fuera a meterse en ese peligroso tornado de zarpazos y dentelladas. Sin embargo, el ciervo aceptó el desafío, embistiendo con todas sus ganas.

Antes de que descubrieran qué pasaba hubo un movimiento de tierra y sonó un gañido procedente del jaguar, que miraba el enorme boquete del suelo por el que había estado a punto de caer y un...

- ¿Qué coño haces? –airado gruñido de Sirius procedente del agujero en el que James y él habían ido a parar por culpa del impulso del ciervo.

El impacto de la caída hizo que ambos recuperaran la forma humana. O al menos, eso pensaron al principio...

- Separaros a ti y a Evy. Y lo he conseguido¿no? –James parecía bastante satisfecho consigo mismo.

- Ya. ¿Y ahora cómo salimos de aquí? Porque saltando no llegamos y Evy no puede hacerse humana y elevarnos con Remus así...

- Sí, la verdad es que eso será un pequeño inconveniente... –admitió James–. Eso y recuperar nuestra ropa, porque el agujero este nos la hizo desaparecer.

- Cierto –aunque hasta ese momento, Sirius no lo había notado.

De repente, una enredadera cayó entre ambos jóvenes. El lobo y la jaguar se la habían lanzado para ayudarles a subir. Idea que seguramente habría funcionado si las lluvias de primavera no hubieran ablandado la tierra alrededor del socavón, impidiendo que pudiera soportar el peso de los dos depredadores.

En pocos minutos, ambos caían junto a sus amigos y, al igual que ellos, en cuanto cruzaron el umbral del hoyo, los dos eran humanos y estaban desnudos.

Durante unos segundos, Sirius olvidó que Evy ya no era su novia y se dispuso a protegerla celosamente de las miradas a ajenas empujándola contra la pared y tapándola con su cuerpo, mientras los otros se protegían con las manos las zonas críticas.

- Vale, esto es muy raro. Que Evy, Sirius y yo recuperemos la forma humana, pase. Pero que la recupere también Remus y estemos sin ropa, es muy extraño –dijo James.

- Parece que este lugar (sea el que sea) inhibe cualquier transformación animal, pero también te deja tal y como viniste al mundo –meditó Remus.

- ¿Puedo darme la vuelta? Entre vuestras deducciones obvias y que estoy de cara a la pared, me siento doblemente castigada –intervino Evy.

- Calladita estás más guapa, nena, así que no hables a no ser que tengas alguna idea genial para salir de aquí y/o conseguir ropa –sugirió Sirius en tono muy poco agradable.

- ¿Y por qué tendría que pensarlo yo?

- Porque estamos aquí por tu culpa.

- Vale los dos. Dejad de comportaros como... –James hizo una pausa, buscando la comparación más precisa.

- ¿Tú y Lily? –sugirió Sirius maliciosamente. Su amigo le dedicó un irónico gesto de "me parto el pecho de risa".

- ¡Eh! Tengo la solución –al mirar a Remus, vieron que llevaba puesta una camiseta y un pantalón negro, hechos ambos de una sustancia viscosa–. La sombra de este lugar es... consistente. Tiré de ella y me vistió.

Los dos morenos y la Onza hicieron lo que el castaño y en pocos segundos estaban vestidos con una ropa similar a la de su amigo, salvo Evy, que llevaba una especie de túnica negra.

- Vale, ahora sólo queda el problema de salir de aquí... –por primera vez, todos se fijaron en el lugar en el que se encontraban.

Era una sala circular, con raíces cerca del agujero por el que se filtraba la luz de la luna (y la enredadera, que estaba demasiado alta como para alcanzarla). Sin embargo, el suelo estaba enlosado, lo que demostraba que la sala había sido hecha por la mano del hombre y no por un capricho de la naturaleza. Y si eso no era bastante prueba, también estaban los jeroglíficos en letra celta decorando las paredes. Y por si todavía quedaran dudas, a escasos metros del suelo había algo parecido a una cañería...

- ¿Creéis que podríamos salir por esa especie de cañería de este agujero? –Evy señaló el citado pasadizo.

- Probemos... –James dio un ágil salto hacia el reborde de la pseudo tubería, logrando aferrarse al mismo con la punta de los dedos.

- Pero mira que es bruto a veces –Sirius meneó la cabeza antes de sacara la varita–. ¡Wingardium leviosa! –pero no pasó nada.

- Por lo visto no funciona... –Evy se examinó las uñas, como si el problema le resultara especialmente divertido pese a que ella misma era víctima de él.

- Lo que también te afecta, nena –señaló Sirius pronunciando la palabra como si fuera un insulto.

- ¿Podéis dejar lo de discutir para luego y ayudarme? Vamos, si no es mucha molestia... –a James se le empezaban a resbalar los dedos de su precario asidero.

Sirius se olvidó temporalmente de Evy y, junto a Remus, corrió a auxiliar a su amigo de pelo revuelto. Cada uno tomó una de las piernas del moreno y le sirvió de apoyo, ayudando a James a subir a la cañería...

- Parece un túnel... Veo luz al final. Debe de haber una salida... –informó James a los que aún estaban en el suelo.

- Bien, ayúdanos a subir –Remus dio un salto y se aferró al borde, como su amigo un poco antes, sólo que esta vez, James le agarró de las manos mientras Sirius y Evy le ayudaban desde abajo.

- Deja de mirarle el culo, viciosa –Evy volteó lentamente dispuesta a hacerle pagar a Sirius ese comentario. Tan lentamente, que él no le dio tiempo a girar. La agarró por la cintura y la aupó hasta dejarla en brazos de los otros dos chicos.

- Luego, Sirius saltó hasta agarrar las manos de James y Remus, que le izaron. Apenas aterrizó, Evy casi le lanza de nuevo hacia abajo en su prisa por abofetearle.

- ¿Y ahora por qué os peleáis? –suspiro James, a escasos centímetros de perder la paciencia.

- Este cabrón me ha tocado el culo –acusó Evy, mientras Sirius la sujetaba por las muñecas.

- ¡Para auparte! –se defendió el moreno-. Estás paranoica... Ya no me interesas lo más mínimo...

- Uy, pues eso no es lo que me decías anoche en la cama...

- ¡BASTA YA LOS DOS! –fue Remus el primero en perder la paciencia. Agarró a Evy por la muñeca y la arrastró hacia el pasadizo, golpeándose la cabeza en el proceso ya que era lo bastante alta como para que Evy anduviera erguida aunque su cabeza chocaba un poco, pero los chicos, que eran todos más altos que ella, iban totalmente encorvados.

- Yo primero –se adelanto James, confiando en que si había gente en medio, a ese par le sería más difícil discutir.

Siguiendo la luz que se divisaba al final del túnel, desembocaron en un pasadizo similar a las mazmorras de Hogwarts pero con raíces de árboles y signos celtas en vez de cuadros y armaduras. El problema estaba en una puerta enrejada que les impedía el paso.

- Yo me encargo –Sirius sacó la varita y se deslizó hasta la puerta.

- Sirius... ya viste antes que no funciona la magia aquí –le recordó Remus.

- No iba a usar un hechizo, pensaba usar la varita para forzar la cerradura –Sirius arrugó la frente al ver que las rejas eran demasiado estrechas como para que su mano cupiera entre ellas–. Nena...

- ¡Ah! Ahora soy "nena" –ironizó Evy con una especie de sonrisa sin humor–. Pues a lo mejor no me apetece...

- Eres increíble. Serías capaz de quedarte aquí encerrada toda la vida sólo por llevarme la contraria –la Onza iba a rebatir, pero Remus intervino de nuevo.

- Discutidlo en otro momento, que me empieza a doler la espalda.

Con brusquedad, Evy tomó la varita de manos de su ex y deslizó el brazo a través del enrejado hasta que encajó la punta de la varita en la cerradura.

- Con delicadeza, como te he enseñado –Sirius asomó la cabeza por encima del hombro de la Onza y trató de dirigir la maniobra desde allí.

- ¿Sabes que se puede pensar muy mal de esa frase? –James coló su cabeza entre la pared y el hombro de su amigo.

- ¿Cómo va lo de evitar que me rompa la espalda? –Remus investigó desde el hombro libre de Evy.

- Genial, no hay presión... –ironizó la onza con la cabeza pegada a la reja, concentrada en la cerradura. O al menos, intentándolo...

- ¿Entonces la abrirás pronto? Es que me crujen todas y cada una de las vértebras de la columna... –insistió el licántropo.

- Al paso que va, lo abrirá el mes que viene –apenas pronunció Sirius esas palabras de aliento, alguien exclamó "alohomora" y la puerta se abrió de improviso.

Los tres chicos cayeron sobre Evy, provocando que emitiera un gemido de gata aplastada que los tres chicos ignoraron, preocupados por algo más importante... ¿Quién había abierto la puerta con un hechizo si allí los hechizos no funcionaban?

- ¿James? –la respuesta les llegó en forma de la voz melodiosa y cargada de extrañeza de Lily–. ¿Qué hacéis aquí?. ¿Y cómo es que Remus es humano?

- ¿Y de dónde sacasteis esa ropa tan cool? .¿Es muy cara? –se emocionaron Jesse y Joy.

- Nos caímos en un agujero –James se explicó mientras tomaba las manos que le ofrecían Loveday y Lily para ayudarle a levantarse. Remus hizo lo propio con la de Will, Sirius se levantó por sí mismo y Evy rechazó su ayuda–. Nos desapareció la forma animal y la ropa. Pero descubrimos...

- Descubrí –matizó Remus, con agresividad lobuna.

- Pero él descubrió que las sombras de este lugar son consistentes y al tocarlas, nos vestimos con ellas... ¿Y qué hay de ese hechizo? Las varitas aquí no funcionan...

- No usé varita –Lily se encogió de hombros–. También encendí yo sola todas estas antorchas con un Lumos.

- Seguimos un pasadizo secreto que partía del baño del cuarto de estas tres –Jesse señaló con la cabeza a sus tres amigas–. Lily logró leer las inscripciones de las paredes: por lo visto en este lugar la única magia que puede existir es la que procede de un druida.

- ¿Sabéis que desde que hemos entrado en este pasillo os oímos discutir? –intervino Loveday en un claro intento de aliviar la tensión del ambiente.

- Eran ellos –se apresuró a aclarar Remus sin la menor necesidad, ya que Sirius y Evy se habían vuelto a enzarzar en una de sus habituales peleas–. Empiezan a parecerse a James y Lily, aunque con más mala leche y mucha menos gracia...

- Eh –protestaron los cuatro aludidos a la vez.

- ¿Qué tal si nos dejamos de tonterías y buscamos la manera de salir de aquí? –propuso Will con tono irónico.

- ¿Qué tal por donde habéis venido? –replicó James en igual tono.

- No podemos, la puerta se cerró apenas entramos –explicó Joy, saltando en defensa del padre de su posible hijo.

- Además, yo he venido a buscar mi Cetro y no me voy de aquí sin él. Según el mapa, es por allí –Lily volteó para seguir decidida por el camino que ella misma señalaba, pero James la agarró del brazo, haciendo que se volviera hacia él.

- ¡Quieta ahí! Olvida ese Cetro y busquemos una salida... –dijo el chico con tono suplicante.

- No pienso olvidarme de nada... –Lily se liberó con brusquedad–¿no entiendes que con el Cetro podríamos derrotar a Voldemort? Tanto tiempo quejándote de que no tenías ni idea de cómo Loveday y tú ibais a vencerlo y ahora te vas para atrás.

- Yo nunca me he quejado.

No en voz alta –concedió Lily.

- ¿Has estado leyéndome el pensamiento? –James parecía más sorprendido que enfadado ante la posible invasión de su privacidad mental. Y eso que parecía enfadado.

- No necesito hacerlo: a veces puedo oír los engranajes de tu cerebro funcionando. No literalmente –agregó la pelirroja antes de que su pareja le malinterpretara. Luego, con voz vacilante, añadió–¿A ti no te pasa?

- La verdad es que sí –el moreno la atrajo, agarrándola de la cintura, y la besó en los labios.

- Lamento interrumpir este momento tan meloso pero, aparte de que me está subiendo la glucosa, lo que no es bueno para mi niño¿nadie más oye ese ruidito? –intervino Joy.

- ¡Menos mal! Pensaba que era el único... –suspiró con alivio evidente Remus, que llevaba un rato paranoico perdido–. Suena como si estuviéramos en una bolera...

- Sí, y ahí viene la bola... –Will señaló al pasadizo por el que había venido junto a Lily y los demás–. Por lo visto, eso que pisamos sí que servía para algo...

Todos le dedicaron a Loveday una mirada de censura. Debido a que la rubia estaba muy ocupada suspirando por Lily, había pisado por donde no debía. No le dieron importancia hasta ese momento, cuando vieron una enorme bola de acero rodando hacia ellos.

- Igual deberíamos apartarnos para que no nos aplaste... –haciendo caso de su propia sugerencia, Joy se lanzó hacia el lado izquierdo, donde había un pequeño recoveco, seguida de Will, seguido a su vez de Jesse.

Apenas entraron, una puerta de acero les cerró el camino de vuelta.

Por su parte, James agarró a Lily y Loveday y las hizo entrar en la cañería de la que pocos segundos antes, la pelirroja les había ayudado a salir.

Remus trató de avisar a Sirius y Evy, que seguían ocupados discutiendo, pero sólo el merodeador pareció interesado en la información. Más que nada, por estar de cara a la enorme bola que se les venía encima.

- ¿Qué haces? –se molestó la Onza cuando Sirius agarró su brazo y trató de incitarla a correr.

- Evitar que te aplasten. Pero si quieres quedarte aquí... –el moreno de ojos grises soltó el brazo de su ex, se encogió de hombros y se volvió hacia Remus––. Vamos, Rem –sugirió antes de avanzar tranquilamente.

- Tú si que pareces querer que te aplasten... –le advirtió Remus, adelantándole a toda velocidad por el lado derecho, mientras Evy hacía lo propio por el izquierdo.

- En cuanto podamos nos hacemos a un lado... –Sirius tardó pocos segundos en darles alcance. Por desgracia, habían malgastado el tiempo suficiente como para que no pudieran refugiarse con el resto de sus amigos–. ¡Ahí!

- ¡Ay! –gimió Evy cuando su ex volvió a agarrarla del brazo con brusquedad, para arrastrarla hacia una sala lateral.

Apenas entraron en dicha sala, una puerta cayó para sellar la entrada. A los pocos segundos, se escuchó el estruendo que provocó la enorme bola de acero al chocar contra la puerta.

- ¿Todo bien? –quiso saber Remus.

- No, como este sádico me vuelva a agarrar así del brazo me lo va a dislocar o algo peor –Evy interrumpió sus quejas al ver que Sirius componía un gesto de dolor–. ¿Estás bien?

- Sí, de fábula. O lo estaré cuando os quitéis de encima los dos –la Onza casi lanzó a Remus por los aires en su prisa por liberar al moreno del peso de ambos. Pero eso no pareció menguar el dolor, que nacía en el costado izquierdo de Sirius.

Evy empezó a sospechar lo que le pasaba a su ex y deseaba equivocarse. Trató de acercarse para examinarle, pero una mirada gris acero de advertencia la frenó en seco.

- Has debido romperte una costilla al caer –Remus confirmó el pálpito de la Onza tras dar un vistazo.

- ¿Puedes arreglarlo? –preguntó Sirius.

- ¿Sin magia? No. Y aún con ella creo que tampoco podría... Los hechizos curativos no son mi especialidad. Lo más que podría hacer es vendarte la zona... –explicó el licántropo con cara de circunstancias.

- Pero eso sí que se puede hacer ahora... –Evy hizo ademán de acercarse, pero luego recordó que Sirius la rechazaría, así que se limitó a añadir–. Las sombras de la pared nos pueden servir para vendarle...

- Buena idea –Remus se acercó a la pared y arrancó unas sombras en forma de tira. Luego miró vacilante a Sirius–. Necesitaré ayuda para...

- No –negó el animago antes de que terminara siquiera la frase.

- Sí –replico el licántropo con un brillo tajante en la mirada–. Evy, ven a sujetarle...

- Joder –gruñeron los dos aludidos con disgusto. En el caso de Sirius por la orden en sí misma y en el de Evy por ser tratada como una niña.

- Gran idea la de seguir este camino –ironizó el animago, después de un rato.

- Si me estás culpando por eso, te recuerdo que tú el año pasado me dislocaste el hombro con una Bludger a posta y yo no le di la menor importancia –apuntó astutamente el licántropo. Después de eso, Sirius estuvo un rato en silencio, gemidos de dolor aparte–. Listo.

- Al fin –suspiró Evy, soltando a Sirius y alejándose de él. El moreno le dedicó una breve mirada antes de tratar de levantarse.

- Descansa un rato –le sugirió Remus, impidiendo que se levantara–. Yo iré a investigar un poco...

- Ni hablar –ni la mirada de advertencia del licántropo, ni que Evy tuviera que sostenerle, lograron persuadir a Sirius de que obedeciera el consejo de su amigo–. Voy contigo...

La Onza le dedicó a Remus una mirada que venía a decir: "animago cabezota". Él logró reprimir la carcajada antes de unirse a ellos, tratando de ayudar a Sirius a avanzar.

- Puedo andar solo –se quejó el moreno de ojos grises cuando sus amigos se convirtieron en muletas.

- Lo sabemos –replicaron a coro, sin la menor intención de soltarle.

&·&·&

- Genial, ahora estamos cada uno por un lado –fueron las primeras palabras que pronunció James apenas salieron de su refugio y comprobaron que tanto la bola como sus amigos habían desaparecido. Y lo hizo, dedicándole a su novia una irónica mirada de "buen trabajo, princesa".

- Si seguimos recto, antes o después nos cruzaremos con ellos –aseguró la pelirroja mostrando el mapa, como recordando a su chico que lo tenía–. Además, es como si yo hubiera estado aquí antes y es imposible que me pierda...

- Lily, aquí hace lo menos mil años que no entra nadie... –James pasó los dedos por el borde de un saliente y los mostró totalmente grises por el polvo.

- Pues hace mil años, pero yo aquí he estado –insistió Lily como si fuera una perspectiva que le emocionara especialmente...

- Sí, vale, lo que tú digas –Loveday suspiró y James la miró molesto–. ¿Y a ti qué te pasa?

- Es que no entiendo por qué tienes que tratar así a Lily: ella se esta arriesgando por nosotros y tú no haces más que reñirle. Así vas a conseguir que se largue con otra persona. Y ten en cuenta lo sexy que se pone cuando habla en celta... –le advirtió la rubia.

- Mira, Loveday, ahora no tengo tiempo para que me pongas celoso, tengo que evitar que Lily encuentre ese Cetro y termine... ¿Dónde está Lily? –tras dar un vistazo, los herederos comprobaron que su pelirroja favorita había descendido por unas escaleras y corrieron tras ella.

Y es que mientras ellos discutían, Lily había visto algo brillante que la invitaba a seguir ese camino. Segura de que era el mismo Cetro llamando su atención, la druida enrolló el mapa y siguió a la luz brillante. James y Loveday la alcanzaron al final de las escaleras, donde se había tenido que detener al perder el rastro de la luz.

Sobra decir que apenas entraron los tres, una puerta de piedra les impidió regresar por el camino que llegaron.

- Lily...

- ¡Estaba aquí! –exclamó la pelirroja, echando a correr como una loca, buscando el Cetro.

- No debí ponerme tacones –gimió Loveday antes de correr tras ella y James.

- ¡Lily! –James logró alcanzarla en una extraña sala circular que casi parecía un bosque de estalactitas. Frente a la pelirroja estaba suspendida la luz brillante, pero James ni la vio, tan preocupado estaba por abrazar a su chica–. Princesa, por favor, vale de correr.

- ¿Pero no lo entiendes? Estaba aquí... –Lily señaló frustrada la sala vacía en la que estaban. Loveday se reunió con ellos, jadeante.

- ¿Estás bien, Love? –preguntó James.

- Lo... estaré... en... cuanto... recupere... el... aliento... –jadeó la rubia.

- Bien. En cuanto a ti: tienes razón, no lo entiendo –confesó James volviéndose hacia Lily–. No entiendo por qué tienes tal obsesión por ese Cetro cuando lo único que ha hecho es provocar la caía de todas y cada una de sus predecesoras...

- En eso el muchacho tiene razón –le apoyó una voz incorpórea a la que la pareja no hizo caso, pensando que era de Loveday. Pero la rubia no había abierto la boca...

- ¿Es que no lo entiendes? Quiero procurarte un arma para destruir a ese demente antes de que te haga más daño...

- ¿Y hacerte daño tú sola? No estoy dispuesto a pagar ese precio...

- ¡Ya estamos otra vez! –Lily bufó con furia–. Estoy harta de que tomes las decisiones por mí. Yo tampoco soporto la idea de que te pase algo malo, pero no tomo la decisión de alejarte de la guerra contra tu voluntad... Y ganas no me faltan...

- En eso, la que tiene razón es ella –apuntó una nueva voz, también femenina.

- ¡Loveday, por favor, no interrumpas! –la pareja se revolvió contra la rubia.

- ¡Pero si yo no he dicho nada! –protestó la aludida, señalando a la espalda de sus amigos–. Fueron esas dos enormes bolas brillantes.

- Oh, oh, parece que nos han descubierto –dijo la voz procedente de la bola azulada.

- Igual deberíamos presentarnos... –sugirió la otra bola de un brillante color dorado. Fue ella la que guió a Lily hasta allí.

- Vale, empieza tú –replicó la primera.

- Está bien... –la bola dorada emitió algo parecido a un suspiro antes de contraerse, como acumulando energía... De pronto, como un pollito rompiendo el cascarón, de la bola empezó a salir un cuerpo humano. Más concretamente una mujer pelirroja... que sostenía su propia cabeza en las manos.

- ¡Dios mío! –exclamó Lily emocionada al reconocer al fantasma de la mujer decapitada–. Tú eres Morrigan O'Shiannon.

- En... espíritu –admitió la aludida con orgullo. Luego los brazos fantasmales posicionaron su cabeza para que pudiera mirar a la bola azulada–. Te toca.

- Voy... –tras seguir el mismo proceso que la bola dorada, de la bola azulada salió otra mujer de pelo castaño y cuyo abundante pecho estaba atravesado por una lanza de metro y medio de largo–. Tachán... –evidentemente, la mujer de la lanza esperaba que su aparición causara tanta expectación como de la de su compañera y el no provocarla la decepcionó un poco–. ¿No sabéis quién soy? –preguntó clavando sus ojos castaños en James.

- No, lo siento –se disculpó el muchacho. Y de verdad que lo sentía, esa desconocida era la única mujer presente que estaba de su parte.

- Da igual... Obviamente no soy tan famosa como otras –la desconocida le dedicó una mirada envenenada a Morrigan– Soy Francine Fraser... ¿Es que mi nombre no os dice nada! –bramó la tal Francine, perdiendo los estribos.

- Es obvio que no –intervino una nueva voz procedente de una bola rojo carmesí. Al poco rato, de dicha bola surgía un hombre moreno de cuyo cuello colgaba una enorme soga.

- ¿Te ahorcaron? –le preguntó Loveday.

- No, es que me gustan las corbatas rústicas –ironizó el muerto moreno.

- Él es Marcus Murtagh. Iba para juglar... Pero metió lo que no debía en el lugar menos indicado –les informó Francine.

- Espera, sí que te conozco. Tú fuiste la autora de "Usos y costumbres de los druidas de Escocia" –la aludida sonrió complacida al ser recocida por Lily–. ¿Y qué hacéis los tres aquí?

- Los cuatro... –una nueva bola, color verde esmeralda hizo aparición. De ella surgió un hombre rubio sin ninguna herida mortal aparente, lo que probablemente indicaba que murió por una Avada Kedavra–. Leo McLafertty para servirlas... –anunció, dedicando a las dos chicas sendas reverencias dignas de unas emperatrices. A James simplemente le ignoró.

- Ah¿y qué hacéis los cuatro aquí? –insistió Lily.

- Creo que tu antepasada es quien debe explicarte eso... –los otros tres druidas voltearon y cedieron la palabra con un gesto a la pelirroja decapitada.

- Pues... –Morrigan vaciló unos segundos y cuando habló, lo hizo con la cabeza baja–, estamos condenados a vivir aquí por toda la eternidad... ¡Todo por culpa de la traidora de Ryana! Ella nos condenó a pasar la eternidad aquí, vigilando que ninguna de esas brujas advenedizas se llevara el Cetro... No te ofendas –agregó al notar que Loveday pertenecía a ese colectivo. La rubia le restó importancia con un gesto.

- ¿Entonces el Cetro está aquí? –se interesó rápidamente Lily.

- ¿Quién es Ryana? –quisieron saber por su parte James y Loveday.

- Sí... Oye, podía entregártelo. Así nosotros quedaríamos libres...

- ¡Sería genial! –replicó rápidamente la druida.

- No creo que sea buena idea –contradijeron cuatro voces que las pelirrojas ignoraron olímpicamente.

- Ven, te llevaré hasta él –Morrigan volvió a convertirse en la bola dorada para indicarle el camino a Lily. Inmediatamente, la chica se puso en marcha.

- ¿No podéis hacer nada? –James dedicó a los otros tres espíritus una mirada suplicante.

- No –suspiraron los tres a la vez.

- ¿Y quien es Ryana? –insistió Loveday.

- Ella... ella fue muy poderosa. Llegó a lo más alto –fue la explicación de Francine.

- Si nos castigó a estar por toda la eternidad aquí fue porque nos lo merecíamos –agregó seriamente Marcus.

- Y prefiero pasarme la eternidad aquí atrapado antes que explicarle cómo Morrigan devolvió el Cetro a la circulación –concluyó Leo.

- Igual podemos detenerlas... –sugirió James, inseguro.

- Sabes tan bien como nosotros que cuando a esas se las mete algo en el cabezón, es casi imposible detenerlas –apuntó Francine.

- Seguidnos –los tres suspiraron, antes de convertirse en bolas brillantes y guiarles tras Lily.

&·&·&

- Genial, acabamos de separarnos de Lily, la única persona que tenía una mínima idea de cómo salir de aquí –gruñó Will apenas se cerró la puerta a sus espaldas.

- Lily no estaba muy interesada en salir de aquí. Al menos, no sin encontrar el Cetro –matizó Jesse.

- Pero ella tenía el mapa –insistió el prefecto. El metamorfomago reconoció con una mueca la verdad de las palabras de su compañero.

- Tranquilos, yo conozco el camino –los dos chicos le dedicaron tal mirada de incredulidad a Joy que la morena no tuvo más remedio que picarse–. ¿Qué?

- Bueno, Joy, no te enfades, pero... –Jesse vaciló, temiendo que si era brusco su amiga le degollara.

- Tu sentido de la orientación es tan nulo que no mejoraría ni aunque te tragaras una brújula –completó Will sin el menor tacto.

- ¿Era necesario que fueras tan brusco? –se irritó la chica–. ¿Qué coño te pasa?

- ¿Qué que coño me pasa a mí? –Will dejó escapar una carcajada carente de humor–. Eres tú la que se ha comportado toda la semana como una loca, con eso de que si nos tocábamos el universo entero se iría a la mierda. Quiero creer que no tiene nada que ver con la boda de Narcisa y Malfoy...

- ¿Y a mí que me iba a importar que esos dos se casaran? –Joy mantuvo el tipo, pese a que no le gustaba nada el rumbo que estaba tomando al conversación.

- Pues no sé, pero como esa misma tarde estuviste hablando con Snape... –dejó caer Will como quien no quiere la cosa.

- ¿Hablaste con Snape? –se asombró Jesse.

- ¿Y tú cómo sabes eso? –quiso saber Joy.

- Doris me lo dijo –Will sonrió, esperando la más que predecible y explosiva reacción de la morena.

- ¿Que has hablado con Doris? –siseó Joy, con la voz cargada de celos.

- Sí, ella te vio hablando con Snape y pensó que le dejabas el campo libre. No pongáis esa cara –el prefecto casi rió al ver el ceño fruncido de sus dos compañeros–. La mandé a paseo. Aunque le agradecí la información... Volviendo al tema¿tiene que ver con Snape o no?

- Claro que no. Ahora, sí vamos por ahí...

- ¿Te incomoda el tema? –cortó Will.

- No.

- ¿Entonces por qué quisiste cambiarlo tan rápido?

- Porque... porque tenemos cosas más importantes en que pensar...

- ¿Por ejemplo?

- Salir de aquí –replicó secamente Joy.

- O preocuparnos por quién viene por ese pasillo... –sugirió Jesse, señalando un corredor por el que se oían voces.

- Que sólo me he roto una costilla, no estoy inválido...

- Sólo –repitió una voz ronroneante con sorna.

- Son estos tres –Joy suspiró–. ¿Es que Evy y Sirius no pueden parar de discutir?

- Que gente, de verdad... –musitó Will.

Jesse puso los ojos en blanco mientras Remus suspiraba... ¿Quién fue precisamente a hablar?

- ¿Y James y sus chicas? –preguntó el licántropo.

- Si ellas te oyen llamarles "sus chicas", te arrancan la lengua y te la hacen tragar –apuntó Jesse. Remus no pareció especialmente impresionado por esa posibilidad– No sé donde están...

- Genial, nos hemos perdido –gruñó Sirius.

- No nos hemos perdido –rebatió Evy–. Para perderte, tienes que haber sabido en algún momento dónde estabas y ese no es nuestro caso.

- Además, yo conozco el camino. He memorizado el mapa –les informó Joy con orgullo. Los chicos alzaron las cejas con suspicacia.

- ¿Por qué la miráis así? –se picó Evy–. Si Joy fue capaz de memorizar los patrones de una túnica de diseño, el mapa de este lugar no puede ser tan complicado...

- Ya, nena, pero está científicamente demostrado que las mujeres no sabéis leer los mapas. El resto de las cosas las hacéis tan bien como nosotros, o incluso mejor, pero eso no se os da bien porque carecéis de coordinación espacial –todos los chicos asintieron para corroborar las palabras de Sirius.

- ¿A qué te doy dos patadas bien coordinadas en un espacio definido? –amenazó Evy.

- Ya lo intentaste ayer tres veces y no lo conseguiste... Lo que demuestra que los científicos tienen razón –replicó el moreno con una irritante sonrisa de superioridad masculina.

- ¿Y qué científicos son esos, exactamente?. ¿Tal vez los mismos que aseguraban que la Tierra era plana? –aventuró Joy con un tono tan dulce como peligroso.

- No, serían los que decían que el átomo era indivisible y ahora no paran de sacar mierdas de ahí dentro –le apoyó Evy.

- Podéis poneros como queráis con el tema... Pero no va a dejar de ser cierto –las retó Will–. Pero que no es para tomarlo así: los hombres nacimos sin el gen que ayuda a conjuntar los colores... –Jesse tosió, ofendido–. Salvo Jesse...

- Cabe la posibilidad de que Joy naciera con el gen que ayuda a saber leer los mapas –apuntó Evy.

Los chicos se juntaron en círculo, como si estuvieran en un partido de rugby debatiendo la siguiente jugada. Al cabo de unos pocos segundos en los que las chicas se dedicaron a golpear rítmicamente el suelo con los pies, mostrando expresión de aburrimiento, ellos se volvieron y empujaron a Jesse, elegido portavoz, hacia ellas...

- ¿Y según tú, Joy, por dónde debemos ir? –preguntó el metamorfomago.

- Por allí –la morena señaló un pasadizo a la derecha.

- Mm... –los cuatro chicos miraron el pasadizo, como si desde allí pudieran ver dónde terminaba el mismo.

- Por ahí iréis bien –intervino una voz infantil.

- ¡Kevin! –exclamó Joy alegremente al reconocer al joven fantasma que había aparecido al lado de Remus–. ¿Qué haces aquí?

- Encontré a una familiar mía por aquí y ella me está enseñando a controlar mis súper poderes... ¿Quieres que te la presente? Es por ahí... –el fantasma barra druida barra niño señaló otro pasillo, contrario al que señaló Joy.

- ¿Pero no decías que por ahí iríamos bien? –se extrañó Remus.

- Sí, para salir de aquí. Pero si vamos por el otro lado nos reuniremos con vuestros amigos y mis parientes... –explicó Kevin con paciencia.

- ¿Si vamos por ahí encontraremos a James y sus chicas? –quiso saber Sirius. Kevin asintió.

- Está bien. Will, Evy y yo iremos a buscar a James, Lily y Loveday. Will y Joy deberían ir hacia la salida para llevar a Sirius a la enfermería... –la decisión de Remus hizo que se elevaran las protestas procedentes de los que debían irse–. ¡BASTA!

Todos se callaron a la vez.

- Vaya carácter –comentó Kevin.

- Aquí se hace lo que yo digo: y se acabó –Remus usó un tono tan autoritario que Will y Evy, que hasta entonces habían estado de su parte, se pasaron de lado.

- Bueno, tampoco está mal que escuchemos sus argumentos unos minutos... –sugirió Evy con dulzura, pero con un tono que exigía ser obedecido, antes de volverse hacia los otros tres...

- ¿Qué pasa? .¿Ahora que tenéis otro guía me tiráis como un trapo? –atacó Joy en tono melodramático.

- No es eso... Es que este lugar es peligroso. Piensa un poco en nuestro hijo, anda –sugirió Will.

- Aún no se sabe si estoy embarazada o no –la morena se cruzó de brazos y apartó la cara.

- Y esa regla de tres también se le puede aplicar a Evy –señaló Sirius–. Yo estoy perfectamente... salvo por mi costilla rota –agregó al ver la mirada patibularia de Remus.

- Que deberían mirarte cuanto antes... Por mí no te preocupes, que lo de la poción te lo he dicho para asustarte... Y por lo visto funcionó –Evy sonrió, al parecer, muy complacida consigo misma.

- ¿Y yo, qué? –intervino Jesse con tono lastimero–. Yo estoy perfectamente...

- Pero alguien tendrá que cuidar de ellos, no podemos dejar que vuelvan solos –razonó Remus, aunque con un tono que indicaba que prefería otras técnicas de persuasión más agresivas.

- Exacto, así que mejor vamos todos juntos a buscar a esos tres –apenas Sirius vio el resquicio que su amigo había abierto involuntariamente en su razonamiento, se lanzó a por él.

Al verse cogido por sorpresa, Remus entornó los ojos y le dedicó a Sirius una mirada perdona vidas.

- Estamos perdiendo el tiempo –añadió Joy con un tono lento y dulce que resultaba francamente irritante–. ¿Nos enseñas el camino, Kevin?

- Desde luego –cuando Kevin giró por uno de los pasillos, fueron Sirius, Joy y Jesse los primeros que le siguieron, dedicándole una mirada irónica a Remus al pasar por su lado.

- Traidores –les siseó el licántropo a Evy y Will.

Los dos Gryffindor se encogieron de hombros antes de seguir a los demás.

&·&·&

- ¡Aquí está! –la versión redonda y voladora de Morrigan revoloteó por una impresionante sala con techos, paredes y suelo de madera de manzano. En el centro de la misma, alumbrado por un rayo de luna, había una especie de altar, sobre el que reposaba algo que aceleró el pulso de Lily...

¡El Cetro de Sekhmet!

La pelirroja avanzó decidida a por él, pero en cuanto pisó una de las tablas de madera, ésta se quebró... mostrando un abismo tan profundo bajo el suelo que no se veía el fondo.

- ¡Ten cuidado! Si te matas, no me servirás para nada –le riñó Morrigan.

- Lo mismo digo –sin la menor delicadeza, James la hizo retroceder hasta el pasillo tomándola del brazo. Un paso por detrás de él, Loveday observaba la escena con la preocupación pintada en sus rasgos serenos de rubia.

- Mm. Buena la has hecho... –en la bola dorada que era Morrigan aparecieron unos ojos verdosos que desaprobaron a Lily–, liarte con un chico tan listo como tú. Un error de novata que yo jamás cometí...

- No, tú los cometiste peores –atacó Leo–. ¿Por qué no le cuentas a tu descendiente por qué estamos aquí?

- Ya lo hice: fue por culpa de Ryana –replicó la pelirroja.

- Pero te olvidaste de decirle porqué estamos así –insistió la bola esmeralda.

En ese punto, la bola miró el suelo de madera sobre el que flotaba y musitó algo que nadie entendió...

- ¿Cómo dices, yaya? –preguntó Lily.

- ¿Yaya? –repitió James.

- En cierto sentido es mi yaya... –apuntó ella antes de volverse hacia la bola dorada–. ¿Qué pasó para que estéis así?

- Una guerra contra los magos, eso es lo que pasó, niña –en vista de que Morrigan no parecía muy dispuesta a hablar, Leo volvió a tomar la iniciativa– Todos la palmamos en el campo de batalla.

- Menos yo, que fui ahorcado por unos magos un mes después. Y no fue por la guerra, fue porque envidiaban mi éxito entre las mujeres... –aclaró Marcus.

- Entre sus mujeres, concretamente –añadió Francine con malicia.

- Al menos logré llevarle el Cetro a Ryana... –si la bola que era Marcus Murtagh hubiera tenido hombros, se habría encogido de los mismos–. Ella era muy inteligente, fue la única que dijo (Elora aparte) que sería un suicidio por nuestra parte embarcarnos en una guerra que no podíamos ganar... A menos que usáramos la astucia. En agradecimiento a tan sabios consejos, Morrigan la desterró.

- Y por devolvernos el favor, Ryana nos condenó a vagar eternamente por estas grutas –completó Leo.– Fue generosa: yo nos habría mandado directos al mismo infierno.

- Siempre tan optimista... –se burló Morrigan–. Olvidas que Ryana era una traidora, por eso no seguí su consejo.

- ¿Según quién? –intervino James–. Según Sekhmet¿no? –agregó el moreno cuando la antepasada de su chica no contestó–. Supongo que fueron sus sabios consejos los que sí seguiste...

- ¿Ves ya en el lío en que te has metido? –espetó Morrigan a Lily–. ¡Acostarse con un chico inteligente! Con lo escasos que son...

- ¿Fue Sekhmet la que te aconsejó ir a la guerra? –preguntó Lily, obviando el intento de cambio de tema.

- Bueno, sí... Pero con el Cetro no podíamos perder –insistió vehementemente la bola brillante.

- Uy, sí. Tenemos ahora mismo una pinta de ganadores... –Francine se materializó y tamborileó con sus dedos en la lanza que le atravesaba el pecho.

- Pero Sekhmet dijo... –empezó Lily con tono vacilante, pero fue cortada por Marcus, que se había materializado.

- Deja que adivine: que vuestra sangre se remonta a los faraones, que los sangre limpia son advenedizos en comparación y que, por eso mismo, iría contra la voluntad de los dioses que nos vencieran¿no?

- Algo así... –concedió Lily, sin admitir que fueron las palabras exactas.

- Increíble: en cuatro mil años no ha cambiado el guión –suspiró Francine.

- El fallo no fue ni de Sekhmet ni de su Cetro –Morrigan se volvió hacia Lily, dispuesta a que la pelirroja se llevara el Cetro y así poder descansar en paz–. El fallo fue mío, que no fui lo bastante fuerte para vencer. Pero eso no tiene porqué pasarte a ti... Si me sigues, yo te diré qué tablas debes de pisar...

Lily miró la sala de madera que tenía ante sí y a los ojos de James, de un color similar, como si no supiera que decidir...

- Lily, no –dijo simplemente el chico–. Es peligroso...

- Ah, claro. Y tú puedes irte a hacer el macho por el laberinto porque no pasa nada¿no? –la pelirroja alzó la barbilla en uno de sus gestos de desafío mientras Morrigan asentía con aprobación.

- No es lo mismo...

- ¿Por qué no? –insistió Lily.

- Sí¿por qué no? –quiso saber Loveday, temiendo una conspiración machista por parte de su amigo.

- Pues...

- ¡Ahí están! –por fortuna para James, en ese momento aparecieron sus amigos perdidos (de los que él ya no se acordaba) y que le libraron de contestar.

Y también para fortuna de Lily... Aprovechando que James giró hacia ellos, Lily se agachó para pasar por debajo de su brazo y lanzarse a la sala de madera...

- ¡Lily! –al darse cuenta de la jugada de la pelirroja, James trató de seguirla, pero Morrigan revoloteó lo justo y necesario alrededor de sus piernas, para hacerle tropezar. Al caer, James destrozó una de las tablas de madera, precipitándose al vacío a través de ella.

Rápidamente, Will, Jesse, Remus, Sirius y Loveday se lanzaron para sujetar a James por los pies. En el caso de Loveday con un grito, en el de Sirius con un gemido al golpearse contra el suelo sus perjudicadas costillas, otro para Jesse, que se manchó su camisa de marca favorita y un gruñido de Remus que sonaba a:

- Y a este no se le ocurre nada mejor que ponerse ahora a hacer puenting sin cuerda.

Entre todos debían haberle subido con facilidad, pero una especie de malas hierbas (pero malas, malas) atraparon las manos de James y tiraron en sentido contrario al que tiraban sus amigos. ¡Y vaya si tenían fuerza las ramitas!

Cuando escuchó el grito de Loveday, Lily se volvió y, durante un segundo, estuvo a punto de retroceder en su ayuda, pero Morrigan no se lo permitió. Sólo tuvo que girar en torno a su cabeza y recordarle la cercanía del Cetro.

Al mirar al centro de la sala, la esfera verde de la reliquia brillo incitadoramente...

Y Lily avanzó hacia ella por el camino que le indicó Morrigan.

Por su parte, cuando Remus dijo "sin cuerda" Joy y Evy se miraron, miraron la cuerda que el fantasma de Marcus llevaba entorno al cuello y volvieron a mirarse.

- Perdone señor ahorcado... –empezó a decir Joy cortésmente. Marcus la observó, sorprendido de que una bruja le hablara así–. ¿Nos presta su cuerda?

- Me gustaría... pero no sé como quitármela.

- Así... –con un hechizo, Kevin convocó la cuerda hacia sus manos. cuando se la tendió a Joy, la cuerda estaba hecha de sustancia y no sólo de espíritu–. Sólo se mantendrá así unos minutos –le advirtió.

- Suficiente –Evy tomó la cuerda rápidamente de manos de Joy y la ató a una estalagmita.

- ¿Adónde vas tú? –dijo Will cuando vio que la Onza trataba de descolgarse.

- Ni hablar –se negó Sirius. Claro que el tener las manos ocupadas sosteniendo a James le impedía tomar medidas más efectivas.

- Es cierto, no funcionará... Pasadme la lanza de la otra –pidió Evy, volviendo a ponerse en tierra.

- Vale –sin demasiados miramientos, Kevin le arrancó la lanza a su (por lo menos) doce veces tatarabuela y se la entregó a Joy.

- ¡Qué alivio! Puedo volver a llevar escotes... –exclamó Francine encantada de la vida.

- ¡Y yo no me volveré a enganchar con los fantasmas de los árboles quemados! –se entusiasmo Marcus.

- Y pensar que hace siglos que os podíais haber librado de las armas que os mataron... –el irónico comentario de Leo logró chafar la alegría de los que un día fueron los druidas más poderosos.

Esta vez, Joy no dio tiempo a que Evy le quitara la lanza de las manos. Simplemente, la lanzó contra lo que parecía la cara de la planta... La mala hierba soltó una especie de aullido y liberó a James.

- Deprisa, antes de que la lanza se vuelva intangible otra vez... –ordenó Joy.

En pocos segundos, habían logrado devolver a su amigo a tierra firme.

- ¿Y Lily? –Will reparó al fin en la ausencia de la pelirroja. Ninguno la había visto entrar en la sala de madera y luego James les había tenido demasiado ocupados como para percibir nada más.

A modo de respuesta, James deslizó sus ojos marrones hasta el centro de la habitación de madera... Aunque madera, la verdad es que quedaba ya poca, al menos en el suelo. La incursión de Lily para alcanzar el Cetro había provocado que la mitad de los tablones de madera cayeran la vacío que había bajo ellos, de tal manera que la pelirroja no tenía camino para regresar...

Pero de momento, eso no parecía preocuparle mucho a Lily. No cuando sus manos estaban apunto de acariciar el soñado Cetro de Sekhmet... Sin embargo, en el último segundo, su mano se detuvo en el aire...

¿Y si los demás tenían razón? La verdad es que Sekhmet le había parecido un poco prepotente y Morrigan no parecía tener la cabeza puesta en su sitio... Iba sin coñas.

Pero el Cetro volvió a lanzar un destello insinuante, similar al brillo de la sonrisa de un actor de cine bajo los flashes de los fotógrafos...

Y la indecisión de Lily se desvaneció, agarrando el Cetro con firmeza.

Fue como si una corriente de electrizante placer le recorriera todas y cada una de las células de su cuerpo. Era el poder. El del Cetro y el de Lily empezando a danzar al mismo ritmo.

Y supo que tenía que salir de allí. Y que sería el Cetro el que la sacaría de allí...

Apenas lo había pensado cuando se había aparecido, con el Cetro en la mano, al lado de sus amigos.

- ¿Nos vamos? –y antes de que alguno de ellos pudiera decir nada, Lily los desapareció de allí, dejando solos a los cinco druidas.

- Bueno, nosotros también podemos irnos... –Morrigan se apareció con su forma humana frente a sus compañeros. Lucía una sonrisa complacida, que se truncó al no notar nada especial–. ¿No deberíamos ascender o algo?

- No –negó Francine–. Me temo que no es tan fácil...

&·&·&

Una vez que Lily los desapareció de las grutas, los hizo aparecer en un confuso montón en el despacho de Dumbledore.

- ¡Lily, cielo! –y apenas lo pisaron, Verbena, su madre muggle (que no debería estar allí) la abrazó posesivamente–. No vuelvas a darme estos sustos...

- ¿Susto? –repitió la pelirroja.

- Isis y Jack vinieron a verme –explicó Dumbledore apartando los ojos del Cetro–. Estaban preocupadas porque no os encontraban por el castillo... Creo que tenéis mucho que contarme.


Bueno, no os quejaréis porque el capítulo fue intenso. Para el próximo capítulo, tengo que comentaros una mala noticia. ¿Estáis sentadas/os? Bien. Porque sé que será un duro golpe para todos/as, pero vuelve la rata y esta vez para quedarse. Os lo comento para que os vayáis mentalizando.

En cuanto al tema de los ajustes con los libros (o spoilers del sexto): las personas que me han dado su opinión me han dicho que si no podía ajustarme que no lo hiciera. Así que, voy a hacerlas caso y meteré solo aquellos que no alteren mi trama. Gracias por su colaboración a: Rocío, Riva, Billie Noir y Laila Doremi

La verdad es un capítulo que vendrá bien cargado de sorpresas: Lucius querrá hablar con Snape sobre Narcisa, llegara Giselle... Y muchas más cosas.

Será dentro de dos semanas.

Hasta entonces, sed buenos, dejad RR y no os olvidéis nunca de reír.

Carla Grey.

Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática. Musa de MikaGranger. Ganadora de dos premios anuales de HA. Luz al final del túnel de Deathkisse.