Hola, hola. Bueno, esto nos normal... tanta puntualidad por mi parte y que la inspiración me dure es bastante sospechoso. ¿Qué estaré tramando? En fin, luego lo debatiré con mi muso, de momento aquí os dejo con el capítulo 31.
Es un capítulo extraño, de esos que me salen de vez en cuando a base de escenas cortas y variadas, espero que os guste y os haga reír.
Recordad que la respuesta a los RR se encuentra en un RR que me he dejado a mi misma. Y ya sin más, os dejo con el capítulo.
Y ya sin más, os dejo con el capítulo. Espero que os guste.
Por amor al arte 31.
La dura senda de los amantes...
- ¡Giselle! –Bell agitó la mano con vehemencia para recibir a su prima, que bajaba del tren.
En cuanto ésta puso el pie en el andén, ambas rubias se fundieron en un abrazo.
- ¿Qué tal el viaje? –preguntó Bell cuando se separaron.
- Bastante bien. Se me ha hecho muy corto gracias a Gideon. He venido con él... –como si Giselle le hubiera invocado, Prewett bajó del tren y le dedicó a Bell una sonrisa tímida.
No hizo ademán de acercarse, cosa que ella agradeció: después de la escena del hospital prefería no estar cerca de él.
- ¿Pasa algo? –Giselle notó los nervios de su prima.
- No, nada –Bella agitó la melena y sonrió. Pero su vacilante sonrisa se desvaneció al ver bajarse a otro pasajero del tren.
- Bell –Peter Petigrew corría hacia ellas. ¿Había adelgazado? No, decidió al verlo de cerca, fue un efecto óptico de la distancia–. ¿Qué tal¿Dónde están los chicos? Pensaba que vendrían a buscarme...
- Pues... –Bell vaciló, ya que estaba segura de que ninguno de los merodeadores tenía la menor idea del regreso de Peter–. Están en Hogsmeade –Bell remarcó la palabra, esperando que el pequeño Gryffindor captara la insinuación pero sobreestimó la inteligencia de los roedores.
- ¿Sirius está aquí? –se emocionó Giselle, al notar que la estación estaba en Hogsmeade. Por lo visto, Peter no era tan perspicaz.
- No –Bell tenía un pequeño problema ahora: hacerse entender por Peter sin decir nada revelador para su prima–. No se les puede molestar. Es... su noche para chicos.
- ¿Su noche de chicos? –repitió Giselle–. ¿Le das una noche libre al mes?
- Sí, coincidiendo con la luna llena –esta vez si que la información pareció calar en el cerebro (o lo que fuera que tenía en el cráneo) de la rata, porque asintió.
- Ah, vale. Los veré mañana... –suspiró Peter entristecido.
- Sí –Giselle suspiró. Aunque pensándolo bien, era mejor ver a Sirius mañana, así estaría radiante y no echa un asco después del viaje–. Vamos para el castillo, tengo ganas de ducharme. ¿Estaré en Gryffindor, no?
- Claro que sí. Ya te seleccionaron hace años. Estarás en la habitación con Loveday y conmigo –Bell subió junto a su prima en un carruaje, seguidas (para disgusto de ambas) por Peter.
- ¿No había otra chica?
- Sí, Anya, pero está en la enfermería.
- ¿Qué le pasa a Anya? –se preocupó Peter.
- Oh, nada, sólo un problema intestinal –Bell le restó importancia a la enfermedad con un gesto de la mano–. Estará bien.
- ¿Y Lily? –intervino Peter, para sorpresa de Bell. La rata nunca había mostrado la menor simpatía por la novia de James.
- Oh, ella está en la habitación de siempre... Con Loveday no se llevaba bien, al menos al principio. Y con Anya, como es casi seguro que ella la intentó matar, pues no está bien...
- Ah... ¿Y sigue peleada con James? –se interesó Peter.
- No. De hecho, han vuelto –ante esa información, Petigrew pareció deprimirse. Eso recordó a Bell algo, o mejor dicho, a alguien-. Oye, Peter¿no habrá vuelto Leticia contigo?
- No –suspiro la rata con pesar-, Leticia se queda a vivir en Rumania. Se va a casar con el marqués de Covasna... –esta vez fue Bell la que suspiro con alivio. Lo último que hacía falta era que regresara la petarda para desestabilizar más todavía a Lily.
- ¿Y la tal Jack? .¿Sigue tras Remus? –por la cara que puso su prima, Giselle dedujo que sí–. ¿Pero esa chica no tenía un hermano mayor? Pues que la controle un poco...
Bell casi rió. Bastante tenía Will con lo suyo, como para encarrilar a su hermanita...
&·&·&
El viaje hasta Hogwarts transcurrió sin más contratiempos. Giselle y Peter fueron junto con los otros becados al despacho de McGonagall para ultimar el papeleo. Cuando terminaron, Bell y Giselle fueron a cenar a su habitación, porque la segunda estaba cansada y para librarse de Peter, y allí estuvieron hablando de sus cosas hasta que se durmieron.
Sin embargo, sobre las cuatro de la mañana, Bell se despertó al oír unos golpes en su puerta... Extrañada, la rubia se levantó. Al abrir se encontró con Jack.
- ¿Qué quieres, Sparrow? –preguntó Bell con impaciencia.
- ¿Has visto a los demás? –Jack parecía muy nerviosa.
- No, –Bell guardó silencio el tiempo suficiente para salir al pasillo y cerrar la puerta. No quería que su prima se enterara de esa forma de los secretos de sus amigos–. Ya sabes que hoy es luna llena, no creo que vuelvan hasta el amanecer...
- ¡Eso ya lo sé! –se irritó Jack–. Me refiero a Lily, Joy, Jesse, Loveday y el idiota de mi hermano... Aún no han vuelto.
- Es verdad... –Bell se percató en ese momento de la ausencia de Loveday. Antes había estado tan ocupada que no se había dado cuenta–. ¿Y dónde pueden estar¿Lo habéis mirado en el mapa de los chicos?
- No aparecen en él –contestó Isis. La prefecta llegó acompañada por Bifidus en ese momento. El chico llevaba el mapa del merodeador en la mano.
- ¿De dónde habéis sacado eso? Olvidad esa pregunta: de la habitación de los merodeadores –se autocontestó Bell–. ¿Pero Peter no puso pegas? .¿Dejó que os lo llevarais sin más...?
- Pos no estaba para poner mucho, la verdad. Tratamos de despertarle, pero nos fue imposible –explicó Bifidus–. Isis se acordaba de dónde guardaban el mapa, así que lo cogimos...
- El problema es que ni siquiera aparecen en él –insistió Jack–. No lo entiendo... Había pensado ir a hablar con Dumbledore si tú no tenías ni idea de dónde estaban...
- ¿Jack tomando una decisión medianamente responsable? Debía de estar más preocupada por el idiota de su hermano de lo que decía... Igualmente, los presentes se quedaron muy sorprendidos.
- ¿Pasa algo? –Giselle había despertado y al no ver a su prima en la habitación, había salido a investigar.
- No lo sabemos... –contestó Isis.
- Hola, no nos conocemos. Me llamo Bifidus Actibus –el joven adicto a los insectos reaccionó como cualquier Gryffindor hormonal en presencia de una chica guapa desconocida: fue a por ella a saco. Isis, que hasta ese momento no tuvo nada contra la desconocida, puso su expresión a lo "Samara Morgan tres segundos antes de resecar a alguien".
- Giselle Figg –se presentó la rubia–. ¿Y qué pasa?
- Que me voy a despertar a Dumbledore... La que me quiera acompañar, que me acompañe –Jack volteó decidida.
- Espera, Jack, que no sabes la contraseña para el despacho del Director... –Isis corrió para alcanzar a su impetuosa amiga olvidando que, de hecho, ella tampoco la sabía.
Bifidus vaciló. ¿Debía seguir a su mantis oriental que ya le había rechazado una vez (aunque ahora parecía más receptiva) o probar suerte con aquella Lycaenidae celeste? (NA: para las personas poco puestas en el mundo invertebrado, vamos, para todas (yo la primera), las Lycaenidae son una especie de mariposas.)
- ¡Bifidus, ven aquí! –bramó la oriental en su tono de prefecta/sargento, ayudando a decidirse al muchacho. O mejor dicho, obligando a decidirse al muchacho...
Giselle miró con curiosidad a su prima, que aún miraba hacia donde se fueron sus amigos y su enemiga...
- ¡Esperad!. ¡Voy con vosotros! –gritó la rubia antes de correr tras ellos. Giselle se encogió de hombros, confusa, antes de seguir a su prima.
Un rato después, las cuatro chicas y el chico rondaban por los alrededores de la estatua que llevaba ante el director, tratando inútilmente de abrirla...
- No puedo creer que en este mapa no venga la contraseña... –se desesperó Isis, dando otro vistazo al mapa como si con eso fuera aparecer la esquiva contraseña.
- La verdad es que me habría desilusionado bastante que unos adolescentes diseñaran un mapa que permitiera conocer la contraseña que lleva al despacho de Dumbledore –opinó Giselle sensatamente.
- Viene Filch –gritó de repente Bifidus, haciendo que cundiera el caos.
Rápidamente, Bell tomó el mapa y apuntando su varita hacia él, susurró "travesura realizada". Iba a guardarlo, pero Bifidus, que iniciaba la retirada, chocó con ella, haciendo que el pergamino volara al suelo.
- Corred, yo lo cojo –Isis se abalanzó sobre el pergamino, mientras los demás, menos Jack, corrían a esconderse de Filch.
- ¡Quietas ahí! –la voz del conserje las dejó clavadas en el sitio. Con premeditada lentitud, ambas chicas se dieron la vuelta, como para coger fuerzas antes de enfrentarse al careto de Filch–. Vaya, vaya. Parece que acabo de pillar a dos Gryffindor en plena travesura...
- No es eso –se apresuró a corregirle Isis–. Verá, yo soy prefecta y estoy haciendo la ronda. Pero mi compañero se ha puesto enfermo y le he pedido a una amiga que me acompañe.
- ¿De ronda a las tres de la mañana?. ¿Ustedes se creen que soy idiota?
- La pregunta es retórica¿no? –dijo Jack con su tono más impertinente. Isis se lo recriminó con un codazo.
- Pues les aclaro que no lo soy... –Filch se aproximó hasta que ambas chicas se marearon con su horrible aliento–. Sé que traman algo... ¿Qué es eso que tienen en la mano? –Filch señaló el mapa, que con los nervios la prefecta no tuvo tiempo de esconder.
- Esto... –vaciló Isis.
- ¡Entréguemelo ya! –ordenó Filch, logrando imponerse a la nerviosa oriental–. Bien, no sé lo que es el pergamino, pero seguro que traman algo...
- Está bien. Nos ha descubierto –se "rindió" Jack. Isis la miró con cara de "¿qué estás haciendo?" mientras Filch sonreía triunfalmente–. Estábamos a punto de minar este pasillo de bombas fétidas, y al verle llegar las hemos lanzado todas por esa ventana. El pergamino nos indicaba donde ponerlas para que atufaran al mayor número de profesores posible...
- ¡Pero lo que me dice es muy grave! –el conserje no ocultó su satisfacción al saber que acababa de pillar a dos jovencitas a punto de contravenir unas setenta reglas de la escuela–. Las voy a llevar ante Dumbledore ahora mismo. Él debe disciplinarlas...
- Eso, eso. que Dumbledore nos discipline –Jack reprimió la sonrisa de victoria. Justo lo que ella quería: ver a Dumbledore.
Mientras Filch se acercaba a la gárgola, Isis sacudió una colleja a su amiga con toda su mala leche (oriental).
- Ay –Jack le dedicó a la prefecta una mirada de "¿qué haces?"
- ¿No ves que soy prefecta? No puedes involucrarme en semejante escándalo... -le riñó la oriental.
- ¿A qué esperan? –de nuevo un gruñido del conserje las hizo pegar un respingo. Estaban tan ocupadas discutiendo que ni siquiera se enteraron de la contraseña.
Las dos Gryffindor subieron modosamente las escaleras que llevaban al despacho de Dumbledore, guiadas por el irritable Conserje.
- ¿Se puede saber qué pasa? –preguntó el amable anciano, bastante molesto por haber sido despertado... Aunque el chupetón en su cuello era demasiado reciente como para haber estado durmiendo y... ¿esas zapatillas que asomaban bajo una cortina no eran las de Pomfrey?
Antes de que Filch pudiera acusarlas de nada, Isis pegó un grito salvaje, se lanzó al suelo y recorrió de rodillas la distancia hasta los pies de la silla de Dumbledore. El anciano mago alzó los pies y se encogió sobre la misma, como si hubiera la niña de The Ring acabara de salir de su televisor para robarle sus reservas de agua...
- ¡Somos inocentes! Por favor, no me quite mi cargo de prefecta por esto... Sé que a Lily se lo quitaron, pero lo nuestro no es tan grave. Por favor, no me quiten la insignia de prefecta –repitió, está vez tomando el dobladillo de la túnica de Dumbledore con expresión suplicante.
- Por favor, Isis, levanta del suelo, que me estás dando mucho repelús... –ordenó Dumbledore con una extraña mueca. La oriental obedeció rápidamente, temiendo que en caso contrario, perdiera su puesto de prefecta–. Y ahora, dime¿por qué crees que te voy a quitar tu puesto de prefecta¿Acaso has hecho algo malo?
- En realidad, no –se apresuró a intervenir Jack–. Le hemos hecho creer a Filch que habíamos puesto bombas fétidas frente a su despacho para que nos trajera ante usted...
- ¿Y por qué queríais verme con tanta urgencia? –desconfió Dumbledore, ya que tratándose de esa alumna cualquiera se fiaba...
- Es que Lily, Jesse, Loveday, Joy y el idiota de mi hermano han desaparecido... Bueno, no han desaparecido, se fueron a mirar no sé qué vidrieras que les iban a llevar hasta la Seta de Serena y desde entonces no se sabe nada más de ellos...
- ¿No querrá decir el Cetro de Sekhmet?
- ¡Eso mismo! –exclamó Jack, logrando preocupar al director– Pero no sabemos dónde están...
- Está bien... Yo me encargo de todo –Dumbledore les dedicó una sonrisa tranquilizadora que se desvanecería en cuanto las chicas salieran por la puerta–. Volved a vuestra habitación, en unas horas tenéis un examen y os conviene estar descansadas...
- Eso responde a la pregunta de si nos iba a excusar de realizar el examen de mañana –suspiró Isis pesarosa.
- ¿Nos avisará si hay novedades? –preguntó Jack con un tono lastimero que invitaba a sobreprotegerla.
- Desde luego...
Apenas se quedó a solas, Dumbledore se volvió hacia Fawkes (olvidándose de la presencia de Pomfrey en su despacho y de la razón por la que estaba allí) para que le acompañara a buscar a la madre de Lily.
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Después de encontrarse con sus compañeros en la sala común de Gryffindor y resumirles lo sucedido en el despacho de Dumbledore, Isis y Jack subieron a su habitación, con la intención de irse a la cama.
Al menos, la oriental...
Jack tenía otras ideas en mente...
- ¿Pero qué haces? –preguntó la prefecta al ver cómo la castaña de pelo rizado empezaba a prepararse un baño.
- Prepararme un baño
- Eso ya lo veo... Lo que no entiendo es por qué.
- Ah, no voy a poder dormir y así aprovecho para probar mi nueva técnica para atraer a Remus... Tachán –Jack mostró un frasco que parecía contener gel de color canela–. Mi nuevo gel para cuerpo y cabello con olor a chocolate... Me he comprado la gama entera: la leche hidratante, espuma de pelo, mascarilla facial, colonia, bálsamo labial...
- ¿De veras crees que eso funcionará? –Isis se mostró bastante escéptica ante la nueva maniobra de su amiga. Bueno, la verdad es que había sido escéptica desde el principio.
- Pues claro... El chocolate es una de las dos cosas que más le gusta en el mundo. En realidad, el plan es tan simple que no sé cómo no se me ocurrió antes.
- Cierto. ¿Pero tienes un plan B? No...
- Claro –Jack mostró un tubo de lo que Isis deseó que no fuera poción multijugos–. En caso de que esto falle me transformaré en Bell, que es la segunda cosa que más le gusta en el mundo... Pero espero no tener que llegar a ese extremo. Ay, Isis, las tonterías que hacemos por las personas que amamos...
"O que creemos amar", pensó la oriental para sí. Aunque tenía que reconocer que, dentro de los planes de Jack, aquellos eran bastante lógicos. No parecían pensados con los ovarios sino con la cabeza, bastante preocupante, viniendo de Jack.
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- Oh, mierda. Es mi marido...
Apenas pronunció Narcisa Malfoy esas palabras, Snape se levantó de la cama como impulsado por resorte, agarró la túnica y se la puso según saltaba por la ventana...
¡Suerte que abrió las piernas al aterrizar! De lo contrario, habría insertado el carné de padre en las puntas de lanza que adornaban las verjas de la mansión Malfoy.
- Cielo, tranquilo, que era una falsa alarma. Sólo era una lechuza –desde la ventana, Narcisa le hizo un gesto para que volviera.
- Mira, Narcisa, yo no puedo seguir así... Tengo 18 años y me va a dar una úlcera, o un yuyu o algo peor... Pensar que Malfoy nos pueda pillar es mucha presión para mí y creo que debemos dejarlo antes de que eso pase –dijo el Slytherin con más seguridad de la que sentía.
- Tarde...
- ¿Cómo que tarde? –Snape recogió la nota que trajo la lechuza y que Narcisa había estado leyendo hasta entonces–. Mierda... –cuando la leyó, el joven moreno empezó a dar vueltas frenéticas por la habitación
- Bueno, tranquilo, no tenemos porqué agobiarnos. Que Malfoy quiera hablar contigo no significa que te hayan descubierto...
- No, claro, somos tan amigos que quiere que vayamos juntos a ver un partido de Quidditch... –ironizó Snape. Hasta que cayó en la cuenta de un detalle–. ¿Cómo que me ha descubierto¡Pensaba que estábamos juntos en esto!
- Bueno, estamos revueltos pero no juntos –al ver que eso había herido los sentimientos de su amante, Narcisa se acercó a él y le abrazó. Él no respondió, pero tampoco la rechazó–. Mira, cielo, aún a riesgo de sonar como mi madre dándome consejos para mi noche de bodas: tú mañana por la mañana te estás quietecito y esperas que él acabe. Todo saldrá bien...
Pese a que Snape no creía que aquello fuese a salir bien, se dejó acariciar y conducir a la cama de nuevo. Por lo menos, disfrutar de una última vez antes de morir...
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A la mañana siguiente, Snape fingió que se iba de la mansión Malfoy para volver y acudir a la cita que tenía a primera hora con Lucius.
Pryssi, la elfina de Narcisa, al abrirle la puerta le dedicó una mirada de "¿pero tú no estabas en la cama de mi ama hace tres minutos escasos?"
- ¿Quién es, Pryssi? –preguntó la propia rubia desde el porche, donde desayunaba con su marido.
- El Sr. Snape –suspiró la elfina, temiéndose lo peor.
- Ah, sí... –exclamó Lucius Malfoy, levantándose de la mesa–. Yo le llamé para hablar de un asunto importante... Vamos al estudio...
Para ir al estudio, Snape tuvo que pasar frente al porche: que Narcisa le mirara como si fuera la última vez que le vería entero no fue para nada alentador.
- ¿Y bien, Lucius, de qué querías hablarme? –preguntó Snape, olvidando los consejos que le diera su rubia amante.
- Primero de todo, quiero que sepas que al principio me caíste fatal... Principalmente porque soy una persona muy competitiva y no me gustó nada que me pisaras el puesto que tenía frente a nuestro Señor Tenebroso. Pero ya está superado... ¿Amigos? –Snape miró la mano que el rubio le tendía como si fuera una serpiente venenosa. Finalmente la estrechó, rezando para que no le apuñalara por la espalda. Pero no... Lucius le soltó la mano y prosiguió como si nada–. Aclarado esto... Snape, tengo un problema: Narcisa tiene un amante y tú... –los ojos grises del rubio fusilaron al moreno–. Tú, vas a ayudarme a encontrarlo...
- ¿Qué? –atinó a preguntar Snape, demasiado aturdido para comprender al instante que no había sido descubierto... del todo– Quiero decir... ¿Cómo lo sabes?
- ¿Que cómo lo sé?. ¡Porque cuando me voy a una misión larga y vuelvo, me la encuentro feliz! .¿Te parecen pocas pruebas?
- Puede que se alegre de ver que estás vivo... –la sugerencia de Snape fue acogida con un bufido de escepticismo del rubio.
- ¡Por favor, sé perfectamente que me quiere por mi dinero! Si muero, ella será mi heredera. ¿Cómo se va a alegrar de que vuelva con vida? –Malfoy le dedicó una mirada de "piensa un poco, Snape"–. No, no... Ella es feliz porque está sexualmente satisfecha, y si está sexualmente satisfecha es porque tiene un amante –Snape intentó que no se le inflase mucho su ego masculino por esa frase.
- ¿Y por qué piensas que yo lo encontraré mejor que tú?
- Bueno, tú eres su amigo. Igual con alguna charla inocente puedes conseguir la información y entonces... ¡Reventaremos a ese desgraciado hijo de mala Muggle a Crucios, empezando por sus testículos! –bramó Malfoy. Al ver que el ataque de furia le había hecho abandonar su pose de caballero frío y respetable, agregó–. Lo siento, es que nunca he soportado que toquen mis cosas...
- No, si eso lo entiendo... Pero no por qué quieres que te acompañe a torturar a ese... desgraciado. En fin, me parece que eso es cosa tuya...
- No, no... Ya te he dicho que quiero que seamos amigos: si torturamos juntos a ese desgraciado, afianzaremos nuestra amistad –explicó Malfoy.
"Sip, esas cosas unen mucho", pensó para sí Snape.
- En fin, Malfoy, que yo tengo que volver a Hogwarts antes de que alguien extrañe mi presencia: ya te aviso si averiguo algo –se despidió Snape.
Al pasar por delante de donde Narcisa apuraba su taza de té, la rubia sonrió al ver que su amante salía entero de su entrevista con su marido. Luego, al ver la expresión decidida del joven, arrugó la frente: era obvio que Malfoy le había hecho algún tipo de oferta y, fuera cual fuera, para Snape incluía romper con ella.
&·&·&
Una vez que Lily los desapareció de las grutas, los hizo aparecer en un confuso montón en el despacho de Dumbledore.
- ¡Lily, cielo! –y apenas lo pisaron, Verbena, su madre muggle (que acababa de llegar al despacho escoltada por Dumbledore y Fawques) la abrazó posesivamente–. No vuelvas a darme estos sustos...
- ¿Susto? –repitió la pelirroja.
- Isis y Jack vinieron a verme –explicó Dumbledore apartando los ojos del Cetro–. Estaban preocupadas porque no os encontraban por el castillo... Creo que tenéis mucho que contarme –luego miró con extrañeza a Remus–. Remus¿qué haces aquí no deberías estar...?
- ¿Aullando a la luna? –completó el licántropo, dando a entender que sus amigos lo sabían. Lo que no podía era descubrirles ante el director–. Supongo que me escapé y, paseando por el bosque prohibido, caí en un agujero y al instante volví a ser humano. Luego me encontré con ellos...
- Ajá. ¿Y vosotros tres? –Dumbledore miró a James, Evy y Sirius–. Jack e Isis no comentaron nada de vuestra desaparición.
- No sabían que habíamos ido con ellos –explicó James, serenamente–. Nos unimos en el último minuto...
- ¿Estás bien, Sirius? –Dumbledore reparó en que el merodeador de ojos grises se llevaba la mano en las costillas.
- Sí –mintió el chico.
- Yo creo que no. Creo que deberías ir a la enfermería y que alguien debería acompañarte –los ojos azules lanzaron una indirecta directa al todos los presentes que no eran Ni James, ni Lily ni Verbena.
- Vamos –Remus y Evy captaron la indirecta y escoltaron a Sirius hasta la puerta.
- Y alguien debería también ir a vuestra sala común y tranquilizar a vuestras amigas –fueron Loveday y Will los que captaron la nueva indirecta.
Joy y Jesse permanecieron sentados en unas sillas.
- Joy, Jesse... Me gustaría hablar a solas con ellos tres. ¿Os importa iros? –Dumbledore pasó de sutilezas.
- ¿Y qué más le da? Si luego nos lo van a contar todo –replicó Joy.
- Es privarnos del encanto del directo –agregó Jesse a modo de apoyo.
- Vamos, anda –Will agarró a ambos del bazo y los hizo levantarse. Al principio, Joy no se dio cuenta que el chico la estaba tocando, pero al bajar por las escaleras, lo notó y se soltó con brusquedad.
- Voy con vosotros –la morena se unió a Remus, Evy y Sirius.
- Yo me ducho y voy también para allá –dijo Jesse.
- No hace falta, tratad de descansar un poco –sugirió Sirius.
- Vendremos –replicaron los dos Gryffindor de quinto, con la tozudez propia de su casa.
Cuando el trío entró en la sala común se encontraron con un comité de bienvenida compuesto por Giselle, Bell, Isis, Bifidus y...
- ¿Pero dónde coño estabais?. ¿Os parece normal salir de marcha toda la noche, llegar al amanecer y no invitarme? –encabezado por Jack.
- ¿Desde cuándo te preocupas por mí? –se sorprendió Will.
- Por ti no, idiota, es por los demás –probablemente, su hermano se lo hubiera creído y se hubiera preocupado menos si ella no le estuviera abrazando.
- Claro, claro –se rió el prefecto, correspondiendo al abrazo.
- ¿Qué ha pasado? –preguntó Bell a Loveday y Jesse entretanto.
- Hemos encontrado el Cetro –contestó la rubia antes de intercambiar una mirada con el chico y relatar toda la historia.
- ¿Sirius está herido? –se alarmó Giselle.
- No es grave –Will entornó los ojos. Quería posponer el encuentro entre lacastaña claray Evy lo máximo posible.
- ¿Cómo no va a serlo si está en la enfermería? Voy con él –Giselle se levantó decidida y salió por el cuadro de la Dama Gorda.
- Está allí Evy –afirmó Jack.
- Sí… –gruñeron los demás.
- Iré a evitar que nuestra Onza favorita le saque los ojos a alguien –Jesse siguió el mismo camino que la rubia.
- Oye... –Loveday llevaba un rato olfateando–. ¿No os apetece comer chocolate?
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- ¿Sabéis? Acabo de darme cuenta de que había amanecido... Podía haberme ahorrado las excusas a Dumbledore –susurró Remus.
Él y Joy estaban sentados en un banco de piedra frente a la enfermería, esperando a que Pomfrey le diera el alta a Sirius. Evy daba vueltas frente a ellos, demasiado ansiosa para permanecer quieta.
- ¿Creéis que somos los únicos que sabemos lo del Cetro? –preguntó Joy.
- No lo sé –contestó Remus.
- No lo somos –Evy se quedó quieta mirando Rosier, que acababa de aparecer al otro lado del pasillo–. Ahora vuelvo... –la Onza no pareció dudar mucho al acercarse a él–. ¿Qué tal?
- Verás, he oído que Black estaba en la enfermería y que la prima de la rubia que sale con Lupin estaba aquí para consolarle y he venido para ver si yo te podía brindar ayuda en ese sentido –concluyó el Sly con una sonrisa de depravado sexual.
- Ah, eres muy amable, pero en realidad estoy estupendamente –curiosamente, las últimas 48 horas le habían servido a Evy para despejar su mente lo suficiente como para darse cuenta que no podía seguir usando a la gente para poner celoso a Sirius. ¡Y menos a los Slytherin!
- ¿Seguro? Yo estoy dispuesto a ayudarte como haga falta...
- ¿No has oído a la chica?. ¡No quiere nada contigo! –intervino Regulus Black, que llegaba en ese momento.
Joy y Remus alzaron una ceja y se miraron: aquello empezaba a ser enfermizo.
- A ver, Black, la chica esta salía con tu hermano, el otro Black, no contigo. En consecuencia, esto no es asunto tuyo. Díselo tú, Evy, que a ti te hará más caso –agregó Rosier, rodeando con un brazo el hombro de la joven.
- En realidad –Evy se apartó del brazo y se encaró con ambos Sly–, quería hablar con los dos. Veréis, he meditado y me he dado cuenta que sólo salí con vosotros para vengarme de Sirius por haberme dejado. Vamos, que os he utilizado y eso no es justo para vosotros...
- Ah, pero a mí eso me da igual –aclaró Rosier con una sonrisa ilusionada en su cara–. Tú utilízame todo lo que quieras. Es más, vamos a vengarnos de él ahora mismo que está en la enfermería, le joderá más.
- Haz el favor de no arrastrarte, Rosier –aconsejó Regulus con esa frialdad aplastante e hiriente que parecía ser innata en algunos Black.
Sea como fuere, el tono gélido de Regulus logró que Rosier reaccionara. Se irguió y anunció...
- Bueno, Evy, fue bonito mientras duró. Si cambias de idea, ya sabes donde encontrarme. Ahora voy a buscarme una sustituta para la venganza... No te importa que me imagine que eres tú¿verdad? En fin, nos vemos –se despidió el Sly.
- Discúlpale, Snape ha pasado la noche con mi prima y no ha podido darle la medicación –dijo Regulus apenas desapareció el otro por la esquina. A su pesar, Evy rió.
- Me parece que el único que no sabe nada del lío que se traen esos dos es Lucius Malfoy –opinó la Onza.
- Ojalá se entere pronto y se maten entre ellos dos... –gruñó el Sly de mal humor–. ¿Y qué tal tú? –preguntó mudando totalmente de expresión.
- Yo bien. El que está en la enfermería es tu hermano –señaló Evy.
- Ya –Regulus encogió sus hombros en un gesto de "eso no me interesa demasiado" que hizo que la Onza alzara una ceja–. Yo quería saber si tú estabas bien...
- Ah –comprendió Evy, con el mismo interés que el Sly mostraba por su hermano. Vamos, ninguno–. Pues estoy genial. Ya nos veremos en clase.
La Onza volteó hacia sus amigos tras esa despedida, dejando a Regulus con cara de circunstancias viendo como se alejaba.
Evy aún no había llegado junto a Joy y Remus cuando la puerta de la enfermería se abrió, dejando salir a un Sirius que escuchaba los consejos que Pomfrey le regalaba para que se recuperara cuanto antes.
La Onza estaba considerando cual de los dos hermanos Black lograba irritarla más: si Regulus y la indiferencia que a veces manifestaba por la salud de su hermano, o Sirius y su "ni contigo ni sin ti" que tanto desquiciaba a la Onza...
En esos momentos, Giselle llegó como una bala y se abalanzó sobre Sirius, informándole entre sollozos (que sonaban bastante sinceros, la verdad sea dicha) de lo muy preocupada que había estado desde que se enteró de que estaba en la enfermería.
Y el ganador era… ¡Sirius! Por su interpretación de "yo me alegro de verte" y "vamos a poner celosa a una Onza" abrazando a cierta rubia oscura. (Evy se negaba a admitir que el pelo de su rival era tan castaño como el suyo.)
- Vamos, anda –Joy abrazó a su amiga por la cintura y la condujo hacia Gryffindor–. Nos alegra que estés bien¿verdad, Evy? –le comentó la morena a Sirius al pasar por su lado.
- Sí –desde luego, descuartizarle no tendría la misma gracia si el chico no estuviera en su mejor momento.
No pudo añadir más, ya que Joy la siguió arrastrando hasta la sala común ayudada por Jesse, que llegó en ese momento. Ni siquiera vio la mirada de censura que Remus le dedicó a su amigo antes de avanzar tras las chicas.
Por supuesto, la morena no se había empeñado en ir a la enfermería para huir del contacto de Will... Bueno, vale, no había ido a la enfermería sólo para huir de Will, sino que lo hizo porque se imaginaba una escena de ese estilo.
Cuando entraron en su sala común se encontraron con el resto del grupo, que se acercó a ellas en busca de respuestas.
- ¿Y Sirius?. ¿Se sabe algo de James y Lily?. ¿Por qué venís las dos solas?
- ¡Remus! –Bell localizó a su novio, que venía tras las chicas, y se lanzó a sus brazos. Jack apartó los ojos y empezó a encontrar muy interesante la ceniza de la chimenea, Isis se arrodilló a su lado.
- No sabemos nada de James y Lily… Aún... –contestó Joy a Will, Jesse, Bifidus y Loveday, los únicos que conservaban el interés–. En cuanto a Sirius...
- Viene con Giselle¿no? –aventuró Will. Cuando la morena asintió, el prefecto suspiro.
- Bell... –por su parte, Evy no había apartado sus ojos de la rubia desde que habían entrado, y en ellos había un brillo de depredadora malicia que se desvaneció cuando su amiga la miró y fue sustituido por una expresión afable–. Me preocupa Perla, estoy segura de que Jack e Isis no han tenido tiempo esta noche para preocuparse por ella y sus gatitos... ¿me acompañas y vemos que están bien?
- Claro –replicó la rubia sin sospechar la que se le venía encima hasta que Evy cerró de un portazo.
O lo intentó, ya que Joy lo evitó con un hechizo dispuesta a estar presente, ya fuera para evitar que Bell fuera asesinada o para colaborar en su homicidio. Aún no se había decantado por ninguna de las dos opciones.
Tras mirar brevemente a Joy, Evy volteó hacia Bell.
- ¿Pero tú de qué coño vas? –le espetó con voz tranquila y escalofriante.
- Ah, ya. Debí suponer que no querías hablar de Perla sino de mi prima.
- Sí, debiste suponerlo –concordó la Onza– Y ahora, responde a mi pregunta. ¿Tú de qué coño vas? Tanto que te jode que Jack vaya tras tu chico pero tú no tienes el menor problema en allanarle el camino a las golfas que van tras los chicos de tus amigas de toda la vida... ¿Es que la plancha con la que te alisas el pelo te quemó las neuronas además de las puntas?
- La situación es completamente distinta: tú y Sirius habéis roto y, para colmo, tú has salido con todo tío que se te ha puesto a tiro. ¡Joder, incluso con su propio hermano! –la mejor defensa, era un buen ataque. Al menos, eso debía de pensar Bell.
- ¿Y? No es como si tú estuvieras quietecita... ¿O me vas a decir que nunca te has pegado el lote con Prewett? En el hospital, tal vez –Evy comprendió que había acertado casi de pleno al ver palidecer la cara de la rubia.
- ¿Qué? –el problema es que no fue la única personaque pensó que había acertado de pleno.
Remus y Sirius (con Giselle pegada a su sombra), preocupados por la conversación que pudieran tener esas dos, habían ido a la habitación de las chicas para escuchar la última frase que había pronunciado la castaña. Frase que no había sentado muy bien a Remus...
Durante unos segundos, el licántropo pareció estar a punto de decir algo, pero cambió de idea y se largó con una expresión furiosa. Bell corrió para alcanzarle y tratar de explicarse...
- Bien hecho, nena –Giselle iba a añadir un par de palabras más al comentario de Sirius, pero Evy le dedicó una sonrisa irónica por encima de su hombro.
- Sirius –antes de que su amiga contestara, Joy intervino. Con un gesto imperioso, les ordenó a al animago y su admiradora que se largaran de allí y más les valía que no tuviera que repetírselo.
- Vamos, Sirius, tienes que descansar –mientras Giselle le conducía hacia la puerta, se reafirmó en la mala opinión que tenía de esas dos jovencitas.
- ¿Cómo sabías lo de Bell y Prewett? –preguntó Joy apenas cerró la puerta.
- No lo sabía. Hasta ahora –agregó Evy con un suspiro de cansancio antes de meterse en su cama sin molestarse siquiera en quitarse la ropa.
- ¡Joy! –en ese momento, Kevin se apareció a su lado haciendo que ambas chicas pegaran un bote–. Lo siento...
- Tranquilo... ¿Pero qué haces aquí? Pensaba que al conseguir Lily el Cetro todos los druidas que estabais aquí prisioneros ascenderíais –se extrañó la morena.
- De eso quería hablarte... Por lo visto, la tal Ryana les condenó a vagar por la Tierra mientras existiera el Cetro de Sekhmet –explicó el fantasma niño con el tono de alguien que recita algo aprendido de memoria.
- Oh, qué faena. ¿No? –se solidarizó Joy.
- Ya te digo... –Kevin se encogió de hombros–. ¿Puedo quedarme por aquí? Es que esos cuatro están discutiendo muy fuerte y no me gusta cuando lo hacen...
- Claro, pero con la condición de que nos dejes dormir... –como el fantasma accedió, Joy se lanzó a su cama sin quitarse la ropa, al igual que su amiga antes que ella.
&·&·&
Will y Loveday estaban en la sala común cuando empezó al espectáculo. Jack e Isis se habían ido a desayunar y Jesse estaba a punto de ir a ducharse.
Remus bajó las escaleras con una expresión más peligrosa de la que podría haber puesto como un lobo. Bell iba detrás, llamándole y tratando de que la escuchara. Finalmente, logró hacerle voltear hacia ella...
- Por favor, Remus, al menos escúchame... –suplicó la rubia.
- ¿Como tú me escuchaste el año pasado cuando nuestras circunstancias eran similares? –replicó el licántropo con tono acerado. Sin embargo, al ver los ojos de su chica anegados en lágrimas, cedió–. Está bien, te escucho... –como para demostrar su buena fe, hizo ademán de sentarse junto a Loveday en el sofá.
- A solas, por favor... –volvió a suplicar Bell.
- Como quieras –accedió Remus en un tono falsamente complaciente antes de indicarle el camino hacia su habitación y cederle el paso por el mismo.
- ¿Qué ha pasado? –a Loveday, Jesse y Will les faltó tiempo para apoyarse en el respaldo del sofá y mirar a Sirius y Giselle expectantes.
- No es asunto vuestro –replicó rígidamente la rubia oscura.
- Por lo visto, Bell y Prewett se besaron cuando ella fue a verle al hospital. Pero ella tiene una explicación... –explicó Sirius al mismo tiempo.
- Ahhh –los otros tres Gryffindor cruzaron una mirada.
- ¿Y qué va a ser lo próximo?. ¿Ir a pegar la oreja a la puerta? –sugirió Giselle irritada.
- ¡Buena idea! –exclamaron cuatro entusiastas Gryffindor. Al ver que Sirius se iba con ellos, Giselle los siguió con un poco menos de mal humor.
Tuvieron que esconderse en el cuarto de Will y Jesse cuando oyeron como Remus echaba a Peter de la habitación. El pequeño roedor bajó con el semblante entristecido por aquel cruel recibimiento, pero no tardó en volver a subir acompañando a sus compañeros, a los que también se unió Bifidus.
Cuando llegaron a la puerta se repartieron por ella y se dispusieron a escuchar. O a intentar escuchar...
- Está bien, ya estamos a solas, y a menos que tengas algún requerimiento más, puedes empezar a explicarte –Remus se sentó en su cama.
- No es necesario que seas tan borde... –Bell acercó una silla y se sentó en frente de él.
- Más lo fuiste tú el año pasado –le recordó el licántropo. La verdad es que, aunque Evy se lo hubiera propuesto, no podría haber escogido peor día para hacer experimentos.
Normalmente, el día después de una luna llena Remus padecía una extraña mezcla de debilidad, producida por las heridas y el desgaste de energía de transformación de la noche anterior, y vitalidad, causada por los restos de la fuerza del lobo corriendo aún por sus venas. Sin embargo, aquella noche no había habido ni heridas ni apenas transformación, por lo que su parte lobuna dominaba la situación... No era el mejor momento para entablar una discusión con él, y menos sobre un tema tan delicado.
- Ibas a explicarme no sé que... –le recordó Remus.
- Yo... No sé cómo pasó. Estaba consolándole y de repente se volvió hacia a mí y me dijo que me amaba desde... siempre. Y entonces, me besó –explicó Bell atropelladamente.
- ¿Qué ha dicho? –preguntó Will. Llevaban tanto tiempo sin espiar a través de las puertas que todos habían perdido práctica y oído.
- Que le ama desde siempre y el beso no significó nada para ella –contestó Bifidus.
- Ha dicho que Prewett dijo que la amaba desde siempre –corrigió Sirius irritado.
- Esto es invasión de la intimidad –Giselle estaba apoyada en la pared de frente con los brazos cruzados y una mirada de censura en sus ojos.
- ¿Sabéis lo que estaría bien? Tener unas orejas que poder pasar debajo de la puerta y escuchar mejor. Eso sería un gran invento... –se emocionó Jesse.
- O mejor aún... –Loveday volteó hacia Peter–. ¿Tú no te transformabas en rata o algo similar? –como el joven asintió, la rubia continuó–. Pues transfórmate, pasa por debajo de la puerta, te lanzamos un encantamiento micrófono y escuchamos la conversación tranquilamente desde el otro cuarto...
- Qué lista eres. Cómo se nota que tienes estudios –Peter admiró a la rubia sin disimulo–. ¿Sigues siendo lesbiana?
- Sí –cortó ella.
- Ah. Pues qué pena –se lamentó la rata antes de poner el plan en marcha.
- ¿Y qué hiciste tú? –preguntaba Remus, ajeno a la misión de espionaje que se montaba tras la puerta de su cuarto.
- Pues... –Bell vaciló, y lo peor de todo, fue que él lo notó.
- ¿Lo apartaste y le diste una bofetada? –el tono de la sugerencia indicaba que aquella era la única respuesta que calmaría al licántropo.
- Pues... no –admitió la rubia sabiendo que cualquier intento de mentir sería descubierto, lo que le enfurecería cada vez más–. Pero le detuve y le explique las circunstancias. Él lo entendió y desde entonces no hemos vuelto a estar cerca uno del otro...
- ¿Y por qué no me lo dijiste? –preguntó calmadamente Remus.
- No lo sé... Nunca parecía un buen momento... –la rubia se encogió de hombros pesadamente, como si eso le supusiera un gran esfuerzo. Luego pareció recuperar la vitalidad–. Lo siento, tendría que habértelo dicho pero tampoco tiene importancia, él y yo lo hemos aclarado todo y...
- Ah, bueno, pues si lo habéis aclarado todo, no pasa nada –Remus hizo un gesto de "he perdido mi escasa paciencia" y avanzó hacia la puerta.
- ¿Adónde vas? –se preocupó Bell.
- A dar una vuelta, a ver si me despejo y se me quitan las ganas de mataros a los dos... –el licántropo abrió la puerta bruscamente... y se encontró con los cotillas de sus amigos, que aún no habían podido pasar a Peter por debajo de la puerta, ya que estaba gordo hasta para los parámetros de las ratas.
Haciendo gala de sus buenos reflejos, Sirius les hizo mirar al techo para mostrarles una humedad imaginaria.
- ¿Veis como tiene forma de marinero chepudo?
- Oh, es cierto –fingieron asombrarse los demás.
- Chicos... –les llamó Remus. Ellos voltearon y se hicieron los sorprendidos en plan "eh, Remus, no sabíamos que estabas por aquí"–. Madurad –les aconsejó antes de largarse de allí.
Por su parte, Giselle les mandó una nueva mirada de censura y fue a consolar a su prima.
&·&·&
Snape entró en su habitación en las mazmorras de Slytherin, seguro de que nadie le había detectado al entrar y deseoso de tomar una buena ducha.
- ¿Se puede saber dónde has estado? Me tenías preocupado... –por eso, cuando Rosier le recibió con esos modos de madre sobreprotectora, el moreno pegó un respingo.
- ¿Dónde crees que he estado? –replicó malhumoradamente Snape.
- Yo que tú dejaba eso... que te vas a meter en un lío muy gordo como Malfoy se entere –el consejo de su amigo estaba ya bastante gastado de tanto que se lo había repetido.
- Ya se ha enterado –Rosier se volvió y lo miró de arriba abajo: como si temiera estar frente al inferi de su compañero de cuarto. Snape le tranquilizó–. Sabe que Narcisa tiene un amante, pero no sabe que soy yo...
- Ah –Rosier suspiró con alivio–. ¿Y cuál es el problema entonces?
- Quiere que yo encuentre a dicho amante y le ayude a matarlo...
- ¿Y?
- Joder, Rosier, que yo no tengo tendencias suicidas –se impacientó Snape.
- ¿Seguro? Porque yo lo dudo, creo que las desarrollaste cuando te acostaste con la esposa de Malfoy por primera vez.
- Hablo en serio... estoy metido en un lío –Snape se sentó en su cama y hundió su cara entre sus manos.
- Si te das cuenta ahora de que estás metido en un lío, estás metido en un lío mayor de lo que piensas. ¿A que no sabes lo que me ha hecho hoy el idiota de Regulus? –como Evan ya se había cansado de ser maduro, regresó a su actitud de niño ofendido porque otro niño le había robado un caramelo en el patio del recreo.
- No –dijo Snape con cansancio. Las peleas entre ese par eran legendarias en Sly y casi siempre la causa de ellas tenía nombre de mujer. Normalmente, Sheila Bang y, últimamente, Evelyn Vega.
- Se ha entrometido en una conversación súper prometedora que mantenía con Evelyn –lo que Snape se temía.
- Evan, sé que no soy el más adecuado para dar este tipo de consejos, pero pasa de esa chica. Está claro que aún está colada por Black y que os está utilizando a su hermano y a ti para vengarse.
- Ya, si me lo ha dicho ella misma –Rosier se encogió de hombros–. Pero a mí no me importa: puede utilizarme cuantas veces quiera...
- Evan, estoy demasiado cansado para echarte la bronca por esa atracción malsana hacia una Sangre Sucia. Voy a ducharme... –Snape confiaba en librarse de él en la ducha, pero se equivocaba.
- Eh, que yo he escuchado tus penas –dijo su amigo, mientras le seguía al baño.
&·&·&
Después de la noche que había tenido, a Jack ni se le paso por la cabeza ir a clase, sobre todo teniendo en cuenta que las dichas clases consistían en dos horas de Historia de la Magia para adelantar temario. Ni siquiera sabía como había podido hacer un examen...
La Gryffindor bostezó sólo de pensarlo. Era curioso porque en San Francisco, Historia de la Magia era su asignatura favorita debido a que su profesora tenía la creencia de que la vida sexual de los gobernantes marca claramente sus decisiones políticas y... La verdad es que dicha profesora fue retirada (o "despedida por razones obvias", si nos ponemos meticulosos) un año antes de que Jack volviera a Inglaterra. Como medida de protesta, la Gryffindor se saltaba una clase de HM al mes y se escapaba a Hogsmeade.
Varias veces le había pedido a Isis que le acompañara, pero la oriental le lanzaba una mirada escandalizada antes de recordarle que "ella era prefecta y no podía verse involucrada en un escándalo semejante".
Así que, totalmente sola, Jack entraba en Honeydukes, compraba unos dulces y se iba a las afueras del pueblo, donde había un pequeño merendero con mesas de picnic. Allí tomaba, el sol, leía revistas, comía dulces y a veces hasta estudiaba...
Allí estaba Jack cuando vio pasar a un enfurecido (y guapísimo) Remus. Lo primero que pensó era que estaba tan obsesionada que tenía alucinaciones, por eso se frotó los ojos, pero para su sorpresa, al volver a abrirlos Remus no sólo no se había desvanecido cual espejismo, sino que estaba más cerca aún de ella.
- ¿Remus? –le llamó, aún sin estar segura de que fuera realmente él.
- ¿Jack? –el licántropo volteó hacia ella, tan sorprendido como la propia joven de encontrarla allí–. ¿No deberías estar en clase? –preguntó al acercarse, medio en broma medio riñéndola.
- Lo mismo digo... –aunque lo que Jack realmente quería decir era "¿no deberías estar con tu novia?"
- No tengo ganas de ir –gruñó Remus, en un tono que no animaba a investigar la causa.
- Normal, anoche fue muy estresante, yo me he quedado sin energías –se solidarizó Jack.
- No es por lo de anoche –corrigió él en un tono sereno pero intimidante que ella nunca le había oído. En otro tiempo, ese tono la hubiera excitado, pero ahora la angustió.
- ¿Por qué es entonces?
Remus estuvo callado tanto rato que ella pensó que o no la había oído o no le iba a contestar, por eso la sorprendió cuando, con voz carente de emoción, él anunció.
- Bell y Prewett se besaron.
- ¿Con lengua? –logró preguntar la castaña cuando superó su sorpresa inicial. Y es que jamás habría esperado eso de Bell: no eran tan amigas como para que le sirviera a su novio en bandeja de plata.
- No lo sé. No he querido entrar en detalles –explicó el licántropo con una sonrisa torcida.
- ¿Has sido muy duro con ella? Porque no deberías...
- ¿La estás defendiendo? –gritó Remus con asombro.
- No... Sólo quiero que pienses que soy buena persona –la respuesta de la joven hizo sonreír al chico–. Además, a lo mejor él la besó de sopetón sin que ella pudiera hacer nada, como por ejemplo...
- Por ejemplo¿así? –y a modo de ejemplo ilustrativo, Remus apoyó la mano en la nuca de la chica, enredando sus dedos entre sus rizos castaños, y la besó con fiereza.
Y eso es todo por ahora...
No sé si os habéis fijado, pero he logrado encajar algo con los libros: Filch ya tiene el mapa del merodeador. Ahora lo guardara en un cajón o donde sea, esperando a la llegada de los Gemelos Weasley. Jeje. A veces soy realmente buena...
Tras el ataque de modestia, hablemos del futuro:
En el próximo capítulo: la reacción de Jack al beso de Remus, la conversación en el despacho de Dumbledore que se ha quedado pendiente y alguna cosilla más.
Será en dos semanas, día arriba, día abajo, a no ser que pase algo que lo impida...
Muchos besos de cereza con chocolate.
Carla Grey.
Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática. Musa de MikaGranger. Ganadora de dos premios anuales de HA. Luz al final del túnel de Deathkisse.
