Un verano en el paraíso.
Capítulo 11: Un mundo aparte.
El sol estaba a punto de desaparecer detrás de las casas de las afueras de Chelmsford. Un viento dulce soplaba y sólo algunas personas discutían en sus terrazas alrededor de los restos de alguna barbacoa amistosa. El aire era muy húmedo y los niños ya acostados se revolvían sus camas, agobiados por el calor. Dos sombras se agazaparon detrás de un banco, esperando que el señor que aparcaba su coche al otro lado de la calle volviese a su casa. Una de las formas se levantó y dijo:
- ¿Está bien¿Lo tienes todo?
El otro se levantó a su vez, blandiendo algo deforme en su mano.
- Si. . .
- ¿Estas segura de que quieres hacer esto Hermione?. Yo puedo ir solo perfectamente. . .
- ¿Y tu crees que Harry se pondría contento si supiera que te he dejado volar con su escoba y su capa, los dos objetos más preciados que posee?. De eso nada Draco, voy contigo.
Draco masculló. Aunque no lo confesara, sabía que apreciaría la compañía de Hermione, sobre todo en una tarea tan agotadora, pero no tenía ganas de que algo le ocurriera. Ya había visto a su padre actuando y era cosa conocida que Lucius Malfoy no mostraba ninguna piedad hacia quienquiera que fuera.
- Bueno... creo que la vía está libre...ya podemos ir.
El Slytherin montó a horcajadas en la escoba, a pesar de todo bastante contento. Siempre había soñado con probar la Saeta de Fuego. Hermione subió detrás de él y colocó tentativamente sus manos alrededor de la cintura del chico. Se acordó de una situación similar, en la que estuvo sentada en la espalda de un hipogrifo detrás de Harry, a punto de ir a salvar a Sirius Black... pero aquello parecía tan lejano. Y con Draco, era diferente. Cuando se había agarrado a Harry, se había sentido segura, pero allí, tenía más bien la impresión de que cogiéndose a Draco, peligraba. Extrañamente, se dio cuenta que le gustaba eso.
Hermione echó la capa de invisibilidad por encima de sus cabezas, rezando para que los cubriera a ambos.
- Aquí estamos, de camino hacia nuevas aventuras. . . – murmuró mientras la escoba se elevaba en el aire.
- ¿Hmm?
- Oh nada, solo eran cosas que dicen en los dibujos animados de los niños. . .
Draco reprimió una sonrisa, dejando sus pensamientos mezclarse en su mente. Instintivamente, se inclinó un poco hacia la derecha y la escoba siguió su orden, atravesando la noche como un cohete. Hermione se le agarraba desesperadamente al principio pero al cabo de cierto tiempo, ella también se relajó y comenzó a disfrutar del vuelo. El viento le azotaba en la cara, jugando con sus cabellos y el aire era más fresco a esta altitud.
- Empiezo a entender la pasión de la gente a volar. . .
- Eh si. . . aquí uno se siente como en un mundo aparte. . .
Hermione apoyó su cabeza ligeramente sobre la espalda de Draco, que no se movió. Se sentían muy bien así, en una posición intima que les hizo olvidar por algunos instantes el desafío que les esperaba. El vuelo duró 2 horas, pero tuvieron la impresión de que habían trascurrido sólo algunos minutos desde su salida. Fue Draco quien, totalmente sorprendido, sacó a Hermione de su ensueño para señalarle una masa sombría e imponente que se levantaba entre las tinieblas del horizonte.
- La Mansión Malfoy.
La joven chica levantó la cabeza. Una gran mansión se elevaba delante de ellos, una de las más extraordinarias que jamás había visto. El aspecto sombrío y gótico del lugar le daba escalofríos y tenía la impresión de encontrarse en una extraña película de terror. "El interior debe ser suntuoso..." imaginó. Todos los cuentos de fantasmas de princesas que vivían en casas solariegas iguales a ésta le volvieron a la memoria y sonrió, apretando inconscientemente sus brazos alrededor de Draco. "Si solamente Lucius no estuviera allí…".
- No consigo imaginarte viviendo en otro lugar que no sea éste.
- Pues hace ya una semana que vivo en tu casa y me desenvuelvo bastante bien.
- Si, pero la Mansión Malfoy y tú tenéis algo en común... un tipo de encanto sombrío …
Draco abrió desmesuradamente los ojos los ojos, mientras que Hermione se preguntaba porqué había sido tan tonta de decir eso. El joven había oído en su vida varios cumplidos a propósito de su físico, de su inteligencia y su familia, pero jamás le habían dicho que tenía un encanto sombrío. Eso le gustó muchísimo.
- Gracias
- Eh. . . yo. .
- ¡Calla!
Precipitadamente se había se enderezado. Una luz se había encendido en el segundo piso y él sabía exactamente qué habitación era aquella. La oficina de su padre. Múltiples imágenes de reprimendas, sermones y torturas aparecieron en su mente. Una bola se formó en su estomago y tragó. Estaban justo por encima de la mansión y la única torre (exactamente donde se encontraba su habitación) no estaba muy lejos. Desgraciadamente, Draco sabía que todavía tenían trabajo antes de llegar allá. Lucius, ciertamente, no dejaba su domicilio sin protecciones, tanto por tierra como por aire.
- Déjame tu varita
Hermione se la tendió, curiosa. Seguramente no iría a lanzar ningún hechizo. ¡Era ilegal!. Pero aparentemente, Draco se lo tomaba a broma, porque murmuró:
- Aparecia!
Una cúpula semejante a una pompa de jabón se volvió visible, engullendo por completo en su interior la Mansión de los Malfoy.
- Burbuja de protección... el problema es que jamás me dijo…
- Espera – dijo Hermione recuperando su varita.
Su mente iba a toda velocidad, repasando todos los hechizos que había aprendido. Si alguien hubiera podido mirar eso, habría podido comparar su memoria con un ordenador de datos de la policía de estado: lleno de cosas comprensibles solamente para ella.
- ¡Creo que lo tengo¡Protectum eclatam!
La burbuja voló en pedazos. Fragmentos de hechizos volaban en todas direcciones, parecidos a proyectiles y Draco tuvo que apelar a todos sus talentos de jugador de Quidditch para evitarlos.
- Bueno, bien hecho...pero podrías habernos hecho matar …
Hermione le dio una pequeña palmada en la nuca.
- ¿Quieres tus cosas si o no?
- De acuerdo, de acuerdo, pero avísame cuado hagas esta clase de cosas.
Draco dirigió la escoba con destino a la torre. La detuvo y repitió nuevamente 'Aparecia '. Esta vez, fue una luz azul la que iluminó sus campos de visión. Su padre lo había previsto todo. La protección estaba colocada alrededor de su habitación y reforzada en las ventanas.
- ¿Quieres que yo. . . ?
- No. Éste es demasiado poderoso... apenas tendrías tiempo de acabar tu frase y ya estaríamos reducidos a polvo.
Cogió la varita y reculó un poco, dejando a punto de caer a Hermione, que protestó.
- Calla, a partir de ahora, hay que hacer el menor ruido posible. ¡Aparecia Totalis!
La mansión se cubrió de colores. Por lo que podían ver, era casi imposible entrar allí. Si Hermione no hubiera tenido tanto miedo, habría admirado de buena gana la gama de tonos que recubría la casa, evocando en ella memorias de castillos de diamantes de las hadas. De repente, Draco hizo caer la Saeta en picado y Hermione tuvo que aguantarse las ganas, más mal que bien, de gritar. La escoba se lanzaba, arrastrándolos en la loca carrera que los acercaba cada vez más al suelo. Fue sólo a un metro de la tierra firme dónde se enderezaron para aterrizar lentamente. Se encontraban al pie de la parte Este, lo más lejos posible de la oficina de Lucius. Draco rogó silenciosamente que su padre no hubiera mirado por la ventana y visto los hechizos protectores al descubierto. Miró a su alrededor, vivamente, y con un golpe de varita eliminó los colores.
- Ven, vi un tragaluz qué no brillaba, por allá.
Agarró a Hermione, que acababa de esconder las cosas de Harry bajo un matorral. Draco le había explicado que las capas de invisibilidad no funcionaban en la mansión, limitando desdichadamente sus posibilidades. Corrieron frenéticamente hasta la pared, dónde Draco se agachó y miró por una pequeña ventana. La luz les llegaba por detrás, así como un olor a pollo asado. Ambos adolescentes se dieron cuenta con pesar del hambre que tenían, porque no habían comido nada desde el desayuno.
- Son las cocinas… solamente hay elfos domésticos, así que no tenemos gran cosa que temer. ¡Si necesitan ser persuadidos, siempre tenemos tu varita!
Hermione iba a protestar, pero cambió de opinión. El tiempo no estaba para disputas.
- ¡Alohomora!
La ventana se abrió sin problemas. Draco se apartó para dejarle pasar, una mueca inquieta pintada en la cara. Hermione intentó una sonrisa tranquilizadora, antes de deslizarse por la abertura. El tragaluz era bastante alto y tuvo que saltar para aterrizar en el suelo de piedra. Levantándose espolsando su vestido con las manos, se reencontró nariz a nariz con una buena media docena de elfos que la escudriñaban con todo el temor que sus inmensos ojos podían contener. Oyó un gemido murmurado detrás de ella y se volvió para ver que Draco había calculado mal su salto. Estaba tirado en el suelo y cogía su pie, haciendo muecas de dolor.
- ¿Estás bien?
- Creo que me he torcido el tobillo. . .
Suspirando, le ayudó, con dificultad, a levantarse. Los elfos no se movían. Miraban de reojo a Hermione, amedrentados, pero evitaban totalmente mirar a Draco. Éste se apoyó en el hombro de la chica y se puso a hablarles:
- ¡Elfos! Es muy importante que Lucius no sepa que estoy aquí¿entendido?
Ninguno se movió. El Slytherin sintió sus manos se apretaban formando puños.
- ¡Respondedme¡! Estoy armado y os prometo que vais a pasar un cuarto de hora muy malo si no queréis ayudarnos
Hermione frunció el ceño.
- Posiblemente, si probaras que ellos. . . .
- ¡Cállate!
Uno de los elfos, un poco más grande que los otros, se adelantó.
- El amo Draco no debería estar aquí. El amo dijo que si el amo Draco volvía, debíamos decírselo inmediatamente o si no nos haría tomar un baño en una bañera de ácido …
La Gryffindor palideció. No se asombraba que su enemigo fuera tan malo (al menos lo había sido, porque se mejoraba cada vez más) si había sido educado por un hombre como Lucius Malfoy. Ignorando a Draco, ella se adelantó.
- Escuchadme. . . nosotros hemos venido solamente para buscar las cosas de Draco, después nos iremos de nuevo … Lucius no necesita saber que hemos estado aquí. Seremos muy discretos, no se dará cuenta de nada...
- Va a enfadarse mucho más si la encuentra a usted con su hijo señorita. . . usted tiene sangre muggle
Hermione sintió sus mejillas enrojecer. Adoraba a los elfos domésticos, pero podían ser muy testarudos a veces.
- Pues bien, desde luego, eso no va a impedirme ayudar a mis amigos. Vamos Draco!
Obligó al Slytherin a atravesar la habitación. Alcanzaron una puerta que desembocaba en una escalera. Draco tardó cierto tiempo en subirla, a causa de su tobillo, pero ambos llegaron a pesar de todo al gran vestíbulo central, donde se pararon (no sin verificar que no había nadie) para descansar un poco.
- ¿Hermione?
- ¿Si?
- Has dicho. . . has dicho que yo era tu. . . tu amigo
- Oh. . . eso. .
- ¿Es verdad?
- Ya lo he dicho.
Draco tenía muchas ganas de responderle algo amable, pero no lograba encontrar las palabras. Un ruido en el fondo del vestíbulo lo sacó de su sopor y se puso a cojear hacia la gran escalera que conducía a los pisos, avisando a Hermione que lo siguiera.
- Vamos. . . he oído algo. . . no hay tiempo que perder.
Pasos resonaban ahora sobre el embaldosado de mármol y Hermione casi tuvo que tirar de Draco para hacerle subir las escaleras. Fue entonces cuando el ruido de los pasos se paró al pie de la escalera en la que estaban.
- ¡Draco¡¿Pero qué estas haciendo aquí!
Holaaaa! Bueno, aquí tenéis otro capi más. Esta vez he intentado traducir más rápidamente, aunque dentro de poco tengo exámenes así que no podré traducir mucho, pero lo intentaré.
Mucha gente me ha pedido besos. . . . Yo también quiero! Pero no olvidéis que yo solo soy la traductora de este fantástico fic.
Gracias por vuestro apoyo.
Besukis
Alykea
