Hola, hola, hola. Ya sé que no han sido dos semanas exactas, pero estuve de luto por la muerte de Rocío Jurado y dejé de escribir unos días por eso. Cuando lo superé, me di cuenta de que se iba a acabar el mundo, pero al final no se acabó... Vale, no fue eso lo que pasó, pero quedaba más original que "estuve cuatro días enferma y con los analgésicos no veía bien la pantalla".
Bueno, mejor vamos al grano que hoy el capi es largo... Los RR como siempre, contestados en un RR a mí misma. Aquí os dejo con el Resumen del anterior...
Resumen 35: básicamente, acusaron a Lily de robar el Cetro y ella y James se pasaron el capi discutiendo y al final se comprometieron en matrimonio. Más resumido imposible.
Por amor al arte 36.
Compromisos.
- Vale. Te lo pregunto ahora:. ¿quieres casarte conmigo?
- ¡Pues claro que quiero!
El resto del grupo, en un primer momento se limitó a observar como la recién comprometida pareja se fundía en un apasionado beso.
- ¡Es increíble! –hasta que Joy y Jesse dejaron escapar un alarido de emoción que les hizo volver al mundo real.
En él, Bell dejaba escapar una lágrima de emoción, Jack musitaba que ella ni siquiera tenía novio, Will alucinaba en colores, Loveday aseguraba no estar "nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada celosa" y Sirius... ese lloraba a moco tendido.
- ¿Qué? Hoy estoy sensible –se defendió el canino animago cuando Remus, Evy y Peter le miraron con extrañeza.
La Onza ronroneó con ternura, rodeó su cuello con un brazo y le besó la mejilla. Sirius la agarró por la cintura para no dejarla ir tan fácilmente.
- Y luego dicen que no están juntos –suspiró Remus.
- Bueno, tampoco es para que os pongáis así... –James se revolvió el pelo nerviosamente, tratando de quitarle importancia al hecho de que acababa de comprometerse con Lily delante de todos sus amigos.
- Sí, no es para tanto –le apoyó la pelirroja, con las mejillas más coloradas aún que su pelo.
- ¿Cómo que no es para tanto? .¿No os dais cuenta de todo lo que tenemos que preparar? –les rebatió Jesse antes de que Joy procediera a enumerar dichos preparativos.
- El vestido, el menú del banquete, los anillos de boda, los de compromiso (mínimo un quilate, James), el templo, la banda de música, las flores...
- Bueno, eso no será tan problemático –cortó Remus, más que nada porque empezaba a marearse–. Los lirios son las únicas flores que le gustan a Lily y que no irritan los ojos de James...
- Si es que están hechos el uno para la otra –se emocionó Bell.
- Sí, y yo no estoy nada, nada, nada, nada, nada, nada celosa –hizo constar Loveday, colgada del brazo de su amiga. Ambas rubias compartían pañuelo.
- ¿Pasa algo? –preguntó Laughry, un alumno de cuarto (el mismo al que riñó McGonagall por su lenguaje unas horas antes) que había bajado a la sala común a investigar el origen de los gritos.
- Sí, que James y Lily se han comprometido...
- ¡Joy! –le riñeron los interesados.
- ¿Qué? Pero si se iban a enterar de todos modos... –se defendió la morena.
- ¡Genial! .¡Voy a por las bebidas que anoche no pudimos usar para celebrarlo! –exclamó feliz el chaval, partiendo raudo y veloz a transmitir la noticia.
- Ah,. ¿pero no se las había bebido todas este? –Evy señalaba a Sirius con su dedo pulgar con un falso gesto de sorpresa.
- Estuve en la Cabeza de Puerco,. ¿vale? –se defendió el señalado, con tono irritado.
- Y ahora no va a beber más –agregó Bell, ejerciendo de hermana mayor responsable–, que ya tiene bastante resaca.
- Precisamente, lo mejor para una resaca es otra buena borrachera –adujó el moreno animago.
- Sólo espero que esta vez sí seas capaz de recordar si te enrollaste o no con "Gigi" –apuntó Evy con su tono más indiferente y que aún así no lograba enmascarar los celos.
- No me gusta que llames así a mi prima –le advirtió Bell.
- Pues a ella sí le gusta. Al menos, cuando lo hace él –Evy volvió a señalar a Sirius con el pulgar.
- ¡Vale ya las dos! –cortó Jesse–. Este es el momento de James y Lily, el momento en que acaban de comprometerse para pasar juntos el resto de sus vidas, el momento que algunos de nosotros hemos esperado por años...
Dado que a medida que el chico hablaba, su voz se iba mostrando más acuosa, Jack ya había invocado un paquete de pañuelos que le tendió. Por su parte, Will trataba de controlar la risa al ver las caras pálidas que se les habían quedado a James y Lily desde el momento que escucharon las palabras "el resto de sus vidas".
- Gracias, Jack –Jesse se sonó ruidosamente la nariz y continuó–. Más os vale portaros bien. Y va por las dos...
- Vale –las dos Gryffindor se dedicaron una mirada de "lo dejamos para luego, cuando no haya testigos" antes de irse cada una a extremos diferentes de la Sala común.
- Bueno –Jack se levantó con un gesto ceremonioso cargado de su habitual aire de devoradora de hombres y se acercó a los homenajeados–. Felicidades, chicos, aunque no esperaba ser yo la primera...
- Joder, sabía que se me olvidaba algo... –exclamaron los tres merodeadores antes de precipitarse a imitar a Jack.
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Justo cuando terminó la ronda de felicitaciones, el chaval de cuarto regresó junto a sus compañeros de curso y las botellas de espumoso que no pudieron descorchar para celebrar la Copa de Quidditch... Al oír el sonido de las botellas al ser descorchadas, el resto de los Gryffindor acudió en busca de la fiesta que no puedo celebrarse la noche anterior y pronto, la Sala común de los leones pareció el anuncio para la campaña de Navidad de un cava, sólo que sin adornos navideños.
- ¿Qué celebramos? –preguntó Isis al bajar de la habitación de Bifidus, bastante despeinada, por cierto–. Ayer perdimos,. ¿no? –la oriental sonó esperanzada, como si esperara que alguien le dijera que ese partido fue una pesadilla.
- James y Lily acaban de comprometerse –anunció Jesse alegremente.
- ¿Sí?. ¡Qué fuerte! –exclamó Isis cuando se confirmó la noticia–. ¿Y dónde están? Me gustaría felicitarles antes de que se me olvide...
- Han ido a "sellar el compromiso en la intimidad" –Jack alzó una ceja, que indicaba perfectamente en qué consistía para ella dicho sello.
- O bien a meditar qué acaban de hacer –matizó su hermano–. Debisteis ver la cara que pusieron cuando se dieron cuenta que estarían toda la vida juntos...
- Eso fueron imaginaciones tuyas –le corrigieron apasionadamente Jesse, Joy y Jack. (NC: Ahí va, cuanta jota NB: Sí, una más y póker xD)
- ¿Te han contado ya lo de James y Lily? –Loveday (bastante contentilla) le puso a Isis una copa de espumoso en la mano–. No estoy nada, nada, nada, nada, nada celosa.
- Oye:. ¿es cosa mía o Loveday va reduciendo progresivamente el número de "nadas"? –meditó Joy.
- Me parece que no es cosa tuya –Will escuchó cómo la rubia servía otra copa en un grupo cercano mientras decía que "no estaba nada, nada, nada, nada celosa".
El prefecto le pasó a la morena el brazo por el cuello y se dieron un breve beso en los labios. Al hacerlo, un chico de primero resbaló con una servilleta y se quedó tres segundos inconsciente en el suelo, aunque nadie pareció notarlo.
- Jo, que bien estáis –suspiró Jack–. Por favor, no os caséis antes que yo...
- Tranquila –dada la cara de muñeco de cera que se les quedó al oír la palabra casarse, aquello no ocurriría en un futuro próximo.
- ¿Y esos?. ¿Han vuelto? –Isis observó a Sirius y Evy que bebían y charlaban animadamente (probablemente, a consecuencia de lo primero) cerca de la ventana.
- Dicen que no –negaron los demás.
- ¿Y tú qué tal? –se interesó Joy.
- Fatal, me he vuelto a enrollar con Bifidus, yo debo de ser ninfómana o algo así –sollozó Isis.
- Que pena que no te dieras cuenta antes –Will le guiñó un ojo provocadoramente, ganándose una mirada homicida de su chica y una puesta de ojos en blanco por parte de Jesse.
- Primero, Isis, eso no debes decirlo nunca jamás en la Sala común, porque hay demasiado salido suelto...
- Perdón, me ha parecido escuchar que por aquí había suelta una ninfómana –como si Jack lo hubiera conjurado a modo de demostración, Peter asomó su ratonil nariz por allí.
- No, aquí no es –negó Joy mientras la joven Sparrow consideraba totalmente probada su teoría.
- En segundo lugar, no puedes ser ninfómana cuando sólo has hecho el amor dos o tres veces en tu vida... En ese caso, las demás chicas de Gryffindor deberíamos ir a terapia para superar nuestra adición al sexo.
- Y las Hufflepuff, que no saben decir "no", mejor ni te cuento –agregó Will.
- ¿Es que eres incapaz de dejar de hablar de Doris? –se irritó Joy.
- Lo que los Sparrow quieren decir –mientras sus amigos se enzarzaban en una pelea, Jesse siguió tranquilizando a la tímida oriental–, es que respecto al sexo no te pasa nada raro. Hombre, tus gustos para los chicos deberías de mirártelos, eso sí, pero por lo demás, todo normal. ¿Mejor?
- Sí –más aliviada, Isis se unió a la celebración.
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- Venga, algo bueno debes recordar de nuestra relación...
Al contrario que el resto, Sirius y Evy no bebían vino espumoso de los elfos, sino un Vodka de marca "nisu", destilado por magos comunistas. Tal vez por eso, el alcohol les estaba poniendo melancólicos en lugar de eufóricos.
Llevado por dicha sensación de tristeza, Sirius le había soltado ese comentario y la Onza llevaba más de un minuto pensando la respuesta.
- Espera, que ya casi lo tengo –pidió Evy, al ver que su ex empezaba a frustrarse.
- Fuera coña, Evy, algo bueno debes recordar: algún momento, regalo, el sexo. Eso es, el sexo. Ahí no digas que no disfrutabas...
- Pues no lo digo porque sé que te lo vas a creer y paso de dar de comer a tu ego. Además –la Onza hizo una pausa para apurar su vaso–, en cuanto se te pase la borrachera, seguro que te acuerdas de porqué me dejaste y volvemos a estar a la greña...
- ¿Crees que algún día lo conseguiremos? –preguntó de pronto Sirius, los ojos grises vueltos hacia la ventana.
- ¿El qué?
- No sé. No estar celosos de cualquier persona del sexo opuesto que ronde alrededor del otro. No ser tan orgullosos. Poder estar juntos en la misma habitación sin desear matarnos o besarnos... –filosofó el moreno.
- ¿Quién sabe? Igual sí –Evy suspiró al comprobar que se habían quedado sin bebida–. ¿Pero de verdad te gustaría? Porque a mí no.
- Vaya –Sirius la miró sorprendido: francamente, no esperaba esa respuesta–. Dado que fuiste tú la que me devolvió mis cosas y regalos, pensaba que eras la más interesada en pasar página...
- ¡Os habéis quedado sin bebida! Eso no puede ser... –Loveday subsanó ese error llenando sus copas de un líquido con alto grado alcohólico que supuestamente era cava–. ¿Habéis visto? Soy como Hebe, la divina copera de los dioses...
- Pero un poco más borracha –apuntó Sirius divertido al ver que la rubia estaba peor que él la noche anterior. Y eso era decir mucho...
- Ya, es que yo no estoy acostumbrada a beber... –explico la heredera de Salem con un gesto encantador.
- Pues nadie lo diría –siguió picándola el moreno.
- Pero es para celebrar el compromiso de James y Lily –Loveday tomó aire, tratando de que la siguiente fase sonara creíble–, me alegro mucho por ellos y no estoy nada celosa.
- Pues yo sí –hizo constar Evy, sorprendiendo de nuevo a Sirius.
- Yo también –reconoció Loveday al fin–. Vale, sabía que terminarían así, pero podían haber esperado a que yo estuviera felizmente casada, antes de dar ellos el paso. ¿Veis lo egoístas que son?
- Mira, hablando de egoístas, tu "querida Gigi" está ahí –la Onza le señaló un punto a espaldas del moreno. El animago no necesito volverse para captar la maldición asesina que ambas castañas se lanzaron vía ocular.
- ¿Y si os vais a dar una vuelta para despejaros? –sugirió de pronto Loveday, lo bastante sobria para no querer más peleas por un día.
- Buena idea –Sirius tomó a la Onza de la mano y la llevó hasta la salida esperando una protesta que no llegó, ya que Evy estaba ocupada dedicándole a su rival una mirada de irónico triunfo.
Apenas quedaron fuera de la vista de la Dama Gorda, la Onza le acorraló contra la pared y empezó a besarle con furia. Al principio, Sirius pensó que el ímpetu de la Onza se debía al alcohol y a la exaltación de su pequeño triunfo ante Giselle, pero luego tuvo la impresión de que ella trataba de demostrar algo, pero por la falta de oxígeno (de la que Evy era absoluta responsable) no le dejaba saber qué era. ¿Tal vez recordarle que era la mejor amante que había tenido jamás?. ¡Cómo si eso pudiera olvidarse!
- ¿Cómo es posible que en menos de 24 horas te haya encontrado con dos chicos diferentes? No pienso tolerarte ese comportamiento cuando estemos casados...
- No puede ser, no puede ser... –casi sollozó Evy, apoyándose unos segundos en el pecho de Sirius como para extraer fuerzas–. ¿Por qué no te vas un poco a la mierda, Richard?
- Tan encantadora como siempre –gruñó el Odal, con una sonrisa que no brillaba en sus ojos.
- ¿Querías algo? –si Evy había estado borde, el tono de Sirius pasaba de "extremo total".
- ¿Yo? Nada, y menos de ti –Richard demostró que la antipatía era algo mutuo. Sólo que el término antipatía se quedaba corto–. Es viejo loco que gobierna este nido de seres inferiores quiere verte a ti y a tus compañeras de cuarto.
- ¿Para qué? –la Onza entornó los ojos con suspicacia.
- Como si vuestra amiga no os hubiera prevenido para que confirmarais su coartada.
- Pues la verdad es que no... –negó Evy. Lily estaba demasiado ocupada lanzando la sala común a la cabeza de James, como para comentarles nada–. Voy con mis amigas –la Onza agarró a Sirius y le obligó a acompañarle de vuelta a la sala común.
- No me gusta nada cómo te mira –gruñó Sirius, aunque con más preocupación que celos en su voz.
Al llegar a la Dama Gorda, la Onza miró por encima de su hombro y constató que el Odal los había seguido. Trató de decir la contraseña en el tono más bajo posible, pero entre lo sorda que estaba la guardiana de Gryffindor y el buen oído de Richard, estaba segura de que la había escuchado... Su psicópata ex con acceso a su sala común, justo lo que necesitaba...
Aunque al menos, la Dama Gorda no había perdido del todo sus instintos para predecir el peligro, porque la puerta se abrió lo suficiente para que los Gryffindor entraran, dejando al intruso en la calle.
- Chicas –Evy se acercó al grupo en el que estaban sus compañeras de habitación–, Dumbledore quiere hablar con nosotras.
- ¿De qué? –quiso saber Isis, temiendo que un escándalo amenazara su insignia de prefecta.
- Por lo visto, quiere comprobar la coartada de Lily. ¿Por qué? –la Onza se encogió de hombros–. No tengo la menor idea... Y paso de preguntarle nada al tarugo de Richard.
- ¿Te lo ha dicho él? –se preocupó Jesse.
- Está en la puerta –Sirius se adelantó a la respuesta de su ex. Luego se volvió hacia Will– Eso me recuerda que tú y Loveday deberíais cambiar la contraseña, creo que él la ha escuchado...
La buscaré a ella y al compañero de curso de Isis y nos encargaremos de todo –prometió el prefecto, también con expresión preocupada.
- Bueno, vamos a ver qué quiere Dumbledore –la decisión de Jack quedó algo perjudicada cuando se mareó al ponerse en pie.
- Te dije que estabas bebiendo demasiado –le recordó su hermano.
- No pierdas el tiempo discutiendo con él –para sorpresa de todos, fue Joy la que dijo esa frase–. Dumbledore nos espera y me apetece mazo charlar con él. hace mucho que no pasamos por su despacho. Así que... ¡venga!
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James y Lily habían aprovechado un segundo de distracción para escabullirse a la habitación de los merodeadores, ya que sabían que tenían que hablar. Cada uno por su lado, habían llegado a la conclusión de que no estaban preparados para casarse y que aquella petición de matrimonio (en el caso de él) y el "sí quiero" posterior eran consecuencia de un calentón hormonal.
La cuestión era cómo echarse atrás sin que el otro pensara que era un cobarde o que no le quería lo bastante.
- ¿Qué tal lo llevas? –preguntó Lily con una sonrisa incómoda.
- Bien, bien –se apresuró a replicar James–. ¿Y tú?
- Bien también. ¿Y tú?
- Ya lo has preguntado antes...
- Es verdad –Lily se temió que con eso se hubiera terminado la conversación, pero al final encontró algo más de qué hablar–. Buf, tenemos un montón de cosas que preparar...
- Bueno, al menos tenemos ya escogidas las flores –James se agarró a ese tema como si fuera un clavo ardiendo.
- Sí –casi exclamó Lily de la alegría de ver que podría aferrarse a eso antes de hablar del espinoso tema del compromiso en sí mismo–. ¿Te gustan los lirios?
- No mucho. Prefiero las rosas... –el nombre de la flor provocó un mohín de disgusto en la pelirroja–. Ya sé que no te gustan mucho, pero ni tu madre fue capaz de decirme porqué.
- Me recuerdan a mi abuela paterna. Era una bruja y las adoraba...
- ¿Bruja? –repitió James con extrañeza–. Pensaba que toda tu familia era muggle.
- Me refiero a que era una arpía... –al darse cuenta que aquella palabra también induciría a un mago a la confusión, Lily aclaró–: era una amargada frígida e insoportable. Mi hermana Petunia se parece mucho a ella. A lo único que esa... señora ha querido en su vida, eran sus puñeteros rosales. Cuando me portaba mal, me hacía podarlos. ¿Ves esto? –Lily le mostró una cicatriz en su muñeca derecha–. Me lo hice podando los jodidos rosales.
- ¿No te lo hiciste copiando frases para Umbridge? –le corrigió James tratando de besarle.
- Es verdad, se me han superpuesto las cicatrices –la pelirroja se dio un breve vistazo.
- De todas formas, me alegro. Pensaba que se debía a algún idiota que te había roto el corazón a mis espaldas y al que yo partiría la cara en cuanto pillara...
- Tú y tus celos –Lily rodó los ojos verdes con una sonrisa cariñosa bailando en ellos–. ¿De verdad quieres casarte?
- Claro, aunque no tiene porqué ser ahora mismo... Te quiero mucho –agregó James, a modo de disculpa.
- Yo tampoco. James, yo también te quiero mucho, pero... –Lily se mordió el labio, sin saber muy bien cómo decir aquello.
- Sigues queriendo ir a Canadá –completó él, con mayor serenidad de la que sentía.
- No es sólo que tenga muchas ganas de ir, es que además me he comprometido con Calvin a ir. No puedo retirar mi palabra...
- Lo sé –suspiró James. ¿Qué le iba a hacer cuando aquella lealtad era una de las cosas que mas le atraían de ella? Y menos cuando él padecía el mismo defecto–. Yo, en cierto modo, ya estoy comprometido con la Academia de Aurores. Al padre de Bell le dará un ataque si renuncio...
- Y no puedes dejar a Sirius solo allí dentro –añadió la pelirroja–, ahora que no tiene a Evy al lado para meterle un poco de sentido común en la cabeza, si le abandonas tú también es capaz de suicidarse involuntariamente.
- Nunca he creído que Evy aportara demasiado sentido común a esa relación –apuntó el moreno buscador con una sonrisa divertida–. Pero sí que es cierto que por separado son capaces de hacer más tonterías que juntos...
- Sí –Lily apoyó su pelirroja cabeza en el hombro de James, cerró los ojos y suspiró–. Me gustaría que vinieras conmigo o poder quedarme yo o...
- Lo sé, a mí también me gustaría... –permanecieron unos segundos en silencio mientras el moreno la acariciaba el pelo–. Pero lo de casarnos sigue en pie¿no?
- Anda, claro... –se apresuró a confirmar la druida.
- Y debemos celebrarlo como es debido –agregó James.
- Ya estamos tardando –replicó Lily.
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Tras salir de Gryffindor, Richard se empeñó en escoltar a las estudiantes al despacho del director, pero Sirius declinó su oferta con un nada amable:
- Ya las escolto yo –que parecía ser el principio de la tercera guerra mundial, pero en ese momento llegó McGonagall.
- ¿Ocurre algo? –preguntó la profesora.
- Nada, nada. ¿Qué iba a pasar? –Richard recobró su fachada de "tío legal" y se fue con una sonrisa amable que no logró engañar a nadie.
- ¿Ocurre algo? –repitió la profesora.
- Dumbledore quiere hablar con nosotras –explicó Isis.
- Pues no le hagan esperar –gruñó McGonagall, molesta porque la hubieran dejado de lado en todo aquel asunto–. ¿Qué es ese ruido? –la mujer arrugó la frente al escuchar el alegre bullicio procedente de la casa de los leones.
- Nada... Sólo que estamos ordenando un poco la Sala común entre todos –mintió Sirius para no fastidiar la diversión de sus compañeros–. Igual cambiamos la contraseña...
- Me parece bien –aprobó la profesora–. Mejor se queda a ayudar mientras yo las acompaño a ellas con el Director.
El moreno asintió, sabiendo lo inútil que sería discutir, y algo más tranquilo al saber que Evy no estaría ni cerca de Richard. La Onza le dedicó una sonrisa tranquilizadora y deslizó su mano por la de él hasta la punta de sus dedos...
- Y luego decís que no habéis vuelto –Joy rodó los ojos, dando a entender que no se engañaban más que a sí mismos.
Evy no se molestó en contestar a su amiga: la verdad es que estaba hecha un verdadero lío. Por un lado, los rabiosos celos que la poseían cuando pensaba en Sirius junto a Giselle, demostraban que aún sentía algo por su ex. Por otro, anoche Regulus fue un verdadero cielo. Vamos, un lío.
Dumbledore las recibió con los pies apoyados en su escritorio, leyendo una revista de deportes y comiendo palomitas con sabor a caramelo. Al ver a McGonagall, se apresuró a retirar los pies de la mesa, como si temiera que le regañaran, y mostró su sonrisa más amable para saludar.
- Yo me largo, ya sé que no me quieres confiar nada de este tema –la profesora de Transformaciones alzó la barbilla con un gesto de "que sepas que no me ofende lo más mínimo que prefieras a Umbridge antes que a mí" y abandonó el despacho.
- Creo que está enfadada con usted –aventuró Isis–. Pida perdón con flores.
- Mejor no. La última vez que la enfadé tanto y le mandé un ramo de flores, me lo devolvió convertido en un enjambre de abejas gigantes asesinas. Ya se le pasará –Dumbledore sonrió confiado–. Bueno, supongo que sabéis porqué estáis aquí ya que Lily os lo habrá contado todo.
- En realidad, no. Ha estado ocupada lanzando trastos a la cabeza de James para contarnos nada –explicó Evy.
- Y comprometiéndose con él –agregaron Isis y Joy visiblemente emocionadas.
- ¿Cómo? –se asombró Dumbledore.
- Igual no deberíamos pregonarlo por media escuela –sugirió Evy con cautela.
- Si se van a enterar de todos modos, algo así no se puede mantener en secreto mucho tiempo –Joy restó importancia a la preocupación de la Onza con un gesto.
- ¿De qué quería hablarnos? –Jack trató de desviar la conversación. Principalmente, porque presentía que el enfado de McGonagall tenía que ver con el motivo de sacar de la cama a James y Lily en plena noche.
- Nada, sólo quería que me confirmaran que Lily no pudo robar el Cetro de Sekhmet –Dumbledore hizo un gesto de impaciencia, de pronto ese tema le parecía insultantemente aburrido.
- Ah,. ¿lo han robado? –nadie pareció ver la extraña mirada de reojo que cruzaron Joy y Evy.
- Sí, pero no quiero hablar más de eso. Marlene y yo nos hemos pasado tooooda la mañana discutiendo el tema con esos viejos plastas del Ministerio y ya me he aburrido bastante...
De nuevo, Evy y Joy cruzaron una de sus miradas: "Marlene", sólo podía ser Marlene McKinnons, la hermana mayor de Eduard y la mayor experta en seguridad mágica del mundo. Francamente interesante.
- ¿Han iniciado una investigación? –preguntó Evy con tono casual mientras rezaba a todos sus dioses paganos (en los que en absoluto creía) para que dijera que no.
- Me temo que sí –Dumbledore soltó un suspiro de aburrimiento, demostrando que su opinión sobre esas investigaciones del ministerio estaba cercana a la de la Onza–. Pero no hablemos más de ellos. Contadme mejor lo de James y Lily. ¿Fue romántico?. ¿Se puso de rodillas? .¿De cuántos quilates es el anillo de compromiso?
Entre todas, desgranaron para el director no sólo los pormenores del compromiso de la pareja del año, sino los de sus vidas amorosas.
- ¿Entonces tú y Will estáis juntos? –le preguntó el director a Joy. La morena asintió–. Me alegro, porque este pasado año habéis estado bastante perdidos...
- Es cierto. Aunque me sigue preocupando un poco que cada vez que nos toquemos pase una desgracia. Pero no creo que el mundo se acabe por eso –pese a su tono confiado, Joy procuró tocar madera.
- Claro que no. Una tiene que luchar por lo que quiere, ya me lo dijo Samantha una vez en la biblioteca...
- En tu caso, Jack, yo casi mejor que lo dejaba. ¿No te das cuenta que te estás haciendo mucho daño a ti misma? –Isis se volvió hacia Dumbledore, en busca de apoyo–. Por favor, dígaselo usted.
- ¿Y tú que sabes? Si dices que estás enamorada de David pero no puedes parar de acostarte con Bifidus –gruñó la aludida–. ¿A que eso sí que es de locas, eh?
- No habléis mal del puente hasta haber cruzado el río –contestó enigmáticamente el anciano mago.
- Perdón,. ¿pero se supone que esa frase debe aclararnos las cosas? –quiso saber Jack, más confusa que nunca.
Antes de que Dumbledore pudiera contestar, la puerta del despacho se abrió para dejar paso a Marlene McKinnnons. Al la cara de circunstancias de la mujer, Dumbledore arrugó la frente.
- Ocurre algo –no era una pregunta.
Por toda respuesta, la rubia le tendió un pergamino que el director de Hogwarts procedió a leer.
- Entiendo –Dumbledore cruzó una mirada breve con Evy–. Bueno chicas, creo que una fiesta os espera en Gryffindor, así que será mejor que volváis a ella cuanto antes...
La cuatro jóvenes se levantaron para irse.
- Tú, Evy, quédate –la Onza hizo un gesto de extrañeza mientras sus amigas se iban y ella se sentaba de nuevo en su silla.
- Ustedes dirán –Evy paseó sus ojos de gata de Marlene (sentada a su lado) a Dumbledore, esperando que uno de ellos se decidiera a hablar. Pero tanto el uno como la otra, parecían estar debatiéndolo en silencio.
- Acaban de enviar a Richard Rufford a Londres –anunció Dumbledore repentinamente, como si él y Marlene acabaran acordar quien hablaba primero.
- Ah, pues vale –la Onza alzó las cejas confusa. La noticia la alegraba, no podía negarlo, pero no entendía porque no se lo pudieron decir con sus amigas delante.
- Verás, Evy, hace pocas horas, Marlene –Dumbledore apuntó a la rubia con la cabeza–, encontró un cabello en la Cámara de Dippet. Lo ha mandado analizar y resulta que... es tuyo.
- ¿Cómo? –atinó a decir Evy, totalmente alucinada.
- Eso me gustaría saber a mí:. ¿cómo ha llegado un cabello tuyo a la Cámara de Dippet?
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- El muy cabrón de Richard –Evy lanzó dentro de su baúl un cofre con toda su mala leche–. Me lo debió de arrancar cuando casi me estrangula y lo debió dejar caer en la cámara para incriminarme... El muy... –la Onza continuó soltando palabrotas tanto en inglés como en Pársel.
- ¿Seguro que fue eso? –desconfió Will. Evy volteó hacia él y le lanzó un libro a la cabeza–. Eh, sólo preguntaba... –protestó el prefecto tras esquivar el proyectil.
- ¿Y por qué no le contaste eso a Dumbledore y Marlene? Te hubieran creído... –apuntó Isis, provocando un bufido incrédulo de Lily.
- Sí, claro –ironizó la pelirroja mientras doblaba la ropa de Evy.
- Exacto. Y si las probabilidades de que ellos me creyeran eran pocas, no digamos ya las de que me creyera Crouch.
- Ya te digo –Lily hizo una mueca de solidaridad con la que se dio por cerrada la conversación.
Evy siguió lanzando cosas a su baúl sin el menor cuidado mientras Lily y Joy (inusualmente silenciosa) la sacaban y doblaban como era debido para evitar que se arrugara. La Onza ya les había contado todo lo que les podía contar.
Lo que la Onza jamás les contaría fue lo humilladísima que se sintió cuando Crouch le comunicó que había sido expulsada de Hogwarts, le pidió su varita para romperla (cosa que hizo ante sus ojos) y le dio hasta las doce de esa noche (hora en la que salía un tren de Hogsmeade) para abandonar la escuela.
Lo que sí que les contó fue el postre:
- Dado que la prueba ha detectado la presencia de Júbilo en su sangre, está claro que tiene parentesco con Onzas (si es que usted misma no lo es). Por todo ello, estará bajo la custodia de Richard Rufford. Él la recogerá en Londres –ordenó Crouch, haciendo que la situación de Evy "mejorase por momentos".
Al recordarlo, la Onza lanzó un par de zapatos dentro del baúl, deseando que fuera la cabeza de Crouch separada de su cuerpo fofo.
- Tranquila –susurró Joy con suavidad, hablando por primera vez en horas, ya que temía que si abría la boca terminaría llorando como la protagonista de una película "basada en hechos reales" de bajo presupuesto.
- Estoy tranquila –replicó la Onza, sin darse cuenta ni de a quién contestaba.
- En realidad, no lo estás –rebatió Will.
- ¡Que sí que lo estoy, leches! –rugió Evy, lanzando otro libro a la cabeza del prefecto.
TOC–TOC
- Evy,. ¿podemos hablar? –la integridad física de Will fue salvada porque Sirius se asomó por la habitación.
- Habla –ella se encogió de hombros y no se detuvo a mirarle.
- Aquí afuera y a solas –aclaró con una paciencia insólita en el merodeador.
- Ve, anda. Nosotras terminamos con esto –le aconsejó Lily con dulzura–. ¡Que vayas con él, coño! –bramó finalmente al ver que la otra no seguía su consejo.
La Onza le dedicó a la pelirroja una mirada de "ya que me lo pides tan amablemente", antes de lanzar una caja llena de pendientes contra el baúl y salir a fuera con Sirius.
- ¡Deja de comprometer a Evy! –le gritó Jack a su hermano cuando la puerta se cerró.
- Si yo lo hago para que se desahogue de alguna forma –explicó el muchacho, dolido porque las mujeres no le entendieran.
- Anda, vamos a ver lo que dicen –les invitó Lily con un gesto de cabeza. Tras pensarlo unos segundos, todos pegaron sus orejas a la puerta.
- ¿Se puede saber qué...? –la cortante pregunta de la castaña fue interrumpida por un apasionado beso de su ex.
Un beso totalmente inesperado, ya que cuando ella trató de predecir la reacción de Sirius al saber la noticia, su primer pensamiento fue que él daría por sentado que era culpable. Después de todo y según sus propias palabras, no confiaba en ella.
Y allí estaba, transmitiéndole confianza vía lingual y proporcionándole una forma de dejar salir el torrente de emociones que a duras penas lograba mantener a raya: la frustración por haber visto su varita rota, los deseos de vengarse de Richard y Crouch (entre otros) y las poquísimas ganas de dejar a sus amigos.
- Te quiero –le susurró en la oreja tras cortar el beso, aunque no el abrazo.
- Lo sé. Yo también te quiero –Evy cerró los ojos y acomodó la cabeza en sus hombros. Necesitaba dejarle clara una cosa–. Yo no...
- También lo sé. El cabrón de Rufford te tendió una trampa –la Onza asintió, demasiado emocionada por esa prueba de confianza incondicional como para hablar. Esta vez le besó ella.
- ¿Veis? Esa es la reacción normal de un hombre enamorado de una mujer cuando a ella le acusan de algo que no ha hecho. No como James, que tuvo el descaro de preguntármelo antes de confiar en mí –comentó Lily sin importarle que la pareja la escuchara y (lo que es peor) supiera que les estaba escuchando.
- La diferencia no es el grado de enamoramiento, sino que Evy no estaba tan obsesionada con el Cetro como cierta pelirroja que yo me sé –se picó James, cuya voz provenía del final del pasillo. Él, Remus y Peter observaban la escena bajo la capa de invisibilidad de James.
- Yo jamás habría dudado de ti, Lily –hizo constar Loveday, que escuchaba a través del suelo de su habitación–. Pero claro, como yo te quiero mucho más...
Evy y Sirius cruzaron una mirada de desesperada comprensión¿es que en esa torre no había intimidad?
Aprovechando la distracción que les brindaron Lily abriendo la puerta y James quitándose la capa, la ex pareja huyó hacia el cuarto de los merodeadores.
Como era lógico, dado que todos estaban ocupados espiándoles en otra parte, la habitación estaba vacía. Sin mediar palabra, volvieron a besarse y se dejaron caer en la cama del chico.
- Mmm. No tengo tiempo para esto... –ronroneó Evy, cuando el merodeador empezó a desatarle la camiseta que ella llevaba anudada al cuello –me queda una hora y tengo mucho que recoger.
- Lo siento, la culpa es de James. Me tenía que haber convencido antes para que fuera a buscarte –Sirius sustituyó la camiseta por sus labios, y empezó a besarla por el cuello.
- Ah¿pero tuvo que convencerte? –la voz de la Onza sonó burlonamente ofendida.
- Síp. Primero quería ir a Londres a machacar al cabrón de Richard –al oír el nombre de su ex la sonrisa de Evy vaciló un poco, pero las cosquillas que le hizo el pelo del moreno en el pecho, lograron mantenerla.
- Sirius –susurró cuando notó que la cosa se ponía seria.
- ¿Sí? –replicó él, más interesado en el ombligo de la chica que en lo que decía.
- Tengo que decirte algo... –fue el tono, más que la frase, lo que acaparó la atención del moreno merodeador.
- ¿No estarás enamorada de Regulus, no? –se asustó totalmente Sirius.
- No –Evy le miró con extrañeza, ni siquiera se acordaba del hermanito de su ex–. ¿Te acuerdas de eso que no quería decirte y por lo que me acusaste de no confiar en ti y terminamos rompiendo?
- Sí –como para olvidar la causa por la que se habían pasado un mes haciendo el gilipollas.
- Soy la nieta de Grindelwald –soltó Evy con la velocidad a la que uno se arranca una tirita, confiando en que todo sea así más indoloro–. Por vía paterna.
- No –negó Sirius. Sin susto ni exclamación. Simplemente lo negó como quien niega que la tierra es plana y las peras son rojas.
- ¿Ves por qué no te lo quería decir?. ¡Porque sabía que no lo entenderías! Hasta estás negando lo evidente.
- No niego lo evidente. Es que me parece imposible que Ethan sea hijo de Grindelwald.
- ¿Y eso qué tiene que ver? –se sorprendió Evy.
- Pues que como Ethan es tu padre –explicó Sirius con tono de Barrio Sésamo.
- Querrás decir padrino –corrigió la Onza.
- Anda ya. Te recuerdo que hable con él durante horas las pasadas Navidades y su forma de hablar de ti sonaba más a padre que a padrino. Por no hablar del parecido físico...
Evy arrugó la nariz con extrañeza, realmente lo que ella esperaba que fuera la discusión del milenio con Sirius no iba por los caminos que había previsto y para los que se había preparado psicológicamente.
- Estás como una cabra –decidió ella finalmente, con una gran sonrisa.
- Sí –asintió él, atrayéndola hacia con tanto ímpetu que rodaron hasta caer de la cama. Cuando Sirius notó que se iban para el suelo, agarró las sábanas tratando de evitarlo, pero eso sólo sirvió para que el colchón se levantara unos centímetros sobre la cama y que la colcha cayera sobre ellos.
- Ays –gimió Evy entre risas.
- ¿Estás bien? –se preocupó el merodeador.
- No –replico ella entre risas.
- ¿Si no está bien por qué lo dice riéndose? –quiso saber Peter desde la puerta.
- ¿Pero para qué dices nada? –le regañó Lily. Su furia hizo que Petigrew se encogiera–. Ahora se van a dar cuenta que estamos aquí y nos quedaremos sin saber el final.
- Pues cállate tu también... –cortó Jack, de buen humor al ver que la luz al final de su túnel volvía a brillar.
- Un segundo –dijo Sirius en un tono tan bajo que no llegaba a susurro. El moreno animago alcanzó su varita y lanzó un hechizo insonorizador a la habitación entera–. ¿Dijiste que tenías una hora, no?
- Sí, pero tengo que hacer la maleta.
- Estoy seguro de que ahora que no tienen nada mejor que hacer, esa panda de cotillas se dedicará a algo útil. Así tú y yo podremos dedicar esta hora a cosas más importantes...
- ¿Como cuáles? –Evy se hizo la inocente, aunque el brillo en sus ojos indicaba que de inocencia poca.
Sirius se inclinó para hacerle una demostración gráfica de esas "cosas importantes".
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- Tú y Sirius sois malos y odiosos –con esta frase cargada de enfurruñado rencor, recibió Jack a la Onza cuando cuarenta y cinco minutos más tarde regresó a su habitación.
- ¿Y qué querías? .¿Qué te invitara a presenciar nuestra despedida temporal en riguroso directo? –Despedida temporal, los dos habían insistido mucho en ese punto. También en despedirse en las habitaciones, una despedida en la estación habría resultado demasiado peliculera para el gusto de Evy.
- Pues ver no, pero tampoco hubiera pasado nada porque nos dejarais escuchar... -intervino Lily–. Encima que te hemos hecho la "maleta" y hasta te hemos dejado fuera unos vaqueros y una camiseta para que vayas cómoda...
- Cosa que no habríamos hecho de estar escuchando tras la puerta –apuntó Joy.
- También es verdad –admitieron las demás con desgana.
- A ver si inventan pronto Gran Hermano y estáis más entretenidos. ¿Créeis que me da tiempo a darme una ducha rápida? –preguntó Evy.
- Si es realmente rápida... –opinó la morena.
Diez minutos después, cuando Evy salió del cuarto de baño duchada y vestida, Jesse estaba sentado en la cama de la chica.
- ¿Y las demás?
- En la Sala común. Yo... –Jesse hizo una pausa–. No tengo fuerzas para despedirme de ti allí. Creo que me pondré a llorar como una fan histérica en un concierto de Backstreet Boys y tengo miedo de contagiar a Joy o a ti. Por eso prefiero despedirme aquí...
Al ver que aún así se iba a poner a llorar, Evy se adelantó y abrazó.
- Ay, cielo,. ¿quién te va a proteger de Jack cuando se ponga bruta? –le dijo con cariño.
- Nadie, porque ese ataque ya me pasó para siempre –contestó Jack–. Yo tampoco voy a poder despedirme en público de ti... –aclaró la castaña, lanzándose a los brazos de ellos.
- Mm. eso me recuerda que... –Evy sacó una caja de zapatos de debajo de su cama–. Esto es para ti.
- Oh, no hacia falta que te molestaras en hacerme regalos... ¿Papiros? De verdad, Evy que no hacia falta que te molestaras.
- Son cartas de amor que Prewett le ha mandado a Bell –Evy se puso una cazadora vaquera y le guiñó un ojo a la sorprendida Sparrow–. No dudo que harás lo correcto con ellas –agregó antes de salir por la puerta.
- Pues yo sí lo dudo –opinó la propia Jack.
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Apenas puso un pie en la Sala común, James atrapó a Evy en un abrazo de oso.
- Cuando todo se calme, te quiero ver en mi casa –le susurró en tono imperativo, antes de besarla en la mejilla y dejarla ir.
- A sus órdenes –respondió burlona.
No tuvo muchos segundos de tregua: Lily demostró que podía ser tan cariñosa como su novio con un fuerte abrazo al que se sumó Loveday. En parte por no desperdiciar las oportunidades de magrear a su pelirroja.
- Vendrás a la boda –prácticamente le amenazó Lily al romper el abrazo.
- Pues claro, si no sé que saldría mal parada –replicó la castaña de buen humor.
- Te tengo un regalo –Bifidus le entregó a la Onza una caja que ella abrió con cierta aprensión.
- Un escorpión disecado, muchas gracias Bifidus –el agradecimiento de Evy fue sincero: se alegraba mucho de que no fuera un invertebrado vivo–. Lo guardaré siempre en mi corazón –traducción: iba a tirarlo en el primer cubo de basura que encontrara en su camino.
- Yo también te tengo un regalo, aunque no es tan... especial como el de Bifidus –Remus le entregó una de estas chocolatinas inmensas de Toblerone–. He pensado que tendrás hambre durante el viaje... O que podrías atizarle con eso al cabronazo de Richard en la cabeza, o ahogarle con ello o lo que se te ocurra.
- Gracias –volvió a decir Evy, esta vez con una sonrisa cien por cien sincera mientras abrazaba al licántropo–. Bien pensado, igual no me hubiera venido mal que el escorpión estuviera vivo...
- Ay, pues si lo prefieres, te lo traigo –Bifidus corrió emocionado a su habitación.
- Yo que tú me largaba antes de que te traiga el escorpión –le aconsejó Bell mientras se daban un breve abrazo.
- Sí, a veces no sé para que abro la boca –Evy se refirió tanto a Bifidus como a las cartas que acababa de convertir en bombas de relojería al entregárselas a Jack.
Cuando Bell se apartó, sólo quedaban frente a ella Isis, Joy, y Will. Fue el prefecto el primero que avanzó hacia la Onza.
- Esta vez me das un beso y no me tiras un libro a la cabeza –le avisó el chico.
- Es que me comprometes –se excusó la chica mientras se abrazaba a su amigo.
De repente, alguien chocó contra ellos, Evy separó sus brazos de los de su amigo y rodeó a una llorosa Joy con ellos. Lentamente, Will se separó de ellas y se reunió con los chicos
- Venga, Joy, por favor, no llores que si no lo haré yo también y la liamos. Tienes que ver el lado positivo: vas a tener más ropa para ti sola –trató de consolarla la Onza.
- La mitad me queda estrecha de pecho –pero en vez de eso, la pechugona morena sollozó con más fuerza.
- Pues me los dejas a mí, entonces –sugirió Bell, que junto a Lily se acababa de unir al abrazo de las dos chicas.
- Pues va a ser que no –se apresuró a negarse Joy, con tono mordaz.
Loveday hizo ademán de unirse al cuádruple abrazo, por aquello de no malgastar la oportunidad de rozarse con Lily, pero James interpuso un brazo entre ella y el grupo y negó suavemente con la cabeza.
Aquel era el abrazo de las que durante cinco años fueron las mejores amigas del mundo y ni siquiera Isis se atrevía a inmiscuirse, pese a saber que se estaba haciendo tarde.
Evy también debió de notarlo, porque repartió un sonoro beso a cada una de sus amigas y soltó a Lily y Bell.
- Tengo que irme –susurró con un tono ligeramente acuoso.
- No –gimió Joy, la única que no hizo ni caso a la indirecta y se soltó.
- Venga, cariño –Will logró transferir el férreo abrazo de Joy desde Evy hasta sí mismo. Volvió a besar la mejilla de la Onza y las alejó con cuidado.
Evy estaba terminando la melodramática ronda de despedidas con un beso a Isis y un "que no te metan en muchos escándalos" cuando oyó a Bifidus bajando por las escaleras diciendo algo de que no tenía escorpiones pero si alacranes. La Onza no se pensó mucho lo de agarrar el baúl con ruedines, lanzar un beso al aire para sus amigos y largarse de la sala común de Gryffindor.
- ¿Se ha ido ya? –preguntaron tres segundos más tarde dos voces decepcionadas.
- Sí... –el tono de falsa pena con el que Lily respondió a Bifidus no le paso inadvertido a Sirius.
Una vez que el amante de los bichos regresó a su habitación, James contestó con amabilidad.
- Si te das prisa, la pillarás en la escaleras de salida...
- Vale, gracias –más que con prisa, Sirius salió embalado de la sala común, apretando en sus manos el colgante con forma de estrella que había decidido devolverle a la Onza.
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Evy aún se estaba limpiando un lagrimón (responsabilidad absoluta de Joy) cuando alguien la alcanzó en el vestíbulo.
- ¿Regulus? –y antes de que la Onza superara la extrañeza por encontrarlo allí, logró dejarla más alucinada, al besarla.
Para ella no fue el besazo del siglo, ni siquiera fue con lengua y lo olvidaría apenas subiera en el tren que la llevaría a Londres junto a Marlene McKinnons y Crouch. Sin embargo, Regulus juraría siempre que era el recuerdo que provocaba que sus Patronus fueran casi imbatibles y Sirius, que también lo vio, no lo olvidaría con la misma facilidad que su ex.
- Mira, Regulus, me hace ilusión que hayas venido a despedirte de mí, pero no tenías que hacerlo de esta forma, porque yo no siento lo mismo por ti que tú por mí. Al principio pensaba que sí, pero en las últimas horas he tenido algo así como la clarividencia emocional de los moribundos y me he dado cuenta de cuáles son mis verdaderos sentimientos –Evy observó por el rabillo del ojo un segundo las escaleras. Le había parecido ver a Sirius, pero se convenció a sí misma de que era imposible.
- ¿Seguro? Nadie besa así sin sentir nada por la otra persona... –¿Así¿Cómo¡Pero si fue sin lengua!
- Es que yo doy buenos besos –Evy se encogió de hombros–. Lo siento.
- No importa. De todas formas, fue tal y como me lo había imaginado –Regulus mostró una sonrisa radiante. De no haber estado Evy segura de sus sentimientos, en ese momento se habría vuelto a colgar del hermano de Sirius–. Oye, si ese Richard se pasa un pelo contigo otra vez, me avisas y haré que parezca un accidente.
- Lo tendré en cuenta –la Onza depositó un beso en la mejilla del Slytherin antes de subir a una carroza con Marlene.
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Durante la mayor parte del viaje, Crouch no sólo no le quitó la vista de encima a Evy, sino que además la preguntaba cada cinco minutos que dónde había puesto el Cetro. ¡Como si ella lo supiera! Y aunque lo supiera, desde luego no iba a decírselo, por plasta y gilipollas.
- Lo sé, Perla, este tío es un coñazo –suspiró la Onza, respondiendo a los maullidos indignados de su compañera de viaje cuando se quedaron a solas.
Se había encontrado a la gata en la carroza que la llevaba a Hogsmeade dispuesta a irse con ella. En aquel momento, Evy la había bajado del vehículo y ordenado que volviera con Bell, pero cuando se encontró con el animal sentado en su compartimiento del tren no tuvo más remedio que aceptar su derrota y dejar que la acompañara.
- Pero ya nos bajamos.
Mientras Evy sacaba de la maleta una pequeña mochila y se la ponía a la espalda, Perla miró por la ventana: estaban pasando el viaducto de Glenfinnan. La gata no tenía ni idea ni del nombre del viaducto, ni de su altura, ni la reacción que podía tener Richard cuando supiera que su presa se le acababa de escapar entre los dedos...
Lo que sí que sabía era que si la intención de su protegida era saltar allí mismo, era porque acababa de traspasar la frontera entre loca y suicida. No estaba dispuesta a poner a prueba en esos momentos la teoría de que los gatos siempre caen de pie...
Pero Evy, con una actitud de "tú eres la que te empeñaste en venir, ahora no jodas", la agarró y la sacó en brazos del compartimiento, dirigiéndose hacia la parte de atrás del tren lo más velozmente posible antes de que Crouch volviera del servicio.
Dado que Marlene había convencido unos kilómetros antes al maquinista para que la dejara llevar el tren, no suponía un peligro inmediato. Bueno, era posible que hiciera descarrilar el tren, pero que se encontrara con Evy en su intento de fuga era bastante complicado.
- ¿Lista? –preguntó cuando llegaron al final del tren.
La gata dejó escapar un maullido de protesta que la Onza ignoró mientras saltaba hacia el lago Shiel, sin darse cuenta de que de la mochila, Evy acababa de sacar una escoba con hechizo camuflador incluido que les haría invisibles hasta que tocaran tierra.
Evy dirigió la escoba hacia la orilla norte, donde se posó con suavidad entre los árboles del bosque, y se desprendió con toda la delicadeza que pudo de las zarpas que Perla le estaba clavando en el escote.
- Tranquila, ya pasó, ya estamos en tierra, intactas.
Como respuesta, la gata blanca soltó un "está tú me la pagas" que hizo reír a la castaña.
- Veo que eres puntual –Evy volteó hacia el claro del bosque de donde provenía la voz. Allí había una mujer que la Onza identificó como Nadine Barlow, la abuela de Jesse, apoyada sobre un carísimo Bentley–. Calvin me dijo que te dejarías caer por aquí sobre esta hora. También me mandó el núcleo de tu varita.
- Ya ves –la castaña se encogió de hombros y fingió que el coche no la impresionaba lo más mínimo–. ¿Fue uno de nosotros?
- No sé de qué...
- El Cetro –Evy no ocultó su irritación porque la tomaran por tonta–. ¿Lo robó uno de los nuestros? Creo que después de haber saltado de un tren en marcha desde un viaducto de chiquicientos mil metros de altura, me he ganado el derecho a una respuesta sincera.
- Fue Inoé Katsué. Celeste pensó que sería una buena forma de hacerla ganar puntos después de la estrepitosa derrota que sufrió en Rumania –se rindió al fin la metamorfomaga.
De momento, Evy estaba demasiado cansada para pedir detalles de esa derrota, pero cuando lo hiciera descubriría que nadie quería hablar de ello. Fue estrepitosa, Inoé fue la absoluta responsable de ello y murieron un centenar de Mahutams... Entre ellos Estella Easter y su hijo no-nato.
Datos curiosos que os vais a tragar porque a mí me costo un montón averiguarlos. (Ala)
El viaducto de Glenfinnam es el dichoso puente que aparece en la película de la Cámara Secreta cuando el Expreso de Hogwarts está apunto de atropellar el Ford Anglia con Ron y Harry dentro. No sé si lo sabíais o no, pero me pasé tanto tiempo tratando de dar con el nombre que yo os lo cuento igual.
Bentley es una marca de coches caros. A 247 mil euros el modelo más barato. No sé si lo habéis oído, pero el novio de Paris Milton le estrelló el suyo y ella le perdonó. Le debía de querer mucho...
Inoé Katsúe es la onza japonesa rubia de ojos azules y tendencias sicópatas que apareció en el capítulo 27.
Y eso es todo por hoy, el siguiente capítulo será bastante calmado y relajado. Creo que necesitamos un capi así antes de lanzarnos a los finales de verdad. Nos leemos dentro de dos semanas.
Besos de Mouse de chocolate blanco con sirope de chocolate.
