Hola, hola. Bueno que sepáis que este es un momento histórico (y puede que histérico) no sólo actualizo en menos de quince días sino que lo hago con un capítulo doble. (En HA tal vez sea cuádruplo, porque son la leche de largos e igual me los corta. Lo digo por si os pasáis por allí y veis 42 capis, para que no os sorprendáis).
No sabéis la suerte que habéis tenido de que quiera dejar terminado el fict antes de irme de vacaciones. Sino os habría sometido a un chantaje de unos 100 RR... Pero las cosas han salido así, que le vamos a hacer.
Como siempre los RR están contestados en otro RR que me dejo a mi misma. Os dejo con el resumen y disfrutad del final.
Resumen 38: Evy ha descubierto que es hija de Ethan y su hermana Eirene la propuso irse al Congo con ella. A Remus le ha salido un trabajo en Alemania y no se sabe si Bell le acompañara. James y Lily tienen la indeseada visita de Voldemort y mortifagos en casa de la pelirroja. Narcisa se cayó por las escaleras (ja) y está en el hospital.
Advertencia: no leer hoy si habéis comido carne roja.
Por amor al arte 39.
En las puertas del infierno.
Frente a la habitación de Narcisa, Snape no se encontró con la masa de gente que esperaba, allí sólo estaba Regulus...
Aunque pensándolo bien, no sabía por qué había supuesto lo contrario, es decir, Malfoy no se iba a presentar con un ramo de flores en busca del perdón de su esposa, más bien exigiría que ella le suplicara compasión a él; Bellatrix estaría demasiado ocupada torturando a alguien como para pasarse a ver a su hermana convaleciente; Andrómeda no había perdonado a Narcisa el poco apoyo recibido por parte de la rubia cuando decidió fijarse en un Sangre Sucia; y en cuanto los padres de Narcisa y sus suegros: dado que la joven rubia había sido tan descuidada como para perder al primogénito de los Malfoy, no era merecedora de compasión. Mucho menos de una visita.
Sólo Regulus, Rosier (que le tenía a la rubia una tirria impresionante) y Severus sabían que el niño que Narcisa había perdido podía ser tanto un Malfoy como un Snape. Sin embargo, el joven Black le dedicó tal mirada que Snape comprendió que le responsabilizaba de todo lo sucedido. Y lo peor era que él mismo no podía estar más de acuerdo.
- ¿Familiares de Narcisa Malfoy?
- Yo –exclamaron los dos morenos ansiosamente.
El sanador les miró a los dos sin disimular su extrañeza, dado que tenía entendido que Malfoy era rubio. Tras unos segundos, decidió que a él, (igual que a su médico favorito de la tele) le interesaba la enfermedad, no su paciente y mucho menos sus líos familiares.
- Se recuperará. Está despierta, consciente y bastante animada, dadas las circunstancias. No creo que tardemos en darle el alta. Pueden pasar los dos si quieren...
Los dos jóvenes se lanzaron miradas recelosas hasta llegar a un pacto de no agresión antes de entrar a la habitación.
Narcisa estaba tendida en la cama, tan pálida como las mismas sábanas, pero mostrando su más radiante (y menos sincera) sonrisa.
- ¿Cómo vosotros dos por aquí? –preguntó con tono casual. Como si se los hubiera encontrado paseando por el parque.
- No bromees, casi te mueres –cortó Regulus, molesto tanto por la actitud de su prima como por la presencia de Snape.
- Casi –la sonrisa de Narcisa se ensanchó–. Aún estoy aquí. Y respecto al niño: soy joven, ya tendré más. ¿Te han llegado ya las notas de los EXTASIS, Severus?
- Paso –cortó Regulus antes de que el otro moreno abriera la boca–. No pienso quedarme a ver como finges que no ha pasado nada cuando los tres sabemos lo que pasó. Malfoy se cargó a Bullstrode porque creyó que era tu amante y luego fue por ti –dedicó una mirada acusadora a Snape antes de seguir.
»No sé si lo hizo manualmente o con un hechizo, pero sé que quiso matarte. Nos veremos cuando quieras hablar del tema –y con expresión furiosa, el joven Black abandonó la habitación.
En cuanto se quedaron a solas, la expresión alegre de Narcisa fue barrida por una de dolor y no se molestó en ocultar un escalofrío.
- ¿Me pasas esa manta? Tengo frío...
- ¿Por qué no has querido que Regulus lo supiera? –tras arroparla, Snape tomó asiento junto a la cama y se quedó mirando la delgada mano de la rubia, dudando entre tomarla o no.
- Porque le conozco: me quiere demasiado y se parece a su hermano más de lo que le conviene. Una combinación demasiado peligrosa para sí mismo. Ahora su furia está dirigida hacia a mí y no hacia Malfoy... Al menos, así seguirá con vida: tú y yo sabemos que no es rival para Malfoy.
Snape alzó las cejas al notar que su ex amante se refería a su marido por su apellido, pero ella no pareció verlo porque siguió hablando.
- No voy a permitir que Regulus pague con su vida por mis estúpidos errores.
Severus se vio tentado de preguntar si sus "estúpidos errores" fueron casarse con Malfoy, liarse con él o todos a la vez, pero se dio cuenta de que ninguna de las respuestas le consolaría lo más mínimo y en su lugar se encontró a sí mismo preguntando.
- ¿Y qué pasa conmigo?. ¿Crees que yo no haré nada contra Malfoy? Podría haber sido mi hijo...
- No dramatices. Tú y yo tomábamos precauciones. De hecho, cariño, eres bastante paranoico. En cambio, con Malfoy... Bueno, creo que los detalles te convienen tan poco como a Regulus. Estoy casi segura que era de él.
- Casi –remarcó Snape tal y como hizo ella antes–. Y aunque no fuera hijo mío, te quiero...
- No es cierto, quieres a Turner –no era un reproche, Narcisa se limitaba a enunciar una verdad que consideraba innegable. Y debía de tener razón, porque el moreno no la contradijo.
- Pero me considero amigo tuyo, y como amigo, te pido que... –esta vez, Snape no dudo en tomar la mano de la rubia– le abandones.
- ¿Cómo dices? –los ojos azul grisáceos de Narcisa se abrieron como platos.
- Deja a Malfoy –repitió el moreno.
- Eso me parecía... ¡Que te habías vuelto loco! –la rubia trató de incorporarse, pero aquello le supuso demasiado dolor y desistió–. Severus, no puedo dejarle... ¿Crees que una sola persona de mi familia me apoyaría en caso de que intentara divorciarme?
Snape hizo ademán de hablar, pero ella le cortó con un gesto de advertencia.
- Regulus aparte.
- ¿Andrómeda? –aventuró el moreno, muy poco convencido.
- Ni de coña... Ella trató de convencerme de que no me casara con él, y cuando no lo logró me dijo que ya podía atenerme a las consecuencias. No, Severus, si le dejo estaré casi sola. Regulus es un cielo, pero él no podría ayudarme...
- Yo podría...
- Claro, no has tenido valor para decirle a Lucius que eres mi amante y me vas a defender durante el proceso de divorcio –Narcisa casi rió–. Los dos somos conscientes de nuestras limitaciones...
Antes de que Snape pudiera contestar a las sinceras palabras de su amiga, se abrió la puerta y entró una enfermera...
- Creo que va siendo hora de que su esposa descanse –sugirió la recién llegada con voz dulce.
- Sólo es un amigo –corrigió Narcisa mientras Snape se preguntaba de dónde había sacado esa mujer que él y la rubia estaban casados...
Entonces reparó en que sus manos aún abrazaban a las de Narcisa. Rápidamente, las soltó como si fueran teas ardiendo.
- ¿Hay algún sitio donde se pueda tomar algo con cafeína? –le preguntó el ex Slytherin a la enfermera.
- Claro. En la cafetería... –replicó la joven auxiliar con tono de "es obvio".
- ¿Y dónde queda eso? –Snape entornó los ojos en su ya clásica expresión de "acabo de ponerte en mi lista negra".
- En esta planta, al final del pasillo –contestó Narcisa–. ¿Estarás aquí cuando despierte?
- Para eso estamos los amigos –confirmó el joven.
La más joven de las hermanas Black esbozó una sonrisa radiante, esta vez auténtica, antes de dejarse vencer por las pociones que le habían suministrado para sedarla.
Tras comprobar que la enfermera no era tan sumamente incompetente como para matar a Narcisa en su ausencia, Snape se dirigió hacia la cafetería. Allí se encontró con Regulus que, para su sorpresa, le señaló una silla y una taza de café a su lado...
Severus observó ambas cosas con desconfianza: por el bien de Narcisa, Regulus era capaz tanto de envenenarle como de ponerle una minibomba bajo la silla, pero el joven sólo quería hablar.
- ¿Cómo está realmente? –preguntó el joven Black sin apartar los ojos de su... ¿batido de fresa? Qué chaval más raro.
- Jodida –los ojos negros de Regulus le advirtieron a Snape (que ya se dio cuenta por sí mismo) que aquella no era la expresión más afortunada. Carraspeó y dijo–: Mal, pero se empeña en no demostrarlo y se niega a divorciarse de Malfoy.
- ¡Idiota! –Regulus golpeó la mesa con el puño derramando parte de las bebidas sobre la misma, aunque él no pareció darse cuenta–. Claro que no se divorciará... Prometió que estaría con Malfoy hasta que "la muerte los separara" y eso hará. De lo único que no se nos puede acusar a los Black es de no cumplir las promesas...
Snape iba a señalar que Andrómeda Black sí lo hizo al fugarse con un Sangre Sucia, como tantos otros Black borrados del árbol familiar, pero en ese momento la Marca Tenebrosa empezó a quemarle: su oscuro amo reclamaba su presencia.
Y la de Regulus, a juzgar por la mueca de dolor que cruzó sus elegantes rasgos. Hasta ese momento, Severus no estuvo seguro de si el joven era o no un mortífago.
- Tenemos que irnos –dijo el joven de pelo grasiento cuando la quemazón remitió lo suficiente como para tener un pensamiento coherente y poder levantarse de la silla.
- Yo no –negó Regulus–, Narcisa me necesita y mi lugar está a su lado.
- Pero Él te castigara –Snape ya había recibido suficientes castigos de Voldemort como para preferir no buscarlos siempre que le fuera posible.
Regulus se encogió de hombros.
"Qué chico más raro" pensó Snape mientras se despedía del mismo y buscaba un lugar discreto para vestirse de mortífago y desaparecerse.
Apareció en una calle residencial Muggle. Tardó unos segundos en ubicarse pero cuando lo hizo se sorprendió al reconocer la casa de Lily Evans. Enseguida se le aproximó Malfoy.
- ¿Dónde estabas?
- Con Narcisa –reconoció abiertamente al notar que, seguramente, Malfoy lo preguntaba porque ya lo sabía y mentirle haría que sospechara.
El rubio le miró desde detrás de la máscara antes de ordenarle que tomara posiciones junto a Rosier y Alecto. No mostró el menor interés por la salud de su esposa.
- ¿No entramos? –la joven miró a Snape como si hubiera expresado en voz alta la mayor de las herejías.
- El amo ha dicho que nos limitáramos a vigilar –contestó Alecto con voz gélida.
- ¿Qué tiene nuestro amo para lograr ese éxito con las mujeres? –le "susurró" Rosier a Snape aunque, para su desgracia, también le escuchaba Bellatrix–. ¿Crees que si me quedo calvo, sin nariz y fundo mi propio grupo de magos oscuros ligaré tanto como él? .¡Ay! –protestó el joven cuando recibió una descarga eléctrica.
- Uy, se me escapó. Espero no haberte hecho mucho daño –se disculpó Bellatrix con su voz más infantil, dulce e ingenua... que le hacía sonar más psicópata y culpable que nunca.
- ¿Por qué? –meditó Snape en voz alta.
- ¿Cómo que por qué? –pero Bellatrix y Rosier le oyeron y se volvieron hacia él: ella con irritación, su amigo dolido.
- ¿Por qué no quiere que ataquemos? –explicó el joven de pelo grasiento al notar que no le entendían.
- Nuestro amo lo ordena, no necesitas más explicaciones –Bellatrix le dedicó una mirada desdeñosa antes de acercarse a su casi marido Lestrange.
Tampoco ella se molestó en interesarse por el estado de su hermana o por la ausencia de su primo.
Dado que Rosier estaba enfadado con Snape por haberse ido corriendo al hospital y que Alecto no les consideraba dignos de una conversación, el antiguo Slytherin se dedicó a meditar porqué su amo no querría que atacaran...
Esperaba que no fuera porque tenía ganas de volver a charlar con Evans...
&·&·&
- Ya tenía yo ganas de volver a charlar contigo, muchacha –Voldemort estaba sirviéndose vino de Borgoña de un tetrabrick de leche cuando James y Lily llegaron al salón.
- Lo hacía con el gesto desafiante de un niño que acaba de encontrar las galletas que su madre concienzudamente había escondido... Lily rodó los ojos con impaciencia.
- ¿Sí? Pues yo no –replicó la pelirroja sin el menor atisbo de amabilidad–. Y de ver a tus sicarios, menos aún.
- ¿No me digas que sigues picada por ese rasguñito de nada? –el mago oscuro hizo un gesto de incomprensión.
- ¿Rasguñito de nada?. ¡Casi me abrió en canal! –protestó Lily.
- Bueno, pues si tan grave es, yo te traigo a la mortifaga que te lo hizo, la torturas, la matas o lo que te apetezca... y quedamos en paz –Voldemort rodó los ojos, como el abuelo que le promete una escoba de carreras a su nieto siempre y cuando saque buenas notas.
- No, mejor tú permaneces una semana entera sin respirar y entonces ya quedamos en paz para siempre jamás –sugirió Lily con dulzura.
- De verdad, no sé como una chica tan guapa puede ser tan desagradable...
- ¿Desagradable?. ¿Tú te atreves a llamarme a mí desagradable? –Lily se volvió hacia James en busca de apoyo, pero cuando lo hizo, se encontró con una extraña mirada de su prometido–. ¿Qué te ocurre?
- Nada –contestó el moreno con tono levemente celoso–, es sólo que no sabía que había tanta confianza entre vosotros. ¿Queréis que os deje a solas? –¿dije "levemente celoso"? cambiad "levemente" por "totalmente".
- James, por favor. El demente-hijo-de-puta-pirado-este ha venido a aquí para vete-a-saber-qué y lo mejor que se te ocurre es tener un ataque de celos. Madura¿vale?
No estoy celoso, sólo molesto –matizó el heredero de Gryffindor–, y no lo estaría si tú le hubieras preguntado ya a qué ha venido...
- ¡Pues se lo pregunto! –Lily se encaró con Voldemort, que observaba la escena con una sonrisa de superioridad–. ¿A qué has venido aquí?
- Sentaos y entregadme vuestras varitas –ordenó el mago oscuro con el tono de quien espera ser obedecido en breve. El mismo tono que invita a los Gryffindor a desobedecer.
- No –James acompañó su respuesta de una sonrisa insolente que venía a decir "si lo ordenas tú, va a ser que no me apetece".
- Por su parte, Lily ya iba a iniciar su protesta (¿quién se creía que era Voldemort para darle órdenes en su casa?), pero antes de que pudiera hablar, una especie de cuerda se enroscó en torno a su pecho. Una cuerda fuerte, gruesa y asombrosamente viva... Cuando una lengua bifida le acarició la oreja, comprendió que la cuerda en cuestión era la mascota de Voldemort.
- Siéntate y dame tu varita –repitió el mago oscuro.
James miró a Lily unos segundos y ella negó con la cabeza. Voldemort observó el intercambio y ordenó en pársel a la serpiente que apretara un poco más...
- Vale, ya me siento –James tomó un reposapiés y se sentó, dejando la varita en el suelo. Voldemort no tardó en atraerla hacia él.
Una vez que Lily fue liberada, trató de ir hacia él, pero una especie de muro de magia se lo impidió...
- Por favor, ahí –Voldemort la señaló un sillón en el otro extremo de donde estaba James.
La pelirroja iba a negarse, pero observó a la serpiente reptando peligrosamente cerca de James y obedeció. Desde allí, la pareja cruzó una mirada de frustración: Voldemort les había manipulado y separado sin soltar una sola maldición.
- Por lo visto, los dos queréis saber qué hago aquí... –comenzó a hablar Voldemort–, pues, de hecho, me enfrento a un terrible dilema del que vosotros dos sois protagonistas absolutos. Verás, James, no es un secreto que yo quiero matarte. El problema es que también quiero a Lily de mi parte porque ella es la única que puede manejar el Cetro. Y Lily no quiere que mueras, y si te mato, irá a por mí...
»Intenté inclinar un poco la balanza a mi favor mandando a alguna de mis leales mortífagas a robar el Cetro. Mi idea era que tú, Lily, eligieras entre James y el Cetro...
Lily tragó saliva sin el menor disimulo y procuró mirar a cualquier sitio excepto los ojos de James. Sabía lo que el chico debía de estar pensando y no le favorecía nada... Claro que ella se alegraba de que ese plan del Señor Tenebroso hubiera salido tan mal.
Ajeno a las miradas de sus prisioneros, Voldemort seguía hablando como si nada.
- Pero vuestra amiga se les adelantó... Eso me planteó un par de dudas: tenía entendido que solo las druidas O'Shiannon podían manejar el Cetro y ahora me enteró de que las Onzas también pueden, ya que una de ellas lo ha usado en el Congo durante las últimas 24 horas...
Voldemort se interrumpió cuando James dejo escapar un nada discreto bostezo. Al notar que le miraba, el joven de pelo revuelto mostró una sonrisa perezosa (y para nada arrepentida) y dijo:
- Ops, lo siento. Es que pensaba que estaba en clase del profesor Binns, pero seguramente estás tratando de matarme de aburrimiento.
Mientras Lily chascaba la lengua, como si las tendencias suicidas de su novio fueran un simple fastidio, los ojos del mago oscuro se entornaron hasta reducirse a unas rendijas rojo lava. De haber sido una cobra, habría sacado el capuchón y empezado a escupir veneno.
- No estás bien informado –Lily decidió acaparar la atención de Voldemort antes de que se cargara a su prometido–, Evy no robó el Cetro. Uno de tus subordinados le tendió una trampa para que la expulsaran de Hogwarts por motivos personales...
- Y tú eres tan buena amiga que ni un segundo pensaste que eso podía no ser cierto... –aventuró Voldemort. Así era como funcionaba él: sembrando la duda entre sus enemigos para que se mataran entre ellos. El divide y vencerás de toda la vida.
- Pues claro que no –se ofendió Lily.
- Claro que no –repitió el mago oscuro con sorna–, no sé si tu profesor de DCAO (al que espero que no cojas cariño, porque también esta en mi lista de futuros difuntos)…
- ¿Y quién no? –preguntó James con su tono más insolente.
- No sé si tu profesor de DCAO te habrá contado que fue Inoé Katsué la que realmente robó el Cetro. ¿Te suena el nombre? –como los dos jóvenes negaron con la cabeza, el mago prosiguió–: Es una Onza japonesa rubia con los ojos azules. ¿Os lo imagináis? Su madre era una Onza que se recicló en diseñadora de Kimonos. Su "padre" murió durante el bombardeo de Nagasaki... Aunque en realidad, el marido de su madre no era su padre biológico: éste no se sabe quién es. Recuerda bien esto, muchacha, si insistes en irte a vivir con los Mahutam: todos ellos, sin excepción, son unos hijos de puta.
- Pero en su caso es de nacimiento, en el tuyo y el de tus mortífagos es por pura afición –siseó la pelirroja.
- Cuidado, muchacha. ¿Qué estaba diciendo?
- No lo sé, no te escuchaba –confesó James.
Aquella fue la gota que hizo estallar a Voldemort: sin más, le lanzó un cruciatus.
- ¡James! –Lily trató de correr hacia él, pero descubrió que no podía: Nagini y el muro de magia de Voldemort se lo impedían.
- Espero que esto os sirva de lección a los dos –susurró Voldemort sin tratar de ocultar la satisfacción al ver como ambos se hundían más y más por segundos–. Como iba diciendo, por lo que sé esa Inoé entró por una sala secreta que hay en Hogwarts. Dicen que pasó por la red de encantamientos de la sala Dippet a pelo, simplemente esquivándolos...
» Ahora está en el Congo, usando el Cetro para matar a algunos de mis aliados, cosa que no me gusta nada.
- ¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? –preguntó Lily con la voz temblando de rabia, odio e impotencia.
- Pues eso con vosotros nada, pero con vuestra amiga Evy, sí. Ella debe de saber dónde está exactamente la base de los Mahutam en el Congo. He mandado a dos personas a su escondite en Sorrento para que se lo pregunten amablemente... No pongáis esa cara: si colabora no le pasara nada...
- Mientes de pena –siseó James, lo bastante recuperado del cruciatus para volver a mostrar insolencia pero no para recibir otro. Lily ahogó un suave gemido de dolor, como si acabara de recibir la maldición ella misma.
- Pero esa no es la razón por la que estoy aquí. Resulta que Inoé me ha demostrado que tú no eres la única que puede manejar el Cetro, sino que es más bien una habilidad propia de las semihumanas, y resulta que yo tengo entre mis mortífagas a Sheila Bang, mi propia semihumana. Así que, muchacha, ya no te necesito.
- ¿Cómo? –se asustó Lily. No tanto por lo que implicaba para ella, sino por lo que significaba para la vida de James.
- Oh, no te pongas celosa –la malinterpretó Voldemort aposta–, naturalmente, tú podrás extraer más poder del Cetro que cualquier semihumana y si aceptas unirte a mí, te recibiré con los brazos abiertos... De hecho, a eso he venido: a darte la última oportunidad.
» O estás conmigo o estás muerta... No hay más opciones. ¿Qué me dices, muchacha?
Lily iba a mandarle a tomar por saco (bueno, por saco no exactamente) pero el revuelo de algo parecido a fuegos artificiales que se armó en la calle permitió salvar su reputación de joven educada... Si es que tenía algo parecido a eso.
- ¿Qué ocurre ahí? –Voldemort entornó los ojos al volverse y reconocer el color verde lima de los Avadas kedabras. No tenía el menor inconveniente en que sus siervos se divirtieran, pero en aquel momento desobedecían órdenes expresas.
- Habrá llegado la Orden del Fénix –aventuró James.
- ¿La Orden del Fénix? –preguntaron con extrañeza Voldemort y Lily. Hasta la serpiente siseó de forma interrogativa.
Claro que la extrañeza procedía de diferentes motivos. En el caso de Lily, porque era la primera vez que oía ese nombre. En el de Voldemort y su mascota, porque confiaban en que no se presentaran por allí.
Por su parte, James logró ocultar una media sonrisa satisfecha: había aprovechado los segundos de distracción que le había brindado Lily para activar su espejo y avisar a Sirius de la urgente situación en la que estaban metidos.
- ¿Tan pronto? –Voldemort chascó la lengua, tan bifida como la de su serpiente–, supongo que eso da fin a nuestra charla... –y alzó la varita...
&·&·&
Cuando a Sirius se le activó su espejo estaba en casa de su prima Andrómeda, que debatía consigo misma si debía ir a ver a Narcisa al hospital. Esto quiere decir que ella misma se daba una razón para ir y tres segundos después una razón para no hacerlo. Ella sola, sin ayuda de nadie.
Joy estaba tirada en el suelo ayudando a Nymphadora con el estilismo de sus muñecas, y es que la niña se pasaba demasiado con los tintes fosforitos, palabras textuales de la morena.
Casi era una casualidad que Sirius se hubiera llevado el espejo para ir de compras, ya que aquellos días no se había acordado demasiado de su existencia y, cuando lo hacía, prefería no llamar por temor a encontrarse a su amigo... "ocupado". Pero aquel día lo había visto junto a las llaves de su moto y había decidido llevárselo consigo.
Sobra decir que cuando tomó el espejo y escuchó la voz de Voldemort antes de ver al señor oscuro en persona, al pobre Sirius casi le da un ataque.
- Joder –exclamó el chico.
- ¿Qué? –preguntaron las tres mujeres que estaban con él, intrigadas por su tono de voz.
- Voldemort está en casa de Lily –Sirius miró directamente a los ojos de Joy unos segundos. Luego se levantó y fue hacia la chimenea–. Avisaré a Dumbledore...
- No puedes hacer eso. No puedes decir a Dumbledore que venga aquí –intervino Andrómeda.
- Es cierto, lo siento Andy. No pretendía señalaros como blancos –Sirius le hizo a Joy un gesto para que le acompañara. Reunirían a la orden desde el valle de Godric.
- Eso me da igual. El problema es que no tengo caramelos de limón –aclaró Andrómeda.
- Creo que eso ahora no importa mucho –Joy devolvió su atención al espejo mientras Sirius llamaba a Dumbledore y este a su vez llamaba al resto de la Orden del Fénix.
Joy no tenía ni idea de que era eso de "la Orden del Fénix". Es más, si se lo hubieran preguntado, habría dicho que era el título del último disco de Aerosmith.
Pero en pocos segundos comprendió que estaba formada por gran parte de la élite de aurores (Horatius Figg, Alastor Moody, Fabian Prewett, Emmeline Vance, Hestia Jones, Frank Lombotton y algunos nombres más que la morena no fue capaz de recordar), los Herederos (Marlene McKinnons, Loveday y seguramente James) y por alumnos de Hogwarts de expediente académico resplandeciente (como Sirius, Bell, Giselle, Remus, Gideon Prewett y... Will)
- ¿Y tú qué haces aquí? –se sorprendió Giselle. No hacía nada acababan de tener los dos una reunión muy tensa con sus respectivos padres y no tenían demasiadas ganas de volver a verse.
- Lo mismo que tú –contestó ásperamente el chico.
- Me refería a ellos dos en realidad –la castaña clara señaló a Jesse e Isis.
- Estábamos con él y no ha sido capaz de despistarnos –explicó Jesse con orgullo.
- ¿Es en la calle de Lily? David vive muy cerca de ella... ¿No habrán atacado a ningún muggle, verdad? –quiso saber Isis, muy preocupada.
- Dado que aquí el pesado ese no para de rajar, ha debido dar órdenes de vigilar y no atacar –la tranquilizó Joy. Por fuera, su aspecto era tan plácido como casi siempre, pero por dentro rabiaba de saber que todos sus amigos estaban metidos en aquello menos ella.
- No podemos esperar más. Ya le ha lanzado un Cruciatus a James y... –Sirius se interrumpió. ¿Eran imaginaciones suyas o ese hijo de puta acababa de mencionar a Evy?
"He mandado a dos personas a su escondite en Sorrento para que se lo pregunten amablemente..."
O mucho se equivocaba o una de esas dos personas era Richard.
- Ve a Sorrento a por ella –le ordenó/aconsejó Dumbledore–, enseguida te pongo el traslador. El resto, mejor id apareciéndoos en Privet Drive o no va a quedar mucho de James... ¡Y no veáis cómo se pondrá Crouch en ese caso!
- Pobre Lily… Aunque sería mi gran oportunidad con ella –el comentario de Loveday le valió una mirada fulminante por parte del resto de sus compañeros–. Era broma, para disipar un poco la tensión... Nadie me entiende –suspiró al ver que ninguno de ellos relajaba el ceño.
La rubia se encogió de hombros y fue de las primeras en aparecerse en Privet Drive y lanzarse a un espectacular duelo con Bellatrix Black.
Will y Jesse se retrasaron un poco, tratando de convencer a Isis de que no debía ir con ellos.
- No sabes aparecerte –argumentó Jesse.
- Vosotros me lleváis –contestó la oriental.
- Isis... –empezó Will.
- Will –cortó la joven de la misma manera que había visto hacerlo a Jack–, soy la mejor duelista de mi curso –se volvió hacia Dumbledore en busca de apoyo.
- Muy cierto, Isis. Mundungus, será mejor que la acompañes tú –"y que no le quites la vista de encima por si acaso" dejó implícito el director de Hogwarts.
Por su parte, Giselle dudaba entre acompañar o no a Sirius. Si salía bien, tendría que presenciar el apasionado reencuentro. Aunque si salía mal... Avanzó decidida a pronunciar las palabras mágicas...
- Voy contigo –pero Joy, que había esperado a que se fuera Will para hacer ese anuncio, se le adelantó.
- No sé si será buena idea –dijo Sirius con cautela–, no sabemos lo que podemos encontrarnos allí.
- Sabemos que serán dos personas y Richard será una de ellas. Si voy contigo, seremos tres contra dos: no desprecies la ventaja numérica –argumentó la morena.
- Suponiendo que... Ay –"Evy este en condiciones" iba a decir Giselle, pero su prima lo impidió sacudiéndole una buena patada e instándola a desaparecerse antes que ella.
- Bueno, yo os dejo el traslador, que tengo que irme a saludar a Voldemort cuanto antes. Suerte –se despidió Dumbledore, tendiéndoles la cabeza decapitada de una de las muñecas de Nymphadora.
- Además –insistió Joy–, soy su mejor amiga, tengo tanto derecho como tú a ir a ayudarla.
- Está bien –se rindió Sirius con la sombra de una sonrisa en sus labios–. Vámonos ya –y les hizo una seña de despedida a Bell y Remus, que esperaban para ver cómo se desarrollaba todo.
- ¿Lista? –le preguntó el licántropo una vez que se quedaron a solas.
- Supongo –Bell se encogió de hombros, tomó aire y se desapareció junto a su novio.
&·&·&
- Oh, ya entiendo –Voldemort chascó la lengua, tan bífida como la de su serpiente–, supongo que eso da fin a nuestra charla... –y alzó la varita...
Todo sucedió muy rápido: Lily, que había aprovechado que la atención del mago y su mascota estaba en la calle para tomar uno de los atizadores de la chimenea, utilizó sus escasos conocimientos de magia elemental para convertirlo en una llamarada que lanzó sobre Voldemort...
En cuanto a James, había previsto la maniobra de su chica y alzó la mano para recibir de vuelta su varita, que voló hacia él en cuanto dio la orden junto a la de Lily.
En dos movimientos, Voldemort asó a su serpiente en la llamarada que le lanzó Lily y lanzó un nuevo cruciatus, sólo que esta vez hacia la pelirroja, y más concretamente, al lugar donde suponía que estaría su famosa cicatriz.
Resultado: parte de la herida volvió a abrirse.
Apenas dejó fuera de combate a Lily, Voldemort devolvió su atención a James, enviándole una tanda de maldiciones cortantes que el joven esquivó lanzándose debajo del sofá. Una vez allí, el moreno atrajo a su prometida a su refugio.
- ¿Estás bien? –se preocupó al ver la mancha de sangre que ella trataba de ocultar.
- No es más que lo tuyo –Lily señaló el fino hilillo de sangre que caía por la nariz del chico.
James no se lo creyó pero, por una vez, no tuvo tiempo de discutir con su pelirroja favorita, ya que Voldemort se dedicaba a volatilizar el mobiliario porque no estaba seguro de dónde se escondían... O tal vez, sólo quería jugar con ellos un poco.
CRACK.
Los dos jóvenes se miraron sorprendidos al escuchar el familiar sonido de alguien apareciéndose dentro de la casa. Más aún cuando escucharon la voz de Dumbledore.
- Vaya, parece que aún no acabó la fiesta –la pareja se asomó por encima del sofá a tiempo para ver a los dos magos cruzando la clásica mirada de "volvemos a encontrarnos".
- Para mí, sí –Voldemort les dedicó una mirada de "os tengo en mi lista" antes de desaparecerse.
Los tres antiguos Gryffindor se mantuvieron alerta durante un rato, temiendo que fuera alguna artimaña Slytherin para asesinarles en cuanto se descuidaran. Tras unos minutos en los que sólo se escucharon los sonidos de la batalla del exterior, cada vez más bajos, Dumbledore se volvió hacia sus ex alumnos:
- ¿Estáis bien?
- Ella no –se apresuró a hacer constar James–, Voldemort le ha lanzado un cruciatus justo a la cicatriz y le ha vuelto a abrir la herida.
- Él tampoco está bien: le ha lanzado dos cruciatus y le sangra la nariz –le informó Lily con un tono que no usaba desde su peor época de prefecta chivata.
- ¿Podéis andar? Hasta que no se despeje la calle no podrán venir los médicos –quiso saber el director.
- Desde luego –aunque por el mareo que sufrió James cuando se puso en pie de golpe, parecía lo contrario. No obstante, el joven se apoyó en el sofá y tendió la mano a la pelirroja.
Ella se levantó más despacio y, una vez de pie, se apoyó en el hombro de James. De esta forma, los dos siguieron a Dumbledore a la calle para ver cómo les iba a sus amigos. Al pasar por el aparador del vestíbulo, Lily tomó un paquete de pañuelos y se los tendió a James para que se limpiara la sangre de la cara.
Fuera, las cosas estaban ya más calmadas, principalmente porque la mayoría de los mortífagos se largaron cuando su jefe se batió en retirada estratégica. O lo que es lo mismo "huyó con el rabo entre las piernas".
Ese fue el caso del mortífago al que se enfrentaron Will y Jesse: Lucius Malfoy, dedujo el segundo por la forma de moverse y por cómo les dejo a medias a los dos cuando aquello se ponía interesante.
Bellatrix también abandonó el doble duelo que mantenía con Bell y Loveday, cosa que no disgustó demasiado a ninguna de las dos rubias porque les estaba dando para el pelo (rubio).
- ¿Crees que al menos le hicimos un rasguño? –preguntó Loveday entre jadeos a su amiga.
- Me conformaría con haberla despeinado –replicó Bell con amargura–. Es realmente buena...
- Coñuda –matizó la heredera de Salem con su tono de verdulera.
Casi todos los demás también habían terminado sus duelos: Giselle y Emmeline Vance con Wilkes, los hermanos Prewett contra los hermanos Lestrange, el padre de Bell contra Crabbe y Goyle padres; Frank Longbotton y su novia Alice contra Crabbe y Goyle hijos...
Sólo quedaban tres duelos en activo.
Uno era el de Remus contra un mortífago que tenía toda la pinta de ser Snape. James lo dedujo por varias razones: 1) la inventiva de las maldiciones que enviaba al licántropo; 2) la saña con la que atacaba a Remus; 3) porque apenas vio a Dumbledore se batió en retirada y 4) pero no sin antes enviarle una mirada venenosa a James.
Otro duelo que aún seguía en liza era el de Moody y Amycus aunque el segundo no quitaba ojo a su hermana Alecto.
Dicha mortifaga se había enfrentado a Isis. En principio fue un duelo de nivelazo, pero en algún momento ambas perdieron las varitas (Alecto, además, la máscara) y aquello degeneró en una pelea de chicas con tirones de pelo, arañazos, mordiscos, etcétera.
- ¡Haz algo útil, cenutrio! –le gritó Alecto a Rosier.
En principio, el mejor amigo de Snape estuvo luchando con Mundungus, pero al ver lo interesante que se había puesto el duelo de Isis y Alecto, ambos dejaron de pelear y se dedicaron a admirar el espectáculo.
- Vale –Rosier se encogió de hombros y empezó a hacer lo que él consideraba "algo útil", es decir–¡Esa Aly!.¡Esa Aly!.¡Eh!.¡Eh! –a animar a su compañera.
- ¡Pero serás gili...! –Alecto no pudo terminar el insulto ya que Isis aprovechó aquellos preciosos segundos de distracción para subirse a un banco y precipitarse sobre la nuca de la mortifaga con el codo por delante.
Resultado: una mortifaga KO y una oriental con dislocación de codo. Pero lo a gusto que se quedó la joven no lo sabe nadie.
En ese instante, Rosier reparó en que era el único mortífago consciente en una calle llena de aurores y Gryffindor hostiles.
- Bueno, yo mejor me voy –carraspeó el mortífago.
- Un segundo –le frenó Mundungus. Rosier palideció al saberse detenido: su hermana lo mataba–, me debes 5 galeones, que ha ganado la niña –el traficante de calderos (entre otras muchas actividades) señaló a Isis con orgullo.
Rosier le dio rápidamente los 5 galeones y más que desaparecerse se evaporó de allí.
- Buen trabajo, niña –cuando Mundungus le felicitó, Isis le dedicó una mirada poco amistosa a través de una cortina de pelo negro–¿tú estudias o eres auror?
- Es menor de edad –intervino Horatius, alejando a la estudiante de él.
Bueno, ya que esto está tranquilo, vamos al hospital a hacer control de daños –Dumbledore les mostró lo que antes era la pata de la silla favorita de Petunia y que acababa de convertir en trasladador.
- Verás cuando mi hermana vea el destrozo –suspiró Lily.
&·&·&
Sorrento.
Unos minutos antes...
- Eirene –Evy hizo una mueca al coger el teléfono. Su hermana le llamaba 20 veces al día para ver si ya se había decidido a ir al Congo con ella, ni siquiera se la pasaba por la cabeza que dijera que no–. Cuanto tiempo sin hablar contigo... Menos de una hora¿no?
- ¿Te has decidido ya? –la casi treinteañera omitió el sarcasmo de la joven.
- Pues no. Estaba a punto de darme un baño –de hecho, Evy tenía la bañera casi llena, el cuerpo envuelto en una toalla y trataba de recogerse el pelo con una mano mientras sujetaba el teléfono con la otra.
- Eso es genial. El agua caliente expandirá tu mente y te darás cuenta de que lo mejor es venirte conmigo a África... ¿Has puesto una infusión en el agua de las que te mandé?
- Sí.
- ¿Cuál?
- No sé –Evy trató de encogerse de hombros, pero era difícil con las manos ocupadas e inútil si su interlocutora no podía verla–. Una.
Si la Onza hubiera prestado más interés al fascinante mundo de las infusiones de baño, probablemente se hubiera alarmado al serle familiar el color rojo del agua de la bañera y el olor a rosas que salía de la misma. Pero lo cierto es que prácticamente había olvidado sus visiones...
TOC–TOC
- Oye, Eirene, tengo que dejarte... Llaman a la puerta.
- ¿Y quién iba a llamar a la puerta? –¿Por qué dirían que su hermana era una cabeza loca irresponsable? A Evy le parecía que hacía unas preguntas bastante buenas.
- ¿Quién es? –preguntó la Onza en dirección a la puerta y sin soltar el teléfono, de tal forma que Eirene oyera la conversación.
- Servicio de habitaciones.
- ¿Los has llamado?
- No –negó la Onza.
- No cuelgues el teléfono. Eneas y yo estaremos allí en quince minutos... –en su habitación de hotel, Eirene usó el núcleo de su varita (convertido en pincho-pasador de pelo) y lanzó un hechizo al teléfono para que siguiera funcionando cuando tres segundos más tarde lo arrancó de la pared con un brusco tirón.
- Bien...
Por su parte, Evy había logrado paliar el aburrimiento de los últimos días con un libro que le prestó su ex hermano Eneas sobre lectura de auras. En él explicaba cómo lanzar tu visión a través de miles de kilómetros y leer el aura de cualquiera.
Por el momento, Evy sólo era capaz de ver de esa forma en un radio de diez metros, suficiente para mirar a través de la puerta. Podía decir tres cosas de sus visitantes: eran dos, semihumanos y uno de ellos acababa de cargarse la cerradura con un hechizo.
Con total tranquilidad, la Onza dejó caer el teléfono tras la mesilla de noche, guardó un cuchillo entre los pliegues de la toalla y se preparó para recibir a quien quiera que entrara con una sonrisa de buena anfitriona... que vaciló un segundo al ver entrar a Richard en la habitación.
- ¡Richard! –le saludó con un tono que era pura miel, azúcar y caramelo envuelto en seguridad–. ¿Cómo tú por Italia, si lo odias? –de hecho, ese fue uno de los motivos por el que Evy eligió ese país y no otro.
- Órdenes del jefe –el aludido se encogió de hombros tratando de ser elegante, cosa imposible cuando pareces un mastodonte medio calvo–, aunque me ofrecí voluntario.
- Ejem –el otro mortífago tosió para llamar la atención–¿ya no saludas a las ex compañeras de Hogwarts?
- Perdona, Sheila, no te había visto –de nuevo, Evy mostró su sonrisa empalagosa–. ¿Qué tal?
- ¿Con quién hablabas? –preguntó Richard.
- Con mi gata –la Onza señaló a Perla, que acababa de saltar a la cama totalmente erizada y mostraba las garras a los intrusos.
- ¿No era la gata de Figg? –se extrañó Sheila.
- Sí, pero cuando me expulsaron se vino conmigo –explicó Evy.
- Oh, pensaba que era un regalo... Como el beso de despedida que te dio Regulus –soltó la medio banshee con tono casual, aunque los nudillos de la mano en la que estaba la varita se veían blancos.
- ¿Celosa? Me sorprende, teniendo en cuenta que tu llevas medio curso revolcándote con Rosier... Llevas medio curso revolcándote con Rosier –repitió la Onza lentamente, mientras la verdad que todos ellos habían tenido ante sus narices se revelaba ante ella–. Tú heriste a Lily...
- Y maté al que habría sido mi suegro –completó Sheila casi con orgullo–. Por acercarme a la herencia, más que nada.
- El Jefe no nos mandó aquí para discutir eso... –cortó Richard con un gruñido–. ¿No ves que trata de ganar tiempo para algo?
- Vale, está bien –Sheila rodó los ojos y le dedicó a Evy una mirada de solidaridad femenina a lo "que impacientes son los hombres", antes de continuar–¿dónde está vuestra base del Congo?
- No lo sé –Evy se encogió de hombros. Se alegró de no haber dejado que su hermana se lo contara, así no tenía por qué mentir.
- Puta mentirosa –Richard soltó el insulto de una forma tan agresiva que Perla lo interpretó como una amenaza y se le tiró a los ojos.
Sheila apuntó la varita hacia el animal, dispuesta a quitárselo de encima a su compañero, pero Evy no se lo pensó demasiado: no sólo había matado al padre de Sirius y Regulus sino que presumía de ello, casi había matado a Lily y no creía que hubiera ido a verla para ir de compras.
El cuchillo que lanzó la Onza atravesó el corazón de la Slytherin. El ruido que produjo el cuerpo de la peliverde cuando se desplomó en el suelo tuvo un eco más pequeño de algo chocando contra la pared.
- Perla –gimió Evy al ver el cuerpo de su felina amiga en el suelo: sabía reconocer el sonido de un cuello al romperse.
- Sólo quedamos tú y yo, putilla –Richard sonrió de forma siniestra, mueca acentuada por los arañazos que Perla le hizo en la cara.
- Ya ves, cabrón –Evy sonrió maliciosamente.
De improviso, Richard se lanzó hacia su varita, perdida durante la mini pelea con Perla, y Evy hacia la de Sheila. Ella fue más rápida y de nuevo no dudó:
- ¡Accio corazón de Richard!
Fue como en la visión que Evy tenía cada vez que alguien mencionaba el nombre de su ex: en pocos segundos, en sus manos estaba un corazón dando sus últimos latidos. Lo que nunca había visto era el enorme boquete que quedó en el pecho de su ex cuando el músculo cardíaco lo atravesó para volar a sus pequeñas manos.
El ruido que produjo Richard al derrumbarse en el suelo fue semejante al de un dinosaurio de "Parque Jurásico" recibiendo un dardo tranquilizante. Evy casi esperó que el director del hotel se pasara por allí a preguntar qué había pasado o que al menos un huésped se quejara.
- Vaya y yo que pensaba que las Gryffindor no tenían arrestos para hacer algo así... –ante la estupefacta mirada de Evy, Sheila se levantó como si nada, se sacó el cuchillo del pecho y se lo lanzó a la Onza, acertándole en la mano.
- Joder –gimió la castaña, dejando caer al suelo la varita y el corazón–. ¿No deberías estar muerta?
- En realidad, no. Accio cuchillo –Sheila se había hecho con la varita de Richard y con ella arrancó un gemido cuando el arma salió de la mano de la que fuera su amiga–. Como habrás podido deducir... O habrías podido deducir si el dolor te dejara pensar, soy una de las guardianas de las llaves de la Cámara Blanca. Por tanto, la llave me protege de cualquier daño irreversible.
» Llegará un momento en el que todas las llaves estén en manos de mortífagos. Entonces, entraremos en Annath, lo haremos la capital de nuestro imperio y nuestro señor será al fin inmortal.
- Por curiosidad:. ¿los mortífagos ensayáis la cara de flipados ante el espejo u os sale así de natural? –preguntó Evy con tono malicioso.
Los ojos oscuros de Sheila relampaguearon ante la broma de la Onza y alzó la varita, dispuesta a matar por ese insulto, a la vez que Evy se lanzaba a su cuello convertida en jaguar, con la esperanza de que el júbilo afectara también a los guardianes de las llaves.
- ¡Sectumsempra! –pero en aquella ocasión, la mortifaga fue más rápida.
Evy recibió la maldición en el cuello: una especie de fuego frío que desgarró venas y arterias mientras la fuerza del mismo hechizo la lanzaba hacia el baño.
Para cuando chocó contra la pared que había tras la bañera, ya tenía de nuevo forma humana, y para cuando cayó hacia delante, dentro del agua teñida de rojo por la infusión y su sangre, ya se estaba llamando idiota. ¿Cómo no se dio cuenta de que la chica que vio en la visión de la bañera era ella misma?
Lo que no entendía era por qué vio antes esa visión que la del corazón de Richard, cuando el orden de los acontecimientos fue al revés...
- ¿Sabes, Evy? esto no es personal... –Sheila, desde el borde de la bañera en la que la onza hacía esfuerzos por incorporarse, dejo escapar una carcajada–. Está bien, no insultaré tu inteligencia mintiéndote en tus últimos segundos de vida: sí que es personal. Y mentiría si dijera que no estoy disfrutando con esto... –agregó mientras sujetaba la cabeza castaña y la volvía a hundir en la bañera.
&·&·&
Eirene y Eneas llegaron a la habitación dos minutos después de que Sheila se fuera. De hecho, las puertas del ascensor en el que bajó la mortifaga se cerraron a la vez que se abrían las del ascensor en el que subieron los dos Onzas.
El derramamiento de sangre que encontraron en dicha habitación no tenía nada que envidiar al que presenciaron en Albac: todo patas arriba, (resultado de la búsqueda infructuosa de Sheila), el cuerpo de Richard con el boquete en el pecho, el corazón del Odal palpitando en el suelo, el cadáver de Perla abandonado frente a la ventana, el olor a rosas mezclado con el metálico de la sangre y el dulzón del júbilo, el cuerpo de Evy flotando boca abajo en la bañera...
- ¡Santa Merneit! –Eirene corrió hacia la bañera y, ayudada por su novio, sacaron el cuerpo de ex Gryffindor de la misma. De haber visto antes el cuerpo, habrían notado que el tamaño de la herida mortal había disminuido–. Debimos darnos más prisa...
- Hay que sacarla de aquí. Y tenemos que rematar a Richard...
Eirene miró a su novio, miró a Richard y volvió a mirar a Eneas.
- Sé lo que piensas –llevaban demasiado tiempo como pareja como para que él no lo supiera– pero si estuviera muerto del todo, su cuerpo se habría consumido.
La Onza rubia asintió: había que destruir un órgano principal (cerebro, corazón o ambos) para rematar lo que empezó su hermana.
- Yo lo haré –Eneas se levantó, pero ella apoyó su mano en el brazo y le frenó.
- Yo me encargaré. Alguien tiene que llevar a Evy en brazos y tú tienes más fuerza –al notar que le estaba tocando, Eirene recordó lo que averiguó el mismo día que descubrió que Evy era su hermana de padre: que Eneas, su amor de toda la vida, era su hermano por parte de madre.
Le soltó con brusquedad, se levantó, tomó el cuchillo y lo usó para descargar en el corazón del Odal toda la rabia y frustración que había sentido contra su madre por no decirle nunca la verdad. O al menos, antes de que fuera demasiado tarde.
Eneas, cargando a Evy en sus brazos, observó la escena con una expresión de nostalgia en sus ojos violetas.
- Vamos, Eirene, antes de que venga alguien.
La aludida guardó el cuchillo en una pequeña mochila donde su hermana guardaba todo lo imprescindible (pasaportes falsos, el núcleo de la varita, dinero en metálico, una lima de uñas) por si tenía que salir corriendo y se la cargó a hombros.
Justo cuando ambos desaparecieron tras la esquina para tomar el ascensor de servicio (habrían llamado demasiado la atención saliendo por la puerta principal), el ascensor en el que antes bajó Sheila abrió sus puertas y Sirius y Joy corrieron a la habitación de su amiga.
No les costó mucho encontrar el hotel: Sirius le dio la descripción de Evy a un taxista bastante parecido a Peter y él les indicó como llegar. Lo que les costó fue que el conserje les facilitara el número de la habitación de la Onza: el tío les soltó un rollo sobre la privacidad de los huéspedes que Sirius cortó con el expeditivo método de amenazarle de muerte.
A Joy le pareció algo excesivo: con decirle que le iban a castrar hubiera servido.
Cuando ellos entraron en la habitación se encontraron con un espectáculo más dantesco que el que se encontraron los Onzas: el cuerpo de Perla seguía donde cayó muerta, el olor metálico había disminuido y se podía apreciar mejor el de rosas, jazmín y algo parecido a canela... Pero lo que primero atrajo la atención de los dos jóvenes fue Richard. O mejor dicho, la momia agrietada y reseca con un boquete en el pecho en la que se convirtió el Odal cuando Eirene destruyó su corazón, y que no descubrirían que era Richard hasta un par de horas más tarde.
Lo segundo fue el reguero de sangre de un extraño color rojo fosforescente, que se producía al oxidarse la hemoglobina en contacto con el Júbilo.
Los ojos de los dos jóvenes siguieron el reguero hasta la pared del baño y luego hacia la bañera donde un rato antes flotaba el cuerpo de su amiga.
- Y pensar que seguramente escogió esta habitación por el cuarto de baño –suspiró Joy tan bajo como pudo, sabiendo ella misma lo superficial que sonaba su comentario en un momento como aquel.
Pero la morena podía haberlo gritado con un megáfono porque el alarido de dolor que soltó Sirius mientras se dejaba caer de rodillas al suelo impidió escuchar mucho.
"Y luego me llaman a mí la reina del melodrama" pensó la morena, arrodillándose y tratando de calmar a su compañero. Y es que ella misma acababa de notar algo que no encajaba con la muerte de un Onza.
Había demasiada sangre.
––––––––––––––––––––––––––––––––––
En fin, antes de que empiecen las amenazas de muerte a mi humilde persona y tal, quiero decir que en este capítulo se va a notar quien sabe lo que realmente es un Onza y con el último comentario de Joy tenéis una pista importante...
Otra cosa: estuve buscando en los libros, pero no encontré mucho de cómo funciona exactamente el espejo que Sirius y James usaban para comunicarse. Lo único que se dice es que para activarlo hay que pronunciar el nombre de la otra persona y que lo usaban para comunicarse cuando estaban separados.
Yo lo he utilizado como si fuera una especie de teléfono móvil con videoconferencia y pudieras ver y oír todo lo que pasa en la habitación donde está. Seguramente no funcione así, pero a mí me hacía falta que sí.
¿Qué más? Ah, sí. En este capítulo, James utiliza la magia sin varita. No es lo primera vez que lo hace a lo largo de este fict: en el capitulo 24 lo usó para tratar de ahogar a Snape. De hecho, amenazó con arrancarle las manos por esta técnica... Lo digo por si a alguien le choca, que sepa que es una licencia mía.
En fin, disfrutad del siguiente capítulo...
Hasta ahorita.
