Una noche fría y lluviosa, el viento ululaba y empujaba con fuerza la lluvia contra las ventanas, como queriendo romper los cristales. Franton fumaba en su pipa, Annah bordaba con habilidad una tela que sería un mantelito para las merienda y Valentina aburrida contemplaba el crepitar del fuego en el hogar. No prestaba atención a nada, ni si quiera el retumbar lejano de los truenos.
Su padre exhaló humo y repentinamente dijo:
-Todo está ya preparado, es posible si el tiempo no empeora, que el lunes partamos para Bree –y volvió a meterse la boquilla de la pipa en la boca. Su esposa dejó el bordado mirándolo con extrañeza:
-¿A Bree, pero si hace años que no vas por allí, es posible Franton que los de Bree ya ni se acuerden de ti.
-Los que toman mi miel, jamás la olvidan, a demás he pensado que como allí se vendía bastante bien y a muy buen precio, después de que se compren toda la producción ganaremos mucho y, puesto que tú estas mejor –dijo acariciando las mejillas de su esposa con dulzura, -para la primavera volveremos muy ricos a Hobbiton, así el viejo y presumido Meltón Varaverde, nuestro vecino, se morirá de envidia –dicho esto siguió fumando muy orgulloso de sus planes.
Valentina al principio no atendió a las palabras, estaba perdida en sus pensamientos, pero poco a poco empezó a darse cuenta de lo que su padre había dicho.
"Partiremos… Bree… volveremos… Hobbiton…"
Lo primero que le vino en mente fue un viejo mapa del estudio de Bilbo donde aparecía señalado Bree, estaba muy lejos, hacia el Este, deberían pasar por el Puente del Brandivino, bajando se encontraba Cepeda y Los Gamos y allí Cricava. Valentina dio un respingo y abriendo mucho los ojos mientras miraba a su padre preguntó:
-¿Pasaremos por Cricava? –tenía esperanzas de poder volver a ver a Frodo, si es que se encontraba allí.
Franton la miró sorprendido y divertido:
-¿Por qué ir a Cricava si vamos a Bree?
Aquella respuesta echaba por tierra los deseos de Valentina.
Así le apesadumbrada hobbit se vio nuevamente montada en su carro, junto a su padre, el viejo y panzudo pony de hirsuto pelo alazán, y un pasado cargamento de miel. Viajaban arropados en sus capas, con ropas de abrigo, pues el frío comenzaba muy pronto eses año, a pesar de que los días y las noches eran claros y sin amenazas de lluvia.
A modo de celpa, Valentina se había recogido sus ondulantes rizos oscuros con aquel lazo de raso verde que le regalara Frodo, así llevaba los mechones sujetos y su cara regordeta y bonachona quedaba despejada, pero iba algo triste y cabizbaja sentada en el pescante junto a su padre que canturreaba una cancioncilla mientras fumaba de su pipa.
El mismo día que abandonaran su hogar en las afueras de la Casa del Bosque, se toparon en el camino con un hobbit malhumorado que no fue nada amable con ellos, se limitó a mirarlos con el ceño fruncido y la azada en alto, mientras pasaban por su lado les gritó enfadado:
-¡Los forasteros nunca traen nada bueno y últimamente todos viajan en caballos negros! –dicho esto dio media vuelta y se internó en su huerto.
Franton se tocó con un dedo la cabeza a modo de saludo, no supo a ciencia cierta si aquel buen señor quiso advertirles de algún peligro o por el contrario el gesto con la azada era un aviso de "no entrar ni tocar nada de mi propiedad".
Desde entonces no se habían topado con nadie y Franton y su hija a penas si se decían algo.
Pero un día, al atardecer, Valentina escuchó unas hermosas voces y pudo observar maravillada a dos altos elfos que, como por arte de magia, habían aparecido en el camino.
Estaban sentados sobre una roca, cantando y riendo alegres, sus voces tan dulces y melodiosas hicieron que el disgusto de la hobbit pasara momentáneamente.
Valentina recordó las historias que Bilbo le contara sobre los elfos del lejano Rivendel, pero las descripciones del viejo Bolsón no eran nada comparadas con la realidad. Para Valentina se trataba de seres, en verdad, majestuosos, de altas y delgadas piernas y estilizados brazos, en sus rostros podía ver cierta gracia que jamás un hobbit alcanzaría a tener y en sus ojos brillaba una luz que parecía el puro reflejo de las estrellas. Bilbo le había dicho que muchos eran tan viejos como la luna y el sol.
Uno de ellos se incorporó cuando la carreta pasó a su lado, Frontón los saludó alzando su humeante pipa. El elfo de luminosos ojos grises parecía atemporal, joven como un niño y a la vez viejo como quien a vivido cientos de años.
Anduvo hacia ellos con paso grácil y les dirigió un saludo:
-Nos encaminamos hacia el Sur y nos espera un largo viaje¿no serías tan amable Franton, hijo de Martón, de ofrecernos tu miel como en otros tiempos hacías, no hemos olvidado su sabor y con ella haremos deliciosa aguamiel.
Valentina quedó realmente sorprendida, pues su padre conocía a aquellos elfos e incluso, había tenido tratos con ellos. La hobbit se apresuró a saludarles tal y como le había enseñado Bilbo:
-¡Suila mellon!
El elfo la miró divertido dedicándole una amplia y sincera sonrisa, giró lentamente la cabeza para mirar a su compañero:
-Curioso son estos jóvenes hobbits, y mucho más Bilbo Bolsón que aprendió nuestra lengua y a buena hora la enseñó a los suyos.
-¿Conocéis al viejo Bolsón? –Preguntó Valentina mientras su padre trasteaba en la parte trasera del carro buscando la miel, -¿sabéis dónde estas, marchó un buen día de la Comarca y ya nada más supimos de él.
-Ahora reside en Rivendel en la Casa del Señor Elrond, allí podrás encontrarle para continuar tus lecciones.
De pronto Valentina atuvo una corazonada, un pensamiento cruzó por su cabecita, "Frodo iba camino de Rivendel a encontrarse con su viejo tío".
Franton entregó varios tarros de miel a los elfos, de la mejor que llevaba, les hizo saber, y estos insistieron en pagarle con una hermosa gema verdiazulada, pero Frontón se negó en redondo, sólo aceptaría su bendición como pago:
-Pues bien –comenzó diciendo el elfo mientras su compañero guardaba los tarros en su zurrón –que los hados os sean favorables. Tu miel será siempre codiciada y la venderás a buen precio. Pero tened cuidado con los Jinetes Negros, no respondáis a sus preguntas.
Después se volvió hacia la fascinada Valentina:
-Namárie, Valentina, tu corazón te guiará bien.
La hobbit se despidió con el mismo saludo y observó como los elfos se alejaban en dirección contraria a ellos: lo hacían cantando alegres con sus voces armoniosas y fueron perdiéndose en la lejanía.
Era la primera vez que Valentina veía elfos y se sintió afortunada de aquel encuentro, pero para ella todo estaba envuelto en un halo de misterio. Para empezar, su padre, que nunca le había dicho nada sobre sus negocios con los elfos y estos parecían conocerlo bien.
Después le extrañó que el señor Bilbo decidiera partir hacia Rivendel, "con lo lejos que estaba", pensaba Valentina, claro que Bilbo siempre había sido muy aventurero y por último¿por qué el elfo había hecho referencia a su corazón, acaso leyó en su mente y supo que ella pensaba en Frodo y que éste se dirigía hacia ese mágico lugar, o sólo era algún tipo de advertencia para el futuro.
Pero lo que era más misterioso y más miedo le daba, era la referencia a los jinetes. Muchos eran los que hablaban de ellos con gran temor y durante las noches, Valentina no conciliaba el sueño, se despertaba sobresaltada, oía sonidos extraños y a veces, cascos de caballos que parecían seguirles.
Así transcurrió el viaje, en silencio, solitario y pendiente de cualquier sonido que pareciese provenir de algún ser montado a caballo.
Valentina recordaba más que nunca los hermosos días vividos junto a Frodo y aquel beso de despedida, pero detrás de aquellos recuerdos apasionados existía un sentimiento de duda y temor. Algo no marchaba bien, lo sabía, era una punzada en su corazón, igual que sabía que el hobbit iba hacia Rivendel; el elfo lo había dicho, Bilbo se encontraba allí. En ciertos aspectos, Frodo era muy parecido a su tío, por él corría la sangre aventurera de los Tuk y más de una vez, cuando ambos jóvenes se encontraban juntos hablando de sus deseos y anhelos, Frodo había comentado a Valentina que iría más allá de las montañas en busca de aventuras.
Pero para la hobbit, todo lo que le sucedía y que para ella era una autentica aventura, nada de lo que estaba viviendo le resultaba atractivo y reconfortante. Pasaba frío, comían a destiempo, estaba cansada de ir en la carreta, y mucho más de ir a pie detrás de la carreta; sus ropas estaban sucias, no podía asearse en condiciones, dormir era una tortura y el paisaje, bueno, el paisaje era bonito, pero para ver árboles y colinas no hacía falta ir muy lejos de Hobbiton.
En fin, eso de "ir de aventuras" no tenía ningún sentido para ella. Sin embargo, era extraño, desde que presintiera que Frodo se encaminaba hacia aquel legendario hogar de los Elfos, Valentina sentía la curiosidad y las ganas de ir hacia allí.
"A Rivendel, con lo lejos que está", pensaba una y otra vez.
de esta forma llegaron a Bree en la noche, el cielo estaba estrellado y hacía bastante frío.
Se encaminaron por lo que parecía la avenida principal, el lugar le apreció a Valentina oscuro y tétrico, las casas de piedra gris eran feas y sosas, apretujadas una contra otras con pequeños ventanucos cuadrados, parecían frías y hostiles, sin ningún tipo de alegría. Entonces, vio a los Hombres por primara vez, la Gente Grande de la que no se hablaba demasiado bien, eran a su parecer altos, aunque no tanto como los elfos: anchos, de andares desgarbados y rostros feos. Pocos educados pues les dirigían muescas burlonas y comentarios despectivos. Si todos los hombres eran como aquellos, mejor no conocer a ninguno.
Valentina se ocultaba todo lo que podía bajo su caperuza, apenas si se le veía la cara, aquel lugar y sus gentes le producían una gran inseguridad, sintió deseos de marcharse de allí inmediatamente y maldijo, por primara vez en su vida, el que su padre hubiera elegido ir a Bree en vez de quedarse en la Comarca. ¿Acaso iba a vender más miel en aquella gris y fría ciudad de Hombres que en cualquier lugar de la Comarca, si lo que buscaba era beneficio, pensó la hobbit¿por qué no aceptó la joya que le ofreciera el elfo, seguro que con aquella hermosa gema se podrían comprar un agujero más cómo y amplio en el centro de Hobbiton y tener su propia tienda y comprase bonitos vestidos.
Pero su padre era de aquella forma, demasiado generoso a veces y otras ambicioso y negociador.
