Llamar a aquel lugar taberna era demasiado ostentoso, cuando Valentina vio aquel edificio no pudo creer que aquello fuera un lugar de postas para viajeros.
"El Refugio del Ogro" no era más que una especie de cobertizo con una desvencijada cuadra adosada a un lado. Cuatro paredes, un techo de chamizo y una robusta chimenea de piedra de la que brotaba una espesa columna de humo, en el exterior de la entrada había varios carros ruinosos e inservibles, pero en su interior, unas oscuras lonas protegían unos bultos.
Cerca de la taberna había un gran árbol y de unas cuerdas colgaban tira de algo y Hildi le dijo a la desilusionada Valentina que lo mejor del lugar era la carne seca para llevar en los viajes largos.
El enano miró a los hobbit:
-Bien, ya hemos llegado – dijo contento mientras hacía un gesto como si se ajustara los pantalones. Tocó sus dos afiladas hachas y se dirigió a Valentina – no hablas con nadie y no te separes de nosotros.
Valentina ni si quiera la contestó¿con quién iba a hablar, por el aspecto del lugar podía imaginarse lo que existía dentro.
Hildi la miraba sonriente:
-No te preocupes, el interior es bastante acogedor.
-¡Eso es una pura ruina maloliente¿dónde vamos a dormir?
-Eso es cosa de Pelopaja…, él buscará una tienda no demasiado húmeda – contestó el enano sin mirar atrás.
Valentina no comprendía¿una tienda, pero se fue dando cuenta al acercarse a la taberna que justo por detrás podía verse toldos dispuestos en forma triangular como las tiendas de los campamentos, de algunas brotaba humo y hasta ella llegó el sonido de voces de gente y ruidos de animales. Aquello era una especie de poblado, donde hombre, mujeres y niños mal vivían.
Valentina estaba sorprendida al ver aquello, era muy pobre y miserable y no comprendía como los hombres podían vivir en aquellas circunstancias.
El rubio hobbit observó la extrañeza y repugnancia en el rostro de Valentina:
-Son hombres sin patria, provienen del sur y de las laderas de las Montañas Nubladas, dicen que los orcos los despojaron de sus granjas, vienen buscando refugio y aquí creen estar a salvo…
-¿Y lo están? – preguntó Valentina aterrorizada.
Hildi se limitó a subir los hombros y negar con la cabeza.
Cuando entraron en "El Refugio del Ogro", el ambiente estaba caldeado y lleno de humo, en un principio a Valentina no le importó, tenía mucho frío y sus ropas estaban mojadas, así que su estado de ánimo comenzó a cambiar cuando su pequeño cuerpo entró en calor. El suelo estaba cubierto de paja y hierbajos y le pareció blando para sus doloridos pies, al sentirse más cómoda parecía no importarle el olor a rancio que emanaba de todas partes.
Aquella estancia estaba casi vacía, dos ancianos en un rincón que parecían dormitar y un individuo encapuchado y solitario cerca de la ardiente chimenea.
Hildi acercó con suavidad la hobbit hacia una mesa rodeada por varios taburetes.
-No está mal, después de todo, es lo mejor que he visto en varios días – dijo Valentina sonriendo hacia el hobbit que se sentó a su lado.
-Ya te lo dije, es lo más acogedor que encontrarás de aquí a muchos kilómetros.
El enano se acercó a ellos con una gran jarra de cerveza y dos más pequeñas:
-! Es lo único que hay semejante a un hogar, un refugio ¡- dio un trago de su jarra y prosiguió – según me he enterado, la cosa está muy mal… -
Grimgi miró de reojo hacia un lado y otro, Hildi que ya lo conocía, sabía que su amigo se disponía a contar una historia terrorífica – los Jinetes Negros que te perseguían… - su era un susurro y Valentina casi no podía oírle – eran Espectros del Anillo…, Nazgûl.
Un silencio se formó en el lugar, un silencio espeso y cargado.
Grimgi había dejado de hablar por el momento y todo el interior de la taberna pareció que quedaba extrañamente quieto.
Valentina jamás había oído hablar de los Espectros del Anillo ni de los Nazgûl, pero nada más oír sus nombres, su sangre se heló y un frío volvió a recorrer su cuerpo.
Grimgi continuó dando otro trago a su cerveza:
-Provienen de Mordor y los envía el mismo Sauron.
La cara de Valentina se volvió pálida, aquellos nombres si que los conocía.
-Buscan la Comarca y tienen interés en los Bolsones…
Grimgi y Hildi miraron a Valentina y ella se sintió empequeñecer:
-Yo…no he hecho nada… - consiguió decir con una vocecilla, Hildi habló de forma suave, quería consolarla:
-Es posible que tú no, pero algún pariente tuyo debió hacer algo para despertar el interés del Señor Oscuro por la Comarca…
-Algo verdaderamente importante, pues Sauron no manda a los Nueve a dar paseos por Tierra Media…, yo se historias terribles de esos Nazgûl, mucho tiempo llevan sirviendo al Señor Oscuro, tantos que ya se perdieron en la memoria de los Hombres. No se le puede matar fácilmente pues poseen un anillo de poder maligno que los mantiene vivos como espectros de muerte y existe una maldición sobre ellos llamada el Soplo Negro, si se acercan los suficiente a ti, pequeña hobbit, tu corazón se paraliza…
Valentina sólo sentía un gran frío, como si ya le hubiera tocado un ser espectral de aquellos.
Grimgi cambió el todo de su voz e hizo un gesto con su mano para quitar importancia:
-Pero no debes preocuparte, mediana, tú estás aquí y los Nazgûl se dirigen a la Comarca.
"!Qué no se preocupara¡", pensaba Valentina, ella sabía que no iban a la Comarca, había deducido hacía ya rato, que los Espectros del Anillo buscaban a Frodo, era Frodo el Bolsón que había despertado el interés del Señor de Mordor.
Valentina de perdió en sus funestos pensamientos mientras Hildi y Grimgi discutían. El hobbit creía que no había hecho bien en asustar aún más a Valentina:
-La confundirás…
-¿Confundirla…? vamos Pelopaja, hay que ser realistas, el mundo está lleno de peligros – decía Grimgi con espuma blanca en los bigotes – y ella no sabe en que lío está metida…
Pero la hobbit no oía las quejas del enano ni como Hildibrand la defendía, ella sólo pensaba en Frodo, en su padre, su madre que estaba en la Comarca y el porqué de todo aquello. Quizás su padre tenía razón y Bilbo y Frodo eran "raros", todo el mundo en la Comarca murmuraba que el Sr. Bilbo trajo de su viaje "cosas extrañas" y cuando se marcho y lo dejó todo, esas "cosas extrañas" pasaron en herencia a Frodo.
¸,ø¤º°°º¤ø,¸
Grimgi y Hildi seguían hablando, la conversación derivó en los preparativos para la búsqueda del tesoro en la cueva, lo que necesitarían: cuerdas y antorchas sería lo imprescindible. El enano sacó con mucho cuidado un mapa que llevaba oculto entre sus ropas, era muy viejo y Grimgi lo trataba con sumo cuidado. Valentina comenzó a prestar atención a lo que el enano decía, mientras comía pan y queso que dejaron en la mesa y bebía sorbos de su cerveza.
Hildi estaba muy animado y miraba sonriente a la hobbit, pero ninguno de los tres se fijó en aquel individuo cuya capucha verde bosque impedía que pudiera vérsele el rostro,había dejado de mirar el fuego y su vista estaba fija en la mesa de los tres amigos. A pesar de hablar bajito, aquel tipo parecía estar muy atento a lo que se decía en la mesa. En sus manos, de dedos finos y blancos, sujetaba una jarra que hacía rato estaba vacía y apoyado en el banco a su lado había un zurrón de piel oscura y flexible, un carcaj repleto de flechas y un extraordinario arco, la capa con que se cubría el extraño solitario ocultaba estas cosas a la vista de curiosos y en la mesa de los tres amigos nada de esto advirtieron.
La voz del hobbit sonó dulce, a Valentina le gustaba, porque la trataba con amabilidad, le prestaba atención, siempre pendiente de ella y la miraba dedicándole una sonrisa que iluminaba su rostro y sus azules ojos…
Hildi era muy bueno con ella, pensaba Valentina y su voz sonaba tan bien…
-¿Entiendes Valentina? – Decía Hildi – este tesoro es muy importante para Grimgi y para mí¿nos ayudarás en ésta empresa, verdad?
Valentina no respondía, porque realmente no prestaba atención a lo que significaba las palabras de, hobbit, sólo le interesaba la cadencia de su voz, sus grandes ojos azules de mirada sincera, su cabello rubio alborotado y la forma en que se movían los labios.
Grimgi carraspeó:
-Si ahora mismo entrada una horda de orcos asesinos, esta mediana ni se enteraría… - gruñó el enano evidentemente enfadado. Aquella aventura era muy importante para él y su familia.
Hacía mucho tiempo que su familia había perdido todas sus riquezas y con ellas el prestigio de su casa, durante varias generaciones habían vivido errantes, realizando trabajos que ellos consideraban menores y sólo el abuelo de Grimgi se lanzó a la descabellada misión de recuperar lo que todos sus parientes, incluso su único hijo, consideraban perdido para siempre.
El abuelo Gramgi viajó sin descanso por muchos lugares sobre todo entre las Colinas de Hierro y las Montañas Azules, dedicado a la búsqueda de tesoros en tumbas de antiguos gobernantes poderosos y Grimgi, que era el único que le prestaba atención, recibió todos sus conocimientos. Solía acompañarlo en sus aventuras, siempre con la ilusión de encontrar un gran tesoro en alguna olvidad tumba, pero un día, el abuelo Gramgi perdió la vida o al menos eso se cree, cuando cayó por un oscuro agujero que parecía no tener fin. Grimgi alberga la esperanza de que aún siga con vida, pues nunca halló su cuerpo.
Entre las escasas pertenencias del abuelo, Grimgi encontró un mapa viejo, donde una X marcaba el lugar de un tesoro escondido. Grimgi estudió durante mucho tiempo aquel mapa y viajó incansable por las Tierras Solitarias buscando la cueva a la que hacía referencia y ahora estaba casi seguro de saber donde se encontraba exactamente.
-¡Valentina! – la llamó Hildi - ¿sabes algo de cuevas?
Ella pareció volver en si y dijo sin apartar la vista de los labios del rubio hobbit:
-Son oscuras y húmedas.
El enano negó con la cabeza y señaló a Hildibrand con un dedo acusador:
-¡Qué se quede en la taberna, seguro que fregar si sabe.
-¡La taberna no es lugar para ella! – se apresuró a contestar Hildi.
Valentina miraba al hobbit y después al enano, ella no quería quedarse allí, pero tampoco deseaba buscar tesoros en cuevas oscuras, quería volver a casa…, pero allí ya no estaba Frodo y si se marchaba no volvería a ver a Hildi.
Entonces se le ocurrió un plan.
Valentina pensó que si iba con ellos a buscar el tesoro de Grimgi, por el camino intentaría convencer al hobbit de que la llevase a su hogar, que dejara atrás las descabelladas ideas de un enano ambicioso, gruñón y poco considerado y que volviera a la Comarca, que se estableciera en el apacible Hobbitón y tomara costumbres más dignas de un honrado hobbit…
Valentina gritó para hacerse oír:
-¡Iré con vosotros a buscar el tesoro!
Grimgi y Hildi la miraron a la vez mientras la callaban, la voz de Valentina sonó en toda la sala, aunque nadie pareció prestarle atención exceptuando el extraño que se puso en pie.
-Mediana no eches a perder esta oportunidad, nadie sabe de ese tesoro y todo está escrito en este mapa…
Pero el enano no pudo terminar la frase, el desconocido se acercó a la mesa y los sorprendió a todos.
De rápidos movimientos, lo único que Hildibrand Montearbolado pudo ver fue como una reluciente daga se aproximaba peligrosamente al cuello de Grimgi mientras éste tan rápido que parecía increíble colocó la hoja de su hacha cerca de la cara del extraño.
