En la Taberna del Refugio del Ogro 2

Valentina dio un grito mientras se abrazaba a Hildi que la protegió apretándola fuertemente contra su pecho.

-¡Enano estafador! – gritó el individuo, Valentina pudo verle mejor y se sorprendió, porque a aquel tipo que amenazaba a Grimgi con cortarle el cuello era ¡un elfo!

Un elfo alto, delgado de tez blanca, hermosos ojos azul cielo y una oscura y reluciente cabellera que estaba recogida en una coleta. Vestía ropas que a la hobbit le recordó el color de los árboles de un bosque y su daga brillaba como la plata recién pulida, de un filo perfectamente templado que había cortado una de las trenzas de la espesa barba del enano sin que éste se percatara aún.

Hildi lo reconoció y gritó su nombre sorprendido:

-¿Indrel…? – desde luego, el hobbit no había esperado encontrarse a aquel elfo allí y el enano tampoco.

-¡Maldito elfo, aparta eso de mi o te corto tu bonita cara.

Valentina se asustó ante la situación, sobre todo porque el rostro de Grimgi parecía el de la furia y la rabia personificada y de sus oscuros ojos brotaban chispas.

El elfo miraba al enano con expresión seria, pero a Valentina le dio verdadero miedo, había algo en su mirada, un odio y un deseo de venganza que ella jamás abría imaginado en un ser élfico, a los que consideraba hermosos, sabios y equilibrados.

El elfo volvió a hablar, pero el tono de su voz cambió:

-Sabía que algún día te dejarías caer por aquí y ahora reclamo lo que es mío.

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Valentina seguía abrazada a hildi mientras contemplaba aquella escena, existía tensión en el ambiente y lo peor de todo era que Grimgi aún no se había percatado del trozo de barba trenzada que la afilada daga élfica le había cortado.

El tabernero miró preocupado lo que ocurría en aquel rincón de la estancia y los dos ancianos se marcharon raudos al ser despertados por el alboroto.

Hildi, sin soltar a la hobbit, intentaba calmar los ánimos, pero era evidente que estaba nervioso por la situación, sabía que elfos y enanos no se llevaban bien y, también sabía lo que Grimgi le hizo a Indrel.

-¡Vamos Indrel, baja tu daga y siéntate con nosotros…!

-¡De eso nada! – gritó Grimgi tirando de una patada un taburete y entonces fue cuando vio su trozo de barba cortada.

El rostro del enano cambió de color, del rojo ira, pasó al blanco estupefacción, dejó escapar el aire de sus pulmones sin pronunciar palabra alguna, con los ojos muy abiertos contemplaba la trenza igual que si le hubieran cortado un brazo, como si fuera algo irremplazable.

Miró al elfo de reojo y de un salto se puso en pie, con el hacha preparada para el combate:

-¡Te mataré por esto…! – decía con rabia mientras gotas de saliva salpicaban el aire.

El elfo se preparó para esquivar en cualquier momento la peligrosa hoja del hacha:

-¡Eso no compensa lo que me robaste…, ladrón! – le replicó Indrel, su voz a pesar de sonar más calmada que la del enano, llevaba consigo impregnada un profundo sentimiento de ofensa que debía ser vengada.

Valentina miró al Hildi, estaba confundida y asustada, aquello iba muy en serio y pensó que el enano y el elfo se enzarzarían en una lucha a muerte, pero al ver el rostro de Hildi, aún más se preocupó.

El hobbit se separó de Valentina y se dirigió hacia los dos rivales, entre medio de ellos no parecía gran cosa, observó Valentina, pequeño y menudo, separó sus brazos para crear un espacio entre Grimgi e Indrel:

-Por favor, aquí no…, seamos civilizados… - decía el atribulado Hildi.

Valentina no le quitaba ojo, a pesar de lo pequeño que parecía entre el alto elfo y el robusto enano, tenía una figura bastante valiente y gallarda…

Hildi seguía intentando calmar los ánimos:

-¡Vamos Indrel, no es propio de alguien como tú este comportamiento, baja la daga, seguro que Grimgi sabe como compensarte por lo que ocurrió… - dijo el hobbit dirigiendo una mirada entre súplica y reproche al enano - …y tú, amigo, déjate de escenitas, querías pasar desapercibido¡no!

-Me ha cortado la barba y eso es imperdonable.

-Sólo ha sido una pequeña trenza y te volverá a crecer…

El enano gruñó y bajo el hacha, Hildibrand tenía razón, estaban llamando demasiado la atención; al interior de la taberna se habían asomado varios hombres y mujeres, observando atónitos la escena, si ya era extraño ver a un elfo o a un enano, mucho más verlos juntos y enfrentándose, y por si fuera poco, verlos acompañados por dos seres muy menudos que no supieron reconocer.

Valentina dejó escapar el aire en un sonoro suspiro, la situación parecía calmarse, gracia a la intervención de Hildi; éste le gritó al tabernero que trajera cervezas para todos y el elfo, más relajado y sonriente se sentó junto a la hobbit.

Grimgi se sentó silencioso y malhumorado, guardó con sigilo el mapa del tesoro y procuraba no dirigir la mirada al elfo.

Valentina observó a Indrel algo fascinada, nunca había estado tan cerca de un elfo, le parecía mágico y atemporal, sus facciones eran suaves y armoniosas, su cabello tan oscuro como la noche poseía reflejos de un azul aterciopelado y sus ojos, Valentina quedó atrapada en ellos por un instante, poseían un extraño y maravilloso brillo, pero aunque Indrel le pareciera un ser de relatos lejanos, había demostrado tener problemas mundanos y por eso se encontraba allí.

Hildi hizo las presentaciones y el elfo muy cortes se disculpó ante la hobbit.

-Siento haberte asustado, no es mi naturaleza ir asaltando a los demás…, pero cuando se trata de un enano…

-¡Vamos Indrel! – Se apresuró a decir Hildi - ¡no comencemos!

-Sólo reclamo lo que es mío, y creo que Grimgi me debe más que una trenza cortada…

Grimgi le miró con los ojos entrecerrados:

-Me has llamado ladrón y yo no te robé…

-No – replicó el elfo – simplemente te marchaste con mi pieza de mithril e incumpliste tu palabra de realizarme un hermoso broche, pensé que tú eras diferente…, pero me equivoqué, así que te seguí la pista, no me fue difícil, al igual que volver a recuperar la "plata autentica".

El enano abrió los ojos:

-¡La tienes ahí!

El elfo no contestó.

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La tarde transcurrió tranquila y sin sobresaltos, Valentina tuvo tiempo de pensar, valorar a sus nuevos compañeros, debatirse entre lo que comenzaba a sentir por Hildi y el recuerdo de Frodo, preocuparse por sus padres que la echarían en falta y dormitar tumbada en uno de las viejas carretas abandonadas en las afuera de la taberna.

La hobbit se refugió allí, oculta entre cajas y protegida por la lona, encontró el lugar perfecto para descansar sin ser molestada por nadie, necesitaba estar a solas. En realidad Hildibrand le aconsejó que descansara en aquel lugar, siempre tan atento y amable, le dio un beso en la mejilla y la ayudó a subir a la carreta.

-Descansa aquí tranquila…, ya te avisaré para la cena… - le había dicho.

Valentina se acurrucó cómodamente y dijo escapar un suspiro, olía a humedad y cosas guardadas, pero era soportable, sacó con cuidado su diario y se dispuso a escribir lo que pensaba de cada unos de sus compañeros.

Hildi era un encanto, ningún hobbit que la pretendiera, que no habían sido muchos, la había tratado con tantos mimos…, bueno a excepción de Frodo, pero la situación en la que se hallaba ahora era distinta a la vida en la Comarca y aquel hobbit rubio siempre estaba a su lado protegiéndola. Se había percatado de que él sentía, sin lugar a dudas, algo por ella; le había pillado muchas veces observándola furtivamente y cuando la miraba directamente a los ojos veía en él algo especial, distinto…

Aquel pensamiento dio fuerzas a Valentina y su idea de convencer a Hildibrand de volver con ella a la Comarca se asentó en su mente como su principal objetivo.

Pero, el enano podría resultar un problema.

Grimgi y Hildi tenían una fuerte amistad, eran como camaradas inseparables, se llevaban muy bien y eso podría suponer un serio problema ante los planes de Valentina, tendría que tantear a Hildi con cautela y sembrar, durante el viaje, una unión más fuerte para que se alejase del enano.

Del elfo poco sabía, pero ya tendría tiempo de averiguar como era, de dónde venía y cuántos años tendría. Ella había oído del Sr. Bilbo que los seres de esta raza vivían incontables años y la vejez parecía no llegarles nunca.

Indrel les acompañaría en la búsqueda del tesoro, había oído la conversación que mantuvieron antes de la pelea y vio el mapa, así que toda la cautela que Grimgi había tenido no le sirvió de nada con el elfo.

Por supuesto, el enano protestó:

-¡Si seguimos así, todo el campamento de ahí detrás puede venir también!

Hildi se apresuró a replicar:

-Pero Indrel nos será muy útil, conoce bien el terreno y su vista es mejor que la nuestra…

-Ya…, y querrá su parte el Sr. elfo…

-En caso de que el tesoro exista – dijo Indrel – sí.

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