Capitulo II

Lucha de gigantes

Esa mañana me levante sumamente escéptica a lo que me había dicho aquél personaje, era obvio que había sido una tonta al creerle a un sujeto que vino de la nada a contarme tales mentiras diciendo que venía de parte de mi madre.

-¿Shamanes¿De dónde había sacado tal idea¡Parece como si lo hubiera citado de una novela de ficción! Además de todo, lo he invitado a mi casa ¿Pero que me sucede, lo más probable es que halla estado tan cansada ayer, que creí e hice todo lo que me dijo-pensé.

Una vez en la escuela, reí de todo aquel espectáculo que me había presentado Luchist, si es que ese era su nombre.

Mi salón, los alumnos, los maestros; en fin todo lo que me rodeaba, no parecía ajustarse al conjunto de humanos que él describió.

-Buenos días Akane- saludó alguien

-Buenos días- volteé para ver al que me hablaba identificando la voz de Yoh.

Incluso él me parecía exonerado de los cuentos de Luchist.

-¿Pudiste resolver la tarea ayer?- preguntó.

-No, no pude, por desgracia me quedé perdiendo el tiempo hablando con alguien y se me hizo tarde- repliqué.

-No te preocupes, a veces a mi me pasa igual cuando me quedo hablando hasta muy tarde con mis amigos, aunque yo no lo veo como una pérdida de tiempo ¿sabes?

¿No te ha pasado que a veces te quedas admirando las nubes y el cielo hasta que este se convierte en un manto negro y estrellado? Hacer esto me parece más relajante que hacer tarea-admitió el joven.

-Tal vez tengas razón… ¡pero te aseguro que ese no fue mi caso!-exclamé cambiando de opinión.

Y así comenzaron las clases.

A cada minuto me parecía inaceptable la idea de que Yoh fuera uno de esos seres como de otro planeta llamados shamanes. Tal vez ni siquiera era el mismo chico espadachín que vi esa noche…

De cualquier manera, aquel día me reí mucho con Yoh, no parábamos de hablar y hablar durante la clase, incluso nos sacaron del salón de tanto bromear.

Así pues, ya era hora de salir y nos retiramos todos.

No veía la hora para llegar a mi casa, descansar un rato, tomar un baño y tumbarme en la cama para dormir largamente. Pero había algo de lo que me estaba olvidando, o mejor dicho, alguien de cuya visita me estaba olvidando.

-Eso fue lo que le dije-concluyó Yoh que pareció encantado de acompañarme de regreso a casa para seguir charlando- dime ¿Cómo se llama el tuyo?

- Se llamaba Seiji Daisuki pero falleció hace ocho años.

-Ahh, ya veo, lo siento mucho-dijo Yoh comprensivo-yo no lo sabía.

-No te preocupes, fue hace mucho tiempo-lo tranquilicé-¿y como se llama tu mamá?

-Keiko ¿y tu mamá?

-Sayuri, pero ya no he recibido muchas noticias a cerca de ella.

-¿Por qué?- quiso saber

-No lo sé hace ya mucho que no la he visto, ella se encarga de mis estudios y yo de vez en cuando le mando cartas para decirle que la extraño y que quisiera saber más de ella, pero yo supongo que ahora ya no tiene mucho tiempo para escribirme, tal vez tiene mucho trabajo.

-Entiendo…

-¡Hey¿Eres tu Yoh Asakura?-interrumpió una voz amenazante desde lejos.

-Así es- contestó Yoh tratando de buscar de dónde provenía esa voz-¿y tú quién eres¡Muéstrate!

- Me llamo Boris-dijo un hombre que salió de pronto venido de no se sabe dónde empuñando una espada. Venía vestido de aristócrata de aquellos que antiguamente poseían un castillo: Sus ojos, color azul acero veían fijamente los de Yoh dirigiéndole miradas furiosas. Sus cabellos eran dorados como el pelaje de un león y estaban salvajemente despeinados.

-Desenfunda esta espada-ordenó Boris lanzándole una katana a sus pies-¡QUIERO QUE PELEEMOS TÚ Y YO¡AHORA Y A MUERTE!

Yoh tomó el sable con ambas manos y con mirada dudosa lo extendió a Boris.

-No quiero.

-Desenfúndalo, o le haré daño a tu amiga-dijo apuntando su espada a mi cuello.

-¿Yoh de qué está hablando¿Conoces a este sujeto?- le pregunté angustiada.

-No, no lo conozco-negó confundido.

-¡Peleemos!-insistió el aristócrata.

El chico miró el arma con expresión de duda y tras unos segundos, con el rostro ensombrecido, finalmente dijo:

-Akane apártate por favor.

Entonces me alejé algunos pasos de distancia de lo que parecía ser el inicio de una extrañísima pelea de esgrima.

-¡Amidamaru!- al instante apareció el espectro del samurái que había visto días antes-¡Fusión de almas!-y tomando el chico el alma del guerrero comprimida en una bola de energía la introdujo en su pecho hasta que lo atravesó. De pronto su cuerpo tomó una posición de defensa, empuñando con ambas manos la espada delante de su cara.

-¡Blaumro!-exclamó el extraño-¡posesión de objetos!- mas esta vez el espíritu fue a introducirse en el sable de éste.

Miraba admirada todo aquello desde mi lugar recordando cada una de las palabras de Luchist, viendo que cada una se cumplía al pie de la letra. Sin embargo esos seres míticos y misteriosos, eran mucho más imponentes que la descripción que él me había dado.

Un torrente de energía recorría sus cuerpos de pies a cabeza, tanto de Yoh como de Boris, como si un aura mágica los cubriera de misticismo y poder.

El aristócrata despegó del suelo de un salto dando un rugido de fiera y trató de asestar al joven un golpe con todas sus fuerzas, pero éste, mediante el hábil uso de un movimiento detuvo el choque. El shaman mayor intentaba propinarle a Yoh una lluvia de espadazos pero él los esquivó todos con la ligereza de un ninja.

A comparación del enemigo, el joven shaman parecía a penas un pequeño ratón ágil y escurridizo, presa de una fiera que tenía la fuerza para derribarlo de un zarpaso, aunque esta fuerza resultaba inútil, debido a la rapidez de los movimientos del chico. Aquel comportamiento provocaba a Boris que veía frustrados cada uno de sus intentos. Hasta que, aparentemente agotado, cesó de atacar y dijo:

-Como vez, esto sólo fue una brevísima prueba para medir tu fuerza además de tu poder espiritista, ahora verás la mitad del mío.-y golpeó con la rapidez del rayo en el estomago a Yoh hundiéndole el codo dolorosamente. El chico cayó de bruces al suelo doblado por el punzante dolor emitiendo algunos quejidos. Con un gran esfuerzo se puso de pie y trató de atacar torpemente al enemigo, pero éste ya se encontraba a sus espaldas para emitirle otro espadazo.

El chico volvió a caer al suelo herido de lleno y ésta vez tardó un poco más en ponerse de pie.

-¿Tan pronto ya te cansaste?-preguntó Boris burlón.

-¡Claro que no!-negó Yoh al tiempo que esquivaba un mandoble que estuvo a centímetros de cortarle la cabeza- pero debo admitir que golpeas bastante fuerte.

-Eso no es nada comparado con el cien por ciento de mi poder espiritual- presumió el shaman concentrándose en dar en el blanco.

-¡Cada vez es más rápido! Debo encontrar una manera de alcanzar aquella velocidad- analizó para sus adentros.

-¡No te distraigas!- advirtió el aristócrata empujando al chico al suelo para después acorralarlo con la punta de su espada.

Fue en ese momento cuando el niño cayó en la cuenta, al tener tan cerca la espada de sus narices, pudo observar que el poder espiritual no provenía de su cuerpo…

-¡Su espada¡Amidamaru posesiona esta espada- ordenó Yoh librándose así del sable del enemigo.

De esta manera su arma cobró vida y se rodeó completamente de un halo puro y claro: el poder espiritual de Yoh.

-¡Al ataque!

-Veo que has logrado obtener la posesión de objetos, muy bien, me parece que dentro de poco la batalla va a aligerarse un poco a tu favor, pero te estás olvidando de que tu poder espiritual ha sido debilitado mientras peleabas usando la posesión de almas.

El chico sin duda se veía más fuerte pero también lucía cansado y sudoroso.

-De cualquier manera voy a vencerte¡no me rendiré ahora que he descubierto tu secreto!- de inmediato arremetió con todas sus fuerzas contra el shaman.

Boris observó que estaba en apuros y advirtió:

-Es hora de que presencien mi poder espiritual al cien por ciento- al decir esto el halo que rodeaba su espada de intensificó- ¡te venceré de un solo golpe!-exclamó atacando ferozmente a Yoh, que por fortuna se libró de él.

Ahora era Boris quién estaba desesperado, ya que mandaba golpes a diestra y siniestra sin dar con el enemigo.

-¿Cómo puedo acabar definitivamente con él?- se cuestionó el joven shaman.

-¡Yo tengo un plan!- exclamó una voz proveniente de su arma.

-¿De qué se trata Amidamaru?

Y al terminar de hablar con su arma, el niño miró al enemigo son suma confianza, sonriendo de oreja a oreja, había algo en su persona que anticipaba su victoria.

-¡Técnica de Amidamaru¡Cuchilla de Buda!-exclamó la voz de Yoh mezclada con la del legendario samurái, dirigiendo una descarga de energía al hombre de aspecto vampiresco, chocó con éste y un resplandor pareció surgir del piso.

-Boris no saldrá bien librado de ésta-pensé

La arena de duelo ahora estaba desierta, no había rastro del shaman ni de su espíritu. Yoh aún permanecía en una posición de defensa y alerta. Sus ojos recorrían nerviosamente el lugar buscando al enemigo como si éste fuera a saltar de la nada para atacarlo por sorpresa.

-¡No te escondas¡Sé que esto todavía no ha terminado¡Akane permanece dónde estás!-advirtió el chico.

-Hazle caso-previno una voz siniestra por detrás de mi cabeza-no te muevas o te quito la vida. Un brazo me tenía fuertemente estrechada y otro amenazaba con partirme el cuello a la mitad.

Pálida y paralizada, tan sólo me limité a mirar a Yoh pidiéndole ayuda con los ojos.

-¡No te atrevas!

-Sí lo haré- susurró Boris sonriendo malévolamente al acercar más el acero a mi garganta.

Sentí el rose helado del metal tocando la indefensa piel.

-¡ALTO¡NO LO HAGAS!

Se escuchó un disparo, cerré los ojos y esperé.