LADRON DE ALMAS
Capítulo número cuatro: El gran espectáculo de la noche.
Misao sudaba frío cuando a la entrada del castillo, específicamente en el cuartel de la guardia, uno de los vigilantes pidió la invitación para hacer ingreso. A pesar de que ya llevaban puestas las máscaras no podía evitar estar nerviosa. Okina con mucho desplante y seguridad entregó la tarjeta, e incluso hasta se dio el tiempo de intercambiar algunas palabras amables con el sujeto. Sanosuke permanecía callado observando con una sonrisa inconclusa el descaro del anciano ladrón.
Una vez que el guardia dio su autorización para entrar, Misao que permanecía tensa en su asiento lanzo un suspiro de desahogo, pero inmediatamente con cara de asesina miro a Okina.
- Maldito viejo, tú si que no tienes vergüenza.
- Se te están pegando las malas costumbres de Hiko – rió el viejo.
- Hablando de eso – dijo Sanosuke que ya había descendido del carruaje – dónde está nuestra escolta?
Los tres observaron de un lado a otro por el inmenso patio de armas, donde varios carruajes, pajes y vasallos estaban apostados a la espera de que terminara la diversión de sus distintos señores. De repente Sanosuke codeo a Okina, y con un meneo de cabeza le indico hacia el frente, específicamente bajo la torre de homenaje, donde entre varios hombres se veía la alta figura de Hiko.
- Ahí está… - dijo Misao, mientras que con su mano hacia el gesto para que se acercara.
- Dígame señor – Hiko se acerco simulando ser un sirviente del conde Kamatari.
- Esperen aquí con los demás – comenzó a explicar la muchacha, viendo por el rabillo del ojo a un par de guardias q hacían la décima ronda de la noche – hasta que yo vuelva. Haré lo posible para que les envíen unos jarros de vino.
- Gracias, señor, estaremos esperando por usted – y en un murmullo imperceptible incluso para Sanosuke que no estaba ni a diez centímetros de los dos agrego – a las doce Misao, ni un minuto más, ni uno menos.
- Muy bien, retírate – respondió la muchacha, en clara clave de que sería tal como habían planificado.
Hiko se retiró con la supuesta escolta, en espera de que el resto de la banda hiciera su parte del plan y de que Cho apareciera. Por otro lado Misao, Okina y Sanosuke, entraban en el salón donde se llevaba a cabo la fiesta.
Dos mesas repletas de comida en forma opuesta al grupo de músicos, que con sus melodías llevaban el ritmo de los pies de algunos hombres y mujeres que en forma sincronizadas y dibujando formas extrañas con el desplazamiento de sus cuerpos bailaban.
A lo lejos; y parado a un lado de la reina Kaoru, que a su vez estaba sentada en su trono; Misao vio al hombre que las últimas noches no le dejaba conciliar el sueño, el príncipe Aoshi. Éste iba vestido de impecable traje negro con ribetes plateados, capa terciopelo azul rey y una mascara plateada con adornos en azul y dorado. La muchacha lanzó una maldición al cielo y opto por tratar de no toparse con él durante toda la velada, además Sanosuke empezaría de nuevo con el sermón de matarlo. Ella no estaba de ánimos como para preocuparse de esas cosas ahora, lo que mas le urgía era el salir sana y salva de toda esta locura a la que la habían llevado sus hombres.
En otro lugar del castillo, dos guardias caminaban por uno de los adarves, es decir, esos caminos de ronda en la parte superior de las murallas. De vez en cuando observaban hacia el exterior, pero como la noche era de luna menguante, no pudieron distinguir un grupo de siluetas que, como gatos trepando por las murallas, los atacaron por sorpresa, reduciéndolos rápidamente. Uno de los hombres emitió un sonido imitando el gorjeo de un búho, que fue respondido desde la muralla paralela con otro chillido similar.
- Ya están tomando posiciones – dijo Hiko mirando hacia una muralla y luego a la otra, después de escuchar a los "búhos" – vamos – llamó al grupo que se encontraba con él, desapareciendo entre las sombras que se proyectaban en el patio de armas. En un dos por tres, todos los guardias de ese lugar, se vieron atacados por unos fantasmas que los golpeaban en la nuca para mandarlos a dormir por un buen rato. O bien, si un guardia les salía de cráneo duro, Hiko de un solo mangazo lo enviaba a los brazos de Morfeo.
Luego de amarrarlos y de esconderlos en alguna de las bodegas próximas, los hombres de Misao se ponían los trajes de la guardia, para no levantar sospechas. Así, de a poco, la banda del Ladrón de almas silenciosamente se iba apoderando de la seguridad del castillo. Segunda fase del plan: eliminar a la molesta guardia.
- Okina, dónde esta Sanosuke?
- Se fue a juntar con Cho… ya se acerca la hora.
- Ya veo – respondió la muchacha entendiendo que el castaño había ido asegurarse que la segunda fase estuviera completa y así empezar con la tres a las doce en punto, pero su tranquilidad no le duro mucho, pues a lo lejos vio como Aoshi se acercaba rápidamente.
- Mierda…
- Qué haz dicho Misao?
- Ahí viene el príncipe – respondió Misao buscando un lugar donde esconderse.
- Tranquila, estas con máscara. Además, él no sabe quien eres tú.
- "Si supieras querido Okina" pensó la muchacha – eh! A dónde vas? – pregunto alarmada cuando se dio cuenta que Okina salía al encuentro de Aoshi.
- Su majestad – lo reverencio el anciano – me alegra mucho que este de vuelta con nosotros.
- Ehm! Muchas gracias…- Aoshi hacia un esfuerzo por tratar de recordar qué noble se escondía debajo de la máscara
- Conde Kashiwazaki, su majestad – le ayudo a terminar la frase.
- Oh! Si…si…conde Kashiwazaki, muchas gracias otra vez – hizo el intento de safarse del anciano pero…- déjeme presentarle a mi sobrino, el conde Kamatari.
-Okina sonreía burlón, mientras empujaba a Misao a la presencia del príncipe. Ella, con la cabeza gacha hizo un intento de venia, lamentablemente no recordó que desempeñaba el papel de un hombre, por lo que hizo la reverencia que ocupaban las mujeres en la corte. Okina tosió fuertemente para que Misao se diera cuenta de su error y rectificara su saludo rápidamente, llevando su mano derecha sobre el pecho y doblar la cintura hacia delante, que era lo que correspondía. Aoshi hizo una mueca de asco, los rumores respecto a las tendencias sexuales del conde era ciertas.
- Un placer su majestad – Misao fingió la voz ronca y mantuvo la vista fija en el suelo.
- Para mí también conde Kamatari. Con su permiso debo saludar a más personas.
- Oh! No se preocupe. Siga, por favor su majestad – lo reverencio nuevamente Okina.
Una vez que Aoshi desapareció rápidamente entre la gente, Okina volteo su mirada hacia la muchacha que aun seguía con la vista fija en la piedra gris del suelo.
- Qué fue eso?
- Lo siento… estoy muy nerviosa – se excusó.
- Ten mas cuidado, no lo eches a perder todo solo por tus nervios.
- Sí Okina. Iré a fuera a tomar un poco de aire. Eso me relajara.
- Está bien, pero no demores mucho. Aquí antes de las doce.
Misao se encamino bordeando la muralla, pues las parejas de baile ocupaban casi todo el salón. Al toparse con un paje agarró una copa de vino, siguió caminando por uno y otro pasillo, hasta hallar la puerta de un balcón. Este estaba vació y alejado de la muchedumbre y la música, por lo que se sintió más tranquila solo de respirar un poco de aire limpio.
La luna era pequeña por lo que la luz era tenue, aportaban artificialmente unas antorchas atrás de ella, sin embargo, el cordón de estrellas aportaban su poco de magia, todo suficiente para mostrarle la inmensidad del bosque. Se quitó la máscara, rascándose la cara, el material del que estaba hecha le provocaba picazón, aunque en realidad solo quería beberse de un sorbo su copa de vino.
- Ladrón de almas?- una voz la hizo trapicarse con el brebaje. Tosiendo y asustada se voltio por reflejo a ver quién la había descubierto. La copa cayó al suelo dándole mas dramatismo a la escena, ese hombre no podía estar ahí.
Megumi bailaba animadamente de la mano de Enishi. El peligris la pretendía desde hace algunos meses, pero ella no le prestaba atención. Ahora solo bailaba con él, por el simple hecho de bailar, de dejarse llevar por la música.
Tan absorta en la música estaba, que no se percato de cómo unos ojos miraban fijos sus movimientos. La música cesó de golpe, por lo que todas las parejas aplaudieron el buen desempeño de los músicos, la morocha se disculpo de su pareja, a quien dejo hablando con Saitoh y su esposa Tokio, y fue a buscar un vaso de ponche. Los ojos que la observaban la siguieron hasta la mesa.
- Veo que aun disfrutas de la música, Kitsune.
Megumi rodó sus ojos hasta el alto hombre que se había parado a su lado. Iba con una máscara, pero el solo apodo de "Kitsune" había delatado su identidad.
- Qué haces aquí?
- Vine a una fiesta…- los penetrantes ojos castaños del hombre la miraron con un extraño brillo por las ranuras de la máscara - y tú?
- No preguntes estupideces – y dejando el vaso de ponche sobre la mesa se dispuso a perderse entre los invitados. Pero una mano en su brazo se lo impidió, como también se lo impidió la voz suplicante del hombre.
- Quiero conversar contigo.
- Yo no, Sanosuke – y zafándose del agarre escapó por una de las puertas del salón.
Corrió con todo lo que dieron sus piernas, pero el castaño le pisaba los talones. Luego de unos minutos de carrera, le dio alcance acorralándola con su cuerpo contra una pared de un pasillo solitario.
- Yo sí. Y tú tendrás que escucharme.
- Ya han pasado diez años, Sanosuke. No quiero seguir escuchando las mismas excusas. Yo ya te olvidé, déjame, por favor.
- Tan temperamental como siempre, Kitsune.
- Y tú mas inmaduro que hace diez años, Tori atama.
- Auch! Eso dolió – dijo el con un brillo de ironía en su ojos – pero por lo menos eso de que "te olvide" no es cierto. Un recuerdas como soy.
- Déjame en paz, no me toques – lo empujo la morocha proyectándolo con ambas manos hacia atrás – qué haces aquí en primer lugar? Misao está aquí también?
- Sí… hoy pensamos dar un gran espectáculo a la reina Kaoru.
- Están locos… y toda la guardia?… no han pensado en eso?
- Hehehehehehehehehehe… créeme que no estaría aquí hablando contigo, si no estuviera tranquilo por eso. Hiko y Cho ya se encargaron de todo.
- Tú sabes que puedo volver al salón y descubrir su plan ante la reina.
- Ve…hazlo…- le contesto Sanosuke en forma amenazante - pero sé que cuando te pares frente a la reina no se lo dirás. Porque tú tienes más lealtad hacia nosotros; si mal no recuerdo fuiste tú quien nos alertó del ataque del rey hace cinco años atrás, o me equivoco?
Megumi se mordió los labios para no escupirle en la cara, así que simplemente bajó la mirada.
- A todo esto… muchas gracias por la advertencia – siguió hablando Sanosuke – pero aun así, murieron Tsuna y Tae.
- En serio… - Megumi se vio realmente afectada por la noticia, tanto así que ladeo su cuerpo de tal forma que parecía que se fuera a desmayar. Sanosuke la sujeto por la cintura en un acto reflejo, pero ella rápidamente y a empujones lo separó de su cuerpo – te dije que no me tocaras!
- Esta bien – dijo el castaño retrocediendo unos pasos con las manos en alto – me iré y te dejaré tranquila.
Enfiló en dirección hacia el salón de bailes, pero la voz de Megumi lo detuvo.
- Sanosuke – lo llamó la morocha – cómo está Sayo… y…y tu hijo?
- Mi hijo esta grande y fuerte, ya tiene nueve años – dijo el castaño sin voltear – pero… Sayo murió en la misma noche que Tsuna y Tae – y rápidamente camino hasta desaparecer detrás de unas columnas. Megumi, inmóvil, permaneció con la vista fija por donde se había ido Sanosuke. Las últimas palabras del castaño retumbaban como un tambor en su cabeza.
- Tú eres la ladrón de almas – decia Aoshi saliendo de las sombras del balcón e indicando con un dedo en dirección a una asustada Misao.
- Usted me confunde señor, yo soy el conde Kamatari – mientras decia esto intentaba torpemente ponerse la máscara en su lugar y abandonar el balcón, pero el alto cuerpo del muchacho se interpuso en su plan de escape.
- No, tú eres el ladrón de almas…– para sorpresa del mismo Aoshi una sonrisa apareció en su rostro. Con rapidez le quitó la máscara del rostro y la tenue luz de una antorcha apostada en la muralla reflejo el tenso rostro de Misao, confirmando sus suposiciones. - qué haces aquí?
Misao no respondió. En un movimiento rápido apresó el brazo del príncipe, llevándolo detrás de la espalda y con la otra mano libre lo apuñalo al cuello con un puñal que extrajo debajo de su traje.
- Tan agradable como siempre…- ironizó el príncipe - esto ya se vuelve una costumbre - con un codazo a las costillas de Misao, se soltó de la llave. La muchacha se inclino producto del dolor, pero las grandes manos de Aoshi le levantaron el rostro. Sus ojos se toparon, se desafiaron, pero los labios del ojiazul fueron más rápidos y sus brazos alrededor de la cintura de Misao también.
Fue un beso violento en un principio, pero la calidez que profesaba el hombre hizo sucumbir la tensa pelea de los músculos de la mujer, por lo que el beso, con cada roce, se volvió más tierno, suave, delicado. La muchacha envolvió con sus brazos el cuello de Aoshi, pero la altura la incomodo, así que sus manos bajaron hasta el fornido pecho del príncipe. Él por su parte, al sentir aquella delicada trayectoria del tacto de ella, estrecho más el agarre de sus brazos alrededor de la finísima cintura, apegando aún más sus cuerpos.
Aoshi se separó lentamente de los labios rojos e hinchados de Misao. Ella segundos después abrió los ojos, pero bajo la vista, su sonrojo era muy evidente. El príncipe estaba feliz, en sus brazos estaba la mujer de quien le confesara a su nana Megumi estar profundamente enamorado, pero un empujón violento los separo.
- Por qué hizo eso! – le reprocho a gritos la muchacha recogiendo del suelo, sin dejar de mirarlo a él, el puñal que antes empleara para amenazar su cuello.
- Porque estas aquí – respondió dando un paso al frente, pero la muchacha retrocedió cinco.
- Aléjese de mi!
- No te vayas! – suplico el príncipe – dime tu nombre, por favor.
- Confórmese con el nombre que me dio el pueblo.
- Quiero saber de ti.
- Usted no puede saber nada más de mi!… porque deberé matarlo!... y yo… - la voz de Misao tembló, al igual que el puñal en su mano – …y yo… no quiero eso.
Una sonrisa amplia se dibujo en Aoshi. Se atrevió a dar un paso, la muchacha permaneció inmóvil en su lugar, por lo que se atrevió a dar otro y otro, hasta llegar a centímetros de Misao. Con una mano tomo el puñal, que cedió con facilidad, y con la otra, alzó la barbilla de la mujer para encontrar sus labios y así besarla nuevamente. Misao dio un respingo hacia atrás, tomó su máscara y salió corriendo del balcón, Aoshi la siguió pero cuando llegó al salón, dos hombres lo tomaron por los brazos y lo obligaron a acuclillarse. Solo ahí se percató de por qué su amada Ladrón de Almas se encontraba esa noche en el castillo.
- El último espectador ha llegado – grito un hombre trayendo de vuelta a la tierra a un conmocionado Aoshi – ahora podemos robar en paz.
- Guardias! Guardias! – gritaba la reina Kaoru, con desesperación mientras dos hombres le quitaban todas su joyas.
- Pónganle una mordaza a esa reina histérica – vocifero nuevamente el hombre que antes hablara – Amarren a todos a las columnas. No quiero que nadie nos siga cuando nos vayamos de aquí.
- Dejen a mi madre en paz – grito Aoshi mientras forcejeaba con sus dos captores.
- Pónganle una mordaza también a él – grito esta vez Misao, que con su máscara puesta aparecía detrás del hombre que antes amenazara a la reina – no quiero que nadie mas grite en este salón. Hoy nosotros somos quienes damos las órdenes aquí.
- Ladrón de almas – se le acerco un tercer hombre, que por la altura era evidente que se trataba de Hiko – Los sacos están llenos. El castillo esta limpio.
Todos los nobles, que estaban amarrados a las columnas, comenzaron a murmurar al escuchar como ese hombre había llamado al más pequeño. Algunos se miraban confundidos y otros miraban al cielo rogando de que el "terrible demonio del ladrón de almas no se llevara su vidas también", tal como contaban las miles de leyendas que se habían forjado en torno a su figura.
- Muy bien – afirmó la muchacha con un gesto de su cabeza – aseguren las amarras y vayámonos de aquí – pero dirigiendo una mirada fría hacia Aoshi agregó – este lugar apesta. Como todos estos estúpidos que se hacen llamar nobles.
Toda la banda se esfumo en el aire, siguiendo los pasos de su líder. La reina a pesar de estar con la boca tapada, emitía leves sonidos, que Kenshin tratando de safarse de su amarre, supuso bien que eran gritos hacia su persona.
El pelirrojo comandante deslizo por debajo de su manga una pequeña hoja afilada con la que corto las cuerdas que lo sujetaban, rápidamente liberó a algunos hombres y así sucesivamente, a medida que avanzaba por el castillo en persecución de los ladrones, una gran dotación de guardias, algunos aún atontados por la manera tan especial del ladrón de almas de hacerlo dormir, se iba formando para la desesperación de los ladrones que desde el patio de arma veían como los estaban rodeando.
Comenzó un intercambio de flechas, la guardia disparaba desde los adarves y caminos de ronda que rodeaban el patio y los ladrones atrincherados entre los carruajes repelían y trataban de defenderse como podían. Hiko dio la orden de que soltaran a los caballos de los carruajes y que los montarán para poder escapar.
Sanosuke corrió hacia el cuartel de la guardia que aun permanecía vació, por lo que solo debieron cuidarle las espaldas mientras llegaba a ese lugar. Una vez allí bajo el puente levadizo, donde los caballos encontraron una salida para su estampida. Hiko se agacho en su montura para tomarlo en la carrera y así escapar juntos, pero una flecha dio de lleno en el brazo de Sanosuke tumbándolo al suelo. Hiko y Misao tuvieron la intención de devolverse por él, pero el castaño grito que escaparan que él estaría bien. Cosa que medito mejor cuando un grupo de guardias, entre ellos el comandante Himura, lo rodeo amenazándolo con flechas tensas en sus arcos y espadas.
Notas de mi:
oh!oh! apresaron a mi Sanito (que mala soy XDDDD), qué hará aAoshi con este amor tan engañoso y qué hara misao con esa revolución de emociones (porque no puede negar q los besos le gustaron, leru leru leru )
Bueno en tiempo record he escrito el capitulo cuatro de esta historia, espero que les haya gustado, porquea mi sí. Sobre todo la escena de Misao y Aoshi, dedicada especialmente a mis onechan Akari y Alischan... y la escena de Megumi y Sano se la dedico a Chibi Chise, Aiko1504 y a Shysie. aunque pensandolo mejor le dedico todo elcapituloa todas las Kazuko Rk, que si mal no calculo ya somos 21 integrantes (wuooo! O.ò). Un beso a todas.
Se despidede todas menos de una.
Arcasdrea
