Perdóname Shu.

Chise se puso a pensar en el número de veces que había pronunciado esa frase.

Estaban los dos, tumbados boca arriba en la hierba de un extenso campo, mirando fijamente el cielo. El aire fresco les acarició la cara delicadamente. Se estaba haciendo de noche, hacia frío. Pero eso ya no importaba, de hecho, nada importaba. Una lágrima solitaria se derramó por la mejilla de Chise. Shu lo vio, y disimuló una mirada triste.

- Shu… Debo decirte algo…- Intentó ocultar un sollozo.

- Chise…

-Shu… Mi estado de Arma definitiva esta a punto de llegar al límite. Pronto perderé el control de mi misma… Y entonces…

Chise rompió a llorar. Shuji no sabia que hacer. Se hizo de noche.

- Chise, pase lo que pase… ¡Sabes que no te abandonare…!

- Las fuerzas… de autodefensa… han decidido destruirme… Los oí en un despacho… Decían que… sería incontrolable y luego… - Volvió a llorar desesperadamente. – Luego… yo… los maté…

Shuji se levanto.

-Chi…

-¡Shu, por favor, mátame!

Shuji se quedó atónito. No le salían las palabras. Después de lo que habían pasado, todo no podía acabar de esa manera.

- No puedo. Chise, lo siento, no puedo.

Chise sacó una especie de mando electrónico, con un botón.

-Hay una bomba introducida en mi cuerpo. Si pulsas el botón, moriré.

Lo dijo de una manera tan fría, que Shuji se quedó sin responder. Entonces, en la cabeza de Shu aparecieron todos los recuerdos en los que estaban juntos. Todos los sentimientos se mezclaron, en una tristeza caótica y profunda. Dos lágrimas valientes se deslizaron por su cara.

-No puedo, lo sien…

-¡¿Es que no puedes entender, que es vivir sabiendo que tu propia existencia significa la muerte a millones de personas! – Exclamó Chise, entre lágrimas- ¡¿Sabes lo que es oír las voces de las concienciencías de la gente que he matado con mis propias manos!

Shuji la abrazó. Y sin decir ni una palabra, ella comprendió todas sus frases de amor sin voz.

-Perdóname Sh…

-No- interrumpió él- perdóname tú, por no saber hacerte feliz.

-Siento pedirte esto… Pero es que yo tampoco tengo valor para hacerlo. Cuando haya cambiado, seré la máquina de matar más perfecta, sin sentimientos ni remordimientos…

Chise empezó a llorar de nuevo.

- Shu… yo… ¡no quiero ser así!

Una mueca de dolor se dibujó en el rostro de Chise. Empezó a notar como el metal frío desgarraba la piel de su espalda, sentía que todo su cuerpo se removía por dentro. Dos enormes alas metálicas relucían a la luz de la luna llena. Era una imagen hermosa y aterradora a la vez. Shuji la abrazó con fuerza, y la besó.

-Perdóname Shu…

-Te quiero.

Shuji pulsó el botón.