¡Hola de nuevo a todos! sé que dije que no continuaría este fic, que me gustaba como estaba y que así se iba a quedar. pero creo que he cambiado de opinión lo que pasa es que me vino una pequeña inspiración para seguirlo y creo que esta vez si se quedará aquí, si algún día lo sigo, será porque me viene otra inspiración, pero no prometo nada. Es que como todo el mundo se quejaba de lo mal que se porta Lucius con Narcissa, pensé que tenían razón y digamos que he dejado un pequeño rayo de esperanza para ella. Muchas gracias a todos los que han leído la primera parte, contestaré los reviews poco a poco. Espero que os guste.

Capítulo 2: Mi refugio

Noche de perros. La lluvia torrencial golpeaba insistente las ventanas de la casa de Severus Snape. El hombre observaba las calles mojadas a través de los sucios ventanales con la mirada fija, perdida en un punto indeterminado. El timbre sonó, insistente, irrumpiendo con fuerza entre sus pensamientos. Abrió la puerta principal. Narcissa estaba al otro lado, pero lejos de su habitual apariencia de muñeca de porcelana, ofrecía un aspecto deplorable: su largo vestido estaba mojado a la altura de las rodillas, y el pelo le caía en mechones mojados y desordenados. La lluvia se mezclaba con sus lágrimas.

-Narcissa... ¿Qué…?

Pero antes de que pudiera terminar la frase la mujer se echó en sus brazos.

¿Qué ha pasado?- preguntó el hombre, estrechándola con fuerza.

Narcissa negó con la cabeza.

Severus Snape la tomó por los hombros y la llevó al salón, la hizo sentar en el sofá y aunque era noche cerrada le preparó una taza de té.

Una vez sentados en el sofá y ante una taza de té humeante la observó largamente.

En los últimos tiempos, Narcissa había acudido con frecuencia a verle, desecha en llanto, generalmente cuando ya no podía soportar más la situación en su casa. Pero nunca a horas intempestivas de madrugada. No pudo evitarlo, le asaltó el pensamiento de lo que ocurriría si Lucius venía a buscarla y la encontraba allí. No sería una situación agradable. Trató de no pensar en ello.

-¿Qué ha pasado?-insistió- ha sido él¿verdad?

Ha sido... tan vergonzoso-susurró Narcissa.

Severus sonrió amargamente para sus adentros, la orgullosa señorita Malfoy, siempre fingiendo que le importaba más la reacción que pudieran tener sus amistades que su propia felicidad.

-Puedes ser sincera conmigo- aseguró- ¿Qué te ha hecho?

-Él... quise decirle que estaba embarazada y... lo encontré muy entretenido con mi hermana Bellatrix.

El mortífago no pudo contener una exclamación de asombro.

-¿Embarazada¿Estás embarazada?

Narcissa entrecerró los ojos con suspicacia.

-Supongo- dijo en tono acusador- que no te sorprende la segunda parte de la historia.

Severus Snape enrojeció, aquella orgullosa mujer, que ahora apenas parecía una mendiga llorosa era la única que podía hacer que se avergonzara de sus palabras.

-No quise decir eso. Yo…

-Supongo- interrumpió su visitante- que todos los siervos del señor oscuro saben a estas alturas que Narcissa Malfoy es una mujer estúpida que ya ha perdido el respeto de su marido.

-¡No!- se apresuró a negar el hombre de rostro cetrino, quizá con excesiva vehemencia- Lucius Malfoy es un hombre un poco… un hombre que… bueno, un hombre… pero la gente sabe… cree que te respeta.

Nueva mirada de suspicacia por parte de Narcissa.

-¿La gente cree que me respeta¿Es una broma? Después de acostarse con Bellatrix, hasta el último mortífago sabrá que mi marido me pone los cuernos ¡Con mi hermana¡Oh, dios, no creo que pueda soportar esa vergüenza!

Narcissa bajó el tono hasta hacerlo casi inaudible, de modo que Snape tuvo que acercarse más a ella para entenderla.

-¿Sabes una cosa? En realidad, siempre tuve la esperanza de que cuando tuviéramos un hijo, Lucius dejaría de acostarse con la mitad el mundo mágico y se quedaría en el lugar que le corresponde, conmigo, criando a nuestro niño.

Lágrimas silenciosas empezaron a caer por el rostro de Narcissa, aguando el té que aún sostenía entre sus pálidos dedos. Dejó la taza sobre la mesa y su llanto se hizo más violento.

Snape la estrechó de nuevo entre sus brazos:

-Cissy, no llores, Cissy.

-No me llamabas así desde que éramos pequeños- murmuró ella- ahora la única que me sigue llamando Cissy es Bellatrix. Ya no soy una chiquilla. Ahora soy… Narcissa Malfoy.

-Aún tienes los dieciocho- repuso su anfitrión con tranquilidad. No eres tan adulta como tú crees.

Snape calló y luego en voz más baja añadió:

-A lo mejor, ni siquiera eres lo bastante adulta como para casarte, no para soportar esta triste vida. No para ser la señora de Lucius Malfoy, nadie podría soportar eso.

Narcissa gimió.

-Severus- dijo en tono de súplica- ¿Me dejarías pasar aquí la noche?

El mortífago miró el rostro de Narcissa, de su Cissy, desde que abrió la puerta de su casa y la encontró a ella al otro lado, había temido y esperado a partes iguales esa pregunta. No obstante, la parte que temía fue la primera en salir a la luz:

-¿Y que pasará si viene Lucius y te descubre aquí?

Narcissa volvió a mirar a los ojos negros del mortífago, de su mejor amigo de la infancia y fue la suya una mirada suplicante, insistente.

Severus sabía que no podría resistirse a esa mirada.

-Está bien- dijo. Te llevaré a mi habitación, no me importa dormir aquí abajo.

Narcissa se tumbó en la cama sin desnudarse, temblando, pero allí no había gemidos a medianoche, ni un marido borracho al que no le importaba despertarla para violarla.

El viento nocturno mecía las hojas con suavidad y una brisa lejana parecía susurrarle:

Cissy, Cissy, no llores, Cissy.