Sociedades Ciegas 1

-Son pocos los recuerdos que tengo de esa temporada en blanco.

Recuerdo haber salido con aquel muchacho...

Recuerdo que nada me importaba, todo era igual, y la indiferencia me mataba...

Recuerdo que todos me miraban con desprecio, y ya nada era lo mismo. Todos me creían demente... – ahí paró y miró la pared blanca de aquella habitación individual.

-¿Nada más? ¿No recuerdas nada más?

-No...Es que todo es muy confuso. No se que hago aquí... Esto es tan extraño. Me siento fuera de mí... Diferente... Tan diferente, ¡no soy yo!

-Si eres tú. Es que no entiendes la realidad. Todo cambia. Todo sigue su curso. Tú has cambiado. Cambiaste de tal modo en tu interior que te sentiste extraña...

El psicólogo seguía hablando de sus problemas pero ella no quería escucharlo. Suficiente era con tenerlos. Y escucharlos de una boca aparte era exasperante. Ese hombre creía que sabía todo sobre ella. Pero no entendía nada. Nadie entendía que pasaba.

Acurrucada contra la pared acolchonada blanca, miro su vestido negro, en contraste con esa habitación, cuyas paredes piso y techo eran del color de la luz.

Blanco.

Negro.

Negro.

Blanco.

No pegaba con el mundo. Era distinta en todo sentido. No sentía nada y le dolía no hacerlo. Le dolía no tenerlo en sus brazos. Tener que verlo a través de un plástico transparente, sin poder sentirlo, sin poder estar junto a el. Tener que conformarse con 5 minutos de lágrimas y un te amo que ni siquiera podía oír que solo lo adivinaba saliendo de sus labios finos, a través de aquella transparencia de la cual no podía escapar. Siempre estaban aquellos doctores vestidos de blancos delantales observándola morir lentamente de amargura y dolor. De tristeza y soledad... De amor. Siempre a través de aquel plástico incrustado en la pared blanca.

Hermione Granger se escondió entre sus brazos. Intentó varias veces dejar de respirar y poder morir a voluntad propia, pero era muy complicado, porque la maldita imagen de Draco se aparecía en su cabeza, y le prohibía morir, sujetándola con amarras invisibles a aquel mundo ciego.

-¿Quieres contarme algo más?

Hermione pensó en todos y cada uno de sus problemas. En su novio, en su dolor, en sus intentos de suicidio... Desesperantes intentos de suicidio, que nunca le salían bien. ¡Nada le salía bien en aquella vida! Siempre pensaba: "Ojalá en mi próxima vida sea un pájaro. Y esté libre de todas estas rejas inútiles..."

Y respondió:

-No. No tengo nada que contarle.

-Bueno entonces... Nos veremos la semana próxima, en una nueva sesión. Adiós Hermione.

-Adiós...

El doctor se encaminó a la puerta camuflada entre las paredes y la golpeó. Inmediatamente un doctor le abrió la puerta blindada y el psicólogo desapareció entre los desérticos pasillos de aquella ala privada del hospital.

Hermione se había empezado a acostumbrar a su soledad en aquella sala de algodón. Pensar no era algo muy complicado, así que dedicaba todo el tiempo que tenía para idear historias, imaginar como estaría con Draco en aquel momento, etc. No se sentía sola. No se aburría. Solo pensaba. Y no estaba mal. Es que no tenía nada en aquella habitación. Era una habitación acolchonada para locos. Para dementes. Pero ella no estaba loca. Solo tenía otro punto de vista. Y sus actos se basaban en el.

Ella repetía para sus adentros...:

-Me sacará. El me sacará de aquí. Lo sé... El lo hará...

Pero tardo varias semanas en aparecerse.

Llegó vestido con su túnica negra de mago, y con su cabello rubio más hermoso que nunca, sobre su frente y un poco más largo, pero así arreglado, y con su-desalineada-barba-cadena, se veía desesperadamente sexy. Se asomó por la ventana de plástico, y la miró con sus ojos grises y fríos. Ella solo se acercó y colocó sus manos en aquel material duro, como una barrera, intentando llegar mas adelante y poder abrazarla. Pero el no le prestó mucha atención. Solo habló con el médico (uno de los tantos...) y desapareció. Ella decepcionada se sentó contra la pared y esparció su vestido negro por el suelo blanco, estirándolo mientras las débiles lágrimas cristalinas saltaban de sus ojos marrones.

Pero de repente, la puerta se abrió. Y el entró mientras un médico cerraba la puerta. Se agachó a su altura, y solo la miró.

Ella levantó su mirada.

-Draco...

Se tiró a sus brazos. Ella solo sintió otra vez esa terrible sensación de placer al tocar su cuerpo.

El aspiró su aroma después de tanto tiempo sin hacerlo y solo sonrió.

-Draco... Dime que me sacarás de aquí, solo dímelo...

-No puedo Hermione, sabes que me es imposible...

-¡Sabes que no estoy loca...! ¡Que no tengo ningún problema!

-Lo sé Hermione, lo sé... Pero no puedo... Lo que puedo hacer es... Traerte algo... ¿Quieres algún libro, o algo?

-Un cuaderno...Una pluma, no lo sé. Necesito escribir...

La puerta se volvió a abrir.

-Se acabó el tiempo Sr. Malfoy.

-Lo sé- miró a Hermione de nuevo- Escucha, me debo ir, te traeré las cosas pronto. Te amo, Hermione.

-Yo también.

Ambos se abrazaron. Después de 3 meses sin hacerlo. Se sintieron por última vez... y se separaron.

Sola de nuevo.

Silencio...

Y nada más...