Nota de la autora: Bueno! Y ahora si, después de unas buenas vacaciones, (que nunca deberían acabarse U.U), aquí vuelvo al trabajo!. Lo primero, perdonad porque hubo una confusión, en un principio este epílogo era ya para terminar, pero por alguna razón no subió entero ¬¬, vaya una paginita, que no da más que problemas. Ahora si, esperemos que podáis leerlo, ya para concluir. Espero de verdad que os haya gustado esta historia, y muchas muchísimas gracias a la gente que la ha seguido y que ha disfrutado con ella. Mis ánimos y mi afán por escribir no serían lo mismo sin vuestros geniales reviews :D. Muchos besos a todos! Byes!.
"Epílogo"
8 meses después...
Finales de invierno...
Un reloj colgaba sobre la pared blanquecina de una sala iluminada por la brillante luz del mediodía. Las agujas marcaban las 12.
A esas horas, el hospital de San Mungo se encontraba, como casi siempre, en medio de un gran revuelo. Varias personas recorrían los largos pasillos hablando y conversando ajetreadamente, con las enfermeras, con los médicos.
Pero había una sala, una de las pocas salas en las que se respiraba la alegría y la emoción, en la que las personas charlaban animadamente y se encontraban sentadas, muchas también en silencio, tranquilas y relajadas. La felicidad reinaba en el ambiente.
En aquella sala en concreto, sentado en una silla, pegada a la pared, con la boca abierta y la cabeza a un lado, Draco Malfoy dormía plácidamente, sin ser consciente de la animación que predominaba a su alrededor.
Había pasado prácticamente toda la noche en vela, vigilando el estado en que se encontraba su mujer, que se encontraba tras la puerta cerrada a su lado en la pared. Pero, sin embargo, al llegar la madrugada, el sueño le había vencido irremediablemente.
Una niña pequeña muy parecida a él, que hacía apenas dos meses había cumplido los 5 años, corría al fondo del pasillo, acercándose a su padre.
Sonrió contenta y apoyó una mano en el hombro de Draco.
-¡Papá¡Papá¡Despierta!- exclamó zarandeándolo bruscamente.
Draco se despertó sobresaltado, mirando a un lado y a otro medio dormido.
-¿Qué pasa¿Ha ocurrido algo¿está bien tu madre?- preguntó rápidamente, con los ojos como platos sujetando a su hija por los hombros.
-Tranquilo, Draco, Ginny está perfectamente- informó la voz de una persona que se acercaba hacia ellos con una sonrisa amable en el rostro. Lo acompañaba una mujer de cabello castaño y ojos vivos. Ambos portaban dos alianzas idénticas cada uno en el dedo anular de su mano derecha.
-El tío Ron y la tía Hermione han venido a ver a mamá- dijo la niña sonriendo a su padre.
Draco se incorporó soñoliento y se desperezó bostezando.
-Una noche dura¿eh?- bromeó Ron observándolo divertido.
-Ni te lo imaginas- respondió Draco acercándose hacia la puerta y asiendo el pomo con suavidad- no hagáis mucho ruido, puede que esté durmiendo.
Los cuatro entraron en silencio por la puerta y la cerraron tras de sí. Estaban en una sala muy iluminada, con la ventana entreabierta. Una cama con cortinas se encontraba en el centro de la habitación. Sobre ella había una muchacha sentada. El largo cabello rojizo se encontraba apartado hacia los lados, sus ojos mostraban un brillo de intensa felicidad y tranquilidad, aunque su rostro denotaba cansancio.
Al verlos, Ginny les sonrió con dulzura acentuando más aquel brillo. En sus brazos portaba un bebé que dormía plácidamente ajeno a la llegada de aquellos nuevos visitantes.
-¿Cómo te encuentras, cariño?- preguntó Draco acercándose hacia su esposa y besándola suavemente en los labios.
-Un poco cansada, pero mejor- susurró suavemente- no hables muy alto o vas a despertarle.
Draco miró con dulzura al bebé y plantó un beso suave en la frente.
Ahí donde le había besado su padre, el pequeño mostraba una pequeña señal, un poco más oscura que el resto de la piel.
De repente el bebé se despertó y empezó a llorar amargamente.
-Shhh tranquilo cariño, ey, no pasa nada- susurró Ginny dulcemente meciendo a su hijo.
-Vaya¡qué bien le caes a tu hijo!- exclamó Ron palmeando la espalda a su cuñado con un tono de sarcasmo. Draco le fulminó con la mirada.
-No es nada personal, cariño- lo tranquilizó Ginny- tiene algo raro en la frente, antes le rocé y también lloró.
El bebé ahora tenía los ojos abiertos y miraba ensimismado y con cierta curiosidad a los visitantes.
-¡Qué espabilado es, y apenas tiene unos días- exclamó Hermione acercándose al bebe y observándole ensimismada- ¿Verdad que es precioso, Ron?- preguntó sonriente volviéndose a su marido.
Este se limitó a asentir con la cabeza, un tanto nervioso.
-Vaya, vaya, parece que Hermione ya comienza a mostrar su instinto maternal¿no?- susurró Draco con una sonrisita mirando a su cuñado.
Ron tragó saliva, preocupado y desvió la vista.
-Fíjate, tiene la naricita de Ginny y vaya... ¡qué ojos más extraños!- exclamó Hermione.
Draco, Ron e Eve se acercaron a mirar. El pequeño tenía los ojos rasgados y aunque todavía no podía definirse muy bien el color, un brillo esmeralda se acentuaba cuando la luz del sol los iluminaba.
-Uhmmm.. qué raro- susurró Draco extrañado- en mi familia nadie que yo sepa tiene los ojos verdes.
La pequeña Eve sonrió complacida. Ella era la única que sabía en realidad lo que aquello significaba, al igual que la marca de la frente. Ambos se parecían más de lo que ella habría esperado.
-Bueno, cariño, ya se sabe, hay gente que a primera vista tiene los ojos azules y bien mirado de otra manera los tiene verdes- informó Ginny convencida.
-Si, y además personalmente pienso que va a tener unos ojos preciosos¿a que si, chiquitín?- susurró Hermione con voz dulce acariciando la barbilla del bebé por debajo de los labios.
El niño esbozó una sonrisa alegre y soltó una carcajada.
-Ejem, pues parece que se le dan muy bien los bebés, si- confirmó Draco sonriente dando un codazo a Ron.
Su cuñado lo fulminó con la mirada.
-Para ya¿quieres?.
Draco sonrió y volvió a mirar a su mujer.
-¿Cómo vamos a llamarlo, cariño?- preguntó.
Ginny dudó un momento. Pasó lentamente la mirada de su marido a su hija Eve. La pequeña le había pedido ya hacía tiempo que le pusiera un nombre en concreto al bebé si resultaba ser niño, y ella no había olvidado la promesa que le había hecho. No supo por qué en aquel momento, pero parecía muy importante para su hija llamarlo así. Entonces sin más rodeos, sonrió a Eve y contestó:
-Harry- Ginny miró a su hijo dulcemente y prosiguió- se llamará Harry.
Aunque sorprendidos, los demás ocupantes de la sala sonrieron observando a Ginny y al pequeño.
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12 años después...
1 de septiembre... Londres
-¡Harry¡Harry, venga, vamos a llegar tarde- llamó la voz de una muchacha que llamaba con suavidad a la puerta.
Un chico de unos 12 años se encontraba durmiendo plácidamente sobre su cama. Tenía el pelo rojizo y alborotado, las pecas características de la familia de su madre adornaban su rostro de piel clara.
Con un gesto malhumorado, cogió la almohada y escondió la cabeza bajo ella, tratando de alejar los horribles gritos que procedían del otro lado de su puerta.
-¡Harry¡si no te levantas pronto, te juro que echo la puerta abajo!- amenazó otra vez la voz de la muchacha, esta vez subiendo ligeramente el tono.
El chico apartó la almohada hastiado y abrió los ojos. Unos ojos rasgados y de color esmeralda. Su nariz era fina y pequeña igual que la de su madre, los labios finos y delgados eran muy parecidos a los de su padre al igual que la barbilla.
Se incorporó con brusquedad y se desperezó bostezando.
-¿Estás despierto ya o no?- volvió a decir la voz al otro lado de la puerta.
-¡Que si, pesada!- exclamó malhumorado Harry rascándose la frente con suavidad. Ahí dónde sus dedos le rozaban, podía verse una delgada mancha de un color algo más oscuro que su piel y que le picaba con bastante frecuencia.
El muchacho echó las sábanas a un lado, se levantó, se puso las zapatillas y se acercó a abrir la puerta.
Al otro lado, una muchacha alta, de ojos grises y cabello largo, de color rubio rojizo, se encontraba apoyada en la pared del pasillo. Llevaba algo en las manos y movía el pie, impaciente. Tendría unos 16 años y en apenas un mes cumpliría la mayoría de edad. Llevaba el uniforme de Hogwarts y una insignia de 'Premio Anual' sobre el pecho. Los colores amarillo y escarlata y el escudo de la casa Gryffindor lo adornaban.
-Ya era hora- le espetó malhumorada- te quiero en 5 minutos abajo¿de acuerdo?- le dijo apuntándole con un dedo amenazante.
-Que si, que voy enseguida- susurró cansinamente.
La muchacha depositó el uniforme de Gryffindor en sus manos, el sombrero y los zapatos.
-No me des la razón como a los tontos, hermanito, o te las verás conmigo- susurró fulminándolo con la mirada. En el fondo Harry sabía que aquello no era más que un farol y con el tiempo le había perdido el miedo.
-¿Ah si?- susurró con una sonrisita- ¿en serio?.
Inmediatamente Eve se lanzó sobre su hermano, con una rapidez encomiable, lo tiró sobre la cama de espaldas y le sujetó el brazo por detrás. El uniforme y las cosas de Hogwarts cayeron al suelo, a su lado.
-¡Ay¡para¡me estás haciendo daño!- se quejó Harry intentando soltarse.
-Ahora ya no eres tan valiente¿eh?- se burló Eve.
De repente, algo se abalanzó sobre la chica, tirándola hacia un lado. Harry se soltó, se abalanzó sobre su hermana, y su 'salvadora' también.
-¡No te atevas a pegadle a mi hedmano!- exclamó la recién llegada. Era la hermana pequeña de Eve y Harry, se llamaba Molly y era el vivo retrato de su madre, salvo por la sonrisa mellada.
-Ya no eres tan valiente¿eh hermanita?- susurró Harry divertido.
-¡Basta ya, enanos!- gritó Eve intentando soltarse.
-¿Qué jaleo es este?- susurró una segunda voz en la habitación.
Los niños miraron hacia la puerta, liberando a Eve y haciéndose a un lado.
La madre de los chicos, Ginny Weasley, los miraba seriamente, con los brazos en jarras y con un gesto de enfado. Su abultada tripa relucía por debajo de su ancho vestido.
-Ha empezado ella- susurró Harry señalando a su hermana mayor. Ésta lo miró mal y cuando fue a protestar su madre la interrumpió.
-Chicos, portaros bien anda, no quiero tener que enfadarme con vosotros el primer día de clase- dijo Ginny bajando los brazos y quitando el gesto de enfado.
-Pero...- protestó Eve.
-Nada de peros, Eve, tú eres la mayor y la que tiene que dar ejemplo- señaló Ginny- y ahora coge a tu hermana y bajad al salón, vuestro padre os está esperando.
Dicho esto, Eve cogió a su hermana pequeña en brazos, aunque ésta se resistió bastante, y ambas bajaron por las escaleras.
Harry se dio la vuelta y recogió sus cosas para empezar a vestirse, pero su madre lo llamó de nuevo.
-Y tú no te creas que te has librado, jovencito- le reprendió señalándolo con el dedo- porque si vuelvo a recibir otra carta diciéndome que has vuelto a meterte en líos en clase te mandaré de vuelta a casa¿entendido?.
El muchacho asintió con la cabeza, algo nervioso. Su madre podía ser muy convincente cuando quería.
Ginny Weasley se volvió y desapareció por el umbral de la escalera.
Harry se desvistió rápidamente, se puso el uniforme y la túnica de Hogwarts y bajó a desayunar.
Cogió unas tostadas y dos bollos para el camino y se encaminó hacia la entrada. En el umbral le esperaba su familia, su hermana Eve que tenía cogida en brazos a la pequeña Molly y su padre, que sujetaba a su madre de la cintura para ayudarla a bajar los peldaños de la escalera del porche.
Con un último vistazo a su casa, Harry se dio la vuelta y salió al exterior dispuesto a empezar otro nuevo curso de su vida, dirigiéndose a la estación de King Cross.
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Mientras tanto, en un rincón de la estación, un niño de unos 12 años, de cabello rubio, cara redonda y ojos saltones, buscaba en la lejanía esperando encontrar algo o a alguien.
Llevaba en la mano una tortuga, que se movía nerviosa intentando escapar.
-Shhh, estate quieta, Trevor- susurró el muchacho tratando de calmar a su mascota.
La tortuga luchaba desesperadamente por deshacerse del abrazo de su dueño y corretear libre por la estación, igual que su antecesora.
-Cariño¿no deberías estar subiendo ya al tren?- preguntó su madre impaciente.
La mujer, de cabello rubio y ojos saltones, iguales a los suyos, se acercó a su lado, llevando en la mano a su hermano pequeño, Casey, que era el vivo retrato de su padre y no contaría más de 7 años.
-Estoy buscando a Harry, mamá, aún no ha llegado.
-¡Luna!- su padre se acercó desde uno de los vagones del tren, llevaba puesta una túnica larga y elegante- ¿estás segura de que podrás manejarte sola aquí en Londres con el pequeño?
Su mujer sonrió.
-No te preocupes, Neville, más bien deberías preocuparte de tu hijo, está muy distraído desde que llegamos- informó Luna.
El hombre se paró a observar al muchacho, que miraba a la lejanía como buscando a alguien.
-Hijo¿dónde está Trevor?- preguntó algo desconcertado.
El muchacho había dejado caer las manos un segundo y su tortuga había desaparecido.
-¡Oh no, Trevor!- exclamó llevándose las manos a la cabeza.
-Tal para cual- susurró una voz a sus espaldas.
Ronald Weasley y Hermione Granger se acercaban hacia ellos por la estación. Ron llevaba de la mano a su hija, Abby, que había cumplido los 11 años y empezaba su primer curso en Hogwarts, y Hermione empujaba un carricoche, donde dos niños de pocos meses dormían plácidamente, los dos pelirrojos y muy pecosos como su padre.
Ron estrechó la mano de Neville y Luna fue a abrazar a Hermione.
-¡Vaya, qué mayores están ya Rob y Dan!- exclamó Luna observando a los gemelos.
-Si, el tiempo vuela- afirmó Ron con nostalgia.
-Y la pequeña Abby¿empiezas este curso verdad?- preguntó Neville amablemente sonriendo a la niña.
Abby asintió tímidamente.
Tenía el cabello castaño rojizo, muchas pecas y los ojos vivos y de mirada inteligente como los de su madre.
-¿Dónde están Ginny y Draco?- preguntó Hermione extrañada.
Luna se encogió de hombros.
-Ya son casi las 11, se están retrasando bastante- puntualizó Ron.
El hijo de Neville dejó de buscar y se acercó nervioso a ellos preguntando:
-¿No veis por ahí a Trevor?- pasó la vista por todos hasta toparse con la de Abby, la chica sonrió y él se ruborizó hasta las orejas- Ho.. Hola- saludó tímidamente.
Pero, desgraciadamente, algo lo sacó de su ensimismamiento.
-¡Terence!- gritó una voz a sus espaldas.
El chico saltó sobresaltado, tropezó y casi cayó contra el suelo. Se sujetó el pecho intentando reducir su respiración a un ritmo normal y se volvió.
Harry le sonreía abiertamente. Ambos eran compañeros en Gryffindor y muy buenos amigos.
-Me parece que se te ha perdido esto- el muchacho tenía a Trevor en sus manos.
-¡Trevor, por fin...- suspiró tendiéndole la mano para cogerla.
Harry miró a su alrededor, saludó con un gesto a los padres de Terence y a sus tíos y se fijó en Abby. Rápidamente pasó la mirada de la niña a su amigo y sonrió burlonamente.
-Vaya, vaya, vaya... interesante.
Terence enrojeció hasta las orejas y le dio la espalda a su amigo.
Detrás de Harry, venían Draco, Ginny, Eve y Molly. Los demás se reunieron con los recién llegados y se saludaron.
-Toda la familia reunida, cómo debía haber sido siempre- dijo Ginny sonriendo a su marido y cogiéndolo del brazo.
-Y cómo será por mucho tiempo más- prosiguió Hermione mirando la abultada tripa de su cuñada- ¿Cuando sales de cuentas?.
-Dentro de dos semanas, aunque quién sabe- añadió con una sonrisa- yo ya empiezo a sentir molestias.
Draco miró asustado a su mujer y la sujetó por los brazos. Hermione y Ginny rieron a carcajadas.
-Tranquilo, cariño, era broma- susurró Ginny.
Draco suspiró aliviado y se llevó una mano al pecho.
-No me des esos sustos, por favor.
Los demás rieron animadamente observándolos.
De repente, Eve se acercó a su padre, dejó a Molly en el suelo y exclamó señalando hacia sus espaldas.
-¡Ahí llegan los demás!.
El grupo se volvió a mirar.
Acercándose hacia ellos por el andén, se encontraba el resto de la familia Weasley.
Los patriarcas, Arthur y Molly, llegaban cogidos de la mano, tan inseparables como siempre. Ambos estaban retirados y vivían aún en la Madriguera. El paso del tiempo y la vejez habían hecho buena cuenta de ellos, pero en aquel instante rebosaban felicidad mientras se acercaban y saludaban a sus nietos.
Pero no venían sólos. Tres parejas los acompañaban, y con ellos sus hijos.
A su lado, Bill y Fleur sonreían mientras se acercaban a ellos. Bill seguía trabajando para el ministerio y Fleur, como una esposa tradicional, se encargaba de la casa y los niños. A su lado se encontraban sus dos hijos. Danielle de 17 años, que cursaba su séptimo curso en Hogwarts, era compañera de clase de Evelinne; y Gabriel, de 8 años, un chico alto, era el vivo retrato de su padre antes del ataque de Greyback.
También los acompañaban, por supuesto no podían faltar, los gemelos Fred y George, con sus respectivas parejas. Fred iba de la mano de Angelina Johnson, su gran amor de juventud, con la que había terminado casándose, y seguía encargándose de la tienda junto a su hermano George, que estaba casado con Alicia Spinnet. Alicia se encargaba de la casa y ayudaba a su marido en la tienda cada vez que podía, pero Angelina no había pasado por alto su talento para el quiddicth y ahora entrenaba a uno de los mejores equipos del país. Desde que fuera capitán de quidditch de Gryffindor, aquella chica había demostrado su habilidad para el liderazgo en incontables ocasiones.
Las dos parejas se habían casado el mismo día en un 'doble' boda. Para nadie eran ya desconocidas las maneras de Fred y George de llamar la atención.
Había dos chicos a su lado. Conocidos como los sucesores de Fred y George en el colegio.
Greg, hijo de Fred y Angelina, tenía 14 años y era alto, muy parecido a su madre, de cabello oscuro, piel morena y ojos intensamente azules, como los de su padre. Era bastante atractivo y conocida era ya su fama entre el público femenino. Y Freud, hijo de George y Alicia, de la misma edad, tenía el cabello rubio rojizo, muchas pecas y unos ojos grandes y almendrados. Ambos formaban un dúo inseparable.
La familia se reunió y se saludó cariñosamente. Todos formaban un grupo característico en el andén y llamaban bastante la atención entre la multitud.
Molly Weasley se acercó a su hija y la abrazó cariñosamente.
-Oh, cariño¡estás muy flaca¿comes bien, mira que tienes que alimentarte, que viene una nueva vida en camino- dijo la señora Weasley rápidamente preocupada mirando a su hija.
-Estoy bien, mamá- la tranquilizó su hija.
-Y tú cuídala bien, Draco, no se te ocurra dejarla sola con Molly, esa niña es un torbellino- prosiguió la señora Weasley mirando a Draco seriamente.
-Descuide, señora Weasley- dijo Draco sonriendo y mirando tiernamente a su esposa.
Ron se acercó y abrazó a su madre.
-Mamá¿cómo está Charlie, hace tiempo que no sabemos de él- preguntó.
-Oh, cielo, está muy bien, ya sabes, anda con esa rumana de aquí para allá, me gustaría que sentase la cabeza y se casara, pero qué se le va a hacer- explicó la madre.
-Ese si que vive bien- interrumpió Fred.
-Y que lo digas, hermanito- prosiguió George acercándose hacia Ron.
-¿Y a vosotros cómo os va la tienda?- preguntó este a George.
-Genial, Ronnie, la demanda entre los estudiantes de Hogwarts crece cada segundo que pasamos aquí- respondió animadamente.
-Ajá, y cuando decimos segundos, lo decimos en serio, estos nuevos espías que hemos infiltrado en Hogwarts nos están patrocinando muy bien- prosiguió Fred señalando hacia un punto del andén.
Allí estaban sus hijos, Greg y Freud, con varios cachivaches de color chillón en las manos, rodeados por un grupo de alumnos de segundo curso.
-Vaya, vaya, de tal palo tal astilla- bromeó Ron mirando a sus hermanos.
Los gemelos sonrieron orgullosos.
-Yo también tengo una buena sucesora- intervino Hermione observando al grupito que se arremolinaba en torno al dúo y sonriendo a los gemelos.
Eve, con la insignia de prefecto en el pecho, se acercó lentamente hacia ellos. Rápidamente el grupito se disolvió, quedando solamente Freud y Greg a merced de su prima.
-Os pillé- dijo Eve señalándoles con un dedo amenazante.
Los chicos sonrieron maliciosamente y sacaron más cachivaches de los bolsillos.
-¿Y si te hacemos una oferta, prima?- preguntó Greg acercándose más hacia ella.
-¿Una oferta?- preguntó recelosa- ya estáis tramando algo¿eh?.
Los chicos sonrieron y se miraron entre sí.
-Oh, vamos, primita, seguro que te interesa nuestra oferta, tanto como te interesa alguien que yo me sé- susurró Freud maliciosamente señalando con la cabeza a un chico de pelo castaño que se encontraba sentado en el andén, con dos compañeros.
Eve se ruborizó hasta las orejas.
-¿Cómo sabéis...!- empezó, pero rápidamente se contuvo y los miró seriamente- no pienso ceder a los chantajes, pequeños diablillos.
-¡Por dios¡cómo puedes pensar eso de nosotros!- exclamó Greg fingiendo cierta indignación.
La muchacha enarcó las cejas en gesto de desaprobación.
-Bueno, está bien, nos has pillado- reconoció Freud- pero ahora en serio, prima¿no te gustaría saber algo sobre los gustos de 'tu chico'?.
Eve los observó sorprendida.
-Saber cómo atraerlo, tenemos los métodos necesarios para ello- informó Greg.
-Pero, por el contrario- prosiguió Freud- si nos lo requisas todo, jamás sabrás lo que tienes que hacer.
Eve los miró dubitativa y sonrió.
-Está bien, pequeños diabliyos, lo pasaré por alto esta vez, pero antes... – comenzó a decir Eve- venga, dadme todos los trastos que lleváis encima.
Los chicos negaron con la cabeza, sonrientes.
-No, no, no... ese no era el trato, primita- dijo Greg.
-Ah si, si que lo es, y me vais a decir todo lo que quiero saber, si no queréis que le quite 20 puntos a Gryffindor.
Greg y Freud la miraron boquiabiertos.
-No eres capaz de quitarle 20 puntos a tu propia casa- vaciló Freud.
-Ponme a prueba- respondió Eve poniendo los brazos en cruz y mirándolos seriamente.
Los chicos se miraron y, finalmente, muy despacio y a su pesar, vaciaron sus bolsillos y se lo entregaron todo a la chica.
-Traidora- susurró Greg fulminándola con la mirada.
-Esperadme en el último vagón¿vale, voy enseguida- dijo Eve con una sonrisa alejándose cargada de cachivaches hacia Fred y George.
Se plantó frente a ellos, puso todos los trastos en manos de sus tíos y sonrió.
-No os preocupéis, seguro que llevan munición de sobra y esto sólo es una décima parte de lo que llevan en los baúles- afirmó sonriente.
-Hombre, de eso nos hemos encargado nosotros- respondió Fred sonriente.
Eve les guiñó un ojo a sus tíos, besó a su madre en la mejilla y se volvió caminando hacia la locomotora roja que esperaba para partir en unos minutos del andén.
-¡Espera, Eve!- gritó Danielle acercándose hacia ella. A medida que pasaba, todos los jóvenes del andén se quedaban mirándola boquiabiertos. La muchacha había heredado sin duda las artes de seducción de su madre. Sin embargo, esta pasó apartándose la melena rubia de forma elegante sin mirarles y se dirigió hacia su prima.
Eve se volvió y se la quedó mirando extrañada.
-¿Qué pasa?.
-Regina- repuso seriamente- aún no ha llegado.
Eve buscó alrededor del andén¡¿Cómo había podido olvidarse de ella!. Pero, efectivamente, no había ni rastro de la muchacha en las cercanías del andén.
-¡Qué raro!- susurró extrañada- siempre suele ser muy puntual.
-¡Eve¡Danielle!- gritó una voz a sus espaldas.
Eve se dio la vuelta y observó. Dos personas se acercaban caminando hacia el andén. Una muchacha vestida con el uniforme de Hogwarts y los colores de Ravenclaw, de cabello castaño, pecas y piel clara las saludaba con la mano, sonriente. En su pecho brillaba también la insignia de Premio Anual. La acompañaba un hombre de mediana edad, alto, pelirrojo y con gafas. Miraba alrededor del andén, muy nervioso, como si temiera encontrarse con alguien. Caminaba unos pasos por detrás de la chica.
-¡Perdón por llegar tarde!- exclamó Eve acercándose hacia ellas- mi padre y yo pillamos atasco viniendo para acá.
El hombre llegó a la altura de las chicas, todavía nervioso y mirando de un lado a otro e hizo un ademán con la cabeza a modo de saludo.
-Hola, tío Percy- dijo Eve muy secamente, volviendo la cabeza hacia otro lado.
Danielle se limitó a sonreír tímidamente.
Regina observó detenidamente la escena. A través de sus gafas, sus ojos almendrados parecieron adquirir un brillo de resignación.
Percy Weasley, aún no había conseguido arreglarse con su familia, y a muchos de ellos les importaba poco el hecho de que este hubiera hecho una nueva vida por su cuenta sin hacerlos partícipes a ellos.
El tercer hijo de los Weasley se había casado, varios años antes, con Penélope Clearwater, su novia en Hogwarts. La muchacha, preocupada por el distanciamiento de Percy con su familia, había intentando muchas veces, en vano, que este contactará con ellos, lo que provocaba graves malentendidos y peleas con su obstinado marido.
Se habían divorciado apenas 5 años antes, y su hija Regina había ido a vivir con su madre a Londres, mientras que él vivía sólo en una localidad cercana. Su hija lo visitaba con mucha frecuencia en vacaciones.
Durante esos años, Penélope se había encargado de llevar a Regina a visitar a su familia paterna. Pero habían acudido solas.
Ahora, Percy Weasley se mostraba como una sombra de lo que antaño había sido. Un hombre gris y solitario, con la única compañía de su hija y volcado en su trabajo.
La señora Weasley, que se encontraba hablando animadamente con Luna y Ginny, levantó la vista y los vio. Sonrió a las muchachas y se acercó hacia ellos.
De inmediato, Percy, más nervioso de lo habitual, se despidió rapidamente de su hija:
-Cuídate y escribe¿de acuerdo?- dijo mirando hacia la señora Weasley y poniéndose cada vez más nervioso.
Regina no quiso alargar más el sufrimiento de su padre y asintió con la cabeza. Lo besó en la mejilla y sonrió.
Inmediatamente, Percy se dio la vuelta, metió las manos en los bolsillos, y salió de allí, cabizbajo, sin mirar atrás.
La señora Weasley, que ya había llegado a la altura de sus nietas, miró apenada a su hijo, que se alejaba más y más deprisa del andén, hasta que dobló una esquina y desapareció.
Regina se acercó a la señora Weasley y la abrazó sonriente.
-Hola abuela- susurró- te echaba de menos.
La mujer, que hacía esfuerzos para reprimir las lágrimas, sonrió con dulzura a su nieta y cuando se apartaron, acarició su rostro cariñosamente con las manos.
-¡Qué guapa estás, hija!- exclamó contenta- ¿comes bien, te veo un poco delgada. ¿Cómo está tu madre?.
Regina sonrió acostumbrada ante la constante preocupación de su abuela por todos y cada uno de los miembros de su familia.
-Muy bien, abuela, no te preocupes.
Regina volvió a abrazar a su abuela, y lo mismo hicieron Danielle e Eve.
De repente, la locomotora comenzó a echar humo, anunciando su salida del andén. Eve se separó de su abuela y se despidió:
-Tenemos que irnos, abuela, ya sale el tren.
La señora Weasley asintió con los ojos llorosos.
Regina, Danielle e Eve se despidieron de su abuela agitando los brazos y subieron al tren.
Arthur Weasley, que había observado detenidamente todo lo ocurrido desde la llegada de Percy, se acercó a su mujer y la abrazó por detrás, intentando reconfortarla. Incapaz de contener las lágrimas, la señora Weasley se puso a llorar, a la vez que sonreía a su marido, intentando tranquilizarlo.
El resto de la familia y Luna, cuyo marido acababa de subir al tren, se acercaron hacia ellos. Todos los muchachos habían subido para partir hacia Hogwarts.
Los alumnos comenzaron a asomarse por las ventanillas, para despedirse de sus familias.
La nueva generación de Weasleys al completo, acompañados por Terence, que sujetaba a Trevor teniendo cuidado de no dejarla caer, y Neville, que cuidaba a su vez de que su hijo no tropezara y cayera, se asomaron y los despidieron con la mano, mientras la roja locomotora arrancaba y abandonaba el andén.
La familia los despidió hasta que el tren tomó una curva y desapareció de su vista. Un nuevo curso comenzaba, una nueva vida. La nueva generación estaba en camino. Un nuevo trío, como antaño, habría de formarse, igual de sólido e inquebrantable que el anterior.
Mientras el resto de la familia caminaba dispuesta a salir del andén, Draco, Ginny, Ron, Hermione y Luna se quedaron mirándose. La nostalgia de aquellos años que pasaron en Hogwarts se reflejaba claramente en sus ojos. Esos años quedaban ya muy lejanos para ellos, pero los recuerdos y la añoranza de aquel tiempo permanecerían para siempre en sus corazones.
Draco tomó en sus brazos a la pequeña Molly y cogió a su esposa de la mano. Hermione empujó el carrito de los gemelos, que seguían durmiendo tranquilamente ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor, y Luna cogió en brazos al pequeño Casey, y juntos caminaron lejos del andén, para continuar con sus vidas.
Fin
