Mientras corria en todas direcciones, dando así vueltas por el santuario como una peonza, Shura le preguntó a Jacinta:

A ver, Jacinta, cómo coñes conseguiste este Rimmel?

Y Jacinta le contestó

- BEEEEEEEEEE! BEEEEEEEEEEEE! BEEEEE!

Como está escrito: las cabras no hablan. Shura, de todas maneras, lo entendió. Así que era eso: Saori envidiaba las pestañas tan bien cuidadas de Afrodita y envió a Tatsumi a robarle el Rimmel, pero Tatsumi, torpe (y gilipollas) como es, se tropezó en las con un trozo de donut congelado que le había caído a Camus en las escaleras, y el tubito bajó

hasta el corral de jacinta, que se lo cascó pensando que era una barra de chocolate negro.

Así pues, Shura estaba en peligro si no conseguia un dinerillo rápido. Entonces recordó un lugar cerca de donde él se entrenaba, allí en los pirineos: Biarritz, ciudad fronterera de Francia, dónde tenían un famoso casino. Así que que pilló un pasaje de avión barato y tras impedir heroicamente que a Jacinta le diera por vomitar allí arriba.

Tras instalarse allí, Shura se acercó al casino con sus mejores galas: es decir, con la armadura de oro y una pajarita. Como es obvio, no le dejaron pasar, pero a Jacinta sí.

Shura corrió hacia un Carrefour que habá por allí y se compró un smoking y una bolsa de Cheetos de los que se te quedan enganchados en los dientes. Entonces volvió a entrar. Esta vez le dejaron pasar. El aliento de Shura olía a Cheetos. Se abrió paso entre el gentío a patadas. Allí estaba: La mesa de ruleta.

Shura decidió apostar fuerte, y cambió los 5 euros que llevaba por una ficha. Apostó al 13 rojo... Y perdió, claro. Sin guita en un casino... Intentaron echarle, pero el llevaba Excalibur oculto en el brazo... Y partió el casino en dos, cargándose de paso a todos los jugadores de su alrededor. Y el casino se partió justo en el punto donde se encontraba la caja de caudales subterránea. Shura no dudó: saltó abajo, cogió todo lo que pudo, agarró a su cabra, que estaba jugando al blackjack con unas ovejas merinas, y corrió tanto como pudo.

Al fin, en País, Shura le compró a Afrodita el puñetero Rimmel, pero cuándo se lo llevó al templo, la catástrofe se hizo patente:

Esto no es Rimmel, es Pinauuuuuuuuud! QUIERO MI RIMMEEEEEEEEEEEEEEL!-

Gritó el sueco que no se hacia el sueco mientras lanzaba encima de Shura un camión entero de Interflora. Mientras tanto, Jacinta se comía el Pinaud, y Kiki recogía lo que quedaba del Rimmel y lo aprovechaba como tinta para dibujar sus historietas de Mu, la ovejita gay de Jamir, sin saber que su maestro se le acercaba por detrás blandiendo un misil Sidewinder...

FIN