Sue alcanzó por fin el otro extremo y se deshizo rápidamente de los patines. Había visto a Celine haciendo un gesto de saludo por el rabillo del ojo y no quería hacerla esperar.

- Vamos, Sue, he dejado el café puesto en casa. Me la voy a encontrar en llamas

Sue sonrió y llegó junto a su amiga, que la agarró del brazo y se arrimó a ella mientras caminaban hacia el apartamento, cercano a la plaza Rockefeller, donde solían quedar.

- Brrr, qué frío. Esto es espantoso.

Celine era una de esas amigas que conservaba desde su época universitaria. Aunque ella había estudiado filosofía y Sue había hecho ciencias físicas se veían muy a menudo ya entonces y había seguido a su lado después del "accidente" con el cohete.

- Por cierto¿quién era ese tipo de casi dos metros al que te abrazabas?

- ¡No me abrazaba! – protestó Sue con fingida indignación

- Vamos, si le tenías los brazos echados al cuello. Bueno no me extraña, me ha parecido bastante guapo, así desde lejos. ¿No será amigo tuyo? Me lo podrías presentar…

- Sólo es un entrometido. Como todos los de su profesión

- ¿Un periodista? Qué mala suerte. Bueno, por lo menos no te vio Reed…

Aquí a Sue se le cambió la expresión del rostro. Lo llevaba oculto pero Celine lo notó en sus ojos, que se le apagaron.

- Sí… Por lo menos no me vio… Aunque podría haberme visto… Podría acompañarme a patinar alguna vez, para variar

- ¿Qué pasa¿Habéis vuelto a discutir?

- Pasa lo de siempre, Celine. – aquí Sue se arrancó. Necesitaba desahogarse – Con él siempre es la ciencia primero y la vida después. Llevo detrás de él desde que tenía doce años y es que ya estoy cansada. Ahora tengo 23 y seguimos igual. Yo sé que le gusto pero no hace nada. Le basta con saberlo y con que yo esté a su lado pero no mueve ficha. A veces me planteo si no es hora de dar un paso adelante y tratar de conocer a otra gente… Por muy difícil que esto parezca dada nuestra situación actual. No va a cambiar, Celine, yo pensaba que sí pero lo cierto es que Reed es como es y yo necesito algo más en una pareja. Y quiero salir y hacer cosas; si él quiere pasar el resto de sus días como un ermitaño… ¡pues peor para él!…

- Sue… - Celine estaba preocupada por su amiga. Tenía los ojos empañados y hablaba con furia – Él siempre ha sido así. Creía que su devoción por la ciencia era lo que te llevaba a admirarle tanto…

- Hay un momento en que la devoción hay que dejarla a un lado. Necesito un hombre que me quiera, Celine, y no a su manera, sino en una relación de igual a igual. Estoy harta de ser su alumna y su ayudante… Me siento frustrada

- Ya… Hay un momento en que el necesario dar el paso. No vas a estar toda la vida esperándole

- Exactamente. En fin, ya hemos llegado.

Mientras, Clark y Chloe habían dejado los patines.

- Te voy a llevar a un buen sitio, ya verás. Hacia las 7 me llamará mi contacto para darme el teléfono del cuartel, así que tenemos tiempo hasta entonces

- Bueno, pero no estaría de más que me dijeras adónde me llevas

- Ya casi estamos

De repente Chloe se paró frente a un inmenso rótulo. Clark leyó en voz alta

- Spa & Spirit… ¿Un centro de masajes?

- No. El mejor centro de masajes de todo Nueva York. Soy adicta a la chocolaterapia. Tienes que probarla

- Chloe, este plan no me convence nada…

- Venga, te va a encantar. Mira, te embadurnan en chocolate y luego ponen una especie de plástico…

- Y se te queda todo el cuerpo pringoso… Qué manera de tirar chocolate…

- Anda pasa

Empezó a repasar la carta de servicios mientras Chloe se dirigía hacia el mostrador. Repasó rápidamente las opciones. Casi todo era recomendado para la celulitis o para hidratar la piel. Tampoco quería ir al Solarium, no iba a aparecerse en la oficina de Perry White con un bronceado…

- Entonces me han dicho que va a ser un masaje con chocolate y el otro…

Clark levantó la mirada y vio a la recepcionista y a Chloe con los ojos clavados en él. Repasó rápidamente las opciones de nuevo: masaje con miel, masaje shiatsu, masaje con flores, masaje con piedras…

- Con piedras. Uno con piedras…

- Muy bien. Pasen por aquí…

- Sabía que ibas a coger el de las piedras – le susurró Chloe

- Los otros son para tías

- Bueno, pásalo bien, nos vemos luego

Era la primera vez que Clark se metía en un sitio de aquéllos. Chloe siempre se las arreglaba para liarlo. De hecho llevaba toda la tarde haciéndolo. Estaba bien, le sacaba de la rutina, conseguía que experimentara cosas nuevas.

- Desvístase y póngase esta toalla. Luego puede tumbarse boca abajo y esperar a su masajista. ¿Prefiere una chica o un chico?

- Chica, una chica – las dos opciones parecían malas pero la primera era sin duda menos mala. Se preparó como le había dicho y al cabo de unos segundos apareció una mujer joven de aspecto latino, camisa ajustada y la melena rizada enmarcada por un pañuelo

- Buenas tardes, yo soy Clara

- Hola

- Me han dicho que has pedido un masaje con piedras¿no?

- Sí

- Bueno, pues espera un momento que acerque el horno y el congelador

- ¿eh?

- No te preocupes, que las calientes sólo están a 60º - le dijo la chica guiñándole un ojo – Bueno, haremos un precalentamiento con masaje sueco mientras se preparan – se untó las manos con aceite e hizo una primera pasada larga por la espalda – uf, te veo muy tenso¿eh? Relajar estos músculos nos va a llevar un rato…

- Bueno, tampoco te empeñes demasiado… Cuéntame más de lo de las piedras

- Pues mira, nosotros utilizamos distintas rocas volcánicas y luego sacamos el mármol del congelador, los cambios de temperatura son muy relajantes… - la chica seguía intentando hundirle suavemente los dedos para trabajarle los músculos pero éstos eran muy poco flexibles – Oye, debes ir cantidad al gimnasio, porque te veo muy poco moldeable. Haremos un masaje más superficial y más sensitivo¿te parece?

- Vale

Al principio la chica iba muy despacio, casi como una caricia, pero luego se animó más y le dejó la piel caliente con las fricciones. Más tarde estaba lo de las piedras, redondas y suaves, recién salidas del horno. Las rulaba por su espalda y luego cogía otras planas y se las distribuía a lo largo de la columna.

- Te voy a dejar un rato para que descanses. Volveré para lo del mármol. Te puedes dormir si quieres… - le despidió con una sonrisa, le puso un cd con ruido de mar y le apagó las luces. Desde luego daban ganas de dormirse. Gracias a su superoído la escuchó hablar en el pasillo con una compañera

- Uf, así no hay quien trabaje…

- ¿Por qué¿por lo bueno que está?

- No. También, pero no, es que lo de este chico es como estar sacándole brillo al alabastro…

- A lo mejor es que le da corte lo de los masajes

- No sé, con el sensitivo parecía bastante a gusto. Pero… No sé

Se acercó otro chico, que se añadió a la conversación

- ¿Qué tal tu chocolaterapia? – le preguntó su compañera

- Bueno, ya sabes como va… Chloe tiene un cuerpo precioso y todo ese chorreo de chocolate caliente…

- Sabemos que ella te gusta ¿por qué no le dices algo?

- No sé. Es clienta habitual, además no sé si está interesada…

- Siempre pide que se lo des tú. Yo creo que sí está interesada – dijo Clara

- Yo también lo creo – dijo la otra chica

- ¿Por qué no le quitas el chocolate con la lengua? Seguro que aprecia esa nueva variante del tratamiento… - Clara se reía maliciosamente

- Sois malísimas, de verdad, tenéis un peligro… Menos mal que soy un profesional y sé concentrarme

- Sí, eso mismo dicen tus pantalones cuando sales de "chloecolaterapia"

- Me voy de aquí. Os dejo con vuestro aquelarre.

Clara y su compañera se reían a carcajadas. Clark estaba escandalizado de oír aquello. A lo mejor tendría que haber hecho caso a Chloe y haber pedido la famosa chocolaterapia, "choclaraterapia" en este caso.

Al cabo del rato volvió Clara y cambió las piedras volcánicas por el mármol recién sacado del congelador. A ella le extrañó que no protestara. Todos los clientes protestaban en este punto, cuando las piedras heladas tocaban la piel.

- Vaya aguante tienes… ¿No te molesta el frío?

- Estoy acostumbrado. Hago expediciones al polo de vez en cuando

- ¿De verdad?

- Sí, de verdad…

- ¿Y eres de Nueva York?

- No, estoy de paso

- Vaya, qué pena. Bueno, si vuelves acuérdate de nosotros y haznos una visita. Ya estás listo. Te dejaré para que te vistas – Se inclinó sobre él y le dio un beso en la mejilla – Hasta luego, Clark – le guiñó un ojo antes de desaparecer por la puerta.

De vuelta en casa de Chloe se pusieron a hacer la famosa llamada, a ver si había suerte. Ella se sentó en la cama, cerca de Clark, por si tenía que echarle un cable. Al otro lado del teléfono se escuchó una voz masculina.

- Cuartel de los cuatro fantásticos. Soy el Dr. Richards

- Quería hablar con la señorita Storm

- ¿Quién le digo que la llama?

- Clark Kent

- ¿Y de que institución?

Aquél tipo era muy desconfiado. Clark movió la cabeza negativamente mientras miraba a Chloe con preocupación. Se resistía a revelar que era periodista, pero tampoco quería mentir

- Dígale que soy el chico del patinaje

Se hizo un momento de silencio al otro lado del teléfono

- Bien, un momento

Al cabo de unos segundos escuchó por el auricular la dulce voz de Sue Storm

- Buenas noches, señor Kent. Parece que no entendió bien lo que le dije esta tarde en Rockefeller

- Mi periódico me ha enviado aquí para cuatro días. No puedo quedarme en el hotel viendo la televisión por cable…

- ¿Cuatro días¿Y va a estar llamando al cuartel durante todo ese tiempo?

- Lo cierto es que me gustaría volver a verla. Creo que la puse en un compromiso durante nuestro encuentro en la pista y… Me gustaría disculparme debidamente…

Sue notó como Reed se había quedado en el marco de la puerta, con la antena puesta. Quizás era una buena oportunidad para llamar su atención, para hacerle caer en la cuenta de que ella existía como mujer, además de cómo científica…

- Sí, tampoco yo me despedí de una forma muy cortés… Le propongo algo, quedaremos esta noche y así podré explicarle personalmente por qué no puedo concederle la entrevista que quiere

- Hecho. Prometo no presionarla

- Eso espero. Como sabe tenemos algunas dificultades para pasar desapercibidos en esta ciudad, pero hay un lugar donde siempre tenemos un reservado, una zona privada, se llama Kalahari, como el desierto. ¿Le parece bien a las diez?

- Me parece bien. Allí estaré

- Hasta luego

Sue colgó el teléfono y esperó la reacción de Reed, que no se hizo esperar

- ¿Vas a salir?

- Sí, estaré en el Kalahari, por si me necesitáis

- Ese patinador no será por casualidad periodista… Ya sabes cuál es nuestra política. Al final lo tergiversan todo…

- No, Reed, no es periodista, – mintió Sue, mientras suspiraba con hartura. El sabía que estaba mintiendo y ella sabía que él lo sabía pero no le importaba – sólo es un chico que he conocido en Rockefeller…

- Bueno, ten cuidado, Sue. No sabemos de quién se trata. Podría ser una trampa…. Intenta no volver muy tarde para no preocupar al resto del equipo.

Reed estaba preocupado pero no porque pudiera ser una trampa sino más bien por el pinchazo de celos que sentía en estómago. Disimulaba bien detrás de aquella fachada protectora que a Sue le repateaba, principalmente porque no dejaba sitio para nada más. Esa actitud paternal y tutelar de Reed era todo lo que conseguía de él. Ésa parecía ser su única forma de quererla. A su manera, ausente de pasión. Sue fue a arreglarse para su cita. No recordaba haber quedado nunca con otro hombre aparte de Reed Richards. Siempre él. Aunque quizás sólo eran consideradas citas por parte de ella y ahora ya no eran citas ni siquiera sino una convivencia cómplice y acomodada. Ella tenía que darse la oportunidad de vivir una relación como cualquier otra mujer.

Mientras se perdía en sus pensamientos había terminado de maquillarse. Se recordaba a aquella Sue de dieciocho años que había ido a Hollywood para intentar ser actriz y que explotaba toda su belleza y sensualidad. Hacía tiempo que había sido seducida por la carrera científica y había abandonado aquellos sueños pero le gustaba sacar de nuevo partido a su lado más femenino. Se puso camisa, falda, y tacones y se abrigó hasta embozarse el rostro de nuevo. La larga coleta rubia le caía desde un recogido alto y sus mechones le iban formando bucles a lo largo de la espalda. Se cruzó en la entrada con Reed, que no podía dejar de mirarla y se mordía los labios al verla tan preciosa. A sus 34 años, después de 11 de conocerla, Reed seguía cautivado por ella.

- Estás guapa

- Gracias Reed

- Quería ser él quien la acompañara pero era incapaz de ponerlo en palabras. Estaría fuera de lugar. Ella salió por la puerta.

- Sue…

- Dime

- Intenta pasarlo bien

Ella se le quedó mirando un instante. No podía soportar que le dijera siempre lo contrario de lo que sentía, que el cerebro se impusiera al corazón de aquella manera. Si lo que quería decir era "no te vayas, quédate"¿por qué se escondía tan cobardemente?

- Hasta luego

Sue se alejó a grandes pasos por el pasillo, dejando a Reed sumido en su impotencia y su sufrimiento particular.