Hacia las 4 de la mañana Sue ya había cabeceado unas cuantas veces y se había recostado a lo largo de la parte que le tocaba del sofá. Se quedó dormida mientras murmuraba algo sobre lo difícil que era para ella algo tan sencillo como ir a comprarse ropa y cómo desde que eran tan famosos a veces le daba hasta vergüenza ir a las tiendas. Clark sonreía mientras ella hablaba y hablaba a lo largo de la noche. Le había contado muchas cosas de su etapa en California y de la universidad y de lo diferente que había acabado siendo su vida ahora que tenía que ejercer de Chica Invisible. A Diana Krall habían seguido Norah Jones y Alicia Keys y Joni Mitchell… Y Clark seguía sin tener sueño y seguía mirándola, incluso cuando ella dormía y se planteaba, como siempre que llegaba a este punto, cómo iba a explicarle que él no era sólo Clark Kent, que también tenía responsabilidades más allá de las de cualquier ciudadano normal, que la entendía cuando ella le hablaba de sacrificio y de presión y de lo mucho que a veces añoraba llevar una vida normal y corriente. Que ojalá pudiera hacer por unos instantes que ella fuera sólo Sue Storm y él sólo Clark Kent y no hubiera tanto por lo que temer. Tener que llevar una relación con una mujer que ponía la suya propia en peligro cada dos por tres… Era algo realmente difícil de asumir. Estaba acostumbrado a proteger a las personas que amaba hasta las últimas circunstancias, no a quedarse mirando mientras se exponían al peligro.
La cubrió con una manta que Celine tenía a un lado del sofá. ¿Dónde podría haber flores a las cuatro de la mañana? Seguramente podría ir y volver del aeropuerto en cinco minutos, pero cómo iba a entrar en el apartamento de Celine luego… Demasiado complicado. Escribió una nota: "te dormiste en lo más interesante, estoy deseando oír el resto. Llámame. Te debo unas trufas". Le dio el teléfono del móvil y luego sujetó la nota entre las manos de dos angelitos de adorno que Celine tenía en una mesa auxiliar junto al árbol. Al lado le dejó su bufanda. En un último caso tendría que llamarle para devolvérsela.
Salió silenciosamente. La acera frente a la casa de Celine estaba llena de nieve, a lo mejor podía hacer algo más. A toda velocidad apiló tres bolas, cogió unas ramas y le hizo un muñeco que miraba hacia la puerta. En la cara le puso unos caramelos de fresa que le habían dado en el avión y le hizo una sonrisa. Sopló al muñeco para que se congelara y no se derritiera antes de tiempo y entre las ramas le enganchó un cartel: "Sue, llama a Clark". Bueno, ahora sí que se podía ir. Tendría que tener mucho cuidado de no despertar a Chloe al volver.
Eran las 8 de la mañana cuando Sue abrió los ojos de repente y se horrorizó de la hora. Sus compañeros la iban a matar y sobre todo Reed. Se extrañaba de que no hubieran llamado ya. Decidió llamar a su hermano:
- Johnny, soy Sue.
Todavía no se había levantado y tenía la voz de sueño
- Ah… ¿Qué tal Sue?
- Oye, estoy bien. Me quedé a dormir en casa de Celine
- Sí, no te preocupes, ya nos dijo Reed que tenías una cita y que ibas a salir hasta tarde. Que no nos preocupáramos
- ¿Eso os dijo?
- Sí, vente cuando puedas para que hablemos sobre lo del nuevo plan de seguridad para la ciudad
- Voy para allá
Al incorporarse vio la nota de Clark entre los angelitos y la bufanda y se sonrió. De repente sonó el timbre. Era Celine.
- Hola, quería llamar, no fuera que estuvieras todavía con…
- Ya se ha marchado
- Me lo imaginaba. Por eso que te ha dejado ahí – dijo, señalando el muñeco – Es increíble cómo sigue congelado cuando casi toda la nieve de la acera se ha derretido. ¿Ha estado bien?
Sue sonreía al ver el muñeco, con sus ojos de caramelo y sus brazos de rama sujetando el cartel
- Muy bien. Celine, me tengo que marchar ya mismo
- De eso nada. Tú te quedas y me cuentas
- Me van a matar en el cuartel…
- Sólo mientras desayunamos… Por favor
- Está bien – le dijo Sue con una sonrisa
Al cabo del rato Sue estaba ya de uniforme, sentada en la mesa de reuniones, con el pelo no tan bien recogido como de costumbre y los ojos enrojecidos de haber dormido sólo cuatro horas. Reed fue el primero en entrar. Le evitaba la mirada
- Hola Sue
- Reed, si hubiera sabido que había reunión… Habría vuelto antes
- No te preocupes, lo importante es que estás aquí
- Estuve en casa de Celine, me quedé dormida
- No… No hace falta. De verdad, está bien
La reunión del equipo con el delegado de Naciones Unidas fue larga. Reed estaba más callado que de costumbre y no parecía concentrarse. De vez en cuando se quedaba mirando a Sue, con esa expresión grave que tenía en la mirada y apenas conseguía disimular su preocupación. Tampoco había debido pasar la mejor de las noches, puesto que de cuando en cuando se restregaba los ojos, intentando centrarse en el papeleo que tenía delante. Fue Ben el que prácticamente se ocupó de dar la réplica y exponer el punto de vista del equipo ante las nuevas medidas dentro del plan de seguridad y fue Johnny el que tuvo más iniciativa a la hora de plantear nuevas soluciones. Sue se sentía culpable por haberse ausentado durante toda la noche sin avisar y Reed tenía una expresión más severa que nunca, a pesar de que sus palabras quisieran quitar hierro al asunto.
Al terminar, ella se retiró a su cuarto para darse una ducha y Reed se quedó a solas con Ben
- Llevamos demasiado tiempo juntos como para andarnos con rodeos. Tienes que hacer algo y tienes que hacerlo ya – La Cosa era el ser que mejor conocía a Reed Richards, aparte de la propia Sue.
Reed se recostó contra la silla, liberando la tensión que tenía dentro del cuerpo
- Escucha, Reed. Cuánto tiempo creías que las cosas iban a seguir así. Sue es muy joven y gusta mucho a los hombres. Lleva esperando una palabra tuya desde que tenía doce años. Prácticamente has empujado a la pobre chica a que se busque otra cosa…
- Tienes razón, Ben – Reed se pasaba la mano por la frente con preocupación. Le dolía la cabeza – Siempre has tenido razón. Todas aquellas veces que me dijiste que la invitara a algún sitio o decirle lo guapa que estaba o prestarle algo de atención… Pero siempre surgían cosas. Siempre he buscado excusas para seguir centrado en mis investigaciones. He descuidado terriblemente lo que sentía por Sue… Y lo que ella pudo sentir por mí alguna vez.
- Ella aún te quiere, sin duda. Un amor tan duradero no se borra con un par de piropos por parte de cualquier pretendiente de tres al cuarto. Tienes que ponerte en tu sitio, decirle a Sue lo que sientes por ella y darle algo tangible, donde se pueda agarrar
- La verdad es que muchas veces imaginé mi futuro junto a ella pero nunca encontré el momento ni la forma de darle la relación que necesita…
- Ese momento ha llegado, amigo. Deja de reflexionar entre los álbumes y los recuerdos del pasado, como hiciste anoche – Reed se sorprendió de verse así descubierto por su amigo – y ponte a actuar. Os conozco a ti y a Sue desde hace mucho y estáis hechos el uno para el otro
La Cosa puso su mano de roca sobre la mano de su elástico amigo
- Gracias Ben
Susan terminó de darse la ducha, se envolvió en una esponjosa toalla blanca y encendió el aparato de música. Seleccionó el CD de U2 hasta que encontró lo que buscaba: Stay, Faraway So Close, una canción que la relajaba y la hacía soñar y que había tenido en la cabeza desde el día anterior. La bufanda de Clark estaba sobre la cama. Ella se recostó y aspiró el perfume penetrante que había quedado en la prenda, uno de esos caros e intensos que a saber qué les echan porque parece que te recorren el cuerpo por dentro. "Faraway, so close… Up with the static and the radio. With satellite television, you can go anywhere..." Aquel olor era como un abrazo que la llevaba de vuelta al momento en que él había estado con ella sobre el sofá. La había estrechado entre sus brazos, contra su cuerpo atlético envuelto en aquella elegante camisa. Recordaba cómo la había besado, con dedicación y paciencia pero trasmitiéndole todo el deseo que sentía por ella. Un beso con una clara vocación sexual cuyo sólo recuerdo le abrasaba el corazón. Miró el teléfono. Aún era pronto para llamarle. Tendría que esperar.
Clark por su parte se había levantado a las diez, acumulando casi seis horas seguidas de sueño. Chloe ya se había marchado y le había dejado una nota sobre el frigo:
- ¡Me acosté de madrugada y aún no habías vuelto! Vaya cachondeo. Ya me contarás.
Clark se sonrió y cogió unas tortitas que Chloe había dejado tapadas junto al fuego.
Lo primero que hizo al salir a la calle fue ir a comprar las tabletas de chocolate, la leche condensada y el licor que necesitaba para las trufas. En el supermercado estaba feliz. Le ilusionaba la idea de volver a ver a Sue a la tarde y cada diez minutos miraba el móvil por ver si había alguna llamada o algún mensaje. Seguramente estaría ocupada en algo importante. Sentía tentaciones de llamarla pero no quería agobiarla ni que se molestase. Tendría que esperar.
Salió del supermercado silbando una canción absurda que se le había pegado de la megafonía y volvió rápidamente a casa de Chloe. Una vez hubo terminado las trufas salió dispuesto a aprovechar el día de visitas. Había un lugar que le atraía especialmente: las salas de arte egipcio del Metropolitan, un inmenso edificio lleno de tesoros. Para verlo completo hacía falta varios días. Era su museo favorito de Nueva York y por fin tenía la oportunidad de visitarlo.
Le gustaban especialmente los relieves y las estatuas a partir del Imperio Medio. Alquiló unos auriculares y se saltó las salas del Imperio Antiguo porque, si no planificaba bien las visitas a los museos, acababa dedicando demasiado tiempo a cada vitrina del principio y las del final las tenía que pasar por encima y corriendo. En el Metropolitan tenían algunas piezas muy valiosas, incluyendo algunas del reinado de Akhenaton. Quizás no eran tan famosas como las del Louvre o el Museo Británico pero no dejaban de ser preciosas y de demostrar una maestría técnica que no tenía nada que envidiar a las otras. Le gustaba mucho la parte de los relieves y las pinturas de la vida cotidiana por todos los detalles que tenían las escenas y lo complejas que eran. Al final de las salas de Egipto estaba una de las mayores joyas del museo, que Clark conocía y estaba deseando visitar: el templo de Dendara, dedicado a la diosa Isis. Éste había sido donado por el Gobierno de Egipto a los Estados Unidos en agradecimiento por la ayuda en el traslado de los templos de Abu Simbel y tenía un lugar privilegiado dentro del edificio.
Allí estaba, perfectamente recreado dentro de un inmenso pabellón de cristal. Una avenida espectacular, flanqueada de plantas de papiro, lotos y otra vegetación de la zona, enmarcada de fuentes y acequias, era la lujosa bienvenida a los visitantes. El sonido del agua hacía eco en el techo del pabellón y resultaba muy relajante.
Observando la inmensa construcción, se dio cuenta de que dos operarios se encontraban ajustando varias de las placas de cristal que conformaban el techo. Cuando estaba observando los relieves de una de las columnas, le alertó el sonido del metal de las juntas desprendiéndose y el cristal resquebrado. Parte del techo estaba a punto de desplomarse.
Utilizó su velocidad para entrar por un lateral del templo y cuando salió por el lado opuesto ya no quedaba nada de Clark Kent, sólo Supermán.
Las placas ya caían hechas pedazos sobre el templo y los visitantes. Uno de los operarios había perdido el equilibrio y también se precipitaba al vacío, mientras que el otro quedaba suspendido en el aire, agarrado a la construcción. Recogió primero al operario que caía, mientras que con el otro brazo apilaba los enormes trozos de las placas como si fueran platos en la cocina de un restaurante. Cuando la situación estuvo controlada, subió a rescatar al segundo trabajador y a soldar el metal con su visión calorífica para atajar el problema.
Después desapareció de la vista de los visitantes y al momento reapareció Clark Kent, saliendo del lateral del templo.
- No sabe de la que se ha librado, amigo – le comentó un turista orondo, de barba blanca y gorra calada – Gran parte del techo se ha desplomado. Menos mal que apareció Supermán
- ¿Ah, sí¿ha estado Supermán aquí¿en Nueva York?
- Sí, mire, lo he grabado todo con mi videocámara…
- ¿Me lo deja ver?
Efectivamente, el hombre había llegado algo tarde pero se podía ver a Supermán en el segundo rescate y soldando las juntas. La cámara tenía poco zoom y la calidad era escasa pero la figura era claramente identificable. Para el mediodía las imágenes estaban ya en todos los informativos
Sue se sorprendió cuando pasó por delante de la pantalla en la sala principal y se encontró con las imágenes, algo pixeladas, del hombre de acero. Reed estaba sentado en la sala, mirando la noticia con interés
- ¿Qué ha pasado, Reed?
- Parece que ha habido un accidente en el museo…
- Pero¿qué estaba haciendo aquí Supermán¿en Nueva York?
- No lo sé, Sue. Supermán viaja mucho. Estaría cerca y creería su deber ayudar
- Bueno, como si no nos estuviera costando que la gente de la ciudad nos aceptase…
- Lo importante es que él estaba allí y evitó que hubiera heridos
- Tienes razón…
Sue se alejó de la sala y dejó a Reed sumido en sus pensamientos. Al cabo del rato entró Ben y se sentó con él en la mesa de la sala:
- ¿Ya has hablado con Sue?
- Aún no. Ben… Esto del Metropolitan…
- Dime
Reed se quedó pensativo
- Nada. Es una tontería
- Bueno, si tú lo dices…
