Reed había dejado que la lluvia le calara por completo. Desde la azotea del Baxter podía ver los rayos llenos de fuerza recortados en el horizonte, hiriendo el cielo nocturno con sus latigazos, removiendo la tierra bajo sus golpes. Así sentía Reed su espíritu, arrodillado ante la naturaleza evidente de su derrota, agitado y desesperado como si estuviera a merced de los fenómenos atmosféricos más violentos. Sentía cómo por fin se iba inclinando dolorosamente ante las embestidas del oleaje de aquella pasión. Tenía ganas de destruir todo aquello que decía alguna vez haber amado pero que en realidad le había impedido conservar a la persona a la que necesitaba realmente. Hubiera querido reducir a cenizas con sus propios puños todos los proyectos que alguna vez habían tenido importancia. Finalmente la tempestad había podido con él, el orgulloso Reed Richards, resistente pared de piedra frente a las caprichosas necesidades del alma humana.
De pronto sintió cómo una mano le subía por detrás de la nuca y se deslizaba por entre sus cabellos mojados. Luego las dos manos, las manos compasivas y delicadas de Susan, acariciando sus sienes plateadas, la marca de su transformación mutante. Le cogió una de las manos y apoyó su rostro contra la palma caliente y se la besó. Luego se dio la vuelta, ella llevaba un paraguas, con el que cubría a los dos. Él ni siquiera se había dado cuenta de que ya no se estaba mojando
- Sue, pensé que no volverías esta noche
- Ben me dijo que estarías aquí. También me contó que me seguiste hasta el hotel. Tenías algo que decirme, al parecer…
- Son tantas cosas… - Reed tragó saliva. En el rostro se le adivinaba el agotamiento debido a su lucha interior. El sufrimiento que le había causado el pensar que la perdería definitivamente – pero lo principal es que me he dado cuenta – cada palabra que le salía del pecho lo hacía lenta y dolorosamente, como si se llevaran su sangre poco a poco – de que todo en mi vida se ha quedado sin sentido... Por ti
Se hizo el silencio entre los dos. Susan no dijo nada y quedó esperando. Él volvió a tomar aire y continuó, rendido su orgullo y su resistencia, cansado, hablaba costosamente
- Sé que parece absurdo que te lo diga a estas alturas pero te necesito tanto que me cuesta respirar cuando te vas. Sabes que nunca vas a encontrar a nadie que te quiera más que yo¿verdad? Porque tú eres quien mantiene juntos los átomos de mi cuerpo y quien le dice a mis pulmones como tienen que respirar y a mi corazón cuando tiene que latir. Y sin ti estaría tan perdido que ni las leyes biológicas o físicas podrían evitar que me desintegrase
Mientras le escuchaba, Susan sentía como el sufrimiento de él se le transmitía e iba encharcando su propio espíritu y se le desbordaba hasta asomarse a sus ojos. Y cuando él termino ella le dijo
- Yo sólo fui al hotel para decirle adiós a todo lo que no fueras tú. Sólo te he querido a ti, todo este tiempo. Yo sólo puedo ser tuya, Reed
Él la miró un momento en el que le pareció que todas sus emociones se le agolpaban en el pecho y la abrazó en un arranque, haciendo que ella dejara caer el paraguas y se besaron como si la pasión de tantos años sólo hubiera apuntado hacia este momento único, con la desesperación de lo que se ha deseado largo tiempo y por fin llega y estalla repentinamente. La lluvia de la tormenta les empapaba y las gotas rodaban por sus rostros, junto a sus labios inseparables y sus brazos que anclaban el cuerpo del otro en el propio. Sólo querían más, llegarse hasta las raíces de los nervios y la médula de los huesos, hasta el núcleo de las células, hasta donde se pudiera llegar. Así que Reed la cogió en brazos y la llevó en el ascensor hasta a su apartamento, sin dejar ni un minuto de besarla, sin separarse de sus labios carnosos y dulces
La acostó sobre su cama y a la media luz de la mesilla se desnudaron el uno al otro y cada momento parecía único y preciado, lleno de sentido, incomparable en el tiempo. Reed no podía dejar de mirarla, fascinado por aquella sensualidad, sus dedos enredados en la empapada melena rubia, sus ojos cautivos de las curvas de ella, de la textura de su piel. La intensidad de aquel momento le parecía que podría desafiar la lógica de todas las cosas. Le hizo el amor durante toda la noche, con una devoción y una entrega sin reservas, ofreciéndole ternura y pasión a partes iguales, con paciencia, hasta que se hubieron dicho todo lo que no se habían dicho nunca, hasta que se hizo de día y no tuvieron fuerzas para seguir besándose y diciéndose lo mucho que se querían
Por la mañana ella dormía entre los brazos de él, que la miraba en silencio, adicto por completo a aquella sensación y a la visión de sus cuerpos entrelazados. Ella suspiró levemente de cansancio y le sonrió al elevar la cabeza para mirarle. Tenía una sensación de plenitud y felicidad que le parecía mayor de lo que había deseado nunca. Reed no sonreía pero su mirada lo decía todo
- Reed¿has dormido algo?
El dijo ligeramente que no con la cabeza
- ¿No vas a volver a dormir nunca?
Él se encogió ligeramente de hombros. Como si fuera absurdo preguntárselo, quién sabía nada de nada a partir de ahora. El mundo carecía ya de leyes o de lógica alguna
- ¿Tampoco vas a volver a hablar?
El esperó un momento y luego le respondió
- Eso es inevitable, porque cuando me pregunten que si quiero que seas mi mujer tendré que responder que sí y que prometo amarte y respetarte todos los días de mi vida
