Hola! Perdón por este mes de ausencia, pero he tenido problema tras problema semana a semana. Lo peor es que de tanto hiatus se me estaba pegando un bloqueo de escritor. De verdad han sido días movidos, ajetreados, y lo peor es que la tendencia es a no parar en lo que queda de noviembre.
De verdad los extrañé mucho, y espero que este capítulo ayude a recompensar la espera. Pretendo concentrarme más en este fic, ya que este capítulo me está ayudando a desbloquear este bloqueo (además ya me están exigiendo por interno de que termine el fic antes de febrero 2023). Por lo anterior, prometo que no pasará mucho tiempo antes de que vuelva a actualizar este fic. Con respecto al resto de mis historias, pues no puedo decir lo mismo. Para más información no olviden buscarme en las principales redes sociales de este mundo.
Amor Prohibido - Capítulo 116
-Bien, creo que he llegado. Todo lo que tengo que hacer es…
Era la mañana del sábado dieciséis de junio del 2007. Aparentaba ser un día tan corriente como el quince o el diecisiete, pero con algo que solo quien observa con una distancia de al menos quince años puede apreciar. Kraggler había arribado a la habitación que los gemelos Chad compartían en la antigua Academia Woo Foo. El lugar era enorme, con el espacio ideal para que ambos conejos pudieran compartir sin sentirse sofocados ante la entrada de la adolescencia. Mientras que en un rincón se encontraba la cama azul de Yang con su respectivo desorden, en el otro rincón se encontraba la cama rosa de Yin con su impoluto órden y olor a menta. La gárgola había arribado desde el futuro post apocalíptico del 2030 hasta el medio de aquella habitación. Tenía todo el propósito de mantenerse concentrado en su misión que con peligrosa rapidez se borraba de su mente. Lamentablemente, su longevidad atacó de nuevo y se quedó dormido antes de pensarlo.
-¿Qué demonios haces aquí?
La gárgola despertó del golpe ante el grito agudo y molesto de Yin. Despertó gritando desesperado tan solo para encontrarse con los gemelos en posición de ataque. Yin y Yang se veían mucho más pequeños de lo que nos habíamos acostumbrado a lo largo de este fanfiction. Con el pelaje tan reluciente como el primer día, ambos lo observaban con el ceño fruncido y con sus armas entre manos. Yang ya tenía su espada de bambú apuntada en su contra, mientras que Yin ya había convocado un par de esferas Woo Foo con las que rodeaba sus manos.
-¡Yin! ¡Yang! ¿Qué demonios están haciendo aquí? -alegó Kraggler asustado.
-Eh, ¿es nuestra habitación? -respondió Yin extrañada.
-Oh, sí, sí, es cierto.
Kraggler repasó el lugar con su mirada, recordando lentamente cómo había llegado hasta allí. Un nuevo grito desesperado le recordó el detalle final que coronaba su misión. El ver a los conejos frente a sí contrastando el último recuerdo de ellos era para morirse de pavor. Ya podía ver la mirada inquisitiva de Yanette al ver que ya había arruinado su misión desde el primer minuto.
-Muy bien… ¡Y ahora! -exclamó Yang con euforia preparando su espada para lanzar la primera estocada.
-¡No, no no! -Kraggler retrocedió asustado-. ¡Yo ya me voy! Ni siquiera recuerdo qué rayos estaba haciendo aquí.
Poco a poco la gárgola se acercó a una ventana. Ante la mirada ahora extrañada de los conejos, Kraggler escapó de allí mientras que la gárgola se maldecía por los nervios que sentía. Esto de los viajes en el tiempo no eran tan común, y pensar en el incesto entre los dos conejos no mejoraban las cosas.
-Muy bien, eso es.
La Yuri del futuro había arribado a la misma fecha persiguiendo a la gárgola. Desde la rama de un árbol observaba los pasos de Kraggler hacia el exterior a través de unos binoculares. La coneja sonrió para sus adentros. A diferencia del anciano, ella sabía perfectamente cada paso a dar. No por nada con el correr de los años se había convertido en la Maestra del Tiempo.
El secreto era uno solo: actuar con sigilo. Estaban en el pasado, y el más mínimo cambio podría alterar el futuro para siempre. Eso bien lo sabía Yuri y era su deber controlar esta sagrada ley. Hasta el momento todo estaba bajo control. Los conejos del presente habían confundido a Kraggler con el de su época, y aparentemente no parecían interesados en investigar qué hacía en su habitación.
Acercó su muñeca derecha a su cara, y le habló a un comunicador que tenía en su smartwatch:
-Caso 747. Dieciséis de junio del 2007. Pueblo Woo Foo. En acción.
Tras aquellas palabras, desapareció como una sombra.
Kraggler salió confundido por las calles del antiguo Pueblo Woo Foo. No tenía precisamente un plan. ¿Cómo podría separar a los conejos? O sea, el tema del amor era algo más complejo que simplemente decirles "no sean incestuosos". ¡Si tan solo Yanette pudiera ayudarlo! Lamentablemente, la gárgola no tenía idea de dónde buscar a la anciana en el año 2007. Se encontraba solo con esto. Afortunadamente, él era parecido a su yo de aquel año, por lo que en el peor de los casos pasaba tan desapercibido como en el mejor de los casos.
Un plan. Más bien debía investigar. ¿Podría hablar con Yo? A fin de cuentas siglos como enemigos los había hecho amigos tras llegar a la cuarta edad. Podría ponerlo en alerta y ayudar aún más que él a detener su relación incestuosa. Con una sonrisa en los labios, se destinó a ir en ejecución de su plan en velocidad anciana.
-Oye Yang, ¿qué tal si le pedimos unas vacaciones al Maestro Yo?
Yin se encontraba sobre su cama rodeada de sus revistas para adolescentes cuando saltó la pregunta del millón.
-¡Sí! -contestó el conejo desde el otro extremo de su habitación, sobre su propia cama jugando con un videojuego portátil-. Este día es muy aburrido, y nos merecemos un descanso tras derrotar al Maestro de la Noche.
-Bien -exclamó la coneja saltando de la cama-. Iré a preguntarle al Maestro Yo.
-¡Espera! -intervino Yang saltando de la cama-. ¿Sabes qué es lo que dirá el Maestro Yo?
Yin negó con la cabeza.
Yang se aclaró la garganta y respondió imitando la voz del panda a la perfección.
-¡¿Vacaciones?! -exclamó con sorpresa-. ¿En estos momentos? ¿Cuando acabamos de reconstruir la academia? ¿Cuando puede venir un nuevo Maestro de la Noche mucho más poderoso que el anterior? ¿Cuando apenas han alcanzado el nivel 1 de Caballeros Woo Foo? ¡Por supuesto que no! -gritó aleteando con sus brazos-. Tienen mucho que entrenar, mucho que aprender. ¡El mal no se toma vacaciones! Además necesito un par de esclavos que mantengan esta academia como espejo. El baño no se limpiará solo, ¿saben?
Tras el discurso, el silencio fue suficiente para diluír aquel momento entre cómico y bizarro.
-Eres muy bueno -contestó Yin arqueando una ceja con las manos en la cintura.
-Gracias -contestó su hermano con su voz normal.
-Entonces, ¿qué propones? -le preguntó la coneja cruzándose de brazos.
-Pues armar nuestras propias vacaciones sin preguntarle al panda -contestó Yang-. No podrá decirnos que no cuando nos encontremos a bordo del avión rumbo a Timbuktú.
-Eh… ¿Por qué vamos a ir a Mali? -cuestionó su hermana extrañada.
-¡No lo sé! -exclamó Yang-. ¿Pero quieres salir de vacaciones o no?
-Hmmm… Está bien -respondió Yin tras pensarlo un par de segundos-, pero iremos a la playa.
Es así como ambos comenzaron los planes de sus merecidas vacaciones mientras que desde la sala de descanso en el primer piso, el Maestro Yo dormitaba sobre su viejo sillón. El panda se había recostado sobre su asiento favorito mientras la estática de la televisión era la música de fondo ideal para acompañarlo en sus sueños. Poco imaginaba, al igual que sus estudiantes, y toda la ciudad y el planeta lo cerca que se encontraban de un Oscuro Mañana sin retorno.
Desde el exterior, Kraggler ya se encontraba recorriendo la calle en donde se ubicaba la Academia Woo Foo. Aprovechando su lenta caminata, la gárgola ensayaba el diálogo que tendría con su viejo amigo para pedirle la ayuda que requería.
-¿Sabías tú que tus hijos son incestuosos? No, así no -balbuceaba desprevenido para sí mismo-. ¡Hey! ¿Sabes lo que hacen tus hijos cuando están solos? No, no, no… ¿Sabías tú que Yin y Yang tendrán muchos hijos en el futuro? Sí, pero entre ellos dos, no, te hablo en serio, es una historia muy perturbadora… ¡¿A quién quiero engañar?! ¡Suena horrible! -se detuvo de improviso a unos cuantos metros de la entrada-. Sería más fácil matar a esos mocosos y evitar que se reproduzcan, aunque claro, con eso de las reglas de Disney sería aún más difícil -agregó rascándose el mentón-. Mejor iré a hablar con el panda -concluyó retomando su camino.
Kraggler tuvo una suerte increíble -ya sea buena o mala- de toparse con el Maestro Yo de salida justo a las puertas de la academia. Al verlo, el panda lo reconoció de inmediato.
-¿Kraggler? -lo saludó extrañado-. ¿Qué haces por aquí?
-¡Ho! ¡Hola! -exclamó nervioso-. Lindo día, ¿no? -agregó intentando alejar el tema de su visita ojalá a la otra galaxia.
-No es común que andes dando vueltas por estos lados -contestó el panda cruzándose de brazos y lanzándole una mirada inquisidora que se pretendía clavar en el fondo de su conciencia-, ni mucho menos ahora que estás con eso de tu farmacia en la cima de Monte Doloroso.
-¡Oh! ¡Sí! Eso -la gárgola comenzó a rascarse la nuca mientras comenzaba a recordar su propia vida en aquella época. Al menos eso podría evitar una confrontación con su yo del presente.
-¿Y bien? -el Maestro Yo arqueó una ceja sospechosamente.
-Solo paseaba por aquí y… -Kraggler volvió a intentar desviar el tema.
-Escucha, no sé qué es lo que planeas -le interrumpió el panda-, pero no tengo tiempo para pelear. Tengo que ir a por mi revista mensual de Pandahamacas al correo, y a reclamarle al cartero por no traerla hasta acá.
-Si quieres te acompaño -intervino de golpe la gárgola esbozando una sonrisa forzada.
-¿Qué? -el panda fue tomado por la sorpresa.
-De paso podemos ponernos al día con lo último que hayamos vivido -agregó Kraggler-, como dos buenos enemigos que hemos vivido grandes aventuras en tiempos de antaño.
-Muy bien, ¿qué planeas? -el Maestro Yo comenzó a mostrarse molesto al momento en que frunció el ceño y se cruzó de brazos de forma apretada, dispuesto a mandar a volar al anciano de una patada si no le daba pronto una buena razón para no hacerlo.
Ante tal actitud, la presión se apretó en la garganta de la gárgola. Hacía demasiado tiempo que no se sentía tan presionado. ¡Era un anciano! Necesitaba vivir recostado en una hamaca junto a la playa y disfrutar de sus años de retiro, no que la vida lo siguiera golpeando con los golpes espacio-temporales. Tras un suspiro, decidió soltar todo como saliera.
-Vengo del futuro -lanzó como una locomotora-, un futuro en donde tus hijos decidieron unirse en una relación incestuosa y tener como media docena de conejitos que tanto tú como la madre de tus hijos detestan totalmente. De hecho es por eso que he venido hasta esta época, para evitar que Yin y Yang terminen como terminaron en el futuro. –¡Solo tú como su padre puedes evitar este final tan trágico para el mundo entero!
El alarmismo con que Kraggler terminó su discurso contrastaba completamente con el silencio del Maestro Yo. El panda lo observó con los ojos bien abiertos, mientras en su mente se demoraba ante la elección de la reacción correcta. ¿Qué demonios acababa de decir? Parecía una ensalada de locuras que no tenía asidero alguno.
El anciano por poco y se desmaya tras oír la fuerte risotada del panda. Aquella risa nació desde el estómago y escapó como una bomba nuclear directo a los nervios destrozados de la gárgola. "¿Qué? ¿Por qué?" Kraggler se cuestionaba una y mil veces el error cometido que lo llevó a enfrentar a un panda con un ataque de risa. El Maestro Yo por su parte llegaba a llorar de la risa mientras sostenía su panza. ¡Se sentía estallar! Era una risa incontrolable que tras unos segundos lo arrojó al suelo. Kraggler fue testigo de un final inesperado: el Maestro Yo se revolcaba en el suelo, sobre el polvo de la entrada, mientras no paraba de reír. Las carcajadas incluso llamaron la atención de los vecinos y transeúntes, quienes se detuvieron a observar el espectáculo. Desde el segundo piso de la academia, Yin y Yang también se asomaron a observar lo que ocurría.
-¡¿Pero qué dices?! -balbuceó a duras penas el pobre panda desde el suelo-. ¡Si yo no tengo hijos! -tras ese grito, fue capaz de hilar más de una oración sin ser tragado por la risa-. Esos mocosos no son mis hijos, son mis estudiantes. Me los encontré gracias a un cupón. Y… y… y… -un segundo ataque de risa se tragó las palabras-. ¿Incestó? -fue lo único que pudo balbucear antes de terminar atrapado por sus propias carcajadas.
-¡Pero Yo! -intentó reclamar Kraggler desesperado, pero la fuerte risotada acabó con toda esperanza de recibir su ayuda.
-¡Olvídalo! -le gritó molesto mientras intentó alejarse de él, más su lenta velocidad de anciano convirtió la acción en una aletargada y repetitiva escena que más de alguien se aburrió de observar.
Yuri en tanto se coló en la habitación de sus padres al interior de la academia. Gracias a la algarabía de los ancianos, sabía que tendría suficiente tiempo para actuar. De un salto, se arrastró hasta pasar por debajo de la cama de Yang. Aunque era un lugar misterioso lleno de la basura que solo el conejo podría recolectar, para nuestra protagonista fue fácil alcanzar su objetivo. En sus manos tenía una moneda brillante y dorada. Rápidamente la guardó entre los bolsillos ocultos de su gabardina. Con el mismo sigilo con el que entró, ella finalmente salió del cuarto.
-Bien, terminemos con esto de una buena vez.
Yuri asaltó a Kraggler a la vuelta de la calle. La gárgola se detuvo de golpe mientras evitaba que su taquicardia producto de la sorpresa terminase en un ataque cardiaco.
-¿Sabes por qué no te funcionó? El Maestro Yo se entera que Yin y Yang son sus hijos recién en mayo del 2009, o sea aún faltan como dos años para ese momento -continuó Yuri con tranquilidad-. Ahora bien, me vas a entregar el reloj de arena, te llevaré de regreso al 2030, nadie sabrá de tu aventura en este día, y todo saldrá bien. ¿Sí?
-¡¿De qué demonios hablas?! -cuestionó la gárgola comenzando a irritarse por este día en que todo le estaba saliendo horriblemente mal.
-Tus días en el 2007 se acabaron -Yuri respondió desafiante extendiendo sus palmas enguantadas-. ¡Entrégame el Cronológicum, ahora! -le ordenó con seriedad.
Kraggler extrajo de su bolsillo invisible el reloj de arena. El aparato relucía con un brillo propio que atraía a urracas y rateros.
-Ven por él -contestó con una sonrisa desafiante.
Yuri no lo pensó dos veces. Se abalanzó contra la gárgola con el propósito de arrancarle el reloj de arena. Sin el aparato, ella estaba segura de que él no se podría arrancar del dieciséis de junio del 2007. Lo demás sería resuelto por añadidura. En su afán por cumplir tan fácil meta, se terminó por confiar y olvidar el principal poder de su maestro. Kraggler la tomó de la muñeca y de inmediato Yuri sintió que perdía vitalidad. Ambos terminaron envueltos en una luz verde agua mientras que la gárgola sentía que la energía y vitalidad de antaño regresaba a su cuerpo.
Pronto Kraggler rejuveneció ochenta años, regresando a su antigua figura alta, esbelta y musculosa. A su lado, una arrugada coneja rosada cubierta con su propia capa oscura yacía recostada en el suelo, quejándose débilmente.
-Jamás superarás al maestro -le dijo Kraggler mostrando todos sus dientes en una fuerte risotada, antes de salir volando con sus alas recién recuperadas.
En sus garras, la gárgola se llevó el reloj de arena. Yuri no le quitó la mirada de encima al aparato, mientras que el dolor de los achaques la atraparon de golpe. Recién en aquel instante descubrió el peso y el dolor del significado de la vejez. Se intentó arrastrar mientras gemía lastimeramente, negándose a rendirse. Lo cierto es que Kraggler había ganado el asalto, y ahora él podía hacer y deshacer con el tiempo-espacio cuanto quisiera, mientras que ella solo le quedaba observar.
-¡Ustedes! ¡Vendrán conmigo ahora!
Kraggler ingresó nuevamente al cuarto de los conejos, sorprendiéndolos al momento en que ingresaban al lugar. Antes de que tan siquiera fueran capaces de preguntarse qué había ocurrido, los envolvió en una bola color verde agua emanada del reloj de arena que les mostró, para luego desaparecer los tres del lugar.
Jacob no alcanzó a preocuparse por el hecho de quedar varado en una época que no es la suya, cuando vio que una luz verde agua se materializó a un costado suyo. Alcanzó a creer que se trataba de Yuri con su desconocida misión cumplida, dispuesta a convertirse en su boleto de regreso. Cuando notó que la luz se materializaba en tres figuras, su corazón nuevamente buscó asilo en su garganta.
-¡¿Qué demonios?! -gritó aterrado al ver a los tres personajes.
El conejo pudo identificar a sus padres con facilidad. No importaba que fueran tan pequeños como su yo del 2030 ni que no estuvieran usando pantalones. Aquel pelaje rosa y azul, sumado con aquellas orejas flotantes era inconfundible. Ambos cayeron de rodillas sobre el césped mientras buscaban orientarse. La mirada de Yang se clavó sobre el conejo, quien buscaba volverse invisible con la mente.
-¿Es la casa de Lina? -Yin fue la primera en preguntar al identificar parte de la fachada de la casona.
-Es hora de que vean algo -les dijo Kraggler antes de encerrarlos en una bola verde agua traslúcida controlada por el reloj de arena.
-¿Qué hacemos en casa de Lina? -cuestionó Yang intentando sonar rudo.
-¿Dónde está Yuri? -la pregunta de Jacob sonó más amenazante que la pregunta de Yang.
-Ella no supo aprender su lección -contestó Kraggler sin voltearse.
-¿Ahora te crees La Lección? -cuestionó Yang con sarcasmo desde el interior de la esfera.
-Olvidé lo molesto que eran ustedes dos -contestó Kraggler agitando la esfera desde el Cronológicum-. A ver si mantienen su humor después de enterarse que en el futuro ustedes dos tendrán varios hijos entre ustedes.
-¡No! -exclamó Jacob al tiempo en que veía cómo la gárgola rejuvenecida se alejaba de él.
Era el momento de confiarse de Kraggler. Tenía todo bajo control. Pensaba llevar a los orejones a conocer a su madre antes de confrontarlos ante tan terrible realidad. Tal vez cuando lo acepten, regresarán a su época para reestructurar toda la historia. Si no, siempre pueden recuperar su tiempo perdido con su madre.
De improviso, Kraggler se tropezó, cayendo de bruces al suelo. El reloj de arena salió rodando varios metros fuera de su alcance al tiempo en que la esfera se desvaneció liberando a los conejos. Los pies de la gárgola se encontraban amarrados con una gruesa cuerda brillante emanada del lápiz de Dionisio propiedad de Jacob. El conejo lo observaba con severidad al tiempo en que apretaba con fuerza el lápiz triangular rojo que tenía en su poder.
-Tú no irás a ningún lado -le dijo con firmeza-. Traerás de regreso a Yuri y dejarás la línea temporal como está. Y regresarás a estos conejos a su época.
Kraggler se volteó con lentitud, para luego regalarle una sonrisa triunfante.
De la nada, la gárgola agarró vuelo con una alta aceleración. Pronto Jacob se encontraba en los cielos amarrado por su propio látigo a un Kraggler que buscaba regalarle un buen susto apuntando a su acrofobia. Fue un disparo certero, puesto que pronto Jacob sintió un revoltijo en su estómago al ver el techo de la casona del porte de sus zapatos. Sentía sus manos resbalosas al tiempo en que podía sentir que se soltaba del lápiz. La vertiginosa velocidad que la gárgola alcanzaba en los cielos sumado al silbido del viento que golpeaba el pelaje del conejo no ayudaba mucho. El golpe del miedo apretó la cabeza de Jacob desde el interior y pronto perdió el conocimiento. El conejo cayó en caída libre desde una altura aproximada de unos trescientos metros. Kraggler finalmente se sintió liberado, al tiempo en que podía ver como su enemigo caía como un ave herida directamente hacia su muerte.
Kraggler regresó con tranquilidad al rincón en donde había dejado a los pequeños Yin y Yang, y ¡Oh sorpresa! Los conejitos no se encontraban allí.
-¿Eh? ¿A dónde fueron? -cuestionó observando en todas direcciones.
La algarabía desde la entrada de la casona lo obligó a acercarse a la muchedumbre en busca de respuestas.
Aunque la sorpresa de la reciente batalla entre Yenny y los hermanos de Ella Mental aún no se disipaba, la repentina presencia de los pequeños Yin y Yang observando al cielo hacia una mancha negra que caía a gran velocidad directo contra los cultivos de la granja de los Swart empujaba a tragarse toda la impresión para dar cabida a más sorpresas. Yin lanzó un Campo Foo con el que atrapó al sujeto en el aire, y poco a poco lo atrajo hacia la muchedumbre. Yang en tanto no perdió la oportunidad de observar a todos los extraños que los estaban observando en esos momentos. Kraggler observó con desesperación cómo su presa ya se había mimetizado entre el grupo.
Era el momento de actuar. Debía ir a buscar a Yanette. Era la oportunidad del siglo.
La impresión se multiplicó al ver el rostro del Jacob del futuro descubierto frente a todo el grupo, quienes lentamente se acercaban temerosos ante las nuevas sorpresas que aguardaban en esta historia.
