Capítulo 5
…
La misión a la que debían asistir era muy puntual: vigilar la entrada principal de Rodorio. Un muelle ubicado al otro extremo de la ciudad. Para esta misión, Catrina decidió enviar a pocas personas ya que lo principal era pasar desapercibidos. Afrodita, Milo, Shura y Camus fueron el equipo elegido.
Inicialmente debían colocar cámaras en los principales puntos del puerto sin ser detectados y, confirmar si había o no presencia del líder de la banda. El dorado de capricornio sería el líder en la misión, por lo que, siguiendo las órdenes de Catrina a través de sus comunicadores guiaba a sus demás compañeros. Desde el Santuario, la pelinegra se mantenía atenta. Shion acondicionó una cabaña pequeña que fungía como base de operaciones para los diferentes casos que llevaban en compañía de la policía de Rodorio.
-Elegir a Shura como líder de esta misión me pareció muy prudente de tu parte. – halagó Shion desde el fondo.
Catrina reparó en el Patriarca mientras se acercaba. Shaka, Aiorios y Mu coordinaban la misión con ella desde la base, atentos no solo a las acciones de sus compañeros, sino también al entorno de sus compañeros.
-Le agradezco, señor. – respondió la chica una vez que llegó inclinándose con respeto.
-Sin embargo, no deja de sorprenderme esa decisión. – inquirió el peliverde en voz baja. Al menos por el momento, sus muchachos no debían enterarse. - ¿Algo en particular de lo que deba enterarme?
-Tengo una fuerte corazonada de que Shura sin duda podría estar involucrado con este caso.
-¿Traición? – preguntó Shion alarmado. No podía ser posible…
-No. Pero algo sabe. Solo debemos esperar y ser pacientes. Si no lo descubrimos por su boca, lo haremos por la de alguien más, descuide excelencia.
-Catrina…No puedo ver a otro de mis hijos sufrir. Devuelve la piedad que te mostraron mis muchachos. – advirtió Shion.
La pelinegra había estado en tratamiento psicológico con el fin de recuperarse del trauma vivido hace casi dos años y, gracias al apoyo de Shaka había logrado una significativa mejoría en poco tiempo, sin embargo, Shion notó que, cuando se trataba de algún caso, la joven lo manejaba a sangre fría, al punto de asustar. Se había vuelto poco apática hacia las personas involucradas en los casos e incluso, de no ser por el rubio, ni siquiera mostraba piedad hacia nadie.
-Sí señor…- respondió inclinándose con respeto.
. . .
Muelle de Rodorio.
Los cuatro dorados se separaron con el fin de instalar las cámaras de espionaje y vigilancia.
Camus cubrió la entrada principal, Afrodita los contenedores del norte, Milo los contenedores del oeste y, las oficinas administrativas, mientras que Shura se encargó de la zona donde los barcos anclaban.
-Entrada principal despejada. No hay ingreso de vehículos ni salida. – informó Camus a través de su micrófono comunicador.
-Los contenedores del norte están despajados y las cámaras instaladas. Únicamente veo movimiento de presuntos trabajadores. – respondió el agua marina desde su posición. Identificó los uniformes de las personas que estaban en su rango de visión, todos pertenecían a la empresa que actualmente mantenía la concesión sobre el muelle.
-Los contenedores del oeste estaban vacíos. Instalé las cámaras con éxito. – dijo igualmente Milo.
-¿Qué hay de las oficinas administrativas? – preguntó Catrina desde la base. A través de las cámaras notaba mucha actividad de personal, algo inusual por tratarse del turno nocturno.
-Nada sospechoso de momento, pero hay muchas personas. Han estado corriendo de un lado a otro sin parar y una mujer – supongo que la jefa – no ha dejado de gritar. Alcancé a escuchar que dijo: "Todo debe estar listo para el arribo." – informó Milo sin despegar su mirada de la mujer de anteojos y cabellos desordenados.
-Milo activa el micrófono de las cámaras y sal de ahí. – ordenó Shaka. Esa fue una de las posiciones estratégicas por lo que, de quedarse más tiempo, se arriesgaban a ser descubiertos.
Shura miraba con atención un barco que parecía bajar mercadería. Había escuchado a la perfección la información brindada por Milo. Se acercó un poco más cerca para tener mayor visibilidad. ¿Cuántos hombres eran? ¿Cinco? Tenían puesto el uniforme de la empresa encargada del muelle, sin embargo, no recordaba sus rostros de las listas de trabajadores dada por Catrina.
-Infiltrados…- comentó para sí mismo.
Era lo más probable, sin embargo, no podía afirmar que estaban ligados a Kostas ni que el cargamento fuera droga.
-La zona de descarga tiene sospechosos, pero no se logra vislumbrar si pertenecen a la banda. – informó el peliverde. - ¿Intervengo?
-No. Déjalo así de momento. – ordenó Catrina mirando por las pantallas a las personas. – Trataremos de identificarlos desde la base. Regresen todos al Santuario.
. . .
Casa de Piscis.
Era alrededor de la media noche. Aria se levantó con sigilo evitando despertar a las gemelas y a Josh quienes dormían profundamente. Taylor la secundó en cuanto vio la figura femenina moverse. Ambos salieron de la habitación que Afrodita les había asignado con un propósito en particular: buscar el sobre.
-Hay que darnos prisa, no sabemos a qué hora volverán. – apresuró Aria mientras se asomaba desde la entrada del templo para asegurarse que nadie rondara.
-Recuerdo que lo dejó sobre este mueble, pero ya no está. ¡Maldición! – exclamó Taylor en voz baja.
-Da igual, solo busca. – ordenó la peli azul mientras empezaba a rebuscar por toda la habitación con desesperación.
Duraron varios minutos hasta que por fin, el joven vislumbró en lo alto del mueble de la cocina un sobre amarillo que apenas sobresalía. Se acercó con rapidez y lo tomó. Con cuidado lo abrió sacando varios papeles de ahí. Aria apresurada revisó los documentos y sacó su teléfono para fotografiar la información.
-"Banda Olimpo"…- leyó la peliazul con sorpresa.
-¡Es la banda de Klaus y Kostas Manoplas! – comentó Taylor con alegría. Eso significaba que esas personas tan grandiosas efectivamente estaban investigando y planeaban detener a esos villanos.
-Busca de qué trata la misión de hoy, Taylor. ¡Date prisa! – dijo apresurada.
Estaba demasiado nerviosa, incluso sus manos temblaban al sostener los dichosos documentos. Si los descubrían sería su fin…
-Aquí dice…"Interceptar el muelle", pero no dice fecha, puede que no sea la misión de hoy. – razonó el chico de ojos rasgados.
-Puede que no, pero servirá para darle algo de información a Kostas.
El sonido de lo que parecía ser algo pesado chocando contra las escaleras los alertó. Alguien venía. Con rapidez, Aria guardó los documentos y se los entregó a Taylor para que los colocara en su lugar. La peli azul sentía su corazón latir a más no poder, los pasos se escuchaban cada vez más cerca.
Cuando el chico logró colocarlo tomó a Aria de la mano y la guio hasta el amplio sillón de la sala. Empezó a realizar movimientos de baile bajo la mirada perpleja de Aria que aún no se recuperaba del golpe de adrenalina.
-Buenas noches. – saludó Catrina con seriedad.
-Oh, buenas noches, señora. – saludó Taylor con cortesía fingiendo sorpresa.
Aria solo se mantenía en silencio tratando de controlar su respiración.
-Lamento la intromisión…- habló la pelinegra. Shaka llegó tan solo minutos después. – Noté que la luz del templo se encendió y Afrodita no se encuentra, pensé que quizá sucedía algo o, mejor dicho, necesitaban algo. – dijo la mujer de ojos rojizos.
Shaka la miraba desde su posición. Conocía a su chica, estaba fingiendo amabilidad hacia los bailarines, lo que no comprendía era por qué.
-¡Oh! Eso…Mil disculpas, solo quería mostrarle a Aria unos pasos de baile que se me ocurrieron. No podía dormir por la emoción así que la desperté para que los viera y con suerte incluirlos en la coreografía. – se excusó Taylor. Había sido lo más "creíble" que se le vino a la mente.
Catrina observó con intensidad a Aria. Rebuscaba en los gestos de la bailarina si aquella cuartada era real.
-S-Si…lamento profundamente si eso causó alguna preocupación en ustedes. – respondió tratando de sonar natural.
Luego de unos segundos de silencio incómodo, Catrina sonrió.
-Está bien. Solo deben tener cuidado, aquí en el Santuario si no conocen las reglas podrían ser confundidos con algún enemigo. – advirtió mientras se retiraba seguida de Shaka.
Cuando iban llegando al templo de Acuario, el rubio detuvo a la chica.
-¿Qué ocurre, querida? – preguntó con interés. Necesitaba averiguar si nuevamente Catrina actuaba desde las secuelas de su trauma o no.
-No confío en ellos. – confesó suspirando con pesar. – Vi a esa mujer hablar por teléfono de manera extraña. Y si te soy sincera, el chico mentía.
-Su chakara estaba alterado y ella apenas respiraba. – razonó el rubio.
Miró con recelo el templo de piscis mientras apretaba la mano de su pareja; esta vez, no podía ser benevolentes. Dos veces estuvieron en peligro mortal por lobos disfrazados de corderos.
. . .
A la mañana siguiente, los bailarines se levantaron temprano. Afrodita escuchó los pasos apresurados hacia la cocina, por lo que intuyó que se trataba de las chicas gemelas. Esas jovencitas eran muy enérgicas y hacían de su templo un lugar muy bullicioso, pero lejos de molestarse, le gustaba. Estaba un poco cansado porque llegaron al Santuario por la madrugada. Por Athena, se tendría que hacer una fuerte mascarilla hidratante para quitarse esas horribles ojeras en su bello rostro.
-¡Buenos días! – saludaron Silvanna y Savanna al mismo tiempo.
-No hablen al mismo tiempo, es molesto, clones. – se quejó Josh asomándose por el pasillo.
Detrás suyo vislumbró a Aria y a Taylor. La chica de cabellos azules venía con rostro serio, mientras el joven lucía un poco más amable.
-¡Buenos días a todos! El desayuno está listo. – saludó el agua marina.
-¡Ah! ¡Qué vergüenza! Usted trabajó hasta tarde anoche, Afrodita…Creo que lo más educado era que le ayudáramos. – comentó Taylor realmente avergonzado. Les estaban pagando, así que no podía pasar por mantenidos.
-Nada de eso. Son mis invitados. Y si les soy honesto, no recuerdo la última vez en que este templo estuvo tan lleno de vitalidad. – sonrió amablemente el dorado de piscis.
Taylor desvió la mirada con las mejillas levemente sonrojadas.
-Lamento que no podamos quedarnos por mucho tiempo, Afrodita. Debemos iniciar los ensayos temprano. – comentó Aria.
Estaba más seria que de costumbre, algo que no pasó desapercibido por el dorado ni por las gemelas quienes se miraron mutuamente, preocupadas. ¿La razón? Había decidido enviar la dichosa información a Kostas vía mensaje de texto, sin embargo, éste le pidió detalles que claramente no tenía, como por ejemplo el día y la hora de la intervención.
"-Si continúas siendo tan negligente, te enviaré a tu madre en pedazos."
Le había contestado el desgraciado. Desde eso tenía el corazón en la garganta. Empezaba a sentirse desesperada. No conseguía nada concreto y la vida de su madre peligraba.
-Ya veo. Entonces, lo mejor es darse prisa. – respondió el caballero con naturalidad.
Luego del veloz desayuno, el grupo bajó rápidamente las gradas hasta el salón de ensayos. Cuando pasaron por Capricornio se toparon a Shura quién se disponía a ir al Coliseo a entrenar a los reclutas. Las chicas fueron las primeras en saludar, seguidas por Taylor. Josh no se unió porque había visto que ese caballero se había acercado a la señorita Aria de forma muy familiar. El único que se ganaría el corazón de su maestra era él.
Aria por su parte continuó su camino ignorando por completo a Shura. El español solo siguió con la mirada la figura femenina. Suspiró cansino…Ahí estaba de nuevo esa extraña actitud hostil. Al final optó por no intervenir y dirigirse a cumplir con sus labores.
Cerca de las diez de la mañana, Aria les dio un descanso. Ya tenían perfeccionadas las coreografías de las primeras tres canciones y por la tarde ensayarían nuevamente para supervisar la parte de gesticulación.
-Veinte minutos y volveremos muchachos. – les dijo mientras se retiraba a unas sillas seguida de Taylor.
-Es nuestra oportunidad. – susurró Savanna a Silvana.
La gemela de ojos azules asintió.
-¿Ustedes a dónde creen que van? – preguntó Josh a sus espaldas.
Ambas voltearon a verlo con incredulidad.
-Estamos en nuestro descanso, ese no es tu problema. – respondió Silvanna al mismo tiempo que tomaba la mano de Savanna y corrían con dirección al coliseo.
. . .
En el Coliseo de entrenamiento se podía observar a los dorados entrenando duramente con jóvenes aprendices y aspirantes. Milo miraba con pereza como Shura derribaba a un niño con facilidad. No es que a él no le pareciera importante eso, su conflicto mental de ese día radicaba en que la otra noche prefirió volver al templo – porque creyó que vería a cierta morena de ojos celestes – y no asistir a su cita con Natasha a la que dejó plantada.
-No tienes buena cara Milo. – comentó Camus mientras se posaba bajo la sombra a su lado.
-No estoy de buen humor, es todo. – respondió escuetamente.
El francés lo miró interrogante. ¿Estaba frente al mismo Milo de siempre?
Un sonido de carcajadas cantarinas atrajo la atención de los dorados. Milo se incorporó y sonrió involuntariamente cuando notó a la chiquilla bailarina dentro del Coliseo. Su rostro estaba ligeramente cubierto de sudor por el baile.
-¡Ahí está! – exclamó Savanna mientras señalaba al gigante Aldebarán.
-¡Vamos! – secundó Silvanna con emoción.
Ambas rodearon el coliseo evitando ser golpeadas por los caballeros que entrenaban. Milo esperó esperanzado la mirada azul sobre su persona, pero la chiquilla prácticamente lo ignoró.
-Pareces decepcionado. – comentó Camus burlón.
Como odiaba que el ínfimo humor de Camus apareciera justo cuando le ocurrían cosas humillantes. Milo siguió el recorrido de las chiquillas quienes se detuvieron a hablar con Aldebarán.
-¡Señor Aldebarán! – comentó Savanna emocionada. Ese caballero había llamado muchísimo su atención.
-Oh, miren lo que tenemos aquí. – respondió el de Tauro sonriendo con amabilidad. Esas jovencitas le causaban ternura.
-Queremos pedirle un favor. – dijo Silvanna con las manos detrás de su espalda.
El escrutinio reciente que Milo había tenido con Silvanna gracias a su visita al centro comercial, le permitió entender algo de ella: cuando algo la avergonzaba o la ponía tímida, colocaba sus manos detrás de la espalda y se mecía sobre sus pies. Era un tic bastante tierno.
-¡Claro! En lo que pueda ayudarles estaría encantado. – respondió el peliblanco con cortesía.
Savanna se sonrojó. Silvanna al percatarse de que su hermana parecía haberse perdido en quién sabe dónde, tomó la palabra.
-Verá, cuando éramos niñas trabajamos en un circo. Hacíamos una función que consistía en que, un hombre musculoso nos alzaba a ambas y hacía malabares con nosotras. Queríamos hacer una función rápida para la maestra Aria, hoy está algo triste, y creemos que eso la animará. – detalló Silvanna sonriendo con emoción.
-Vaya, eso parece complejo. – murmuró Aldebarán no muy convencido. Podría causar un accidente y arruinar las grabaciones de las esposas de Mu y Camus.
-¡No lo es! Mire. Solo debe hacer esto. – dijo Savanna emocionada mostrándole un video de cuándo eran niñas.
-Creo que no te dejarán en paz, Alde. – dijo Aiorios palmeando el hombro de Aldebarán.
-¿Pero por qué yo? - insistió.
-Usted es el más musculoso de aquí, ¿no se ha visto en un espejo? Además, ya no tenemos cinco, y pesamos casi cien kilos entre las dos.
Y ahí estaba otra actitud que diferenciaba a las gemelas. Silvanna perdía la paciencia muy fácil y cuando eso pasaba solía ser un poco grosera.
-¡Oye no puedes revelar nuestro peso!- se quejó Savanna avergonzada.
-Pesamos lo mismo...- contestó Silvana.
Ante la inminente pelea de hermanas, Aldebarán tomó a ambos y con maestría las lanzó al aire para sorpresa de los presentes. Savanna y Silvanna reaccionaron instantáneamente y se tomaron de las manos dispuestas a continuar. Aldebarán las lanzaba como si no fueran más que plumas, mientras ellas hacían piruetas en el aire y reían con diversión.
-¡Te dije que podías.! – exclamó Silvanna disfrutando de la sensación.
Hacía tanto que no sentía la libertad de las piruetas del circo.
Cuando las bajó, ambas tenían el cabello desordenado.
-Está bien, las ayudaré. – aceptó el brasileño resignado. Aceptaba que había sido divertido y esas chiquillas irradiaban tanta alegría que contagiaban a cualquiera.
-Espero que no haya inconveniente en que haya público. – comentó Milo mientras se acercaba al grupo seguido por Camus.
De inmediato lo recibió la penetrante mirada azul de Silvanna. Las mejillas de Milo se tiñeron levemente.
-Son 10 euros por persona. – respondió Silvanna extendiendo su mano.
-Creí que sería algo gratuito. – respondió Camus indignado.
-Lo será, para la líder porque está triste. Si irán de chismosos lo justo es que paguen- secundó Savanna extendiendo también su mano
Desde su posición, Shura miraba la inminente discusión de Milo con las gemelas. ¿Aria triste? Ahora que lo pensaba, desde que hablaron y su teléfono sonó, la chica tuvo un drástico cambio de humor. Si algo le sucedía, él debía saberlo.
…
Aquí, reportándome nuevamente después de mil años XD
Pido disculpas por estar tan ausente, pero he tenido mil cosas y varias historias pendientes, por lo que espero ir actualizando poco a poco.
Esta historia me tiene emocionada, y amo la interacción entre Milo y Silvanna, son muy tiernos y creo que un Milo cayendo en los brazos del amor es lo mejor del mundo.
La cabrita preciosa la tiene mucho más difícil, por el contrario, pero es falta de unos buenos besitos por parte de Aria y se soluciona jaja.
En fin, que disfruten leyendo el capítulo tanto como yo escribiéndolo. ¡Nos leemos!
